Entrenando mente y cuerpo - ¿Este es tu primo?


Residencia Uesugi, temprano por la mañana...

- Onii-chan...

- Hmmm...

- Onii-chan, despierta.

- ¿Qué pasa...?

Después de lo pesado de las tutorías y los exámenes, aquel fin de semana Fuutarou quiso tomarse unas horas extra de sueño para descansar. Sentía que se las había ganado luego de todo lo que tuvo que hacer para que Yotsuba pasara. Así que cuando Raiha vino a despertarlo antes del amanecer, su reacción natural fue taparse la cabeza con la almohada para ahogar su voz.

- ¡Onii-chan! – protestó la niña. – ¡Muy bien, en ese caso no me dejas alternativa!

Cómo no. Ni aunque le tirasen un balde de agua fría iba a pararse de la cama. Había sido una semana muy pesada para él y se había ganado su merecido descanso. Ni siquiera su dulce hermanita lo iba a sacar de allí.

- No quiere pararse, hazlo tú. – le escuchó decir.

¿A quién le decía eso? ¿A su papá? Que él supiera hoy no estaba trabajando horas extras. Tal vez a su madre, si planeaba sobornarlo con algo para el desayuno...

- ¡UESUGI-SAAAAAAAAAAAAN!

El grito de voz chillona directo a su oído lo sacó de su futón de un salto, y para su sorpresa, ahí estaba Yotsuba, con su sonrisa tonta de siempre. Fuutarou se percató además de cómo iba vestida: se había puesto un suéter deportivo verde con los números 428, con aspecto de haber salido a trotar. Conociéndola, seguramente eso era lo que había hecho.

- ¡Buenos días, Uesugi-san! ¿Dormiste bien anoche?

- Ahora estaría haciéndolo de no ser por ti. – se quejó él. – ¿Qué haces en mi casa tan temprano, y por qué estás vestida así?

- Oh, ¿esto? Bueno, vine porque tú y yo necesitamos hablar de algo muy importante.

...

Unos minutos después, Yotsuba se había sentado junto con los cuatro Uesugi para el desayuno. Raiha compartió su ración con la muchacha, aunque ocasionalmente le robaba a Fuutarou algunos bocados de la suya cuando este se descuidaba, y sus padres, en vez de reclamárselo, se reían de ello, diciendo que tenía que estar más atento.

- Y bien, todavía no respondes a mi pregunta. – le dijo. – ¿A qué se debe que vengas a visitarme tan temprano? Hoy no tenemos nada que estudiar, y si tienes preguntas, podrías haberme mandado un mensaje.

- Bueno, es que me di cuenta de algo el día de los exámenes, ¿sabes? – explicó la chica, sin dejar de sonreír. – En verdad que no tienes aguante físico, Uesugi-san; de no ser por mí hubiéramos llegado tarde.

- ¿Qué sucedió? – preguntó Raiha interesada.

Antes que él pudiera detenerla, Yotsuba ya les estaba relatando cómo sucedieron las cosas, y con lujo de detalles. Por estar hasta muy tarde estudiando la noche anterior, se quedaron dormidos y cuando despertaron, faltaba menos de media hora para que iniciaran las clases, así que tuvieron que salir corriendo casi que con sus panes en la boca para llegar a tiempo. Todos se reían de ello, excepto obviamente él, y mientras los demás seguían hablando, mentalmente hacía una nota de que con su próxima paga se compraría un reloj con alarma para que eso no volviera a suceder.

- Jajajaja, mi hermano nunca ha sido muy atlético. – dijo Raiha. – Apenas sí me puede cargar a mí.

- Eso pasa cuando ejercitas demasiado el cerebro, el cuerpo se te atrofia. – dijo Isanari.

- Todavía no me explicas qué haces aquí. – espetó Fuutarou, tratando de desviar la atención de sus incapacidades físicas, de las cuales era plenamente consciente y no necesitaba que se las recordasen.

- Bueno, decidí que, ya que tú me estás ayudando a estudiar, yo tengo que ayudarte a que estés en mejor forma. – declaró Yotsuba. – Por eso vine temprano, y como es día libre pensé que podríamos empezar hoy mismo con algo ligero.

- Óyeme, ¿quién te dijo que podías...?

- Me parece una magnífica idea. – dijo Kazane. – Últimamente no has hecho otra cosa que estudiar, y te vendría bien salir y tomar algo de aire fresco, romper un poco la rutina.

- ¡Mamá! – protestó Fuutarou, pero antes de poder decir otra cosa, Raiha también tomó la palabra:

- ¡Hazle caso, Onii-chan! Con esos brazos tan flacuchos en un par de años ya no podrás levantarme, y si no te ejercitas no tendrás fuerza para cargar a tu novia cuando lleguen al altar, como papá.

- ¿Tú también, Raiha? – exclamó de nuevo. Y ahora ¿por qué sacaba eso de llevar a su novia en brazos al altar? Si ni siquiera tenía una.

- ¡Jajaja, eso es verdad, hijo! Tanto estudiar no es bueno para ti. Hacer algo de ejercicio también te hará bien, ¡solo mírame a mí! – Para enfatizar su punto, el hombre levantó su brazo y flexionó su bíceps mientras se daba unas palmadas encima, mostrando lo duro que estaba.

- ¿Ya lo ves, Uesugi-san? Tu familia está de acuerdo conmigo. ¿Y no está ese refrán de "cuerpo sano, mente sana"?

- Es al revés. – señaló él, pero técnicamente podía aplicarse, aunque negara admitirlo.

- De todas maneras, te haría bien hacer ejercicio con Yotsuba. Mírala, ella está muy saludable y siempre llena de energía, podrías seguir su ejemplo. – concluyó su madre.

Fuutarou exhaló un suspiro. Esa maratón que se dieron el día que empezaban los exámenes era algo que prefería olvidar. Agradecía que Yotsuba hubiese ayudado a que llegaran a tiempo para evitarse castigos, pero haber sido arrastrado por las calles como bolso de equipaje no era nada divertido.

Aunque por lo visto no habría manera de evitarlo ahora. Estaban en un día libre y aunque habría preferido pasarlo durmiendo un poco, al parecer el destino había conspirado en su contra para que no fuera así. Si bien todavía le quedaba una última carta por jugar, por desesperada que fuese.

- No tengo ropa para hacer ejercicio. – les dijo.

- Oh, eso no es problema. – dijo Yotsuba, registrando el bolso deportivo que había traído y sacando un chándal de color azul y blanco, junto con un par de zapatillas deportivas. – Traje esto por si no tenías.

- Bien, eso resuelve un problema. – dijo Isanari. – Será mejor que se vayan después de comer, así que deprisa. Cuando vuelvas espero que hayas sudado bastante.

De eso no cabía duda. Bueno, si no tenía más alternativa, disfrutaría de lo que quedaba de su desayuno, para retrasar la inminente tortura todo lo que pudiera.

...

La idea de Yotsuba de hacer un entrenamiento "ligero" era que empezaran saliendo a trotar un poco. A primera vista eso no sonaba tan mal, pensó Fuutarou, hasta que le dijo que darían veinte vueltas alrededor de un parque que se extendía por lo menos en un área de tres cuadras, casi dos y media veces lo que le tocaba hacer en clase de gimnasia alrededor del campo. El chico sintió que se quedaba rígido como piedra hasta que Yotsuba le dio un empujón para sacarlo de su estupor y los puso a ambos a correr.

- "¿Cómo me metí en esto? ¡Soy un estudiante de preparatoria, no un corredor de maratones!"

- ¡A tu izquierda!

