5|La Guerra Apesta
Suspiró, una y otra vez en el mismo lugar con el cuaderno en sus piernas realizando un resumen de lo que había hecho en su verano, la mayoría de cosas eran sobre relatos de lo que un adolescentes de su edad debería hacer. El 50% del contenido sólo tenía mentiras, y el otro 50% verdades enriquecidas, como que había ido a Francia por un par de días con su madre, pero omitiendo que sólo llegó ahí para arreglar cuentas con unas personas que hace rato debían dinero a su abuelo. Y que claro, a tenido que haberle inventado un cuento detallado del inexistente buen carácter de su madre. Todo por obra y gracias de su profesor.
El profesor de literatura era un hombre muy estricto de 43 años, pero así como era estricto era amable y hasta lo podía catalogar como divertido, su nombre era Lim Goyeol y se han vuelto rápidamente el maestro más llevable.
Sus manos dolían a cada palabra por las cicatrices que tardaban en sanar debido al constante contacto que tenían con hierbas malas y tierra. Pero Jimin no le dió mucha lata al asunto por costumbre y prosiguió a hacer lo que tenía.
Aunque el dolor era como el carajo.
Por ahora la habitación estaba sola, debía admitir que eso le tranquiliza a en demasía. Desde pequeño amo la soledad de una habitación, la tranquilidad y serenidad misma que se inclinaba hacia un tarde perfecta de satisfacción pura, de deleite y éxtasis total, a su parecer. Su padre le enseñó a quererla, él decía "Hasta que no te guste estar solo, no sabrás si estás con alguien por querer o por necesidad"
Y no es como que lo dejara encerrado en una habitación, sino que ambos se quedaban leyendo, riendo, contando, o simplemente él solo leyendo un libro que habían traído, y tiempo después Jimin amo esos momentos con su vida misma a pesar de no recordar mucho más allá que un rostro joven, unos ojos celestes y una sonrisa bella diferente a la suya, una altura algo más elevada y una mirada cansada.
Llena de heridas mudas.
No pudo evitar soltar un resoplido y abandonar su cuaderno ya terminado. No pienses en tonterías, idiota. Reprendió a su mente.
Se acostó en su cama, relajando sus músculos, hace días que no tenía un calentamiento de verdad y empezaba a sentir que algo le hacía falta en su rutina. Algo que sea de verdad y no se encuentre con niñatos llorones que sólo tenían trampas bajo su manga.
Su mirada se fue hacia su parte intercostal, recordaba aún el toque efímero que por un corto instante se centró allí con esmero y seguridad, a pesar de en sus facciones mostrar miedo. Sus yemas pasaron de largo alrededor de la gasa que con tanto cuidado y delicadeza alguien más había puesto, un completo desconocido con más corazón que persona, mostro piedad por él sin saber donde intentabav meterse: Min YoonGi. Aquél crío idiota que se había enterrado en su cerebro y no parecía tener intenciones de fugarse de su vida.
Una semana había transcurrido de ese suceso y sería una mentira decir que no pensó en él más de una vez.
Le sorprendió su amabilidad, ahí inicio todo, eso era el comienzo y el fin, le daba curiosidad saber cómo una persona podía ser tan amable con un extraño. ¿Por qué?
¿Por qué ser así con él, exactamente?
¿Él sabía de su familia? Y si era así ¿Por qué quería acercarse? ¿Era tan idiota que iba creyendo que era genial? O ¿Sólo era que era así, aunque sea irreal para su propio gusto?
—Ah —Lanzó el cuaderno al otro de la habitación y exhaló aire. Acarició el vendaje con suma delicadeza y apretó sus ojos—. Tan tonto... Tan mierda.
—¿Quién es un mierda?
JiMin pegó un salto y tiró su mano hacia un lado. Su compañero de habitación estaba saliendo del baño con una toalla alrededor de su cuello y otra en su cintura.
—¿Pero qué carajos...? ¡Maldito NamJoon! ¡¿Estabas aquí?!
—Eh ¿Sí? Viejo, incluso te saludé y pregunté si podía usar tu shampoo. —NamJoon responde, obviando sus acciones con las cejas fruncidas y una expresión asombrada.
Jimin exhaló, el susto se le pasó y volvió su mirada al frente.
—Habla más fuerte, ni siquiera te oí llegar —Vuelve a su posición sentado cerrando los ojos—. Y por cierto, las mierdas son Jungkook y JungSuk.
—Ah, bueno en eso tienes razón —ríe el moreno, pasando a su cama y dejando la toalla en el perchero, puesto que ya tenía un bóxer que se amoldan a sus piernas y retaguardia—, ¿volvieron buscar pelea?
—Algo así. —Pasa las páginas de su resumen, llevaba poco más de doce hojas con reglón saltado y tinta negra.
—Escuché que quieren que vayas después de las 8 en el lado Este del instituto.
—¿El este?
—Tambien le dicen el lado María. —comenta casual.
