Aquella vez en Kioto hace cinco años


Flashforward, cinco años en el futuro...

Todavía podía recordarlo, aquel día cuando estuve tendido en la cama con la pierna enyesada. Esa noche tomaste mi mano, y de alguna manera me transmitiste tus sentimientos. Soñé como si ángeles enviados desde el cielo me llevaran a lo que sería un paraíso de felicidad.

No lo sabía en ese entonces, pero la leyenda era cierta. Solo hacía falta tomarnos de la mano durante la fogata, y estaríamos juntos para siempre. La verdad, no estaba seguro de si había sido un sueño o no, pero ahora sé que debió ser verdad. Después de todo, no fuimos los únicos en hacerlo, ¿cierto?

Ese campamento estaba lleno de muchos recuerdos, y si bien no todos en su momento fueron muy alegres, en retrospectiva no los cambiaría por nada. Poco sabía que ese campamento sería solo el comienzo de lo que sería el resto de mi vida, antes de llegar al día más importante, el día de mi boda...

(--0--)

Tiempo presente, tres semanas después del campamento escolar...

Tras su accidente esquiando, Fuutarou se sorprendió que al despertar al día siguiente se encontraban dormidas a los lados de su cama Ichika y Yotsuba. No podía creer que las dos se hubieran metido a su cuarto y que realmente hubieran permanecido en vigilia haciéndole compañía.

En ese momento no sabía qué sentir. No podía molestarse porque no interrumpieron su sueño, y si era sincero, exceptuando la pierna rota, había dormido bastante bien aquella noche. Supuso que tenía que agradecerles a estas dos por cuidarlo de esa manera.

Y lo habría hecho de no ser porque poco después de que despertó, las tres quintillizas restantes entraron a la enfermería. Inmediatamente Nino puso el grito en el cielo y se escandalizó de verlos a los tres tomados de la mano en la cama (qué malpensada, por Dios), y un montón de gente vino a ver cuál era el jaleo. Afortunadamente, pudieron hacer algo de control y que todos se fueran, e Itsuki aprovechó de decirle que el padre de ellas había hecho arreglos para que lo pudiesen llevar a un hospital.

Así era como había estado aquí las últimas tres semanas, internado luego de que le hicieron las radiografías. Afortunadamente, la fractura resultó ser relativamente pequeña y tardaría poco más de un mes en sanar totalmente. Si todo iba bien, podrían darle de alta en uno o dos días, aunque tendría que caminar con muletas hasta que pudieran quitarle el yeso, lo que probablemente serían dos o tres semanas más como mínimo.

Hasta entonces, había estado contando con Yotsuba para que le trajera los deberes de la escuela (junto con un montón de grullas de papel, diciendo que le ayudarían a sanar más rápido), y sus padres y Raiha se turnaban para venir a visitarlo mientras se recuperaba. No veía la hora de salir de ese hospital; el no poder ir a clases le sentaba peor que cualquier otra cosa. Sobre todo porque los exámenes finales del trimestre se aproximaban, y necesitaba ponerse al día tanto por él mismo como por Yotsuba.

Sin embargo, en ese momento había otra cosa ocupando la mente del chico Uesugi. Desde que empezó el campamento, a veces por la noche sus sueños también le traían recuerdos...

...

- ¡Mira eso! ¡Allá está la estación de Kioto!

- Wow, ¿de verdad vinimos desde tan lejos?

Estaba allí, sobre un alto mirador observando la vista de la ciudad, al lado de esa niña que, al conocerla, cambió totalmente el rumbo de su vida. Y aunque no recordaba su nombre, nunca olvidaría sus palabras, sus radiantes ojos y su dulce sonrisa.

Esa sonrisa que lo inspiró para convertirse en el mejor estudiante que pudiera ser, alguien de quien su familia pudiera enorgullecerse, y que llegado el momento pudiera apoyarlos en lugar de ser una carga...

...

La puerta de su habitación se abrió violentamente, sacándolo de sus recuerdos. Al voltear, vio una familiar cabellera magenta adornada con unos listones de mariposa, cuya propietaria estaba jadeando como si hubiese corrido una maratón.

- ¿Nino? ¿Qué haces aquí?

- ¿No hay más nadie? – preguntó ella, mirando a ambos lados antes de entrar.

- Oye, esta es mi habitación. – protestó él.

- ¿Algún problema? – preguntó ella. – ¿Sabes quién está pagando los gastos de tu manutención?

Él solamente resopló ligeramente. No hacía falta responder a eso; los había pagado su empleador, el señor Nakano en persona. Aún no había tenido oportunidad de agradecérselo apropiadamente, si bien pensaba que había sido un poco exagerado que le dieran un cuarto privado con tantos lujos. Las enfermeras habían empezado a chismorrear cosas como que él era el hijo ilegítimo del director del hospital o algo por el estilo.

Aun así, no se sentía de humor para empezar una pelea con ella, de modo que hizo un esfuerzo por no soltar comentarios que pudieran incensarla.

- Bueno, supongo que debo agradecerte que me visites. – dijo él. – Es muy... considerado de tu parte.

- Hmph, no me agradezcas por eso. – dijo Nino, volteando la cara con altivez. – Solo me aseguro de que Kintarou-kun y las demás no tengan que preocuparse por ti.

Fuutarou no supo qué replicar a eso. ¿Intentaba insinuar que a ella también le preocupaba que él estuviera bien, aunque fuese un poco? Con ella era difícil saberlo.

En eso se oyeron más pasos en el corredor y Nino se sobresaltó repentinamente. Sin perder tiempo, se metió detrás de una de sus cortinas, tratando de disimular.

- Si alguien pregunta, jamás me viste por aquí, ¿entendiste? ¡No te atrevas a delatarme!

Él ni siquiera tuvo oportunidad de negarse, y justo cuando desapareció tras la cortina, la puerta de su cuarto volvió a abrirse. Esta vez dando paso a un cabello corto naranja adornado por un lazo verde.

- ¿Uesugi-san?

- Hola, Yotsuba. – la saludó, aunque se sorprendió un poco de ver que no venía sola.

- Yahoo, Fuutarou-kun. – Ichika venía detrás de ella, y Miku también, aunque esta última se limitó a saludar con la mano. Él le respondió de la misma manera mientras veía a Yotsuba empezar a olfatear en el aire.

- ¿Hmm? *Snif, snif*. Percibo el aroma de Nino.

El peliazul tuvo que aguantarse el impulso de mirar hacia la cortina, mientras la chica del lazo empezaba a olisquear por todos lados. ¿De verdad podía olerla?

Yotsuba ya había venido a verlo varias veces para traerle los deberes de las clases perdidas, pero era la primera vez que veía a sus hermanas desde el campamento. A juzgar por su comportamiento, al chico le pareció que la segunda hermana se estaba escondiendo de ellas por alguna razón. ¿Y dónde estaba Itsuki?

- ¿Cómo ha estado tu pierna? – preguntó la Nakano mayor, sentándose en el borde y dándole unos toquecitos al yeso suspendido sobre la cama. – Siento mucho no haber venido a visitarte antes. Los ensayos me tienen muy ocupada.

- ¿Sigues adelante con la actuación? – preguntó él, a lo cual Ichika asintió. – ¿Eso no afecta tus clases?

- Me las puedo arreglar. Aunque si empiezo a flaquear, siempre puedo contar contigo para que me ayudes, ¿verdad?

Él no respondió, aunque si ese era el caso, no le molestaría hacerlo. Aunque fuese solo para que le pagaran un dividendo extra.

- ¡Ajá, ya te encontré! – exclamó Yotsuba, sacando a Nino de la cortina y agarrándola de las axilas.

- ¡Oye! ¿Qué eres, un sabueso? ¡Suéltame!

- No te vas a escapar. – dijo Miku. – A todas nos toca, te guste o no.

- ¿Les toca? ¿Qué les toca? – preguntó Fuutarou algo confundido.

- Nuestras vacunas. – dijo Ichika. – Siempre venimos a ponérnoslas por esta época, pero Nino e Itsuki-chan siempre se asustan y lloriquean por ellas.

- ¿Qué quieren que haga, si odio las agujas? – protestó Nino.

