8. elefante en el motorhome
Julio-Agosto, 2024
No quería preguntar sobre el tema o siquiera rozarlo. Creo que todos dábamos por hecho que se sabia lo obvio, pero podías notar a kilómetros de distancia lo tenso que se había puesto el equipo con respecto al rendimiento y los análisis.
Era una situación complicada y aunque no quisiera pensar en eso, era muy difícil porque era como un elefante dentro del motorhome. Agustín estaba frustrado, Mili estaba frustrada, Josefina estaba frustrada, mi papá, todos los mecánicos y el equipo de Canapino estaban frustrados. Como adultos ya habían aceptado un no como respuesta, mientras que yo sostenía la tenue esperanza de que quizás su rendimiento cambie, algo mejore, algo pase que nos sorprenda y que este mal momento sea solo una anécdota que contar durante el asado del cierre de temporada.
Mi única manera de despejarme era mediante mi trabajo y aun así parecia que ese pensamiento me perseguía. La primer carrera de Julio era en Ohio y una buena oportunidad para poner la cabeza en el verdadero foco de la situación e intentar mejorar las cosas.
Pero había un elefante todavía más grande que yo estaba evitando, un elefante que ocupaba no solo una habitación, sino una nación entera y que esquivaba de la mejor manera posible para no enfrentarlo.
Con el equipo aprovechamos las horas antes de la primera sesión de practicas para hacer contenido antes del almuerzo, es un buen momento porque no interfiere con entrevistas y todos están calmados. Aun así, podía sentir la incomodidad en el aire ¿A quien le importaban un par de fotos cuando estaba a punto de perder su asiento?
―Podemos parar cuando quieras, Agus―me anime a decir cuando lo vi un poco frustrado a través de la cámara. ―Puedo decir que me quede sin batería, no hace falta...
―Disculpame, Mar. Tengo la cabeza en cualquier lado, no es tu culpa.
―No tenes que disculparte, dejemos acá por hoy, mejor―recomendé. La verdad es que tenia pocas fotos de esa mañana que veía con potencial para usar pero tampoco quería ser quien le gritara: ¡Dame más! ¡Dalo todo! ¡Sonreí! ¡Te ves genial! La situación no era esa y quedaba bien retratado en las fotos que había sacado porque en una de esas Agustín se quedo mirando fijo el auto como si le pidiera disculpas. Eso fue lo más difícil de ver, un hombre que se disculpaba en silencio por aquello que no podía alcanzar. Un hombre que se disculpaba con una maquina porque ese monoplaza sabia mejor que nadie el duro momento que estaba atravesando. Ese monoplaza que se había convertido en una extensión de su cuerpo era tambien quien más sufría un momento como este.
Sin más por hacer, volví rápido al motorhome dándole un tiempo a solas al piloto para que se concentre en sí mismo. Cuando llegue al callejón escuchaba más ruido de lo normal pero no podía distinguir en principio de donde salía. A medida que me acercaba al nuestro, era obvio de donde salía el sonido del televisor en el volumen más alto de todos que incluso podía escucharlo desde afuera. En un silencio celestial en la zona del estacionamiento de motorhomes, se escuchaba el motor de un F1 dentro del nuestro sin ningún comentario de ningún relator, excepto por la emoción de mi papá.
―Dale, nene. Dale, nene, Dale, nene―repetía con entusiasmo y rodeé parte del vehículo para poder espiarlo a través del vidrio polarizado sin que se note.
Papá se había preparado su espacio para mirar el televisor, un sillón cómodo, su equipo de mate, Delgado al lado suyo. Tenia todo lo necesario, pero no parecia importarle un comino. Estaba parado, con las manos en las rodillas mirando directo al televisor como quien espera un gol de penal.
―Vamos, Franco. Dale, hijo, dale―soltó nervioso como si pudiera escucharlo, pero yo sí pude.
Siempre había sido tradición que mis papás sintieran como sus hijos tambien a Franco y a Martina, mientras que sucedía lo mismo con mi hermano y Aníbal y Andrea. Pero Franco y mi papá tenian algo más especial que ni yo, ni Lorenzo, ni Martina podíamos igualar.
Papá fue el primero en subir a Franco a un auto de juguete a batería que tenia Lorenzo de chico, pero Franco todavía era un bebé de un año cuando lo probo. Después con Aníbal se enloquecieron y le mostraron el mundo del automotor, ahí es cuando los dos sostuvieron sus pasiones a través de sus hijos como sus padres lo habían hecho con ellos. Y aun así, mi papá siempre había sentido una perdición especial por Franco que estoy segura que siempre fue un conflicto para la vida de Lorenzo.
