98. «Lo hecho, hecho está»

Horas intentando armas una bendita cuna. TaeHyung no entendía como una cosa tan simple podía ser tan complicada de armar, pero estaba feliz por su logro. Ahora estaba decidiéndose entre dos móviles para cunas.

TaeHyung lo admitía, le había comprado de todo, pero se le había olvidado la cuna, razón por la que este último tiempo JunSang tuvo que estar durmiendo en la cama junto a él. Claro, TaeHyung se aseguraba de colocarle muchas almohadas —demasiadas— alrededor para que no cayera, lo que disminuía su espacio en la cama a un pequeño borde de la cama. Pero no se quejaba, él cuidaba a su hijo.

Para ser un recién nacido, JunSang no dormía mucho, de hecho era bastante inquieto y siempre tenía los ojos bien abiertos y curiosos. TaeHyung la pasaba verdaderamente bien con el bebé, pero por las noches casi no podía dormir. Llegó a pensar que JunSang sería como SunHee, que dormía la mayor parte del día, pero para nada. Su bebé era totalmente distinto, pero lo amaba, nada en él le disgustaba ni un poco.

JunSang era especialmente ruidoso en la madrugada, no lloraba pero si balbuceaba mucho y soltaba pequeños gritillos para obtener la atención mimosa de su padre. Y a TaeHyung no le importaban las ojeras de su rostro, era feliz.

Su bebé lo inspiraba tanto que le hizo un mural en su habitación. Dibujó lindas hojas doradas cayendo delicadamente por la pared blanca, dando el aspecto de que estaban cayendo sobre la cuna gracias a que la misma estaba bastante cerca del mural.

TaeHyung se volteó con una sonrisa hacia su bebé, quien estaba descansando tranquilamente en una mecedora automática que le había comprado.

—¿Cuál te gusta más, mi príncipe? —musitó TaeHyung hacia su hijo, alzando los dos móviles frente a él, pero solo vio a JunSang cerrando y abriendo sus ojitos con somnolencia. La sonrisa de TaeHyung creció—. ¿Ya tienes sueño? —preguntó a pesar de no poder recibir una respuesta verbal y se volteó para decidirse finalmente por un móvil para cunas de peluches, colocándolo sobre la misma.

Ya habiendo terminado, se volteó de vuelta hacia su hijo, acercándose lo suficiente como para cargarlo con mucho cuidado, tomándole la cabeza y acunándolo con cariño. Lo arrulló un poco y rió poquito cuando vio que JunSang parecía luchar por tener los ojos abiertos.

TaeHyung caminó hacia la pared contraria al mural, sin dejar de ver a su bebé. En esa pared, estaba colgado el cuadro del atardecer que le había hecho JungKook cuando se reencontraron. Se agachó un poco y sujetó otro cuadro con una mano, alzándolo lo suficiente como para que JunSang tuviera la oportunidad de verlo aunque sea un poco.

Ese cuadro lo había terminado hace poco, y era un amanecer precioso con todos esos colores tan característicos que él y JungKook amaban, justo como le había pedido JungKook. Solo que decidió añadirle algo que sin duda lo hacía el cuadro más especial que había hecho: tenía dibujada la hermosa silueta de JungKook dibujada, sosteniendo a su bebé, siento ambos iluminados por los rayos del sol que despertaban el cielo mañanero. Y no solo eso, sino que se había tomado el detalle de añadirle los preciosos ojos violetas con azul cerúleo de JungKook, marcando también las preciosas pecas que empezaron a decorarle el rostro gracias al embarazo.

Ansiaba tanto ver ese cuadro volverse realidad...

—Lo hice para tu papá —platicó TaeHyung, volviendo a observar a su bebé, quien comenzó a agitar suavemente sus piernitas y manitas en dirección al cuadro, incluso tocándolo levemente—. Hoy vamos a visitar a papá —colgó su cuadro junto al que JungKook le había hecho, ahí, en la habitación de su precioso hijo.

Dio unos pequeños pasos hacia atrás y observó ambos cuadros un poco más antes de irse con su bebé en brazos.

