4. todos crecemos


Octubre/Noviembre, 2023

Después de casi siete meses, papá me despertó moviéndome el hombro y me señalo la vista a través de la ventana del avión donde se podía ver todo el Gran Buenos Aires expandiéndose bajo nosotros.

Me gustaría decir que es una ciudad como cualquier otra, pero eso seria mentir con descaro. Tu ciudad natal nunca es una ciudad como cualquier otra, es tu ciudad, estaba viendo las luces de mi ciudad darnos la bienvenida después de casi siete meses. Se siente muy diferente cuando estas a metros de distancia de pisar una vez más el país donde creciste, donde te criaste, de donde sacaste todas tus referencias quieras o no.

No me había dado cuenta cuan ligada estaba a mi nacionalidad hasta que te encontrar en el extranjero pensando como traducir esos dichos que en casa parecen tan típicos y universales, pero que a la hora de salir te das cuenta que son propios de tus raíces que las hacen únicas como ninguna otra.

¿Cómo le explicaba a alguien ese entusiasmo innato que aparecía cuando olía a carne porque mi cerebro lo asociaba a un buen momento en un asado con la familia? ¿Cómo le explicaba a alguien la emoción de ganar una partida de truco o el sabor de un buen alfajor o la confianza que tenia en que si el auto se te queda en medio de la avenida siempre va a venir alguien de algún lado a empujarlo hasta que arranque?

¿Cómo le explicas a alguien la emoción que te genera escuchar en los altavoces del avión "Damas y caballeros, sean bienvenidos a la ciudad de Buenos Aires"?

Eso no tiene explicación y nunca la iba a tener.

―Ya huele diferente, es increíble―suspiro papá entusiasmado mientras bajábamos del avión con Delgado que se había vuelto muy conocido en todo el vuelo por lo tranquilo que había estado. Un par de chicos chiquitos lo saludaron al bajar despidiéndose y el perro de alguna manera extendió su sonrisa carismática que tan perdida me tenia.

A veces me impresionaba lo mucho que amaba a Delgado y lo increíblemente compañero que era conmigo. Lorenzo y yo acordamos que se quede con nosotros cuando él se fue a vivir solo, y después mamá me dijo que me iba a hacer bien llevármelo mientras estaba lejos de casa porque papá iba a estar trabajando todo el día e iba a ser difícil soportar tanto tiempo a solas. Entonces Delgado se volvió más cercano de lo que ya era, ahora parecia ser un órgano fundamental con el que no podía vivir sin. Dormía conmigo, comía conmigo sentado a mi lado, hacíamos absolutamente todo juntos y cuando tu perro se vuelve como tu propio corazón no hay nada que haga que te separes de él.

Papá tenia razón, ya podía sentir ese aroma particular que me hacia sentir en casa y que se intensifico cuando se abrieron las puertas corredizas del aeropuerto dejándonos a nosotros con nuestras valijas enfrentados a mi mamá y Lorenzo con un gran cartel que decía "¡Bienvenidos a casa, Beto y Mar!". Mamá al vernos extendió su sonrisa con fuerza y mucha alegría corriendo a abrazarme rodeando mi cuello con su brazo para llenarme la cara de besos melosos y abrumadores que por un momento me hacían querer empujarla lejos, pero cuando escondí mi cara en su pelo y sentí ese aroma que tenia desde el día que la conocí que siempre me hacia recordar a ella... sentí como si pudiera relajarme después de un largo tiempo. Estar en sus brazos era volver a casa.

Papá abrazo a Lorenzo con fuerza y cuando se separaron, mamá le agarro la cara con ambas manos desde los cachetes y sonrió divertida como si fuera un chiste que ya conocía.

Me parecia fascinante que después de veinticinco años, ellos siguieran juntos como si nada hubiera cambiado. De hecho, lo cambio todo, absolutamente todo había cambiado para ellos, incluso ellos mismos. Y aun así, de igual manera, todos los días volvían a enamorarse de la persona que tenian al lado.

Quizás a veces los idealizaba y romantizaba, como Lolo solía decirme, pero actualmente muy pocas parejas elijen quedarse cuando todo cambia porque esperan que el amor sea eso que no haya cambiado en lo absoluto. Si, puede que los idealizaba un poco, eso no quita que me hayan enseñado que el verdadero amor y el duradero es aquel que cambia y aun así hace lo posible para aceptar cualquier cambio y hacerlo propio.