Cada vez que Franco tenia una carrera importante en karts, papá era capaz de manejar por horas para ir a verlo. Puso plata cuando fue necesario pedirla y ayudo a Aníbal a conseguir gente que lo apoye en sus inicios. Papá dejaba todo de sí mismo para ver a Franco triunfar una vez que acepto lo más doloroso de todo y es que Lorenzo no tenia intención de hacerlo de la misma manera. Entonces si Lorenzo no iba a tomarlo como algo profesional, papá estaba dispuesto a todo para ayudar a Franco a que llegue muy lejos. Me sorprende que no haya ido a Italia con él porque sabia con seguridad que si Aníbal se lo pedía, papá dejaba su trabajo como mecánico y director de planta en la cede Argentina de la fabrica de Mercedes y se iba a acompañarlo. Pero una vez que Franco se fue, no se hablo más del tema.
―Vas bien, Franquito, vas bien―le decía al televisor. ―No te apures, tenes tiempo. Vas bien, hijo―parecia que hasta sufría con cada curva. Desde donde estaba solo podía verle la cara, no veía lo que pasaban en el televisor, pero me hubiera gustado verlo.
―Bajo dos segundos, 1,31 en esta vuelta que fue su segunda vuelta rápida―explico el comentarista de la televisión cuando Franco completo su tiempo.
―Bien, bien, vas bien. Sin presionar, muy bien―se relajo mi papá una vez que la vuelta se completo y se volvió a sentar más tranquilo suspirando con fuerza.
Cuando lo vi más calmado, volví a dar la vuelta y entre al motorhome sin avisar porque claramente nunca hacemos eso... Pero lo tomo por sorpresa y a mi tambien su reacción. Se giro a verme con el ceño fruncido y dándose cuenta que era yo, agarro rápido el control del televisor y lo apago.
―¿No estabas con Agustín vos?―cuestiono dejándome completamente callada y confundida.
―Si, pero terminamos antes.
―Pensé que me ibas a avisar. Cuando es así, mándame un mensajito. Me vas a matar de un infarto―cambio de tema sin mirarme directamente. Papá se porto muy raro, pero no era la primera vez.
―Seguí mirando la televisión, no me molesta―pase a sentarme en la mesa que usábamos de comedor sacando mi computadora para bajar las fotos.
―No, no. Ya termine.
―¿Que estabas viendo?―pregunte distraída pero tenia toda mi atención en él.
―Nada, una boludez―cebo* el mate con desinterés haciéndome suspirar y sinceramente no podía hacer oídos sordos a esta situación. Creo que tambien era un llamado de atención para mi. Tenia que dejar de ignorar ese elefante en el motorhome.
Con fuerza cerré la computadora acortando los elementos que teníamos entre ambos y lo mire a los ojos dejándolo en silencio.
―Si me vas a mentir, al menos hacelo bien―me cruce de brazos sobre la mesa.
―No te mentí.
―Te estaba escuchando, papá. Tenias la tele a los pedos*―confesé y él inmediatamente bajo la mirada sin saber que hacer ante esa situación. ―La verdad es que no lo entiendo. Lorenzo ya me conto el año pasado que le estaba yendo bien ¿Por qué cada vez que lo nombras siempre lo haces a mis espaldas?―cuestione. ―¿Por qué evitas hablar de Franco conmigo?
Mi pregunta fue como un valde de agua fría. Uno en invierno para él. Pero uno en verano para mi.
Lo tome por sorpresa, lo deje congelado con el mate en una mano y el termo en la otra con el corazón latiéndole al ritmo de un motor de F1. Pero yo me había sacado un peso de encima, una duda que llevaba conmigo desde hace ya un tiempo. Ahora estaba esparcida sobre la mesa, pero al menos no me pesaba en el pecho.
Cada vez que algo pasaba con Franco mi papá nunca lo hablaba conmigo y tampoco esperaba que lo hiciera, pero la pregunta era porque no lo hacia ¿Por qué pretendía que Franco no había existido conmigo? ¿Por qué lo evitaba solo conmigo? ¿Por qué apagaba el televisor o bajaba el volumen de la voz?
―No es la primera vez que lo haces―rellene el silencio. ―Te vi mirándolo el año pasado, cuando hizo la prueba en Abu Dhabi. Me doy cuenta, no soy estúpida―recalque con cierto hartazgo pero manteniendo la calma porque no era mi objetivo discutir, sino saber porque hacia eso. Necesitaba saber porque no podía hablarlo conmigo ¿Qué es lo que le impedía hablarme de Franco? ¿Porque? ―¿Es solo conmigo o tampoco hablas de Franco con Lorenzo?
―Yo le dije que no te cuente nada―confeso cabizbajo.