Para cuando terminó la primera vuelta, Yotsuba ya le llevaba dos de ventaja, y a diferencia de él ni siquiera había sudado una gota. Ya las pantorrillas lo estaban matando y el aire le flaqueaba, pero hizo un esfuerzo para evitar detenerse, aminorando la marcha solo un poco para recobrar el aliento.

- ¡A tu izquierda!

De nuevo vio la silueta de Yotsuba aventajándolo y desapareciendo tras doblar la esquina. Qué humillante resultaba eso, no tanto porque la chica fuese atlética, sino porque se lo restregara en su cara de ese modo. Él no llegaba ni siquiera a "promedio" en términos de capacidades físicas, pero nunca le dio mucha importancia. Después de todo, nunca lo había necesitado.

- ¡A tu izquierda!

Otra vez. ¿Cuántas veces tenía que hacer eso? Ya estaba tan cansado que había perdido la cuenta de las vueltas que ella le había sacado, pero estaba casi seguro de que ya estaba cerca de las veinte que dijeron que iban a hacer. Entretanto, él apenas había hecho ocho, y con mucha dificultad. Bueno, por lo menos ya con eso podría dejar de...

- ¡A tu izquierda!

- Dios, ¡ya deja de decir eso! – le gritó, ya irritado.

- ¡No lo haré hasta que termines tus veinte vueltas! – replicó ella sin detenerse.

¿Conque así estaba? Bien, pues no iba a darle la satisfacción de humillarlo más de lo que ya lo había hecho. Iba a terminar esas veinte vueltas antes de que ella pudiese seguir jugando al Capitán América presumiendo de su suero del súper soldado. De hecho, ahora que lo pensaba, no sonaba tan descabellado que la chica del lazo se hubiese tomado algo similar, eso al menos explicaría por qué era capaz de hacer todo eso para ser tan delgada.

Ya lo pensaría más tarde. Por ahora, tenía que terminar su recorrido.

...

Fuutarou no supo cómo lo logró, pero cuando terminó sus veinte vueltas, estaba totalmente molido. Apenas podía sentir sus piernas, sus pulmones le estaban ardiendo, como si fueran a explotarle en cualquier momento por el esfuerzo de oxigenarle el cuerpo, y finalmente la cabeza le palpitaba mientras le daba vueltas. Yotsuba había completado más de cincuenta vueltas desde antes que él terminara las suyas, y no fue más lejos porque apenas tuvo la consideración de detenerse para contarle las que a él le faltaban.

Afortunadamente, cuando estuvo a punto de desplomarse ella lo atrapó, y con cuidado lo llevó al asiento más cercano para que pudiese descansar. Dicho asiento resultó ser un columpio, lo cual le vino de perlas ya que podría agarrarse de las cadenas mientras dejaba sus piernas colgando inertes, esperando a recuperar la sensibilidad en ellas.

- Toma. – dijo Yotsuba pasándole una botella de agua.

- Gracias. – Tomó la botella y la destapó, para luego bajársela casi de un solo trago. – Ahhh, esto me hacía mucha falta. Ya no doy más.

- No lo hiciste tan mal. – dijo ella mientras se sentaba en el otro columpio. – Y la primera vez siempre es la peor. Ya te acostumbrarás con el tiempo.

- ¿Acostumbrarme? Hablas como si pensaras que quiero volver a hacer esto. – replicó él.

Yotsuba simplemente se encogió de hombros y cogió su propia botella para rehidratarse, aunque a él no le pareció que ella hubiera sudado tanto. Ya el sol de la mañana comenzaba a salir, asomándose por encima de los tejados de las casas. ¿Cuánto tiempo habían estado trotando? No tenía un reloj ni tampoco el celular a la mano.

El chico se miró un momento los zapatos que llevaba puestos, y se acordó de otra cosa que había querido preguntarle antes, pero como lo arrastró a trotar con ella, no había tenido oportunidad.

- ¿Cómo supiste mi talla de zapato?

- ¿Eh?

- Me quedan perfectamente. – dijo él, moviendo ligeramente las puntas para enfatizar. – No recuerdo haberte dicho mi talla de zapato en ningún momento.

- Pues... – La chica del lazo empezó a reírse nerviosamente. – ¿Adiviné, supongo?

Fuutarou frunció el cejo. Eso sonaba improbable, y la cara temblorosa de la muchacha delataba que estaba mintiendo. Poniendo los ojos en rendijas la miró fijamente para obligarla a confesar. Yotsuba retrocedió ligeramente, sin dejar de reírse nerviosa hasta que al fin sucumbió a la presión.

- Bueno, desde hacía rato que quería pedirte que hiciéramos ejercicio juntos. – confesó la chica del lazo. – No sabía si tendrías ropa de entrenamiento, así que cuando dormiste la otra noche en nuestro apartamento, Ichika me convenció de que te tomáramos medidas. No solo de los pies, sino también del resto del cuerpo, para el chándal.

Fuutarou resopló; eso definitivamente sonaba como algo que haría Ichika. Y si bien le sorprendía un poco que Yotsuba le hubiera seguido el juego, tampoco le extrañaba demasiado. Aunque todavía seguía sin entender algunas cosas.

- ¿Por qué me trajiste a hacerlo? – le preguntó.

- Ya te lo dije, estás muy flacucho y necesitas aumentar un poco tu fuerza. – replicó la chica pellizcándole un brazo para enfatizar su punto. – Nunca sabes cuándo puede resultarte útil, como cuando tienes que correr porque vas tarde.

- Para eso solo hay que levantarse temprano. – dijo él. – Pero vamos, hay más que solo eso. Vamos, confiesa.

Yotsuba volteó y tardó un poco en responderle. Parecía que estaba buscando una respuesta que él pudiera aceptar. Esta vez no temblaba ni se veía nerviosa, simplemente suspiró con resignación. Era muy extraño verla con esa expresión tan apagada, siendo que siempre se mostraba muy enérgica.

- Ya que no teníamos que estudiar, pensé que podríamos encontrar otra forma de pasar tiempo juntos. – dijo la chica. – Me ayudaste mucho con los estudios, y yo quería hacer algo por ti. Además, hacer ejercicio es más divertido cuando lo haces con compañía.

- Podrías haberle pedido a cualquiera de tus amigas. O a tus hermanas.

- Nah, contigo es diferente. Es mucho más divertido así.

- ¿Te parece divertido verme sufrir porque se me acaba el aire? – preguntó él fulminándola con la mirada.

- ¡No, claro que no! – exclamó la chica agitando las manos frenéticamente. – Pero si no lo intentas, nunca sabrás de lo que eres capaz. ¡Quién sabe, puede que hasta te llegue a gustar y todo!

El chico se quedó mirándola fijamente. Bien, no podía negar que la chica parecía tener buenas intenciones, y aunque el ejercicio físico le resultaba una tortura, ella no lo puso a hacer más de lo que podía.

Y si era honesto, tampoco había resultado tan aburrido. Quizás cuando volviera a sentir sus piernas lo suficiente, podría darse algunas vueltas adicionales.

- No esperarás que hagamos todo esto a diario, ¿verdad? – preguntó él.

- Por supuesto que no. – dijo ella. – Solo una o dos veces a la semana, cuando estemos libres de estudiar. Después podemos aumentarlo cuando estemos más libres y tú te acostumbres.

Evidentemente, ya daba por hecho que él iba a acostumbrarse. Bueno, eso lo confirmaba, no podría librarse de ella, ni tampoco del ejercicio. Admitiéndolo, una parte de él había deseado ponerse un poco en forma hacía tiempo, ya que al momento de hacer trabajos pesados como cargar cajas, contenedores o mercancía en trabajos de medio tiempo, a menudo lo despedían por no poder llevar la carga lo suficientemente rápido. Y eso siempre resultaba frustrante.

