¡Feliz cumpleaños, Fuutarou! - Parte 2

Restaurante Aldini's, durante la mañana...

Yotsuba no había parado de ir de un lado al otro durante toda la mañana. Incluso contando con la ayuda de Itsuki y Miku, y también con la de los señores Uesugi y Raiha, realmente quería asegurarse de que todo estuviera a punto para la tarde.

- ¿Así está bien? – preguntó mientras colgaba un adorno del techo.

- Un poco más a la izquierda... sí, justo allí está bien. – le decía Itsuki, indicándole desde abajo.

Se bajó de la silla que usaba como apoyo, y se alejó para admirar su trabajo. No quería parecer arrogante, pero realmente se sentía muy orgullosa de sí misma por su esfuerzo. El lugar estaba poco a poco quedando perfecto para una fiesta sorpresa.

- Bien, ¿qué opinas? – dijo Yotsuba. – ¿Crees que les gustará?

- Estoy segura de que sí. – aseguró la hermana menor. – Entre esto, y con la comida de Isami-kun y Takumi-kun, no hay duda que les encantará.

- Jejeje, recuérdame que debemos darles las gracias a tus amigos por esto. – agregó Yotsuba.

Si bien técnicamente estaban pagando para usar este lugar, junto con el servicio de catering, era una suerte contar con la ayuda de esos hermanos italianos. Fueron muy afortunados de que Itsuki se volviera amiga de ellos para que les permitieran rentar el lugar por hoy.

- Yotsuba-san, ¿puedo tomar uno de estos? – preguntó Raiha, sosteniendo una caja llena de lanzadores de confeti.

- Ah, claro, Raiha-chan. – replicó la cuarta hermana. – ¡Pero no los dispares antes de tiempo!

- Yotsuba, necesito ayuda aquí. – dijo Miku, tratando de levantar una caja llena de adornos pesados.

- ¡Ah, ya voy!

Sin perder tiempo fue a auxiliar a su hermana intermedia, y alzó la caja sin problemas para llevarla hacia la pared donde iban a colocarlos. Miku se ocupaba de indicarle dónde colgar cada uno para que se vieran mejor, y mientras estaba en ello, Yotsuba se ponía a pensar un poco en todo lo que había llevado al día de hoy.

Por un lado, se sentía feliz de poder formar parte de esto. Hacerle una fiesta a Fuutarou por su cumpleaños era su forma de agradecerle todo lo que él había hecho por ella. Por el otro... no podía evitar sentir algo de envidia de Ichika, por el hecho de que lo tendría para ella sola durante todo el día.

De hecho, una parte de ella se preguntaba si la fiesta tendría algún sentido, ya que seguramente pasar el día entero en una cita juntos le haría divertirse lo suficiente. Tal vez cuando llegara estaría tan cansado que no estaría de humor para fiestas y celebraciones...

No, eso no podía ser así. Ya había llegado hasta aquí y no tenía sentido echarse para atrás. Además, ¿por qué iba a sentir celos de que él estuviera con Ichika? Había tomado su decisión y eso ella no lo podía cambiar. Lo mejor que podía hacer era apoyarlos a ambos para que fueran felices.

Ella también había tomado su propia decisión. Se haría a un lado por el bien del chico y de su hermana. Además, era innegable que hacían una pareja adorable, y no tendría el corazón para romperlas.

- Disculpen, ¿alguien tiene hambre? – dijo la señora Uesugi saliendo de la cocina, trayendo unas bandejas con bocadillos. – Los hermanos Aldini me pidieron que les trajera esto mientras llega la hora del almuerzo.

- ¡Ah, qué bien! – dijo Itsuki, corriendo para tomar algunos. – Hmm, qué bien huele esto, ¡se me abre el apetito!

- Oigan, ¿está bien que se coman eso? – dijo Yotsuba. – ¿No deberíamos guardar para los cumpleañeros?

- No tienen que preocuparse. – intervino una voz nasal. El hermano menor y más gordito, Isami, acababa de salir también de la cocina. – Los que hicimos para su fiesta se cobrarán aparte. Estos van por cuenta de la casa, así que pueden comer los que quieran.

- ¿Seguro? – preguntó Yotsuba, tomando algunos algo dudosa, pero finalmente tampoco pudo resistirse. – ¡Hmm, están deliciosos! ¡Miku, Raiha-chan, tienen que probar esto!

