95. Un amor anhelado
NamJoon conducía hacia la estación de policía apurado con SeokJin en el asiento del copiloto, ninguno de los había podido dormir ni un poco. La preocupación era demasiada desde hace varias horas con lo de JungKook, y ahora había se le había sumado el incidente de arresto de su hermano menor. No podían evitar sentirse agobiados y de muy mal humor.
Recordaban como las prendas de TaeHyung estaban cubiertas de sangre de JungKook, así que solo habían ido a la mansión en busca de una muda de ropa y comida para TaeHyung, el menor no había comido más de dos veces en el día, y conociendo que TaeHyung estaba en medio de un momento muy duro, era necesario que se mantuviera alimentado y sano, por el bien de todos.
Se bajaron del auto como almas que lleva el mismísimo diablo y caminaron dando zancadas sobre en frío suelo del exterior hasta que estuvieron dentro de la estación, esperando ansiosamente ver a su hermano menor.
Pero para su no grata sorpresa, un hombre se interpuso en su camino cuando intentaron avanzar más al interior. Ambos fruncieron el ceño.
—Permiso, debemos pasar —habló NamJoon con un malhumor bastante notorio, y SeokJin no esperó mucho más para intentar rodearlo, haciendo un sonido de frustración para no despotricar ahí mismo.
Pero el hombre volvió a interponerse en su camino, bloqueando el paso con su brazo estirado. SeokJin lo miró con desdén y NamJoon dio un paso hacia adelante, viendo al hombre.
—Quítese, necesitamos pasar —espetó SeokJin, ya bastante sobrepasado de emociones como para que un desconocido ahora viniera a irritarlo más de la cuenta.
—Me temo que tendrá que esperar, necesito que me acompañen —fue lo primero que dijo el hombre, desconcertando de una manera no muy buena a la pareja.
—¿Qué? Nosotros no-
—Es importante —dijo firmemente el hombre, interrumpiendo a NamJoon, que también estaba a nada de explotar.
SeokJin y NamJoon bufaron y se vieron entre sí, no muy convencidos de seguir al hombre. Pero pocos segundos se vieron tomando sus manos antes de seguir al hombre a donde sea que los estuviera llevando.
Los hizo detenerse frente a una puerta algo apartada del recinto y no muy confiados ingresaron en ella cuando el hombre la abrió para ellos. Avanzaron unos cuantos pasos hasta estar totalmente dentro, y al hacerlo, ambos fruncieron el ceño.
Escucharon la puerta ser cerrada tras de sí sin mucha fuerza, pero aun así no voltearon, pues estaban muy concentrados viendo a la figura de una mujer de espaldas de no muy alta estatura frente a ellos.
SeokJin agudizó un poco su visión, e indagó en ella. Le resultaba conocida, pero ¿de dónde? Su mente no lograba encajarla con el perfil de alguien. Pero algo que si sabía, era que su corazón comenzaba a latir con rapidez incremental y no estaba seguro del porqué.
—Señora, necesitamos ver a nuestro hermano, lo que sea que quiera que sea rápido, por favor —habló NamJoon un tanto exasperado, habiendo dicho eso porque a diferencia de SeokJin, a él no le parecía conocida esa dichosa silueta frente a él.
La mujer se estremeció casi imperceptiblemente al escuchar su voz, pero para ambos sí que fue notorio el pequeño gesto. SeokJin soltó la mano de su prometido y NamJoon lo miró a cambio, captando con su mirada como SeokJin tenía el ceño fruncido, pareciendo analizarla más a detalle. Sin embargo, que estuviera de espalda no ayudaba en nada.
El mayor se empezó a acercar con lentitud hacia ella, pues no parecía querer voltearse con la misma rapidez que el necesitaba saber quién era.
—¿Quién es usted? —susurró SeokJin, acercándose un poco más y viendo una pequeña porción de su perfil sobresalir de entre su corto cabello castaño claro.
Y en ese preciso instante, sintió como su cerebro dejaba de funcionar. Su cuerpo se quedó rígido, pasmado en su lugar con los ojos bien abiertos, no pudiendo apartar su mirada de ella, quién seguía sin mirarlo ni decir palabra alguna.
—Voltéese y míreme —exigió en otro susurro.
—Jin, no entiendo, ¿la conoces? —preguntó NamJoon con el ceño fruncido. Pero SeokJin lo ignoró y entreabrió sus labios con inseguridad.
—¿Mamá...? —inquirió en un murmullo tan poco audible que nadie más que ellos dos fue capaz de escuchar.
—Jin, ¿qué dijiste? —preguntó NamJoon, no entendiendo absolutamente nada.
