Festival de fuegos artificiales
En un arcade local...
Algunas personas, luego de una quincena de duro trabajo y ganarse su paga, usarían el dinero para darse algún gusto o recompensa por su esfuerzo. Fuutarou Uesugi no era una de ellas.
- ¡Aaaaahhh! ¡Onii-chan! ¡Las monedas, las monedas!
Era sábado, y por cinco días de tutorías en cada una de las dos semanas ya le habían pagado un total de cien mil yenes, de los cuales apartó la mitad para llevar a Raiha al arcade para que pudiera divertirse a sus anchas, tanto hoy como la semana pasada. El chico se sintió muy bien de poder darle ese gusto a su pequeña hermana con su propio dinero. La pequeña ahora despilfarraba de lo lindo en los tragamonedas, y acababa de atinarle al premio gordo.
- ¡Jajajaja, así se hace! – le dijo él, mientras le ayudaba a ponerlas en un vaso. Con eso podrían jugar para rato y tal vez canjear lo que sobrara por algunos premios.
El arcade tenía todas las máquinas de juego que cualquier niño, grande o pequeño, pudiese desear. Estaban los juegos clásicos de peleas y plataformas para los amantes de la vieja escuela, simuladores de carreras en autos y motos, aviones de combate, y otros más sencillos como el hockey de mesa o la máquina de tenazas para atrapar muñecos.
Fuutarou realmente quería llevarse unos cuantos de estos últimos para Raiha, pero después de diez intentos fallidos, la pequeña se cansó de esperar y decidió llevárselo para probar la siguiente máquina. Ya les habían dado vuelta a casi todos los juegos del arcade así que ya les quedaban muy pocos.
- ¡Ah, rayos, volví a perder! – gritó de pronto una familiar voz chillona.
Instintivamente, Fuutarou dejó de caminar y volteó en la dirección donde escuchó la voz. Y con toda certeza, vio un familiar lazo verde sobresaliendo desde una de las máquinas que estaban al otro lado.
- "No jueguen conmigo, ¿será posible?"
- ¿Eh? ¡Ah, Uesugi-san! – exclamó parándose y agitando la mano. – ¡Qué sorpresa de verte aquí!
- Onii-chan, ¿qué sucede? – le preguntó Raiha al darse cuenta que su hermano se había detenido. – ¡Ah, Yotsuba-san!
Y sin que pudiera detenerla, Raiha rodeó las máquinas para ir a saludar, así que tuvo que ir tras ella. Pronto se percató de que no estaba sola; en el otro asiento de la máquina estaba una de sus hermanas, a la cual rápidamente identificó como Miku. Esta le dirigió una mirada inexpresiva y se limitó a levantar la mano para saludarlo, gesto que él correspondió de igual modo por cortesía.
- ¡Hola, Raiha-chan! – dijo Yotsuba abrazando a la pequeña. – ¡Qué casualidad, no pensé que los encontraría aquí!
- Onii-chan me trajo. Es un aburrido y tuve que arrastrarlo para que jugara conmigo.
- Jaja, qué aguafiestas. – se burló la chica del lazo. – Pero no puede resistirse a tus ojitos, ¿verdad? No puede decirte que no.
Fuutarou rodó los ojos. Decir eso era tanto como decir que el agua era húmeda; el que fuese capaz de resistirse a los ojitos tiernos de Raiha no tendría corazón. En realidad, no era que le molestara; simplemente tenía una imagen que mantener y por eso fingía resistirse. Cualquier capricho que Raiha tuviera, él con gusto se lo daría.
- A mí también me sorprende verte por aquí. – dijo él por desviar el tema. – No habrás descuidado lo que hemos estudiado, ¿verdad?
- ¡Onii-chan, ¿por qué la molestas si no están en horas de estudio?!
- No te preocupes, Raiha-chan. Tu hermano no tiene nada que temer, no he dejado de repasar. – aseguró Yotsuba. – Oh, déjame presentarte a Miku, una de mis hermanas.
- Mucho gusto. – la saludó Raiha alegremente. – ¡Oh, de verdad ustedes se parecen mucho! Onii-chan dijo que ustedes eran quintillizas, ¿es verdad?
- Sí... lo somos. – dijo Miku, claramente tratando de sonreír. Por lo visto la taciturna hermana tampoco podía resistirse a lo adorable que era Raiha.
- Ahora que recuerdo, la chica que nos visitó en la panadería la semana pasada también se parecía mucho a ustedes. ¿No será que...?
- Ah, claro que sí, esa era Itsuki. – dijo Yotsuba. – Claro, tendría mucho más impacto si nos pudieras ver a todas juntas.
- Ya no tanto, como nos teñimos el pelo. – comentó Miku. – Así es muy fácil distinguirnos.
Fuutarou estaba agradecido por eso; no quería imaginarse los apuros que le harían pasar si todas tuvieran el mismo color o estilo de cabello, o si intencionalmente se hicieran pasar unas por otras para confundirlo. El hecho de que cada una usara un accesorio de su preferencia distinto también ayudaba bastante.
- Bueno, ya que estamos aquí, ¿qué tal si jugamos algo juntas? ¿Ya probaste la máquina de tenazas?
- Onii-chan no me pudo sacar ni un solo muñeco, y eso que lo intentó diez veces. – dijo Raiha con un tono que Fuutarou sabía era fingido, a la vez que ponía sus ojitos tiernos con lágrimas de cocodrilo.
- ¿Eh, de verdad? ¡Pues vamos, yo te enseño cómo se hace! ¡Allí sí soy buena! En seguida vuelvo, Miku, no te molesta, ¿verdad?
Y sin decir más, la chica del lazo se llevó a Raiha de vuelta a donde estaban las máquinas de tenazas, dejando a Fuutarou y a Miku. El chico pudo echar un vistazo a la máquina que estaban jugando y se dio cuenta que era un port del mismo juego que le había visto jugar en el apartamento cuando llegó el primer día.
- Veo que te gusta mucho ese juego, ¿no?
- No es el juego. Los generales del Sengoku son increíbles. – dijo ella, cogiendo una lata de soda de matcha y bebiéndosela.
- Hmm... ¿verificaste que eso no tenga mocos? – preguntó él, haciendo que la chica se detuviera y lo mirara de reojo.
- ¿Al fin entendiste?
- Ishida Mitsunari se bebió un té en el que Ohtani Yoshitsugu le echó un moco sin que se diera cuenta. – dijo él. – Eso era lo que querías decir, ¿no? Estuve viendo libros de historia toda la semana buscando esa anécdota.
- Es muy obscura, no muchos la conocen. – dijo Miku, tomándose otro trago de su soda.
- Lo sé. Yotsuba lo encontró buscando en internet con su celular.
Miku lo miró enfurruñada ligeramente. – No le dijiste a Yotsuba sobre mis gustos, ¿verdad?
- ¿Por qué iba a hacerlo? – aseguró él, encogiéndose de hombros. La chica terminó de bajarse su soda antes de volver a hablar.
- Esa trivia que hicimos... fue divertida. – dijo sonriendo ligeramente. – No muchos son capaces de seguirme el paso como tú lo hiciste. Veo que Yotsuba no se equivocaba al decir que eras muy inteligente.
- Me esfuerzo. – dijo él, antes de echar un vistazo a la máquina de tenazas donde Yotsuba se llevó a Raiha. – Oye, ¿está bien que ella esté aquí jugando contigo? Le dije que aproveche el tiempo libre para repasar todo lo que estudiamos.
