Regalos
Preparatoria Asahiyama...
Los días transcurrieron tan normales como podrían haber sido. Tras su último chequeo en el hospital, a Fuutarou le permitieron quitarse el yeso y por fin pudo caminar sin muletas, aunque le advirtieron que todavía tenía que tomárselo con calma y nada de esfuerzos exagerados o ejercicios por al menos una semana más. Fue un alivio en más de un sentido, al poder volver a caminar normalmente y no tener que llevar esa vergonzosa firma a todas partes.
Como había decidido, enfocó todas sus energías en estudiar con Yotsuba y prepararse para los exámenes, y hoy era el día que se anunciaban los resultados. Incluso sin observar el ranking, Fuutarou sabía que sus calificaciones habían sido menos que perfectas, ya que se distrajo un par de veces y tras comprobar las respuestas se percató de haber cometido algunos errores menores.
- Escuché que bajaste algunos puntos tu promedio en los finales, Uesugi-kun.
De nuevo se encontraba en el baño haciendo sus necesidades, y en el urinal de al lado estaba el niño bonito Takeda. Fuutarou únicamente lo miró y se encogió de hombros. La mayoría lo achacaba a que tuvo algo que ver con el tiempo que estuvo hospitalizado, pero él sabía que ese no era el caso.
- Cometí algunos errores. Supongo que no estaba totalmente concentrado.
- Debió ser algo muy serio para distraerte de esa manera. – dijo Takeda. – ¿Hay algo más ocupando tu mente?
- ¿Por qué el interés?
- Oh, por nada. Simplemente quiero estar seguro de que pude vencer de manera justa a mi rival.
Fuutarou casi rodó los ojos; ahí estaba de nuevo con eso del "rival". A él no podía importarle menos, pero a veces le seguía la corriente solo por complacerlo. Y si bien una parte de él quería simplemente enterrar todo el asunto, la otra le recordaba que cada vez que lo hablaba con alguien, primero con las Nakano, luego con su familia, terminaba sintiéndose mejor después. Además, Takeda no parecía un mal sujeto.
- ¿Prometes no contárselo a nadie? – le preguntó.
- Mi boca está sellada. – aseguró Takeda.
- Lo que pasó fue que... me encontré con alguien de mi pasado. Alguien a quien no había visto en mucho tiempo.
- Hmm... ¿una novia tal vez?
Fuutarou le dirigió una mirada, y notó que sonreía todavía más interesado. Técnicamente, no era una "novia-novia", pero tampoco estaba tan errado. Para el contexto, el término le servía mejor que ningún otro.
- Algo así. Para no alargarme de más... me rompió el corazón y eso me dejó muy mal. Creo que todavía no lo supero del todo.
- Es comprensible. – asintió Takeda. – Un corazón roto también sacude el cerebro y afecta nuestro desempeño en todo lo que hacemos.
- ¿Lo dices por experiencia?
- Afortunadamente no, pero sí lo he visto en otras personas. En todo caso, tienes mis simpatías, es algo que no le desearía a nadie.
Fuutarou brevemente esbozó una sonrisa, y tras subirse la cremallera y lavarse las manos, se despidió de Takeda y se marchó del baño. Afuera, una familiar cabeza naranja con un lazo verde venía corriendo hacia él por el pasillo.
- ¡Uesugi-saaaaaaaan! – La chica Nakano vino a embestirlo de lado, aunque afortunadamente frenó antes de llegar a él para no derribarlo. – ¿Dónde estabas, por qué no viniste a ver el ranking conmigo?
- No hacía falta. – dijo él lacónicamente. – Comprobé las respuestas después y sabía que no había sacado todos los puntos.
Yotsuba hizo un puchero, pero rápidamente retornó a su alegre sonrisa habitual.
- Bueno, por lo menos ya terminamos. Es curioso, pero toda la semana me sentí mucho más tranquila, como si supiera mejor las respuestas.
- Suenas muy confiada de ti misma. – dijo el chico.
- Contigo enseñándome no hay forma de que pueda fallar. – aseguró la chica del lazo con una gran sonrisa. – Y bien, ya que no tenemos más clase hoy, ¿quieres hacer algo? ¿Podríamos salir a trotar o ir al gimnasio tal vez?
- Preferiría ir a trotar, muchas gracias. – replicó él. – En el hospital dijeron que ya puedo hacer ejercicio, pero nada que fuerce demasiado mi pierna.
Aunque eso era cierto, otra parte de la razón era que todavía no tenía fuerza para levantar las pesas en el gimnasio y le seguía resultando humillante cada vez que iban juntos y ella lo dejaba mal. Por otro lado, era capaz de correr un poco más y aguantar quince vueltas al lugar de siempre antes de empezar a cansarse. Eso era un progreso, si bien ella todavía seguía haciéndolas mucho más rápido y sacándole "a tu izquierda" no menos de veinte veces.
De todas maneras, luego de correr con Yotsuba algunas veces no le resultó tan molesto. Además, la semana siguiente era la competencia del club de atletismo, ese maratón con el que prometió ayudarles. Y hablando de eso...
- Por cierto, ¿ya arreglaste todo con el club de atletismo? ¿Será la última vez que las ayudarás en una competencia?
- Sí, la última vez. Les dije que es mejor que no me acaparen, por si algún otro club llega a necesitar mi ayuda.
