¿La verdad al fin?
Apartamento Nakano...
Ichika había pasado muchas horas meditando en su habitación, que estaba menos desordenada que de costumbre. Al parecer, con todo lo que había pasado, había decidido ponerse a limpiar sólo para distraer su mente. Tenía muchas cosas dándole vueltas en la cabeza, y se sentía en conflicto sobre lo que debería hacer, pero algo era seguro, ya no podía seguir esperando. Tenía que actuar, hacer algo, o sino nada iba a cambiar.
Por la tarde recibió una llamada de Fuutarou, que le contó que había decidido ir al partido de voleibol para animar a Yotsuba. O al menos ese había sido su plan originalmente, ya que luego cuanto intentó hablar con ella, se le escapó, y terminó por contarle cómo habían sucedido las cosas. Sobra decir que la hermana mayor de las Nakano se había quedado muy en shock cuando escuchó todos los pormenores del partido.
...
– Estás bromeando... – fue lo que dijo ella cuando terminó de contarle.
– Ojalá así fuera. – dijo Fuutarou. – Realmente no parecía ella. Cometió tantos errores que, si hubiera continuado en la cancha, lo más seguro es que el equipo hubiera perdido por paliza.
– ¿No estás siendo un poco cruel diciéndolo de esa manera? – preguntó ella, tratando de aliviar un poco la tensión.
– Sólo estoy siendo honesto. – dijo él. – Es la forma más amable que se me ocurre para describir su desempeño.
Ichika se quedó en silencio. Conocía a Fuutarou lo suficiente como para saber que no bromearía con esto, pero aun así le costaba creerlo. Yotsuba siempre tuvo buena mano con los deportes, y el imaginársela jugando tan mal que estaba haciendo perder al equipo parecía inconcebible. Pero de nuevo, ella se había negado a darles detalles de sus dos partidos anteriores, y no le sorprendería si hubieran resultado similares.
– Esto ya no puede seguir así. – dijo Fuutarou. – Te seré sincero, ya no soporto verla de esa manera. Y no puedo evitar sentir que en parte es mi culpa.
– No digas eso. – replicó ella. – En este momento no importa quién tuvo la culpa. Lo único que importa ahora es sacarla de esa espiral descendente, antes que sea demasiado tarde.
– ¿Y cómo planeas hacer eso?
...
Ichika salió de sus pensamientos en ese instante. Para salir del paso, le dijo a Fuutarou simplemente que "confiase en ella", pese a que en el momento no se le ocurría nada. Sin embargo, de alguna manera, estar a solas en su habitación le dio tiempo suficiente para aclarar su mente, analizar lo que estaba pasando, y pensar en qué podía hacer al respecto.
Siempre se había visto a sí misma como la hermana mayor, la líder, la que tenía que cuidar de las demás. No obstante, con el tiempo las demás habían aprendido a cuidarse por su cuenta, por lo que generalmente no necesitaban más que un ocasional empujón en la dirección correcta cuando tenían un problema. Aunque eso le alegraba, también le entristecía un poco pensar que ya no necesitaban de ella.
Pero esta una de esas ocasiones en las que necesitaba intervenir. El problema de Yotsuba en este momento era mucho más serio, así que un "empujón" no sería suficiente. Y ella lo sabía muy bien, pues estaba arraigado en algo que se remontaba a mucho, mucho tiempo atrás.
– Mamá... ¿qué harías tú en este momento? ¿Cómo lidiarías con esto?
En retrospectiva, tal vez habían tomado las enseñanzas de su madre demasiado a pecho. Al ser hermanas, cinco partes de un todo, se suponía que siempre compartirían las alegrías y las tristezas, y que cuando alguna de ellas cometiera un error, las demás la cubrirían. Sin embargo, no podrían depender una de las otras todo el tiempo, y al ir creciendo tenían que dejar atrás esa identidad colectiva para convertirse cada una en su propia persona. Quizás eso fue lo que inspiró a Yotsuba a querer distinguirse de ellas en aquel momento, aunque hubiera ido demasiado lejos al querer ser "independiente".
Cuando Yotsuba comenzó a llevar su listón en la cabeza para diferenciarse del resto, de alguna manera también encendió la chispa en Ichika. Ella fue la primera de sus hermanas que decidió cortarse el cabello, en parte por curiosidad de probar un nuevo look, y en parte porque se le estaba haciendo difícil cuidarlo al tenerlo así de largo. Con el tiempo le llegó a gustar y se lo dejó así permanentemente, pese a las quejas de Nino. Tras hacer eso comenzó a entender un poco más a Yotsuba y ese deseo suyo de tener algo en lo que destacar, y fue así que encontró su nicho en la actuación.
Mirando atrás, debía haber visto las banderas rojas mucho antes. Yotsuba se había vuelto competitiva y había empezado a distanciarse de ellas en parte por culpa suya. Ellas habían crecido con muchas carencias, y lo poco que tenían se veían obligadas a compartirlo entre las cinco, una excusa que Ichika usaba con frecuencia para quitarle a las demás sus cosas. Siendo una niña, simplemente las quería porque las demás las tenían, y usaba el pretexto de "compartir todo" como defensa. No era extraño que Yotsuba deseara tener algo que fuera suyo y que nadie le pudiera quitar. Obtener reconocimiento era sólo una forma de lograrlo, aunque no le hubiera salido del todo bien.
– Todas podemos ser las mejores en algo, pero nadie puede ser la mejor en todo. – fue lo que le vino a la mente a Ichika. La prueba de eso estaba en que cada una tenía sus propias fortalezas académicas, y talentos personales. – Intentaste abarcar más de lo que podías, como si quisieras probar algo, y al final terminaste demasiado abrumada.
¿Qué era lo que intentaba probar exactamente? Ichika tenía una vaga idea; Yotsuba quería demostrar que era mejor que ellas, y que no las necesitaba. Lo que no sabía con exactitud era el porqué, aunque considerando lo que habían pasado, podía más o menos extrapolar la raíz del motivo a la muerte de su madre. Después de todo, ese terminó siendo el catalizador que las llevó a todas a desarrollar sus personalidades individuales.
Después de que su madre murió, cada una de ellas adoptó un diferente mecanismo para sobrellevar la pérdida. Ella y Nino, por ser las mayores, adoptaron el rol de cuidadoras y protectoras de las demás. Itsuki, pese a ser la menor, intentó de alguna manera mantener la armonía entre las cinco igual que hacía su madre cada vez que discutían o se peleaban, aunque con resultados mixtos en el mejor de los casos. Miku simplemente se volvió retraída, distanciándose de cualquiera que no fueran ellas. Y Yotsuba...
Yotsuba hablaba de cómo algún día sería una gran estudiante, conseguiría un buen trabajo y se esforzaría para ganar dinero, y así nunca más su madre tendría que preocuparse por cuidarlas. A pesar de que todas podían ver lo mucho que su madre sufría por tener que trabajar para sostenerlas, Yotsuba era la única de ellas cinco que no estaba contenta con esa situación y quería hacer algo para cambiarla. Por supuesto, apenas eran niñas y era obvio que no podían hacer mucho, pero eso no parecía detenerla.