Oh, y cuando Suni volteó a ver a SeokJin junto a ella con sus cejas fruncidas y ojos llorosos, SeokJin pudo sentir su propia expresión derrumbarse y como su cuerpo se quedaba estático. Las lágrimas no tardaron ni dos segundos en derramarse sin descanso de sus ojos oscuros.
Se sentía en parálisis, sin poder hacer nada más que dejar las lágrimas correr y verla a ella hasta que se vio en la extrema necesidad de tapar su boca lentamente con su mano, temblando y sintiendo escalofríos por todo su cuerpo.
—Me estás asustando —habló NamJoon, de nuevo, mirando como su prometido de estaba derrumbando ahí mismo—. Señora, por favor diga qué necesita porque no tenemos tiempo-
—NamJoon
NamJoon quedó sin habla y SeokJin jadeó un sollozo amortiguado por su palma empapada de lágrimas.
—Hijo —volvió a hablar Suni, sin mirarlo todavía a los ojos, teniendo un nudo obstaculizando su garganta.
NamJoon negó, sintiendo su cuerpo inquieto y desesperado de repente.
—No soy su hijo, creo que lo mejor es que nos vayamos, Jin —quiso acercarse al omega para salir de ahí, pero en ese momento Suni volteó a mirarlo directamente a los ojos, justo con esos ojos claros y vistosos que no había visto en años.
Ahora fue el turno de NamJoon de quedar totalmente paralizado, solo pudiendo escanear minuciosamente el rostro de la mujer. Era un rostro familiar, uno muy conocido.
Al verla, su mente le mostró viejos recuerdos de su madre cuando le cantaba, cuando reía, o simplemente cuando le hablaba con su preciosa e incomparable voz.
—Hijo —volvió a repetir, sintiendo sus ojos aguarse más.
NamJoon recordó gracias a su mente cuando su madre lo llamaba "Nammie", era la misma voz, justo la misma.
Sus cejas se elevaron lentamente cuando permitió a su cerebro reconocerla finalmente mientras que SeokJin veía a Suni llorando sin poder detenerse, negando repetidas veces con su cabeza.
—¿Tú eres mi mamá? —balbuceó NamJoon. Suni asintió pocos segundos después, con lágrimas en sus ojos.
—Sí, Nammie, soy yo —su voz salió floja y miró a SeokJin a su lado—. Soy yo
SeokJin jadeó audible, dando un pasito tembloroso hacia atrás para apoyar su espalda en la pared y tocar por instinto su panza de ya seis meses.
Suni exhaló débilmente y se acercó lento hacia NamJoon, quien permaneció inmóvil en su lugar, viendo como ella se acercaba a él. La mayor estiró su mano con el fin de posarla en la mejilla de su hijo.
—No te acerques más —le dijo, interrumpiendo su acción. Suni se quedó quieta, con la mano aun en el aire. Ella no miró afligida y acató su petición, haciendo descender tristemente su mano—. ¿Cómo pudiste? —NamJoon se permitió llorar finalmente. Suni lo miró con mucho dolor, deseando poder ser un consuelo para él, pero en realidad ella era la causa por la que esas gotas saladas empapaban las mejillas de su hijo mayor—. ¿Sí te fuiste? ¿Sí nos dejaste? —preguntó desconsolado, Suni negó desesperada, con los ojos mojados por las lágrimas que aún no se derramaban—. ¿Por qué nos dejaste a nosotros tres con ese monstruo?
NamJoon finalmente estaba soltando todas las preguntas que se había hecho a lo largo de toda su vida.
—Yo no quise dejar-
—Pero nos dejaste —la interrumpió, llorando—. ¿Por qué no nos llevaste contigo? Hubiéramos desaparecido los cuatro. Si nos hubieras llevado, nuestro padre nunca nos hubiera lastimado, ¿por qué lo hiciste? —preguntó llorando de impotencia.
—Lo siento, yo de verdad quería volver, pero no pude, no pude —sollozó la mayor—. Perdónenme, perdónenme —los miró a ambos—. No pude llevarlos conmigo, me arrepiento todos los días de no haber actuado antes y evitado que tuvieran esta vida. Quería tenerlos conmigo, cada día los pensaba sin falta —tomó con delicadeza la mano de SeokJin a su lado y el omega pudo sentir un pequeño temblor por todo su cuerpo al sentir las manos suaves de su madre acariciarlo después de tantos años, justo como cuando su madre arropaba sus manos con las propias pues solía ser muy friolento—. Déjenme hablarles, a los tres, por favor —pidió como una súplica y miró a NamJoon.