Fuutarou por dentro esperaba que ese no fuera el caso, y también le hizo prometer que, si algún otro club intentaba el mismo truco que Eba (lo de ser el "arma secreta" y que no se lo revelase a nadie) los enviara al cuerno y le dijera a él para que no volviera a suceder lo de la última vez. De esa manera, en caso de tener que volver a hacer ajustes con su plan de estudio no volvería a llevarse sorpresas desagradables, y no tendría que reorganizar sus horarios a último momento.
- De todas maneras, haré mi mejor esfuerzo para ayudarlas a ganar. – dijo con determinación. – Es lo menos que puedo hacer después de todos los problemas que he causado.
- Más te vale. – dijo Fuutarou. – Estaré en la línea de meta esperándote, y si no cruzas primero, te castigaré con deberes extra durante el invierno.
- ¡¿Eeeehhh?! ¡No es justo! ¡Me he estado matando estas dos semanas para terminar antes!
- Pues ya dije. – replicó él tratando de sonar como un profesor severo.
Admitiéndolo, le resultaba divertido hacerla rabiar al echarle ese tipo de amenazas con castigos, sin mencionar que tenían el efecto de hacerla poner más empeño, lo que a la larga los beneficiaba a ambos. A ella le mejoraban sus notas, y a él le pagarían más.
- Supongo que ya habrás terminado tu tarea de invierno, ¿verdad? – dijo Yotsuba luego de un rato, mientras bajaban por la escalera hacia la cafetería. – ¿Ya tienes planes para las vacaciones de Navidad?
- Mi familia y yo pasaremos las fiestas en casa de mis abuelos. – dijo Fuutarou. – Será solo una cena familiar; un poco aburrido, pero es lo que hay.
- Qué lástima. – dijo la chica del lazo. – Mis hermanas y yo íbamos a hacer una fiesta en nuestro departamento, y pensábamos invitarlos a ti y a tu familia.
Fuutarou le dirigió una mirada. Desde hacía años la tradición de los Uesugi durante Navidad era pasarlo en familia, en la casa de sus abuelos paternos. No era que le molestase tanto, pero pasarlo allá era aburrido hasta para los estándares de un chico estudioso. Sin mencionar que sus abuelos siempre mostraban favoritismo por su hermana y su primo, dándoles mejores regalos, y también más dinero de año nuevo.
La invitación de las Nakano no sonaba del todo mal, y si no fuese por sentirse algo atado a su familia por compromiso, la habría aceptado de inmediato. Así fuese solo para hacer algo diferente.
- Tal vez hable con mis padres, a ver si me dejan ir. – le dijo. – ¿Debería decirle al idiota de mi primo?
- ¡Oh, claro que sí! Nino estaría encantada.
- Supongo que... deberíamos llevar regalos, ¿no?
- ¡Oh, no, no hace falta! – aseguró Yotsuba. – Tenemos todo cubierto, así que por eso no tienen que preocuparse. Todo sea para pasar juntos un buen rato.
A pesar de las palabras de la chica, Fuutarou no se convenció del todo. Para empezar, él no era de tipo que aceptaba cosas que no sentía haberse ganado, y dado que lo estaban invitando, no se sentiría bien del todo si solo iba para comer y divertirse. Sin mencionar que había pasado el Día de Acción de Gracias sin haber podido darle algo a Yotsuba por la ayuda que le brindó durante el viaje escolar, y ahora que se acercaba Navidad era una buena oportunidad para compensarlo.
Tendría tiempo para pensar en ello una vez que salieran de la escuela, pero debía consultarlo primero con su familia.
(--0--)
Centro comercial, durante el fin de semana...
- ¡Oniichan, date prisa! ¡Wow, este lugar es enorme!
- ¡Raiha, no corras tú sola! – exclamó Fuutarou tratando de alcanzarla.
Fuutarou no se imaginó que volvería a este centro comercial, pero después de pensarlo toda la semana, no se le ocurrió un mejor lugar para buscarles regalos de Navidad a las hermanas Nakano. Aunque la vez que vino con Ichika le hizo dar algunas vueltas, era tan grande que todavía no había podido explorarlo en su totalidad.
Siendo ese el caso, supuso que en alguna parte encontraría algo para ellas. Y él esperaba que así fuera, considerando la conversación que tuvo con sus padres durante la cena algunas noches atrás.
...
No era usual que Fuutarou iniciara las conversaciones con su familia durante la cena, pero en aquella ocasión sentía la necesidad de contarles sobre la invitación de Yotsuba. Después de todo, la chica del lazo la extendió a toda la familia, no solo a él específicamente.
El hijo mayor explicó que ese año tenía ganas de hacer algo diferente por Navidad, ya que por más que les tuviese aprecio a sus abuelos, hacer lo mismo y aburrirse allá todos los años empezaba a resultarle cansino, y Raiha también parecía muy emocionada por la idea de pasar Navidad con las quintillizas. Después de todo, se había divertido mucho con ellas en el festival de los fuegos artificiales.
- ¿Tú qué opinas, cariño? – preguntó Kazane, una vez que Fuutarou terminó de explicar los detalles.
- Bueno, aunque realmente me gustaría ir, me sentiría mal por dejar a mis viejos solos durante las fiestas. – dijo Isanari. – Pero no veo razón para que mi hijo no se divierta con gente de su edad, especialmente con unas muchachas tan encantadoras.
- Mamá, papá, ¿yo también puedo ir? ¡Por favor, por favor, por favor!
- Raiha linda, no tienes que suplicarnos. – aseguró Kazane. – Aun así, creo que estaría mal si no les llevan algún regalo. ¡Ah, ya lo tengo! ¿Qué les parecería un pastel de Navidad? Mejor todavía, que sean dos para que alcance para todos.