―¡¿Ves?! De eso estoy hablando ¿Porque?―volví a cuestionar ahora sí alzando un poco más mi voz.
Mi molestia iba más allá de que sea Franco o no. Mi molestia iba de que viviendo juntos solo nosotros por más de siete meses lejos de casa, siendo que nos tenemos al otro más que a nadie, después de tanto tiempo ¿Por qué no hablaba de eso conmigo si era algo tan importante para él? ¿Por qué Franco exactamente?
Por un par de segundos, creí que ese silencio en ese momento en especifico iba a tardar para siempre. Pensé que íbamos a quedarnos así por el resto de la eternidad, sentados en ese motorhome en silencio esperando que alguno de los dos se levante y se vaya para cambiar las cosas.
―Dicen que es muy bueno, que finalmente podría llegar a la Fórmula Uno―murmure.
―Si, hizo su primera prueba en un F1. Es una maravilla, el rulo―sonrió orgulloso sin mirarme todavía.
―¿Y porque no podemos hablar de eso juntos?―cuestione con un fuerte dolor en el pecho. Desde hace más de un año vivíamos solo nosotros dos juntos recorriendo Norteamérica y recién ahora descubría que había un tema que no podía hablar con mi papá y ese era Franco.
―Te pido perdón―suspiro.
―¿Porque?
―Y... Porque pensé que era lo mejor para vos, Marita. Y para Lorenzo―contesto dejándome callada, completamente muda. ―Franco era el único amigo que tenias y si te soy sincero, esto lo hablamos con tu mamá y la verdad es que teníamos miedo de que si seguías pensando que Franco podía volver, no te ibas a abrir al mundo―explico. ―Es mi culpa que se haya ido a Italia de tan pibe*. Aníbal me dijo que no tenia que alentarlo tanto, pero siempre lo vi con tantas ganas a Franco de correr que era inevitable para mi. Y después de que Lolo me dijera que no quería ser piloto profesional ¿Cómo no lo iba a ayudar? No pensé que podía caerles tan mal la noticia y que podía desencadenar en tanto como paso.
Después de decir eso, papá le dio un sorbo largo al mate con la mirada perdida en la madera de la mesa pensando en muchas cosas que nunca tuvo la oportunidad de decirme.
―Yo se que es mi culpa que se haya obsesionado con el automovilismo, pero entonces tambien es mi culpa que se fuera y que vos pierdas al único amigo que tenias. Lorenzo tambien, pero era más grande, entendía las cosas de otra forma―me paso sobre la mesa el mate pero todavía estaba procesando lo que había dicho.
No pude responder nada a eso en concreto ya que a papá le sonó la alarma del teléfono y apretando los labios con lastima dijo que tenia que irse al taller, pero tenia que hacer una pregunta antes.
―¿Al menos le fue bien?
―Yo creo que le va a ir muy bien―concluyo saliendo del motorhome con sus cosas y no volvimos a tocar el tema,
Para mi papá ignorar a Franco tambien era ignorar su ausencia y lo que eso me hacia sentir. Me molestaba que lo haya dicho y visto de esa forma porque me hacia sentir una psicópata que no podía vivir sin él. No soy una estúpida, entendía que si Franco quería irse se iba a ir y no estaba en mi impedirle eso. Así fueron las cosas y solo me quedaba aceptarlas. Además, ya había pasado muchísimo tiempo...
Entonces papá no quería hablar de Franco conmigo porque pensaba que evitándolo en nuestras conversaciones iba a ser la mejor manera de ignorar el hecho de que no tenia amigos, técnicamente.
―Sí tengo amigos―solté de la nada mientras cenábamos en el motorhome dos noches después.
―¿Que?
―Dijiste que no querías hablar de Franco conmigo porque entonces iba a seguir acordándome de él y eso no me iba a dejar tener más amigos, pero sí tengo amigos―insistí dejándolo sin palabras.
―No me refería a eso, Mar―suspiro frustrado soltando el tenedor como si intentara buscar las palabras correcta para explicarse y no meter la pata hasta el fondo.
―La verdad, es que me molesto bastante lo que dijiste.
―Marita, escúchame. No es que te creo incapaz de hacer amigos, nunca dije eso. De hecho, desde que te conozco la única vez en la que te vi salirte de tu zona de confort y tomar ciertos riesgo trayendo nuevas amigas a casa, es una vez que Franco ya se había ido. Solo no quería que vivas esperando que él vuelva porque a veces las amistades son así―explico. ―Yo sabia que si te seguía nombrando a Franco ibas a creer que tenia chances de volver, y la verdad es que no se si va a volver algún día. Pero entonces saliste de tu lugar seguro e hiciste nuevos amigos y estoy sumamente feliz por que lo hayas hecho―extendió su mano sobre la mesa para agarrar la mía consolándome.