El comerse esos bocadillos hizo que las energías de la chica del lazo se revitalizaran, olvidándose por un momento de esas dudas que sentía por dentro. Rápidamente había recuperado su determinación y de nuevo tenía su objetivo en la mira: asegurarse de que Fuutarou tuviese el mejor cumpleaños que fuera posible.

(--0--)

En la tarde...

Cuando Fuutarou cruzó el umbral de ese restaurante no supo qué se encontraría, mucho menos que adentro le esperaba una fiesta sorpresa por su cumpleaños. Bueno, no era solo para él, sino también para su primo, que se mostró bastante más receptivo que él, una vez que asimiló la idea.

Una vez que la fiesta arrancó de manera "oficial", Fuutarou se sorprendió de que rápidamente se hubiese tornado en una casi repetición de la reunión que tuvieron en Navidad, excepto que esta vez también se encontraban los padres del chico. Se habían traído su propio equipo de karaoke y sonido para ponerse a cantar y bailar. Mientras Kintarou y Nino cantaban un dueto de baladas románticas (que se notaba que estaban gozando enormemente), Ichika lo sacó a bailar a él casi por la fuerza, pues le dijo que era eso, o tendría que cantar enfrente de todos para exponer su pequeño "talento secreto". Así que de inmediato tuvo que aceptar.

Fuutarou se sorprendía de cómo una fiesta con tan relativamente poca gente podía haberse animado tanto y tan rápido. Sin contar a los hermanos dueños del restaurante (que le sorprendió comprobar que no eran mucho mayores que él) y que estaban como "parte del servicio" sin participar activamente en la celebración, solo eran él, su primo, su hermana y sus padres, y por supuesto las quintillizas Nakano. Se imaginó que debía ser un talento de las hermanas para hacer buenas fiestas.

Mientras él bailaba con Ichika, y Kintarou cantaba a dueto con Nino, rápidamente el espíritu fiestero se propagó al resto: sus padres también salieron a bailar como si fueran un par de colegiales, y Yotsuba se puso a jugar con Raiha (estaba dándole "lecciones de baile", o al menos lo intentaba). Miku e Itsuki permanecían sentadas, la primera solo sonriendo y aplaudiendo mientras veía al resto, divertirse, y la segunda parecía más interesada en escurrir la mano hacia los bocadillos sobre la mesa para empacharse algunos cuando creía que nadie la estaba viendo.

- ¿Pasa algo, Fuutarou-kun? – le preguntó Ichika.

- ¿Eh? ¿Por qué lo preguntas?

- No sé, te noto... un poco distraído.

- No es nada, solo que... me doy cuenta que ustedes saben hacer buenas fiestas. – dijo él. – Solo mira como están mis padres.

Volteó a ver hacia la pareja adulta. De por sí sería difícil saber que en realidad eran padres con un hijo que acababa de cumplir sus dieciocho, no solo por su apariencia juvenil sino por la energía que desbordaban.

- Parecen estar gozándolo mucho. – asintió la Nakano mayor. – ¿Pero qué hay de ti? ¿Te gustó nuestra pequeña sorpresa?

- Hmmm... por supuesto. – dijo él, sonriéndole.

Aunque no podía evitar sentirse algo culpable por dentro. ¿De verdad ella se había tomado tantas molestias manteniéndolo afuera, solo por esto? Ni hablar de todo lo que tendrían que haber hecho Yotsuba y las demás para poner el lugar a punto para ellos.

Después de un rato, llegó la hora de servir la comida. Fuutarou realmente no se esperaba que les iban a servir lo que parecía un banquete de exquisiteces italianas, platillos que él solo había visto en televisión, libros de receta o incluso que desconocía por completo.

El que más llamó su atención fue una pizza enorme que tenía topping de lo que parecía carne sazonada con shigureni, pero que por alguna razón lo tenía únicamente en la mitad, y la otra mitad parecía ser de puro queso, por lo que cuando la sirvieron no pudo evitar dirigirles una mirada interrogante a los dos hermanos cocineros.

- Si no les molesta que les pregunte... ¿qué clase de pizza es esta?

- ¿Y por qué solo tiene topping de un lado? – agregó Kintarou, cogiendo una de las rebanadas con shigureni.

- Este es uno de nuestros platillos originales. La llamamos Doppio Mezzaluna Pizza. – dijo el hermano rubio, Takumi Aldini.

- ¿Doppio... qué cosa? – Kintarou ladeó la cabeza, aún más confundido.

- Significa "doble media luna". – explicó Itsuki. – Ya la he probado antes, y es deliciosa. Prueben primero la mitad con topping, y podrán comprobarlo.