JiMin suspira, algo hastiado con el maldito tema. Pero agradece tener a lo que sea que pueda llamarse NamJoon en su vida. Al menos él no tenía bien informado de todo lo referente a los chismes escolares.
Kim NamJoon es un chico poco amigable, retraído, cruelmente honesto y cabrón, pero no lo trató mal. Ni cuando llegó, ni cuando lo encontró vandando su cuerpo. Quizá por eso ambos pudieron congeniar, oh y claro, era su compañero de cuarto hacía casi tres semanas, ambos tenían la misma edad, y NamJoon era, aparentemente, un genio en el instituto. Se las sabía todas de todas y era una gran forma de sacar información cuando era requerida, tanto en los estudios como todo en general.
—No tengo ganas de romperle el culo a esa tropa de burros. —JiMin hizo una mueca de asco y desagrado.
—Supongo —Se encogió de hombros—. Aunque parece que los gemelos te tienen cierto odio ¿Algo en particular?
—Nacer.
NamJoon soltó una carcajada, mientras acomodaba sus cabellos.
—Hombre, hablaba en serio.
—Yo también —El más alto lo observo desde allí, el rostro de su compañero siempre mostraba esa seriedad dudosa difícil de leer—. Y bueno, puede que decirles aborto de rata también infringió.
Soltó otra espesa carcajada.
—Oh hombre, y todavía te pregunto el por qué, está más que claro. —Se acomodó el pantalón a su cadera. —De nuevo estás en boca de todos ¡Felicidades, Jimin!
El menor le sacó el dedo de en medio.
—Ah, siempre tan amable, Park.
Otra cosa que le agradaba de Namjoon era ese poco interés con su lenguaje en general. Lo entendía y respetaba, de una forma rara.
—¿Y ahora? Vas a hablar o te quedarás ahí.
—Uy, que humorcito que te cargas —dice divertido—. Pero realmente hoy hay dos rumores que se corrieron como vender pan caliente, ya sabes, de ese sabroso y gordito —Alzó una ceja a la espectativa. —. Dicen que estás interesado en Sunny.
Jimin soltó una carcajada bestial.
—Se nota que están bien informados.
—¿Verdad? Algo me dice que habrá otra riña hoy, JungKook se enteró muy rápido.
—¿Ah, sí? —alzó una ceja con diversión.
—Oh sí, debiste verle la cara. Lo más icónico es que parecía arder de celos y la novia sonriendo a un lado. Parece que le gustas o al menos te tiene ganas.
Una sonrisa orgullosa aparece entre sus labios.
—No es por nada pero, algo me dice que seré motivo de peleas.
—Y eso te gusta.
—Oh sí, me encanta —responde irónico. Dándole razón para que el otro sonría negando—. ¿Y el otro rumor?
—Humm. El otro no es tuyo, es de Min Yoongi.
Al nombramiento la sonrisa que tenía se borró.
—¿Quién?
—¿No lo conoces? —Le dio una ojeada a su comportamiento, JiMin se encogió de hombros.
—Digamos que no.
—Ah bueno —decidio no indagar de más—. Min Yoongi es el chico de la habitación 523, tiene notas respetables y estables, siempre dentro del top 10, hijo segundo del matrimonio Min, ha vivido aquí prácticamente toda su vida según los más antiguos. Amable, pero sereno. Es el favorito de las monjas, todo un chico bueno.
«¿Por qué no me sorprende?» piensa, pues él destila un aura de niño bueno. De esos sin pecado alguno.
—Chico bueno, eh.
—Sí —afirma, comenzando a vestirse—. Alguien intachable, simpático, de padres con buenas aportaciones financieras y un coeficiente intelectual sobre el promedió, le tiene mucho respeto a la monjas —recitó en voz alta—. Lo tienen bien en lo alto. Según algunos le teme a desobedecer, es en todo el sentido de la palabras alguien bueno. Y no me cae mal. —agregó como punto esencial.
—Ciego —corrige, ganándose la mirada del otro—. Cualquiera que haya estado afuera, probado esa libertad, visto esas cosas, que sepa la diferencia del mundo real a este. Pensaría muy diferente.
—Buen punto. —asiente.
—El adoctrinamiento al que es sometido me sorprende.
Namjoon armó una sonrisa.
—Es un niño lindo, es parte de su encanto.
JiMin bufó en respuesta.
—¿Y tú hablas con él?
—Más o menos, es un chico bastante amigable pero poco interesado en algo más que sus calificaciones —JiMin asintió lentamente—. Por cierto, seria bueno que te cambies en poco iremos a la iglesia.
—¿Eh? ¿Y eso para qué? —NamJoon se giró sobre su propio eje para verlo con una ceja enmarcada.
—Debes estar bromeando —dejó esapar una risa incrédula—. Una iglesia es una lugar donde rezas a Dios y te arrepientes de tus pecados.
—Oye, sé el concepto, sólo no me lo esperaba. No estaba en el panfleto. —Con cuidado se levantó de la cama.
—¿Alguna vez has ido a una iglesia?
—... No.
—¡Genial! Pirómano el potencia, nos vas a quemar el internado con tus sucios pecados.