- No la subestimes. – dijo Miku. – Se estuvo matando toda la mañana estudiando lo que le dejaste.
- ¿En serio?
- Casi se saltó el desayuno. Tuvimos que convencerla de que se relajara un poco.
Fuutarou levantó una ceja, mirando a la chica taciturna. Ella no se veía como el tipo de persona que haría esa clase de comentarios en broma, y luego miró a Yotsuba, que seguía divirtiéndose de lo lindo con Raiha. Su primera impresión de la chica del lazo fue que parecía alguien risueña que no era muy lista, y quizás académicamente no lo fuese. Dicho eso, él no negaba que le había puesto empeño durante toda la quincena, y saber que no desobedeció su orden de seguir repasando aunque él no estuviera hizo que subiera su respeto por ella.
- ¡Yay, sacamos los mejores! – exclamó Yotsuba de repente, y casi de inmediato, Raiha vino corriendo.
- ¡Onii-chan, mira! ¡Yotsuba-san me ganó todos estos!
A Fuutarou por poco se le van los ojos: Raiha llevaba en brazos por lo menos una docena de peluches de animalitos y algunos de los monstruitos de los animes en la televisión, incluyendo al famoso ratón eléctrico amarillo que tanto le gustaba.
- Oye, ¿no exageraste un poco? – preguntó el chico. – Deja algunos para otros niños, ¿no?
- Jeje, bueno, no me pude resistir. – dijo Yotsuba. – Al menos hasta conseguirle el que quería.
- Bueno, me alegro por eso. – dijo Fuutarou, antes de dirigirse a Raiha. – Y ya le diste las gracias, ¿verdad? Recuerda lo que siempre nos dice mamá.
- ¡Ah, claro! – exclamó Raiha, y sin decir más le echó a él los peluches antes de lanzarse a abrazar a la chica del lazo. – ¡Yotsuba-san, muchas gracias! ¡Te quiero!
Cualquiera que viera la escena se derretiría de ver semejante ternura. Raiha era tan pequeña que apenas le llegaba a la cintura a Yotsuba y la tomó desprevenida con el gesto. Entretanto, Fuutarou podría haber jurado que los ojos de la chica del lazo echaron estrellitas antes de que se agachara y empezara a apapachar a Raiha, frotando sus rostros uno contra el otro.
- ¡Aaaaawww! ¡Qué linda eres, Raiha-chan! ¡Me encantaría que fueses mi hermanita! – De pronto, la chica dejó sus mimos un momento y de pronto empezó a hablar en voz baja llevándose la mano al mentón. – Oye, espera. Si me caso con Uesugi-san, entonces podríamos ser hermanas legalmente...
Ante ese comentario, Fuutarou y Miku intercambiaron miradas. Él intentaba decirle a la hermana taciturna sin usar palabras "¿Se da cuenta de lo que acaba de decir?", y ella claramente entendió el mensaje, ya que sacudió la cabeza como diciendo "A mí no me preguntes".
En eso sonó un celular, que resultó ser el de Yotsuba, y la chica de inmediato lo sacó para contestar.
- ¿Hola? Sí, aquí estamos. ¿De verdad? ¡Grandioso, ya vamos para allá! Sí, nos vemos. – De inmediato colgó y se dirigió a Miku. – Era Ichika, dice que nuestras nuevas yukatas ya están listas.
- Entiendo. – dijo Miku. – Mejor nos vamos.
- ¿Eh? ¿Se van tan pronto? – dijo Raiha, claramente decepcionada.
- Sí, tenemos que ir a probárnoslas. – dijo Yotsuba. – Aunque bueno, como somos quintillizas, con una de nosotras basta y seguro le queda a las demás.
- ¿Yukatas? – preguntó Fuutarou, algo confundido.
- ¿No lo recuerdas, Uesugi-san? ¡Mañana hay un festival de fuegos artificiales, y todas vamos a ir! ¡Ah, ya sé! ¿Por qué no nos acompañan ustedes dos también?
- ¿De verdad? ¡Onii-chan, vamos con ellas! – exclamó Raiha, claramente emocionada por la idea.
- Eh... bueno... – Fuutarou quería decirle que ya había planeado usar el día de mañana para estudiar, pero en cuanto su hermanita comenzó a hacerle su mirada tierna, supo que estaba a punto de pelear una batalla perdida. Resignado, miró a Yotsuba. – ¿Estás segura de esto?
- ¡Pues claro! Además, así Raiha-chan podrá vernos a todas, y conocer a Nino e Ichika también. Será más divertido, ¿no, Miku?
- Supongo...
- ¡Onii-chan, vamos! ¿Sí, por favor?
La última e infalible técnica de Raiha, el combo de ojos de cachorrito seguido de lágrimas de cocodrilo, era imposible de resistir. Al diablo con su orgullo: si ella le pedía que fueran, no podría negarse de ninguna manera.
Ni modo, le iba a tocar estudiar durante la mañana para poder reunirse con Yotsuba y las demás durante la tarde para el festival.
(--0--)
Al día siguiente...
Para la mayoría de la gente, el tiempo pasaba muy rápido al divertirse, y muy lento al estar estudiando. Bueno, excepto cuando los exámenes estaban a la vuelta de la esquina, ya que ahí siempre se aceleraría. Para Fuutarou Uesugi, era el caso contrario. Quizás fuese porque él, a diferencia de la mayoría de la gente, disfrutaba de estudiar, entendía lo importante que sería todo ese conocimiento en el futuro, y nunca dejaba ninguna tarea para último momento, así que jamás se sentía presionado.
No así era el caso de Raiha, que pasó todo el día paseándose por la casa esperando impacientemente a que el reloj diera las cinco de la tarde. Habían quedado de verse con las quintillizas Nakano a esa hora para ir todos juntos al festival, pero la pequeña estaba tan llena de energía que no paraba de corretear de aquí para allá por toda la casa.
- ¡Vamos, vamos! ¿Por qué no puedes ir más rápido? – preguntaba la niña.
- Mirar fijamente el reloj solo alentará la espera. – dijo Fuutarou secamente, que estaba ocupado resolviendo unos problemas de matemática.
- ¡Onii-chan, no seas aguafiestas!
- Solo digo la verdad. – replicó él sin mirarla.
Entendía que Raiha estuviera tan impaciente. Aunque para él un festival de fuegos artificiales no fuese la gran cosa, había mucho para los niños como Raiha que los disfrutaban al máximo. Como sus padres siempre estaban ocupados trabajando y él estudiando, no siempre tenían tiempo para llevarla, así que no iba a dejar pasar la oportunidad.
En eso le sonó el celular, y Raiha corrió a verlo esperanzada. Le partía el corazón tener que decirle que no era lo que ella esperaba, pero no le podía mentir.
- Todavía no, faltan dos horas. Yotsuba solo me está haciendo una pregunta.
- ¡Hmmm! – La pequeña infló las mejillas y otra vez comenzó a corretear por la sala.
Entretanto, Fuutarou texteó la respuesta a la pregunta que Yotsuba le había hecho, y pulsó el botón de enviar. Otra de las razones por las que la espera se le había hecho corta era porque después de intercambiar números y correos electrónicos, Yotsuba le había enviado varias veces consultas o preguntas sobre dudas que tenía, y él estaba más que feliz de responderle. En efecto, no se estaba descuidando de los estudios incluso cuando él no estaba, y eso le complacía.
- Si estás tan impaciente, Raiha, aquí tengo algo para ti. – sonó de pronto la voz de la madre de los hermanos.