- Si no superas ese miedo, no podrás perforarte las orejas para cuando vayas al altar. – agregó Ichika, logrando que la segunda hermana se calmara, aunque no sin hacer primero un puchero y fulminar a Fuutarou con la mirada.

- Hey, a mí no me veas. – dijo él levantando las manos y negando con la cabeza. – Yotsuba te encontró sola, yo no le dije nada.

- Hmph, no te estaba acusando. – replicó Nino. – ¡Y tú, ya suéltame, yo puedo ir sola!

- ¡Jaja, si te suelto volverás a huir! – se rio Yotsuba. – Ah, por cierto, Uesugi-san, en mi bolso están las clases de hoy y los deberes.

La chica del lazo, todavía sujetando a su hermana, se acercó a él para ponerle el bolso al alcance. Al verla más de cerca notó que en su muñeca todavía llevaba el amuleto de Raiha, que no había tenido oportunidad de pedirle que se lo devolviera. No quiso hacerlo enfrente de todas, así que esperaría a estar solos para decírselo, pues se suponía que fuese algo temporal.

Como Yotsuba tenía las manos ocupadas sujetando a Nino, él tuvo que abrirle el bolso y sacar la libreta de la chica, la cual se puso de inmediato a revisar. Había mejorado un poco su escritura, al menos para entender lo suficiente y saber qué era lo que daban en clase, de modo que no estaría totalmente perdido cuando regresara a la escuela.

- Gracias. Esto te lo debo.

- Bueno, nosotras nos vamos. – dijo Ichika. – Más vale buscar a Itsuki-chan, chicas. Cuando terminemos vendré a firmarte el yeso, si quieres.

- Gracias, pero no hace falta. – dijo él. No quería ni imaginarse lo que se le ocurriría ponerle de mensaje en el yeso, y una vez que le dieran de alta no querría que se lo vieran.

Las hermanas se despidieron (con Nino todavía forcejeando y quejándose) mientras el chico volvía a quedarse solo en el cuarto, con sus pensamientos y sus recuerdos.

- ¿Hmm? – Se tocó el pecho. – Qué extraño, de repente me empiezo a sentir mejor.

¿Sería porque se sentía bien que alguien más aparte de su familia viniera a visitarlo? Quizás fuese eso, aunque algo le decía que quizás habría algo más. Con un suspiro, se recostó para empezar a ver los deberes y cogió su propia libreta y lápiz para poner manos a la obra. No podía quedarse atrás.

...

Un poco después, Fuutarou había sido llevado a la sala de Rayos-X para hacerle otra radiografía. Ya se había acostumbrado a estos controles, y le agradaba saber que estaba sanando a buen ritmo, por lo que estaba cada vez más cerca de salir.

Ahora se encontraba en la oficina del director del hospital, sentado en silla de ruedas con la pierna todavía enyesada, mientras registraban sus exámenes en una computadora.

- Así que, para mañana te darán de alta, Uesugi-kun.

- Sí. – respondió él. – Aunque tendré que caminar con muletas un tiempo, dijeron que podré volver a casa e ir a la escuela.

- ¿Estás preocupado por tus estudios?

- Hmm... un poco. – admitió. – No tanto por mí, la verdad. Es que hay una chica a la que estoy enseñando, y me preocupa por lo torpe que es. Dudo que se las pueda arreglar sin mí.

El director dejó de teclear en su máquina, aunque seguía sin mirarlo. Curiosamente, había algo familiar en este hombre, pese a que jamás lo había visto. Sin embargo, en ese momento no le estaba dando mucha importancia.

- Ya veo. Bien, tu chequeo ha terminado. – dijo el director mientras guardaba la información, para luego dirigirse a su asistente. – Llévalo de vuelta a su habitación.

El asistente, un hombre en sus veintitantos con pelo alborotado y gafas, se puso detrás de la silla y empezó a empujarlo fuera de la oficina. Afuera en el corredor, Fuutarou vio que las hermanas Nakano todavía seguían discutiendo con Nino, llamándole la atención por el berrinche que estaba haciendo por las jeringas.

- ¡Oigan ustedes, dejen de hacer ruido en el hospital! – les gritó el asistente.

- ¡Perdón! – se disculparon al unísono.

Mientras lo empujaban por el corredor, Fuutarou se quedó viéndolas por encima del hombro, sin dejar de pensar un poco en todo lo que habían sido las últimas tres semanas. Tendría mucho para ponerse al día tanto él mismo como con Yotsuba, y eso le daría mucho trabajo por delante.

Y otra cosa, ¿por qué el director del hospital le parecía tan familiar? Si no fuera la primera vez que lo veía, estaba seguro de que se acordaría de él.

(--0--)

Un poco más tarde...

De vuelta en su habitación, y tras terminar los deberes que le dejó Yotsuba, Fuutarou se recostó en su cama. Admitiéndolo, una parte de él iba a extrañar la comodidad una vez que le dieran de alta, pero su otra parte, la más racional, sabía que tenía que volver a la escuela lo más pronto posible. No solo por él mismo, sino por Yotsuba; la chica podía ser un desastre si él no estaba allí para guiarla.

Cerró los ojos, pero aunque no se quedó dormido, su mente empezó a divagar de nuevo, a aquel viaje que hizo a Kioto hacía cinco años. ¿Por qué empezaba a recordar eso ahora? Había pasado un largo tiempo, y no había garantías de que volviera a ver a esa niña.

- "¿Cómo estará ahora?" – pensó. – "¿Se acordará de mí?"

Viéndolo en retrospectiva, apenas sí sabía algo sobre ella. Ella no le dijo su nombre, o si en algún momento lo hizo ya no se acordaba, de dónde venía ni nada de eso. Lo único que le dejó claro era que quería hacer algo bueno con su vida, ayudar a su familia, y eso lo inspiró a él a hacer lo mismo. Apoyar a sus padres para no ser más una carga para ellos.

...

Luego de que lo salvaron de meterse en problemas con la policía, y se quitó de encima a esa vieja y horrible muñeca viviente, el chico se disponía a volver al hotel con sus compañeros. Sin embargo, la niña que le ayudó le insistió en que la acompañase a un lugar, y él, a cosa de no querer sentirse en deuda accedió de mala gana.

- ¿A dónde me llevas? – le preguntó.

- Descuida, ya lo verás. – dijo ella.

Fuutarou se preguntaba si lo estaba llevando a algún lugar especial, pero resultó ser una simple tienda de amuletos para la buena suerte. Nada fuera de lo común, según él lo veía.

- Disculpe, deme cinco amuletos para éxito en los estudios. – dijo la niña.

- ¿Cinco? – preguntó él. – ¿No te basta con uno solo?

- Es que... quiero hacerlo cinco veces mejor que ahora. – dijo la niña con una sonrisa, aunque a él le parecía que se estaba inventando la excusa en el momento. – ¡Quiero ser el ejemplo para mi familia!

- ¿Tu familia?

- Sí. – dijo ella. – Sabes, mi familia es muy pobre. No tenemos papá, y mamá tiene que trabajar muy duro para poder sostenernos.

- Oh, ya veo. – dijo Fuutarou, rascándose detrás de la cabeza. – Sí, entiendo lo que es eso. Mis padres también la pasan difícil. Tienen muchas deudas y encima tienen que sostenernos a mi hermanita y a mí.

- ¡Sabía que me entenderías! – exclamó la niña, casi emocionada. – Dime, ¿no estás harto de ser una carga para los demás? ¿No ser alguien de quien otros puedan depender, en vez de tú necesitar siempre de ellos?

Fuutarou abrió la boca para responderle, pero las palabras se le fueron. Si lo veía en retrospectiva, a pesar de su corta edad entendía que sus padres a veces la pasaban duro, solo para poder llevarles alimento a la mesa, y muchas veces sonreían incluso sin estar de humor para que él y Raiha no sufrieran. Pero hasta él podía ver que no siempre les resultaba sencillo.

Parecía haberse resignado a ser una carga, aunque no le gustaba, pero ¿qué podía hacer? Apenas era un niño, no podía buscar trabajos o algo para ayudar a sus padres, aunque le gustaría.

- Yo estoy harta de ser una carga. – prosiguió la niña. – Quiero hacer algo para ayudar a mamá, y que no sufra más.