Y entonces, su madre murió. Todas esas esperanzas y lo que Yotsuba quería hacer habían sido por nada. Encima de eso, el dinero dejó de ser un problema ya que cuando Maruo las adoptó, comenzó a proveerles de todo lo que necesitaban, así que lo de conseguir un buen trabajo también se había convertido en un punto muerto.
– Era eso, ¿verdad? Querías que mamá se sintiera orgullosa de ti, por eso pensaste que tenías que ser la mejor de nosotras, que tenías que ser especial, ¿verdad? – se preguntó en voz baja.
Eso tenía que ser. Su mecanismo para afrontar la muerte de su madre era tratar de tener éxito para que su madre se sintiera orgullosa de ella, y se convenció de que la mejor manera sería siendo la mejor de entre las cinco. Lamentablemente empezó a abarcar más de lo que podía, y por eso no le salían bien las cosas. Lo cual era muy triste, ya que realmente tenía mucho talento en los deportes, y no era capaz de aprovecharlo por estar todavía encadenada a los errores que cometió.
Si su madre estuviera aquí, seguramente ella se sentaría a conversar con Yotsuba, hacerle ver que no tenía por qué sobre esforzarse y asegurarle que la quería y que estaba orgullosa de ella. Ese método siempre funcionaba con ellas cuando se descarriaban un poco. Aunque en general, ellas eran tan bien portadas que su madre nunca tuvo que aplicarles mano dura o castigarlas muy severamente.
– No, no puedo hacer esto como lo haría mamá. – se dijo. – Esto tengo que hacerlo a mi manera.
Así era. Ella no era su madre. Era Ichika Nakano, la mayor de sus hermanas, y era su deber procurar que estuvieran bien. Tal vez no pudiera resolverlo ella misma, pero sí podría darle a Yotsuba el empujón que necesitaba para que lo hiciera.
Aunque eso involucrase decirle de frente algunas verdades que podrían ser muy, muy dolorosas para ella.
Más tarde...
A pesar de que ese día no tenían programada una sesión de estudio, Fuutarou les había dejado suficientes asignaciones para mantenerlas a todas bien ocupadas. Esto sirvió para al menos pasar el tiempo, ya que la atmósfera a su alrededor estaba tan tensa que podría cortarse con un cuchillo. Ninguna de ellas hablaba mucho, a menos que fuese para preguntar por alguna duda, o cuando se detenían para comer algo y reponer energías.
Todas tenían mucha tarea por delante, pero afortunadamente Fuutarou había tenido algo de compasión y les dejó algunas hojas de respuestas que podrían consultar, confiando en que lo harían sólo al final sin hacer trampa.
O al menos, así fue hasta que Ichika vio por la esquina del ojo cómo Yotsuba deslizaba muy discretamente la mano hacia la carpeta donde estaban las hojas de respuestas. Las otras estaban tan inmersas en sus propias tareas que ninguna de ellas se había dado cuenta.
Ichika puso su propia mano entre la de Yotsuba y la carpeta, dando un ligero golpe seco en la mesa que captó la atención de todas.
– ¿Eh?
– ¿Qué crees que haces, Yotsuba? – le preguntó muy severamente.
– Yo... sólo estaba... – La cuarta hermana alejó su mano para disimular, pero ya era tarde. Todas las demás ya la habían visto.
– Fuutarou-kun dijo que no podemos ver las respuestas hasta terminar. – dijo Ichika. – No planeabas hacer trampa, ¿verdad?
– ... Sólo iba a dar un vistazo rápido. – Yotsuba se puso a jugar con sus dedos. – Él no tiene por qué saberlo.
– Él confía en nosotras, así que no deberíamos traicionar esa confianza. – dijo Ichika. – ¿No crees que ya has hecho eso lo suficiente?
No supo de dónde le salió eso, pero claramente el comentario golpeó un nervio sensible en Yotsuba. La cuarta hermana dejó de juguetear con sus dedos y se quedó allí inmóvil, mirándola con los ojos muy abiertos.
– ¿Qué quieres decir con eso? – preguntó Yotsuba, una vez que recobró el habla.
– Vamos, tú sabes bien lo que quiero decir. – dijo Ichika, luchando por mantener la calma. No podía creer que siguiera haciéndose la tonta. – Todo lo que tú y yo ya sabemos, y que deberías haberle dicho a Fuutarou-kun desde el comienzo.
De nuevo se quedaron en silencio. Mirando por la esquina del ojo, notó que Itsuki tragaba saliva, Nino miraba a los lados como buscando una distracción, y a Miku le temblaban las manos.
– Tú sabes bien por qué no se lo he dicho. Él no puede saberlo.
– ¿No puede? ¿O eres tú la que no quieres que lo sepa? – preguntó Ichika. Había golpeado otro nervio sensible, pero no se estaba deteniendo. – Mejor dicho, ¿te has preguntado por qué no quieres que él lo sepa?
– Ichika, no creo que sea necesario... – Itsuki intentó intervenir, pero Yotsuba levantó una mano para callarla, antes de volver a encarar a Ichika.
– Ichika, ¿hay algo que quieras decirme? – preguntó Yotsuba. – Si es así, no te andes con rodeos y dilo de una vez.
Era la primera vez en mucho tiempo que escuchaba a Yotsuba hablar con un tono tan serio. En este caso eso era algo bueno, significaba que no iba a ponerse a jugar o a dar rodeos. Sabía exactamente lo que tenía que decirle, y aunque le doliera, este no era el momento de ser amable o endulzar las cosas. A veces la verdad dolía, pero era la única forma de aprender la lección.
– Ya estoy harta. – dijo tajantemente. – Harta de ver cómo no dejas de sentir lástima por ti misma y te ahogas en tus propias penas en lugar de hacer algo al respecto.
– ¿Crees que es muy fácil? – Yotsuba alzó ligeramente la voz. – ¿Crees que no me arrepiento de mis malas decisiones todo este tiempo? ¿Crees que no sé que no estaríamos en esta situación si no fuera por mi culpa?
– No seas tan arrogante. – dijo Ichika. – No deberías echarte encima toda la responsabilidad. Siempre lo has hecho, incluso antes de que mamá muriera.
– ¡I-Ichika! – Itsuki se sobresaltó con indignación, pero antes de poder decir algo más, Yotsuba se apoyó sobre la mesa y habló primero.
– ¡No metas a mamá en esto! ¡Sé que estaría muy avergonzada de mí ahora!
– Oye, Ichika, ese fue un golpe bajo, no deberías... – Nino quiso protestar algo, pero Ichika se giró y la miró fijamente a los ojos. Pudo ver que el rostro de su segunda hermana perdía el color por un momento y se paralizaba, antes de retroceder ligeramente. – ... No es que discrepe contigo, pero aun así...
– ¿Entonces estás de acuerdo con Ichika? – preguntó Yotsuba. – Tú también piensas que es mi culpa, ¿verdad?
Nino miró a Yotsuba, que se veía inusualmente desafiante hoy. Normalmente, la segunda hermana era la más agresiva y directa de las cinco, pero hoy parecía estar sorprendentemente más calmada, o quizás intimidada. Ichika no hacía uso de esto a menudo, pero sabía cómo ponerlas en línea cuando era necesario, apelando a su papel como la mayor de las cinco.