—Te lloré muchas veces —habló el menor; se sentía destruido, consumido—. Me quedaba esperando hasta tarde esperando a que la puerta se abriera, pero jamás llegaste. Cuando papá nos pegaba solo imaginaba que en algún momento vendrías para intervenir como siempre lo hacías —Suni cerró los ojos por el dolor tan fuerte que apretaba tu corazón al oír esas palabras—. Te guardé tanto rencor, ¿y ahora vuelves después de muchos años a pedir perdón? —un tenue hilo de indignación hizo temblar su voz, que segundos después se convirtió en un llanto sonoro y ahogado—. ¿Te volverás a ir? ¿Nos volverás a dejar? —su mirada estaba en el suelo, sintiendo como las lágrimas saladas y calientes empapaban su rostro e hipidos y jadeos bajitos salían de sus labios.
Suni jamás había negado tan rápido en su vida.
—No, jamás, no voy a volver a dejarlos —dijo con firmeza después de tragar el nudo que obstaculizaba su garganta.
—Promételo —la voz floja y ahogada de SeokJin llegó a los oídos de su madre. Comenzaba a sentir como si todos esos años que no estuvo con ellos no importaran, así como tampoco importaba la razón de su ida. SeokJin solo la quería cerca, ahí, a la mujer que lo sacó de la miseria y lo acogió en sus cálidos y amorosos brazos, la quería junto a ellos, justo como antes.
Suni apretó los labios y sintió su barbilla temblar débilmente. Se tragó el nudo se du garganta de nuevo y asintió, alzando su mano para acuñar su mejilla con suavidad y haciéndole a NamJoon levantar la cabeza con su otra mano para que ambos tuvieran sus miradas fijas en los ojos de ella.
—Lo prometo —les dijo segura y sincera, haciendo que NamJoon y SeokJin rompieran en llanto al mismo tiempo, dejándose atraer por ella, quien los envolvió en un cálido abrazo que los hizo aferrarse aún más a ella. Cuando se dio cuenta, ella también se había unido al llanto en conjunto—. Los amo, los amo, los extrañé tanto, mis bebés —dejó un precioso besito en la cien de cada uno y ellos aspiraron en reconfortante y tan extrañado aroma de su madre: toronja y menta.
Y se sintieron llenos de amor nuevamente, el amor que les había tanta falta...
El amor de una madre.
Aún sentados en el suelo junto a la chimenea, TaeHyung y JungKook reían sin tapujos, demasiado contentos con la presencia del contrario.
—¿Cómo puede gustarte el hígado? —preguntó TaeHyung con incredulidad mientras renovaba el fuego de la chimenea y removía levemente para que el fuego se extendiera.
—Es muy bueno, no entiendo a la gente que le da asco —respondió con voz algo aguda para enfatizar más su punto.
TaeHyung, con una sonrisa cuadrada decorando su rostro, negó con la cabeza y lo miró para darle un pequeño beso en los labios que fue correspondido al instante. Luego, JungKook sintió como sus mejillas eran aplastadas por las manos de TaeHyung, haciendo que su boca se convirtiera en un pequeño pico adorable.
Cuando TaeHyung lo soltó, se quedaron observándose sentados el uno frente al otro, permitiendo así que TaeHyung tuviera la oportunidad de admirar sus preciosos ojos coloridos.
—Estás muy hermoso, JungKook —sinceró, logrando que JungKook sonriera de labios cerrados, pero dejando que sus lindos ojos se achicaran.
JungKook se tocó el vientre y lo acarició, y como si ambos supieran que hacer o estuvieran sincronizados, TaeHyung se movió hasta sentarse a los pies del sofá para poder apoyar su espalda en él, y JungKook se posicionó en sus piernas, recostando su espalda en el pecho de su prometido.
Fue el turno de TaeHyung para acariciar su vientre con ambas manos, abrazando parte del torso de JungKook para hacerlo, mientras que JungKook tenía sus manos sobre las del alfa. TaeHyung se tomó unos largos instantes para olfatear su sedoso cabello y depositó cariñosos besos en él, haciendo reír a JungKook.
Dejó ambas manos quietas sobre su vientre y movió un poco la cabeza para quedar cerca del oído de su pareja para poder asomarse y ver hacia él.
—¿Qué crees que es? —le preguntó y JungKook bufó una risita.
—Un niño, estoy seguro —TaeHyung sonrió en grande, sin apartarla vista del lugar.
—¿Omega, alfa o beta? —murmuró lindamente en su oído para después darle un pequeño besito en su oreja.
—No lo sé, huele muy dulce como un omega, pero a veces es intenso —su voz salió suave y melodiosa, relajada—. Sea lo que sea, lo amaré muchísimo
TaeHyung arrugó su rostro de felicidad, encantado con su omega, y apretujó a JungKook entre sus brazos con dulzura. Después JungKook agarró una de sus manos y la alzó para darle un besito en ella, riéndose poquito cuando TaeHyung volvió a apachurrarlo entre sus brazos.
—Te amo y siempre va a ser así, no importa qué —le dijo JungKook y ambos conectaron miradas.