Ya que la panadería cerraba temprano los domingos, la señora Uesugi ya se encontraba en casa, aunque su marido estaba haciendo horas extras. En aquel momento llevaba una tela plegada entre los brazos, que Raiha supo inmediatamente lo que era.
- ¿Mamá, esa es una yukata? ¿Es para mí?
- ¿Para quién más podría ser, cariño? – dijo la mujer con una gran sonrisa. – ¿Quieres probártela?
- ¡Sí, sí! – exclamó la niña saltando de alegría.
- Muy bien. ¿Fuutarou, si fueras tan amable?
El muchacho captó el mensaje y dejando los lápices abandonó la sala, quedándose reclinado contra la pared mientras oía los grititos de felicidad de Raiha y las quejas de su madre de que se quedara quieta para poder ayudarla a ponerse el atuendo.
Al cabo de unos minutos le dijeron que podía pasar, y vio como Raiha correteaba otra vez por la sala, dando vueltecitas mientras reía, feliz con su nueva yukata.
- ¡Onii-chan, mira! – exclamó. – ¿Cómo me veo?
- Super adorable, no podrías ser de otro modo. – dijo él sonriendo.
La yukata era de color blanco con detalles en azul claro, y el obi alrededor de su cintura era rojo, contrastando bastante bien con el resto del atuendo. Desde luego, siendo Raiha una niña tan adorable, el color era poco importante; él tenía la certeza que se vería linda con cualquier diseño.
Y con eso, tal vez también le serviría para mantenerse ocupada en las dos horas restantes que tenían antes de reunirse con las hermanas Nakano. Mentalmente, Fuutarou dudaba que incluso ellas pudiesen competir con su pequeña hermana en términos de verse adorable en una yukata.
(--0--)
Dos horas después...
Los hermanos Uesugi ya se dirigían al punto de encuentro donde verían a las quintillizas Nakano. Raiha iba delante de Fuutarou dando saltitos, la mar de feliz de presumir su yukata nueva en el festival. Mucha gente ya estaba reuniéndose para ir en grupos de familiares o amigos.
- ¡Uesugi-san, Raiha-chan! ¡Por aquí, aquí estamos! – le llamó la inconfundible voz de Yotsuba.
- ¡Ah, allá están! ¡Vamos, Onii-chan! – exclamó Raiha, agarrándolo de la mano y corriendo hacia donde se encontraban las cinco, con Yotsuba agitando la mano para saludarlos.
Estando ya las cinco hermanas ataviadas cada una con su yukata, Fuutarou tuvo que reconocer que se veían realmente hermosas. Cada una de ellas había elegido un diseño personal, haciéndolas destacar todavía más entre sí. La de Ichika tenía un diseño de mosaico predominantemente naranja, con detalles en azul y amarillo sujeto con un obi rosa oscuro. Nino usaba una púrpura con conejos blancos sujeto con el obi azul oscuro. Miku usaba una azul claro con siluetas de golondrinas azul oscuro, y el obi era verde claro, aunque a él le pareció que los auriculares quedaban algo fuera de lugar con el atuendo (¿alguna vez se los quitaba?). La de Yotsuba era verde claro con flores blancas de cuatro pétalos, que combinaba bastante bien con su lazo. Y por último, Itsuki llevaba una yukata de color rojo oscuro con un diseño simple a rayas verticales, pero le iba bien con su color de cabello, que aquel día se lo había recogido en un moño detrás del cuello.
Yotsuba fue la primera en ir a saludarlos, y el resto de las hermanas rápidamente los rodearon. Estaba claro que todas tenían interés en ver a Raiha, aunque a Fuutarou no se le escapó que Nino e Itsuki intencionalmente mantenían su distancia con él.
- ¡Qué gusto que pudieran venir! – dijo Yotsuba, agachándose para tomarla de las manos.
- ¡Gracias por invitarnos! Onii-chan también lo apreciará, aunque no lo diga. – dijo Raiha alegremente, haciendo que él volteara algo abochornado. Afortunadamente, no tardó en volver su atención hacia las otras cuatro hermanas. – ¡Wow, de verdad son casi idénticas!
- Te lo dije, ¿no? – dijo Yotsuba poniéndose de pie para que las demás pudieran verlas. – Bueno, ya conoces a Miku e Itsuki. Ellas son Ichika y Nino. Chicas, conozcan a Raiha-chan, ¿no les dije que es más adorable en persona?
- No, creo que se te olvidó. – dijo Ichika, acercándose con una gran sonrisa. – ¿Cómo estás, pequeña? Es un gusto conocer a la linda hermanita de Fuutarou-kun. Y linda yukata, por cierto.
- Jeje, gracias, las de ustedes también se ven geniales. – dijo Raiha. – ¡Onii-chan, ¿qué esperas para saludarlas?!
- Ho... hola... – dijo él casi a regañadientes, pero como era de esperarse, solo Ichika, Yotsuba y Miku respondieron a su saludo. Nino e Itsuki hicieron gestos rápidos antes de desviar la mirada.
- Oh vamos, chicas, ¿no podemos hacer una tregua, aunque sea solo por hoy? – dijo Ichika.
- ¿Tenemos más remedio? – dijo Nino cruzándose de brazos. – Se supone que este festival fuese para nosotras cinco. ¿Para qué lo invitaron a él?
- Oye, para que conste yo solo vine por mi hermanita. – se defendió Fuutarou.
- ¿Cuál es el problema? – dijo Ichika. – Lo justo es justo, lo sometimos a votación, ¿recuerdas?
- Sí, lo sé. – dijo Nino hinchando los cachetes. – Me ganaron la votación cuatro a una. Por cierto, muchas gracias, Itsuki.
- ¿Qué querías que hiciera, Nino? – protestó la pelirroja. – Yo no quería invitar a Uesugi-kun, pero si Yotsuba invitó a Raiha-chan, ¿cómo iba a negarme?
- Disculpa, tú eres Nino, la que hizo las galletas, ¿verdad? – dijo Raiha acercándose a la susodicha. – Realmente estaban muy deliciosas, me encantaría aprender a hacerlas así.
Fuutarou pudo ver que la expresión arisca de Nino se suavizaba ante las palabras de Raiha, incluyendo un leve rubor en sus mejillas. Parecía que estaba luchando contra el impulso de sonreír.
- N-no es para tanto. – dijo enredándose un mechón de pelo entre el dedo. – Hacer galletas como esas es algo muy sencillo para mí. Puedo enseñarte si quieres.
- ¿De verdad? ¡Muchas gracias! – Y sin más, la pequeña se lanzó a abrazarla, arrancándoles a todas las demás unos "awww", mientras Fuutarou trataba de no reírse al ver la cara sonrojada de Nino. Debió imaginarlo: hasta una chica arisca como ella encontraría irresistible su dulzura.
- ¡Bueno, bueno, no perdamos el tiempo, el festival nos espera! – declaró Yotsuba alzando el puño en el aire. – ¡Vámonos!
- ¡SÍIII! – exclamaron las cuatro hermanas restantes y Raiha al unísono. Cuando se le quedaron mirando, Fuutarou reaciamente tuvo que imitarlas.
¿Cómo fue que se dejó convencer de que lo arrastraran a este festival? Esperaba no arrepentirse de su decisión después.
...
El grupo se fue camino hacia el sitio del festival sin mucha prisa. Aunque ya había comenzado, los fuegos no empezarían hasta eso de las siete de la noche, y durarían una hora completa. Muchísima gente había venido para verlos, y Nino les explicó que había reservado la azotea de una tienda como el lugar para que pudieran observarlos tranquilamente.