– Si te soy sincera, sí creo que todo esto pasó por tu culpa. – dijo Nino. – Pero eso es porque eres una miedosa que no es capaz de afrontar sus problemas por sí sola. Si hubieras sido honesta desde el principio, nada de esto habría sucedido.
– Si hubiera sido honesta desde el principio, Uesugi-san me habría rechazado. – se defendió Yotsuba. – Pensaría que sólo estaba mintiendo, y me habría alejado. Y yo no quería eso, no después de tanto tiempo, y con lo feliz que estaba feliz de volver a verlo.
– Y sin embargo, lo estás haciendo ahora. – dijo Ichika. – Estás huyendo de él porque no eres capaz de confrontarlo. Pero parece que no te das cuenta, que sólo te haces daño a ti misma... y a él.
– ¿Eh?
– Con toda esta tontería no has hecho más que preocuparlo. – dijo Ichika. – Tuvo que llamarme a mí porque tú, por andar de terca, todavía te niegas a hablar con él. Y por cierto, ya me contó de tu estelar desempeño con el equipo de voleibol, ¿sabes?
Vio que Yotsuba se mordía el labio y empezaba a sudar frío. Acababa de tocarle otro nervio más, y parecía que en ese momento sólo quería que la tierra se la tragara. Por su parte, las demás voltearon hacia Ichika con confusión en sus rostros.
– ¿De qué estás hablando, Ichika? – preguntó Itsuki. – ¿Qué sucedió?
– Para ponerlo en términos amables, todo este rollo está afectando también su desempeño deportivo. – respondió la mayor. – Debes estar muy agradecida de que no te vimos, ¿verdad?
– Yotsuba... ¿eso es cierto? – Esta vez fue Nino quien habló, con voz ligeramente acusatoria. – Nos dijiste que habían ganado, ¿acaso nos mentiste?
– ¡No! C-claro que ganamos, pero...
– Pero no fue gracias a ti. – completó Ichika. – Fuutarou-kun me dijo que estabas jugando tan mal, que el equipo mejoró después que te sacaron de la cancha.
La incredulidad en las miradas de las otras hermanas se intensificó. Por supuesto que sonaba difícil de creer, pero considerando el comportamiento hermético de Yotsuba en los últimos días, y el hecho de que no quiso compartir detalles de lo que sucedió en sus partidos, tenía sentido. Yotsuba no lo negó ni lo confirmó, pero su expresión era toda la respuesta que necesitaban.
– Wow, ¿así de mal estabas? – dijo Nino. – Qué pena que me lo perdí entonces. Tal vez te habría podido dar una buena sacudida a ver si volvías al juego.
– Nino, no eches más sal en la herida. – protestó Itsuki. – ¿No ves que ya Yotsuba se siente muy mal por todo esto?
– Chicas... – intentó intervenir Miku.
– Por supuesto, ¿pero de qué le sirve estar lamentándose ahora? – espetó Nino. – En vez de eso debería hacer algo al respecto.
– ¡Presionarla no ayudará en nada! – dijo Itsuki. – ¡Y tú también lo sabes, Ichika!
– Chicas...
– ¿Y qué sugieres que haga entonces? – replicó la mayor. – He tratado de ser paciente, pero hasta yo tengo mis límites, y estoy cansada de esta situación. Y lo justo es que la resuelva quien la provocó en primer lugar.
– Chicas...
– ¡Ah, diablos, parecen discos rayados! – exclamó Nino, jalándose sus listones como si quisiera arrancárselos junto con el pelo. – ¡Sólo estamos dando vueltas en círculos sin ir a ninguna parte!
*¡SLAM!*
Cuando los gritos empezaron a hacerse cada vez más y más desordenados, al grado que ya ninguna podía entender lo que se decía en medio del ruido, una mano se dejó caer sobre la mesa con un golpe seco. Todas se callaron al instante, y permanecieron así al percatarse quién lo hizo.
Miku las miraba a todas con frialdad. Ichika se había dado cuenta que desde hacía unos minutos intentaba entrar a la conversación sin éxito, así que al parecer simplemente lo hizo a la fuerza. Hasta la hermana mayor, que en ese momento se sentía muy molesta, olvidó su enojo por un instante por el shock de ese arrebato de su hermana intermedia.
– Así no resolveremos nada. – dijo Miku. – Si a alguna le interesa, quisiera dar mi opinión también.
– C-claro, Miku. – dijo Ichika, echándose un poco para atrás. – Adelante.
Miku asintió y se puso de pie, en tanto todas las demás permanecieron sentadas alrededor de la mesa. Ninguna de ellas emitió un sonido mientras Miku respiraba profundo y procedía a hablar.
– Estoy de acuerdo con lo que dice Ichika. Esta situación no puede seguir así. Pero no me parece justo que quieran empujar a Yotsuba para resolverlo a la fuerza.
– ¿Y qué sugieres entonces? – preguntó Nino tajante. Ichika le dio un codazo por reflejo, pero afortunadamente Miku no pareció molestarse.
– Creo que lo primero que debemos hacer es preguntarle a Yotsuba cómo se siente respecto a todo esto, y qué es lo que quiere hacer. – dijo mirando a la susodicha.
Todas las miradas se posaron en ella. Yotsuba también parecía sorprendida de las palabras de Miku, aunque no menos que la propia Ichika. Parecía tan obvio ahora que lo escuchaba, pero al agotársele las opciones para resolver todo este asunto se había dejado llevar un poco, al grado que por un momento olvidó los sentimientos de Yotsuba. Su intento de ayudarla con algo de amor duro sólo estaba empeorando todo.
Miku acababa de dar en el clavo, abordando el tema como deberían haberlo hecho desde el principio.
– Yotsuba... dinos qué es lo que tú quieres. – dijo Miku. – Y sé honesta, no te guardes nada.
Miku volvió a sentarse. Al parecer ya había dicho lo que quería y no había más necesidad de imponerse por encima de las demás. Yotsuba se llevó las manos al pecho, apretándose la blusa con fuerza mientras parecía que intentaba exprimir las palabras fuera de su garganta.
– Yo... lo que quiero es... yo quiero... quiero estar con Uesugi-san. – dijo finalmente. – No me importa si es sólo como amiga, novia, o lo que sea. Yo... lo amo. Quiero estar a su lado, eso es todo.
Al fin logró que lo dijera. Al fin logró que fuese sincera respecto a sus sentimientos. Parecía tan sencillo de hacer, que no entendía por qué se le había hecho tan fácil que lo reconociera.
– Pero... tengo miedo. – Yotsuba se abrazó las piernas, enterrando su cara. Todavía estaba tratando de ocultar su vergüenza enfrente de ellas. – Tengo miedo que Uesugi-san me odie. Cuando sepa todo lo que hice, la clase de persona que fui... que soy... no, no puedo mirarlo a la cara. No puedo ni estar frente a él.
– ¿Estás segura de eso? – preguntó Nino. – ¿Cómo puedes saberlo si no se lo preguntas?
Ichika vio que Yotsuba volvía a levantar la mirada. La pregunta de Nino parecía haberle dado una ligera sacudida para sacarla de ese estado tan lamentable, y eso hizo que le viniera una idea. Ahora ya sabía exactamente lo que tenía que decirle.