JiMin hizo un chasquido con su lengua.
—Deja de decir mierdas, y mejor dime qué me tengo que poner ¿El traje negro o blanco?
—Negro de gala, por supuesto. Y de preferencia acomoda tus cabellos, mamarracho. —se dió la vuelta para ver el espejo.
—Ah, como joden la pita las princesas. Además ¿Estás consciente de que tengo que llevar el puto gorro a todas partes porque no aceptan que soy casi pelirrojo natural? No tiene sentido que me arregle el pelo.
A mala gana se levantó de la cama yendo al baño por una ducha, tardo menos de diez minutos en salir con sus cabellos ya preparados, NamJoon estaba terminando de ponerse la camisa cuando él recién se alistaba, aún así y para sorpresa del Kim fue el primero de ambos en estar listo, perfumado, peinado, y preparado. A pesar de que también tenía que curar y cambiar el vendado en su herida.
—Oi ¿Seguro que no solo te pasaste agua? —alzó una ceja dudoso de ese baño polaco.
—Muy chistoso —sonrió de lado falsamente—. Tú eres el que se tarda una vida, pareces mi madre.
—Me gusta estar bien arreglado, es todo —se encogió de hombros—. Lleva tu biblia también.
—¿Mi qué?
—Esta en el mueble al lado de tu cama —apuntó de nuevo—. ¿Por mera casualidad no vives debajo de una piedra o algo por el estilo? Es el libro más famoso del mundo, y no es puro parloteo.
—No estoy al tanto de estas mierdas. —lanzó el libro, que cayó al suelo.
John rodó sus ojos.
—Estas mierdas son mis creencias, respeta. —agarró el libro y con cuidado se lo pasó a JiMin.
Salieron de su cuarto en silenció, JiMin fijaba su vista en frente sin otra dirección, los murmullos poco a poco inundaron sus oídos, hace poco había dejado de hablarse de su llegada. Realmente pensó que podría estar en santa paz desde entonces, pero apenas hace unas noches había tenido un furtivo y sorprendente encuentro con los Jeon, un par de gemelos a los que les había dado una paliza, o más o menos.
Miró su costado herido. Y es que Jeon JungSuk jugaba muy sucio.
«Bastardo de mierda, cobarde»
Había traído una navaja bajo la manga, siempre era una posibilidad, pero no se esperaba que el muy hijo de su madre lo ataque básicamente por su espalda mientras se entretenía con el gemelo menor. Cree —y afirma— que ni siquiera su gemelo sabía de sus trucos, la mirada aterrada y estupefacta de JungKook sigue fresca en sus memorias. Esa que te decía
«¿Cómo? ¿Qué carajos haz hecho?»
Chasqueó la lengua, detestaba acordarse de esa noche. Se supone que no debía tener roces con nadie, pero en su defensa ellos comenzaron. Él no iba a nada más que al baño con su único permiso cuando un chico se le acercó y lo provocó, lo invitó a que le rompa la cara y peor que estando en un burdel fue seducido por la hermosa dama de la competición, acompañada por su apuesto y ameno amigo: el orgullo. Y entre ellos dos lo llevaron hasta perder el cordura total haciéndolo un desastre.
Tal vez ese era su mayor defecto, lo impulsivo que podía llegar a ser cuando a dejaba seducir por esa campante dama y su atractivo acompañante.
Entraron sin problemas al lugar, ni él, ni NamJoon le tomaron gran importancia a las miradas críticas que se pusieron sobre ambos, en general a ninguno le interesaba la vida del otro. A JiMin porqué nunca lo había hecho y a NamJoon por la misma razón. De hecho, cuando se vieron por primera vez el moreno de ojos negros fue muy claro.
"—Viejo, no me importa lo que les pase a toda la escuela ¿Tu crees que me voy a poner a investigar tu vida?" esas palabras fueron las que iniciaron su lado de conocidos y compañeros de habitación.
—¿Dónde vamos a sentarnos? ¿Tambien para eso hay una especie de codigos? —preguntó. A lo que NamJoon apuntó más al frente.
—En medio hay pocas monjas, pero sobretodo no está Ana, ella si es a la que debes evitar —Naamjoon notó los ojos de JiMin—. Es la que te pondrá un castigo sin pensarlo dos veces.
—¿Experiencia?
—Demasiada —respondió amargamente—. Si aquí hay un diablo aparte de la madre superiora, es ella. —dirigió su mirada llena de rencor hacia la monja— Vamos adelante.
Aquella que estaba de espaldas, era delgada y muy blanca, alta y de cabellos claros que eran poco notables. Surcaba la edad de los 45 y había estado ahí desde que Namjoon tiene memoria.
Se sentaron donde él indicó, tal y como dijo pocos los veían, de hecho casi nadie. JiMin pudo respirar en paz, no por mucho claro está. Casi una hora y media había pasado y sentía que en cualquier segundo podría caer dormido, sus sentido naturalmente no lo dejaban permanecer al 100% relajado, no podía sólo dormirse por naturaleza propia. Pero las ganas no faltaban.