―Decime la verdad―me gire a ver a mi hermano. ―Del uno al diez ¿Cuánto me extrañaste?―sonreí.

―¿Del uno al diez? Menos once―respondio con indiferencia desviando su mirada como si no fuera importante.

―Vos te llevaste matemáticas todos los años ¿No?―le di un golpe en la cabeza que Lorenzo intento atajar tirando otro manotazo.

―Bueno ¡Bueno! ¡Basta!―nos llamo la atención mamá con su típico tono amenazante y cuando Lorenzo bajo las manos rendido yo me colgué de su cuello como si fuera a golpearlo volviéndolo a abrazar con fuerzas quedando en el aire por la diferencia de altura.

―Yo sí te extrañe mucho, cabezón―lo apreté con fuerza entre mis brazos sacudiéndolo para sacarle un poco el polvo de encima a ese chico que sabia que seguía adentro dulce y empalagoso como el dulce de leche que era mi hermano y que se mostraba inquebrantable solo para aparentar.

Apurados por llegar a casa finalmente, subimos todo al auto y se sentía como si nunca me hubiera ido en realidad. Es como cuando te despertas después de una siesta que te deja un poco confundida pero sabes que nunca te fuiste.

Había algo que me tranquilizaba. Yo sabia que no importaba cuantas vueltas pueda darle al mundo, volver a casa siempre se iba a sentir como si nunca me hubiera ido en un principio porque realmente nunca me iría. Algo de mi siempre viviría en estas calles, en esta gente, en esta jerga, en esta cultura, en este aire.

Siempre había algo de mi que iba a permanecer en este lugar y algo de este lugar que siempre iba a permanecer conmigo.

Fue emocionante cuando el auto de mamá se adentraba poco a poco en las calles familiares que sabia que me guiarían a casa de memoria. Y fue todavía más emocionante cuando estaciono el auto frente al viejo hogar en el cual había vivido toda mi vida.

Nada había cambiado en lo absoluto. Mamá movió un par de cosas de lugar, pero eso era de lo más común incluso cuando estábamos en casa. Hasta Delgado sintió como todo tenia su lugar predeterminado, todo estaba tal como lo había dejado, literalmente.

―Tuve que mover un par de cosas, no te iba a dejar la pieza en esas condiciones. Yo no entiendo como podes dejar la pieza hecha un lio, María Mar―suspiro con fastidio detrás mío cuando me pare en la puerta de mi habitación. ―Dejaste todo hecho un quilombo* y yo no quería moverte nada porque si te toco algo me cortas la mano, pero si no hago algo, esto es un nido de carancho―se quejo antes de irse a ayudar a papá a desempacar y solo cuando la escuche cerrar la puerta pude soltar mi fastidio rodando los ojos y negando con la cabeza ¿Qué problema tenia si mi pieza era un lio?

Eso es algo que siempre me fastidiaba de mi mamá, razón por la que Lorenzo se consiguió rápido un piso cerca de la facultad y desapareció. Para mamá, nuestros espacios y el estado en el que los conservamos son el claro ejemplo de nuestro interior, pero como toda madre, cree que todos los espacios de la casa son sus espacios. Viviendo con papá en el motorhome me había hecho desacostumbrarme al tipo de reglas que mamá ponía en la casa.

Durante esos casi siete meses en un motorhome con mi papá y Delgado no había reglas en lo absoluto, pero tampoco teníamos espacios privados o puertas más allá de la del baño. Era un espacio puramente funcional sin ninguna huella propia que podíamos otorgarle. Era un poco triste, la verdad. Un motorhome moderno con dos camas estilo capsulas, un baño pequeño, sala, cocina y comedor todo en el mismo espacio. Era tan chico que ni siquiera las reglas entraban, decíamos con papá.

De vuelta en casa, podía ver mi cuarto lleno de huellas personales, posters en las paredes, revistas, libros de fotografía en los estantes llenos de recuerdos o decoraciones, parte de mi coleccion de discos y CDs que no había logrado llevarme. Una explosión de mi personalidad que había quedado aquí, congelada durante los últimos meses.