– Lo que Nino dice es verdad. ¿Cómo estás tan segura de que Fuutarou-kun te va a odiar si no hablas con él? Mejor dicho, ¿por qué crees que él te va a odiar? ¿No lo conoces lo suficiente para saber la clase de persona que es?
Haber salido con Fuutarou durante ese tiempo le había ayudado a conocerlo mejor. O mejor dicho, a confirmar lo que ya sabía. Aunque aparentaba ser un tipo serio y gruñón, en el fondo era una persona de buen corazón, y mucho más paciente de lo que parecía considerando todo lo que tuvo que pasar mientras les hacía de tutor. Los miedos de Yotsuba estaban infundados.
– ¿De verdad crees que él es tan cruel como para odiarte, sólo porque cometiste algunos errores? – preguntó Ichika. – ¿Tan poco confías en él?
– ¡No! – exclamó Yotsuba indignada. – ¡Uesugi-san no es ese tipo de persona!
– Entonces ¿a qué le temes? – insistió Ichika. – Para que conste, todos estos días lo único que ha hablado conmigo es de lo preocupado que está por ti. De lo mucho que quiere ayudarte, pero no puede hacerlo si no sabe qué es lo que te pasa en primer lugar. Y me duele que él esté así, ¿sabes?
– Ichika...
– Él también es alguien importante para mí. – Ichika desvió la mirada, ligeramente avergonzada. – No quiero que él sufra más de lo que tú estás sufriendo ahora. Pero si no eres honesta con él, nada cambiará. Lo único que harás será alejarlo todavía más, ya que él piensa que es por su culpa lo que te está sucediendo.
Yotsuba volvió a bajar la mirada, avergonzada. Todas las demás permanecieron en silencio, lo cual era obvio pues ya no quedaba prácticamente más nada que decir. Excepto una cosa más: Ichika meditó por unos cuantos minutos para elegir bien sus palabras. Tenía que decirle a Yotsuba lo que necesitaba escuchar, pero de una forma en que finalmente rompiera ese círculo de autocompasión y culpa que la había tenido atrapada todo este tiempo.
– Fuutarou-kun merece saber la verdad. – dijo Ichika en voz terminante. – Y más importante aún, merece que seas tú quien se lo diga todo. Entre más tardes en decírselo, será peor, y probablemente asuma cosas erradas sobre ti, todo porque no fuiste capaz de ser honesta con él. Piénsalo.
Diciendo esto, la hermana mayor se puso de pie, y las otras la siguieron, a excepción de Yotsuba que se quedó sentada frente a la mesa. Subieron las escaleras y se metieron a sus cuartos, aunque Ichika intencionalmente esperó a que las otras hubieran desaparecido tras sus puertas antes de detenerse en la barandilla del piso superior a ver a Yotsuba.
La cuarta hermana ni siquiera miró arriba. Se había quedado como en una especie de trance, allí en frente de la mesa y de todas las libretas regadas que habían dejado allí. Ya las recogerían después cuando estuvieran de humor.
– "Hice lo que pude." – pensó Ichika. – "Ahora depende de ti si lo arreglas o no."
Y con estos pensamientos, ingresó a su habitación.
...
Habiéndose quedado sola en la sala, Yotsuba no tuvo otra cosa que hacer excepto pensar. Las palabras que le dijeron sus hermanas, especialmente Ichika, todavía resonaban en su cabeza, y recordarlas hacía que sintiera punzadas de culpa en su corazón. Todo era cierto, verdades que ella ya sabía muy bien, pero de las que había preferido escapar durante todo este tiempo. Pero ya no podía hacerlo.
¿Por qué siempre había huido? ¿Por qué se avergonzaba de la persona que fue, de la niña que solía ser cuando conoció a Fuutarou por primera vez? La respuesta era muy sencilla: porque era una egoísta con delirios de grandeza que se creía mejor que sus hermanas y que no las necesitaba en absoluto. No quería que la agrupasen con ellas porque quería ser su propia persona, y lo consiguió.
Pero ¿a qué precio? Se distanció de sus hermanas, y al hacerlo traicionaba los deseos de su difunta madre. Todo por un niño al que había conocido por unos cuantos días, y una estúpida promesa. De acuerdo, quizás no tan estúpida, pero aun así el camino que eligió para cumplirla no había sido el mejor. Si no hubiera sido tan arrogante, si hubiera aceptado ayuda cuando claramente la necesitaba, quizás le habría ido mejor.
– ¿Qué voy a hacer ahora? – se preguntó, recostándose de espaldas en el suelo y mirando hacia el techo. – ¿Cómo se supone que hable con Uesugi-san? Más importante aún, ¿qué le voy a decir?
La última pregunta sonaba redundante ahora que la decía en voz alta. Porque en realidad tenía muchas, MUCHAS cosas que quería decirle. Pero ese miedo, esa vocecita detrás de su cabeza que le decía que él iba a odiarla si se enteraba de la verdad, continuaba frenándola todo este tiempo.
Hasta que Ichika le abrió los ojos. Fuutarou quería ayudarla, pero no podría hacerlo si no sabía lo que pasaba. Y hasta que ella no se lo dijera, no podría saberlo, y las cosas sólo iban a empeorar. Cierto, había una posibilidad de que la odiara... pero también podría decidir perdonarla.
Todo este tiempo, había estado tan asustada de lo que podría salir mal, que ni siquiera consideró la posibilidad de que las cosas resultaran bien. Quizás no era tan sorprendente considerando su historial de fracasos, pero en retrospectiva, casi todas las decisiones que llevaron a ellos habían estado motivadas por deseos egoístas.
– Sí... incluso mi decisión de ayudar siempre a los demás, sólo fue una forma de satisfacerme a mí misma. – se dijo.
Creía que era una penitencia que debía pagar, por haber sido tan egoísta, pero en el fondo era sólo otra forma de sentirse bien consigo misma. No lo admitiría de dientes para afuera, pero en las ocasiones que rechazó hacer algo que no quería se sintió bastante aliviada. Pero su actitud de querer complacer a todos siempre se imponía, y a la larga tuvo exactamente el efecto contrario, al causar más problemas a sus seres queridos de lo que podía haber anticipado. A ese paso terminaría por no complacer a nadie... incluyéndose a sí misma.
Ahora la pregunta que se hacía era... ¿qué era lo que realmente quería? ¿Qué era lo que quería para sí misma? Había dado tantas vueltas en los últimos años que había perdido de vista el norte, no sabía a dónde quería llegar o qué quería hacer con su vida. Se sentía muy perdida, en más de un sentido. Pero con todo lo que había pasado, de alguna manera la respuesta a esa pregunta era mucho más clara. Y era tan simple, que no podía creer que no se dio cuenta antes.
– Lo único que quiero... es ser feliz. – murmuró. – Pero ya no sé cómo.
Cuando era niña, y esto era algo que no les había contado a sus hermanas, tenía un sueño tonto e infantil muy típico de las chicas de su edad: ser una novia. Un sueño muy típico y cliché de los cuentos de hadas, hasta que al crecer se dio cuenta que casarse no necesariamente significaba "felices para siempre", siendo el matrimonio fallido de su madre la prueba viviente de eso. Alguna vez pensó que eso la haría feliz, así como creyó también que siendo la mejor entre sus hermanas también lo sería. Pero se equivocó en ambas ocasiones.