- ¡Sí, buena idea, mamá! ¡Yo te ayudo a hacerlos! – exclamó Raiha emocionada.
- Bien, creo que eso resuelve el problema de los regalos. – dijo Fuutarou.
- No tan deprisa, hijo. – intervino Isanari. – Todavía deberías llevarles un regalo que sea tuyo.
- ¿Qué? Pero papá, hay cinco de ellas, ¿debería gastar tanto?
- ¡No seas mezquino, Oniichan! – exclamó Raiha. – Además, has estado ahorrando dinero de tu trabajo, no es como que estés corto para no regalarles nada, ¿verdad?
- Sí, pero...
Quiso decirles que ya tenía planes para ese dinero, pero en realidad no había decidido en concreto lo que quería hacer con él. Seguro, había comprado algunas cosas que necesitaba (como aquel reloj de alarma), pero lo cierto era que había estado guardando muy celosamente sus ganancias desde que comenzó el trabajo, salvo para llevar a Raiha a divertirse haciendo algo de vez en cuando, y menos frecuentemente para pagar uno o dos días en el gimnasio cuando encontraba tiempo para ejercitarse (aunque no había vuelto luego de lastimarse la pierna, y quizás no lo haría por lo menos por un mes).
Así que efectivamente, no estaba corto como para no comprarles nada. Quizás priorizaría un poco a Yotsuba e Ichika, pero su relación con las otras tres habría mejorado lo suficiente como para no dejarlas por fuera.
- Tendré que pensar en qué puedo regalarles. – dijo Fuutarou.
- No deberías preocuparte tanto. – aseguró Kazane. – Tengo la certeza de que les gustará cualquier cosa que les des.
...
Eso fue lo que le dijeron aquella noche. Al menos ya tenía luz verde para asistir a la fiesta de las Nakano, y salvarse del aburrimiento en casa de sus abuelos. Sin embargo, cuando llegó el fin de semana, y dijo que saldría para comprar los regalos, Raiha insistió en acompañarlo, y su pequeña hermana, siempre astuta, usó su mirada de ojitos tiernos para que no fuese capaz de negarse.
- Y bien, Oniichan, ¿qué les vas a comprar?
- Todavía no lo decido. – admitió él. – Estaba pensando quizás en algo de ropa, pero me arriesgaría a que no les guste, o que no les quede.
Podría limitarse a comprarles ropa invernal, o quizás una simple bufanda a cada una, pero lo veía como tomar el camino fácil, y tampoco quería recurrir a eso. No lo diría de boca para afuera, pero realmente quería regalarles cosas que pudieran gustarles.
Qué extraño se sentía pensar eso. A pesar de no tener buenas primeras impresiones con todas, les estaba tomando aprecio, lo suficiente como para regalarles algo.
- Bueno, no perdemos nada con echar un vistazo. ¡Vamos!
Y sin decir más, Raiha cogió de la mano a su hermano y prácticamente lo arrastró a la primera tienda que vio. Coincidentemente, era la misma donde había acompañado a Ichika durante aquella pseudo-cita que tuvieron, cuando le compró aquel abrigo para el viaje escolar, mismo que ahora también llevaba puesto. Ahora que el invierno había llegado con toda su fuerza, le resultaba bastante útil.
- "Tal vez... debería comprarles cosas que les puedan ser útiles. Si les hubiera preguntado si hay algo que necesiten..."
- Oh, pero miren a quién encontramos aquí.
La alegre y coqueta voz detrás de él era inconfundible, y al girarse, efectivamente, allí estaba la mayor de las Nakano, sonriendo como siempre. Ichika llevaba también su ropa de invierno y de su brazo colgaba un elegante bolso; claramente la había pillado en medio de sus propias compras.
- ¡Ah, Ichika-san! – Raiha inmediatamente corrió a saludarla. – ¡Qué gusto de verte!
- Lo mismo digo, es una sorpresa verlos aquí. – dijo la Nakano mayor. – ¿Vienes por más ropa nueva, Fuutarou-kun?
- Algo así. – dijo él, rascándose detrás de la cabeza, tratando de evitar el contacto visual.
- Hmm... por cierto, no sé si Yotsuba ya les comentó sobre nuestra fiesta de Navidad. – dijo la pelirrosa. – He estado tan ocupada con mi trabajo y la escuela que no había tenido tiempo de enviarte un mensaje sobre eso, pero...
- Sí, ya lo sabemos. – interrumpió Raiha. – De hecho, Oniichan vino para ver si les-¡hmmphhh!
- Raiha, creo que Ichika no necesita saber eso. – Fuutarou se había agachado para taparle la boca a su hermanita.
- ¿Saber qué? Oh... ah, ya entiendo. Viniste aquí para comprarnos algún regalo, ¿no es así?
Fuutarou no respondió verbalmente, pero la sonrisa de Ichika al ver su rostro delató que sabía que había dado en el clavo, así que no se molestó en negarlo. Le quitó la mano a Raiha de la boca, que hizo un pequeño puchero, y en vista de que lo habían atrapado, supuso que sería mejor sacar partido de la situación.
- La verdad no se me ocurría más nada. – reconoció. – Ya que estás aquí... quizás puedas ayudarme a buscar regalos para las demás. Solo no les digas nada hasta Navidad, ¿de acuerdo?