Aunque mamá había intentado acomodar un poco el desastre que había dejado antes de irme por guardar las cosas apurada y dar vuelta mi habitación buscando unas botas que había comprado hace mucho tiempo, la pieza no tenia el orden que cualquiera podría querer. Para mi madre era un insulto verla de esta forma porque si nuestras habitaciones eran un desastre, mi madre creía que su interior también lo era porque no sabia cuando terminaba su espacio y empezaba el nuestro.

Literalmente había miles de cosas fuera del lugar donde pertenecían. Algunos cajones estaban abiertos y casi vacíos y otros estaban abiertos pero porque no había podido cerrarlos. Cajas de zapatos vacías apiladas, mi armario casi vacío dejando al descubierto más cajas que solía guardar al fondo de este, entre muchas otras cosas. Todo esto me demostraba que debía hacer una limpieza urgentemente, pensamiento que se intensifico cuando sin darme cuenta tropecé con un zapato viejo en el piso tambaleándome hasta tirar un par de cajas apiladas con adornos viejos que solía comprar en los veranos en la playa.

El par de cajas que se cayo, esparció su contenido por el piso sacándome un suspiro de fastidio para después hacerme contener el aire por un par de segundos cuando deje la queja de un lado y me centre en lo que había en el suelo. De una de las cajas cayo mi colección de llaveros de cuando era chica y una sonrisa instantáneamente se poso en mi cara como si de un curioso chiste se tratara.

Me tome un par de segundos para acercarme con intriga y ver que más había caído de la caja específicamente. Me acordaba de mi colección de llaveros regalados en navidad, pero no que eran tan graciosos y hasta absurdos. Había de todo tipo, tamaño y forma. Todos resguardaban alguna risa en particular que habíamos soltado al verlo, o algún comentario tierno que me remontaba a ese momento exacto que eran las noches del 24 en Pinamar.

Tenia los asquerosos de Lorenzo, los tiernos de Martina y los especiales de Franco. Había una sandalia de verano rosa y naranja que tenia la fecha del 2015, un minion mostrando el culo que me acordaba a la perfección que había sido de Lorenzo, el logo de Soda Stereo de metal, mi nombre en una patente de auto, una tabla de surf con la fecha y el lugar exactos, un gnomo en el inodoro, la cabeza de Stich, entre varios otros.

Todos los llaveros que me habían sido regalados durante esas navidades en nuestra tradición especial se encontraban ahí, frente a mi después de tanto tiempo. Todos menos uno en particular.

Después de separar los llaveros vi que habían más cosas en esa caja.

Que curioso que es ser tan nostálgica con menos de trece años. Desde que tengo uso de razón viví con el miedo de olvidar las cosas que más amo. A veces me gustaría entender despiadadamente porque siento esta inmensa necesidad de acordarme de cada momento que viví en mi vida incluso si es una boludez pasajera que cualquiera podría olvidar. Yo no.

En la caja habían miles de papeles y pequeños recuerdos de esos veranos que acumulaba y al volver a casa los guardaba en esa caja etiquetándolos por fecha con un pequeño titulo. Una flor más que marchita decencia a mis memorias más estúpidas en el año 2014 y tenia un papel rodeándola que decía: "Visita al ecoparque". Había una gran y absurda coleccion de cucharas de helado descartables que limpiaba y me guardaba de todos los helados que había comido cada verano, un par de papeles de confeti de una de las veces que a papá y Aníbal se les ocurrió tirar confeti en Año Nuevo por el 2016, entradas al cine, al circo, a obras de teatro, billetes viejos, varias caracolas escritas con mi letra, tiras de fotos de maquinas, pulseras de hilo, caramelos vencidos, una carta del UNO azul con el numero 7 que es mi favorito, más piedras de la playa.

Era increíble la cantidad de cosas que tenia y que había jurado haber perdido. Esta era una de las cajas que había encontrado en el fondo del armario mientras buscaba mis botas antes de irme y era una locura que haya llegado otra vez a mi justo ahora.

Me gusta creer que nada llega a nosotros en vano y por casualidad, pero esta caja había estado olvidada en mi placard durante seis o siete años que recuerde. En ese momento era una estupidez, pero es increíble como mi necesidad desesperada por recordar me hacia ahora consciente de las cosas que a esa edad creía importantes.

Podía ver a la pequeña Mar reflejada en cada centímetro de esa caja, en cada elemento que había conservado por años.