La pizza estaba cortada ya de manera tal que habría para dos rebanadas para cada uno de los presentes, así que siguiendo la indicación de la Nakano menor, la mitad con topping de la pizza desapareció en un instante, y todos comenzaron a comer. La reacción colectiva no se hizo esperar.

- ¡Hmm, esto es increíble! – exclamó Raiha.

- ¡Delicioso, nunca había probado una pizza como esta! – dijo Yotsuba.

- ¿Cómo puede estar tan deliciosa? – preguntó Nino, que parecía incrédula. – Veo que lo que decías sobre ellos no eran fanfarronadas, Itsuki.

- Te lo dije. Comparada con ellos, eres solo una amateur.

Fuutarou podría jurar que vio chispas volar fuera de los ojos de Nino cuando Itsuki dijo eso, pero tuvo que admitir que realmente la pizza estaba increíble. Y para ser un platillo que se suponía que era de cocina italiana, tenía un cierto toque japonés que le gustaba. Se atrevería a decir que incluso superaba a la cocina de su madre, lo que era mucho decir. Estos chicos eran verdaderos profesionales.

- Bueno, no como pizza a menudo, pero esta es la mejor que haya probado. – dijo Kintarou. – Pero sigo sin entender por qué solo la hicieron a la mitad.

- Jaja, allí está la sorpresa, ¿verdad, Niichan? – dijo Isami, a lo cual su hermano asintió.

- En efecto. Prueben la otra mitad y podrán comprobarlo.

Cada quién cogió su segunda rebanada para empezar a comer. Apenas probó el primer bocado, Fuutarou sintió una oleada de varios sabores llenarle la boca: a pesar de que en apariencia era solo queso, era como si hubiese varios a la vez, y tras haber comido de la otra mitad, era como si se amplificara todavía más el gusto.

- Esto tiene... ¿varios quesos? – preguntó Nino intrigada.

- Así es. – dijo Takumi. – La otra mitad de la pizza está recubierta de mozzarella, parmesano, gorgonzola y ricota. En Italia lo llamamos quattro formaggi.

- Cuatro quesos, para los que necesiten traducción. – complementó Isami. – La comida italiana suele ser de dos platillos, pero esta pizza puede servir como dos en uno por sí sola.

- Wow, jamás se me habría ocurrido algo así. – dijo Nino. – ¿Creen que me podrían dar la receta? Me gustaría intentarlo alguna vez.

- Oh, ¿qué es eso, Nino? ¿Intentas robarles sus secretos? – le dijo Itsuki dándole un pequeño codazo.

- ¿Qué te pasa? Solo pregunté. – dijo la segunda hermana. – ¿Eso tiene algo de malo?

- No, pero... no creo que seas capaz de hacerlo tan fácilmente aún con la receta.

Nino hizo un puchero provocando que todo mundo se riera, inclusive Fuutarou no pudo evitar sonreír un poco. Pero el caso fue que a medida que seguían trayendo platillos, los Aldini los dejaban a todos más y más impresionados. Incluso la propia Kazane se mostró interesada en aprender de ellos, ya que confesó haberles ayudado un poco a preparar la comida para la fiesta, y les dijo que al verlos en acción era casi poesía en movimiento. Fuutarou pensó que, si su madre los reconocía de ese modo, entonces debían ser incluso mejores que ella.

Luego de comer hasta saciarse, llegó la hora de abrir los regalos. Para Kintarou, Nino le entregó una enorme caja que contenía un kit para motociclista con un casco nuevo, guantes y una chaqueta con un diseño que se veía bastante genial (negro con llamas azules, y la imagen de un ángel caído en la espalda), y el rubio estaba tan agradecido que le dio un gran beso en agradecimiento enfrente de todos, sacando un coro de "¡Oooohhh!" de parte de todo mundo y algunos aplausos. Ahora le tocaba a él.

- Esto es de parte de todas nosotras, Uesugi-san. – dijo Yotsuba mientras se lo entregaba. – Feliz cumpleaños.

El paquete era plano, y cuando lo tomó notó que pesaba mucho para ser solo ropa o algo sencillo. Al abrirlo, se llevó una sorpresa al encontrarse con una computadora portátil, que incluía un bolso de correa para transportarla.

Pero eso no era lo más sorprendente de todo.

- ¡Wow, Oniichan! ¡Una laptop! – exclamó Raiha aplaudiendo. – ¡Como la que te querías comprar el otro día!