- ¿Y qué es lo que vas a hacer? – preguntó Fuutarou. En respuesta, la niña extendió la mano con sus cinco amuletos.

- Si puedo ser una buena estudiante que saca las mejores calificaciones, algún día podré conseguir un buen trabajo. ¡Así podré ayudar a mi familia a salir de la pobreza!

- ¿Estudiar? Eso suena increíblemente aburrido. – dijo él. La chica frunció el cejo e hinchó las mejillas.

- Sabes, muchas veces para conseguir lo que quieres, tienes que hacer cosas que no te gustan. Aunque es más fácil si no tienes que hacerlo solo. Ahí es donde entras tú.

- ¿Yo?

- Sí, tú. Mi mamá siempre dice que, al hacer una promesa con otra persona, lograrás cumplirla siempre que te acuerdes de ella. No importa lo que pase.

Las palabras de la niña calaron hondo en el pecho del joven Fuutarou. Apenas acababa de conocerla, y mostraba una madurez y sabiduría digna de alguien mucho mayor. A diferencia de él, que estaba sin rumbo y despreocupado por lo que haría, esta niña tenía claro lo que quería para su vida. Y si lo que decía era cierto, tal vez estaba en una situación aún peor que la de él, pero quería hacer algo para afrontarla.

No podía evitar admirar esa determinación suya.

Habiendo captado su atención, y tras saber que se estaban quedando en hoteles cerca de esa estación, la niña le dijo a Fuutarou que se vieran al día siguiente en un templo, para hacer la promesa entre ambos "oficial". Ambos estarían en la ciudad más o menos una semana, así que podrían verse de nuevo unos días más.

- Bien, entonces mañana, a eso de las diez en el templo. ¡No vayas a faltar!

- No lo haré. – aseguró él, mientras ella se despedía y se alejaba. – ¡Oye, espera! ¡Mi nombre es Fuutarou, Fuutarou Uesugi! ¿Cuál es el tuyo?

La niña simplemente se puso el dedo en el mentón, pensativa, y luego sonrió pícaramente.

- Te lo diré en otra ocasión. ¡Hasta mañana, Fuutarou Uesugi-kun!

Y con esa sonrisa se fue por su lado, dejándolo allí desconcertado, pero a la vez encantado por haberla conocido. Ese día, hacía cinco años, habría cambiado el curso de su vida completamente.

...

- Uesugi-kun... ¡Uesugi-kun!

El repentino llamado de su nombre, que parecía hacer eco con la voz de la niña de sus recuerdos lo sacó de estar soñando despierto, y cuando volteó a ver...

- ¿Eh?

No... no podía ser que... ¿cómo podía ella estar allí? Inmediatamente se frotó los ojos para asegurarse que no andaba viendo cosas.

- ¿Qué pasa, Uesugi-kun?

- Ah, solo eres tú. – dijo él lacónicamente. Era Itsuki, y por alguna razón momentáneamente la confundió con esa niña. Tanto recordar ahora le estaba jugando trucos a su mente.

La pelirroja hizo un puchero. – ¿Qué quieres decir con eso de "solo eres tú"? Ah, ya entiendo, por un momento creíste que era Yotsuba o Ichika. Seguro prefieres que te visiten ellas, ¿no?

Aunque esa última parte era cierta, pese a ser quintillizas era relativamente fácil distinguirlas por sus tintes de cabello, la longitud y los accesorios de cada una, así que no había manera de confundirlas de ese modo. Lo que le sorprendía era haberla visto momentáneamente como aquella niña.

- No me hagas caso, solo estaba... recordando cosas. – dijo él. Igual que con Nino, no se sentía con ganas de pelear ahora, ni tenía razones para hacerlo. – ¿Y qué haces aquí? Yotsuba y las demás te están buscando.

- Jeje... me pregunto por qué. – dijo Itsuki, mirando no muy disimuladamente hacia la puerta, antes de mirar la cama y ver los lápices y cuadernos encima de la cama. – ¿Y tú todavía sigues estudiando ahora? ¿No deberías descansar?

- No hay tiempo para eso. – replicó él. – Ya tengo tres semanas de atraso en la escuela. Y me preocupa que Yotsuba se las arregle sin mí.

- Bueno, eso no puedo discutirlo. – asintió la quinta Nakano. – Oye, no te he dicho esto antes, pero realmente todas apreciamos lo que haces por Yotsuba. Sabemos que para ti es solo un trabajo, pero es muy importante para nosotras volver a estar todas juntas.

El chico le dirigió una mirada, y notó que ella volteaba la cara con un ligero rubor. Por lo visto estaba tratando, a su manera, de darle las gracias.

O quizás, estaba buscando una forma de pedirle ayuda, sin pedirla directamente. Ella no tenía idea de que él había estado oyendo aquella conversación en las aguas termales y sabía que ella no le iba a decir nada debido a su orgullo. Quizás era un buen momento de comprobar si decía la verdad entonces.

- Si alguna vez necesitas ayuda, puedes decirme. No hay materia que se me dé mal, ya lo sabes.

- ¿Lo dices en serio? – preguntó la pelirroja, al parecer sorprendida.

- Digo, obviamente si quieres una sesión de estudio completa espero que me paguen extra. – señaló él rápidamente. – Pero si alguna vez tienes alguna pregunta o duda menor, puedo responderla sin cobrar.

Itsuki desvió la mirada y se pasó la mano por el pelo, como si estuviese considerándolo. Sabía que era testaruda, y él estaba intentando ser directo sin ofenderla. Los dos no era lo que se pudieran llamar amigos, pero en vista de que pasaba mucho tiempo en la casa de ellas, empezó a tomar más en serio lo que dijo Ichika de tratar de llevarse mejor con las otras hermanas.

Nino era la más difícil obviamente, pero con Itsuki, podía al menos dar pasos pequeños.

- Lo voy a pensar. – dijo ella. – Por cierto, ¿por qué estás tan obsesionado con el estudio?

Fuutarou le dirigió una mirada ligeramente enfurruñada. Por un momento quiso replicar que "obsesionado" era una exageración, aunque cualquiera que lo viera desde afuera seguramente le daría la razón a Itsuki. Y era curioso que le preguntase precisamente de ese tema, cuando últimamente había estado recordando los eventos que llevaron a ello.

- Porque quiero asegurar mi futuro, como cualquier estudiante que se respete. – replicó él a secas, esperando que eso satisficiera su curiosidad.

- ¡Hmmmmm! – Itsuki se le fue encima hinchando los cachetes y mirándolo fijamente. – ¡Nadie se obsesiona con el estudio por algo como eso! ¡Te voy a fulminar con la mirada hasta que me digas la verdad!

- ¿Ah sí? – replicó él, adoptando una similar. – ¿Y qué tal si yo te miro a ti hasta que te rindas?

- ¿Eso es un reto? – dijo Itsuki en tono desafiante. – ¡Veamos quién se rinde primero!

Los dos se quedaron viéndose fijamente por varios segundos, casi sin parpadear. La chica no quería ceder, pero él obviamente tampoco, así que intensificó su mirada frunciendo el ceño tan duro como podía. Ella replicó enseñándole los dientes y gruñendo fuertemente.

- Por lo visto eres muy determinada con lo que quieres, ¿no? Creí que solo lo eras cuando tienes hambre. – comentó él.

- ¡Huy! ¿Cómo te atreves? ¡Te voy a...! – La chica había alzado un puño, pero abruptamente se detuvo. Echó una mirada hacia su pierna enyesada suspendida, y luego empezó a respirar profundo antes de calmarse. – No, no está bien que actúe así con alguien herido.

Fuutarou por su parte, sintió algo de alivio. Por un momento casi creyó que le iba a pegar de verdad. Con todo, Itsuki disimuladamente fue a cerrar la puerta, seguramente en caso de que sus hermanas anduvieran por allí.

- No me iré hasta que me lo digas. – insistió luego de volver a sentarse.

- Dame un respiro. Es una historia algo larga. – replicó él.

- El hospital es muy grande. – dijo Itsuki. – Las demás tardarán en encontrarme, así que hay tiempo.

Fuutarou la vio de reojo. Por todo lo que intentaba parecer madura por fuera, se le notaba que era la bebé de la familia, actuando de esa manera como niña caprichosa (si bien no tan extrema como Nino). Si fuera solo porque quería que lo dejaran tranquilo, supuso que podría contarle la versión resumida.