El sonido de sus zapatos golpeando levemente el suelo del pasillo del hospital se había convertido en una costumbre para TaeHyung. Llevaba la pañalera en un hombro y a su bebé del otro lado, con la cabecita acostada y escondida en el cuello de TaeHyung, con sus manitas en su pecho.

TaeHyung tenía plantada una sonrisa, encantado con cada vez que su bebé suspiraba tiernamente entre sueños, cómodo y mimado.

Ya estaba a nada de llegar cuando de repente detuvo sus pasos al ver a los médicos entrar y salir constantemente de la habitación de su omega.

Su sonrisa se borró un poco y comenzó a pensar en lo peor. Sin embargo, no estaba dispuesto a quedarse martirizándose con ese acongojo, así que con el corazón en la garganta avanzó asustando, conteniendo al respiración.

No sabía cuántos enfermeros vio salir, ni cuantos vio entrar, pero fueron unos cuantos. TaeHyung se preguntaba si se había tratado de otra convulsión o si el cuerpo de JungKook ya no pudo aguantar más. No deseaba que fuera ninguna de esas, vaya que no.

Una de sus manos viajó a su propio pecho, apretando y arrugando su ropa entre sus dedos a la altura de su corazón. Sintió a su hijo sollozar bajito y angustiosamente. TaeHyung pegó su mejilla en la cabecita de JunSang y empezó a darle pequeños golpecitos dulces en la espalda para que pudiera dormirse de nuevo.

Apretando los labios con fuerza y ya al frente de la puerta abierta de la habitación, se tomó un pequeño momento para asomarse. Pero la misma enfermera que le había entregado a su bebé bloqueó su visión con una sonrisa. TaeHyung entreabrió la boca.

—Puede entrar a verlo —le escuchó decir a la mujer, haciéndose a un lado. TaeHyung caminó nerviosamente hasta el umbral de la puerta, y vio a varios enfermeros rodeando la cama y bloqueando la vista hacia ella mientras murmuraban cosas que TaeHyung no escuchaba.

Hasta que se movieron y pudo ver a su omega, recostado en la camilla con los ojos abiertos, cansados y aletargados, los mismos que después de unos segundos viajaron directamente hacia sus propios ojos.

Con esa simple mirada pudo saber que su vida volvía a cobrar sentido.

Sintió su cuerpo llenándose de pura felicidad, en la cúspide. Pues ahora no solo era la felicidad de tener a su hijo con él, sino que ahora también el amor de todas sus vidas, las dos luces de sus ojos.

Su pecho se infló y exhaló una sonrisa gigante, llena de alivio y lo que le sigue a la felicidad, aunque siendo sincero, TaeHyung sentía que esa palabra no le alcanzaba para expresarse.

Dio pasos ni muy largos ni muy cortos, pero sobre todo ansiosos como nunca. No prestó atención a nada más hasta que escuchó a lo lejos la puerta cerrarse tras él, haciéndole saber que ahora estaban solo ahí.

TaeHyung lo veía y JungKook hacía lo mismo con sus ojos exhaustos, pero aun así volvieron a sumirse en una burbuja como mucho antes, donde entraban a un mundo en el que solo existían ellos dos.

Se acercó los pasos restantes y se sentó con lentitud en el borde de la cama para poder observarlo mejor. JungKook no había volteado la cabeza siquiera, simplemente lo seguía con la mirada, pero cuando TaeHyung se sentó a su lado, sus cejas se arrugaron un poquito, casi imperceptible, pero lo hizo.

TaeHyung elevó una de sus manos nerviosas lentamente a la mejilla de JungKook. No quería hablar, solo quería admirar a JungKook consciente, con esos ojos abiertos.

Cuando la palma y la punta de sus dedos tocó su rostro, una sonrisa se exhaló de sus labios involuntariamente. Juntó sus frentes, dejando que su nariz cálida rozara con la nariz fría de JungKook.

—Te extrañé tanto, mi amor —murmuró antes de reír de felicidad.

Y siguió riendo aun cuando sus labios comenzaron a repartir muchos besos en todo el rostro de JungKook, asegurándose de no dejar ni un espacio sin ser mimado y besado, e intercalando pequeños besitos rápidos con algunos un poco más largos. JungKook entrecerró sus ojos un poquito, sintiendo los múltiples besos cálidos en su piel.