Fuutarou hizo memoria; luego de ahorrar un poco había estado considerando comprarse una computadora propia para no tener que ocupar la de la familia, y la última vez que fue de compras con Raiha había ido a una tiendas para observar precios. El modelo que le estaban regalando era uno de los más caros, pero tenía buenas características, aunque si se lo quería comprar habría tenido que ahorrar no menos de dos o tres meses más de trabajo para poder pagarla.

- Este modelo... lo vi en la tienda el otro día. Cuesta muchísimo.

- Oh, por eso no te preocupes. – dijo Ichika. – Todas contribuimos un poco para pagarla. Inclusive Nino, para que veas.

- ¡Oye, eso no necesitaba saberlo! – protestó la segunda hermana. – Solo contribuí porque no tenía planes para ese dinero de todas maneras, y me sobró luego de comprarle a Kintarou-kun el suyo.

- Vamos, no seas modesta. – dijo Itsuki. – Es un regalo de parte de todas, porque es nuestro amigo.

- Esperamos que te sea útil. – concluyó Miku.

El chico se quedó viendo su regalo. La verdad, entre el celular que le regaló Ichika y esto, se sentía bastante abrumado, como si estuviera en deuda con ellas. No obstante, el ver cómo las hermanas, sin excepción, le sonreían, hizo que una viva gratitud se apoderase de él, y sin poder detenerlos sus labios se curvaron también hacia arriba.

- Gracias a todas, de verdad.

- Bueno, si nos quieres dar las gracias, asegúrate de darnos algo bueno cuando llegue el nuestro. – dijo Nino. – Y para no complicarte, me conformaré con otro peluche como el de Navidad.

- Je, lo tomaré en cuenta. – dijo el chico.

- ¡Ah, no es justo, primo, esa era mi primera opción! – protestó Kintarou.

- Oh, tranquilo, tú me puedes regalar lo que quieras. – dijo Nino, aferrándose a su brazo. – Mientras venga del corazón, sé que me va a gustar.

- Bueno, bueno, ¡todavía tenemos mucho que celebrar! – intervino Yotsuba, alzando los puños en el aire. – ¡Que siga la fiesta!

- ¡SÍIIIIIIIIIIIII! – exclamaron todos a la vez imitándola, incluso Fuutarou. En verdad, su entusiasmo era contagioso.

...

Después de otra ronda de juegos y bailes, había llegado la hora de cortar los pasteles. Si bien la señora Uesugi había hecho uno para su hijo y el otro para su sobrino, Nino sorprendió a Kintarou revelando que ella misma había horneado uno más pequeño solo para que pudieran comérselo entre los dos.

- Vamos, di "aaaaahhhh". – le decía mientras sujetaba con el tenedor un trozo.

- Jajaja, aaaaahhhh. – Kintarou abrió la boca grande y Nino lo introdujo. Luego él tomó un trozo con su propio tenedor y lo levantó hacia ella. – Ahora te toca a ti.

La segunda hermana lo imitó y dejó que él también le diera su bocado. Mientras los dos disfrutaban de su pastelito muy encantados y empalagosos, Itsuki los miraba con algo de irritación mientras comía un poco del pastel de Fuutarou.

- No es justo, ¿por qué no nos deja probarlo a nosotras también? – se quejó la hermana menor.

- ¿Qué te pasa? – preguntó Fuutarou. – ¿El de mi mamá no te gusta?

- No, claro que sí, pero... es que ese también se ve delicioso. ¿Por qué Nino tiene que ser tan egoísta?

Fuutarou le echó una mirada fugaz al pastel que estaban comiendo el par de tórtolos (qué extraño sonaba llamarlos de esa manera). No era que no se viera apetitoso, pero francamente a él no le parecía que lo fuera más que uno que había hecho su mamá. Y si Nino lo hizo para comérselo solo con Kintarou, eso era su asunto, y el primo Uesugi parecía bastante encantado con ello.

- Te noto... un poco más alegre de lo usual. – comentó Ichika mientras se sentaba al lado de él, atrayendo su atención.

- Creo que es obvio. No había tenido un cumpleaños así de animado desde... bueno, hace mucho tiempo.

- Hmm... si no lo supiera mejor, casi creería que te estás divirtiendo más ahora que en nuestra cita. – dijo la Nakano, entrecerrando los ojos con malicia.

Fuutarou sintió un pequeño respingo. Técnicamente, eso no estaba del todo errado. No era que no la hubiese pasado bien en su cita, pero ahora, y desde que iniciaron la fiestecita en el restaurante, se sentía bastante más animado.