Miró a sus lados, debe admitir que quedó un tanto sorprendido cuando notó que NamJoon tenía una atención profunda ante las palabras que del cura, sin aburrimiento o distracciones. A su alrededor sin embrago todos parecían tomárselo con más calma. Uno que otro casi caído de sueño y otros al igual que él.
Pero mientras espiaba en lo mundano, una mirada casi divina resaltó entre toda esa muchedumbre, aquella felina de lado a lado que encerraba entre sus pupilas las tinieblas, pero que contradictorio a lo que parecía veía con tanta dulzura el mundo.
Para Jimin fue imposible no acercarse más al lado derecho del banco para saciar sus dudas.
Vio a aquél tonto chico que había navegado en su mente sin permisos todos los benditos días desde hace poco. Traía consigo un traje de gala mucho mejor acomodado que el suyo, la tela se ajustaba a sus brazos mediante fuertes y entregaban una interesante vista de su perfil.
«El negro definitivamente es su color» pensó. Y como cereza del pastel estaban sus ojos, serenos y felices que se perdían en el naufragio de las citas bíblicas dichas. Tal tormenta en santa paz.
Era extraño el motivo a su parecer, pero fue lo más malditamente interesante que encontró en todo el toda la misa: los ojos de profunda devoción de Min Yoongi.
—Gracias a todos por venir, que Dios los acompañe en toda su jornada. —finalizó el cura.
Una lluvia de reverencias cayó sobre la iglesia. Ahí mismo JiMin dejó de ver a YoonGi para dirigirse hacia NamJoon
—Ahora es momento de ir a la biblioteca, tomar nuestros libros y ponernos a estudiar quince minutos antes de ir a las aulas. —dijo sabiendo de sobra qué significaba esa mirada en Jimin.
Rápidamente hizo mala cara.
—Bien, bien. Iré a hacer algo y te alcanzó ahí. —volvió a mirar de reojo al chico que comenzaba a caminar juntos a un muchacho mucho más animado.
—¿Sabes cómo llegar, no?
—Sí, sí, te encargaste de dejármelo muy en claro mis primeras semanas. —mencionó con amargura, recordando la infinidad de veces que fue llevado a la biblioteca por el mayor.
Escuchó una diminuta risa.
—¿Mucho que hacer, eh?
—Algo sin importancia alguna.
Namjoon parecía no creerle.
—Bien —sonrió—. Entonces, Romeo, te espero —JiMin rodó los ojos—. Y si me permites darte un consejo, te recomiendo que comiences a correr.
Ante lo último frunció el ceño desentendido, a lo que Namjoon apuntó a la entrada.
—Oh, carajo —Las monjas estaban comenzando a volver—. Te veo después entonces.
No espero respuesta y salió caminando rápidamente de ahí. Al salir de fue directamente a la parte trasera de los pilares donde creyó ver los negros cabellos de YoonGi perdiéndose en su smoking, busco con la mirada a ese chico.
Atrás de la iglesia era algo más rústico, con detalles que definitivamente eran hermosos.
«¿Dónde mierda estás?»
Detalles que a la hora de su búsqueda le valían tres pepinos.
Agudizando sus sentidos ante cualquier peligro -monjas y chismosos-. Camino más a dentro.
«Quiza me equivoque» torció la boca, parando sus pasos de repente.
—Debería regresar.
Casi pega un salto cuando de la nada dos manos cubrieron sus ojos. Su piel se erizó y esta perfectamente listo para romperle el brazo a quien sea.
—¿Quién soy?
Pero aquella gruesa voz juguetona claramente no lo dejaría. Suprime una risa, relaja sus músculos y hasta con diversión responde:
—Uh... El idiota amable del sexto piso.
Escucha rápidamente un bufido tras él.
—JiMin, eres muy malo.
Las grandes manos bajan, dejándolo por fin ver la luz. Giró a su lado, donde se esconde Min Yoongi.
Sus ojos marrones son los que resaltan en desmedida. Después está la mueca ofendida en su rostro. Y claro el traje de gala de que, como pensó antes, le queda de puta madre.
—No te queda tan mal —dijo. Porque ni de pelos le decía un cumplido total. Se vería extraño y sonaría asqueroso.
Lo logra, porque Yoongi abre sus ojos feliz.
—¡Gracias! Tú tampoco estás mal, chico problemas —JiMin rodó los ojos—. ¿Qué haces? Pensé que era hora de que los de tu curso vaya a la biblioteca. ¿Acaso me estabas buscando?
—Pfff. Sólo estaba buscando la biblioteca.
—Ajá —Lo ve con una sonrisa—. Haré como que te creo. Pero ya que nos encontramos te acompaño.
JiMin se encogió de hombros.
—De igual forma, ni siquiera sé cómo llegar. —volvió a mentir, él se sabía de memoria el camino de vuelta—Pero quiero tomar un descanso primero, si puedes quedarte entonces bien estuve parado toda una puta hora.