Una vez estuvo seguro de haber besado todo su rostro, unió sus labios suaves e inmóviles con los de JungKook y en apenas un contacto.

TaeHyung se alejó un poco de su rostro para observarlo a detalle, tomándose su tiempo en admirar sus ojos, que seguían siendo de ese color que había deseado volver a ver: amatista y cerúleo.

Un pequeño ruidito los sacó de su burbuja y llevó a que JungKook dirigiera su mirada perezosa ahí, donde se encontraba JunSang en los brazos de su padre. Un nudo apretó la garganta de TaeHyung debido a la felicidad del momento ahora que su omega iba a ver a su hijo por primera vez.

JungKook entrecerró un poco sus ojos para intentar ver mejor mientras TaeHyung mantenía su sonrisa temblorosa. Inhaló y exhaló y acomodó a JunSang adormilado en sus brazos para que JungKook pudiera verlo mejor.

—Él es JunSang, mi amor —sonrió preciosamente, dejando que sus ojos formaran unas hermosas medialunas contentas—. Nuestro hijo —soltar esas palabras fueron como una bendición. TaeHyung pudo verlo arrugar un poco las cejas nuevamente y como la respiración se le estancaba un segundo antes de seguir su curso—. Es tu bebé, está con nosotros, lo salvaste, JungKook, sí lograste protegerlo —su voz sonó más aguada de lo que esperaba, pero su sonrisa no menguó, sintiéndose demasiado emotivo.

Fue ahí cuando JungKook apartó la vista del bebé para dirigirla hacia él, esta vez viendo sus ojos brillar.

—Nuestro hijo tiene vida gracias a ti y solo a ti —sintió las lágrimas resbalar por sus mejillas, pero no le importó, no cuando tenía al amor de su vida frente a él—. Él nació y es hermoso.

JunSang movió sus manitas un poco más despierto y TaeHyung pudo ver como las estiraba perezosamente hacia JungKook, como si deseara acercarse más. TaeHyung volvió a estirar una sonrisa y lo acercó más a su otro padre, permitiendo que ahora la manita de JunSang cayera sobre la barbilla de JungKook y rozara con sus pequeñas yemas de sus dedos su labio inferior.

—Puedo decirte que es el bebé más inteligente del mundo —besó la frente de JungKook—. Y te digo que no se parece en nada a mi —TaeHyung ya ni sabía cuántas veces había sonreído ya, pero no iba a parar ahora.

Vio como JungKook inclinaba muy poco su cabeza hacia adelante, y TaeHyung no sabe cómo lo supo, pero le concedió su deseo y volvió a juntar sus frentes cerrando los ojos por puro instinto.

Inhaló el suave aroma de dulce de JungKook y se deleitó un rato con su presencia, sintiendo miles de chispas en su estómago y pecho llamadas felicidad. Abrió los ojos de vuelta y pudo ver como JungKook miraba al bebé y una lágrima se resbaló por su mejilla.

TaeHyung se la secó con dulzura y con la ayuda de su dedo pulgar, y le dio un besito en sus párpados para separarse y cargar mejor a su cachorro aun medio dormido. Todo para después colocarlo delicadamente en el pecho de JungKook, tomando una mano del omega para dejarla suavemente sobre la pequeña espalda de su bebé.

JungKook miraba hacia abajo respirando más profundo, donde su cachorro descansaba contra él, restregando suavemente su mejilla contra su pecho.

TaeHyung se acostó a su lado sin dejar de sostenerlos a ambos y le dio un beso en la coronilla a su omega, abrazándolo un poco a través de sus hombros para que se recostara en él, todavía sin poder creer que su prometido, su omega, su todo, estaba viendo a su bebé con tanto amor.

Justo como siempre soñó.

Agradecía enormemente tener una vida para observar este momento tan significativo. Estaba agradecido con los que sea que hicieron posible que su amor despertara y su hijo naciera, y estaba agradecido con el destino, que de alguna u otra forma, finalmente les permitía estar juntos y esta vez, sin obstáculos.