Haciendo memoria, los momentos más felices que podía recordar, fueron los que compartió con su madre y con sus hermanas en su infancia. Y más recientemente, los que compartía con Fuutarou. ¿Por qué estaba feliz entonces? Quizás porque ellos también lo estaban, por paradójico que sonara. Pero al mismo tiempo, eso era también... porque apreciaba lo que tenía en ese momento. Lo que tenía no era mucho, en términos materiales, pero era valioso.
Y sin embargo, ella quería más de su vida. Una vez que le preguntó a su madre si estaba mal desear tener más dinero para cosas bonitas, y ella le dijo que no, que era un deseo perfectamente normal. En ese momento fue que Yotsuba decidió por primera vez que quería hacer algo para ayudar a su madre, para que no sufriera más por sostenerlas a todas.
Algo que podría haber estrechado sus vínculos todavía más, si tal vez Rena no hubiese muerto tan prematuramente. Si tan solo hubiera estado allí para guiarla...
– El vínculo con mi familia... y con Fuutarou... eso es todo lo que realmente necesito. – se dijo de nuevo en voz alta. – Mamá... cómo quisiera que estuvieras aquí.
Todos estos días, no había hecho más que imaginarse a su madre con la cara decepcionada y enfadada, por todos los errores que habían cometido. Pero hoy, por primera vez, se la imaginaba comprensiva, tratando de entender por qué lo hizo y ayudarla a volver al camino correcto, y diciéndole lo que podía hacer para enmendarlo.
Una vez escuchó que la base de cualquier relación es la confianza. Ser honestos con los demás, y con uno mismo. La razón por la que ocultó su pasado todo este tiempo fue porque tenía miedo, porque no confiaba en sí misma. E Ichika tenía razón al decirle que no confiaba en Fuutarou, si asumía por default que él pensaría lo peor de ella.
Así que el primer paso para arreglarlo todo sería eso, decirle la verdad. Cogió su teléfono y tras deslizar la lista de contactos, se detuvo en el de Fuutarou. Respiró profundamente y escribió un mensaje rápido, aprovechando el impulso del momento. "Hola, ¿estás allí?"
Unos segundos después, aparecieron los puntos que indicaban que estaba escribiendo. "Por fin te dignas a responderme."
Yotsuba soltó una risita al ver el mensaje, sin poder evitar imaginárselo con su típica cara seria. "Lo siento."
Respiró profundo. Era ahora o nunca. "Quiero hablar contigo. ¿Tienes algo que hacer mañana?"
Esta vez la respuesta tardó menos. "No realmente."
La Nakano apretó un puño triunfante. Hasta ahora todo iba bien. "¿Podemos vernos en el lugar de siempre?"
Naturalmente, el "lugar de siempre" era aquel parque. Se había convertido en una parada habitual y obligatoria cada vez que salían a trotar o a hacer ejercicio, y siempre que pasaban por allí se sentaban en los columpios a descansar un poco.
La respuesta de Fuutarou fue "OK. ¿A qué hora?"
Yotsuba volvió a respirar profundamente antes de teclear. Decidió que por la tarde sería el mejor momento, y tras recibir la confirmación, le dio las gracias. Bien, ya estaba hecho, ya no había vuelta atrás. Mañana sería el día.
Corrió a su habitación y se puso a buscar por todas partes. No recordaba dónde la había puesto, y la última vez que la vio fue cuando él se la dio en navidad. Por fin la encontró, sepultada debajo de una pila de libros que no había movido desde hacía meses.
La foto que había comenzado todo. Esa foto de ella y Fuutarou cuando eran niños. Un recuerdo hermoso y a la vez doloroso, por todo lo que siguió a continuación y lo que le llevó a hacer.
Si no era demasiado tarde, tal vez podría al fin dar un paso para reparar todo el desastre que hizo. Y si no era así, por lo menos tenía que intentarlo. Ya no iba a escapar más.
Al día siguiente...
Pese a que ya se estaba acercando el verano, el viento de aquella tarde se sentía particularmente frío. En otras circunstancias, Fuutarou podría haberlo encontrado agradable y refrescante, pero era difícil pensar en eso cuando otras cosas ocupaban su cabeza.
El único sonido que se escuchaba era el chirriar de las cadenas de aquellos columpios, danzando al viento. No estaría aquí si no hubiera recibido, después de dos días de silencio radial, un mensaje de Yotsuba diciéndole que quería hablar con él, y eligiendo este parque como punto de encuentro. Sin embargo, la Nakano había dicho "por la tarde" sin especificar una hora exacta. Él había venido a las tres, y ya eran casi las cuatro, por lo que veía en el reloj de su teléfono.
– "Espero que no se le ocurra dejarme aquí plantado." – pensó, y luego casi soltó una risita involuntaria ante lo estúpido que habría sonado si lo hubiese dicho en voz alta.
Dejarlo plantado, como si estuvieran a punto de tener una cita o algo así. Era increíble que después de todo lo que había sucedido, todavía siguiera pensando en ese tipo de cosas. Pero de nuevo, quizás se debía a que una parte de él todavía deseaba que esas cosas pudieran pasar. O por lo menos, volver a esa normalidad que tenían antes que sucediera todo este embrollo. Todo por ese estúpido beso.
Afortunadamente, cinco minutos antes de que dieran las cuatro, Yotsuba al fin apareció. Claramente había venido corriendo a toda prisa, ya que se detuvo jadeando y tratando de recuperar el aliento. Tardó más o menos un minuto más en volver a erguirse y mirar a su alrededor hasta que lo notó a él, y empezó a caminar. Él no se movió de donde estaba; la dejaría venir hasta él por cuenta propia.
– Siento... siento mucho haberte hecho esperar, Uesugi-san. – se disculpó.
– Bueno, llevo esperando esta conversación durante días. ¿Qué son una o dos horas más?
Su comentario iba dirigido en broma, con la intención de aliviar un poco la tensión. Sin embargo, rápidamente notó que tuvo el efecto opuesto, haciendo que Yotsuba se sintiera todavía más culpable. Grandioso.
– Mejor descansa un poco primero. Después podemos hablar con calma. – dijo mientras señalaba a los columpios para que se sentara.
Afortunadamente no había muy lejos de allí una máquina expendedora, y el chico sacó un par de latas de jugo de naranja para darle una a Yotsuba. Sabía que era su bebida favorita y quizás eso sirviera para subirle un poco los ánimos.
Después de terminárselas, ambos se quedaron sentados en los columpios por un rato. Yotsuba seguía teniendo la mirada muy cabizbaja, y parecía que no se atrevía a mirarlo de frente todavía. Claramente aún se sentía muy avergonzada, pero él seguía sin saber por qué. No quería seguir presionándola, pero estaba impacientándose cada vez más por saber la verdad.
– Entonces... ¿por fin me dirás qué es lo que te pasa? – dijo para romper el silencio.
Yotsuba finalmente levantó la mirada, y suspiró con resignación. Sin decir más, se metió la mano en el bolsillo frontal de su overol para extraer algo. Para sorpresa de Fuutarou, se trataba de la foto de él y Rena de pequeños, la que le dio a Yotsuba en Navidad.
– Eso es...