Empezó relatándole lo del viaje a Kioto con sus amigos, cómo se separó de ellos y conoció a esa niña que lo salvó de meterse en problemas. Pero al llegar a ese punto, se fue por la tangente contando una historia loca acerca de cómo unos alienígenas del planeta Shogi llegaron a invadir la Tierra y retaban a los mejores jugadores de Japón para decidir su destino.

- Y así terminó mi excursión escolar. – dijo recostándose en su cama.

- ¿Qué rayos fue eso? – protestó Itsuki. – ¡No es justo, cortaste la historia en la mejor parte! ¡¿Y qué pasó con la Tierra y los alienígenas y eso?!

- No accedí a contártelo todo. – dijo él. – La verdad, es que no sé por qué últimamente me acuerdo tanto de eso... y de ella.

- De ella... espera un poco. – Itsuki empezó a mirarlo fijamente otra vez, como si acabase de darse cuenta de algo. – Hace un momento estabas pensando en esa niña, ¿verdad? ¿Acaso me confundiste con ella o algo?

Fuutarou se paralizó. ¿Cómo había podido dar en el clavo de esa forma? Pero era ridículo pensar que... no, no podía permitir eso. Si se lo confirmaba, seguramente le iría con el chisme a las demás, y eso lo mataría de vergüenza.

- Ja, no, ¿cómo crees? – dijo él, forzando una risa burlona y tratando de sonar lo más convincente posible. – Además, no hay forma de que esa niña seas tú.

- Hmm, ¿y cómo estás tan seguro? – preguntó Itsuki.

- Aunque hayan pasado cinco años, la reconocería si la viera ahora. – dijo él. – Ella no habría crecido para convertirse en ti.

- Por alguna razón, eso me ofende. – dijo Itsuki enfurruñada, aunque rápidamente suavizó su expresión. – Aun así, creo que entiendo lo más importante. Estás cumpliendo la promesa que hiciste con esa niña, ¿verdad? Jamás lo habría imaginado. Quizás Yotsuba e Ichika no estaban tan equivocadas respecto a ti, no eres solamente un amargado estudioso.

Otros se habrían ofendido por ese apelativo, pero Fuutarou simplemente sonrió de lado. La verdad no sabía por qué se lo había contado, especialmente bajo el riesgo de que le iría con el chisme a las demás. Ese era un secreto muy personal, que únicamente sabían los miembros de su familia.

En eso empezaron a oírse pasos de un gran grupo por el pasillo. Itsuki se sobresaltó de la silla donde estaba y miró frenéticamente a todos lados. Seguramente había reconocido los pasos de sus hermanas y ahora estaba buscando esconderse para escapar de las inyecciones.

Menos de un minuto después, las otras cuatro hermanas estaban de nuevo en su puerta, y la menor se había colado debajo de la cama de él, tapándose con las sábanas que colgaban.

- Oh, Fuutarou-kun, ¿no ha venido Itsuki-chan a verte? – fue Ichika quien habló.

- ¿Itsuki? Ah, sí, vino hace un momento... pero ya se fue. – dijo él, aguantando el impulso de mirar hacia abajo.

- Ah rayos, ¿por qué siempre tiene que salir huyendo cuando nos tocan las vacunas? – dijo Yotsuba.

- Si quieren adelántense, yo la seguiré buscando. – sugirió Nino.

- ¿Para que las dos se escapen? Ni soñarlo. – dijo Ichika. – Yotsuba, sujétala bien. Y Fuutarou-kun, perdón por molestarte. ¡Que te mejores!

- ¡Suéltame, suéltame!

Pasó más o menos un minuto que se siguieron oyendo los berrinches y forcejeos de Nino en el pasillo mientras las cuatro Nakano mayores se alejaban. Itsuki finalmente volvió a salir y echó un vistazo por la puerta antes de suspirar de alivio.

- Te debo una, gracias. – le dijo.

- Guarda en secreto lo que te conté, y estaremos a mano. – replicó él. Ella por su parte solo asintió, y salió al pasillo, yéndose por la dirección opuesta de las demás.

Tras esto, Fuutarou volvió a quedarse a solas en su cuarto, recostándose sobre su almohada tratando de ordenar sus pensamientos. Había sido muy extraño tener una conversación medianamente civilizada con Itsuki allí, pero en retrospectiva, no había resultado tan mal. Hablar un poco de eso le había resultado extrañamente liberador, por razones que no podía explicar.

La pregunta que seguía atormentándolo era, ¿por qué venían a su mente los recuerdos de esa niña? ¿Y por qué confundió a Itsuki con ella en ese momento?

- "Debo estar perdiendo la cabeza. Ya me está afectando ir a casa de esas revoltosas."

Quizás debía tomar una siesta. Una vez que retornase a su ritmo habitual, podría centrarse de nuevo en lo que realmente importaba: sus estudios.

(--0--)

Preparatoria Asahiyama, al día siguiente...

- ¡¿QUÉ SIGNIFICA ESTO?!

- ¡Ayayayayayay! ¡Uesugi-san, eso duele!

Fuutarou finalmente había regresado a la escuela, y esta vez Yotsuba había ido a su casa para acompañarlo temprano. Aunque tuviese que caminar con muletas estaba feliz de volver no solo a clases, sino a sus sesiones de estudio. No obstante, cuando salieron de las clases y creyó que se irían a casa de ella para empezar, se llevó una muy desagradable sorpresa.

La chica dijo que tenía que hacer algo y que volvería después. Y al seguirla, la vio salir de los vestuarios, con un chándal deportivo perteneciente a...

- ¡¿Otra vez te comprometiste con el club de atletismo?! – exclamaba, jalándola por el lazo y asegurándose de que le doliera para enfatizar su enojo. – ¡¿Qué te dije acerca de avisarme si volvías a hacer un trato de este tipo?!

- ¡De verdad lo siento! – lloriqueaba Yotsuba. – ¡Es que entre estudiar y tener que ayudar al club, no había tenido tiempo de mencionarlo!

Esto era malo, muy malo. Estaban atrasadísimos con los deberes y como él estaba internado en el hospital, no habían podido reanudar las tutorías. Y los exámenes de final de trimestre estaban muy cerca, a menos de tres semanas.

Con lo torpe que era Yotsuba no había forma de que pudiera arreglárselas sin que él le indicara sus errores, y dado su historial de querer abarcar de más, terminaría apretando muy poco. Iba a terminar igual que en su antigua escuela.

- ¡Nakano-san, ya estamos listas! ¡Nos vamos!

- ¡Ya voy, Eba-san! Lo siento, de verdad. Te prometo que mañana podremos empezar sin falta. – dijo antes de marcharse, junto con esa chica Eba.

- ¡Hey tú! ¡Tú, Eba! ¡Ven acá, quiero hablar contigo! – exigió Fuutarou.

La chica de pelo largo se sorprendió de que la llamara, pero le dijo a Yotsuba que se adelantara, y acto seguido caminó hacia él con los brazos en jarras, y una sonrisa bastante macabra en el rostro.

- Tu nombre es... Uesugi, ¿verdad? – le dijo. Al chico no se le escapó la falta del honorífico, pero dado que él no lo usaba tampoco, supuso que estaban a mano.

- Bien, como veo que no necesito presentarme, iré directo al grano. – le dijo. – ¿Qué le dijiste a Yotsuba?

- ¿Perdón? – replicó la chica, como si no entendiera.

- No te hagas la tonta conmigo. – dijo Fuutarou. – Le dije a Yotsuba que no se involucrase con clubes deportivos sin avisarme primero. Confiesa, ¿qué le dijiste?

- No le he dicho mentiras, si es lo que piensas. – dijo Eba despreocupadamente. – Necesitamos de Nakano-san para ganar el maratón, eso es todo lo que le dije. Y ella nunca se niega a una petición de ayuda.

- Pues le tendrán que buscar un reemplazo, porque ella tiene cosas más importantes que atender. – dijo Fuutarou con voz autoritaria.

- ¿En serio? ¿Qué sabes tú de ella? Alguien como tú, que solo piensa en estudiar, jamás podría entender el potencial que ella posee.