―¿Hay algo más de lo que no me hablas solo porque pensas que no lo voy a soportar?―dude mirándolo a los ojos fijamente con la esperanza de que sea completamente sincero.
Se sentía horrible para mi tener que preguntarle eso a mi papá porque pensé que nos contábamos todo, y la sola idea de dudar al respecto me daba nauseas porque yo siempre le contaba todo.
Papá rompió la tensión esbozando una sutil sonrisa picara y volviendo su atención al plato sobre la mesa como si vacilara entre decirlo o no, pero a él le parecia muy divertido.
―¿Que?―insistí.
―¿Me prometes que me vas a decir la verdad?―sonrió y fruncí el ceño. ―¿De chiquita te gustaba Franco?
―Estas haciendo muy difícil la convivencia este año, eh―me levante de la mesa agarrando mi plato para lavarlo evitando la pregunta con los cachetes colorados sacándole una risa a papá que no pudo evitar.
Era raro que lo preguntara de esa forma.
Creo que siempre fue obvio para mi y quizás para todos, pero nunca nadie lo había dicho en voz alta de esa manera, ni siquiera yo. Ponerlo en esas palabras era como manchar el verdadero sentimiento, restarle importancia y quizás así debía ser, quizás era una estupidez que realmente no tenia importancia porque tenia doce años. Podía simplemente aceptar que era una boludez porque ¿Qué sabe una pibita* de 12 sobre la vida y los sentimientos?
Pero entonces... ¿Por qué evitaba responder esa pregunta e ignoraba ahora el elefante en el motorhome a los 19? ¿Por qué me puse colorada? ¿Por qué había cierta emoción al verlo en el televisor?
Una vez que levantas la alfombra y miras con atención te das cuenta que quizás, solo quizás, hay más de un elefante debajo de esta que intente tapar. Sinceramente no tenia tiempo para resolver eso ahora, Canapino estaba decayendo en picada y todo el equipo estaba frustrado viendo los resultados. No me acuerdo realmente cuando fue la ultima vez que cenamos todos juntos cagados de la risa* repitiendo anécdotas y haciendo chistes internos.
Sin darme cuenta ya no tenia tantas fotos de Agustín fuera del auto o sin el casco. Ahora siempre había algo que se interponía entre el lente de mi cámara y su rostro lleno de angustia que intentaba ocultar. Poco a poco era como ver a un héroe decaer.
Agustín no era de los mejores o de los que ganaba campeonatos, pero tampoco era de los que se volvía a casa rendido enojado con el auto creyendo que todos tenian la culpa excepto él. Agustín tenia todo el espíritu argentino que un piloto puede tener, no perdía la fe, incluso cuando clasificaba ultimo y los dueños del equipo agachaban la cabeza avergonzados. Agustín se volvía a subir al auto y continuaba sosteniendo algo de mística, algo de esperanza, algo de ilusión.
Lo admiraba mucho por eso, por dejar todo en cada carrera, por darme un lugar donde quedarme sin darme cuenta lo mucho que podía florecer mi relación con mi papá. Si Agustín no lo hubiera llamado, nunca hubiera tenido tantas oportunidades. Si Agustín no hubiera pensado en mi viejo para sumarlo a su parte del equipo, mi vida no hubiera tomado el rumbo que tomo.
A finales de Julio, la ultima carrera del mes era en Toronto, Canadá. La única carrera del calendario fuera de los Estados Unidos. Me gustaba Canadá, era un lugar tranquilo y Toronto era una ciudad muy hermosa para fotografiar. Aun así, no había nada bueno para capturar esa tarde.
Todos estábamos listos para la carrera, yo sostenía la fe y la esperanza porque nunca sabes exactamente cuando las cosas pueden dar un giro que no te esperas y ese giro puede darse ahora mismo. La verdad es que ese giro sí se dio ahí mismo, cuatro vueltas después de haber empezado la carrera. Agustín intentaba adelantar a Dixon y entonces se desvió directo al muro llevándose con él los suspiros y jadeos de todo el equipo agarrándose la cabeza con las dos manos.
Viéndolo junto al muro estático mientras el resto de los autos cruzaban junto a él contuve el aire un par de segundos con la cámara entre mis manos y gire a ver a mi papá. Él cerro los ojos con fuerza como cuando deseas que todo sea un mal sueño y despertar lo antes posible es lo único que pedís. Pero ninguno de nosotros despertó y Agustín salió del auto dejando la pista sin antes darle una ultima mirada al monoplaza con la parte delantera destruida. Con un panorama como ese, tome una foto al garaje observando esa escena en el televisor y creo que en silencio, todos lo aceptamos.