Estiró sus brazos y se fue directamente al bordillo de la estatua ni un ángel. Que encerrado en un círculo le daba un "asiento" muy improvisado.
—¿No llegaras tarde?
—Sólo estaré unos minutos —se encogió de hombros, YoonGi se acercó hasta él y se sentó a su lado.
JiMin se tentó el preguntar si por si acaso no tendría cigarros. Luego casi se abofetea a él mismo, seria como preguntarle a un calvo por un peine.
—JiMin ¿Cuál es tu color favorito?
<¿Estamos en la primaria> pensó el nombrado, pero aún así respondió sin darle muchas vueltas.
—El color del cielo.
—El azul es bastante elegante.
—El azul no es el único color del cielo, chico tonto —YoonGi lo mira por inercia, está la nada de preguntar a qué se refiere cuando bruscamente JiMin pasa sobre sus palabras—. Escuché un rumor tuyo, yo también tengo curiosidad.
—Oh, supongo que era cuestión de tiempo.
—No sé qué mierda es. NamJoon estuvo por decirlo pero se le olvidó, y yo sólo lo deje pasar. —aclaró, en caso de que el otro lo pregunté.
—Realmente no importa. Las hermanas ayer me llevaron a la sala de la madre superiora y, bueno, se empezó a decir mucho cuando estuve ahí —torció sus labios—. No fue nada grave o algo de aquí, simplemente era una carta desde Londres ya que mi padre está ahí. Decía que me mandaba saludos y anunciaba que no podría venir por mí el quinto domingo.
-—Quinto domingo —susurró—, he escuchado eso mucho ¿Qué demonios es?
—¿No sabes? —preguntó sorprendido—. Es básicamente lo más esperado después del festival de Mayo y Agosto, y el baile de máscaras en Septiembre.
JiMin se encogió de hombros.
—Mi compañero no me dijo nada, y no puedo saber algo más allá de lo que me dice.
—Oh bueno —contento empezó a contar—, verás, el quinto domingo es el único día que podemos salir del internado libremente desde las 6 del domingo hasta las 6 del martes, son dos días de relajación estudiantil al lado de nuestros padres.
Los ojos de Jimin destellan encantados con lo que dice. El internado lo tenía hasta los cojones, y dos días de libertad por más de un mes no sonaba nada mal. De hecho tal vez muy pobre, pero conveniente.
»—Todos van —continua Yoongi—, TaeHyung en el próximo se irá a Broadway, ChanYeol lo pasará con su abuela ¡Oh! Julian también parece estar viendo la manera de cruzar hasta Japón aunque claro, por el momento y por la política es complicado.
—Ah claro, porque los conozco tanto. —soltó sarcástico. Yoongi cayó en cuenta y rió apenado.
—Lo siento, ellos son amigos amigos míos. TaeHyung es el hijo de una pareja de abogados de buena familia. Katawa Julian es solo un compañero de clase, lo reconocerás mejor por ser el cuarto hijo del grupo 2Y —sintió—. Y por último... Park ChanYeol es un estudiante promedió y de buena familia, dijo que iba a estar con sus abuelos. Lo conozco desde hace un par de años.
JiMin formula un chasquido con su lengua. ChanYeol no le caía exactamente como miel sobre hojuelas, tal vez en un pasado sí y llegaron a compartir en muchos prospectos, pero actualmente sólo es una traba más para su vida. De cualquier forma no es algo de lo que le apetezca hablar.
—¿Y tú? —Por lo que toma la palabras y pregunta, sorprendiendo a Yoongi pues él no tiende a tomar la iniciativa seguido.
—Yo nunca salgo a ningún lado.
JiMin de reojo lo mira, recordando en breve las palabras de NamJoon. Y le lanza esa mirada que dice que continúe.
»—Mis padres no tienen tiempo, ya sabes. Siempre están ocupados y no confían en nadie para venir por mí, entonces me mandan cartas aveces para explicarme, otras no, pero ya sé que es porque están ocupados en cosas mejores que sólo salir conmigo.
JiMin se queda mirandolo, no hay algo fijo en su mirada sólo es él y algo un poco indescriptible.
—¿Hace cuánto no los ves?
—Oh... Creo que —YoonGi frunce el ceño, como modo de pensar—. Cuando tenía ¿diez? —Hay sorpresa en los orbes del Park— Aveces me mandan regalos de sus viajes —levanta su muñeca—. Este por ejemplo, es un reloj que me mandaron la navidad pasada porque no podrían venir por mí esa noche.
JiMin mira de soslayo el accesorio. Y luego a YoonGi.
—Una porquería muy costosa.
Su compañero suelta una risilla.
—Se podría decir, pero no lo digas así.
De nuevo hay un silencio, no es incomodo, es perfecto para caminar y ver que falta prácticamente nada para poder ingresar a la biblioteca.
—¡Oh! Lo había olvidado —Con una sonrisa mira las manos de JiMin— ¿Cómo estás de tus manos? ¿Puedo ver?
—Ugh no, te ves feo cuando te enojas. —YoonGi deshace su sonrisa.
—¿Qué hiciste ahora?