―¿Pizza o hamburguesas?―me pregunto Lorenzo asomándose por la puerta y cuando miro el resto de la pieza con más detenimiento hizo un gesto de desagrado como si tuviera la suya en mejores condiciones. ―Que manera de juntar basura vos, eh―negó con la cabeza y creo que en parte tiene razón.

No podía juzgarlo, para cualquiera todo esto es basura. Pero para mi... Toda mi vida estaba reflejada en esta basura y tenia miedo de que si tiraba hasta lo más mínimo algo en mi iba a desequilibrarse, porque estaría tirando tambien una parte de mi.

Nadie puede culparme por ser tan nostálgica porque no es algo que decidí o que puedo decidir. Ya esta en mi y hace mucho tiempo deje de verlo como lo más terrible del universo. Ser nostálgica no me hacia vivir en el pasado constantemente, sino que me proporcionaba la cantidad exacta de melancolía pasada para apreciar el presente. Ser nostálgica me permitía volver a casa después de meses y compartir con el grupo de amigas que tenia las fotos de cada día en la Indycar. Ser nostálgica me permitía atesorar cada momento como si fuera el ultimo, me permitía hacer viajes en el tiempo que nunca crees poder lograr porque es imposible para la ciencia, pero ahí estaba. Mi nostalgia desafiaba las leyes de la humanidad y nos subía a todos en una nave que atravesaba todas las barreras porque podía definirles hasta la temperatura justa del día de la ultima carrera de la temporada.

Durante los siguientes meses en casa pude ponerme al tanto con todas las cosas que habían pasado y que me había perdido por completo estando tan lejos, así como lograr graduarme de la secundaria con mi viejo grupo de compañeros de clase.

Durante todo noviembre mamá corrió como loca por todas partes procurando que mi graduación iba a ser hermosa y que íbamos a organizar una cena en casa con la familia y que todo iba a ser perfecto e icónico mientras papá y yo nos tirábamos miradas cómplices compadeciéndonos entre nosotros de ser testigos de como ella misma se complicaba la vida que podía ser tan sencilla.

―Ni siquiera es necesario tanto espamento*―le murmure a papá mientras terminaba de lavar y él de secar como le habíamos prometido a mi vieja dado que estábamos de vacaciones.

―Entendela, Mar. Sos la ultima en graduarte, sos la siguiente en dejar el nido―me respondio papá con cierta melancolía que escondía en un tono gracioso ante la metáfora. ―Ya están grandes, mis bebés. Crecieron.

Cuando soltó esa ultima palabra, en parte me sentí mal por juzgar a mamá de esa manera durante esas semanas. Yo podía ser demasiado nostálgica, pero ella estaba aprendiendo a dejar ir a sus hijos, lo más preciado que tiene un padre. Mamá veía poco a poco como la casa empezaba a quedarse sola, entendía ahora si después de siete meses de no verme quería celebrar hasta lo más mínimo (que en realidad de mínimo no tenia nada) solo por tener el privilegio de poder celebrar algo que venga de su hija.

Para toda mi nostalgia, era demasiado fuerte pensar en eso, en como me encontraba terminando una gran etapa de mi vida que había tapado con la chance de ir a trabajar al extranjero de lo que quería, con mi papá. Sin darme cuenta, era una gran etapa que estaba cerrando en mi vida. Lorenzo ya se encontraba casi a punto de terminar la universidad y yo ya había terminado el secundario. Definitivamente habíamos crecido.

Y no solo nosotros.

―¡Dale, Mar, que vamos a llegar tarde!―me grito papá desde la cocina.

―¡Me pongo los zapatos y estoy!―le grite devuelta. Creo que es una costumbre argentina y cultural que las familias se griten desde un lado de la casa al otro, supongo que determina la cercanía a pesar de la distancia y las divisiones.

De hecho, no solo me faltaban los zapatos para terminar de arreglarme para mi ceremonia de colación, sino que tenia que terminar de encontrar los accesorios y arreglarme el maquillaje que la había cagado con el delineador hacia un par de minutos antes.

―¡Mar, vamos tarde!―me grito mamá a quien escuchaba más lejos, ella seguro estaba ya en la puerta lista esperando entre bufidos y chistidos para demostrar su apuro.

Para hacer más rápido, baje las escaleras descalza con los zapatos en la mano a toda velocidad y no fue un golpe lo que me puso el freno, pero se sintió como tal.