Hubo un giro de la historia, pero no el que esperábamos.
Los jefes del equipo se encargaron de que Canapino se encontrara bien y tan rápido como pudieron se encerraron todos en una oficina después de la carrera permitiéndome ir a ver como estaba Pato después del terrible accidente que tuvo involucrando los autos de Ericsson, Fittipaldi, Ferrucci y Siegel un par de vueltas antes de que termine.
―Supongo que son cosas que pasan, es parte de mi trabajo―sonrió para aliviarme un poco la preocupación cuando lo encontré de camino al motorhome. ―¿Como esta Agustín?
―Bien, creo. Igual, no fue tanto como el tuyo, fue solo el auto.
―Si, bueno. Quizás el accidente no fue demasiado pero ¿Qué hay de los rumores? Eso sí es demasiado―suspiro preguntando con curiosidad y yo todavía seguía negada a la realidad, aunque en el fondo sabia perfectamente cual era.
Me fue difícil contestar eso directamente porque una parte de mi quería seguir teniendo esperanzas de que las cosas podían cambiar, de que el mundo no es tan cruel como parece, pero tampoco quería sonar como una boluda frente a Pato.
―Todos están en reunión desde que termino la carrera.
―¿Aun?―levanto ambas cejas sorprendido.
―¿Es una muy mala señal?
―Depende, la neta es que no soy quien para decirlo, pero se ve como una situación difícil―me respondio antes de que lo llamaran interrumpiéndonos y tenga que despedirse.
Esas horas de la tarde después de la carrera donde hasta Romain había sido citado con el equipo a la reunión, me dejaban a mi en un limbo de preocupación que no sabia realmente como afrontar. Por un lado era demasiado infantil en insistir con esa idea de tener fe y esperanzas, y por el otro, había una gran parte de mi, una parte muy adulta, que sabia lo que se venia aunque no tenia una completa idea de todo.
Yo estaba en el taller sacando fotos cuando terminaron. Papá paso a buscar sus cosas con un semblante serio que no había visto en mucho tiempo, quizás jamás. Ni siquiera cuando Lolo y yo hacíamos cagadas* papá ponía esa cara, pero ahora parecia ser un momento donde lo ameritaba.
―¿Que paso?―le pregunte interponiéndome en su camino antes de que salga.
―Hablamos en el motorhome―me esquivo y se fue dejándome sola y en silencio.
Quise terminar rápido con las fotos, antes del atardecer y corrí por el recinto hasta la zona de las casas rodantes para entrar a la mía.
Por primera vez en años que lo conocía, papá no estaba verificando datos en los papeles o mirando en la computadora los fallos de la carrera cuando llegue. Por primera vez desde que habíamos entrado a la Indycar, papá no se estaba preparando para la siguiente carrera como solía hacerlo.
Abrí la puerta y lo encontré en el pequeño sofá del comedor con Delgado descansando sobre sus piernas ocupando todo el asiento mientras le acariciaba la cabeza, sin papeles sobre la mesa, sin un mate a medio tomar, sin una computadora en frente, sin la cabeza hundida en datos y estadísticas.
Por primera vez desde que lo conozco, papá se estaba tomando un segundo de su tiempo para mirar a la nada en un pequeño motorhome en medio de Toronto haciéndole frente al elefante en la sala.
Cuando me vio entrar apretó los labios tomando aire con pesar y se encogió de hombros.
―No hay otra forma de decir esto―rompió el silencio y en ese momento, dentro mío, cerré los ojos como si estuviera sobre un auto que iba a cochar a toda velocidad esperando el golpe. Entonces anuncio: ―A principios de agosto van a sacar el comunicado oficial, pero nos lo informaron ahora para ir viendo que hacemos con nuestros puestos. Mili, yo, los chicos, vos... Todos estamos afuera. Hoy fue nuestro ultimo día en la Indycar, Marita.
Y yo todavía sigo sin creerlo. No se si siquiera iba a creerlo cuando suban el comunicado oficial, yo no podía creerlo porque por un largo periodo de tiempo me había convencido de que todo iba a estar bien y que no íbamos a tener que pasar por esto.
Quizás por eso papá dejo de hablar de Franco conmigo, sin embargo ahora no me importaba Franco o los veranos o nada en lo absoluto. Pase demasiado tiempo visualizándome acá que ahora que ya no iba a ser así, no podía aceptarlo.
Y yo no era la única que estaba pasando por esto, Mili tambien estaba fuera, Canapino estaba fuera, el equipo argentino que nos acompañaba estaba fuera. Todos habíamos quedado fuera.
―¿Y ahora?―le pregunte a papá destrozándolo por completo.