Y para toda la vida...

Oscuridad.

Incesante y profunda oscuridad.

Aquella que había acompañado a MinSoo desde que tenía memoria. Nunca sintió cosas como felicidad, tristeza, rencor ni remordimiento. Para él, todo era monótono, de un solo color, sin sentido. Justo como un pozo de agua sin fondo.

¿Qué quedaba de él ahora? Pues nada, absolutamente nada.

Porque sí, en su actitud arrogante y altiva, él admitía que no quedaba nada, ni siquiera para volver a empezar.

Las llamas reflejaban en sus mortecinos con vigor, escuchando a través de sus oídos el estridente crujido del fuego consumiendo la casa frente a él. Su casa.

Pero a él no le importaba ni en lo más mínimo.

Fumaba tranquilamente un cigarrillo, sintiendo la amargura de un perdedor.

—Es una pena, la pasamos muy bien aquí —escuchó aquella voz femenina a sus espaldas. Después unos pasos y pudo sentir como alguien se detuvo a su lado.

—No tengo tiempo para tus babosadas —masculló mirándola sonreír ladina.

—¿Te diste cuenta que tu mayor error fue poner a mi hijo en tu contra, hermano? —enfatizó ella, más MinSoo no dijo palabra y siguió fumando, dejando que su mente hiciera de las suyas nuevamente—. Hubiéramos tenido un imperio... —bufó una sonrisa, mofándose—. Pero no, a ti te importó más que ese no fuera tu hijo

—Va a morir —aseguró serio, desconociendo lo que acababa de pasar hace unas pocas horas.

—Y tú también —contestó ella. MinSoo tiró el cigarrillo al suelo y simplemente caminó por la acera en la que estaba parado.

Su esposa tomó su brazo con sus finas y frías manos y comenzó a caminar a su lado, en completo silencio, importándole poco el frío de la noche y concentrándose en sus propios pensamientos.

MinSoo nunca estuvo realmente cuerdo, eso estaba más que claro. Sin embargo, con el paso del tiempo, sus capacidades se vieron afectadas por el deterioro notorio que la misma locura que le estaba haciendo caminar junto a su esposa en ese momento le causaba. Esa misma locura que le hizo perder contra Jeon JungKook, alguien a quien ingenuamente pensó como una amenaza muy menor, y sobre todo, es que le hizo sucumbir ante Kim Suni, la mujer que se había ganado su odio desde hace años atrás.

Era narcisista, orgulloso, egocéntrico, antipático, manipulador y todos los adjetivos que una persona como él podría tener, pero ahora no tenía más remedio que admitir que lo habían vencido.

Esos últimos penosos meses constaron de huir de las autoridades, ocultándose con los pocos contactos vigentes que le quedaban, o simplemente ocultándose en lugares desolados e inhumanos. Miserable, así era como se sentía, asqueado de sí mismo.

Algo crujía en su pecho, ese algo que le hacía saber que le había fallado no solo a su esposa y hermana, sino a sus propias creencias y deseos de triunfar, esas que también le hicieron creer que podría manejar solo todo el legado que Viktoria dejó.

Pero él no era Viktoria, jamás lo sería.

Y para su mala suerte, ella ya ni siquiera estaba viva para volver a encaminarlo.

MinSoo sabía que su vida perdió el rumbo desde hace muchos años, pero su ego nunca quiso aceptarlo, y solo al estar en ese lugar tan bajo en el que ahora estaba, se dio cuenta de su verdadera miseria y quería acabarla.

—Debiste hacerme caso, Viktor, no debiste dejarte llevar por tus impulsos, fuiste estúpido —Su tono gélido era ciertamente irritable, más para MinSoo, quien no era alguien que soportara que le restregaran sus errores en la cara.

Apretó la mandíbula, haciendo chirriar sus dientes.

—Lo hecho, hecho está —espetó sintiendo su sangre hervir.

—Supongo que sí, ahora dime, ¿terminaste?

Sus pasos se detuvieron poco después, momento donde MinSoo volteó su cabeza hacia un lado para verla directo a sus ojos negros, sin vida y serios plantados en tu rostro.