– ¿Recuerdas lo que me preguntaste en Navidad? ¿Si yo era la chica de esta foto?
El chico la vio confuso, pero asintió. Yotsuba volvió a desviar su mirada, y su expresión se llenó de tristeza, y tal vez culpa.
– Bueno... resulta que te mentí en ese momento. En realidad, sí era yo.
– ¿Sí eras tú? – preguntó Fuutarou. – Entonces... ¿por qué? ¿Por qué me mentiste?
– Porque no me siento orgullosa de quien era en ese entonces. Ya no. – dijo sin un ápice de duda. – No era más que una niñita arrogante y egoísta con delirios de grandeza. Y no quiero ser ese tipo de persona, ya no más.
Fuutarou detectó que había algo de rabia en la voz de la Nakano, mezclada con tristeza. Parecía ser que Yotsuba no tenía ningún apego por la persona que solía ser en ese entonces. Siempre supo que ella había sido pésima para mentir, así que, en retrospectiva, tal vez sentía que en ese momento sí le estaba diciendo la verdad, metafóricamente hablando.
– Entonces, cuando te hice esa pregunta en Navidad, lo que querías decir es que sí fuiste esa niña, ¿pero ya no lo eres?
No era realmente una pregunta. Yotsuba levantó la mirada, y aunque no dijo nada, el silencio por sí solo era una respuesta. Al cabo de unos segundos, la chica sonrió con amargura.
– Al menos eso era lo que quería. Es extraño, siempre que miro en retrospectiva, me avergüenzo de quien solía ser, y trato de cambiar, pero en el fondo, sigo siendo la misma de siempre. La que no hace más que causarles problemas a todos. Es como... como si realmente no quisiera dejar atrás esa parte de mí.
– ¿Y por qué tendrías que hacerlo? – preguntó Fuutarou. – A veces, no podemos cambiar lo que somos, no importa cuánto nos esforcemos. Eso no necesariamente es algo malo, ¿sabes?
– No lo entiendes. – dijo Yotsuba. – Si supieras todo lo que hice, la clase de persona en la que me convertí... te sentirías muy decepcionado y asqueado.
– Eso es lo que quiero saber. – dijo Fuutarou. – ¿Qué fue lo que hiciste? ¿Qué es tan malo que has tenido que ocultármelo todo este tiempo? Hablas como... como si hubieses hecho un daño terrible e irreparable, o cometido un crimen. Y realmente del tiempo que llevo de conocerte, no me pareces alguien capaz de algo así.
Las palabras de Fuutarou parecieron tener un efecto tranquilizador en Yotsuba, ya que su expresión se relajó. La Nakano, pese a su exterior fuerte y lleno de energía, por dentro era extremadamente sensible y frágil.
– ¿Por qué no empiezas por el principio? – sugirió Fuutarou. – A veces, para saber hacia dónde vamos, tenemos que ver desde dónde venimos en primer lugar.
Yotsuba respiró resignada. Por fin parecía haberse decidido a hablar.
– Antes de conocernos en Kioto, siempre me sentí muy acomplejada. Mis hermanas y yo éramos idénticas, y siempre mamá nos decía que eso nos hacía especiales. Pero yo no lo sentía así. Tener que compartirlo todo a veces era duro, especialmente con lo poco que teníamos. Y a veces, Ichika lo usaba de excusa para quitarme mis cosas.
Fuutarou asintió. Esa parte ya la sabía, que ellas habían pasado por muchas dificultades económicas. Sin embargo, eso que le dijo sobre Ichika era nuevo. La Nakano mayor nunca se lo había mencionado, lo que le dio a entender que Yotsuba no era la única que ocultaba secretos vergonzosos.
– Después de unos meses, parecía que la salud de mamá iba mejorando. Eso me motivó a esforzarme más, quería ser la mejor entre mis hermanas, para que ella se sintiera orgullosa de mí. Pero luego sufrió una recaída y... al final no lo logró. Cuando ella se fue, me sentí totalmente perdida. Antes quería estudiar para conseguir un buen trabajo y ayudarla, y de pronto ella se había ido, y todo lo que me esforcé parecía haber sido por nada.
– Debiste sentirte muy frustrada en ese momento. – dijo Fuutarou. Aunque no fuese realmente su culpa, ya que no había nada que pudiera hacer siendo sólo una niña, con toda certeza debió haber deseado poder haber hecho algo más. – Por lo que me dijeron las demás, aun así continuaste esforzándote más que nadie en tus estudios.
– Si te soy sincera, siempre hubo un poco de competitividad entre nosotras. – dijo Yotsuba. – Pero de las cinco, yo era la que más en serio se lo tomaba. Tal vez creía que, si podía ser la mejor entre mis hermanas, mamá se sentiría orgullosa de mí, dondequiera que estuviera.
Hasta cierto punto, eso tenía algo de sentido. En las familias con varios hijos, los padres ocasionalmente se acercaban más a uno que a los demás, aunque no fuese su intención. Quizás porque compartieran más cosas en común, porque alguno lo necesitaba, o porque se sentían orgullosos de sus logros.
– Fue entonces que quedamos bajo el cuidado de papá. – continuó. – Nuestra situación económica mejoró, y el dinero dejó de ser un problema. Ya no tenía que preocuparme por eso, pero de pronto sentí que no me quedaba nada. Excepto una cosa... la promesa que nos hicimos tú y yo.
Fuutarou sintió que le bajaba un escalofrío por la espalda, junto con una punzada de culpa en el pecho. Cuando creyó que al fin lo había dejado atrás, volvía a resurgir esa dichosa promesa. Todo se remontaba a eso, aparentemente.
– Al principio todo parecía ir bien. Sacaba buenas calificaciones, pero apenas iba por encima del promedio. Y luego mis hermanas empezaron a alcanzarme, y luego a superarme. Les iba mejor que a mí. Ya no era la mejor de todas, y lo sabía.
»Fue entonces que decidí redoblar mis esfuerzos, pero no servía de nada. Incluso en ocasiones trataron de ofrecerme ayuda, pero las rechacé. Les dije que no me agruparan con ellas, que yo era diferente y no las necesitaba. Quería demostrar que podía valerme por mí misma.
La punzada de culpa que Fuutarou sintió antes regresó con más fuerza. Eso sonaba muy parecido a él, cuando se separó de sus amigos de primaria. Takebayashi le había ofrecido ayudarle a estudiar para los exámenes finales, pero él le dijo que no la necesitaba. Quizás no fue tan grosero, pero definitivamente había algo de arrogancia detrás de ello.
Al parecer, él y Yotsuba tenían más cosas en común de lo que parecía a simple vista.
– Cuando no pude mejorar en los estudios, comencé a practicar deportes. Me metí a todos los clubes que pude, y para mi sorpresa me fue bien en todos. Sentí que finalmente había encontrado algo que me hacía especial, algo que me pondría por encima de mis hermanas... hasta que todo se derrumbó.
– Por tus calificaciones. – dijo Fuutarou. – Déjame adivinar. Te metiste a tantos clubes deportivos que no te quedó tiempo para estudiar.
Antes había pensado que lo que escuchó sobre que Yotsuba logró llevar a todos los equipos deportivos a las nacionales era una exageración. Pero si realmente había sacrificado tiempo de estudio para dedicárselo a los deportes, parecía más plausible.