Y luego, los dos rieron, felices y plenos.
Su cabeza estaba gacha, clavada en el suelo. Sus codos se apoyaban en sus piernas, su cabeza entre sus manos. Frotaba sus ojos, ansioso y desasosegado.
Cada tanto miraba hacia afuera, se levantaba, volvía a sentarse, caminaba, se sentaba, se acercaba a los barrotes y se devolvían. Estaba desesperado, a punto de jalarse el cabello de frustración. Sus ojos estaban rojos y su rostro malogrado, las orejas se notaban desde lejos.
La angustia lo estaba carcomiendo a cada segundo que pasaba, no dejándolo descansar ni por un breve momento. Incluso así, desesperado, no se había molestado siquiera en maldecir a MinSoo por todo, su mente no daba paso a otra cosa que no fuera JungKook y el bebé que compartían.
No tenía idea de la hora que era, pero sentía como si hubieran pasado días, y quería pensar que no era posible, pues Shin le había dicho que lo sacaría ese mismo día. ¿Por qué tardaba tanto?
Su lobo estaba más inquieto que nunca, y sumándole a su propia inquietud, formaba esa opresión en todo su cuerpo que no se iba con absolutamente nada. Tenía la necesidad de estar con JungKook y no podía creer que lo estuviera privando de ello. Por Dios, era su omega en espera de un hijo y estaba herido, necesitaba a su alfa junto a él. ¿Por qué no podían entender eso? TaeHyung no comprendía.
Él tenía que salir de ahí, no había hecho nada.
Cada vez que veía la sangre seca en su camisa blanca, su mente lo torturaba reproduciendo una y otra vez la escena de JungKook herido, cubierto de su propia sangre al momento de sacarlo del auto y llevarlo al hospital. Luego lo veía en la cama del hospital, vendado y lleno de tubos, cables, respiradores y vendas. La imagen lo estaba matando.
Necesitaba quitarse esa camisa, pero el lugar era muy frío como para permitírselo y no morir de hipotermia. Quizás estaba exagerando, pero todo lo tenía demasiado mal como para pensar con total coherencia.
Quería, no, necesitaba saber cómo estaba JungKook y el cómo pasó la noche; si todavía su hijo vivía...
Sus oídos agudizados captaron pasos acercándose a la celda donde estaba, y como había hecho durante estas horas con el paso de los guardias, alzó la vista hacia los barrotes con rapidez, teniendo la esperanza de que esta vez si fuera para sacarlo del lugar.
Y cuando finalmente vio a Shin entrar en su capto de vista, se levantó de la cama con tanta velocidad que en menos de un segundo ya estaba tomando los barrotes con sus manos frías, con los ojos bien abiertos y el corazón a mil.
—Shin, ¿cómo está JungKook? ¿Cómo está el bebé? ¿Están bien? —lo bombardeó con preguntas, desesperado.
—TaeHyung —terminó de acercarse, diciendo su nombre para hacerle saber que quería hablar, pero TaeHyung nuevamente actuó por desespero.
—¿Ya despertó? —dijo con esperanza y ansia. Shin no pudo evitar arrugar las cejas con aflicción, y para angustia y desazón de todos, Shin negó.
—TaeHyung, minutos antes de irnos todos del hospital, los pulmones de JungKook colapsaron de nuevo
—¿Qué? —balbuceó, sintiendo ganas de volver a llorar y la bilis en la boca del estómago. Shin inhaló y exhaló temblorosamente, y con el corazón arrugado, dio la noticia que no le resultaba para nada fácil.
—Entró en estado de coma
Los hombros de TaeHyung cayeron y sus pulmones dejaron de funcionar por un segundo. Sintió su mundo dar vueltas, necesitando aferrarse con más fuerza a los barrotes frente a él. No se sintió con la suficiente fuerza de mantenerse erguido, así que se vio obligado a dar unos pasos hacia atrás e inclinarse hacia adelante para bajar su cabeza sin soltar los barrotes. Exhaló tembloroso, cerrando los ojos con fuerza.
—Va a despertar, ¿verdad? —murmuró, pero lo suficientemente alto como para que un Shin afligido que veía su deplorable estado lo escuchara.
Shin se quedó callado, no queriendo responder porque no quería decir algo que no sería verdad, pero sabía que TaeHyung necesitaba fuerza para continuar y no desmoronarse.
—Esperemos que sí... —fue lo único que le pudo responder sin sentirse del todo mal consigo mismo. TaeHyung asintió casi imperceptiblemente, tragando el nudo de su garganta para volver a hacer escuchar su voz rota.
—Sácame de aquí, por favor, necesito ir, necesito estar ahí —casi le suplicó.