Ah, grandioso, ahora iba a venir con su discursito del potencial desperdiciado estudiando, y cómo necesitaban su talento para ganar. Bueno, que se diera prisa para salir de ese aburrimiento rápido.

- Nakano-san tiene un extraordinario talento natural. Si se la pasa leyendo y estudiando cosas aburridas con alguien como tú, todo ese potencial se desperdiciará. Lamento mucho que tuvieras ese accidente, pero tu desgracia resultó ser una bendición para nosotros.

- ¿Cómo dices?

- Sí. Verás, después de la última vez en las carreras de relevos, no nos pudimos volver a acercar a Nakano-san. No mientras tú anduvieras alrededor, porque sabíamos que te la llevarías lejos de nosotras para estudiar. Pero... bueno, las últimas tres semanas, tú no viniste a la escuela.

Fuutarou gruñó entre dientes. Diabólicamente astuta, se aprovechó de su ausencia para ir tras Yotsuba, cuando él no podía hacer nada para impedirlo. Pero en ese caso...

- Espera, ¿cómo la convenciste de no decirme nada? – le dijo.

- Oh, ¿eso? Solo le dije que lo mantuviera en secreto de todos, sin excepción. Es que queremos que sea nuestra arma secreta. Lo cual, técnicamente, tampoco es mentira, ¿sabes? – dijo sonriendo malignamente.

Fuutarou apretó el metal de sus muletas. Si no fuera porque dependía de ellas para mantenerse en pie, le habría asestado un buen golpe en la cabeza a esta bribona con cara de espanto. Era lo menos que se merecía por una jugada tan sucia.

- Lo lamento mucho por ti. Pero descuida: en esa competencia habrá muchos cazatalentos. Seguro Nakano-san recibirá muchas ofertas deportivas cuando tenga su momento de brillar, así que no tendrá que preocuparse por el estudio. Con tu permiso, debo irme a practicar.

- ¡Oye, espera! ¡Todavía no he terminado de...!

Habría querido perseguirla, pero luego de que se echó a correr, no iba a poder alcanzarla, menos con una pierna enyesada. El chico arrojó sus muletas de la rabia al piso y se dejó caer de sentón sobre el frío concreto, frustrado de que se le hubiera escapado.

¿Cómo pudo ser tan descuidado? Debió haber sido mucho más específico al decirle a Yotsuba que no se fuese a enredar más con los clubes deportivos. Especialmente con esa tipa.

- ¿Ahora qué se supone que debo hacer? – dijo agarrándose los pelos.

Si Yotsuba ya se había comprometido con el club de atletismo no habría forma de sacarla fácilmente. Y claramente esa capitana de mala vibra tampoco querría dejarla ir. De momento solo se le ocurrían dos opciones: obligar a Yotsuba a romper el compromiso, o hablar con el club para que llegasen a un acuerdo. La primera sería lo ideal dado el poco tiempo del que disponían antes de los exámenes finales, pero así como estaban las cosas era la menos plausible. A menos que consiguiera a alguien que pudiera tomar el lugar de Yotsuba...

- Tomar su lugar... ¡tomar su lugar, eso es! ¡Huy!

Con mucha dificultad volvió a levantarse apoyándose en su pierna sana y recogió sus muletas saltando de cojito. En cuanto se pudo apoyar en ellas, cogió su teléfono y llamó a Ichika. Esperó impacientemente a que ella contestara, esperando que estuviese disponible.

- ¿Hola? – contestó finalmente.

- ¿Ichika? Necesito que me ayudes con algo, es urgente.

- Seguro, Fuutarou-kun, ¿de qué se trata?

- Te lo explicaré cuando vaya a su apartamento. De hecho, si puede reúne a las demás. Presiento que necesitaré la ayuda de todas ustedes.

- ¿De todas? ¿Acaso pasó algo? – preguntó la hermana mayor.

- Sí, lo peor que me podría haber pasado, con los exámenes finales a la vuelta. – dijo él. – Y por cierto, necesito que tú y las demás hagan otra cosa por mí, ¿podrían?

Si su plan tenía éxito, pronto podría liberar a Yotsuba de sus compromisos con el club de atletismo, y con eso dedicarse de lleno solo a estudiar.

(--0--)

Apartamento Nakano, un poco después...

Fuutarou normalmente no gustaba de tener que gastar en el transporte público si podía caminar a su destino, pero en su estado actual se veía obligado a hacerlo. Andar con muletas por la calle era bastante difícil, sobre todo al momento de tener que cruzar las calles. Pero ya estaba aquí, y era lo importante.

- ¿Se puede saber por qué rayos estamos haciendo esto? – preguntó Nino.

Frente a él se encontraban las cuatro hermanas Nakano restantes, de izquierda a derecha Ichika, Nino, Miku e Itsuki. Cada una lo miraba con una expresión diferente: Ichika parecía sonreír divertida, Nino estaba con los brazos cruzados y la cara enfurruñada, Miku permanecía neutral, y finalmente Itsuki solo parecía estar confundida con todo esto. Cada una llevaba un lazo en el pelo, del mismo tipo que usaba Yotsuba, que fue lo que le pidió a Ichika por teléfono, y ahora se encontraba examinándolas una por una.

- Muy bien, necesito que cada una de ustedes me haga su mejor imitación de Yotsuba. – les dijo. – Tengo entendido que son buenas en esto, ¿no?

- ¿Para qué? – insistió Nino.

- Se los explicaré luego. Solo háganlo, por favor, confíen en mí.

- Vamos, chicas, no es demasiado pedir. – dijo Ichika. Acto seguido tomó un profundo respiro y adoptó una expresión de sorpresa imitando el tono chillón de Yotsuba. – ¡Wow, Uesugi-san!

- Hmm, convincente, pero siento que le falta algo. – dijo mirándola, antes de volverse hacia Nino. – Ahora tú.

- Tch, esto es ridículo, pero ya qué. ¡Wow, Uesugi-san!

Casi igual de buena que la de Ichika, pero también le faltaba algo. Quizás porque sabía que era ella de antemano, pero todavía no estaba totalmente convencido. Siguiente, ahora venía el turno de Miku.

- ¡Wow, Uesugi-san!

Le sorprendió mucho que la hermana más taciturna pudiese imitar tan bien el tono excitado de la que sin duda era la más opuesta en ese sentido. Hasta ahora le parecía la mejor, y sonrió mientras asentía con aprobación. Eso solo le dejaba una más, Itsuki.

- ¡Wow, Uesugi-san!

Igual que con Ichika y Nino, sonó convincente, pero también sintió que le faltaba algo. Quizás solo un poquito más de energía en la voz al hablar, pero hasta el momento, la mejor había sido Miku. Sin embargo, había otras complicaciones bastante obvias.

- ¿Nos vas a decir por fin qué sucede, Uesugi-kun? – preguntó la hermana menor.

- ¿Y puedo quitarme ya esto? No va conmigo. – agregó la segunda, señalando el lazo.

El chico suspiró, y dejando momentáneamente sus muletas de lado, se sentó en el sofá de la sala. Mejor explicarles todo el asunto de una vez para poder pedirles su ayuda. Indicándoles que sí, ya podían quitarse los lazos, procedió a explicarles cuál era el problema:

- Bien, no sé si ya estarán enteradas, pero Yotsuba decidió ayudar al club de atletismo mientras yo estaba en el hospital.

- Sí, algo escuchamos al respecto. – dijo Nino. – ¿Y qué hay con eso?

- ¿Qué no es obvio? Si Yotsuba está ocupada con ese club, no tendrá tiempo para estudiar. – dijo Fuutarou. – Necesito que ustedes me ayuden a sacarla de allí.

- ¿Y cómo vas a hacerlo? – preguntó Ichika.

- Por medio de lo que llamo "Operación Doppelganger". – dijo sonriendo. – Este es el plan: una de ustedes se hará pasar por Yotsuba e irá con el club de atletismo. Después, durante las prácticas, fingirá una lesión y les dirá que no puede participar, librándola entonces de su compromiso. Así, ella y yo estaremos libres para poder estudiar sin ningún problema. Miku, tu imitación de Yotsuba fue perfecta, así que tú serás la elegida. Brillante, ¿no les parece?