Para cosas como esa, aumentar su fuerza y aguante no sonaba como una mala opción.

- Supongo que... podría dar unas cuantas vueltas más. – dijo él con resignación.

- ¡Yay! ¿Qué tal si hacemos una carrera? ¡Si terminas antes que yo te daré un regalo! – dijo la chica del lazo. – ¡Si no, me lo darás tú a mí!

Él rodó los ojos; solo estaba apostando porque sabía que él no podía ganarle de ninguna forma. Así no tenía chiste. Mejor, tal vez debía ajustar las posibilidades a algo que sonara humanamente plausible para él.

- Te propongo otra cosa. Si puedo completar diez vueltas más sin desfallecerme, lo daremos por terminado hoy, y me deberás un favor. Si no... bueno, podrás pedirme lo que quieras, sea lo que sea. Incluso saltarnos un día completo de estudiar.

- ¡Es un trato! – exclamó con entusiasmo la muchacha. – ¡Jeje, espero que estés listo porque tengo en mente muchas cosas que quisiera pedirte!

La chica empezó a hacer estiramientos mientras se disponía a correr de nuevo alrededor de la cuadra, mientras por dentro Fuutarou se felicitaba. En su entusiasmo la muy tonta aceptó sus condiciones sin pararse bien a analizarlas. Todo lo que tenía que hacer era completar diez vueltas sin desmayarse. No especificó de cuánto debía tardar, o si debía hacerlo antes que ella.

La clave sería encontrar el ritmo apropiado para trotar y evitar que se le fuera el aire, y aminorar un poco la marcha cuando fuera necesario.

(--0--)

Unos días más tarde...

Al no tener presión de exámenes y poder tomarse algo de descanso de las tutorías, Fuutarou tenía algunas horas libres desocupadas, las cuales quería utilizar para seguir estudiando. Lamentablemente no parecía que fuese a ser así, ya que Yotsuba lo perseguía para que siguieran haciendo ejercicio juntos, e inconscientemente él había empezado a escapar de ella para evadirse la tortura. Pero cuando lograba alcanzarlo, no encontraba buenas excusas para negarse, ya que su madre no necesitaba manos extras en la panadería para trabajar, por lo que había empezado a buscar trabajos de medio tiempo que pudiese ocupar.

- "¿Cómo me metí en esto?" – se preguntó mirando el tablero de anuncios.

- ¡Uesugi-san! – exclamó la voz chillona de Yotsuba, enfatizando el "-san" chocándose contra su espalda, casi derribándolo.

- ¡Huy! ¿Cuántas veces tengo que decirte que no hagas eso? – exclamó él.

- Ah vamos, ¿es que no te da gusto verme? – preguntó ella, con su típica sonrisa tonta. – Pero escucha, tengo algo importante que decirte.

- Si es para hacerme correr otras treinta vueltas, olvídalo. – dijo él. Apenas había recuperado la sensibilidad en las piernas y todavía le daban calambres en las pantorrillas de solo acordarse de dichas maratones.

- No, no, ya terminamos con eso. – dijo ella. – Tengo en mente algo mucho mejor. ¡Mira esto!

La chica levantó un panfleto y se lo puso en toda la cara. Parecía ser el anuncio publicitario de un gimnasio, y mostraba la foto de un hombre y una mujer con músculos de fisicoculturistas haciendo levantamiento de pesas. No había necesidad de ser un genio como Fuutarou para entender lo que la chica estaba sugiriendo.

- No... ni lo pienses. – le dijo preventivamente.

- ¡Ah, vamos, no seas aguafiestas! – exclamó ella. – Mira, están haciendo una campaña de promoción, una semana gratis de entrenamiento en este nuevo gimnasio. ¡Y está muy cerca de nuestra escuela, podemos ir después de clases cuando no haya nada que estudiar!

- Habla por ti, yo siempre tengo mucho que estudiar. – declaró él. – No puedo distraerme o mis calificaciones bajarán. Tengo una reputación que mantener, ¿sabes?

- No vas a bajar tus calificaciones solo por hacer la prueba. – insistió Yotsuba. – Dime, ¿prefieres ser un enclenque toda tu vida, o verte así?

La chica señaló el panfleto, y sinceramente, si tenía que elegir entre verse como enclenque y como un gorila, prefería ser un enclenque. Tan siquiera su cerebro lo mantendría andando en lugar de dejarse consumir por los músculos como los sujetos de la fotografía.

- Ya sé lo que piensas. – agregó la chica, mirándolo con ojos acusadores. – Si te quedas como enclenque, antes de darte cuenta no podrás cargar a Raiha-chan para jugar. Ella también está creciendo, ¿sabes?

El muchacho frunció el cejo, pero se vio incapaz de replicar. Por mucho que le doliera admitirlo, su dulce hermanita no iba a quedarse como una niña para toda la vida. El otro día cuando la levantó para cambiar la lámpara del techo de la sala (no tenían una silla a la mano) tuvo que esforzarse mucho por no voltearse. ¿En qué momento creció tanto?

- También puedes ser más útil en la panadería para ayudar a tu mamá. – continuó. – Me dijeron que el otro día por poco te fuiste de espaldas con un saco de harina. Con unos brazos más fuertes podrás cargar las bolsas de ingredientes para el pan y sin morir en el intento.

Otra vez, la chica del lazo le había ganado con sus argumentos. En ocasiones, para ser tan mala en los estudios, Fuutarou tenía la extraña sensación de que en realidad era más lista de lo que parecía, aunque nunca para cosas realmente importantes.

Empezó a sopesar sus opciones. Por un lado, si la membresía era gratis por una semana, y terminaba sin gustarle, podía decirle a Yotsuba que simplemente no quería volver. Por otro lado, si no resultaba tan malo y no interfería con su horario, algo de entrenamiento de fuerza, como decía Yotsuba, no le vendría mal para ayudar cuando hiciera falta en la panadería.

Y no era broma; después de algunos accidentes que afortunadamente no tuvieron consecuencias mayores, hasta él sabía que no vendría mal evitar eso. No quería convertirse en una carga después de todo.

- *Suspiro*, está bien. – le dijo antes de levantar el dedo. – Pero a cambio de eso, tendremos que duplicar el tiempo de estudio para compensar cuando reanudemos las tutorías.

- ¡Entendido, Uesugi-sensei! – exclamó Yotsuba de nuevo haciendo el saludo militar con entusiasmo. ¿Había hecho un hábito de eso?

Antes de que pudiera preguntárselo en voz alta o decir cualquier otra cosa, la chica siguió corriendo por el pasillo y desapareció dando la vuelta en la esquina. Él se fue en la dirección contraria ya que tenía que ir a devolver unos libros a la biblioteca, y un pensamiento le vino a la mente: aparte de poder ayudar a su familia, podría sacar los más gordos y pesados sin que la mochila le pesara tanto cuando los necesitaba, y hasta varios a la vez.

Visto por ese lado, tal vez habría más ventajas de hacer entrenamiento de fuerza con Yotsuba de lo que había imaginado.

(--0--)

Más tarde...

Cuando Yotsuba lo arrastró a ese susodicho gimnasio, Fuutarou admitió que se veía bastante mejor por dentro de lo que pensaba. Al principio asumió que estaría lleno de gorilones sudados y descerebrados abarrotando las máquinas, lo que le daba una imagen mental bastante desagradable. Pero en realidad había bastante gente de su edad, así que no destacaban demasiado. Mejor así; no quería ser el flacucho que sobresalía del resto.