—Ya lo hice —TaeHyung levantó la cabeza rápidamente, observándolo con ojos grandes y sorprendidos. Shin sonrió un poco—. JungKook tenía todo para demostrar que eras inocente en caso de que algo así pasara —TaeHyung tuvo ganas de sonreír, pero solo una mueca fue lo que se mostró—. Déjame buscar al oficial y te llevaré con JungKook
Y minutos después, ya TaeHyung estaba tomando las pocas cosas personales que cargaba encima en el momento del arresto, como su teléfono y su cartera.
TaeHyung podía sentir la mirada de todos los presentes mientras caminaba. Supuso que lo miraban con pena solo por la camisa llena de sangre que cargaba, pero luego se dio cuenta del por qué. En la televisión de la comisaría estaban pasando la noticia del accidente de JungKook.
Shin le colocó una mano en el hombro para el menor reaccionara y así se fueran de una buena vez, y gracias al cielo que lo hizo, pues el corazón de TaeHyung se había contraído, llevándolo después a clavar la vista en el suelo al momento de continuar caminando tras Shin hasta la puerta de salida de la comisaría.
Mientras cruzaban la puerta al exterior, TaeHyung no se privó de preguntar, pues la curiosidad había llegado a él de repente.
—¿Cómo lograste sacarme tan rápido? ¿De verdad JungKook tenía todo?
Shin detuvo sus pasos y se volteó para verlo, pero no solo a él, sino que también miró detrás de TaeHyung, sonriendo de medio lado después.
—Fue gracias a JungKook, pero también fue por ella —y señaló atrás de él con la barbilla.
TaeHyung frunció el ceño y se volteó con la misma expresión. Pero cuando vio de qué hablaba, nunca pensó poder sentir aquel brillo tan resplandeciente en esos momentos de sombría oscuridad.
Cuando la miró, sus ojos brillaron como mil estrellas juntas en un solo sitio.
Era ella, no había duda.
Dio un paso minúsculo hacia el frente y se quedó quieto con su lugar, boqueando suavemente.
—¿Mami?
Suni inhaló rápido y casi ahogado. TaeHyung dio otro ambiguo.
—¿Mamá? —repitió bajito. Ella asintió, con lágrimas nuevamente llenando sus ojos color miel.
—Sí, soy yo, Tae
¿Qué?
TaeHyung dejó de lado todas las incógnitas del por qué su madre estaba viva y por qué apareció después de tanto tiempo. Simplemente ignoró todo y no necesitó más para correr hacia ella y comenzar a llorar como el niño dentro de él que había extrañado su madre, el mismo que ahora la necesitaba más que nunca. A su única protección. Era aquel niño al que no le importaba el tiempo ni la razón de su ausencia, solo la quería cerca, abrazándolo.
A Suni no le dio tiempo de reaccionar cuando ya la estaba abrazando con fuerza, un abrazo efusivo y necesitado.
TaeHyung era notoriamente más alto que su madre, pero eso no impidió que ahora estuviera inclinado para esconderse en su terso cuello como hacía de pequeño. Ese era su lugar seguro, siempre que se sentía mal, su mamá lo abrazaba y él se ocultaba ahí, recibiendo caricias amorosas en su pelo para que se calmara.
Suni llevó rápidamente una mano a la nuca de su hijo y otra la reposó en su espalda, sintiendo sus ojos derramar lágrimas, pero por alguna razón sin poder siguiera cerrarlos. Los sollozos de TaeHyung hacían los cuerpos de ambos temblar y Suni se apresuró a darle preciosas caricias en su cabello y espalda.
—Te amo muchísimo, Taetae —le dijo rotamente, sintiendo las lágrimas de su amado hijo mojar su cuello—. Lo siento tanto, lo siento mucho
—Mami —sollozó con sentimiento, hipando entre medio—. Te extrañé mucho
Él se separó para verla, sin poder creer todavía que estaba frente a él, intentando procesar que no era un ilusión de su mente. En un intento por saber, colocó sus dos manos en las mejillas de su madre, palpándolas con suavidad y sollozando al percatarse de que era real. Era muy real.
—No me importa por qué te fuiste, no tuviste que vivir con papá, está bien —le aseguró entre lágrimas—. Me ponía peor al creerte muerta, mamá
—Tae —lo nombró, no sabiendo que más decirle. Así que optó por darle otro cálido abrazo que TaeHyung tanto necesitaba.
—Mami, mamá, tienes que ver a JungKook —habló con melancolía al separarse un poco del abrazo, Suni descendió su mirada tristona por la situación de JungKook—. Es el mejor omega y el mejor padre —dijo con ojos brillosos, pero no precisamente por llorar, sino porque estaba hablando de la persona que amaba, su tesoro, pero con su madre, algo que solo pensaba posible en sus más hermosos sueños. Luego, TaeHyung abrió un poco más sus ojos, mirando a su madre—. Hay que decirle a NamJoon y a SeokJin —Suni negó con una sonrisita, enternecida.