– Sí, eso fue lo que pasó. – confirmó Yotsuba. – Al final terminé reprobando los exámenes de recuperación, y cuando me ofrecieron transferirme a otra escuela para evitar repetir el daño, las demás dijeron que habían hecho trampa, para que todas fueran transferidas y yo no me quedara sola. No podía creerlo. Estaban dispuestas a hacer eso por mí, incluso después de cómo las traté, de cómo quise distanciarme de ellas.
Yotsuba se quedó en silencio por un momento. Se estaban acercando a otro punto importante, y Fuutarou lo sabía. Por primera vez desde que inició la conversación, la cuarta hermana tomó aplomo antes de continuar hablando, esta vez con un tono más firme.
– Pero no podía permitirlo. Yo me había metido en ese agujero sola, y no iba a arrastrarlas conmigo, aunque ellas quisieran. No era justo que todas pagaran por mis errores. Las convencí de que podrían apoyarme de otras maneras, sin tener que rebajarse a mi nivel. Papá entonces sugirió que me buscarían un tutor particular para ayudarme en mi nueva escuela, y entonces...
– Fue entonces que nos encontramos tú y yo en la cafetería. – completó Fuutarou. Yotsuba se volteó a verlo y se rio de manera genuina.
– Qué ironía, ¿verdad? Sabes, no pasó un día en que dejara pensar en ti, y no dejaba de preguntarme cómo te estaría yendo. Imagina mi sorpresa cuando te encontré, y después cuando mi papá me dijo que ibas a ser mi tutor. No podrías imaginar lo feliz que estaba, de pensar que podríamos volver a pasar tiempo juntos.
– Y entonces... ¿por qué no me dijiste nada en ese momento? – preguntó él. Se habría alegrado de saber que era ella, de volver a verla luego de tanto tiempo. La sonrisa de Yotsuba se apagó de nuevo.
– Porque me sentía muy avergonzada. Cuando vi que eras el mejor estudiante de toda tu escuela, que lograste mantener la promesa que hicimos, y que yo no había podido hacerlo, sentí miedo. Miedo de que te decepcionaras de mí, o que no me creyeras que yo era esa niña a quien tú recordabas. No, en ese momento, pensé que sería mejor que no lo supieras.
Fuutarou quiso objetar, pero después de asimilar las palabras de la chica, se puso a reflexionar un poco. En retrospectiva, su yo de hacía un año atrás probablemente habría reaccionado negativamente. Cierto, había cumplido su promesa de ser un excelente estudiante, pero eso fue a costa de volverse un solitario asocial, gruñón y sin amigos, alguien que olvidó cosas más importantes.
Los dos habían cambiado mucho en esos cinco años a raíz de esa promesa, pero también durante ese año que tenían desde que Yotsuba había sido transferida a su escuela. Y aun con todo lo que estaba pasando ahora, ese año estaba lleno de recuerdos muy preciados para él.
– Por un tiempo, pensé que tal vez, si lograba mejorar mis calificaciones, podría decirte la verdad. Pero entonces, vi que Ichika comenzaba a acercarse a ti. Ustedes dos parecían llevarse tan bien que... pensé que lo mejor sería hacerme a un lado, aunque por dentro me sentía celosa. Igual que hace seis años.
– ¿Qué quieres decir con "hace seis años"? – preguntó él confundido. Yotsuba volvió a aspirar profundamente. Presentía que se venía encima otra explicación muy, muy importante.
– En Kioto, yo no fui la única con la que interactuaste. Cuando volví a mi hotel y les conté a todas sobre ti, Ichika y yo empezamos a discutir. Ella me dijo que, como éramos idénticas, no ibas a darte cuenta si cambiábamos de lugar, y yo le aposté a que sí lo harías. Así que ella tomó mi lugar durante el tercer día.
– Espera... ¿me estás diciendo que la niña con la que jugué cartas no eras tú? – preguntó Fuutarou. – ¿Esa era Ichika?
– Sí. Ella también te reconoció, ¿sabes? Sabía que eras tú luego de todo este tiempo.
Bien, eso sí era un giro inesperado, pero en retrospectiva, ahora empezaba a tener sentido. Fuutarou recordó que el día después de que jugaron cartas, la niña, o mejor dicho, Yotsuba, parecía estar algo molesta por alguna razón. Estaba molesta porque ella y su hermana cambiaron de lugar, y él ni enterado.
Ahora las palabras del viejo sobre que "debía distinguirlas usando el amor" cobraban más fuerza. Obviamente un niño ingenuo de doce años no iba saber cómo distinguirlas.
– En ese momento me sentí muy enfadada. – prosiguió. – Ichika siempre me quitaba mis cosas, mis dulces, mis juguetes, incluso a mis amigos, y usaba la excusa de que "lo compartimos todo". Por una vez en la vida quería tener algo que fuera mío, que nadie me lo pudiera quitar, ni siquiera mis hermanas. Sonará egoísta, pero... eso era todo lo que quería.
»Y entonces me di cuenta, sí tenía algo. La promesa que habíamos hecho tú y yo. Ichika no me podría quitar eso, aunque quisiera. No tenía por qué decírselo, sería nuestro secreto. Si podía ser la mejor estudiante, la mejor entre mis hermanas, entonces cumpliría mi promesa, y podría pararme con orgullo frente a ti cuando nos volviéramos a ver.
Aquella promesa... aquella bendita promesa. Por fin Fuutarou entendió que todo se remontaba a eso. Él no lo sabía, pero ya debido a que Ichika se metía con Yotsuba quitándole sus cosas, se estaba creando una brecha entre las hermanas Nakano, y cuando él apareció e hicieron esa promesa, sin quererlo aceleró ese proceso al darle a Yotsuba el empujón para que se "independizara" de esa identidad colectiva.
– Y cuando empecé a cosechar triunfos, pensé que al fin había encontrado mi lugar. Que por fin tendría algo que sería sólo mío, que Ichika y mis hermanas no podrían tener. Me sentía muy segura de mí misma al ser la mejor, hasta que todo se derrumbó. Esos triunfos en los deportes que logré no significaban nada si me expulsaban de la escuela por mis calificaciones. Todo mi esfuerzo había sido por nada.
Fuutarou quería decirle que no era así. Si miraba al lado positivo, al menos ella se habría vuelto una persona sociable y con amigos, en lugar de una solitaria fría y asocial, como él. Sin embargo, en ese momento no quería echar más sal en la herida si parecía estar teniéndole lástima. Ella no necesitaba eso en este momento.
– A veces pienso, ojalá mamá estuviera aquí. Ella seguramente habría sabido darme el sermón que necesitaba para volver a encarrilarme en el camino correcto. – suspiró con amargura. – Seguro que ahora debe sentirse muy decepcionada de mí, donde quiera que esté. Y yo que quería que se sintiera orgullosa.
Fuutarou reflexionó sobre lo último que dijo. Tal vez, sólo tal vez, esa era la verdadera raíz del problema. Yotsuba se había esforzado tanto como lo hizo porque quería que su mamá se sintiera orgullosa de ella. Tal vez, subconscientemente, ese había sido el mecanismo de defensa que usó Yotsuba para lidiar con la muerte de su madre. Y considerando que el señor Nakano era bastante distante con ellas, no debió tener a nadie que la guiara en ese tiempo.