Afortunadamente para ellos, el gimnasio estaba bien equipado, incluso con ropa de entrenamiento para rentar disponible para los visitantes como ellos. Salido del vestidor el chico se sentía bastante extraño, pues la camiseta deportiva que se había puesto se sentía algo grande para él.

- Creo que no tienen talla para enclenques como yo. – comentó, sacudiendo un poco los pliegues.

- No te preocupes, con algo de esfuerzo podrás rellenarla algún día.

Yotsuba había salido del vestidor de mujeres, y también estaba equipada para iniciar el entrenamiento. El estudioso chico tuvo que hacer un esfuerzo por no dejar los ojos fijos en un solo lugar al mirarla de pies a cabeza y centrarse en su sonrisa tonta. Lo cual, admitiéndolo, no le resultó tarea fácil.

El atuendo que eligió consistía en un top deportivo verde y unos pantalones negros hasta la rodilla, ambos bien ajustados por lo que le resaltaban el busto y los muslos respectivamente. Entre ambos, su cintura expuesta mostraba un abdomen plano y sin ninguna evidencia de grasa corporal. Una perfecta figura de reloj de arena; no podía negar que la chica estaba en excelente forma, aunque ahora se notaba mucho más que con ropas como el uniforme de la escuela.

- Bien, ¿ya estás listo? – dijo ella agarrándolo de la muñeca. – ¡Hora de hacer algo de calentamiento!

El calentamiento consistió en hacer cinco minutos de spinning en la bicicleta estacionaria. Yotsuba afortunadamente ya sabía cómo usarla y la ajustó en el menor nivel de resistencia para que no tuviese dificultades. No estuvo mal para comenzar; tuvo que admitir que no fue una tortura como correr aquellas treinta vueltas.

Sin embargo, comparado con eso, todo lo demás iba a ser muy diferente. Yotsuba lo convenció de probar cada una de las máquinas de ejercicios para ver "cuál le gustaría más", empezando por hacer bench press. Con Yotsuba vigilándolo, se dispuso a hacer la prueba, pero se percató de que incluso con las pesas más pequeñas, no era capaz de alzar la barra, y tuvieron que quitárselas.

- Si no puedes con ellas no hay de otra. – dijo Yotsuba. – La barra pesa veinte kilos, no es malo para empezar. Veamos si puedes hacer tres series de diez repeticiones.

Fuutarou suspiró resignado, pero igual le hizo caso a la chica, que sostenía la barra para ayudarlo con los levantamientos. Logró completar la primera serie con mucha dificultad, pero en la siguiente, se paró en la séptima repetición, y la tercera vez solo logró hacer cinco. Cuando soltó la barra de nuevo dejándola en el rack de seguridad, tuvo que dejar caer sus brazos a los lados.

- ¿Qué tal? – dijo Yotsuba alegremente. – ¿Verdad que no fue tan malo?

- Ignorando que se me va el aire y los brazos me matan... supongo que no. – admitió él, parándose para cederle el lugar.

- Descuida, esto toma tiempo. – aseguró la chica, colocando unas pesas de diez kilos en la barra para empezar a hacer sus propias repeticiones.

A Fuutarou le sorprendía lo fácil que lo hacía ver Yotsuba, especialmente al ser capaz de levantar el doble de peso que él sin tantas dificultades. Tomó nota de los movimientos de la chica: bajaba la barra lentamente mientras inhalaba, y luego la volvía a levantar mientras exhalaba.

¿Por qué andaba mirando hacia ese lugar? ¿En qué diablos estaba pensando?

- Uff, eso estuvo bueno. Ahora, ¿qué tal si hacemos unas sentadillas? – sugirió Yotsuba.

Sentadillas, eso sonaba menos brutal que tener que levantar peso. Primero se fue junto a un espejo para practicar hacerlas sin la barra, y aunque al principio no parecía tan malo, a medida que se acercaba a la décima repetición empezó a sentir la presión en su retaguardia, y le preocupaba después no poder sentarse en su pupitre en la escuela.

- Dios, esto es más difícil de lo que parece. – comentó cuando terminó.

- Es un poco brutal, pero también hay que entrenar la parte inferior del cuerpo. – explicó Yotsuba, golpeándose los muslos para enfatizar su punto. – Si no lo haces después desarrollas piernas de pollo que no pueden ni sostenerte.

Fuutarou por un momento se imaginó a sí mismo con todo el torso superior musculoso sostenido por un par de piernas delgadas como palillos. Después de pensarlo un poco, si la chica tenía más masa muscular debajo de su figura delgada de lo que aparentaba, sus anchas caderas y muslos de pronto cobraban sentido, pues debían ser capaces de sostenerla. No eran solo para presumir su atractivo.

- Pareces saber mucho de cómo ejercitar los músculos. – comentó Fuutarou.

- Nah, no mucho realmente, solo lo básico. – dijo Yotsuba con modestia. – Ahora veamos qué tal lo haces con la barra. No te preocupes, yo te sostendré si hace falta.

Aunque no le apetecía del todo echarse ese peso adicional de veinte kilos en la espalda, Fuutarou obedeció y se dispuso a hacer las sentadillas con la barra sobre sus hombros. Yotsuba se puso detrás de él y empezó a contar las repeticiones, animándolo constantemente. Pero si ya era muy duro para su retaguardia sin peso, ahora estaba resultando brutal. Apenas pudo hacer cinco y media en una serie, y Yotsuba tuvo que sujetarle la barra para que no se desplomara.

- Descansa un poco, después continuamos. – dijo la chica del lazo.

La siguiente hora la pasaron probando uno a uno los aparatos del gimnasio, y siempre el patrón se repetía: Fuutarou no lograba hacer la serie de repeticiones completa, y luego Yotsuba le demostraba cómo se hacía con peso adicional. No podía negar que le resultaba un poco humillante ver que la chica lo superaba tan fácilmente, pero como él no había obtenido sus logros académicos sin poner todo su esfuerzo, supo que ella debía haber logrado lo mismo con su físico. Simplemente tenía más experiencia y se le había hecho mucho más fácil.

Todo vendría por el esfuerzo, y eso llevaría tiempo. Tiempo que él no sabía si querría desperdiciar en esto, pero presentía que Yotsuba lo arrastraría de todos modos.

- ¡Vamos, Uesugi-san, solo una ronda más! – exclamaba Yotsuba mientras hacían ejercicios en una máquina de remo.

Aquí el chico podía ver más o menos algo de utilidad: si en algún momento iban de campamento a algún lugar donde hubiera canotaje, le vendría bien aprender a remar. De hecho, hacía bastante tiempo que no salía. Logró a duras penas terminar la repetición, aunque Yotsuba le había sacado por mucho y había podido hacer incluso el doble que él.

Afortunadamente, tuvo un instante de respiro cuando Yotsuba aprovechó de ir al baño, dejándolo allí esperando sentado sobre la máquina de remo. Aprovechó de coger la botella de agua para rehidratarse un poco, ahora que evidentemente se le había ido mucho sudor en todo lo que habían hecho.

- "Al menos mi familia no me está viendo ahora." – pensó. – "No dejarían de reírse de mí."

- Hola, hola, miren a quién me encontré.

Fuutarou por poco se ahogó con el agua al reconocer esa voz. No... no podía ser que...

Sí, sí lo era. Dándose la vuelta, fue a toparse con una cara sonriente enmarcada por un pelo rubio salvaje muy similar al de su padre, pero más cercana a su edad, y sus ojos ambarinos le observaban con una expresión que parecía una extraña mezcla entre curiosidad, sorpresa y burla.

- Kintarou... ¿qué haces en este lugar? – le preguntó.