- ¿En dónde está esa tienda? – preguntó Fuutarou, a lo cual Nino lo fulminó con la mirada. – ¿Qué? Solo pregunté.
- ¿Cuál es la prisa, geniecito? – dijo Nino. – Si el espectáculo empieza en dos horas.
- Tal vez, pero para saber a dónde ir. – dijo él. – Por si alguien se pierde, ya saben el tumulto que se hace cuando llega la hora.
- En eso él tiene razón. – dijo Miku quedamente, pero Nino la escuchó.
La segunda hermana murmuró algo que Fuutarou no alcanzó a entender, salvo por una palabra que sonó como "metiche", antes de decirles a regañadientes a dónde debían ir, en caso de que, por improbable que fuera, fueran a perderse.
- ¡Ah, juego de atrapar peces dorados! – exclamó Raiha, corriendo hacia el puesto. – ¡Onii-chan!
- Ya voy, déjame atraparte uno. – dijo mientras sacaba su billetera para pagar. – Deme una red, por favor.
Habiendo pagado, el chico se inclinó sobre el puesto. Miró detenidamente y tras elegir su objetivo sumergió la red para atraparlo. Pero esta se le rompió antes de poder echarlo a la taza y el pececito volvió a caer al tanque.
- Buuu, fallaste. – dijo Raiha.
- Solo fue de práctica. – dijo él, pasando un poco más de dinero. – Otra, por favor.
Lo volvió a intentar, pero el resultado fue el mismo, y el pececillo se le escapó. Sin cejar en su empeño pagó una tercera, pero volvió a fallar. Igual que con la cuarta y quinta.
- Oh, ¿el genio no puede atrapar un pez para su hermanita? – se burló Nino.
- Claro que puedo. – aseguró él, luchando contra la irritación por el comentario. – Otra más, por favor.
- ¿Quieres que te enseñe cómo se hace? – preguntó Yotsuba, agachándose al lado de él, y sacando un par de billetes de mil yenes para pagarle al encargado. – La mitad que sean para él, por favor.
- Oye, no es necesario, yo puedo pagar las mías. – dijo Fuutarou.
- ¿Qué importa? – dijo Yotsuba. – ¿Qué tal si competimos tú y yo a ver quién atrapa más?
Sonaba a que lo estaba retando, y siendo ese el caso, no podía rehuirle al desafío. Si bien no le importaba pagar con su propio dinero, no habría mucha diferencia si de todos modos él atrapaba los peces para su hermanita, y si Yotsuba le daba los suyos, tanto mejor para él. Además, ¿qué tanto sabría la chica de atrapar peces en este juego?
...
Como resultó ser, en realidad Yotsuba era bastante habilidosa. A diferencia de él, que siempre sumergía la red y el pez se le escapaba antes de poder sacarlo, o la red se le rompía después de que lo hacía, ella esperaba al momento a que se acercara a la superficie, y con un solo movimiento lo sacaba antes de que pudiera escapar. Según la chica, el secreto estaba en esperar y hacer un movimiento rápido con la muñeca para evitar que la red se impregnara de agua. Lo hizo tan bien que incluso lograba sacar dos o tres con cada red antes que se le rompiera y tuviera que usar otra.
En contraste, él no logró conseguir ni uno a pesar de haber usado diez redes seguidas (y sin contar las primeras cinco que pagó él). Para cuando Yotsuba había logrado sacar dos docenas todavía le quedaban dos de sobra y se las cedió a un niño que estaba esperando, como ya no le hacían falta. Y entretanto, Raiha iba de lo más contenta sujetando las tres bolsas con sus pececitos dorados. Eso alegraba a Fuutarou, pero... no podía evitar sentirse algo acomplejado por ello.
- Jaja, ¿qué se siente que te gane una chica, genio? – dijo Nino.
- No hables, que tú tampoco atrapaste ninguno. – contraatacó él, haciéndola enfurruñar.
Aun así, para no quedar tan mal, le ofreció comprarle algo más de alguno de los puestos cercanos. Le sorprendió que Raiha eligiera un superset de mini fuegos artificiales de todas las cosas, aunque la pequeña argumentó que no podía esperar, así que accedió.
La siguiente parada fue un puesto de máscaras. La única que pareció interesada fue Miku, que vio una máscara de hombre bigotón que a Fuutarou le recordó vagamente a algunos grabados antiguos de Takeda Shingen. La tercera quintilliza se quedó con ella, aunque la mantuvo en un lado de su cabeza por el resto de la caminata.
- ¿No quieres una tú también? – le preguntó a Fuutarou.
- No son mi estilo. – respondió él.
- Lástima. No se te vería mal.
Fuutarou la miró de reojo. Con esa cara inexpresiva a veces era difícil leer lo que intentaba decir, así que no estaba seguro de si era un cumplido o una burla.
No muy lejos de allí, Miku divisó un puesto de ningyoyaki, y por petición suya de inmediato fueron a formarse en la fila para comprar los panecillos dulces. Ichika fue la primera en formarse, con Itsuki detrás de ella, y al llegar su turno, se llevó una grata sorpresa.
- ¡Oh, pero qué belleza! – exclamó el encargado, llenándole la bolsa a rebosar, mucho más de lo que había pagado. – ¡Un descuento por cuenta de la casa, preciosa!
- ¡Gracias, señor, me halaga! – dijo Ichika tomando la bolsa y saliendo de la fila.
Inmediatamente en cuanto Itsuki se acercó, Fuutarou vio que la quinta hermana intentó sonreír de manera coqueta, pero el encargado no reaccionó ante ella
- Disculpe... ¿no hay descuento? – dijo ella, tratando de poner una voz tierna.
- ¿Descuento? Jovencita, si quieres más tienes que pagar como los demás.
Fuutarou casi podría haber jurado que la vio echar vapor por los oídos de la rabia por el comentario, y efectivamente cuando terminaron de comprar cada uno su ración, la quinta hermana iba rumiando maldiciones contra el vendedor.
- ¡Estúpido viejo! ¿Qué no ve que tenemos la misma cara? ¿Por qué a Ichika sí le dio descuento?
- Ser quintillizas es complicado. – comentó Miku.
- ¿Quieres que te dé un poco de los míos? – ofreció Ichika.
- No gracias, no quiero sobras de otros. – dijo Itsuki indignada, mientras empezaba a comerse los suyos.
Fuutarou se preguntaba si Itsuki estaba más molesta porque solo le dieron el descuento a Ichika, o porque no lo pudo conseguir para ella.
- Bueno, ya que tú no los quieres... Fuutarou-kun, ¿qué tal si los compartimos, hmm? – le preguntó.
- ¿Eh? ¿Yo? – preguntó algo sorprendido.
- Son muchos para mí sola. – dijo cogiendo uno y levantándolo sugestivamente. – A ver, di "aaaahh".
- Oye, no empieces. – dijo él, alejándose un poco y haciéndola reír.
- ¡Solo era broma, qué delicado! – dijo Ichika. – Pero en serio, no me importa darte la mitad si quieres, y si es mucho para ti solo, siempre puedes compartir con Raiha-chan también.
Honestamente esa movida lo tomó desprevenido, pero usar a Raiha como palanca... ese fue un golpe bajo. Aun así, finalmente abrió la bolsa y dejó que Ichika vaciara la mitad del contenido de la suya. Siendo sincero, por querer economizar no pudo comprar muchos para él, así que hizo una nota de agradecérselo después. Aunque tuvo que soportar que Yotsuba, Raiha y hasta Miku se rieran de su bochorno, mientras Itsuki y Nino continuaban mirándolos con molestia.