Eso junto con la promesa que habían hecho se habían convertido en unas cadenas muy pesadas que seguía arrastrando, y nunca podría ser feliz mientras siguiera sujeta a ellas.
– ¿Ahora lo ves? Soy una persona horrible. – le dijo. – Adelante, ódiame si quieres, me lo merezco. Soy una tonta, una mentirosa y una inútil que no puede hacer nada bien. No hago más que causarles problemas a todos los que me importan.
El chico Uesugi se tragó las palabras de la Nakano. Parecía que en cualquier momento se iba a soltar a llorar a mares. Sin duda estaba en un punto donde necesitaba un hombro en el cuál derramar sus lágrimas, y él estaba más que dispuesto a asumir ese rol. Pero antes de eso, aún tenía algunas cosas que decirle.
– En algo tienes razón. Sí eres una tonta. – dijo él tajantemente. – Pero no por las razones que crees.
– ¿Eh? – Yotsuba levantó la mirada confusa. Este era el momento de decirle lo que necesitaba escuchar.
– Yotsuba, no eres una persona horrible sólo porque cometiste algunos errores. Piensas eso porque todavía te sientes muy mal por lo que hiciste, aunque te hayas esforzado para enmendarlo.
– ¿Y de qué sirvió? – preguntó ella. – Todavía sigo cometiendo errores, y causándoles problemas a todos por ello. Nada ha cambiado. Yo no he cambiado.
– Si nos ponemos así, tal vez yo tampoco haya cambiado. – dijo Fuutarou. – Y también cometí muchos errores, por culpa de esa promesa que hicimos. ¿Eso me convierte en una mala persona?
– ¡Claro que no! – exclamó ella, aparentemente indignada. – ¡Te convertiste en el mejor estudiante de la escuela, y uno de los mejores a nivel nacional! Yo en cambio... no hice más que causarles problemas a todos. A mis hermanas, y a ti.
– ¿Pero alguna vez esa fue tu intención? – preguntó Fuutarou. – ¿Buscaste de alguna manera causarles problemas o hacerles daño?
– Yo... no, claro que no. – admitió Yotsuba por fin. – Yo nunca quise hacerle daño a nadie.
– Allí lo tienes. – dijo Fuutarou. – En cambio, ¿qué crees que he ganado yo de sólo ponerme a estudiar sin descanso? Seguro, está mi ranking a nivel nacional, pero ¿a costa de qué? ¿De dejar atrás a todos mis amigos, de convertirme en un solitario que se olvidó de cómo disfrutar de la vida?
Un gritito ahogado escapó de los labios de Yotsuba. Había dado en el clavo, y ahora tenía que continuar presionando. En ese momento, tuvo que reprimir una risita que estuvo a punto de escapársele, por la ironía de lo que estaba a punto de decir.
– De cierta manera, los dos fuimos unos idiotas. Nos esforzamos tanto por ser los mejores, que perdimos de vista lo que realmente queríamos hacer. Incluso si hubiéramos tenido éxito, al final nos habríamos quedado solos, sin nadie con quien compartirlo. ¿Habría valido la pena?
Yotsuba volvió a bajar la mirada. Ambos sabían bien la respuesta a esa pregunta. De cierta manera, ella le había salvado de caer en una espiral descendente de apatía y soledad, y ahora era su turno de hacer lo mismo por ella.
– Escucha, sé que en este momento estás hecha un caos. Necesitas tiempo para ordenar tus sentimientos, y para perdonarte a ti misma. Y yo... bueno, acabo de salir de una ruptura, si se le puede llamar así. Es obvio que todavía necesito sanar algunas viejas heridas antes de estar en una relación con alguien. Pero quiero pedirte algo.
– ¿Qué cosa? – preguntó ella. Fuutarou respiró profundamente. Eligió cuidadosamente sus palabras, porque la respuesta sería determinante para lo que sucedería entre ellos en el futuro, y él lo sabía.
– Démonos algo de tiempo. Si quieres que sigamos siendo sólo amigos, está bien para mí. Sólo... no me alejes, ¿sí? Quiero estar allí para apoyarte. Como amigo, o lo que sea, sólo quiero poder estar allí para ti cuando me necesites.
Los ojos de la Nakano se tornaron vidriosos, y su boca empezó a temblar. – Uesugi-san... ¡Fuutarou...!
Ya no pudo más, y estallando en sollozos, se lanzó hacia él y lo abrazó con fuerza, haciendo rechinar las cadenas de los columpios. Hacía mucho tiempo que echaba de menos esos abrazos rompecostillas suyos. Incluso el dolor le parecía poca cosa, si se imaginaba cómo debía de estar sintiéndose ella ahora.
Pero eso estaba bien para él. Con gusto le ofrecería sus hombros para que llorase todo lo que quisiera hoy, incluso si decidiera sonarse en su camiseta, perdonando lo antihigiénico. Sería un precio muy pequeño a pagar si era por volver a verla reír y sonreír como siempre, para iluminarle sus días como antes.
Sólo quería que volviera a ser esa chica alegre de la cual se enamoró, aunque le tomase tanto tiempo darse cuenta.
...
No muy lejos de allí, alguien más observaba la interacción fuera de la vista. La mayor de las Nakano no pudo evitar seguirlos a escondidas, pero se mantuvo fuera del rango de escucha para evitar espiarles su conversación. Después de todo, no era suya para saber lo que estarían hablando.
Sin embargo, sintió un gran alivio al ver cómo su hermana se abalanzaba sobre el chico y lo abrazaba. Parecía que por fin había dejado salir todos esos sentimientos reprimidos durante tanto tiempo. Ya no necesitaba más empujones. Ahora podía seguir por su cuenta.
– ¿Hmm? – De pronto se tocó la mejilla, notando que una lágrima se le había escapado. – ¿Qué me pasa? ¿Por qué estoy llorando?
No tenía sentido. Debería estar feliz por su hermana y por Fuutarou, que al parecer por fin habían podido hablar las cosas y dar un paso para arreglar su situación. Entonces, ¿por qué estaba llorando ahora al verlos así de juntos?
Después de pensarlo un poco, se dio cuenta que sí, estaba feliz por ellos, pero esa felicidad estaba mezclada con algo de tristeza. Los pensamientos y recuerdos del tiempo que salió con Fuutarou aún estaban allí, y haber ayudado a su hermana a arreglar las cosas significaba que ahora le tocaba hacerse a un lado por el bien de ambos. Era un sacrificio doloroso, pero sabía que era lo correcto.
– Está bien... – murmuró para sí misma. – A todos nos toca nuestra propia felicidad, a su debido tiempo.
Se dio la vuelta y se alejó en silencio. Su tiempo con Fuutarou podría haber llegado a su fin, pero por breve que hubiese sido, sería un recuerdo muy preciado para ella. No había nada más que pudiera hacer al respecto.
Sólo esperar que su hermana eventualmente se diera a sí misma una oportunidad. Y de corazón, que Fuutarou pudiese corresponder a esos sentimientos, pues ella sabía mejor que nadie que eran genuinos. Después de todo, ella también los tenía.
Esta historia continuará...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top