Por primera vez, papá no tenia idea. Por primera vez, papá no podía resolverlo. Por primera vez, papá no sabia. Por primera vez, papá no se vio como papá en frente mío. Ni siquiera era su culpa, probablemente era la mía. Papá no se veía como papá no porque haya dejado de ser mi papá, el que resolvía todo lo que se interponía, el que intentaba sacarle el lado bueno a las cosas, el que no se preocupaba por nada, el que vivía relajado. Papá dejaba de verse como papá porque yo había crecido y no había una excusa o un cuento que pudiera tapar la realidad como antes.
La verdad es que me hubiera gustado que me mienta en ese momento, que suelte alguna excusa barata o se arme un cuento, lo que sea. Me hubiera gustado escuchar algo más que el silencio en el motorhome mientras mi viejo le acariciaba el pelo a Delgado.
Ninguno de los dos dijo nada. Papá me pregunto si iba a cenar y la verdad es que no tenia humor para eso, para sentarme frente a él con la frustración que sentía. Nuestras conversaciones no nos dirigían a ningún lado excepto porque primero teníamos que volver a Estados Unidos. Volvimos todos juntos y mientras esperábamos en el aeropuerto salió la charla.
―¿Que van a hacer?―quiso saber mi papá frente a Agustín, Mili y el resto del grupo.
―No me voy a quedar mucho tiempo, si te tengo que decir la verdad―le respondio el piloto. ―En una o dos semanas me vuelvo a Argentina.
―Si, va a ser lo mejor―aporto Milagros hablando por todos excepto por nosotros.
No había pensado en volver a casa hasta ese momento que tocaron el tema. Papá todavía no había hablado con mamá, pero estaba segura que en cuanto se enterara iba a decirnos que debíamos volver y... La verdad es que no estoy segura de querer volver.
Me imagine a mi y a todos volviendo a casa cabizbajos y todo lo que vendría después. Agustín seguro iba a tomar cualquier lugar en carreras locales, Mili iba a estar meses buscando un nuevo puesto, papá no iba a poder volver a ser director de la planta de la fabrica así que seguramente estaría semanas enteras quizás hasta meses rogando por un lugar en algún equipo del Turismo Carretera como mecánico y yo iba a tener que esperar a final de año para inscribirme en el curso de ingreso recién para el año siguiente.
No podía volver.
No podía y tampoco quería porque si volvía a casa sabia que no me iba a ir. Si volvía a la Argentina entonces significaba que todo con lo que soñamos antes de salir entusiasmados por participar de la Indy y ser parte de la industria mundial de automovilismo de esa forma, toda esa ilusión de lo que algún día podía ser se iba a desvanecer aceptando volver para nunca más salir.
Nunca en mi vida había sentido tal angustia como la que sentí cuando tomamos el avión hasta Illinois. Podía ver el cielo de noche, completamente oscuro, el avión en silencio con el sonido del motor constante, luces tenues para poder dormir y seguir viendo los pasillos, todos los pasajeros dormidos. Había un vacío abismal alrededor y los ojos se me llenaron de lagrimas.
No quería volver.
No se que íbamos a hacer en cuanto aterricemos, no se donde íbamos a vivir si nos sacaban el motorhome del equipo, no se donde íbamos a trabajar, no se como íbamos a pagar las cuentas, pero no quería volver. Porque si volvía... estaría renunciando a todo por lo que una vez me fui en un principio. Si volvía, entonces significaba que esta aventura había sido solo eso y había terminado.
Si volvía entonces me estaba rindiendo. Si volvía entonces seguía esperando y Lorenzo me lo dijo una vez: estas decisiones son parte de la vida y no podía seguir esperando cuando tenia una oportunidad en frente. Ahora no había oportunidad, pero me negaba a volver y sentarme a esperar porque no sabia hacer otra cosa.
―¿Estas bien, hija?―me pregunto papá cuando solloce mirando a la ventana despertándolo.
―No podemos volver―le suplique con los ojos llorosos en un avión a oscuras.
―No tenemos otra opción, Marita ¿Qué vamos a hacer acá?―susurro por lo bajo.
―No sé, pero vamos a buscar opciones, no podemos volver, papá. No podemos dejar todo así, no quiero volver―insistí.
―Ya esta perdido, María Mar. Ya esta, hay que lavarse la cara, agarrar las cosas y volver. Perdimos―sentencio con esa forma tan fría y directa que tenia para decir las cosas. A veces me preguntaba cuan duro había sido para Lorenzo cuando papá hablaba de esa forma, como es que esa mentalidad tarde o temprano le pesaba sin siquiera darse cuenta que era parte de si mismo. A su manera los dos eran muy sinceros, pero la sinceridad y la crudeza no eran lo mismo.