Fuutarou esperaba una gran felicitación por lo brillante de su plan, o por lo menos alguna reacción. En vez de eso, todo lo que hubo fue un silencio sepulcral, mientras las cuatro Nakano lo miraban con expresiones en blanco, totalmente inmóviles y sin parpadear.

- Em... ¿Fuutarou-kun? Hay un... pequeñísimo problema con tu plan. – dijo Ichika riéndose nerviosamente. – Verás, Miku es...

- ... la menos atlética de nosotras. – completó la hermana intermedia. – No aguantaría ni cinco minutos antes de desmayarme, o peor.

- ¿Eh? Bueno, en ese caso, seguro cualquiera de ustedes podría suplirla lo suficiente. Ichika...

- Te ayudaría con gusto si pudiera, Fuutarou-kun, pero entre la escuela y mi trabajo, sinceramente no tendré tiempo. – dijo la hermana mayor, poniendo las manos en posición de disculpa. – De verdad lo siento.

- Bueno, en ese caso, Nino...

- Ni lo sueñes. – replicó la aludida preventivamente. – Tengo cosas más importantes que hacer. Y antes que se te ocurra, Itsuki tampoco podría hacerlo.

- ¿Por qué lo dices? – preguntó el chico.

En respuesta, la segunda hermana fue hacia la menor y empezó a apretarle la cintura a los lados con ambas manos.

- En los vestidores, se darían cuenta que no es Yotsuba por sus kilitos de más.

- ¡Oye! – La menor se ofendió por ese comentario. – ¡No estoy gorda como para que digas eso!

- Es igual, ninguna de nosotras podría correr esos maratones igual que ella, ¿o acaso lo niegas? – insistió Nino. –¿Y qué tal si tratando de fingir una lesión terminamos haciéndonos una de verdad?

Itsuki hizo un además de replicar, pero finalmente terminó adoptando una expresión de resignación, dando a entender que le daba la razón a la segunda hermana en ambos puntos. Las miradas que posteriormente le dirigieron a Fuutarou dejaron claro que su brillante plan simplemente no podía ejecutarse.

- En serio lo sentimos, Fuutarou-kun. – dijo Ichika. – Ojalá pudiéramos ayudarte, pero no creo que sea tan sencillo sacar a Yotsuba de este problema.

- ¿Cómo estás tan segura?

La hermana mayor adoptó una expresión solemne. Eso ya parecía darle preludio a una historia bastante larga.

- Yotsuba siempre ha sido así. Cuando alguien le pide ayuda, es incapaz de negarse, y una vez que la convencen, no se detendrá hasta haber cumplido. La verdad, esa siempre ha sido su mayor virtud... pero también su mayor defecto.

El chico Uesugi ladeó la cabeza con confusión, lanzándole una mirada inquisitiva. La mayor de las Nakano pareció captar el mensaje, e inmediatamente procedió a elaborar más.

- Ella no siempre ha sido buena para admitir lo que quiere. – explicó Ichika. – En nuestra antigua escuela siempre se mostraba dispuesta a ayudar a quien se lo pidiera, incluso si tenía algún otro compromiso. De hecho, a veces nos ofrecíamos a cubrirla para que no tuviese tantas cosas encima, pero ella nunca lo aceptaba.

- ¿Y eso por qué? – preguntó él.

- Quizás pensó que podía abarcar todo sola. – intervino Itsuki. – Antes entró a los clubes deportivos porque quería, pero ahora ya debe saber que no tiene tanto tiempo como para balancearlos todos y el estudio al mismo tiempo.

- Entonces, lo que me están diciendo es que ella quizás no quiera estar el club de atletismo. – dijo Fuutarou.

- Aún si no quiere, si cree que está ayudando a otros, será mucho más difícil sacarla de allí. – dijo Nino. – No sería la primera vez que alguien se aprovecha de Yotsuba para que le haga algún favor.

Fuutarou suspiró. Se estaba quedando sin muchas opciones, pero necesitaba encontrar la forma de sacar a Yotsuba del club de atletismo. Especialmente si, tal como decían sus hermanas, ella realmente no quería estar allí.

- Realmente no sé qué haré. – dijo el chico. – El promedio de Yotsuba aún es bajo, pero tenía confianza de que podía hacerla aprobar todas las asignaturas en los finales. Apenas con el tiempo suficiente, y si se pone con esto no podré reajustarlo.

- ¡Pues busca una manera! ¡De ti depende que Yotsuba vuelva con nosotras! – exclamó Nino.

- Lo sé, no tienes que recordármelo. – dijo el chico, poniéndose de pie, mirando el reloj en la pared. – Creo que es mejor que me vaya a casa, lamento haber venido a molestarlas por nada.

- Te acompañaré. – ofreció Ichika. – No me gustaría que te pasara algo malo allá afuera.

Fuutarou quiso decir que no habría problema, pero la verdad, ya estaba empezando a oscurecer temprano, y de todas maneras dudaba poder disuadirla, de modo que no se molestó en negarlo. Los dos bajaron por el ascensor e Ichika lo acompañó mientras aguardaban el taxi, para luego dirigirse hacia la casa del chico.

No había sido el retorno más triunfal tras su estadía en el hospital.

(--0--)

Residencia Uesugi, al anochecer...

Pese a que solo ofreció acompañarlo a casa, Ichika terminó quedándose a cenar con los Uesugi, pues casualmente Isanari volvía del trabajo justo cuando ellos iban llegando y la invitó a pasar, dándole las gracias por "cuidar de su hijo", para vergüenza de este último y risitas de la chica.

Esta era la primera vez que otra de las Nakano, aparte de Yotsuba, se les unía a comer, y los padres la recibieron muy cálidamente. Ahora se encontraban en medio de una amena conversación, pues querían saber más sobre ella.

Mientras esperaban a Kazane con la comida, Ichika les contaba a Isanari y Raiha sobre sus proyectos más recientes, y los dos escuchaban con mucha atención.

- De momento no he tenido papeles estelares. – dijo Ichika. – Por ahora, solo he actuado partes como la primera chica en morir en películas de terror.

- Huy, qué miedo. – comentó Raiha, frotándose los hombros.

- Descuida, Raiha-chan, no es tan malo como parece. – aseguró la hermana mayor. – Aunque en la película que estoy rodando tendré un papel secundario un poco más importante. Si tengo éxito, demostraré que puedo hacer otro tipo de roles.

- No debe ser fácil, equilibrar actuación con los estudios. – dijo Isanari.

- No lo niego, fue difícil al principio, especialmente en una escuela privada como Kurobara que es tan exigente. – admitió Ichika. – Pero me las arreglé. Esto es algo que quería hacer desde hacía mucho tiempo, y daría todo para lograrlo.

- Jaja, es un esfuerzo digno. Fuutarou podría aprender un poco de ti, en vez de enfrascarse totalmente en sus estudios. – dijo el padre lanzándole a su hijo una mirada de reojo.

El chico solamente rodó los ojos y cruzó los brazos, sin dar ninguna réplica. Tal vez si supieran lo desordenada que era en su casa no estarían tan embelesados con su carrera de actuación.

Él por su parte no tenía ningún otro interés aparte de estudiar, sus calificaciones le podrían asegurar cualquier trabajo importante que quisiera tomar, independientemente de la carrera que eligiese. Tendría múltiples opciones luego de graduarse. ¿Para qué preocuparse por hacer algo más?

- ¿Y qué papel vas a actuar? – preguntó de nuevo Isanari.

- Oh, es uno bueno. – dijo Ichika. – Voy a ser la hija de un jefe yakuza. Es mi primer rol como una chica mala, y hacía tiempo que quería hacer algo así.

- Oh, eso va a estar bueno. ¿Puedo tomarte una foto para un póster? Seguro a mi hijo le encantaría tenerlo a tamaño natural en su pared.

- ¡Papá! – exclamó Fuutarou.

- ¿Qué tiene, hijo? – preguntó Isanari. – En serio tu cuarto necesita redecoraciones, ¿y qué mejor que la foto de una actriz tan hermosa?

- Sí, Oniichan. Tienes mucha suerte de conocer a Ichika-san, ¿no te das cuenta? – agregó Raiha estando de acuerdo.