- Bien, si los tortolitos terminaron de jugar, el festival sigue. – dijo Nino. – ¡En marcha, que el tiempo es oro!
Así el grupo de siete continuó visitando prácticamente cada puesto del festival. A pesar de divertirse mucho en los juegos, Fuutarou se sentía humillado cada vez que competía contra alguna de las quintillizas en alguno para ganarle un premio a Raiha y salía perdiendo: primero, cuando intentó el de la campana y el martillo para medir la fuerza, casi se fue para atrás por el peso de este último sin poder golpear la palanca, y luego Yotsuba le dio tan fuerte que por poco no saca la campana volando. Muchos de los que miraban se rieron de que una chica fuera más fuerte que él.
En un puesto de dardos para reventar globos compitió contra Nino e Itsuki, y aunque no fue tan aplastante parecían sentirse muy satisfechas de haberle atinado a más que él. El único consuelo fue que el peluche que él ganó fue el que más le gustó a Raiha. Tomaría eso como una victoria personal.
Inclusive Miku, tan taciturna que se veía, pudo lucirse derribando las dianas en el juego de pistolas de corcho. Tenía mejor puntería que él, de eso no había duda. Estaba tan acostumbrado a ser el primero en lo que hacía que esta sensación no le resultaba fácil de digerir. Aunque de nuevo, todo lo que él hacía era estudiar.
Con todo, no negaba que se estaba divirtiendo, y el pararse en cada puesto de comida (incluyendo posteriormente, pero sin limitarse solo a yakisoba, chocobanana, hielo raspado, y prácticamente todo lo demás del festival) no era algo malo en absoluto. Y desde luego, Raiha no dejaba de reír y divertirse con las quintillizas, que claramente se estaban encariñando con ella. Ver a su hermanita así de alegre hacía que cualquier humillación que hubiera sufrido se la llevara el viento.
- Atención por favor. – sonó una voz femenina por los altavoces del lugar. – Les anunciamos que los fuegos artificiales comenzarán en cinco minutos. Por favor diríjanse hacia sus sitios de observación.
- ¡Ya escucharon! – dijo Nino con voz mandona. – ¡Deprisa, vámonos a la tienda!
Itsuki y Miku rápidamente se agarraron de Nino para no perderse cuando inevitablemente inició el tumulto, mientras Fuutarou caminaba detrás de ellas con Raiha de la mano, Yotsuba junto a él e Ichika "vigilando la retaguardia" (o eso fue lo que dijo).
- Nino parece estar muy emocionada con todo este festival. – comentó el chico.
- Todas lo estamos. – dijo Yotsuba, atrayendo la mirada de él. – Desde que tenemos memoria, todos los años veíamos los fuegos artificiales juntas con mamá. Ella los amaba, y nosotras también llegamos a hacerlo.
- ¿De verdad?
- Así es. – asintió ella. – Incluso después de que ella murió, seguimos haciéndolo. Es un recuerdo importante para nosotras.
- Ya veo. – Fuutarou no pudo evitar que se le escapara una sonrisa. Ahora entendía por qué hacían tanto jaleo por estos fuegos que podían ver cada año, y hasta se sintió algo conmovido de que los invitaran a él y a Raiha para compartir ese recuerdo.
En eso sonó un celular detrás de él, y se percató que se trataba del de Ichika, quien se detuvo para contestarlo. Ya estaban cerca de la tienda que había reservado Nino así que cuando todas las demás ya habían entrado, él imaginó que Ichika se les uniría cuando atendiera esa llamada. Raiha echó a correr junto con Yotsuba escaleras arriba, y él por su parte se tomó su tiempo antes de llegar.
Pronto el cielo nocturno comenzó a iluminarse con las chispas multicolores por todas partes, y tanto Raiha como las hermanas Nakano se quedaron embelesadas observando el espectáculo. Extrañamente, no sabía si fuese por la atmósfera, o por estar rodeado por todas ellas, pero algo dentro de él le hizo empezar a apreciarlo también. Normalmente estas cosas no le emocionaban tanto, pero podía entender por qué a otras personas sí. Quizás era contagioso.
Aun así, todos estaban tan absortos con el espectáculo que tardaron unos pocos minutos en darse cuenta de que faltaba alguien.
- Oigan, ¿dónde está Ichika-san? – preguntó Raiha. Inmediatamente todas las hermanas empezaron a mirar alrededor de la azotea.
- Hey, es cierto. – dijo Yotsuba. – Uesugi-san, ¿no estaba detrás de nosotros?
- Lo estaba cuando llegamos al edificio. – dijo Fuutarou. De pronto entonces se acordó de algo más. – Esperen, cuando estábamos por entrar...
- ¿Qué pasa? – dijo Nino viniéndole al paso. – ¡Habla de una vez!
- ¡Calma! – exclamó Fuutarou. – Lo que iba a decir es que sonó su teléfono y se detuvo para contestarlo. Ya estábamos cerca así que no pensé que...
Nino parecía que quería decir algo, quizás echarle la culpa por no decirles, pero al final se contuvo. Todas las hermanas se miraron entre sí. A su vez, Fuutarou se preguntaba si esa llamada había tenido algo que ver con su desaparición tan repentina. ¿Qué podría haber sido? Por la forma en como hablaban, este festival era muy importante para todas las hermanas, y obviamente no sería lo mismo si faltaba una.
Nino cogió su teléfono y trató de llamar a Ichika, pero no tenía señal donde estaban. Las demás tampoco tuvieron suerte, así que solo les quedaba una opción.
- Vean si pueden encontrarla. – dijo Nino, indicándoles a todos que se acercaran al barandal de la azotea. – Tú también. – agregó dirigiéndose a Fuutarou.
Las cuatro hermanas restantes y Fuutarou se echaron a ver. Raiha se había montado en los hombros de Yotsuba para tener más rango de visión, pero entre tanta gente iba a ser muy difícil ubicarla. Fuutarou casi se preguntaba por qué le importaba tanto ayudarlas, si apenas las conocía, pero algo dentro de él le decía que no podía dejar las cosas así.
- Nos vendrían bien unos binoculares ahora. – comentó, haciendo que Nino le frunciera el cejo. – Solo decía.
Sin embargo, el echar un vistazo hacia los edificios un poco más lejos, alcanzó a ver lo que parecía ser una yukata naranja con amarillo y azul. La iluminación podría estar jugándole malas pasadas, pero señaló hacia allá esperanzado.
- ¿Esa no es Ichika? – exclamó.
Todas se acercaron para ver, y comenzaron a gritarle tratando de llamar su atención, pero a esa altura y con los murmullos de la gente parecía que no los escuchaba. Fuutarou se preguntaba por qué no había entrado con ellos. Todas sabían la dirección así que no podía haberse perdido, menos cuando ya estaban tan cerca de llegar.
- Voy a bajar. – declaró el chico. – Algo debe estar pasando, y tendré que averiguarlo.
- ¡Voy contigo, Uesugi-san! – exclamó Yotsuba.
- No, quédate aquí. – le dijo él terminante. – Esto es importante para ustedes, ¿no es así? Verlo todas juntas. Yotsuba, cuida de Raiha hasta que regrese.
- ¡Onii-chan, espera!