- ¿Oh, conque quieres sorprenderlas? Bueno, ya que me lo pides amablemente, con gusto te guardaré el secreto, Fuutarou-kun. – dijo mientras le guiñaba el ojo.
Dios, ¿por qué siempre tenía que ser tan coqueta? Siempre le daba un escalofrío por la espina cada vez que ella hacía eso. No tanto porque le resultaba incómodo, sino más bien porque, admitiéndolo, empezaba a sentirse halagado por el gesto. Y eso le preocupaba por razones que no podía explicar.
- Bien, entonces, ¿qué crees tú que podría gustarles? Siendo su hermana seguramente las conoces mejor que nadie. – dijo el peliazul una vez que pudo hablar, tras sacudirse esos pensamientos de la cabeza.
- Vamos, Fuutarou-kun, tú también las conoces lo suficiente a estas alturas. Piensa un poco, seguro un genio como tú debería poder descifrarlo por sí mismo.
- No empieces; se supone que me ayudes, no que me lo hagas más difícil.
- Ya has estado con ellas, ¿no has visto lo que les gusta hacer? Estoy segura de que sí. – insistió Ichika.
Lo que les gustaba hacer... Fuutarou se llevó la mano al mentón y cerró los ojos intentando concentrarse. En realidad, sí había visto una o dos veces los hábitos y aficiones de las quintillizas. Miku jugaba su videojuego de la era Sengoku, a Nino le gustaba cocinar y verse siempre a la moda, a Itsuki comer (esto quedaba descartado, ya que los pasteles de Navidad de su mamá lo cubrirían y no le haría ningún bien engordándola más) y miraba los documentales de televisión sobre la vida marina.
Por supuesto no estaba descartando a Yotsuba e Ichika de ninguna manera, pero como estaba seguro de que ellas no serían exigentes con los regalos que él les diera, quizás podría dejarlas para después y centrarse primero en las demás.
Después de pensar por poco más de un minuto, finalmente las ideas se aclararon, y chasqueó los dedos en gesto de realización.
- Ya lo tengo. Ichika, ¿hay alguna tienda de coleccionistas en este lugar?
...
Una tienda de coleccionistas podría parecer un lugar extraño para buscar un regalo de Navidad, a menos que fuese para un friki de alguna franquicia en particular. Hasta la propia Ichika se sorprendió de ello.
La tienda en cuestión tenía figuras de acción, de repisa, cartas coleccionables, juegos de mesa y toda clase de mercancía popular para los aficionados. Raiha también miraba las vitrinas, y si le gustaba algo, tomaba nota mental de ello para ver si se lo compraba después.
Después de dar vueltas de estante en estante, finalmente dio con lo que estaba buscando; una repisa completa con figuras de los señores de la guerra del Sengoku, ataviados con sus armaduras y sus espadas. Sonrió con satisfacción al verlos.
- Aquí están. La serie de los señores feudales del Sengoku.
- No lo entiendo, ¿qué tienen de especiales? – preguntó Ichika.
- Están basados en el videojuego que le gusta a Miku. – explicó Fuutarou. – Aquí tienen toda la colección, pero si la compro me consumiría todo el presupuesto que tengo.
- Bueno, puedes comprarle uno ahora, y yo le puedo regalar el resto por nuestro cumpleaños. – sugirió Ichika. Fuutarou le dirigió una mirada. – ¿Qué? Era solo una idea. Además, nuestro cumpleaños no es sino hasta mayo, así que hay tiempo de sobra.
Fuutarou había salido con cincuenta mil yenes para los regalos, e hizo una nota de no gastar más de diez en cada una, y menos de cinco para evitar favoritismos. La serie de figuras tenía más de treinta ejemplares, y los precios de estas oscilaban entre unos ocho y doce mil, de modo que solo podía permitirse una.
- Si no hay más remedio. – dijo tomando una de Uesugi Kenshin. Tal vez fuese porque era el que compartía su apellido, pero no creía que Miku fuese a protestar. – De acuerdo, este vale 7.500 yenes. Un precio razonable.
- Habrá que ir por algo de papel de regalo después. – señaló Ichika.
Antes de pagar, Fuutarou decidió consentir un poco a Raiha, y con los 2.500 restantes le compró algunos paquetes de tarjetas coleccionables, dejando a su pequeña hermana muy feliz por ello. Salidos de la tienda, el chico sacó su agenda de estudiante, y marcó una casilla en una pequeña lista.
- Regalo para Miku, listo. Esa es una menos, y faltan cuatro más.
...
Las siguientes paradas fueron bastante más fáciles. Para Itsuki, Fuutarou primero eligió de opción a ir a una librería para comprarle una enciclopedia sobre la vida marina, ya que como siempre estaba viendo esos documentales pensó que lo encontraría interesante. Sin embargo, de camino hacia allá pasaron por una tienda de cubertería, y al ver un pequeño juego de cucharas bastante adornadas, pensó que, si no podía regalarle algo de comer, tal vez algo para comer no estaría mal. Y podría estrenarlas con el pastel de su mamá el día de Navidad.
En cuanto a Nino, Ichika sugirió ir a una juguetería para comprarle un peluche para su dormitorio, ya que le gustaba coleccionarlos. Las alternativas eran comprarle, o artículos de belleza (Ichika había decidido comprarle un estuche de maquillaje compacto), o ropa, pero él prefería dejar esto como último recurso, en caso de que no se le ocurriera nada. Al final el peluche resultó mucho más sencillo, y eligió uno con forma de una yuki-onna con cabello púrpura, que le recordó un poco a la propia Nino por alguna razón. Por si las dudas, no se le ocurriría mencionar la última parte.