En la cocina, papá me esperaba mirando la televisión la cual vi desde el pasillo prendida en el canal de deportes cubriendo lo que decía en el titular "Colapinto sorprendió a todos en los test de F1".

La primera sensación... Viste la cara que puso ¿No? Como un chico, no lo podía creer. Como si estuviera en un cohete dijo―comento el periodista de ESPN en la televisión acompañado de algunos videos y recortes de Franco.

Lorenzo y yo no éramos los únicos que habíamos crecido, Franco ahora finalmente se encontraba probando un auto de Fórmula Uno en Abu Dhabi, mientras que yo en casa me graduaba del secundario.

En la televisión lo elogiaban como si de Messi se tratara, pero escondida en las penumbras del pasillo junto a la cocina, yo solo me fijaba en el cuadrado que mostraba la grabación de Franco en el taller. Sus expresiones seguían siendo las mismas de cuando teníamos trece, su sonrisa todavía me generaba ganas de sonreír tambien y cuando lo vi hacerlo, inmediatamente levante la comisura de mis labios.

Un Fórmula Uno era una locura, sabia lo mucho que le había entusiasmado eso por años, y poder subirse a uno por primera vez debía ser como si yo tuviera la oportunidad de tomar fotos en la máxima categoría siendo reconocida por mi nombre.

Verlo en televisión era raro, me sentí como si no lo conociera en absoluto. De hecho, no lo hacia, yo no conocía a ese pibe en realidad. Era una persona completamente diferente. Éramos, mejor dicho.

No importa cuantos recuerdos pueda guardar en toda mi pieza, cuanta basura acumule en los cajones y al final de mi placar, no importa cuantas fotos saque y cuantas guarde intentando que entren en una caja de zapatos, no importa cuanto quiera aferrarme... todos crecemos y no podía hacer nada contra eso. Todos alguna vez nos vamos a tener que ir de casa, todos alguna vez nos volvemos completos desconocidos para quienes solíamos conocer, todos crecemos y no hay caja de los recuerdos que pueda contra eso.

Le deseaba lo mejor, sinceramente. Porque aunque ya no sé quien es, solía saberlo y me gusta pensar que al menos una parte del pibe que conocía y con quien compartía mis veranos seguía viviendo en él, al menos si lo hace en la parte más olvidada de su interior.

Pero siendo completamente sincera, viéndolo sonreír como cuando teníamos trece... me hubiera gustado estar ahí un par de segundos para felicitarlo, para acompañarlo, para abrazarlo. Cuando vi el auto frente a él en uno de los videos, mi sonrisa se hizo todavía más grande, era un monoplaza azul y entonces supe que estaría bien. Todos estaríamos bien aunque el tiempo nos lleve lejos, aparecíamos frente al otro en pequeñas señales, en pequeños gestos, en pequeños detalles. Ahora me gusta pensar que en realidad sí estuve ahí con él, en ese monoplaza azul tan parecido al que le había regalado cuando éramos chicos.

No creo que alguna vez volvamos a hablar, pero me gustaba pensar que íbamos a aparecernos frente al otro en los pequeños detalles llamativos donde se escondían señales que solo nosotros entendíamos.

―¡Estoy lista!―llame la atención de mi papá y rápido apago la tele para que nos vayamos.















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D I C C I O N A R I OA R G E N T I N O :

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Quilombo: lio, problema.

Espamento: es una expresión, de modo exagerado, de sentimientos, emociones o dolores.









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M E M ET I M E :

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Mar hablando de Argentina:




María Mar hablando de la relación que tienen sus papas:





Lorenzo diciendo que la extraño menos once, Mar:




Mar cuando su mamá lo primero que hizo al llegar a casa fue retarla por el lio de su habitacion:





MAR TENIA UNA CAJA CON TODOS LOS RECUERDOS DE ESOS VERANOS, SHE IS JUST A GIRL





En la caja estaban todos los llaveros menos uno, el Renault Fuego de Franco:





Todos cuando Mar dijo: "Me gusta creer que nada llega a nosotros en vano y por casualidad"





Mar y las chicas cada vez que nos recuerdan que estamos creciendo:





Mar viendo a Franco probar un F1 deseando estar ahí para acompañarlo porque finalmente cumplió uno de sus sueños:





Dios, Mar te amo con mi vida! Ella es una de nosotras, ella es demasiado nostálgica y melancólica. Soy el meme de MAMA TE AMO!



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