Y sin decir más nada, e ignorando las quejas de su hermanita, corrió escaleras abajo. Mentalmente rezó para que no se moviera de allí hasta que él llegara.
Sin embargo, una vez abajo Fuutarou se dio cuenta de que sería mucho más difícil llegar hasta Ichika de lo que se veía desde arriba. A diferencia de ellos, una gran cantidad de gente se había amontonado en la calle para observar los fuegos y al abrirse paso entre la multitud le resultaba casi imposible no chocarse contra alguien. Para cuando llegó a donde vio a la chica desde la azotea, ya no se encontraba allí.
- Diablos, ¿dónde te metiste, Ichika? – preguntó.
Viendo la hora en su celular se dio cuenta que ya habían pasado diecisiete minutos desde que iniciaron los fuegos y el tiempo seguía corriendo. ¿En qué andaba la hermana mayor para escabullirse del resto de esa forma?
Dio un par de vueltas más y la encontró recostada junto a un poste, mirando su celular. Parecía que no se había fijado en él todavía, así que trató de acercarse aprovechando que, con todo el murmullo de la gente y los ruidos de los fuegos artificiales, sería difícil que lo oyera.
Sin embargo, en cuanto ella lo vio, sin motivo aparente se dio la vuelta y empezó a correr en la dirección contraria. Él se quedó pasmado por un momento, antes de echar a correr y seguirla. Parecía que intentaba perderlo entre el mar de gente,
- "¿A qué estás jugando?"
La chica dio la vuelta detrás de unas escaleras y él brevemente la perdió de vista. De inmediato apretó el paso para que no se le escapara de nuevo, pero en cuanto llegó allí, ya no la vio más.
- ¿Qué rayos...?
- ¿Buscabas a alguien?
- ¡Ack! – El chico se sobresaltó, y vio que ahí estaba Ichika, con su sonrisa coqueta habitual. Por alguna razón que no podía explicar la sentía peor que la sonrisa de chica tonta de Yotsuba, pero al menos ya la había encontrado.
- Jaja, disculpa, ¿te asusté? – dijo ella.
- Para nada. – mintió él. – Como sea, ¿por qué no subiste a la azotea con las demás? Te están esperando para ver los fuegos juntas.
- Ah, sí... sobre eso... no podré ir.
- No digas tonterías. – dijo él agarrándola de la mano. – Vámonos.
- Oye, Fuutarou-kun, aún es muy pronto para que nos tomemos de la mano. – dijo ella, evidentemente resistiéndose.
Quizás si él fuera físicamente un poco más fuerte podría habérsela llevado a fuerza, pero por desgracia no lo era, y la chica permaneció donde estaba, resistiéndose a su intento por hacerla caminar, pero extrañamente sin hacer esfuerzo por soltarle la mano.
- Ichika, no estoy para juegos, vámonos. Las demás nos esperan. – insistió él.
- ¿Cuál es la prisa? – replicó ella. – ¿Por qué no nos quedamos solo un ratito así?
Él estuvo a punto de replicar que no podían perder su tiempo, pero entonces un par de mujeres que cargaban una tabla de notas con un bolígrafo se les acercaron.
- Disculpen, por favor. Estamos haciendo una encuesta a los participantes del festival. ¿Podrían decirnos cuál es su relación?
- ¿Eh? – Fuutarou se quedó pasmado con la pregunta tan repentina, pero antes de responder, la otra encuestadora dio su propia opinión.
- Bueno, creo que no hace falta preguntar eso. – dijo con una sonrisa. – Evidentemente ustedes son novios.
- Cierto. – dijo la otra. – Son una linda pareja si me permiten decirlo.
- ¿Cómo? – preguntó él, y entonces su mirada se dirigió a donde estaba su mano entrelazada con la de Ichika. Era obvio que cualquiera que los viera de ese modo lo asumiría fácilmente.
- Sí, de hecho, lo somos. – dijo Ichika, aferrándose a su brazo, tan fuerte que pudo sentir como presionaba sus pechos contra él. – ¿No es un chico lindo?
Apenas podía imaginarse que su cara estaba, o ardiendo al rojo vivo, o habría perdido todo su color. En realidad no lo sabía; su mente estaba demasiado bloqueada como para decir algo. La mitad de su cerebro le gritaba que tenía que contradecir a Ichika y regañarla por semejante atrevimiento, y la otra estaba muy ocupada diciendo que si decía algo podría meterse en problemas.
- Oh, perdónenlo. Es que es nuestra primera cita y el pobre está muy nervioso, ¿verdad? – dijo ella, en un tono que claramente denotaba diversión. – Si nos disculpan...
No supo si agradecerle o recriminarle que lo arrastrara lejos de allí, de las encuestadoras y de esa situación tan incómoda. Para cuando se dio cuenta que podía pensar con claridad de nuevo y hablar, ella se lo había llevado a un callejón, y esto fue lo primero que le dijo:
- ¿En qué estabas pensando? ¿Por qué les dijiste que éramos novios?
- Oh, vamos, solo me estaba divirtiendo un poco. – sonrió ella. – Debiste ver tu reacción, no tuvo precio.
- Sí, debió ser muy divertida, para ti. – dijo él molesto.
- ¿Qué te pasa, Fuutarou-kun? – preguntó Ichika, poniendo una cara fingiendo sentirse herida. – ¿Tan malo te suena que pudiéramos ser novios? Porque a mí me encantaría.
Esta vez, Fuutarou sí se sintió sonrojar. ¿Estaba hablando en serio, o solo lo decía para sacarle reacciones? Si era lo segundo, obviamente le molestaba que jugara de ese modo a expensas suyas. Pero si era lo primero...
Si era lo primero, ¿qué debía pensar? Es decir, ¿por qué iba a fijarse una chica como Ichika en alguien como él? Después de todo, difícilmente ganaría premios por atractivo, ya fuese de físico o personalidad, y no había muchas chicas que gustasen de los cerebritos gruñones como él.
- Los fuegos artificiales... son increíbles, ¿no te parece? – le dijo ella después de un rato de silencio.
- Todas están muy emocionadas por verlos juntas. – dijo él. – ¿Me vas a decir lo que...?
- Shhhh. – lo calló ella poniéndole el dedo en los labios. – Escucha, lo que te voy a decir ahora, no vayas a decírselo a las demás. No podré ver los fuegos con ustedes esta noche.
Esta vez, Fuutarou no preguntó nada, ya que la quintilliza mayor estaba hablando con un tono inusualmente serio, totalmente diferente al que le había escuchado hasta entonces.
- Me llamaron para un trabajo urgente, así que por eso no puedo ir con ustedes. – explicó Ichika. – Además, todas somos iguales, ¿quién notará que falta una de nosotras?
- Muy graciosa. – dijo él. Desde luego que se dieron cuenta, aunque se tardaron un poco en notarlo. – ¿De qué clase de trabajo hablas?
- Te lo contaré después. – dijo ella. – Mi colega me está esperando, pero creo que lo perdí de vista cuando me encontraste.
- ¿Por eso trataste de huir de mí? – preguntó él, poniendo los brazos en jarras. – ¿Por qué no dejas el misterio y me dices de una vez lo que pasa?
Ichika suspiró. De buenas a primeras, todo ese misterio parecía sugerir que podría estar metida en algo peligroso o cuestionable. ¿Por qué si no iba a querer guardar el secreto de sus hermanas? Aun así, mirarla fijamente pareció tener el efecto que él buscaba, y la hizo hablar.