—No hace falta, Tae —TaeHyung inclinó su cabeza hacia un lado, sin comprender.
Pero lo hizo cuando sintió una mano en su hombro y escuchó la voz de su hermano.
—Nosotros llegamos primero que tú, hermanito —TaeHyung se volteó y vio a NamJoon y a SeokJin mostrándole una sonrisa suave y linda que lo llevó a sonreír se vuelta.
Suni sintió su alma poco a poco ser reparada al ver a sus tres precioso hijos tan de cerca, ahora sabiendo que ella de verdad estaba viva.
Pero tenía que aclararles todo, contarles.
—Tengo que hablar con ustedes —llamó a atención de los tres, quienes la miraron atentos—. Tengo que contarles la verdad...
Los hermanos se miraron entre sí y luego la vieron.
Al fin sabrían la verdad tras la desaparición de su madre, una incógnita que los acompañó a lo largo de casi toda sus vidas.
Poco después, ya en el auto de camino a la mansión, Suni les contó absolutamente todo, cada cosa que había pasado. Recibió la aceptación de dos de sus hijos, TaeHyung y SeokJin, quienes en realidad ambos habían llorado de felicidad al saber que pudo sobrevivir y al saber todo lo que ella había hecho para llegar a ese instante que compartían ahora.
Suni sabía a ciencia cierta que sus hijos eran muy buenos y no se merecían el trato que les dieron durante tantos años. Tenía que admitir que ella también estaba muy feliz de verlos de cerca, de poder tocarlos, de poder hablarles y llenarlos de su amor.
Pero NamJoon era el más renuente a lo que escuchaba, no había tenido la misma reacción que tuvieron sus hermanos, él solo la miraba, como si estuviera viendo algo inédito, pero a veces también viéndola con mucha seriedad. No había dicho palabra, ni durante la charla, ni después de ella, y eso hizo que Suni se sintiera mal, realmente mal. No creía poder sobrellevar el hecho de que su hijo mayor la rechazara o la tratara con indiferencia.
Shin los dejó en la mansión antes de partir junto a su hijo, y al llegar, Suni se aseguró de que TaeHyung se bañara y se cambiara para ir a visitar a JungKook. Él se veía un poco más esperanzado, ahora tenía a su madre con él y ella podía sentir que su apoyo lo hizo levantarse un poco más.
Mientras SeokJin acompañaba a TaeHyung arriba, Suni se quedó viendo el interior de la mansión, el lugar donde alguna vez vivió y sufrió tanto, pero al mismo tiempo tuvo momento tan felices gracias a sus tres tesoros.
Recorrió todo el lugar con la mirada, le hacía sentir una presión en la boca del estómago al ver cosas que aun perduraban en el lugar. De hecho, todo estaba casi igual a como cuando se fue.
NamJoon caminaba un poco más atrás de ella, así que redujo un poco el paso para igualarlo con el de su hijo,
—Nam —le llamó y él se detuvo para verla con la misma expresión imperturbable de antes. Ella intentó decirle algo, sintiendo la necesidad de disculparse nuevamente por su actuar. Pero tuvo que permanecer en silencio cuando su hijo la interrumpió.
—Te quiero mostrar algo —le dijo, y Suni ladeó la cabeza, curiosa—. Ven, mamá —NamJoon comenzó caminar tranquilamente por uno de los pasillos, siendo seguido por Suni, quien permanecía a algo de distancia, observando a su hijo frente a ella.
Su hermoso bebé estaba muy alto, ella con sus tacones le llegaba un poco más abajo de los hombros apenas. Estaba bastante fornido, era todo un alfa. Suni sonrió poquito al ver lo hermoso y grande que estaba su hijo, sin poder creer que está ahí con él.
NamJoon se detuvo frente a una puerta, que si Suni no mal recordaba, era una pequeña sala. El menor inhaló sin decir palabra y abrió la puerta, entrando y Suni imitándolo.
Era más pequeña de lo que ella la recordaba, no solían usarla mucho de hecho. Suni siguió con la mirada a su hijo, quien se acercaba a un objeto bastante grande tapado por una sábana blanca algo empolvada que no demoró en quitar.
Y pudo entender de qué se trataba todo.
Era un piano de cola, pero no uno cualquiera, sino el que ella tanto había usado, ese que le traía innumerables recuerdos. Era de color blanco e impoluto, con el borde de las patas color dorado. Estaba justo como lo recordaba.
Suni se acercó al objeto con emoción reflejada en sus irises, y deslizó la yema de sus dedos sobre la superficie lisa y brillante del mismo.
