Capítulo 1

Capítulo 1

Inevitable Atracción

Su viaje hasta la escuela era realmente corto, pero tedioso. Su padre había insistido en transportarlo dentro un auto lujoso con chofer privado incluido, pero el semi albino pasó de aquello. No era un crío de ocho años como para ni siquiera poder caminar un par de cuadras. Además, el ejercicio le venía bien. Realmente bien. Sobretodo cuando podía coincidir con cierto pecoso de verdes cabellos y tierna sonrisa.

— ¡Todoroki-kun! —Le llamaron desde atrás. Su amigo trotó hasta alcanzarlo —. Buen día.

Saludó animado como siempre, para luego alzar su mano y posarla sobre la cabeza de Shouto, revolviendo con suavidad sus cabellos bicolores.

—Hola —respondió escueto. Temía hablar de más y que sus sentimientos afloraran frente a él, dejando en evidencia sus torcidos gustos.

La sonrisa de Midoriya tembló.

—Ah, tan serio como siempre —comentó arreglando su bolso bajo el brazo —. ¿Estás emocionado?

Todoroki le observó atentamente y en silencio. El peliverde pudo notar la duda en su rostro, a lo que rió con ternura.

—Hay cambio de semestre, Todoroki-kun —aclaró, el mencionado se limitó a asentir con desinterés —. Eso significa que nos reasignarán profesores... —Volvió a aclarar. A lo que el bicolor por fin captó el revuelo en las emociones de Midoriya.

El menor se emocionaba con tan poco.

—Sólo espero que estén al mismo nivel que los profesores regulares —dijo, como única opinión. Instantes después regresó su mirada hacia el horizonte con completo desinterés.

Midoriya sonrió resignado. Intentar compartir con el bicolor era demasiado complejo para el peliverde, nunca sabía qué decir para animarlo, o qué hacer para arrancar esa expresión llena de aburrimiento. Tenía la intuición de que en casa su situación familiar no era la mejor, por no decir demasiado complicada, pero él no contaba con tanta confianza como para preguntarle sobre aquello. Esperaba que el mismo Shōto le confiara algunas cosas en su debido tiempo.

— ¿Hiciste la tarea de lenguaje? —Aquello atrapó la atención del semi albino.

— ¿Tarea?

Midoriya, que se encontraba a su lado, asintió con energías renovadas. Todoroki, por su parte, lo había olvidado por completo.

—No creo que la revisen, si habrá cambio de profesores —opinó zanjando el tema con simplicidad.

—No estoy seguro de eso... —murmuró el pecoso de forma insegura —. He oído rumores sobre nuestra nueva profesora. Dicen que es estricta y de carácter difícil, ¡quizás nos repruebe o nos expulse! —Expresó con vestigios de pánico.

Todoroki reajustó su bolso a un lado de la cadera.

—Pero siguen siendo eso Midoriya, rumores —dijo. Volviendo a zanjar el tema de raíz.

El pecoso formó un puchero con decepción, realmente era difícil llegar al mayor.

—Todoro...

—Midoriya —le cortó. A lo que el mencionado detuvo su andar y volteó para observarlo mejor.

— ¿Sí?

— ¿Existe la posibilidad de que te sientes a mi lado? —El corazón de Shōto latía con tanta fuerza, que de no haber sido porque pudo leer los labios de Izuku, no habría sido capaz de oír su respuesta.

—Claro —respondió el pecoso, y sonrió abiertamente, de tal forma, que enseñó todas sus perlas. El rostro de Todoroki se cubrió ligeramente de carmín, uno realmente bonito.

Y aquello hizo estremecer el estómago del menor.

« ¿Qué es esto? »

Se preguntó. Quizás, pensó, era el inicio de una seguidilla de vestigios apuntando a quién sería su primer dulce y tierno amor.

Cuán equivocado estaba.

•••

Cuando ingresaron juntos al salón, Midoriya se quería morir. Quería que se abriera un agujero en el suelo y se lo tragara. Todoroki, por su parte, quien se hallaba unos pasos detrás de él, chocó con la espalda del menor y susurró su nombre con duda para segundos después comprender el porqué del actuar de Izuku.

Y es que allí, frente a la clase que parecía enmudecida y pálida, se encontraba un hombre realmente joven, sentado frente a la clase. Poseedor de un desordenado cabello rubio, un ceño enmarcado con ira, y unos potentes ojos color carmín, que brillaban con tanta fuerza que fácilmente podría hacerle lucha a un par de rubíes.

— ¿Kacchan...? —Susurró Midoriya, preso del pasado. El mencionado se puso de pie, se llevó una mano hasta un bolsillo del pantalón y sonrió travieso hacia el peliverde.

—Bakugou-san, Bakugou-sensei o El Puto Amo, para ti —señaló el rubio, para luego dirigirse hacia la clase — ¡Para todos ustedes igual, mocosos!

Todoroki frunció el ceño con molestia. No tenía idea de porqué, pero había algo en ese hombre que le desagradaba de sobremanera. Quizás por la manera de dirigirse o quizás fue por la manera en que Midoriya se dirigió a él; con tanto cariño y melancolía en una sola palabra.

— ¿Necesitan una invitación para sentarse? —Gruñó hacia la pareja que seguía inmóvil bajo el marco de la puerta.