Más no contestó, se limitó a mirar hacia adelante, frente a él una autopista. El bullicio de los autos que ya ni siquiera circulaban con tanta frecuencia era inexistente. El viento frío golpeaba su rostro y hacía ondear pocos mechones de su cabello castaño oscuro, volviendo más fría aun la piel de su rostro.

Su mirada estaba fija hacia adelante, como si fuera un muñeco de cera, escuchando como cada vez más el motor de un camión se acercaba. Cada vez más cerca.

Sintió como la delicada pero firme mano de su esposa lo hizo caminar unos cuantos pasos más, hasta que sus zapatos tocaron el asfalto de la carretera, ignorando totalmente los pitidos del camión llenando sus oídos.

—Juntos —murmuró ella, como esa promesa de jóvenes enfermos y recién casados que se hicieron.

Sonrió, MinSoo sonrió a pesar de saber que perdió, porque le consuela saber que su recuerdo quedará tatuado en las mentes de todos. Su memoria seguirá viva, para toda la vida.

Y la oscuridad, la misma que lo hizo crecer en su momento, se lo llevó hasta desaparecer desde la manera más desdichada: siento arrollado de la misma manera en la que murió su esposa años atrás.

Quedando a los ojos de todos como un pobre perdedor.

JungKook estaba desorientado.

Todo era confuso, no entendía. Escuchaba las voces como si fueran lejanas, le costaba diferenciar a las personas que se les dirigían. No sabía ni siquiera que día era, no entendía cómo es que supuestamente su hijo había nacido.

¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Por qué ya no estaba en cinta? ¿Era cierto que ese era su bebé?

Le costaba digerirlo todo. No maquinaba, le costaba mucho. Era como si no estuviera del todo despierto, se sentía adormecido y sus ojos no ayudaban, veía borroso.

Cuando despertó lo único que recordaba era la esencia de TaeHyung, pero no fue algo que reconoció al instante. Reconoció que era su alfa al sentir como le besaban el rostro.

Pero todo seguía siendo difuso, lejano.

También recordaba haber captado un pequeñísimo olor a malvavisco, pero solo por instante.

Se sentía perdido mientras que más personas parecían estar ahí presentes, compartiendo palabras que él ni siquiera podía oír totalmente. Es como si no pudiera entender o responder si alguien le hablaba.

Lo que podía mover eran sus ojos, parpadear y moverlos para ver su borroso alrededor. De vez en cuando también lograba mover un poco sus labios, pero sentía adormecidas todas las otras partes de su cuerpo. Así que no sabía cuánto tiempo llevaba en esa misma posición.

¿Qué pasó? Lo último que recordaba era estar en ese auto, pero era demasiado confuso y tampoco quería esforzarse de más, pues hacía que su cabeza doliera.

Oh. Sus pensamientos adormilados se interrumpieron cuando sintió que alguien le daba besos en su cabeza. Intentó reconocerlo, pero no pudo hacerlo hasta que olisqueó en el aire la esencia a manzana y chocolate. Shin.

También sintió como del otro lado alguien lloraba, podía escuchar su llanto. ¿HoSeok?

Sus ojos batallaron un poco, pero pudo ver que tenía una gran barriga, y luego sintió como la mano cálida de su hermano guiaba la suya hasta colocarla sobre su panza.

—Es una niña —le escuchó decir. Oh.

Su atención fue desviada cuando un grito muy fuerte se escuchó desde afuera, y segundos después se intensificó y la puerta fue azotada, abriéndose de par en par.

Vio una silueta, pero no pudo procesar bien cuando otro grito más fuerte volvió a escucharse. Sus sentidos se alarmaron más, pues el grito había sido realmente fuerte.

Luego sintió la cama rebotar y un peso encima, abrazándolo. Su cara fue tomada cuando el apretujado abrazo se deshizo un poco. Era JiMin, pudo reconocerlo por la manera en la que lo tocaba.

—¡Estoy embarazado! —le gritó JiMin, pero después rompió en risas mocosas por el llanto—. No es cierto —se empezó a reír, dándole un sonoro beso en la mejilla. Ah.