- ¡Ja! Soy yo el que debería hacerte esa pregunta, primo. – le dijo cruzando los brazos. – ¿Así que por fin decidiste ejercitarte un poco en vez de ser solo un nerd amargado y enclenque?

Kintarou Uesugi, su primo que vivía en el distrito contiguo y ocasionalmente venía de visita. En muchos sentidos era el opuesto total de Fuutarou: no era nada inclinado académicamente, era atlético (lo cual se le notaba al llevar una camisa de la misma talla, pero que lograba rellenarle las mangas un poco más), y le encantaba lucir una pinta de delincuente, completa con el pelo teñido de rubio y alborotado salvajemente.

Lo cual le traía una mezcla de recuerdos de cierta imagen de sí mismo que no le resultaban particularmente agradables.

- Vine porque la membresía es gratis. – dijo Fuutarou bajándose otro trago de su botella de agua. – Y también porque me arrastraron a hacerlo.

- ¿En serio? ¿Y quién te arrastró, si no te molesta que te pregunte?

- ¡Gracias por esperar, Uesugi-san! – sonó la voz chillona de Yotsuba que ya venía de regreso. Como era de esperarse, la chica del lazo y el primo de Fuutarou fijaron la mirada una en el otro, y el segundo levantó las cejas haciendo un gesto de interés, pues claramente acababa de obtener la respuesta a su pregunta.

Y Fuutarou supo por la forma en como sonreía lo que estaba pensando antes que lo dijera.

- Pero vaya, qué belleza que ven mis ojos. – dijo sonriendo mientras la evaluaba de pies a cabeza. – ¿Ella te trajo aquí, Fuutarou? ¡Oh, no me vas a decir que...! – Sin previo aviso se le fue encima para hacerle un candado en el cuello. – ¡Pequeño bribón, finalmente te conseguiste una novia!

- ¡Suéltame, idiota! – exclamó él, tratando inútilmente de zafarse. – ¡Suéltame, que te equivocas, ella no es mi novia!

Entre más forcejeaba, más lo apretaba Kintarou, pero al menos alcanzó a decir lo que quería. Ya tenía la respuesta en la punta de la lengua porque sabía que se iba a hacer ideas equivocadas. Kintarou no se amilanó ante esto y aun después de que lo soltó siguió hablando.

- ¿No? ¿Significa eso que está disponible? – dijo mientras se le acercaba para verla mejor. – Bueno, es un placer conocerte, preciosa. ¿Cómo te llamas?

- Yotsuba Nakano, mucho gusto. ¿Eres amigo de Uesugi-san?

- Nah, solo somos parientes, por desgracia. – dijo Kintarou. – Pero ¿qué hay de ti? Si no eres su novia, entonces...

- Es mi alumna. – interrumpió Fuutarou, antes que Yotsuba fuese a responderle. – Me están pagando por ser su tutor, ya que necesita urgentemente mejorar sus calificaciones. Solo eso.

Kintarou se quedó mirándolo fijamente, y luego miró a Yotsuba, que simplemente se encogió de hombros y sonrió mientras asentía. El rubio pareció sentirse aliviado al saber esto por alguna razón, y Fuutarou ya tenía una idea de lo que estaba pensando.

- Bueno, menos mal; casi creí que era una señal del apocalipsis o algo así. – le dijo. – En fin, será más divertido entrenar si están ustedes aquí. ¿Qué tal si nos conocemos un poco, Nakano-san?

- Oh, descuida, prefiero que me digan por mi nombre. Y no hacen falta los honoríficos.

- Bueno, como digas. De aquí puedo ver que estás en buena forma. – le dijo claramente observando sus curvas. – ¿Quieres hacer una pequeña competencia amistosa?

- ¿Por qué no? Apuesto a que eso motivará más a tu primo aquí, jejeje.

De pronto Fuutarou sintió que le daba un respingo cuando vio las miradas tanto de Yotsuba como de su primo. Podría haber soportado estar a solas con ella y la tortura física, pero con Kintarou de por medio, este día de entrenamiento iba a volverse de una simple molestia que podía tolerar a una pesadilla total. Su primo siempre sabía cuándo y cómo pulsarle los botones para arrastrarlo a competir contra él y restregárselo en la cara después.

Y hoy no iba a ser la excepción.

...

Si algo bueno podría haber dicho Fuutarou de la tarde en el gimnasio, sería que pasó bastante más rápido de lo que esperaba, pero había quedado más agotado que con su maratón de vueltas de trote. Al menos Yotsuba y Kintarou disfrutaron de su competencia, que después de empatar prácticamente en todo lo decidieron con quién era capaz de correr más rápido en la caminadora.

- Wow, me tienes sorprendido. – dijo el rubio. – Eres la primera que me gana a correr. Y no solo eso, que me siguieras el paso en todas las máquinas.

- Jaja, es útil para no llegar tarde a clases, ¿verdad? – dijo dirigiéndose a Fuutarou, que simplemente se encogió de hombros.

- Disculpen, estoy muy ocupado tratando de recuperar la sensibilidad en mis extremidades. – les dijo, haciendo un esfuerzo por caminar.

- Ah, descuida, para mañana volverás a sentirlas. – dijo Kintarou. – Junto con todo el dolor del entrenamiento, obviamente.

No tenía que recordárselo; esa era la parte que más se temía. Empezaba a arrepentirse seriamente de haberse dejado arrastrar por Yotsuba al gimnasio en primer lugar. Mañana iba a ser un infierno para volver a levantarse.

- Bueno, fue divertido pasar la tarde con ustedes. – dijo Kintarou, aproximándose a una moto que estaba estacionada cerca de allí. – ¿Quieres que te lleve, Yotsuba? Tengo un casco de reserva.

- Gracias, pero prefiero caminar. – dijo la chica del lazo. – Además, alguien tiene que asegurarse que tu primo llegue a su casa sano y salvo.

- Cierto. – dijo el rubio poniéndose su casco. – Bueno, otro día será. ¡Nos veremos luego, primo!

Pateó el pedal para ponerla en marcha y arrancó para alejarse de allí. Al decir "nos veremos luego" probablemente quería decir "pasaré la noche en tu casa".

- Tu primo es muy simpático. – comentó la Nakano. – Podrías aprender a ser más sociable como él.

- Tch, todos dicen eso. – comentó Fuutarou. – Mi papá dice que él se le parece más que yo. Claro, solo porque se tiñen el pelo.

- Pues no te verías tan mal de rubio. – sugirió Yotsuba mientras lo examinaba con la mano en el mentón. – Quizás hasta un arete o dos.

Fuutarou le dirigió una mirada a la chica. ¿Lo decía en serio? Por la forma como hablaba, parecía que le gustaban los de su tipo.

- Suenas a que tú y él podrían llevarse muy bien. ¿Por qué no lo invitas a salir o algo?

- Nah, creo que mejor no. – dijo ella, estirando los brazos. – Me quitaría tiempo para otras cosas más importantes... como estudiar contigo.

El chico ladeó la cabeza, un poco sorprendido por el tono de la muchacha. Yotsuba era una chica hiperactiva y poco inclinada a estudiar (a menos que él estuviera cerca o se lo dijera de manera explícita), así que le extrañaba que dejase pasar esa oportunidad. Bueno, al menos con eso no tendría que preocuparse de que le fuesen a recortar su paga.

- Aun así, ¿me vas a negar que fue divertido entrenar todos juntos? – siguió la chica.

- Bueno... supongo que fue divertido cuando le ganaste al idiota en la caminadora. – admitió. – Su cara cuando se lo llevó la cinta no tuvo precio.