- Desde hace tiempo aspiro a convertirme en actriz profesional. No hace mucho conseguí un contacto con un asistente de cámara, y dijo que podría conseguirme un lugar en una audición pronto. Pero...
- Te llamó justo esta noche, ¿no? – completó él. Ella se rio.
- Qué ironía, ¿verdad? Justo la noche en que todas íbamos a ver los fuegos artificiales. Espero que mamá pueda perdonarme, aunque sea solo por esta vez.
- ¿Por qué no les dices nada a las demás?
- Quería que fuese una sorpresa. – dijo ella. – Estaba planeando decirles después de la audición si lograba que me seleccionaran para el papel.
Muy bien, hasta esa parte parecía haber algo de lógica en la actitud de Ichika, pensó Fuutarou. Sin embargo, él había estado dando vueltas por el lugar buscándola, y no le parecía justo regresar sin ella. Como mínimo, Nino e Itsuki se lo iban a restregar en la cara. Mirando de reojo hacia un reloj al otro lado de la calle supo que ya habían pasado veinticinco minutos desde el inicio de los fuegos, y el tiempo seguía corriendo.
- Mira, esto es importante para mí, así que quiero pedirte un favor. – prosiguió la chica de pelo rosa. – Quédate con ellas esta noche y cuídalas por mí, ¿sí?
- ¿Por qué me tomas, por niñera? – preguntó él. – Ellas no necesitan que las cuide.
- No me refiero a eso. Desde que mamá murió, las cinco hicimos la promesa de que siempre estaríamos juntas, que siempre compartiríamos todo. Pero esta noche no puedo hacerlo. Necesito estar segura de que alguien más ocupará mi lugar, solo por esta vez.
Fuutarou podía entender lo que decía, pero ¿tenía que ser él quien ocupara ese lugar? De nuevo, no era que ella tuviese a alguien más en aquel momento a quién pedírselo ni mucho menos. Parecía que dicha responsabilidad había caído en él, y ahora tendría que llevarla.
No obstante, aún quedaba otro problema.
- ¿Qué les voy a decir? No creo que les guste saber que logré encontrarte, pero luego dejé que te fueras.
- Oh, no te preocupes. – dijo ella volviendo a sonreír, evidentemente asumiendo que había aceptado su petición. – Solo diles que me viste subir al auto de un hombre mayor con bigote y que no sabes a dónde me llevó.
- ¿Eso no las va a preocupar más? – preguntó él. Era una preocupación legítima.
- Tú tranquilo. – aseguró ella, guiñándole el ojo. – Si todo sale bien, podré volver pasadas las nueve de la noche.
En eso sonó el teléfono de Ichika de nuevo. La pelirrosa lo contestó y aunque Fuutarou solo oyó su lado de la conversación, evidentemente estaba confirmando que se iría y decidiendo un punto dónde podían encontrarla. No podía hacer nada para detenerla.
- ¿Quieres acompañarme un rato más? – le preguntó. Al no ver motivo para negarse, él simplemente se encogió de hombros.
...
Mientras esperaban a que llegara el auto a recogerla, Ichika le explicó que desde hacía poco más de medio año había estado actuando roles menores en algunas películas de bajo presupuesto, y que esperaba que esta audición pudiese catapultarla a hacer su debut. Quería sorprender a sus hermanas una vez que consiguiera el papel, y confiaba plenamente en que lo iba a lograr.
Por lo visto la dedicación no era un rasgo exclusivo de Yotsuba; Ichika también demostraba tenerla, y él la respetaba por eso.
- Yotsuba se ha esforzado mucho estudiando estas dos semanas, ¿sabes? – le dijo. – Dice que eres muy dedicado y sabes realmente lo que haces.
- Es lógico, es por eso que me pagan. – dijo él, volteando la mirada.
- No seas tan modesto. – dijo ella. – Aun así... también dice que eres demasiado serio. Deberías sonreír más, te haría ver más lindo. Y no es que seas feo, ¿eh?
Fuutarou rodó los ojos, pero sintió que el rubor le subía a las mejillas. ¿Por qué tenía que ser así?
- Yotsuba lo ha tenido muy difícil desde que la suspendieron de nuestra escuela. – prosiguió Ichika. – Todas contamos contigo para que puedas ayudarla. Y que podamos volver a estar todas juntas.
- Me esforzaré por hacerlo. – aseguró él.
- No lo dudo. – La pelirrosa volvió a sonreír, justo cuando venía un auto azul oscuro acercándoseles. – Bueno, ya vienen por mí. Deséame que me rompa una pierna.
- ¿Qué dices?
- ¿Oh, no se supone que así se desea buena suerte? – dijo ella, como si fuera lo más obvio. Fuutarou se llevó una palma a la cara.
- Eso es para teatro, señorita. – señaló él, pero ella se rio de su propia equivocación.
- ¡Ichika-chan! – dijo hombre con una voz ligeramente afeminada, bajando la ventana del conductor. Efectivamente, parecía un treintón y tenía un poblado bigote. – ¡Démonos prisa, el tiempo es oro!
- ¡Sí, claro! – dijo Ichika, volviéndose hacia Fuutarou. – Bueno, ya lo sabes. Cuida de Yotsuba y las demás por mí, ¿de acuerdo? Cuento contigo.
Y guiñándole el ojo, la vio girar alrededor del auto para subirse, y sin perder tiempo arrancó. El chico se quedó mirándolo hasta que se perdió de vista en la calle. No estaba del todo seguro del porqué había terminado aceptando lo que dijo la hermana mayor, pero ahora que lo había hecho, no podía echarse para atrás.
El reloj de su celular le indicaba que quedaban todavía veinticinco minutos para que terminara el espectáculo. Ya no le quedaba más que volver con las otras y disfrutar del resto, y mantener el secreto de Ichika hasta que ella regresara.
...
No haría falta decir que para cuando volvió a la azotea, Nino no se mostró nada contenta cuando lo vio regresar sin Ichika. Fuutarou cumplió su promesa de no decir lo que estaba haciendo, limitándose solo a decirles que ella huyó cuando lo vio (lo cual era cierto) y que se fue en un auto con un hombre mayor bigotudo, tal como ella le pidió. Por fortuna para él, Miku aparentemente ya la había visto salir antes de un auto similar llegando a casa, por lo que no tuvo que entrar en más detalles al respecto. Y aunque por un momento Nino quiso recriminarle el haberla dejado escapar, Yotsuba y Miku salieron en su defensa, diciendo que al menos hizo el intento y que no era su culpa si Ichika se le había escapado.
No necesitaban saber que él la había dejado escapar porque ella lo convenció.
- Dios, ¿por qué Ichika tuvo que escaparse? – se quejó Itsuki. – ¿En qué está pensando de todos modos?
- Al menos aún podemos ver los fuegos. – dijo Raiha comiéndose una bolsita de dulces, haciendo que la quinta hermana relajara su expresión.
- Tokugawa Ieyasu fue el primero en la historia de Japón en ver fuegos artificiales. Estos se originaron en China, pero al llegar a Europa fueron traídos junto con las armas de fuego. – comentó Fuutarou.
- Qué aburrido, ¿a quién le interesan esas lecciones de historia? – exclamó Nino.
- Yo lo encuentro fascinante. – dijo Miku, sacándole unas risitas a Yotsuba y Raiha, a expensas de Nino.