Posteriormente, habían entrado a una tienda de artículos deportivos. Fuutarou pensó que tal vez allí habría algo que podría darle a Yotsuba. Al principio pensó tal vez en un balón de fútbol, basquetbol, o voleibol, pero después de dar algunas vueltas sus ojos se posaron en unas zapatillas de correr de color blanco y verde que llamaron fuertemente su atención. Viendo que se acercaba el maratón, se puso a pensar si podrían serle útiles allí.
- ¿Te gustan esas? – preguntó Ichika, notando a dónde estaba mirando.
- No lo sé. – dijo él. – ¿Tú crees que le gusten a Yotsuba?
- Bueno, son de su color favorito. – dijo la hermana mayor. – Además, seguramente le vendrían bien para esa competencia, y significaría mucho para ella si vienen de ti.
- Sí, pero... tendría que dárselas antes de Navidad. – señaló él. – No quiero hacer favoritismos.
- ¿Y eso sería algo malo? Pasas más tiempo con ella que con el resto de nosotras. No creo que esté mal que le des su regalo por adelantado. Son amigos, ¿no?
- Hmm... sí, supongo. – admitió él. – Aunque debo estar seguro de que le quedarán.
- Oh, eso no es ningún problema. – Ichika sonrió, y de inmediato llamó a uno de los empleados que pasaba por allí. – Disculpe, ¿en qué tallas tienen este modelo?
Una de las ventajas de ser quintillizas aparentemente era que todas tenían el mismo molde de pie, así que Ichika aceptó probarse las zapatillas para estar segura de que le quedarían a Yotsuba. De nuevo tendrían que pasar a la tienda de regalos para envolver el paquete, pero con eso ya tenía cuatro de los cinco regalos para Navidad cubiertos.
Sin embargo, Ichika les dijo que fueran a comer algo primero, y como era casi hora del almuerzo ambos accedieron. La Nakano mayor accedió a pagar unos okonomiyakis para cada uno, y mientras los engullían, aprovecharon de ponerse a conversar.
- Ichika-san, ¿cómo te ha ido en tu trabajo de actriz? – preguntó Raiha. – ¿Tendrás algún papel importante pronto?
- Jaja, a decir verdad no. – rio la Nakano mayor. – Después de la última película necesitaré un descanso. Estará bien pasar la Navidad en con la familia, y con amigos hablando de ustedes.
- ¿Su padre también estará? – preguntó Fuutarou. – Es extraño, ya lleva casi cuatro meses pagándome por mi trabajo, y todavía no lo veo en persona.
La sonrisa de Ichika se apagó ligeramente. – No aguantes tu respiración. Papá está tan ocupado con el trabajo que rara vez se toma días de asueto.
- ¿Y en qué trabaja? – preguntó el chico con curiosidad. Ichika arqueó una ceja.
- ¿No lo sabías? Es el dueño del hospital donde estuviste internado.
Fuutarou por poco se atragantó con el bocado que estaba a punto de tragar, y tanto él mismo como Raiha dieron golpes en el pecho para poder bajarlo. Al ver que no funcionó cogió su vaso de agua y tras un par de buches logró desatorarse la garganta.
- ¿Qué fue lo que dijiste? – preguntó una vez que pudo hablar.
- Lo siento, pensé que ya lo sabrías. – se disculpó Ichika. – Por eso siempre vamos a vacunarnos allá, y también cuando supo que habías tenido tu accidente esquiando...
- Sí, eso explica muchas cosas. – dijo Fuutarou.
Alguien que era dueño de un hospital de ese tamaño sin duda tendría para pagar un apartamento como el de las quintillizas, y también mover algunos hilos para atenderlo allí luego de su accidente. Pero eso al mismo tiempo le generaba otras interrogantes, al recordar otras cosas que ya sabía sobre su empleador.
- Pero entonces... ¿significa que pasa más tiempo en ese hospital que en su casa? – volvió a preguntar.
- Hmm... lamentablemente así es. Yo estoy acostumbrada, pero admito que a veces lo extraño. Él siempre... ha sido un poco distante con nosotras, ¿sabes?
- ¿Y a qué se debe? – intervino Raiha, también interesada.
- Supongo que... porque somos un recordatorio de mamá. – explicó la Nakano. – Ellos no pudieron estar juntos mucho tiempo antes que ella muriera, después de todo.
- Eso es muy triste. – dijo Raiha.
- No niego que me gustaría verlo más a menudo, pero a pesar de todo, él ha hecho lo mejor por cuidar de nosotras, y que nunca nos falte nada. – dijo Ichika. – Por eso no le guardo rencor. Claro que no todas pensamos igual. Nino suele ser la que tiene más problemas con él cuando lo vemos.
- ¿Nino? ¿De verdad? – El chico se interesó al oír esto.
- No lo odia, si es lo que piensas, pero a veces siente que nos quiere imponer demasiado control en nuestras vidas. – explicó Ichika. – O eso es lo que ella dice. Yo pienso que en el fondo solo quisiera que fuera un poco más... cariñoso con nosotras, es todo. Queríamos pasar Navidad todos juntos, pero dijo que tendrá demasiado trabajo y no podrá.
Fuutarou se quedó en silencio, preguntándose si esa era la razón de que los hubieran invitado a ellos a su fiesta de Navidad. Tal vez querían compensar un poco la ausencia de su padre, aunque ese relato le hizo sentirse un poco culpable por querer dejar plantados a sus abuelos, a pesar de que sus padres apoyaron que fuese a pasar Navidad con las Nakano.
