03. Inminente
El omega, agitado, cerró la puerta de entrada detrás de sí y apoyó su espalda en ella tan pronto le fue posible. Tuvo que correr quién sabía cuántas cuadras para llegar a su casa lo más pronto posible. Incluso así, tenía la certeza de que su padre lo reprendería.
Pudo confirmarlo cuando sacó su teléfono para ver la hora y esta indicaba que tardó más de media hora en llegar. Exhaló profundamente y volvió a guardar el aparato en el bolsillo de su jean, resignado.
SangMin apareció en su campo de visión a través del pasillo principal. La beta suspiró de alivio y se acercó a él.
—JungKook, tu padre te espera arriba en su despacho —informó ella, muequeando.
El aludido asintió y, antes de subir las escaleras al piso de arriba, dejó un beso rápido en la mejilla de la mujer. Secó sus manos contra sus pantalones una vez estuvo de pie frente a la oficina privada de su padre. No esperó una respuesta —sabía que no iba a recibir ninguna, más bien—, giró la perilla y entró, cerrando apenas lo hizo.
El silencio fue evidente, forzando a que JungKook alzara la mirada de una vez por todas, enfocando a su progenitor, quien se encontraba sentado detrás de su escritorio, con un vaso de whisky en las rocas a medio tomar en su gran mano. En su otra mano, sostenía un cigarrillo que, al parecer, encendió hace poco.
Jeon MinSoo, un alfa de cabello oscuro, corpulento y, sobre todo, alto, tenía sus ojos oscuros fijos en los de su hijo. Sin embargo, esos ojos no reflejaban ni una sola emoción. Lo mismo ocurría con todo su rostro; sus facciones toscas y atractivas permanecían relajadas.
O al menos así fue hasta que su padre le dedicó una gran e inesperada sonrisa.
JungKook se tensó en su lugar, casi estremeciéndose porque no, no era una sonrisa sincera y se notaba a leguas. Era cínica y escalofriante, como el mismo alfa.
—¿Pá-?
—Me alegro de que ya estés aquí, JungKook —expresó y, dioses, era tan bueno mintiendo que parecía sincero—. Ven y siéntate.
Titubeó, obviamente. La confusión no le impidió atender la propuesta y se sentó en una de las cómodas sillas de cuero frente a dicho escritorio. La situación no era para nada normal y, si JungKook debía ser sincero, eso le asustaba un poco.
La relación con su padre se fue en picada desde hace años ya, sus interacciones se resumían a una por día, quizá ninguna a veces. Pero algo que siempre se notaba en ellas era el rechazo de su padre hacia su persona. En cada una de ellas, Jeon MinSoo se mantenía apático, frío y lejano. El desafecto era evidente, mas JungKook no podía decir que estaba acostumbrado. Dolía.
—Vi que tardaste en llegar —comentó con aquella voz grave que lo caracterizaba.
—Sí, sobre eso...
MinSoo negó despreocupadamente.
—No es problema —aseguró, dándole una calada a su cigarrillo.
JungKook comenzó a preocuparse cuando su padre agitó la mano para restarle importancia al asunto. ¿Cómo que no importaba? En ocasiones anteriores, su padre rebuscaba alguna razón, hasta la más pequeña, para regañarlo.
—Verás, mañana necesito que estés en cada a las siete de la noche. Te necesito presentable, con tu mejor atuendo, si es posible.
—¿Para qué? —inquirió JungKook, frunciendo el ceño al intentar maquinar la primera posibilidad que se le vino a la mente—. ¿Planeas llevarme a una cena de negocios?
—Se podría decir que es algo así, sí.
JungKook boqueó más de una vez, resultándose imposible decir algo.
—Ahora que ya lo sabes, espero que no seas impuntual, JungKook, no mañana —advirtió esta vez, con un tono de voz duro y firme. Ahí estaba, el mismo de siempre.
—Seré puntual —aseguró JungKook con una convicción nerviosa y anonadada.
—Bien, ahora, retírate —ordenó el alfa, agitando su mano.
JungKook se retiró apenas pudo. Algo distraído, le indicó a SangMin que no cenaría y se encerró en su habitación. Fue solo entonces que pudo respirar en paz.
No supo la razón por la que su padre ahora quería llevarlo a una cena de negocios, cuando MinSoo siempre se enfocó en alejarlo del mundo empresarial al que pertenecía.
¿Era, quizá, la posibilidad que JungKook estaba esperando? ¿Ese podía ser el primer paso para ser... perdonado?
Empleados selectos salían de la sala de juntas entre charlas afables y comentarios afines a los temas tocados en la reunión.
Los últimos en retirarse fueron Kim NamJoon y su padre, Kim DongGun.