- Bueno, supongo que es porque están todas aquí. – dijo Fuutarou. – Ustedes cinco organizaron esto, ¿no es así? Es igual que con la fiesta de Navidad.

- Jajaja, en eso tienes razón. – replicó Ichika, dándole un pequeño codazo. – Pero también es más divertido porque estás tú aquí. No somos solo nosotras, después de todo.

Fuutarou rodó los ojos. Desde hacía tiempo él no se veía como el tipo de persona que iría a fiestas o celebraciones, ni siquiera por su propio cumpleaños, pero ahora... se sentía bien de recordar lo divertido que era.

En eso, el celular de Ichika comenzó a repicar, y ella lo contestó:

- Hola, papá, ¿qué sucede? Aún estamos en el restaurante celebrando. – De pronto la expresión de Ichika cambió, tornándose primero seria y después sorprendida. – ¿Qué? Pero aún es temprano para... oh, vamos.

Fuutarou no podía oír lo que decía del otro lado, pero tenía la extraña sensación de que el padre de Ichika le estaba imponiendo toque de queda, o tal vez ya quería que volvieran a casa.

- Entiendo... sí, vamos a esperarlo aquí. Como digas, adiós. – Ichika terminó la llamada y suspiró con resignación.

- ¿Malas noticias?

- Algo así. Papá dice que quiere que volvamos pronto a casa, y ya envió a Ebata-san por nosotras. – explicó. – Dice que llegará como en media hora, y me pidió que se lo diga al resto.

- No creo que esos dos allá estén muy felices de oírlo.

Señaló hacia Kintarou y Nino. Esta última se le había sentado a su primo en el regazo, y este se había parado y empezado a darle vueltas mientras la cargaba como princesa. Se notaba que gozaban de lo lindo, y mientras estaban distraídos, Itsuki intentaba escurrirse para darle un pellizco a su pequeño pastelito privado, solo para que Miku la delatara señalando en su dirección.

- Tú no pareces muy decepcionado. – comentó Ichika.

- Bueno, no es que me guste, pero luego de todo lo que hicimos hoy... no creo que deba quejarme. – dijo él tratando de sonreír. – Fue una buena fiesta de cumpleaños, aunque no haya durado mucho.

Ichika sonrió, y se excusó un momento para ir al baño, aunque no sin antes notar que él tenía un poco de crema en la mejilla que quitó con el dedo para después chuparlo de manera sugestiva.

Él continuó comiéndose su rebanada de pastel despreocupadamente, hasta que unos minutos después, Yotsuba apareció frente a él, con su sonrisa dentuda de siempre.

- ¿Uesugi-san?

- ¿Sí, Yotsuba?

- Jeje, te hice mirar. – se rio la chica. – Ya en serio, parece que te estás divirtiendo mucho.

- Sí, es una pena que la fiesta ya esté por acabarse.

- ¿Eh? ¿Por qué dices eso? – La sonrisa de la chica del lazo se desapareció al instante. Una lástima, pero tenía que darle la mala noticia.

- Su padre acaba de llamar a Ichika. Ya envió por ustedes, así que nos queda como media hora antes que su chofer llegue a buscarlas. – dijo Fuutarou.

- Ah, cielos. – La cuarta hermana se sentó junto a él con los brazos cruzados, hinchando los cachetes con molestia. – Bueno, por lo menos pudiste pasar el resto del día con Ichika. Debe ser genial, ¿verdad? Salir con la persona que te gusta.

Fuutarou dudó un poco antes de responderle. Decir que Ichika le gustaba... bueno, sí, ella le gustaba, pero ¿acaso le gustaba-gustaba de esa forma? No sabía ni por qué lo ponía en tela de juicio.

Aun así, logró responder con un asentimiento sin sentir que estaba mintiendo.

- ¿Y qué hay de ti? – preguntó él. – ¿No hay alguien que te guste?

Yotsuba le lanzó una mirada bastante extraña. Por un momento vio una sombra de tristeza cruzar por su rostro, pero inmediatamente se disipó y volvió a su sonrisa dentuda.

- Jeje, aunque lo hubiera, no creo que él estaría interesado en mí. – replicó la chica del lazo. – Además, ¿para qué preocuparme por las citas? Para mí es más divertido cuando salimos todos juntos.