Luego se acordó del favoritismo y eso alivió parcialmente la culpa, aunque sin duda esta revelación le daba un nuevo contexto a la invitación que le hacían. Por un lado, significaba mucho para él que lo invitaran, y por el otro, quería decirle algunas cosas al padre de las Nakano. Aunque no fuera su padre biológico, no le gustaba que fuese emocionalmente distante con sus hijas. Incluso en sus peores momentos, Isanari y Kazane nunca escatimaron en recordarles a él y a Raiha lo mucho que los querían, y eso él siempre lo apreció.
Ahora sentía que tenía mucha más razón para ir a esa fiesta y llevarles sus regalos. No sabía por qué, pero sentía que alguien debía llenar ese vacío de alguna manera.
- Bueno, creo que es mejor que me vaya, las demás me están esperando. – dijo luego de terminar de comer. – Si quieren ordenar algo para llevar, con gusto se los pagaré.
- ¿Eh? ¿Te vas tan pronto? – preguntó Raiha.
- Aguarda, todavía me falta comprarte un regalo a ti. – agregó Fuutarou. – No me has dicho qué te gustaría.
- Oh, por mí no te preocupes, lo que sea que me des estará bien para mí. – dijo la Nakano mayor. – Después de todo, yo ya te compré el tuyo también, así que impresióname.
- ¿De verdad? – El chico se sorprendió un poco de escuchar eso.
- ¿Qué es? ¡Dinos qué es! – exclamó Raiha emocionada, pero Ichika negó con el dedo.
- Ah-ah, no puedo arruinar la sorpresa. No pienso abrir el mío hasta Navidad, pero estoy segura de que te gustará. – declaró la pelirrosa. – Y no te preocupes, Raiha-chan, tendré uno para ti también, lo prometo. ¡Nos vemos!
La chica se alejó, dejando a los hermanos Uesugi a solas en su mesa. Bueno, al menos le había ayudado un poco para los regalos de las demás, y con lo que dijo seguramente no sería tan difícil comprarle algo a ella.
Aunque dijo que cualquier cosa estaba bien para ella, pasar el rato con ella y conversar le dio suficientes ideas, y ya sabía lo que iba a dar después. La mejor parte, no tendría que recurrir a su última opción de comprarles ropa.
Todo pintaba a que sus Navidades de este año serían muy, muy interesantes.
(--0--)
El día antes del maratón...
A pesar de haber quedado libre de compromisos con el club de atletismo, Yotsuba accedió a entrenar con ellas el día anterior a la competencia. Sobra decir que Eba intentó un último esfuerzo por reclutar a la chica del lazo a sus filas, pese a que sabía que sería inútil, pero después de eso no insistió más. El trato era que ella las ayudaría hasta el maratón, y que luego la dejarían en paz.
- Bien, creo que eso es todo. – dijo la capitana del club. – Mejor descansen hoy muy bien, ya que la competencia mañana será muy difícil. Especialmente tú, Nakano-san.
- No les fallaré, Eba-san, lo prometo. – aseguró la chica del lazo.
Las integrantes del club se disponían a empacar y recoger sus cosas para irse a casa. Sin embargo, una de ellas de pronto se le acercó a Yotsuba para darle unos toquecitos en el hombro.
- Oye, Nakano-san, ¿ese de allí no es tu amigo?
- ¿Eh? – Yotsuba levantó la mirada.
Efectivamente, en el límite del campo deportivo detrás de la cerca se encontraba Fuutarou. Tenía cara de llevar rato allí, y además las manos detrás de la espalda, como si estuviera escondiendo algo.
- ¿Ese entrometido de nuevo? – dijo Eba con tono molesto. – Pensé que ya habíamos llegado a un acuerdo; si otra vez viene a fastidiar...
- Calma, Eba-san. – intervino Yotsuba. – Yo hablaré con él, ¿sí?
Sin perder tiempo, la chica del lazo corrió para ver a su tutor/compañero de estudio/amigo, lo que fuera que quisiera considerarlo. En cuanto este vio que se acercaba, volteó la mirada para verla a través de la cerca y esbozó una sonrisa.
- Hey. – la saludó. – Entonces, ¿ya estás lista para el gran día mañana?
- Tanto como podría estarlo. – sonrió ella. – Espero poder dormir bien esta noche.
- Hmm... si tienes un momento, ¿podrías venir de este lado de la cerca? Tengo algo para ti.
Yotsuba ladeó la cabeza algo confundida, pero notó que Fuutarou observaba de reojo hacia atrás. Ella trató de espiar por encima, pero él se apartó para evitar que pudiera ver lo que fuera que tuviese. Captando el mensaje, la Nakano fue hacia la verja y se puso del otro lado de la cerca hasta encontrarse con el chico Uesugi, que tomó un profundo respiro.
- Bien... sé que me habías dicho que no hacía falta que les llevara regalos de Navidad. – dijo tímidamente. – Aun así, el otro día decidí comprarles algunas cosas.
- Uesugi-san, de verdad no tenías que hacerlo. – dijo Yotsuba.
- Bueno, ya es un poco tarde, pues pagué por ellos. – señaló él. – Además, a ti era la que más quería darle algo.
- ¿A mí? – La chica del lazo se sorprendió de oír eso.