—No nos atrevimos a deshacernos de él, lo escondimos de DongGun aquí... —habló NamJoon con las manos en los bolsillos de su pantalón, mientras que su madre continuaba admirando el piano—. Seguramente sí lo vio, pero no le dio importancia
Suni dejó de ver el piano y vio a su hijo serio mirando el instrumento. Suspiró suavemente y apoyó sus palmas en él, sintiendo nuevamente el impulso de decir esas palabras que buscó decir hace unos minutos, levantando su mirada hacia él y relamiendo sus labios con la punta de su lengua.
—Perdóname —soltó con su mirada más sincera y entristecida, ganándose la mirada de NamJoon. Pero solo por unos segundos, pues él la volvió a apartar—. NamJoon, pasé todos los días soñando con ustedes, pero perdóname por no haber hecho más... —se acercó lentamente a él—. Yo quería huir con ustedes pero todo se salió de mis manos cuando tu padre quiso matarme, yo- —suspiró y bajó los hombros—. Soy una cobarde y lamento no haber sido una buena madre para ustedes —bajó la mirada un momento, pero volvió a levantarla para mirarlo a los ojos y tomó una de las manos de su hijo con algo de timidez, no siendo rechazada—. NamJoon, eres mi primer hijo y no tienes idea de todo el amor que siento por ti, espero que puedas darme otra oportunidad —NamJoon exhaló tembloroso.
—No fuiste una mala madre, no digas eso —negó con el mismo temblequeo, mirándola—. Gracias a ti somos como somos, porque siempre mantuvimos tu recuerdo presente y todo lo que nos enseñaste —acarició una de las manos de su madre con su pulgar—. Y ahora todos seremos padres y les enseñaremos a ellos como tú lo hiciste con nosotros —Suni sintió una calidez llenar su pecho—. No fuiste mala madre —aseguró—. Solo dame tiempo para poder digerir esto bien porque me siento muy abrumado todavía —soltó su mano suavemente—. Solo necesito eso, tiempo, mamá —hizo una breve pausa en la que se miraron a los ojos, y luego, NamJoon retomó la palabra—. Voy a buscar a Jin...
Suni vio como NamJoon pasó por su lado y salió de la sala sin decir palabra. Miró al techo un momento para calmar las ganas que tenía de llorar y después, cuando ya estuvo más estable, volteó hacia el piano y se acercó, sentándose lentamente sobre el banco frente a él.
Relamió sus labios y levantó la tapa que cubría las teclas, tomando un momento para observarlas a detalle. Hasta que presionó una, seguida de otra más, dejando que el sonido melodioso del instrumento contentara la sala.
Luego de eso, vio de reojo a alguien asomarse por la puerta, y al voltear un poco la cabeza en esa dirección, pudo darse cuenta de que se trataba de TaeHyung. Lo miró con una sonrisa suave al ver que ya se había bañado y cambiado de ropa, y ahora se estaba secando el cabello con una toalla.
TaeHyung se acercó y miró el piano con una pequeña sonrisa, aun luciendo demacrado, pero intentando estar un poco mejor. La miró a los ojos, algo ilusionado a pesar de esa cara triste.
—Hace años que no veía el piano —habló TaeHyung—. Cuando tomaba clases, nunca quise tocar el tuyo así que tenía otro, pero al dejarlo, DongGun lo vendió, creo...
Suni vio cómo su hijo todavía tenía el cabello mojado. TaeHyung se pasaba la toalla para secarse, pero lo hacía mal, de una manera no muy efectiva.
Ella bufó una sonrisa y se levantó del asiento para tomarle el brazo suavemente y guiarlo bajo la mirada curiosa y grande de su hijo menor hasta sentarlo en la banca.
—Tae, siempre te he dicho que así no se seca el cabello... —se puso detrás de él y le quitó la toalla, comenzando a acercar la toalla al cabello de su hijo.
Suni sentía como le temblaban las manos al estar teniendo ese contacto con su hijo. Era un sueño, estaba casi segura de que no era real, pero jamás quería despertar.
TaeHyung cerró los ojos y los apretó un poco mientras que ella comenzó a secar su sedoso cabello con más confianza, viendo cómo se empezaban a formar pequeños rulos en el cabello negro de su hijo, sonriendo al darse cuenta de que seguía teniéndolos. Y al finalizar, lo acarició un poco para volverse a sentar a su lado y colocar la toalla sobre el piano.
Vio como TaeHyung tenía la mirada clavada en las teclas frente a él, mostrando su ceño fruncido, acongojado y algo nervioso mientras se mordía ambos labios.
—¿Quieres tocar? —le preguntó ella con delicadeza, TaeHyung la miró de inmediato, con ojos brillantes, pero luego la bajó un poco y negó.
—No estoy seguro... —murmuró.