Quedaba cerca de un cuarto de hora para las ocho de la noche, y con eso concluirían los fuegos. Aunque no había hecho gran cosa excepto comer junto con las demás, observar los fuegos y escuchar un poco las quejas por la ausencia de Ichika, Fuutarou tuvo que admitir que no había sido una noche tan mala. Mentiría si dijera que se había aburrido, y salvo por haber correteado antes a Ichika entre la multitud de gente, no había pasado nada que tuviera que lamentar.
Y estaba el hecho de que la hermana mayor le había pedido que cuidara de las otras, aunque él no creía que lo necesitaran realmente. Parecía que mientras estuvieran juntas eran capaces de pasar cualquier cosa sin problemas.
- Bueno, creo que solo me queda una cosa por hacer. – declaró de pronto Nino, hablando en un tono solemne. – En vista de que Ichika no está, yo soy la mayor y por lo tanto estoy a cargo.
- Oye, espera, Nino, ¿cómo que estás a cargo? – se quejó Itsuki. – ¿A cargo de qué, de cualquier manera?
- Déjame terminar. – dijo Nino. – Como dije, es nuestra tradición que las cinco hermanas veamos el espectáculo juntas, pero este año sin Ichika, me llevó a tomar una decisión. Yo, Nino Nakano, como segunda mayor de las cinco...
Señaló hacia donde estaba él, y no pudo evitar sentir que se le hinchaba algo el pecho de orgullo. ¿Acaso habría pensado lo mismo que Ichika, que Fuutarou fuese a...?
- ... nombro a Raiha-chan como nuestra hermanita honoraria por esta noche. Quienes estén a favor levanten la mano ahora mismo.
Un coro de "¡Ohhhhh!" sonó entre las tres quintillizas restantes y la propia Raiha, mientras que Fuutarou sintió que se volvía a desinflar el orgullo. Por supuesto; no iba a pensar en él, sino en Raiha. Sin embargo, los subsecuentes gritos de alegría y celebración de parte de todas, mientras se tomaban turnos para cargar a Raiha en sus hombros y apapacharla a más no poder bastaron para hacerlo olvidarse de eso.
- ¡Yupiiii! ¡Raiha-chan será nuestra hermanita! – gritó Yotsuba.
- ¡Al fin dejaré de ser la bebé de la familia! – exclamó Itsuki. – ¡Podré ser hermana mayor!
- Ya no soy más la intermedia... – dijo Miku sonriendo.
- Oye tú. – dijo Nino pasándole su teléfono. – Haz algo útil y tómanos una foto a las cinco, ¿quieres?
Fuutarou quiso gruñir algo por el tono mandón de Nino, pero ver a Raiha haciéndole ojitos sirvió para que se le olvidara. Les pidió a las cinco que se formaran delante de él mientras preparaba la cámara.
Yotsuba se sentó en cuclillas en todo el centro haciendo una V de la victoria con cada mano y con una amplia sonrisa que enseñaba todos los dientes, con Raiha montada en los hombros. Miku se puso del lado izquierdo, con una mano sobre el pecho y sonriendo de manera más relajada. Itsuki se puso del lado derecho, saludando con la mano. Y finalmente Nino, que se puso detrás de Yotsuba y Raiha, hizo una mueca de jalarse el ojo y sacar la lengua (que Fuutarou sospechó iba dirigida hacia él).
- ¿Listas? – dijo antes de presionar el disparador, y al recibir asentimientos de todas, pulsó el botón para capturar la fotografía.
Seguramente Raiha querría que le dieran una copia después. Una pena que no hubiese podido ser con las cinco, pero para una niña que siempre deseó tener una hermana mayor, cuatro de ellas a la vez era algo a lo que no le podría hacer ascos.
Esa foto sería un buen recuerdo de ese festival, tanto para Raiha como para él.
(--0--)
9:27 pm, en un parque cercano...
Aun después de que terminó el espectáculo, las hermanas Nakano no quisieron irse a casa todavía. Después de mucho intentarlo, Nino por fin logró que Ichika le contestara el teléfono y le dijo que la estaban esperando en un parquecito cerca del sitio del festival.
Fuutarou estaba sentado en una banca, vigilando a su pequeña hermanita que se había quedado dormida. Yotsuba se le acercó, mientras las otras tres hermanas seguían aguardando a que Ichika apareciera. Todavía había una forma de que pudiesen cumplir su promesa.
- ¿Seguro que a Raiha-chan no le molestará?
- Fue su idea. – aseguró Fuutarou. – Es su forma de agradecerles por habernos invitado.
- Jeje, eres muy afortunado de tener una hermanita tan linda. – dijo Yotsuba con una gran sonrisa.
Poco antes de quedarse dormida, Raiha le sugirió darles a las quintillizas el set de mini fuegos artificiales que él le compró. Quizás no serían tan espectaculares como los del festival, pero viendo el lado positivo, podrían tenerlos solo para ellas y disfrutarlos juntas. Raiha no solo era una niña dulce y alegre, sino que también era muy inteligente para su corta edad.
- Y bien, ¿te divertiste? – le preguntó Yotsuba, sentándose junto a él.
- Hmm... mentiría si dijera que no. – dijo él. – Pero recuerda que mañana tenemos que volver a estudiar. Aun tienes que entregarme la tarea de hoy.
- Lo sé, lo sé. – dijo la chica del lazo, enfurruñándose ligeramente. – Pero olvidémonos de eso solo por esta noche, ¿sí?
Fuutarou se encogió de hombros, pero accedió a su petición. Yotsuba se había estado esforzando durante toda la semana y se había ganado su día de descanso. Aunque no estaba muy seguro al principio y solo aceptó ir por Raiha, al final sí se divirtió, eso no lo podía negar.
A los pocos minutos oyeron un auto acercándose, y al detenerse Ichika bajó de él. La hermana mayor ya no llevaba su yukata; evidentemente había tenido que cambiarse de ropa para la audición, y de inmediato todas corrieron a recibirla.
- ¡Llegas tarde! – exclamó Nino. – ¿Se puede saber dónde estabas?
- Lo siento, de verdad. – se disculpó Ichika. – Surgió algo importante y no podía ignorarlo. Sé que lo habíamos prometido, pero...
- Bueno, ya no importa. – dijo la segunda hermana. – Luego podrás explicarnos todo; ahora date prisa. Te estábamos esperando para abrirlos.
Las hermanas se sentaron alrededor de una pequeña velita, que usaron para prender algunas luces de bengala. Yotsuba arrastró a Fuutarou para que también él cogiera una y la encendiera junto con ellas, y aunque no quería separarse de Raiha aceptó a regañadientes. Desde luego, el resto de los cohetes y demás que quedaron se los repartieron equitativamente entre ellas, y él no tuvo ningún problema con eso.
- "¿Por qué me siento tan bien por dentro?" – dijo al volverse a sentar en la banca con Raiha.
Llevaba apenas dos semanas de conocer a las quintillizas, y aunque no se llevaba bien con todas, el verlas a las cinco compartiendo los fuegos de ese modo le hizo sentir una extraña calidez por dentro. Se notaba que realmente eran muy unidas, y compartían todo entre ellas.
¿Sería porque habían perdido a su mamá? ¿Sería su forma de mantener vivo el recuerdo después de que las dejó, para sentir que todavía estaba con ellas? Quizás fuera en parte la razón, pero Fuutarou pensaba que quizás hubiera algo más allá de solo eso.
Pero eso sería otra historia, para otra ocasión. Lo último que vio antes de perder su batalla contra el sueño fue a Yotsuba e Ichika aproximándose a su banca. Si querían decirle algo, tendrían que esperar al día siguiente.
Esta historia continuará...
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