Fuutarou se ruborizó levemente, antes de revelar finalmente lo que escondía a sus espaldas: un paquete envuelto en papel navideño de regalo, y con una tarjeta con el nombre de ella como destinatario.
- Sé que todavía no es Navidad, pero Raiha estuvo dándome la lata ya que pasó el Día de Acción de Gracias y no te di nada. – dijo Fuutarou. Seguramente debió notar su cara confusa, ya que procedió a explicar. – Por haberme ayudado tanto durante el campamento escolar, con la prueba de valentía y todo eso. Así que, si quieres tomar esto como un regalo atrasado, o adelantado...
- De verdad te lo agradezco, pero si te tomaste la molestia, no me habría importado esperar hasta Navidad para recibirlo. – dijo la chica.
- Sí, pero también pensé que podría serte útil para mañana.
De nuevo la chica lo miró confusa, y él solo sonrió de lado, incitándola a que lo abriese. Yotsuba echó un breve vistazo, cerciorándose que Eba y las demás del club de atletismo estaban ocupadas en ese momento para ponerle atención, y finalmente decidió rasgar la envoltura.
- Esto... esto es...
Yotsuba se llevó una enorme sorpresa. Dentro había una caja de zapatos, específicamente de unas zapatillas deportivas para atletismo. Los ojos se le abrieron mientras miraba a su amigo, que solo sonreía con aire de satisfacción. La sorpresa dio paso a una gran emoción, y el corazón comenzó a palpitarle mientras abría la caja para sacarlas, antes de quitarse las que llevaba puestas para probárselas.
- Me quedan perfectas, son justo de mi talla... ¿cómo...?
- Ichika. – interrumpió él. – Me topé con ella mientras hacía las compras de Navidad. Fue muy útil tenerla como molde para tu pie.
- Esto es genial. – dijo Yotsuba. – ¿Las compraste para que las use en la competencia de mañana?
- Esa era la idea. Entonces, puedo asumir que te gus-¡hey!
La chica no lo dejó terminar de hablar; simplemente se abalanzó a darle uno de sus abrazos. Estaba tan emocionada que, por primera vez en meses, no midió bien su fuerza al momento de dárselo.
- ¡Gracias, muchas gracias, Uesugi-san! ¡En serio me encantan!
- Sí, sí... me alegra, pero... Yotsuba...
- Ups, lo siento. – dijo ella, soltándolo para que pudiese respirar. – Pero de verdad, no tenías que hacer esto por mí, debieron costarte una fortuna.
- Ah, tenía dinero ahorrado por el trabajo, así que me lo devolverás estudiando. – dijo Fuutarou. – Y ya sabes el trato: si no ganan el maratón mañana, tendrás tareas extra durante las vacaciones de invierno.
- ¿Eso es un reto, Uesugi-san? – exclamó ella, de pronto sintiendo que se le subía la adrenalina. – ¡Pues más te vale que estés listo, porque mañana seré la primera!
- ¡Que así sea, te estaré esperando en la línea de meta! – agregó él de la misma manera.
Aunque sonaba a que la estaba retando, Yotsuba pudo captar el verdadero sentimiento detrás de las palabras de Fuutarou. Él creía en ella, estaba seguro de que ganaría la competencia, y le acababa de dar un regalo para apoyarla en ello. Sería como si una parte de él estuviera presente durante todo el trayecto.
Con un sentimiento así, no había forma de que pudiera perder. Correría ese maratón como nunca en su vida lo había hecho, y le dedicaría su victoria. Sería su forma de agradecerle por ese regalo tan especial.
(--0--)
Al día siguiente, por las calles de la ciudad...
Asistir de espectador a un maratón era muy diferente de verlo por televisión. Era solo estar esperando y oyendo los comentarios por la radio, a menos que quisieras seguir al competidor que apoyabas a lo largo de su trayecto. Fuutarou no tenía la velocidad ni la resistencia para hacer eso, y además había prometido que esperaría a Yotsuba en la línea de meta.
Sabía que no era el único que había venido; las otras cuatro hermanas Nakano se habían colocado a lo largo de varios puntos de control de la competencia para animar a su hermana, y ocasionalmente le llamaban para reportar que Yotsuba o el resto de las competidoras del equipo de Asahiyama acababan de pasar por allí. El último mensaje que recibió había sido de Nino, y este decía que Yotsuba había tomado la delantera en el último tramo.
- "Parece que se tomó muy en serio mi advertencia." – pensó Fuutarou, sin poder evitar sonreír.
Admitiéndolo, lo de echarle deberes extra de castigo si no ganaba era solo una broma, pero Yotsuba parecía habérselo tomado muy en serio. Los mensajes de cada una de las quintillizas en los puntos de control le decían que la chica del lazo estaba manteniendo buenas posiciones, pero sin sobre esforzarse hasta llegar a cierto punto, y en el último tramo era donde iba con todo para sacar ventaja y mantenerla.
- ¡Y aquí se acercan las competidoras, damas y caballeros! – dijo un reportero que se encontraba cubriendo la competencia. – ¡Ya podemos verlas, y a la cabeza se encuentra la número 428, representando a la Preparatoria Asahiyama!
Ese número era inconfundible, y aunque él no lo supiera, a los pocos minutos reconoció el lazo sobre la cabeza naranja de Yotsuba. La chica venía corriendo, o mejor dicho trotando tan rápido como le permitían las reglas, y cuando alcanzó a divisar a las competidoras detrás de ella, calculó que debía haberles sacado no menos de veinte cuerpos de diferencia.
- "Espero que no sea tan tonta de creer que ya ganó y lo arruine." – pensó.