—Podrías practicar desde ya para cuando JungKook despierte, él... él siempre me dijo que soñaba con verte tocar —intentó animarlo, y TaeHyung ante su comentario la miró y alzó las cejas.
—¿Lo conociste? —preguntó asombrado—. Me refiero, antes de... esto, ¿lo conociste? —habló rápido.
—Viví con él un tiempo, cuando se quedó en la casa de Shin y después cuando se fue por un mes —sonrió ella—. Llegó a ser muy especial para mi...
—Es hermoso, ¿no es cierto? —sonrió, mirando hacia adelante sin dejar de sonreír. Suni sonrió un poco más al verlo tan ilusionado al hablar de JungKook.
—No existe un mejor omega para ti —TaeHyung la miró brillando—. Estás muy enamorado —sonrió enternecida, conociéndolo.
—Creo que mis hermanos y él eran los únicos que hacían que sonriera todos los días —confesó con una pequeña sonrisa algo tímida—. JungKook es una de las mejores cosas que me han podido pasar, mamá, lo amo mucho... —Suni lo observó con mucho orgullo, feliz por sus hermosas palabras.
—Me alegra mucho, mucho —los dos sonrieron mirándose y luego Suni estiró un poco sus dedos, posicionándolos en las teclas del piano.
Comenzó una melodía lenta para calentar un poco, pues hace mucho que no tocaba, y TaeHyung se quedó embelesado, viendo como su mamá tocaba cada tecla con esa delicadeza que la caracterizaba.
SeokJin, quien había escuchado la melodía desde una zona cercana de la mansión, ahora estaba entrando en la habitación, sacando una gran sonrisa al ver que por fin esa casa se llenaba de melodías de piano por primera vez después de largos años.
Cuanto había extrañado esa sensación...
Se acercó a ellos se sentó en una de las sillas cerca del piano, y solo la miraba, viendo como tocaba como si fuera lo más fácil de mundo.
Suni, ya más suelta sobre las teclas, miró a TaeHyung a su lado observarla y le hizo una pequeña seña con la cabeza, sin borrar la sonrisa.
TaeHyung remojó sus labios, entendiendo, y puso sus dedos sobre las teclas también, intentando recordar la melodía de esa pieza. Y al hacerlo, presionó la primera casi al instante.
La mirada de SeokJin se iluminó impresionado, viendo como su hermano se animaba a tocar de nuevo.
TaeHyung presionó la siguiente, y luego la siguiente, y siguió presionando hasta que empezaba a hacer la otra melodía en conjunto con su madre.
Suni sonrió para sí misma, recordando como la fascinación de su hijo venía desde pequeño, muy pequeño. Recordaba la vez en la que le fue imposible dormirlo siendo un infante muy hiperactivo. Probó una y mil cosas, pero nada funcionaba, hasta que se le ocurrió colocar a su bebé en una cuna junto al piano, y tocarle. Y casi al instante, su precioso y lindo hijo quedó rendido en los brazos de Morfeo.
Desde ahí empezó todo eso, aquella magia.
Madre e hijo se miraron, mostrando sus sonrisas relucientes, tocando con su corazón y alma.
Poco después, NamJoon también llegó, quedándose en el umbral de la puerta, viendo como asombro a su hermano tocar el piano. Su mirada se desvió a SeokJin, quien lo vio de vuelta con una preciosa sonrisa emocionada.
NamJoon se acercó a SeokJin y lo rodeó con un brazo, apoyando su mano en su hombro mientras seguía de pie junto a él, recibiendo una mano entre la suya cuando SeokJin la levantó para tomarla.
TaeHyung arrugó el gesto un poco cuando su mente le trajo el recuerdo de las palabras que una vez JungKook le dijo con tanta seguridad.
«Quizás en un futuro podrás volver a encontrar una razón para volver a intentarlo, ¿no te parece?» y él le respondió un «No lo sé». Sin embargo, JungKook le sonrió hermosamente diciéndole: «Yo si lo sé, estoy seguro».
Y vaya que tenía razón.
TaeHyung inhaló, queriendo sentir su preciado olor de nuevo. Estaba decidido, se prepararía, le dedicaría la canción más hermosa para cuando despertara.
Pero ahora mismo, se centraría en disfrutar ese momento que jamás tuvo la idea de imaginarse.
Cuando terminaron de tocar, TaeHyung vio a su madre y ella le dedicó una sonrisa. Luego vio como SeokJin se levantaba para abrazarla y escuchó las felicitaciones de sus dos hermanos felices. TaeHyung sonrió poquito, metido en sus pensamientos. Una sonrisa de labios cerrados levantó sus comisuras, seguidas de una inhalación algo decaída.
«Ojalá pudieras estar aquí ahora mismo, mi amor...»
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