Y después, sintió tacto acariciar su mejilla muy suavemente, que no pudo asociar con otra cosa que no fuera tacto maternal. ¿Suni?

Todos el tacto se apartó, dando paso a otro diferente. Detectó el aroma a tierra mojada y menta. TaeHyung. Cuando sintió a su alfa como bien pudo, quiso permanecer cerca, pero debido a su cuerpo adormecido, solo pudo voltear un poco la cabeza.

Sintió como la mano de su alfa le colocaba el cabello algo largo atrás de las orejas con delicadeza y le acarició la mejilla con los nudillos también suave.

Escuchó su voz, pero no captó. Luego sintió un material frío rozarle un poco su pómulo y arrastrarse alrededor de su rostro hasta descansarlo en sus dos orejas y apoyarlo en el puente de su nariz.

Tuvo que parpadear varias veces, tomándose su tiempo al darse cuenta de que poco a poco podía volver a enfocarlo todo. Al final no veía del todo bien, pero al menos veía mucho mejor que antes. Aunque la luz de la habitación de hospital le molestó.

Pudo verlos a la cara. Estaban todos, solo que los sentía diferentes, como si fueran finalmente felices. Incluso vio que Suni estaba en el mismo lugar que sus hijos y todos se veían muy cómodos con ella, quien hasta estaba tomándose de la mano con JiMin.

Su mirada se dirigió a otra parte, donde vio a dos personas, una de ellas cargando una manta. Enfocó sus rostros y pudo diferenciar a NamJoon, luego a SeokJin, ambos con sonrisas y... ¿lo que tenía cargado era su... hija?

Hace un rato, el doctor encargado les habían explicado a los demás el estado actual de JungKook. Sus heridas ya estaban recuperadas y ya estaba muy estable. Pero les explicó que al despertar, éste no reaccionaba por completo en un principio, en especial si era un accidente tan grave como el que tuvo JungKook, así que ya era muy probable que presentara dificultad motora.

Se podría decir que ya no quedaba más que las consecuencias del accidente. El golpe que se dio en la cabeza afectó su visión y les informaron que podría costarle reconocer y distinguir objetos. Pero con una buena terapia y paciencia, podría recuperarse y volver a hacer las actividades que hacía antes del accidente. Le iba a costar hacer las tareas sencillas por un tiempo, pero a medida que avanzara iría mejorando poco a poco.

A pesar de que ya podía respirar por sí solo, sus pulmones quedaron un poco comprometidos, por lo que sería ya común en un futuro que llegara a tener pequeños episodios que requerirían suministrarle un inhalador. No era algo de lo que alarmarse, pero para prevenir era mejor tener ese inhalador.

JungKook estaría bien, solo debía esperar los resultados de su fisioterapia.

Fue consciente de que TaeHyung no había despegado sus ojos de él, así que supo que lo vio cuando bajó su mirada hacia el bebé que descansaba en los brazos de TaeHyung.

Veía que el bebé tenía los ojos bien abiertos y redondos, ciertamente bonitos. Todavía no lograba reconocer que era su hijo, pero había escuchado su nombre... ¿JunSang? Y no paraba de repetirse en su cabeza.

JunSang... era un nombre hermoso. Detalló su rostro, era precioso. Quería ver más, quería detallar cada cosa, cada centímetro.

Hizo un poco de fuerzas para mover su cabeza, pero solo logró hacerlo muy poco. Sin embargo, TaeHyung, quien seguía mirándolo, sí que lo notó, no pudiendo ocultar la sonrisa que se formó en sus labios al entenderlo. TaeHyung lo acercó un poco más a su rostro, dándole la posibilidad de admirar mejor a JunSang.

Aunque no lo reconociera todavía, sentía la necesidad de tenerlo cerca de sí, muy cerca. Lo admiró con todo lo que tenía, lo primero fueron sus ojos que a pesar de ser oscuros, tenían un brillo hipnótico y único que jamás había visto. Movía sus piernas y manos, dando pataditas al aire.