—Hiciste un buen trabajo ahí dentro, Nam —felicito el alfa mayor, dándole una palmada en el hombro.
—Gracias, padre —agradeció NamJoon, realizando un movimiento de cabeza cuando se detuvieron en el pasillo.
—Aún así espero que potencies tu desempeño para las próximas veces. Te vi titubear un segundo mientras explicabas las reformas de la sede principal —expuso con tono calmado—. Se acercan más reuniones, te necesito mejor preparado.
El semblante de NamJoon cayó al instante y ni siquiera pudo ser levantado por la palmada que su padre dejó en su brazo.
—Sí, padre... —dijo NamJoon, esta vez con el semblante serio.
El menor de los Kim, quien pasaba por ahí en busca de su hermano, se acercó a ambos.
—¿Todo bien? —inquirió TaeHyung, con una ceja alzada y los ojos mieles en su hermano.
Su pregunta no era superficial, pues la situación no era nueva. Se había percatado del cambio de expresión en su hermano mayor, y cómo no, si de una u otra forma su padre nunca parecía satisfecho con su esfuerzo. Ni siquiera teniendo veintiocho años y siendo el vicepresidente de la corporación.
—Todo bien —contestó aún así NamJoon.
TaeHyung no tuvo más remedio que asentir, introduciendo las manos en los bolsillos de su pantalón de vestir negro.
Por otro lado. Kim DongGun no era muy discreto a la inconformidad en cuanto a la presencia de su hijo menor, mas este simplemente le ignoró olímpicamente, importándole muy poco si era de su agrado o no.
—Bueno, tengo cosas que hacer —manifestó su padre, no disimulando el desdén de sus palabras arrastradas. Miró a NamJoon—. Necesito que vengas a mi oficina —indicó antes de retirarse a paso firme.
Solo entonces NamJoon dejó caer su postura erguida para adoptar una mucho más relajada ahora que su padre ya no estaba. Taehyung no pasó desapercibido aquello.
—¿Qué te dijo? —preguntó de inmediato.
—Me felicitó por cómo me desenvolví en la junta... —explicó, con un sabor amargo en el paladar.
—¿Pero...?
NamJoon suspiró.
—Ese es el problema, siempre hay un pero con él —bufó.
Desde jóvenes, su padre había puesto una sofocante presión en los hombros de NamJoon, poniendo de excusa que al ser el mayor de los Kim, necesitaba prepararse para heredar la empresa en la que su padre había trabajado por años.
Con su hijo menor, la presión no fue tan fuerte, mas se encargó de hacerle saber que también formaría parte de la empresa a pesar de que ni a él mismo le agradara del todo. La personalidad de TaeHyung tan terca lo ponía de los nervios, por ello siempre prefirió a NamJoon, quien era mucho más tranquilo.
—Iré a su oficina a ver qué quiere... —dijo NamJoon.
TaeHyung asintió y palmeó el hombro de su hermano como signo de apoyo antes de retirarse. NamJoon suspiró y emprendió marcha hacia el ascensor por el cual subió hasta el último piso del edificio. Cuando las puertas se abrieron caminó por los pasillos y saludó cordialmente a la secretaria de su padre, quien le indicó que el señor Kim estaba dentro. Tan pronto ingresó, su padre alzó la vista y le hizo una seña con la mano para que se acercara. Cosa que hizo.
—Siéntate, en un momento hablamos —indicó el mayor, quien terminaba de firmar y revisar algunos papeles sobre su escritorio.
Se sentó en uno de los sofás y, poco después, Kim DongGun se levantó para servir dos vasos de whisky. Le extendió uno de ellos a NamJoon, quien lo aceptó, haciendo una ligera reverencia con la cabeza.
—Te cité aquí para informarte que me acompañarás a una cena mañana —dijo DongGun, volviendo a sentarse para darle un sorbo a su bebida.
—Creí que para ese tipo de cosas simplemente me decías en el momento y ya. —NamJoon alzó una ceja y bebió.
—Bueno, esta vez es una cena muy importante —aclaró DongGun, con el semblante serio—. Podría marcar la diferencia en nuestra empresa. Sabes que tu manera de desenvolverte en las cenas me gusta, solo te pido que en esta te esfuerces un poco más.
A NamJoon le extrañó aquello. Siempre solía ir a cenas de negocios porque su padre así lo quería, pero esta nota se notaba diferente. Solo que no sabía en qué.
—Sí, padre, lo haré —complació, asintiendo antes de darle otro sorbo a su bebida—. ¿Con quién será la cena?