Había visto eso muchas veces; el competidor que iba al frente tenía la victoria asegurada y se ponía a celebrar antes de tiempo, solo para terminar siendo rebasado por su rival por no ponerse las pilas en la recta final, o en el peor de los casos, sufrir algún percance por dar un paso en falso al tratar de lucirse o algo así.
Afortunadamente, ese no fue el caso para Yotsuba: de hecho, pareció apretar más la marcha en cuanto divisó la línea de meta, y él pudo vislumbrar la mueca de determinación en el rostro de la cuarta hermana, que no se puso a celebrar sino hasta que su cuerpo hizo contacto con la cinta de la línea de meta y la atravesó. Allí sí, alzó los brazos en el aire y empezó a saltar vitoreándose a sí misma, en el medio de los aplausos del público.
- ¡Y la ganadora del maratón femenino intercolegial es Yotsuba Nakano, para la preparatoria Asahiyama! ¡Qué gran llegada, damas y caballeros! ¡Y ahora llega en segundo lugar...!
Fuutarou no puso atención a los nombres después de eso. Cuando Yotsuba terminó de celebrar, finalmente se arrodilló, dejándose respirar a grandes bocanadas. Seguramente la adrenalina estaba a tope y por fin el efecto se desvanecía.
Las demás competidoras fueron llegando una tras otra. Unos minutos después, Eba y el resto del equipo de Asahiyama fueron llegando, y se lanzaron todas a hacerle montón a Yotsuba, por lo visto con la emoción de la victoria haciéndoles olvidar el cansancio.
- ¡Lo lograste, Nakano-san! ¡Ganaste el maratón!
- ¡Somos las campeonas!
- ¡Vamos todas, lancémosla al aire!
Mientras las demás competidoras iban llegando a la meta, el equipo de Asahiyama comenzó a arrojar a Yotsuba mientras la vitoreaban. La Nakano no hacía más que reírse, claramente halagada, aunque en cierto momento mientras estaba en el aire, volteó a ver a donde él estaba, y cuando la lanzaron de nuevo, agitó la mano para saludarlo. Él le respondió dándole un pulgar arriba.
...
Tras la ceremonia de premiación, y que Yotsuba recibiera su medalla de oro por la competencia, fueron las Nakano las que hicieron montón con su hermana para felicitarla por su victoria. La chica del lazo estaba con la cara bañada en sudor, con una chaqueta sobre los hombros para protegerse del frío del día.
- ¡Buen trabajo, Yotsuba! – dijo Ichika.
- ¡Sabíamos que ganarías, las dejaste a todas mordiendo el polvo! – agregó Nino.
- Era obvio... – terció Miku en tono monocorde, aunque también sonreía.
- Aunque me preocupaste cuando se te desató el zapato. – concluyó Itsuki pasándole una botella de agua.
Yotsuba se bajó el contenido casi de un solo trago, y justo en ese momento las hermanas se percataron de que él estaba frente a ellas, mirándolas con los brazos cruzados. Nino fue la primera en acercársele.
- Y tú, ¿es que no tienes nada que decir? ¿No la vas a felicitar como Dios manda?
- Nino, está bien. – intervino Yotsuba. – Uesugi-san ya hizo su parte. Después de todo, fue como si estuviera conmigo toda la carrera.
Notó como Yotsuba se tocaba las zapatillas que él le regaló. Sus labios se curvaron en una sonrisa, y le posó la mano sobre la cabeza suavemente.
- Lo hiciste muy bien. Eres una verdadera atleta. Felicidades por ganar.
Yotsuba se rio. – Shishishi... te dije que sería la primera, y no iba a faltar esa promesa.
- Bien, eso significa que te salvas de tu castigo. – agregó él. Por supuesto que solo era una broma, pero ella no necesitaba saber eso, y aunque la dejaría descansar del estudio, tenía que mantenerla motivada.
- ¿Castigo? ¿Cuál castigo? – preguntó Nino. – Oye, ¿acaso la estabas chantajeando? ¿Qué ibas a hacerle si no ganaba?
- Ya, ya, Nino. – intervino Ichika. – Eso queda entre Fuutarou-kun y Yotsuba. Pero ya que terminó la competencia, ¿qué dicen si vamos a la heladería para celebrar?
- ¡Secundado! – dijo Itsuki. – ¡Toda esta competencia me abrió el apetito!
- Pero te acabaste una bolsa enorme de palomitas. – dijo Miku secamente, haciendo que Itsuki hinchara los cachetes de la molestia.
- ¡Bien, vámonos todos a la heladería! ¡Yo invito! – anunció Yotsuba alzando los puños en el aire.
Todos, incluido Fuutarou, la imitaron al instante. Cuando esa chica se entusiasmaba, era imposible no contagiarse, incluso para él.
Además, tenía que admitir que empezaba a gustarle verla de ese modo, sonriente y animada. Había empezado a notar que Yotsuba se sentía mucho mejor cuando compartía sus alegrías con sus hermanas. Eso le daba aún más razón para esforzarse como su tutor, para que pudieran volver a estar todas juntas.
- "Aunque luego de eso la voy a extrañar. La escuela será muy aburrida cuando ella se vaya."
De nuevo no decidió pensar en ello. Aún le quedaba un trimestre más antes de tener que despedirse de ella, así que hasta entonces, mejor aprovechar el tiempo para hacer buenos recuerdos, sin arrepentimientos, como ella solía decir.
Esta historia continuará...
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