Fuutarou no pudo evitar asentir. De hecho, por un breve momento se sintió tentado a decirle que, si bien la cita con Ichika había sido grandiosa, sentía que estar celebrando ahora con su familia y todas ellas había sido la mejor parte, y que no le habría molestado seguir la fiesta hasta un poco más entrada la noche. Pero no se atrevió por alguna razón.

- Por cierto, si no está mal que pregunte... ¿de dónde sacaron el dinero para comprarme esa laptop? ¿O para todo esto? No es que no lo aprecie, pero... no creo que su padre consintiera que ustedes gastaran todo eso en mí, y en mi primo.

- Jeje, y no te equivocas. – dijo Yotsuba. – La verdad es que sí, papá nos dijo que, si queríamos hacerles una fiesta o comprarles regalos, tendríamos que hacerlo con nuestro propio dinero. Ichika ya tenía un poco ahorrado, así que el resto buscamos trabajos de medio tiempo para reunir lo que faltaba.

Fuutarou sintió de nuevo la punzada de culpabilidad. Ichika no solo gastó todo ese dinero en él hoy, sino que también debió invertir todo, o casi todo lo que debía haber ganado en su trabajo como actriz para organizarle la fiesta y comprarle su regalo. Definitivamente debía agradecérselo después.

También, recordó que Nino había vuelto a trabajar en su panadería a intervalos, aunque no se imaginó que contribuiría para comprarle a él un regalo. Que lo hiciera para su primo, eso era más creíble, por razones obvias. No tenía idea de qué haría Miku, pero sí sabía que Itsuki había estado trabajando de asistente para una exalumna de su madre, y como crítica de comida, así que probablemente le pagaban bien por ello. En cuanto a Yotsuba...

- Me cuesta imaginarme cómo lo equilibrarías. – comentó el chico. – Ya sabes, con la escuela, las tutorías, y el club de voleibol. ¿Ya no tienes mucho en tu plato?

- Oh, no es tan difícil. – dijo la chica del lazo, sacándose algo del bolsillo de su pantalón. – Con esto me ayudo a organizarme.

Le mostró una pequeña libreta. El chico la tomó y al hojearla se percató de que era una agenda, donde había marcados eventos importantes: trabajos sencillos como pasear mascotas o hacer de niñera, las clases en la escuela y las prácticas de voleibol. Todo bastante bien organizado de tal forma que nada chocaba entre sí, y con descansos entre todo lo importante.

- No me creo que tú hayas podido organizar tan bien un itinerario. – dijo mirándola con suspicacia.

- Jeje, bueno... las demás me ayudaron un poco. – confesó la chica, sacando la lengua. – Es verdad, soy muy torpe para hacer esto yo sola.

- Por lo menos lo admites. – dijo él devolviéndole la libreta. – Pero está bien, reconocer cuando necesitas ayuda y organizar tus prioridades.

El chico siguió comiéndose su pastel por un rato en silencio, hasta que la cuarta Nakano volvió a hablar.

- Aun así, la verdad quería darte un regalo que fuera solo mío. No es mucho, pero...

La chica sacó un trozo de papel verde, y empezó a hacer origami con él. Unos segundos después, lo había convertido en una grulla que le presentó en sus manos.

- No tengo para hacer cien de estas, pero espero que sea suficiente. ¡Espero que te traiga éxito en los exámenes nacionales!

El chico cogió la grulla para examinarla. Estaba cuidadosamente hecha, sin una sola arruga o pliegue innecesario. Si bien tenía confianza para los exámenes nacionales, los buenos deseos no sobraban, así que aceptaría el pequeño regalo con mucha gratitud.

Yotsuba era una gran amiga. Ruidosa, infantil y desordenada, pero difícilmente se podría encontrar a una amiga mejor que ella.

- Gracias. La pondré en mi mesa esta noche.

En ese momento, Ichika regresó y al ver a Yotsuba sentada en su antiguo lugar, hizo un pequeño puchero y bromeó sobre que su hermana quería "robarle a su chico". Yotsuba solo se rio negándolo vehementemente, y regresó a jugar con Raiha. Una pena que la fiesta estuviera a punto de terminar; hacía mucho que no la pasaba tan bien.

Y a la vez, esa pequeña conversación con Yotsuba le había dejado algunas otras cosas en las que pensar.

...

Ya eran casi las ocho y media de la noche cuando finalmente terminaron con la pequeña fiestecita. No obstante, quedaron de verse al día siguiente por "otro asunto" que surgió durante la celebración debido a una discusión entre Nino y los hermanos Aldini, y vendrían para resolverla cuando el restaurante hubiese abierto.