—Hice cosas.
—¿Cosas que te involucran siendo machacado por dos chicos más altos...?
—¡Oye! —frunce el ceño ofendido, sí, dió con su orgullo, y para colmo Yoongi se rió— Sólo para que sepas, mugrosa masa hervida, yo soy el que les rompe la cara siempre.
—Ver para creer. —encoje sus hombros burlón.
—¿Quieres verme pelear? —enmarca una ceja— Porque bien podríamos ir una noche y mostrarte lo que hago.
—Gracias, pero realmente no. No soy un hombre de violencia.
—Oh, no me digas que eres de flores. —Suelta burlón.
—Chistosito, pero tampoco.
—¿Entonces?
—Soy un hombre de música.
El cobrizo suelta una risa.
—¿Siquiera sabes tocar? Oh, esa mierda de las panderetas no cuentan.
—Oye ¿Qué quieres decir con eso? ¡Claro que las panderetas cuentan! Las panderetas son lo mejor ¡Amor a las panderetas, JiMin!
El cobrizo lanza una carcajada al aire y se toca la barriga mientras ríe.
—Eres un tonto, Min.
El mayor lo mira ofendido.
—¿Quién es más tonto, el tonto o el tonto que se ríe de los chistes malos del tonto?
—En definitiva, el tonto.
—Si claro —se ríe y rueda los ojos—. Ah, y sólo para aclarar, en serio sé tocar.
—No me consta.
—Es verdad.
—Me sigue sin constar.
—¿En serio tendré que llevarte una serenata a tu habitación para que me creas? —alza una ceja burlón.
Jimin lo mira de soslayo, es inevitable que tenga una sonrisa de lado por sus ocurrencias.
—No creo que tengas las pelotas, Min.
—Y tú en definitiva no sabes lo que puedo hacer o hasta donde puedo llegar con tal de demostrar algo, Park. —devuelve, con la arrogancia con la él le habló.
—Oh, así que el niño tiene agallas.
—Primeramente más respeto, yo no soy un niño —reniega. La forma en la que frunce el ceño y la nariz dicen lo contrario— Y por lo otro, puedo hacer más cosas de las que crees.
—Algo me dice que sólo hablas por hablar. —hablo por molestar.
—Te lo demostraré. Cuando tenga instrumentos, te prometo que te mostraré lo genial que soy para tocar.
—Que mierda, ni medio mes de conocernos y ya andamos en promesas que jamás se cumplirán.
YoonGi lleva sus ojos hacia él.
—Yo sólo hago promesas que puedo cumplir, realmente odio a esas personas que sólo ilusionan —tuerce la boca—. Por eso digo que haré que me veas, te enseñaré lo bueno que soy.
Hay determinación en sus ojos, Jimin ve atentamente sus pupilas, brillan mucho. Joder que lo hacen. Aparta la cara.
—Supongo que sólo me queda fiarme.
YoonGi asiente feliz. Pues él no tenía opción.
—¿Y tú, JiMin?
—¿Yo qué?
—¿Qué tipo de persona eres?
En medio de ellos crece un inquietante silencio. Donde los rumores, las verdades y balas con gritos y una historia pasan sobre la cabeza del joven cobrizo, hacen un dulce y escalofriante eco y lo dejan sabiendo la respuesta.
—Exactamente lo que has oído.
Yoongi no dice nada, porque para empezar no comprende la profundidad de sus palabras. O porqué de repente parece ser que todo es totalmente serio cuando sólo estaban jugando.
No entiende a Park Jimin, ni a sus facetas, ni a su comportamiento o a su presente completo porque no sabe que tipo de pasado lo compone.
Enfoca su viste en el suelo y frunce su ceño.
—Mala persona eh —se da un respiro hondo y ve a su lado—. De verdad no puedo creer que seas alguien malo al cien por ciento. Los humanos estamos llenos de sentimientos buenos y malos, construidos por experiencias y propio juicio a nuestra edad, no hay algo ciento por ciento malo, como bueno. Aún tienes sólo diecisiete Jimin, no puedo creer que seas alguien malo.
—Hablar sin conocer a las personas no es inteligente.
—Es cierto, pero tú, de alguna forma no creo que seas "malo". Si llevó más tiempo contigo lo averiguaremos, pero para mí mismo y a mis ojos tienes un beneficio de la duda. Todos la merecemos, será eso lo que determine si eres bueno o malo. O sólo un ser humano normal con altas y bajas. Además no te puedo catalogar si ni siquiera te conozco; no puedo y jamás lo haré.
Se quedan callados. Los zafiros de JiMin envuelven a los miel de Yoongi, y aunque en los orbes del Park están enmarcados con ferocidad y salvajismo intimidante que desatan la peor tempestad, al otro no le da miedo.
Al cobrizo le dejan un sabor a curiosidad sus palabras, la forma en la que las dice, como parecen ser tan amables y el que las ventanas de su alma lo miren con tanta calma me hace estremecer.