JunSang llevó su pequeño puño y su propia boca, llenándolo de babas. ¿Ese era su hijo? ¿Era un niño? JungKook soltó un suspiro suave, viendo como JunSang sacó su manita y la abrió, empezando a darle golpecitos al aire. Solo que su puñito tocó el rostro de JungKook y después volvió a tocarle, esta vez en la mejilla, cerca de la nariz. Abrió su mano y siguió dando pequeñas palmaditas al lugar, queriendo más atención.

JungKook cerró los ojos y sintió como le acariciaban la cabeza.

—Descansa, JungKook, lo hiciste bien... —murmuró Shin, continuando con sus caricias.

Mientras tanto, JiMin les estaba sacando numerosas fotos a los tres, en especial a JungKook y a JunSang, no pudiendo controlarse para captar la primera vez que JungKook vería a su hijo correctamente. Las tomó en todos los ángulos que le fueron posibles.

Al menos hasta que una notificación le llegó al teléfono.

Su ceño se frunció y se enderezó rígidamente.

—Enciendan el televisor, el canal de noticias —habló en voz alta, logrando que todos lo mirara con extrañeza, siendo acatado por NamJoon, quien caminó hasta el aparato y lo encendió.

Inmediatamente una noticia de última hora saltó en la pantalla.

—El reconocido arquitecto Viktor Petrov, alias: Jeon MinSoo, prófugo de la justicia estadounidense y coreana, ha sido encontrado muerto en una de las autopistas principales de la ciudad de Seúl hace tal solo unas horas. Minutos antes, la casa de Jeon, su antigua residencia, fue reportada en llamas. Los vecinos alarmados por el terrible incendio, vieron a Petrov caminar sospechosamente por el costado de la carretera hasta que se perdió de vista. Se sospecha que Jeon MinSoo pudo haber sido el causante del presunto evento. Las autoridades confirman debido a las cámaras de la autopista, que se ha de tratar de un suicidio al verlo divagar solo por las calles...

Todo se tensaron y Suni se levantó con rapidez de la silla donde estaba sentada.

—¿Qué? —balbuceó con los ojos bien abiertos.

—¿No te han avisado? —preguntó SeokJin y ella negó.

No habían atrapado a MinSoo en todo este tiempo porque se había vuelto a esconder por meses, algo que ya sabía hacer muy bien. Siempre que creían encontrar una pista, se les escapaba de las manos. Era realmente escurridizo. Ahora que no tenía cuentas bancarias ni identificaciones no podían saber su paradero por ningún medio.

Fue como empezar de cero toda la investigación de años, así que en un determinado momento Suni se cansó. Ella conocía a MinSoo y sabía que no iba a ir por ellos otra vez, porque las personas como él no se atreven a cometer el mismo error dos veces. Igualmente, el caso no estaba cerrado y todos estaban atentos a cualquier movimiento, pero ahora... ahora MinSoo ya no estaba.

—MinSoo está muerto... —rompió el silencio que se había formado mientras todos lo procesaban—. Ya todo acabó —Los cuerpos de todos se destensaron y exhalaron de alivio.

Suni sonrió y rió, no había espacio ni siquiera para la lástima que MinSoo no merecía. Solo había felicidad, euforia y paz, mucha paz. Su cuerpo se recostó un poco en Shin y él la abrazó por los hombros.

Y ahí todos pudieron mirarse con una sonrisa en el rostro.

La vida les había dado otra oportunidad, una para poder crecer en un ambiente lleno de paz, donde cada quien pudiera conseguir su felicidad. Todos ellos, porque cada uno sufrió a su manera y cada uno merecía vivir al fin como siempre desearon.

TaeHyung apartó la mirada de la televisión y vio a su omega, quien seguía observando al niño, como si fuera ajeno a todo lo que pasaba.

—JungKook, JungKook —lo llamó suave pero eufórico, acunando su mejilla para captar su mirada que tardó unos segundos en recibir—. Se acabó, Kook —JungKook parpadeó—. MinSoo ya no está

¿MinSoo?... MinSoo...

—Te amo —le susurró alegre su alfa, y aquello sí que lo entendió a la perfección.

Esas dos palabras sí que podía procesarlas, porque... no eran solo palabras.

Eran sentimientos.

«Te amo...»




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