Por primera vez en mis 19 años, me negué a creer que lo que decía mi papá era verdad. Me negué a aceptar la vida como él la vivía.
―Perdemos si volvemos porque entonces no estaríamos peleando―discutí con una frase que se había vuelto bastante cotidiana cuando al equipo no le iba como esperábamos. ―No sé que vamos a hacer, pero sé que hay una pelea ahora que tenemos que pelear, ganemos o perdemos. Y creo que uno gana una pelea cuando la enfrenta, no cuando sale corriendo asustado y negado. Pero no podemos volver, papá―lo mire directamente a los ojos y él tomo aire desviando su mirada y dejándome en silencio.
No se que es lo que íbamos a hacer o que pelea había exactamente para pelear, pero como yo lo veía teníamos una carrera por delante y un auto roto desde la largada. Quizás si nos arriesgábamos, algo conseguíamos.
En Illinois, papá hablo con mamá por teléfono comunicándole la situación desde la casa de Agustín y Josefina donde nos quedamos una vez que tomamos nuestras cosas del motorhome. Al llegar me sentía con la intensa responsabilidad de ayudar a todos en la casa porque nos estaban haciendo un gran favor al dejarnos quedarnos. Papá salió al jardín a hablar por teléfono y al verme parada en la ventana observando la conversación a lo lejos, Josefina me apretó el hombro sonriéndome como si fuera una nena chiquita que necesitaba algún indicio de que las cosas no estaban tan mal como pensaba.
Yo ya sabia lo que mamá estaría diciéndole por teléfono. No era secreto que ella le estaba exigiendo que debíamos volver porque ese era el trato y la entendía, no sabia cuanto tiempo más estaríamos viviendo separados.
―Ya se, Caro―insistía papá por teléfono en el jardín y en mi cabeza podía escuchar la voz de mi mamá cuestionándole. Pero papá no dijo que sí, en ningún momento le dijo que íbamos a volver como creí que eso pensaba. Tampoco había dicho que no, pero la manera en la que la conversación se alargo le dio a entender a mi madre lo que mi papá en realidad pensaba y que yo no sabia hasta ese momento. ―Vamos a encontrar algo, tengo fe―le comento papá en un susurro llevándome una sorpresa desde la ventana. ―Danos un mes y medio. Solo eso. Si no encontramos nada en un mes y medio, nos volvemos y estamos todos juntos y lo resolvemos. Pero necesito que confíes en nosotros.
Papá tenía fe, lo cual no era un detalle menor. Y sí papá en medio de todo esto tenia fe, entonces yo tambien.
Claramente se dio cuenta que lo estaba espiando desde la ventana y cuando me vio todavía con el teléfono en la mano me sonrió divertido por mi situación.
―Solo un mes y medio ¿Me escuchaste?―sentenció esa noche mientras cenábamos.
―Ya hablas como mamá.
―Te estoy hablando en serio, María Mar. Es todo lo que podemos aguantar en un hotel cuando Canapa se vuelva. Pero solo eso.
Un mes y medio teníamos para conseguir algo.
Un mes y medio para sostener la poca esperanza e ilusión que te queda pasando de la casa de los Canapino a un hotel donde empezamos a vivir. Papá se contacto con todas las personas que conocía en Estados Unidos y que podían darle una mano en cuanto supieran de algún puesto en algún lado. Yo por mi parte retoque todas las fotos en mi portafolio y empecé a enviarlo a todas partes. Museos, equipos, pilotos, deportistas, cantantes de menor calibre incluso. Hice una lista de fotógrafos a quienes podía enviarles y entre esos estaban Jamey Price.
Dude un poco al enviarle un mensaje a Jamey con mi portafolio, lo pospuse incluso una vez que paso la salida del comunicado oficial de la Indycar despidiendo a Canapino. Pato incluso se contacto conmigo y le dije la verdad, que estaba libre y que necesitaba un trabajo si no quería volver y tener que encargarme de otros asuntos como aceptar que ya no sacaría fotos todas las semanas en distintas carreras.
Envié mi portafolio y mi CV a todos los lugares que podía imaginar, tantos que creo que envié a algunos dos veces. Pero aun así pasaban las semanas y miraba los días en mi teléfono y era cada vez peor. Se sentía como ver un reloj de arena contarte los segundos con cada grano que caía. No podía por vergüenza dejar pasar ningún contacto, así que me enfrente a mi teléfono y le envié a Jamey Price un mensaje contándole la situación y que estaba abierta a cualquier oportunidad, realmente cualquiera. No me importaba si tenia que estar sacando fotos en la peor categoría del automovilismo, en serio no me importaba. Él dijo que lo iba a tener en cuenta y me iba a hacer el favor de enviárselo a sus colegas.