Ebata había venido a llevarse a las hermanas Nakano, y tras despedirse, los Uesugi tomaron su propio camino a casa. Una pena que la fiesta hubiera terminado tan pronto, pero fue inevitable.

- Ah, qué fastidio. – se quejaba Kintarou. – ¿Por qué el señor Nakano tuvo que andar de aguafiestas y mandar a su chofer por las chicas?

- Podrías preguntárselo tú mismo. Conozco donde trabaja, ¿sabes? – comentó Fuutarou como sugerencia.

Notó que a su primo le daba un respingo ante la mención de eso. Parecía que no estaba preparado para enfrentarse cara a cara con el padre de su novia, y eso le daba un pequeño placer a Fuutarou, por verlo nervioso ante la idea.

- No, gracias... aún no tengo prisa para eso. – replicó el rubio. – Pero bueno, dejando eso de lado, hoy tuvimos un gran cumpleaños. ¿No estás de acuerdo, primo?

- Sí... el mejor que hemos tenido en años. – Fuutarou asintió estando de acuerdo.

- ¡Jajaja, qué bien por ti, hijo! – dijo Isanari, agarrándolo del cuello. – Ah, pero todavía tienes que contarme, ¿qué hicieron tú e Ichika durante todo el resto del día?

- Sí, Oniichan, ¿qué hicieron? – agregó Raiha. – Deben haberlo pasado muy bien.

- ¡Les voy a contar, pero... primero déjame respirar! – dijo Fuutarou tratando de soltarse del brazo de su padre. – Bueno...

Les relató con detalles todo lo que habían hecho: sus visitas a los museos y el picnic en el parque fueron bien recibidas, pero a Kintarou le pareció poco romántico que la hubiese llevado a una librería y a un centro de bateo. Fuutarou contraatacó diciendo que Ichika no se quejó en ningún momento. A su vez, retó a Kintarou obligándole a decir qué hizo él con Nino, a lo que el rubio respondió que ella se lo llevó de tienda en tienda en un centro comercial para comprar ropa nueva, entre otras cosas, y antes de venir aquí terminaron en su chocolatería favorita. A Fuutarou casi le dio la impresión de que Nino lo estaba usando como mula para cargarle sus compras, pero Kintarou no parecía tener ninguna objeción con eso.

Parecía que se la había pasado bastante bien... más de lo que él lo había hecho con Ichika. Y ese pensamiento no dejaba de darle vueltas en la cabeza.

- "¿Qué me pasa? ¿Por qué siento como si hubiera un problema en que salga con Ichika?"

No estaba seguro de por qué, pero... últimamente sentía que algo no andaba bien. Pese a que no se quejaba por la cita, extrañamente había algo que no lo dejaba tranquilo durante todo lo que duró el día, pero esa sensación se fue cuando llegaron al restaurante Aldini para la fiesta sorpresa.

Y ahora que pensaba en ello, estaba de vuelta.

¿Por qué se sentía de ese modo? Ichika era una chica hermosa, atenta y agradable en todo sentido, y no tenía ningún reparo en demostrarle que lo quería. Cualquier hombre se sentiría feliz por tenerla como novia... y ni siquiera él parecía estar dispuesto a usar ese término con ella, pese a que ya lo usaba libremente con su primo y Nino.

Cuando los demás se referían a Ichika como su novia, él no lo negaba, pero tampoco lo confirmaba. ¿Qué había de diferente en la relación de su primo con Nino, y la de él con Ichika? Esa duda no dejaba de darle vueltas en la cabeza.

Un flash del beso bajo la campana vino a su cabeza. Todo había empezado aquella noche, y todavía no había tenido oportunidad de hablar con Ichika al respecto. Ella tampoco lo había mencionado desde entonces, como si quisiera hacer de cuenta que no pasó.

¿Debería seguir ignorándolo, o confrontarla al respecto?

Esta historia continuará...

(--0--)

OMAKE #3 (Canon): Nino vs los hermanos Aldini.

Nino Nakano siempre había sentido mucho orgullo de sus habilidades culinarias. Por eso precisamente le había molestado que su hermana menor la comparase de manera desfavorable con esos hermanos italianos.

Aunque ahora que había tenido la oportunidad de probar su comida de primera mano, tuvo que reconocer que también eran muy buenos, pero no creía que solo por ser "profesionales" fuesen mejores que ella. Después de todo, apenas eran un par de años mayores, incluso aunque tuviesen su propio restaurante.