Admitiéndolo, considerando lo presumido que era Kintarou en lo que hacía (cosa de familia, lo cual el propio Fuutarou podía atestiguar), le dio gusto verlo ser superado en algo para variar. Si bien no se lo tomó a mal, le dio algo de catarsis que Yotsuba fuese más atlética que él, aunque fuese solo un poco.

Y otra cosa... la imagen de la chica mientras se ejercitaba con esa ropa tan ajustada no se le hacía un mal espectáculo a la vista. No le molestaría volver al gimnasio solo para verlo, pero no lo iba a decir de dientes para afuera, de ninguna manera.

- Bien, es mejor que descanses mañana. – dijo Yotsuba. – Aún quedan varios días de membresía gratuita, y seguro podrás sacar algo de músculos en ese tiempo.

Fuutarou lo veía improbable, aunque mientras su molestoso primo no decidiera venir a hacerle compañía, quizás podría sobrellevarlo. Aunque fuese solo por admirar un poco los atributos atléticos de Yotsuba.

- "Dios, ¿en qué diablos estoy pensando?"

(--0--)

Biblioteca de la preparatoria Asahiyama, días después...

Fuutarou se sentía feliz de haber podido volver a su ritmo habitual de actividad. La biblioteca escolar definitivamente era su santuario, el lugar donde podía ejercitar su mente, donde se sentía más a gusto haciendo lo que más disfrutaba en la vida: estudiar.

O así sería, si no fuese porque aquel día los brazos le dolían tanto que apenas podía levantar los libros y sentía ardor en toda la mano, extendiéndose por el antebrazo cuando intentaba escribir. Caminar hasta la escuela le llevó un esfuerzo similar, si bien las piernas no las sentía entumidas y era capaz de soportarlo, aunque sus sentaderas todavía se quejaban. ¿En qué momento las sillas de la biblioteca se habían vuelto tan duras?

- "A este paso no terminaré de preparar los ejercicios para Yotsuba." – pensó, haciendo un esfuerzo por mover el lápiz.

Quizás, si hubiese apartado algo de tiempo para hacer ejercicios en el pasado en vez de solo estudiar, ahora no se sentiría tan adolorido. Por otro lado, se preguntaba si debió haberse dejado convencer por Yotsuba de empezar a entrenar. Si bien las veces siguientes no le resultó tan molesto... el dolor todavía era similar.

- ¡Uesugi-san! – exclamó la voz chillona de la chica desde la puerta de la biblioteca, llegando tan alegre como siempre. – ¿Qué vamos a hacer hoy?

- Estoy pensándolo. – respondió él. – Solo dame algo de tiempo para recuperar la sensibilidad en mis miembros.

- Oh, te ves terrible. – dijo ella, llevándose la mano a la boca. – ¿Ese entrenamiento fue demasiado para ti?

- Solo un poco. - Trató de mover los dedos de la mano para escribir mientras la chica se sentaba. En cuanto lo hizo se quedó mirándola y vio que su expresión alegre habitual se había apagado notablemente.

- De verdad lo siento. – le dijo en un tono realmente apenado. – Yo solo pensé que... podríamos pasar más tiempo juntos, hacer algo divertido. Es decir, me gusta que estudiemos, pero...

- No te disculpes. – respondió él. – No es culpa tuya que yo sea un enclenque que no es capaz de alzar una barra sin pesas.

- No exageres, claro que pudiste. – dijo ella. – Pero oye, muchos atletas profesionales llegan a ser buenos en sus estudios, ¿no? Seguro que tú también puedes, aunque sea un poco.

- Aprecio tu preocupación. – dijo él lacónicamente. – Pero sinceramente, creo que hoy no estoy para...

- Ah, Nakano-san, al fin te encuentro.

Los dos voltearon en dirección de la voz. Una voz bastante tenebrosa y escalofriante, y por lo que Fuutarou vio, se trataba de una persona igual de tenebrosa y escalofriante. Era una chica que llevaba un chándal deportivo, del club de atletismo, con pelo largo atado en una larga cola de caballo y la piel algo tostada. Dicha chica se aproximó a su mesa.

- Ah, Eba-san. – dijo Yotsuba, identificando a la recién llegada. – ¿Sucede algo?

- Sí, te estaba buscando. El club de atletismo necesita ayuda urgentemente. Dijiste que estarías disponible si necesitábamos un reemplazo, ¿verdad?

- Ehhh... sí, eso dije.

- ¡Espléndido! Porque en este momento una de nuestras corredoras acaba de ser transferida a otra escuela, y nos quedamos sin un miembro para las carreras de relevos. ¿Podrías ayudarnos?

Hablaba con una voz que a Fuutarou le sonaba casi proveniente de una película de fantasmas. Si fuese un poco más pálida, él casi creería que habría salido de ultratumba.

- Eh, supongo que puedo hacerlo. ¿Cuándo...?

- ¡Ahora mismo! – exclamó agarrándola de las muñecas. – ¡Entre más pronto vengas, mejor!

Yotsuba miró en dirección de Fuutarou. Por alguna extraña razón, el chico tuvo la sensación de que en vez de querer preguntarle "¿Puedo ir?" intentaba decirle "¡Ayúdame!" y francamente no podía culparla con el aspecto que tenía esa chica llamada Eba.

Sin embargo, su parte racional le dijo que, al menos en su actual estado, poco podría hacer para intentar detenerla, así que habló con resignación.

- No creo que podamos hacer mucho hoy. – le dijo. – Puedes ir, si es solo algo temporal.

- D-de acuerdo. – dijo Yotsuba sonriendo. – ¡M-muy bien, Eba-san, vamos de una vez!

Eba y Yotsuba abandonaron la biblioteca, y Fuutarou tuvo la extraña sensación de que iba a arrepentirse de su decisión. Pero al menos de momento, el dolor que sentía en sus extremidades terminó por acallar a esos pensamientos.

Apenas tenía la fuerza para pasar página.

(--0--)

Panadería Uesugi, un poco más tarde...

Era difícil disfrutar de las clases con las extremidades adoloridas, y Fuutarou sintió un gran alivio cuando pudo finalmente irse a casa. La caminata hacia la panadería de su familia le sirvió para aliviar por lo menos en parte esos dolores musculares. Quizás hasta comer algo allí le ayudase a sentirse mejor.

O así habría sido, si no fuese porque cuando estaba por llegar a la entrada, una motocicleta le rugió cerca, haciéndole sobresaltarse.

- ¡Hey! – exclamó con rabia, y luego rápidamente reconoció la moto y a su ocupante. – Ah, eras tú, debí imaginarlo.

- ¿Qué pasa? ¿Así saludas a tu primo favorito? – Kintarou se sacó su casco para mirarlo de frente, con su enorme sonrisa dentuda.

- Eres mi único primo. – señaló Fuutarou. – ¿Hasta cuándo planeas seguir por aquí?

Eso último era una pregunta retórica, desde luego. Sabía bien por qué seguía por aquí, y aunque habría querido echarlo de su casa, no podría. Sus padres no lo permitirían.

- Oye, pareces estar de peor humor de lo que pensé. – dijo Kintarou dándole una palmada en la espalda. Fuutarou tuvo que reprimir un grito. – Ah, perdón, ¿todavía las secuelas del entrenamiento?

- ¿Tú qué crees? – dijo Fuutarou tratando de frotarse para aliviar el dolor. – Pero Yotsuba no ha terminado. Aun quiere que sigamos entrenando.

- Bueno, mucha falta que te hace. – admitió Kintarou. – Hablando de ella, ¿no está contigo hoy?