—¿Qué pretendes con todo esto? —por eso suelta agresivo, sereno pero suspicaz, con ese tono de voz inverosímil que acostumbra a llevar.
—No pretendo nada, me caes bien y quiero pasar tiempo contigo. Creo que eso es normal.
Se forma un silencio. Uno vacilante en el que aquel cobrizo mira a YoonGi como si fuera un desquiciado. O donde YoonGi vuelve a tener de cerca los ojos azules profundos juzgar sus palabras.
—Las cosas que dicen de mí son verdad —recapacita casi al instante moviendo la cabeza—. Vale quizá no todo, pero sí hay mucha verdad ahí.
—Está bien. Tampoco puedo meterme en líos solo por hablarte ¿no?
JiMin le devuelve la mirada.
—No sé, lo que sí es monjas te van a matar.
Parece una advertencia.
—Hablar con alguien o socializar no es algo malo. —responde con suavidad, una sofocante para el mismo Jimin que frunce las cejas y lo ve con irracionalidad.
—No te comprendo demasiado, pero esta bien. Haz lo que tú quieras.
—¿En serio?
—Sí, y si algo llega a molestarte puedes irte a la mierda... o pegarme o algo. Sólo así hago caso.
YoonGi suelta una risa incrédula.
—No te pegaré.
—No te devolveré el golpe.
—Odio la violencia. —rectifica.
—Mocosito, no estas con el príncipe del Reino Unido precisamente, un par de golpes no me harán nada —sin pedir permiso le agarro las muñecas, por instinto YoonGi los empuño, JiMin los alineo y sin fuerzas guió el izquierdo hasta su propio pómulo— ¿Ves? Es hasta desestresante.
YoonGi soltó un resoplido. La piel de JiMin era cálida debajo de sus nudillos, caliente como la arena después de un día de sol. Pensó que tendría sentido después de ver la mata cobrizo que adornaba su coronilla tal corona.
—Prefiero sanar heridos a causar dolor —alejó sus manos sin soltarse del agarre de JiMin—. Eso para mí es aún más desestresante.
—Eres estresante para mí —admitió. YoonGi rodó sus ojos—. ¿Te quieres dedicar a la salud o algo?
—Sí, quiero ser doctor cuando salga de aquí.
—Se nota, lo harías bien, aunque también te veo como enfermero —admitió— ¿Hay enfermeros hombres, no?
—Por supuesto que los hay, JiMin. —contesto riendo ligeramente.
—Bueno pues ahí esta, usualmente son los que están más cerca de los pacientes, también te veo ahí.
El peli-negro sintió calidez en su pecho, el que dijeron eso no definía nada pero le alegraba demasiado saberlo.
—Yo te veo a ti como un coronel.
JiMin estalló en risas, grandes y escandalosas, <como todo él> pensó YoonGi.
—Hey, no te burles, sólo di no. —hizo un mohín de disgusto.
—¡Y no! —admitió— Muy muy lejos, pero es bueno tu intento. Sé que la cara de culo la tengo.
—Ugh, —arrugó su ceño— vale vale, entendí, ¿entonces...?
—Heredaré un negocio familiar, es suficiente para mí.
—Oh, esta muy bien pero ¿Y si pudieras elegir otra cosa?
—Si pudiera eh, —JiMin observó el cielo, el azul precioso y liso que se perdia entre tantas nubes; tan lejos e intocable—. Sería un piloto.
—Un piloto —murmuró observando la misma dirección que JiMin— ¿Tienes a alguien cerca de ahí?
JiMin vaciló, sin saber muy bien de donde sacó esa conclusión, si se refería a la profesión o era una alusión a la muerte de algún ser amado. No necesito demasiado después de darle una mirada a YoonGi, era clara la insinuación de sus palabras y se preguntó si acaso su propia mirada se había ablandado al punto de que él pueda leerla. O sólo era algo que se le daba muy bien al chico.
Como sea fue muy honesto al responder, ¿qué más daño te hacia un muerto sino es su recuerdo después de irse?
—Mi padre —admitió—. Él era un piloto esplendido, participó en La Gran Guerra, era un hombre excepcional, orgulloso y... decían algunos que era blando. Demasiado blando para ser un soldado. No comparto ese pensamiento.
Le quemaba la garganta solo decirlo. YoonGi lo notó, la presión en su garganta, sus manos ligeramente empuñadas, esos ojos verdes más filosos de lo usual. El silencio después y el tono agridulce, como si no importara pero a la vez sí.
—Si tenia la fortaleza para seguir siendo agradable o creer en la gente despúes de una guerra no debió tener nada de blando en él —manejo con cuidado sus palabras llenas de honestidad, pues YoonGi nunca mentía—Es traumatico todo lo que pasa dentro, te quiebra. Mi abuelo paterno fue un mal padre y un pésimo esposo, pero antes de esa guerra era el padre y hombre perfecto. No quiero comparar nada porque son situaciones diferentes pero te aseguro que tu papá lo trató como mejor pudo.