- ¿Estás segura de esto, signorina Nino? – le preguntó Takumi. – Todavía estás a tiempo de retractarte.

- Sería una batalla más justa si nos enfrentara uno a uno. Incluso solo yo sería suficiente, Niichan. – agregó Isami.

- Yo emití el desafío, y no pienso echarme para atrás. – aseguró la segunda hermana. – Esto hay que decidirlo como personas maduras. Quiero enfrentarlos a ambos.

Entretanto, la atmósfera en el restaurante estaba llena de excitación, pues al parecer era muy raro que alguien de afuera quisiera retar a los dueños a una batalla culinaria. Fuutarou, Kintarou y el resto de las hermanas Nakano también observaban expectantes.

- ¿Cómo fue que terminamos en esto? – preguntó el peliazul a su primo rubio.

- Bueno, dijeron que necesitaban un número impar de jueces para esto. – replicó Kintarou.

- Muy bien, creo que las reglas ya están claras. – dijo Itsuki, que parecía estar actuando como si fuese la anfitriona del evento. – Aunque este sea un restaurante italiano, ambos bandos acordaron preparar un platillo japonés. Para que haya un número impar de jueces yo me voy a quedar por fuera. – Miró de reojo a su hermana. – Y para que no digan que estoy haciendo favoritismos.

Nino hizo un puchero, pero aceptó las condiciones. Tenía bastante confianza; si estos chicos eran especialistas en cocina italiana, ¿qué tan buenos podían ser para la comida japonesa?

- ¡De acuerdo, el platillo escogido será monjayaki! ¿Listos? ¡Comiencen a cocinar! – declaró Itsuki.

De inmediato, los chefs empezaron a poner manos a la obra. Conseguir los ingredientes fue pan comido para los dueños del restaurante (a Nino le sorprendió que ya los tuvieran a mano). Los dos trabajaban bastante rápido al estar juntos, pero ella sabía que no podía quedarse atrás y también apuró el paso preparando el suyo.

Después que se terminó el tiempo, llegó la hora de juzgar. Para que fuese más justo, acordaron que los jueces probarían cada plato a ciegas (Yotsuba les prestaría su listón para que sirviera como venda) y decidirían cuál les gustaba más, mientras Itsuki contabilizaba los votos. Así lo hicieron uno por uno y el resultado final fue...

- Bien... y el total son. Cuatro votos a favor para los Aldini, y uno para Nino. ¡El resultado es obvio, los locales ganan!

El restaurante estalló en aplausos, mientras los hermanos cocineros chocaban las manos declarando "Grazie!" delante de todos. Decir que la segunda hermana estaba en shock era quedarse cortos.

- No lo entiendo... ¿qué tiene de especial el que hicieron ellos? – preguntó Nino.

- ¿Por qué no lo pruebas tú misma? – dijo Itsuki.

Nino se mostró reacia, pero cogió uno de los platos para probar un bocado. Al principio no parecía la gran cosa, pero al degustarlo, se pudo percatar de que el de los Aldini tenía algo diferente al suyo.

O mejor dicho, tenía MUCHAS cosas diferentes. Parecía más un risotto, y tenía ingredientes de cocina italiana, pero sin perder su propia esencia de platillo tradicional japonés.

- Creí que solo eran expertos en cocina italiana, pero este... no deja de ser un monjayaki, a pesar de todo. Y está increíble. – reconoció Nino.

- Nosotros nos criamos en Italia, pero apreciamos la cultura japonesa. – dijo Isami. – ¿No es así, Niichan?

- Así es. Nuestra madre es originaria de este país, después de todo.

En ese sentido, tenía que reconocer la superioridad de los hermanos. Combinaron lo mejor de ambos mundos; no eran solo expertos en cocina italiana.

- Bueno, la votación ya está echada. ¡Los mellizos Aldini son los ganadores!

Todos comenzaron a vitorear y aplaudir. Nino suspiró resignada, había perdido y tenía que aceptarlo con dignidad. Afortunadamente, alguien más se acercó para consolarla.

- Si te hace sentir mejor, a mí me gustó más el tuyo. – dijo Kintarou. – Ellos son buenos, pero... para mí tu cocina es única.

Esto hizo sonreír a la segunda Nakano. A su vez, pudo notar que después de haber terminado la competencia, Isami se le acercaba a Itsuki para darle a probar del que habían hecho él y su hermano, y se le notaba muy amena conversando con él mientras comía.

Quizás, ahora tendría algo con qué desquitase por haberle menospreciado su cocina.

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