- Tiene cosas que hacer con el club de atletismo. – Fuutarou se encogió de hombros simplemente. – Aunque para mí eso es un respiro, necesito que deje de dolerme todo el cuerpo antes de reanudar nuestras sesiones de estudio.

- Oye, primo, si no duele, no sirve. – Acto seguido, le puso el brazo alrededor de los hombros, aunque con cuidado de no lastimarlo. – Aquí entre nos, esa chica es un verdadero bombón, yo que tú no la dejaría pasar, ¿eh?

- ¿De qué hablas?

- Oh, vamos, ¿crees que no me doy cuenta? ¡Esa chica está loca por ti, y tú no le pones atención! – protestó el rubio. – Te lo digo, las chicas como ella son únicas en su tipo, ¡podrías no tener otra oportunidad!

Fuutarou por un momento se sintió tentado a decirle que Yotsuba tenía cuatro hermanas idénticas, pero se contuvo. No necesitaba que Kintarou fuese a hacerse ideas extrañas ni mucho menos, especialmente bajo la posibilidad de que Yotsuba no fuese la única que sentía algo de atracción hacia él.

No era que le cayeran mal, pero ninguna de ellas era el tipo de chica que él buscaba.

- Tch, qué aguafiestas eres. Si sigues a ese paso, perderás tus mejores años y te arrepentirás. – Acto seguido volvió a ponerse su casco. – Bueno, si cambias de parecer, solo llámame y te daré algunos consejos.

- Claro, lo que digas. – replicó Fuutarou encogiéndose de hombros.

Sin decir más, Kintarou arrancó su moto de nuevo y se marchó de allí. De todas maneras, iba a tener que verlo ya que se estaba quedando en casa de él. Y tener que soportarle los ronquidos en su habitación no ayudaba a sus horas de sueño.

Bueno, no tendría que preocuparse por él de momento. Por ahora, solo iba por su habitual bocadillo cuando hacía la parada en la panadería de su madre...

- ¡Uesugi!

Hasta que una voz lo detuvo abruptamente. De repente se vio sujetado por los pliegues de su camisa y arrastrado contra su voluntad. Cuando se dio cuenta de lo sucedido, estaba arrinconado contra una pared, frente a él había un par de listones negros con forma de mariposa, y unos ojos azules que lo miraban de manera tan gélida que casi pensó que moriría por congelación.

- ¿N-Nino? – dijo cuando sintió que recuperaba la voz.

Estuvo a punto de preguntarle qué hacía allí, pero al bajar la mirada vio que llevaba el delantal de uniforme del local. Eso indicaba que claramente había aceptado la oferta de su madre de trabajar en ese lugar. Grandioso, pero ahora urgían otras cosas. Su parte racional logró calmarse y encontrar otra ruta, afortunadamente.

- ¿Puedo saber por qué me arrastraste aquí?

Efectivamente, al ver a su alrededor se dio cuenta que estaba en el cuarto de empleados de la panadería. Y como él no era un empleado en aquel momento, técnicamente no debería estar allí.

- Lo siento, odio hacer esto, pero tengo que preguntarte algo muy importante. – le dijo la segunda Nakano, en un tono que sonaba bastante serio. – Y no quiero hacer una escena en el local.

- Si mamá se entera, los dos vamos a tener problemas. – señaló Fuutarou.

- Salió un momento, no tiene por qué saberlo. – dijo ella simplemente. – Solo te haré una pregunta rápida, así que no te preocupes. Y más te vale que quede entre nosotros, ¿está claro?

- ¿De qué hablas? – preguntó él sin entender.

- Si te atreves a decirle una palabra a Yotsuba o a alguna de mis hermanas, eres hombre muerto. ¿Entendiste?

Fuutarou tragó saliva, pero asintió, así fuese solo por preservar su integridad física. ¿En qué acababa de meterse? ¿Qué era tan importante para que Nino lo amenazara?

- Sí, sí, lo que digas, solo no me mates. – dijo él, intentando no delatar lo aterrado que se sentía de solo mirarla a los ojos. – Ahora, ¿me vas a decir qué es tan importante?

- ¡Promételo!

- ¡Lo prometo, está bien, pero date prisa y dilo! – exclamó.

Nino tomó un profundo respiro. Los dos no tenían la mejor de las relaciones, así que debía tratarse de algo muy importante para que viniera a él, o mejor dicho, que lo hubiera arrastrado de esa manera. ¿Podría ser algo grave?

- Ese... ese chico malo con el que hablaste hace un momento. – dijo finalmente, en un tono mucho más calmado. Fuutarou también notó que empezaba a jugar con sus dedos y se sonrojaba levemente.

- ¿Quién, Kintarou? Es mi primo, ¿qué pasa con él? – preguntó confundido. Nino apretó los labios, como si le costara mucho decir las palabras, pero finalmente las escupió.

- ¿Me lo podrías presentar?

- ¿Eh?

Su cerebro se quedó congelado momentáneamente al asimilar lo que acababa de oír. De acuerdo, de todas las cosas que se le habrían ocurrido que podría querer preguntarle, definitivamente esa NO era una de ellas. ¿Quería que le presentara a Kintarou?

- ¿No me escuchaste? Dije que si me lo podrías presentar.

- ¿Para qué? – preguntó él, todavía sin entender del todo. Nino se enfurruñó más y casi lo estrujó, pero de alguna manera mantuvo la compostura y decidió soltarlo, para luego ponerse a enredar la cinta de uno de sus listones entre sus dedos, sin atreverse a mirarlo de frente.

- Los vi mientras hablaban por el cristal. – le dijo. – Así que se llama Kintarou, ¿eh? Bueno, tiene una pinta de chico malo, justo como a mí me gusta. Y encima tiene una moto, me encantaría que un chico así me sacara a pasear alguna vez.

- ¿Eh? Oye, me estás diciendo que...

- Shhhh, sí, es exactamente lo que estás pensando, genio. – dijo enfatizando el sarcasmo en la última palabra. – Odio pedirte esto, pero si ustedes son familia, podría ser mi única oportunidad de conocerlo.

Fuutarou cruzó los brazos, mirando fijamente a la segunda hermana Nakano. Era muy inusual verla tan descontrolada, y ciertamente no había cesado las hostilidades cuando él iba al apartamento para sus tutorías con Yotsuba. Quizás era una oportunidad para vengarse haciéndola sufrir un poco.

- No lo sé... Yotsuba y yo nos topamos con él en el gimnasio, y ella pareció agradarle mucho. – comentó despreocupadamente.

- ¡¿Eh?! ¡No, no me digas que...!

- Desde luego, él todavía no sabe que Yotsuba tiene hermanas. – agregó de inmediato, sonriendo para que ella se calmara. – Y conociéndolo, seguro estaría muy feliz de saberlo.

- ¿Entonces...?

- Se está quedando en nuestra casa unos días. – explicó Fuutarou. – Al parecer hubo una explosión de gas en su escuela y mientras reparan el daño las clases estarán suspendidas, así que se quedará con nosotros un poco más.

»Podría hablarle bien de ti, de lo deliciosas que son tus galletas, y decirle que estás trabajando aquí para que te conozca. Pero si lo hago, me deberás un favor, y un día me lo tendrás que devolver. Soy alguien que siempre paga sus deudas, y siempre espero que los demás paguen las que tienen conmigo.

Nino frunció la boca, mordiéndose el labio mientras trataba de aguantarse las ganas de soltar un improperio o grito de rabia. Fuutarou casi podía escuchar el debate mental que debía estar ocurriendo dentro de la cabeza de la chica: sabía que no le caía del todo bien y haberle pedido un favor no le agradaba en absoluto. Pero al no ver otros medios, se tragó el orgullo y acudió voluntariamente a él.