Fuutarou volvió a rodar los ojos mientras su padre e Ichika se reían de todo el asunto. Tuvo que aguantarse el impulso de decirle a su mamá que se diera prisa con la comida, para tratar de olvidarse de todo el asunto.

- Ichika-san, ¿quieres actuar algo para nosotros? – pidió Raiha. – ¡Quiero ver si de verdad eres tan buena como dice Oniichan!

- Oye, yo no he dicho que...

- Es cierto, vamos a verlo. – agregó Isanari. – Mi mujer ya está harta de las telenovelas y seguro que querrá ver algo diferente.

- ¡Papá!

- Jaja, bueno, ya que insisten. – Ichika empezó a registrar su bolso para sacar una Tablet, para luego encenderla. – Aquí hay una escena que he estado ensayando. Ya me sé de memoria mi parte, aunque me vendría bien practicarlo con alguien más.

- ¡Oh, pásame eso! – Isanari, cogió el aparato para empezar a leer. – A ver, a ver... ¡ah, así que el chico nuevo que quiere entrar al negocio de la familia viene a pedirle al gran jefe la mano de su hija! Fuutarou, ayúdame con esto.

- ¿Qué? ¿Por qué yo?

- ¿Por qué crees? Hay que complacer a nuestra invitada. Además, solo tienes que leer líneas, no es como que tengas que hacer esfuerzo que te ponga en peligro la pierna.

Fuutarou volteó a ver a Ichika, que simplemente le dirigió una mirada de "por favor" que, por algún motivo, casi le recordó a las que le daba Raiha. Eso era un golpe bajo; sabía que a esas no se les podía resistir.

Resignado, aceptó y se deslizó junto a su padre para poder leer el libreto. Los personajes estaban marcados como "Urami", "Toranosuke" y "Jefe Shikabane".

- Muy bien, yo seré el jefe Shikabane, y tú serás Toranosuke. *Ejem*, así que deseas casarte con este mocoso.

- Sí, querido padre. – replicó Ichika, adoptando un tono solemne, y admitiéndolo, un poco tétrico. No sonaba como ella en absoluto: actuaba muy bien.

- Hmm, todo este tiempo que lo conozco, nunca creí que fuera capaz de algo así. ¿Seguro que no me estás mintiendo?

A Fuutarou no se le escapó que su padre hablaba en un susurro arrastrando las palabras, haciendo una imitación bastante buena de El Padrino, y había visto la película suficientes veces.

- Estoy hablando en serio, padre. – dijo Ichika. – Fue glorioso... el crepitar de la hoguera, las llamas danzando... y los idiotas gritando mientras ardían... y todo gracias a Tora-kun, jejejeje.

Fuutarou dio un respingo al oír esa risita macabra. Se habría espantado de no ser porque sabía bien que era Ichika, aunque su padre tuvo que darle un toquecito para que se acordara que le tocaba decir su línea a continuación.

- ¿Eh? Ah, claro. Jefe Shikabane, le aseguro que haré cualquier cosa por estar con su hija.

- Buuuuu. Oniichan, ponle un poco más de sentimiento. – se quejó Raiha hinchando los cachetes, mientras su madre e Ichika se reían entre dientes. Algo avergonzado, Fuutarou aspiró y tratando de imitar la actitud de su primo, volvió a recitar la línea.

- *Ejem*, ¡Jefe Shikabane, le aseguro que haré cualquier cosa por estar con su hija!

La reacción esta vez fue diferente: las dos féminas tuvieron que taparse la boca para aguantarse la carcajada, mientras su padre sonreía asintiendo con aprobación por alguna razón. Ninguna de las dos sirvió para aliviarle el bochorno.

- Deja ver si puedo ayudarlo. – dijo Isanari en tono normal, antes de volver a meterse en el personaje. – Eres muy atrevido al decir eso, chico. Siempre has sido poco más que un sirviente. No lo niego, has sido uno bueno, y te tengo en una alta estima. Pero aspirar a tanto como la mano de mi hija... estás apuntando muy, muy alto.

- Oye, papá, eso no está en el libreto. – protestó Fuutarou.

- Mocoso, te atreves a venir aquí... y aunque te acogí, te crie y alimenté como si fueras mi propia sangre...

- Pero lo soy...

- Me faltas el respeto criticándome... y ahora me interrumpes... me pides que te entregue mi más preciado tesoro tan fácilmente.

- ¡Ya basta, te estás saliendo del guion!

Todos en la sala estallaron en carcajadas, y hasta pudo oír las risas de su mamá desde la cocina. Fuutarou ya había visto con sus padres las películas de El Padrino suficientes veces como para reconocer que su viejo estaba haciendo una (admitiéndolo bastante buena) imitación de Don Vito Corleone, y estaba exprimiéndola a más no poder. A él le parecía ridículo, pero Ichika y Raiha estaban gozándolo enormemente, e Isanari continuó recitando.

- Estás demente si crees que te voy a entregar la mano de mi amada hija. Antes de eso te mando a dormir con los peces, mocoso. Alguien como tú no puede aspirar a convertirse en heredero de los Shikabane.

- Jajaja, bravo, esa fue una excelente improvisación, señor Uesugi. – dijo Ichika aplaudiendo. – Es más, creo que se lo sugeriré a los guionistas, apuesto a que mejorará todavía más la escena.

- Jaja, gracias, Ichika. – dijo el hombre, riéndose muy divertido. – Ah, por fin, llegó la hora de comer.

- Disculpen la espera. – En eso llegó Kazane trayendo las bandejas y platos.

Fuutarou sintió un alivio de que sí fuera; tanto bromear solo hizo que le diera más hambre y quería cenar de una buena vez. De inmediato reasumió el lugar donde antes estaba cediéndole el espacio a su madre para sentarse.

- ¡Muy buen provecho! – declararon todos al unísono, antes de comenzar.

Pasaron varios minutos sin que ninguno dijese nada. Al parecer tanto su familia como Ichika habían logrado quemar bastante energía con las carcajadas tras esa pequeña escena improvisada, lo que le dio algo de tranquilidad para poder comer sin interrupciones.

- Por cierto, Fuutarou, ¿cómo van tus clases con Yotsuba? Supongo que hoy habrán reanudado, ¿no es así? – preguntó Kazane.

Fuutarou se detuvo antes de morder el bocado que llevaba, y antes de tocarlo con los labios, volvió a dejarlo en el plato. Sabía que ese tema iba a salir a colación más temprano que tarde, y ya era hora de discutirlo.

- Parece que mientras estuve fuera, el club de atletismo se aprovechó para reclutarla. – explicó el chico. – Había planeado un horario de estudio para lo que resta antes de los exámenes finales, pero esto me cambia todo. Tengo que encontrar la forma de sacarla de allí, pero no será fácil.

- ¿Y cómo planeas hacerlo? – preguntó Isanari.

El muchacho suspiró. Su plan original se había ido al garete porque las demás quintillizas no querían o no podían ayudarlo, aparte de que no había forma de que la capitana del club la dejase ir por las buenas así nada más.

Por lo que le dijeron Ichika y las otras, solo le quedaba una opción: convencer a Yotsuba de confrontarla para salirse por voluntad propia. Después de todo, si solo lo estaba haciendo por ayudar a otros, tenía que aprender a decir de frente cuando no quería hacer algo.

- Hay que convencerla de renunciar, pero tendrá que hacerlo por voluntad propia. – dijo Fuutarou terminante. – Tiene que entender que no siempre está obligada a ayudar a todos, especialmente en detrimento de sí misma.

- Si alguien puede, ese eres tú, Fuutarou-kun. – dijo Ichika con una gran sonrisa. – Oh, cielos, ya se hizo un poco tarde, ¿no? Qué rápido vuela el tiempo.

- ¿Por qué no te quedas a pasar la noche aquí? – sugirió Isanari. – No es bueno andar fuera a estas horas de la noche.

Fuutarou casi salió a decir que ella fácilmente podía llamar y pagar un taxi para irse, pero la chica pareció anticiparse y lo detuvo.

- Bueno, si no es mucha molestia. – les dijo con una sonrisa. – De todas maneras, mañana no tengo que ir a clase.

- ¡Yay! – exclamó Raiha. – ¡Vamos a jugar a algo! ¡Voy a buscar las cartas!