NamJoon tenía curiosidad de saber con quién tendría que cerrar un trato esta vez. Ya habían hecho negocios por numerosos empresarios de la red más importante del país, incluyendo empresarios extranjeros que venían con frecuencia a cerrar tratos con la empresa.
Pero su padre no quiso darle información, respondiéndole con un simple:
—Solo necesitas saber lo que te dije, lo demás lo sabrás mañana por la noche. —DongGun se recostó en el espaldar—. Puedes retirarte.
NamJoon asintió y se puso de pie. Caminó hasta la salida, pero antes de cruzarla su padre volvió a hablarle, diciéndole:
—Recuerda que mañana por la mañana tenemos una videollamada con la asociación de Estados Unidos.
Su padre obtuvo otro asentimiento de su padre antes de retirarse con muchas dudas en la cabeza.
—Señor, está aquí —informó el secretario desde el otro lado de la puerta.
—Déjalo pasar —pidió el menor de los Kim, que se encontraba realizando algunos trámites en el escritorio de su oficina.
El secretario abrió la puerta y se inclinó antes de dejar pasar a un omega rubio que vestía un elegante traje oscuro y traía un portafolio en su mano derecha. TaeHyung levantó la mirada y dejó sus papeles a un lado.
—Toma asiento —concedió.
El omega de cabellos rubios se sentó en la silla que estaba frente a su escritorio.
—Jung HoSeok, un gusto conocerlo finalmente, señor —se presentó el omega, extendiendo una de sus manos hacia el alfa.
—Kim TaeHyung —se presentó de vuelta, estrechando su mano. TaeHyung tomó el currículo del omega después de soltar su mano y le dio una ojeada—. Veo que tu desempeño en tu anterior trabajo era muy elevado, tus habilidades en matemáticas y administración son bastante avanzadas de acuerdo a las críticas de tu anterior jefe, ¿es eso cierto? —Alzó la vista..
—Así es, señor Kim.
—Hemos recibido muy buenas referencias sobre ti. Nuestro anterior agente ejecutivo de finanzas poseía una falta de moral bastante grande, espero no tener ese problema contigo, Jung. —Alzó una ceja, escrutándolo con la mirada.
—No lo tendrá, señor, le aseguro que cuando se trata de trabajo, soy muy ético —aseguró con convicción.
—Muy bien, serás mi mano derecha. Empezaremos a trabajar mañana por la mañana, te quiero aquí a primera hora para que empecemos a discutir varios asuntos financieros —informó mientras se levantaba de su asiento y se acomodaba su saco antes de emprender camino hacia la puerta de la oficina.
Fue seguido por HoSeok, quien se había levantado de la silla a la par que su nuevo jefe por cuestiones de respeto.
—Lo veré mañana entonces. —Hizo una reverencia que fue respondida con un asentimiento y una vez afuera, ambos tomaron pasillos diferentes.
Por la mañana, entraba a una de las aulas de La Universidad Nacional del Seúl, se ubicó en su asiento y sacó sus apuntes. Durante el día no pudo sacarse de la cabeza la conversación con su padre. Lo había dejado nervioso, pero intentó centrarse en prestar atención a sus clases. Lo había logrado hasta el momento, que ya se encontraba de camino a su última clase del día: Derecho Mercantil.
A más de sus veinte, JungKook ya se encontraba cursando su último año de carrera. Le faltaban escasos meses para finalmente poder ejercer como abogado. Estaba feliz por ello, no lo iba a negar.
Se había esforzado muchísimo para llegar a donde estaba ahora, el doble tomando en cuenta de que su padre no quiso pagar su educación. Milagrosamente, la academia de arte le permitió obtener una beca completa. Fue un alivio para él, pues estaba plantéandose dejar su pasión para conseguir algún trabajo que costeara la carrera, que ya de por sí era bastante costosa.
Cuando las leyes se presentaron en su camino, el deseo de hacer justicia y ayudar a las personas en esa área le llamó mucho la atención, y vaya que había sido efectivo porque se atrevería a decir que la carrera le había gustado desde que la inició. Si, había varios altibajos en algunas materias, pero siempre buscaba adaptarse y sacar buenas notas para mantener su beca.
La clase terminó después de dos horas. Se dispuso a emprender camino hacia la parada de buses, porque su padre tampoco estaba de acuerdo con enviarle uno de sus choferes para ir y venir de la universidad. No se quejaba, de hecho, le agradaba la idea debido a que eso le daba cierto grado de libertad. Podía moverse por toda Seúl sin estar bajo las reglas o la presión de su padre.
Decidió ir directo a la academia a pintar, así le daría tiempo de practicar sus horas diarias antes de volver a casa temprano, como su padre le pidió el día anterior.
Estaba ansioso por saber qué tramaba su padre.
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