JiMin se dedico a oír y asintió sin poder mencionar palabras alguna. Aunque para sí mismo sonará estúpido, su corazón tan parecido al de su padre, sentía escozor al tocar siquiera su recuerdo. YoonGi no comprendía bien a JiMin pero podía identificar el dolor de perder a un ser amado y es por eso que no presiono con sus palabras y sólo se dedico a observar el cielo.
Los dulces ojos rasgados de su ser amado pesaron en su corazón. En la profesión que ella tanto defendió y también, aquella que le costó tanto dolor y en la que encontró el sueño eterno.
—¿Por qué quieres sanar a las personas? —La voz de JiMin lo hizo salir del ensueño— No quiero ser malagradecido o algo, pero dedicas mucho a mis manos. Si no te hubiera visto rezando pensaría que estas enamorado de mí o algo.
—¡¿EH?! ¡No! —arrugó su ceño mirándolo quizá un poco mal, JiMin se encogió de hombros sin culpas, en realidad sí lo había pensado—. Dios ¿Qué piensas? Es sólo vocación.
—Ya el doctor. —se burló.
—Burlate si quieres, pero es mera vocación —bufó—. Y respondiendo a tu pregunta no hay una razón más que mi crianza.
—No me digas que las monjas te impulsan a mejorar como persona. —arqueo una cena.
—Ellas no tienen nada de malo —aseguró—. Pero no es correcto, antes de estar aquí vivía con mi abuela materna, es la persona más dulce que alguna vez pudo existir.
JiMin observo atento la suavidad de su mirada y el encanto en su voz.
—Era muy especial.
—Era mi todo, mi todo entero —admitió—. Ella siempre quiso estudiar medicina pero sus padres la casaron muy joven con mi abuelo. Irónicamente un estudiante sobresaliente de medicina. No estudio pero creo que mi abuelo la amaba mucho porque él siempre la dejaba aprender con él y le enseñaba y como yo vivía ahí no entendía mucho pero me fascinaba ver la felicidad de sus ojos y de sus pacientes. Quería eso. Cuando empezó la guerra y mi abuelo fue llamado a los ocho meses, ella se fugó al mes y se integro para tomar lugar de enfermera —YoonGi exhaló—. Nunca más la vi, pero tengo suficientes recuerdos para saber que no quiero nada más que eso en mi vida.
JiMin observó el suelo un diminuto segundo, asimilando todo lo que la maldad desencadena, todo lo que dos hombres avariciosos pueden llegar a ocasionar. Si su padre estuviera vivo ¿él estaría ahí? ¿Esa mafia realmente sería su objetivo?
No quiso pensar en esas respuestas que ahora no le servían de nada.
Y al girar la cabeza para de una vez romper la charla e irse, la expresión taciturna de YoonGi le quitó el aire. Porque él igual se estaba imaginando un mundo de realidades paralelas y ajenas a su realidad. Una donde no había guerra ni muerte. Que aunque era una pelea que nunca fue suya las repercusiones, al igual que todos en el mundo, les cobraron factura de una forma.
Y si la abuela alegre de YoonGi no hubiese muerto ¿Qué sería de él? JiMin no dudo ni por un segundo que ninguno de ambos estaría ahí.
—La guerra apesta, YoonGi. —dijo al final.
—Definitivamente apesta. —coincidió.
Ni uno comento que era la primera vez que se oían maldecir a juego. Sólo se levantaron con la mirada nostálgica de la cerámica y soltaron un respiro.
—Andando JiMin, vamos tarde para la biblioteca. —se palmeo en trasero para sacar el polvo y avanzo liderando.
JiMin no tardo en estar a su par.
—Ugh, hombreee que cosa tan aburrida. Debería solo ir a seguir plantando legumbres. —Se quejo.
—Sí, sí. Andando, matemáticas avanzada te espera. —rió un poco y avanzaron.
No tardan demasiado en llegar al lugar predicho, se miran y YoonGi sonríe de lado, le advierte de tener cuidado por las vendas, menea su mano y desaparece de su campo de visión sin mucho esfuerzo.
Cuando se va Jimin niega aguantando las ganas de reírse y se da la vuelta, se siente mejor que antes de algún modo. Explosiones pequeñas en su pecho son dadas.
—Que chico tan curioso.
La biblioteca de repente, no parece tan mala.
Pasa al lado de la mesa 7 de ahí, ni siquiera la mirada de muerte que recibe de los Jeon lo hace dejar su medianamente buen ánimo, esta relajado, quizá afligido por la bruma de recuerdos, pero se siente muy ligero.
Namjoon enmarca una ceja cuando lo ve sentarse.
—Te llevo una hora llegar.
—Estaba mirando los árboles. —se encogió de hombros y agarró el libro de matemáticas avanzadas.
—Y por ese humor parece que los árboles estaban preciosos.
—No sé de qué me hablas. —pasa las páginas.
Namjoon se ve en el necesidad de reírse y negar.
🌿•Chimychimsuga•🌿
Bueno ¿Qué tal? ¿Les gusta? 👀
¡Coman y duerman bien!🥪💤
¡Hasta aquí Chimychimsuga~!💜
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