Mientras la niña salía corriendo, y sus padres recogían los platos de la mesa, Fuutarou se quedó a solas con la hermana mayor, que simplemente le sonreía a su típica manera coqueta. ¿En qué estaba pensando al quedarse en su casa?

- ¿No van a pensar mal las demás? – le preguntó.

- ¿Te preocupa que pase algo? ¿O será... que quieres que pase algo? – le dijo provocativamente, solo para reírse de inmediato. – Oye, solo bromeo, ya deberías saberlo. Como dije, te acompañé para asegurarme que estés bien, y las otras lo saben. Además... por si todavía necesitabas hablar de eso.

Fuutarou bajó la mirada momentáneamente. La verdad, quizás no le vendría mal hablar con ella, especialmente si le estaba ofreciendo escucharle.

- Hay otra cosa que me dijo la capitana del club de atletismo. – confesó. – Dijo algo sobre que Yotsuba podría conseguir muchas ofertas de cazatalentos, y si hiciera eso no tendría que preocuparse por el estudio. No me había puesto a pensar en eso, pero... ¿y si tiene razón en ello?

- Puede que sí, un poco. – asintió Ichika. – Yotsuba tiene el talento para ser una gran atleta en cualquier deporte que quiera tomar. Pero la cuestión es si quiere hacerlo o no.

- ¿Y qué pasaría si realmente quiere? – preguntó Fuutarou. – ¿Qué tal si le gusta estar en ese club y decide unirse permanentemente?

Ichika cruzó los brazos pensativamente antes de contestar. – La verdad, si la conozco bien, no creo que esté allí ahora porque quiera. Y si piensa que les causará problemas, dudo mucho que lo abandone fácilmente. Siempre se siente culpable cuando abandona a alguien que la necesita.

Fuutarou se puso a pensar en ello. Si lo veía de esa forma, podría intentar apelar al sentido de la culpa para que Yotsuba volviera a estudiar. Si le decía que eso le causaría problemas a él, ya que de ella dependía su trabajo y lo que le pagaban, quizás podría hacerla renunciar.

Pero luego lo descartó. Eso no resolvería el problema, solo lo cambiaría por otro. Eligiera lo que eligiera, se sentiría culpable por abandonar a alguien, fuese a él o al club. Y él no quería eso, y no solamente porque afectaría su desempeño, sino porque genuinamente la haría sentirse mal.

- "¿Cuándo empecé a preocuparme de que ella se sienta mal?" – pensó.

- ¡Aquí están! ¿A qué quieres jugar, Ichika-san? – preguntó Raiha, interrumpiendo sus pensamientos.

- ¿Qué tal si jugamos al "Ve a pescar"? – propuso Ichika. – ¿Sabes cómo se juega?

- ¡Claro! ¡Empieza tú, juguemos a cinco cartas!

Raiha procedió a repartir a cada uno las cartas, y en vista de que no había forma de parar a la alegre niña cuando quería jugar, Fuutarou suspiró y cogió sus cartas en abanico, empezando a ordenarlas numéricamente. La mano no era del todo mala: le tocaron el as de picas y tréboles, y solo le faltaba el rey de corazones para completar un juego. Si fuese póker ese sería un buen full.

- Fuutarou-kun, ¿tienes algún cuatro?

- Ve a pescar. – replicó él. Ichika cogió un naipe de la baraja y al ver que no era el que buscaba, le cedió su turno. – Raiha, ¿tienes un as?

- Ve a pescar, Oniichan. – dijo la niña.

Fuutarou cogió de la pila, e igual que con Ichika, no fue una buena pesca, forzándolo a quedarse con el cuatro de tréboles y ceder su turno a su hermanita.

- Oniichan, ¿tienes un Rey?

- "Rayos." – pensó el chico, pero viéndose forzado a ceder los tres que tenía, mientras Raiha sonreía de oreja a oreja.

- Gracias, Oniichan. – dijo mientras descartaba los naipes a un lado, e Ichika se reía ligeramente.

El juego continuó por un buen rato, y admitiéndolo Fuutarou se divirtió bastante. Luego de varias manos cambiaron los juegos, incluyendo "Perseguir al comodín", "Ochos locos" y varios más. En cierto momento, Ichika le susurró a Fuutarou que no le molestaría si jugaran al póker apostando las prendas, haciendo que se sobresaltara, pero luego dijo que mejor no, por estar Raiha presente.

Un poco después, la madre de los Uesugi pidió mano para entrar también y jugar una partida de corazones entre cuatro, durante la cual el chico tuvo la extraña sensación de que las tres conspiraban para echarle encima la mayor cantidad de puntos, aunque él se las arregló para ganarles usando la estrategia de alcanzar la luna, haciendo que les saliera el tiro por la culata.

- Bien, señoritas, y Fuutarou, creo que ya es tiempo de que todos se vayan a la cama. – declaró Isanari.

- Ichika-san, te quedarás en mi cuarto. – dijo Raiha. – Por si acaso a Oniichan se le ocurriera hacer algo durante la noche.

- Jajaja, a mí no me molestaría si él hiciera algo, pero gracias por el aviso. – dijo Ichika, poniéndose de pie mientras Raiha la jalaba de la muñeca y se iban hacia su cuarto. – Buenas noches, Fuutarou-kun.

Y mientras las dos se iban a dormir, Fuutarou se dispuso a coger sus muletas para irse a su cuarto, aunque antes de poder retirarse, su padre todavía tenía un último comentario por hacer.

- Primero Yotsuba, y ahora Ichika. Te estás haciendo popular, hijo mío. ¿No estarás planeando extenderlo a todas sus hermanas?

- No te hagas falsas ideas. – dijo el chico. – Algunas me agradan, otras quizás no tanto, pero nunca pensaría en ese tipo de cosas con ninguna de ellas.

- Oye, ¿vas a quedarte esperando toda tu vida a que aparezca tu chica ideal? – comentó Kazane. – Quién sabe, ¿podría ser una de ellas?

- Qué va. – dijo él. – Si no les importa, yo también me voy a dormir. Buenas noches.

Y diciendo esto se metió a su cuarto, para luego ponerse la pijama y acostarse sobre el futón, con cuidado de no quedarse encima de su pierna enyesada. Quizás una buena noche de sueño le serviría para aclarar la mente y pensar mañana cómo iba a salir de ese predicamento en que lo metió Yotsuba.

Mientras intentaba dormirse, de nuevo empezó a divagar con sus recuerdos, hasta que su mente se detuvo en la imagen de esa niña. ¿Qué haría ella en este momento? ¿Se las arreglaría para resolver este inconveniente?

- "De nuevo, ¿por qué estoy pensando en ella?"

Durante ese viaje recordaba también haberse puesto a jugar a las cartas con ella, igual que con Ichika. Recordaba haberse divertido mucho más que con sus amigos. Incluso aunque iba perdiendo, valía la pena solo por verla reír de esa manera. Era un recuerdo muy preciado para él.

Antes de irse a dormir, cogió su libreta para tomar la foto que se tomó con ella y desdoblarla. Se había desteñido por los años, casi sin rastro del inusual tono rosa/rojizo que tenía su larga cabellera, y que había quedado grabado en su memoria.

- "Rosa... rojizo... un momento..."

Por un momento, se imaginó a Ichika con un cabello igual de largo al de la niña. El tono que recordaba de la niña era mucho más oscuro y menos pálido que el que usaba Ichika. Ahora que lo pensaba, nunca había visto a ninguna de las quintillizas con su color natural, solo sabía que cada una usaba un tinte distinto para poder diferenciarse.

- "Acaso... ¿será posible que...?"

Primero había visto a la niña en Itsuki, y ahora inexplicablemente también la veía en Ichika. Pero eso no podía ser, ella no podía haber crecido para ser una de esas cinco...

- "Cinco hermanas... cinco amuletos..."

¿Coincidencia? La niña parecía estar inventándose una excusa en el calor del momento cuando le preguntó para qué quería tantos, y aunque él no le dio importancia, ahora de repente su instinto comenzaba a gritarle que algo andaba sucediendo allí.

Mañana cuando fuese de nuevo al apartamento Nakano, tendría que asegurarse. Aunque fuese solo para quitarse de encima ese extraño presentimiento.

Esta historia continuará...

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