Pero si había algo peor que pasar días enteros enviando correos con mi portafolio rogando por un lugar en cualquier lado, eran los días en los que esperaba una respuesta mirando el techo en una habitación de hotel a la que todavía no me acostumbraba.
Ves los días pasar y entras a la bandeja de correos completamente vacía, nada de mensajes o solicitudes, absolutamente nada. Papá había pactado que nos volveríamos la primer semana de septiembre y siendo incluso mitad de agosto no conseguía nada. Lo único que hacia para distraerme era sacar fotos de la ciudad de Chicago que de hecho es bastante hermosa, pero a veces me sentaba en el paseo marítimo con Delgado y pensaba en que lo mejor que podía hacer para mi ahora mismo es dejar de pensar que había una chance en realidad porque eso solo me iba a dar más entusiasmo alimentando mi emoción.
Me hubiera gustado hacer como papá hizo con Franco. Dejar de hablar y pensar en eso para ignorar el hecho de que nunca va a pasar. Una vez que volvamos todos los sueños que habíamos empacado al salir quedarían guardados en estantes de vidrio que no vamos a querer tocar. Volver es aceptar que lo que planeamos al salir ya no será, y aunque quiera negarme con todo mi ser a aceptarlo... veía los días pasar y entendía que un poco así es la vida. Se aproxima la ultima semana de agosto y ni siquiera tenia humor para seguir sosteniendo esa fantasía.
Papá y yo estábamos almorzando en un lugar de comida rápida en el centro de la ciudad cuando me empezó a sonar el teléfono y note que era una llamada de un numero desconocido. Mi viejo me miro raro, frunciendo el ceño con curiosidad y estuve a punto de colgar porque nunca contesto llamadas de teléfonos desconocidos. Sin embargo, esta vez conteste.
―¿Si?―pregunte en español.
―¿Hola? ¿María Mar?―contesto un hombre del otro lado con acento ingles.
―Si.
―Hola, mi nombre es Jamie, te llamo de la compañía de representantes Bullet Sports Management. Te envié un correo hace... probablemente cinco minutos. Necesitaba contactarme contigo porque Jamey Price me envió tu portafolio y necesito a alguien como tu en el equipo. Sé que es repentino y en verdad lo lamento, pero estamos dispuestos a pagarte todos los gastos para que vengas, vuelos, estadía, comidas, transportes, lo que sea esta contemplado. Tenemos un anuncio importante en dos días y necesitamos una fotógrafa que haga ese trabajo aquí en Inglaterra antes de que sea publico, de nuevo, entiendo si es demasiado pronto, pero podría pagarte un vuelo para que vengas ya mismo, el evento será mañana en Grove, Wantage ¿Sera eso posible?
No sé que dijo. La verdad es que no lo se, mi cabeza en ese momento no lo proceso tan rápido como esperaba entre el idioma y el acento pero sin dudarlo respondí:
―Si, envíame todo lo necesario y ahí estaré.
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D I C C I O N A R I O ⊹ A R G E N T I N O :
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Cebar: servir mate
A los pedos: tiene varios contextos en los que se puede usar, en este caso para hablar del volumen muy alto (tenes el volumen a los pedos) pero tambien se puede usar para hablar de mucha velocidad (vas a los pedos).
Pibe: chico
Pibita: chica (viene de piba pero generalmente tiene un tinte más despectivo por ser menor)
Cagados de la risa: muriendo de la risa
Hacer cagadas: cometer errores (generalmente graves)
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M E M E ⊹ T I M E :
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Nosotras leyendo que el papá de Mar está alentando a Franco:
María Mar:
Beto, el papá de Mar, fue quien insistió para que Franco se dedique al automovilismo:
La subtrama de Lorenzo:
El papá de Mar viendo a Mar entrar al motorhome:
Cuando Mar finalmente le preguntó porque nunca habla de Franco con ella:
El papá de Mar se sentía culpable de haber motivado a Franco de seguir corriendo y que quiera irse haciéndole perder el único amigo que Mar tenia:
Mar cuando el papá le preguntó si de chica le gustaba Franco:
Todas en la parte en la que Canapino choca en el momento más crucial de su carrera en la Indy sabiendo lo que va a pasar:
"Hoy fue nuestro ultimo día en la Indycar, Marita":
Cuando María Mar dijo que no quería volver porque significaba rendirse al sueño por el cual se fueron:
La mamá de Mar cuando Beto le dijo que no iban a volver hasta dentro de un mes y medio:
Nosotras cuando llamo un tal JAMIE que la necesita urgente para cubrir un anuncio en GROVE:
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