Midoriya espabiló y susurró un suave «Lo siento» que no supo ni él mismo si fue dirigido a su profesor, o hacia el bicolor. Atinó a tomar asiento en cualquier lugar. Todoroki por su lado, se mantuvo reacio en su lugar. No iba a dejar pasar aquél insulto con tanta facilidad. Aunque su motivo real, era que deseaba fastidiar a la persona que había atrapado por completo la atención del pecoso.

Bakugou-sensei alzó una ceja ante la porfía de su alumno.

— ¿No me oíste, bastardo?

Todoroki ni se inmutó.

—Ese no es mi nombre.

—No me importa cuál sea tu puto nombre. Te ordené que movieras tu culo y lo pusieras sobre una de las sillas libres para poder comenzar con mi jodida clase.

—Y yo le dije que ese no es mi nombre —repitió, con el semblante tan estoico y falto de expresión, como sólo él podía hacer.

—Tch —Bakugou chasqueo la lengua con ira.

El rubio se deslizó lejos de la mesa, y avanzó hacia el bicolor como si de un felino se tratara. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de éste, sus ojos pudieron conectarse con los ajenos, y Todoroki pudo jurar sentir un estremecimiento tan poderoso sobre su cuerpo, que sus piernas amenazaron con fallarle y hacerle caer.

¿Qué demonios era eso?

—Alguien que no es capaz de traer su propia tarea no merece ocupar un puto espacio en mi memoria —escupió a la vez que acentuaba aún más su ceño. Todoroki abrió sus ojos con sorpresa, ¿cómo sabía eso? —. El ser humano es capaz de retener en su cerebro miles y millones de cantidades de información a lo largo de su vida, y tu nombre no será una de ellas. Porque tu identidad es basura para mí, bastardo Mitad y Mitad —escupió con indiferencia.

Bakugou pasó junto a él, provocando un leve contacto de hombros, un suave roce que hizo hacer desfallecer a Todoroki hasta hacerle abandonar su indiferente expresión, y empujarlo a hacer acopio de uno con la molestia reflejado en él. Bakugou cerró la puerta tras la espalda del menor, y regresó junto a la mesa apoyando sus palmas en ella. Shōto se sintió humillado y rebajado. Miró con rabia a aquél rubio, y se obligó a tomar asiento en el lugar más alejado del profesor.

—Bienvenidos a mi puta clase de Lenguaje. Los bastardos que hablen o escriban como el culo pueden ir ya rezando por pasar el año, o llevar un diccionario bajo el brazo —se encogió de hombros con desinterés —, como prefieran. El problema es de ustedes.

Deslizó las manos fuera del mueble, e hizo uso de un marcador para pizarra. En el blanco espacio, con letra pulcra y suave, escribió su nombre.

—Como ya dije, pueden llamarme Bakugou-san, Bakugou-sensei o El Puto Amo. Por mí cualquiera está bien.

Una chica de castaños cabellos alzó una mano con timidez. Bakugou la señaló y asintió con la cabeza para darle pase libre a que se expresara.

—B-Bakugou-sensei —tartamudeó nerviosa —, hay algo q-que me llama la atención... Usted d-dijo que si hablábam...

— ¿Que por qué los castigaré por hablar mal si yo mismo hablo como el culo? —Ofreció Bakugou para alivio de la menuda chica. Muchos respingaron con miedo y miraron con pena a la castaña. En sus mentes ya preparaban sus palabras para el funeral.

—Uhm s-sí.

—Porque estoy tratando con adultos. Ustedes no son niños de cuatro años que repiten todo lo que ven o escuchan. Tienen la edad suficiente como para separar lo que desean retener para su vida, y lo que desean desechar o ignorar —aclaró —. Mis insultos son mierda que deberían ignorar. En cambio mis enseñanzas son armas que deberían tomar y retener como buenos alumnos. Además —agregó —, ¿señorita?

La castaña abrió los ojos inmensurablemente.

—Ochako U-Uraraka.

—Bien —asintió con aprobación hacia su nombre —, además señorita Uraraka, lo hago porque puedo, así de simple —admitió con una sonrisa que destilaba superioridad y orgullo. Para luego agregar — : Eres valiente cara redonda, me agrada.

Y Uraraka se quería morir por tercera vez en el día.

Bakugou-sensei le había dejado muy en claro al pobre Todoroki que poco y nada le interesaban los nombres, pero con ella se había tomado la molestia de preguntarlo. Le había permitido alzar la voz y darle forma a su curiosidad, y además la había llamado valiente.

Muy mal hablado y gruñón podría ser ese profesor, pero también era cierto que a ella la confianza se la había devuelto en gran manera.

Y con un simple cumplido.

A lo lejos, Todoroki observaba con molestia al rubio. No había podido quitarle ni un solo segundo los ojos de encima. Él sabía perfectamente que aquellas emociones no le llevarían a nada bueno, que en su vida no había espacio para distracciones, que caer en el juego de su profesor era algo prohibido, pero no pudo evitar ceder un poco.

Porque aquello definitivamente no iba a quedar así.

Porque jugar con fuego jamás le pareció tan divertido.

Sin embargo, la vida tendría otros planes para él.

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