- Está bien, tú ganas. – admitió finalmente de mala gana. – Te la quedaré debiendo, pero será solo cosa de una vez, ¿me entendiste?

Los dos sellaron el trato con un apretón de manos. Fuutarou tuvo la sensación de que Nino intencionalmente quiso triturarle los dedos, y si bien le dolió un poco, se rehusó a rebajarse a hacer lo mismo. Aunque no supo si no le dolía tanto como creyó porque Nino no era tan fuerte como Yotsuba, o quizás porque el entrenamiento que había hecho con esta última le habría dado algo de resistencia al dolor.

Fuera como fuese, él cumpliría su parte del trato. Ya lo demás, si resultaba bien para Nino o no, eso le daba igual, no sería su problema.

(--0--)

Unos días después...

Los días pasaron. Yotsuba tenía razón en que la primera vez era la peor. Las veces subsiguientes que salieron a ejercitarse juntos, el cuerpo no le dolía tanto como el primer día una vez que terminaban. Lo cual era solo marginalmente cierto: la diferencia de dolor entre el primer día y hasta ese punto era mínima. Los brazos y las piernas todavía le mataban y si lo que buscaba era incrementar su tolerancia al dolor, aun le faltaba un largo camino por recorrer.

En cierto momento Yotsuba lo convenció de ir a trotar junto con el resto del club de atletismo, cosa que él aceptó a regañadientes a pesar de las malas vibras que le daba su capitana, esa chica llamada Eba (no era capaz de mirarla a los ojos sin que le diera un escalofrío). Dicho eso, aunque lo dejaron atrás varias veces, no se quedó sin terminar el recorrido, si bien al final del día, Yotsuba tuvo que llevarlo a casa y prácticamente depositarlo en su cama porque ya no daba más. Como resultado, él prometió ser el doble de estricto en su próxima sesión de estudio.

Pero dicha sesión no era hoy. De nuevo estaban técnicamente en un día libre y como ya había terminado su tanda de deberes, no tenía compromisos que le impidieran unirse de nuevo a Yotsuba en correr algunas vueltas alrededor del parque. Aunque esta vez empezaron por la tarde para terminar durante el ocaso, igual que el primer día terminaron descansando sentados en los columpios.

- ¡Mejoraste tu récord hoy, Uesugi-san! – exclamó Yotsuba pasándole la botella de agua. – Terminaste tus treinta vueltas más rápido que el primer día.

- Si es que eso vale perder la sensibilidad en mis piernas. – dijo él. Efectivamente, tenía ambas piernas entumidas por correr tanto.

Aceptando la botella, se la bajó casi de un solo golpe luego de todo lo que sudó durante esa caminata. Hasta él sentía el progreso, por pequeño que fuese, pero seguía sin agradarle mucho. El esfuerzo físico exagerado definitivamente no era lo suyo.

Al cabo de un rato, Fuutarou se quedó mirando alrededor del parque donde se encontraban. Las veces anteriores que habían terminado su jornada de ejercicios en este lugar no habían visto a nadie más. Seguramente por eso lo elegía, para que nadie más viniera a molestarlos. Visto por ese lado, parecía un lugar bastante tranquilo donde descansar.

O por lo menos, lo sería si a ella no le hubiera dado por pararse sobre el columpio y empezar a balancearse en él, rechinando las cadenas.

- ¿Qué estás haciendo? – le preguntó.

- ¿Tú qué crees? – replicó ella. – ¡Mira, cuando te balanceas te da una gran vista de la ciudad, sobre todo a esta hora!

- No me digas. – replicó él incrédulo.

- ¡En serio! ¡Adelante, inténtalo! – insistió la chica.

Él no le hizo caso, simplemente se contentó con mirarla mientras se columpiaba. A veces realmente podía portarse como una niña grande, qué inmadura. Aun así, claramente se estaba divirtiendo mucho.

Al cabo de unos minutos, luego de alcanzar una buena altura, Yotsuba saltó fuera del columpio, volando por el aire y cayendo a una buena distancia. Por un instante a él le preocupó que se fuera a lastimar o algo, pero aterrizó perfectamente, incorporándose de inmediato y alzando sus puños en el aire triunfante.

- ¡Jaja, rompí mi récord personal! – exclamó la chica del lazo, haciéndolo sentir a partes iguales molesto y aliviado. Así que no pudo más que encogerse de hombros.

- Te portas como una niña, en serio. – le dijo secamente cuando ella se volvió a sentar.

- Jeje, eso me dicen las demás. – dijo Yotsuba. – Soy la única que no ha madurado nada de nosotras cinco. Por eso me suspendieron en nuestra antigua escuela. Y quizás por eso aun vengo aquí.

La última parte la dijo en un tono que sonaba nostálgico. Sin saber muy bien por qué, volteó a ver a Yotsuba mientras ella bajaba ligeramente la mirada, antes de agarrarse de las cadenas y columpiarse otra vez, aunque ya no con el mismo entusiasmo de antes.

- A veces vengo aquí cuando me siento sola o triste. – le dijo. – Es mi lugar especial para escapar de todo y de todos.

- Bueno, es muy tranquilo y relajante. – dijo él. – ¿Tus hermanas saben de este lugar?

- No creo, solo vinimos juntas una vez. – replicó Yotsuba. – Quizás ni siquiera lo recuerden. Pero está bien, como dije, me gusta que este sea mi lugar.

Fuutarou volvió a dirigirle la mirada. Era extraño, pero ese tono nostálgico en la muchacha le provocaba una sensación por dentro que no podía comprender. No podía decir que fuese mala, pero no era del todo buena. Por lo que él sabía, las cinco hermanas Nakano compartían prácticamente todo, y era extraño pensar que Yotsuba tuviese algo que quería que fuese de ella.

Y más extraño todavía, que lo compartiera con él quien, a comparación de sus hermanas, era casi un desconocido. Bueno, quizás ya no tan desconocido, pero aun así...

- "¿Por qué estoy pensando en eso?"

A pesar de los dolores que le provocaba, tanto corporales con el entrenamiento, como de cabeza cuando tenían que estudiar, ya no era que pudiesen llamarse "desconocidos" o "conocidos". Si en las sesiones de estudio eran profesor y alumna, los roles se invertían cuando hacían ejercicio, siendo ella la que le enseñaba a él. Aunque ambas cosas le molestaban al inicio, a medida que pasaban los días se le hacía más y más tolerable.

Ichika le había dicho que podían ser amigos, y que claramente ella estaba dispuesta a serlo. ¿Era ese el caso con Yotsuba? A primera vista eso parecía: la chica buscaba que pudieran pasar tiempo juntos más allá de estudiar, quizás porque quería que pudieran divertirse como amigos.

Y a pesar de ser molesta, torpe y escandalosa... por dentro se encontraba incapaz de odiarla. No le parecía tan malo pasar tiempo con ella fuera de la escuela o de estudiar, si era sincero.

- ¡Bueno, ya se acabó el descanso! – exclamó Yotsuba, retornando a su habitual semblante lleno de energía y radiante. – ¿Qué tal si hacemos un maratón de regreso a casa?

- ¿Maratón? – preguntó él. – No estarás pensando en...

- Desde luego que no. – dijo Yotsuba. – Haremos un trote suave, para que no te canses demasiado. Así tomaremos la ruta escénica, además no es tan tarde.

Eso estaba bien para él. Ya por lo menos había descansado lo suficiente para emprender el camino a casa. Aunque si Yotsuba lo acompañaba, seguramente Raiha querría invitarla a cenar con ellos.

Sería una caminata larga a casa, pero al menos no se aburriría.

Esta historia continuará...

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