50% menos de estupidez
Yuuri se acomodó en el hombro de Victor mientras jugeteaban con sus manos, entrelazándolas, acariciándolas. Sus cuerpos ligeros en ropa interior sobre la suave cama.
El clima estaba amigable. Aire tibio entrando por la ventana de Yuuri, llenando de calidez sus pieles.
Yuuri meditó su próxima pregunta antes de realizarla. Atrapando la mano de Victor para voltearse y mirarle a los ojos. —¿Y si pides su custodia? Aunque se trate de sólo tener a uno de ellos contigo. No creo que sea necesario decir que ella tiene un claro favoritismo entre ustedes —lamió sus labios rápido—, y sé que aquello implicaría muchas cosas, entre ellas, entrar en un conflicto mayor con tu madre, pero... —alejó su mirada un momento antes de volver a Victor, quien soltó su mano para peinarse el flequillo. Una clara pelea pasando por su mente—, tendrías una estabilidad mental y emocional de sólo pensar que estará contigo, que serás tú quien lo alimente y arrope a la hora de dormir. Quien le diga que lo quiere y que le dé el cariño que necesita. Tú estarás tranquilo sabiendo que él también lo estará.
Victor se detuvo unos segundos a mirar a Yuuri a los ojos. Había clara preocupación en ellos. Colocó una mano en la nuca de Yuuri para acercar sus labios a su frente. Un beso de agradecimiento.
No podía ni siquiera detenerse a pensar en qué haría si Yuuri nunca se hubiese cruzado en su vida, y que en ese preciso instante no fuese él quien estuviera ofreciéndole su hogar para criar a su hermano, e indirectamente, invitándolo a vivir juntos y comenzar una relación que implicaría lo que toda su vida evitó: sentar cabeza.
Probablemente nunca había notado lo mucho que le temía a volverse una persona responsable. Esta era la repercusión que tenía el haber vivido junto a una madre poco consciente en su infancia y adolescencia. Este pensamiento ponía sobre la mesa la necesidad de asistir al psicólogo. Un evento traumático en el cual pensar y superar.
La idea de criar a su hermano le asustaba. ¿Quién era él para inculcarle saberes y explicarle de qué trata la vida? Nadie. Victor era, muy a su pesar, un mal ejemplo para cualquier menor de edad.
O al menos, esa era la idea que tenía cultivada en su mente. Esta había sido reforzada por su madre tantas veces que, finalmente, era un aprendizaje; Victor era una mala influencia, un irresponsable, un alcohólico, un drogadicto sin norte ni sur.
Pero no podía abandonar la opción de tomar su custodia.
Era su hermanito, el único que confiaba en él más que él en si mismo. Yurio era quien lo conectaba a la realidad, a su realidad, y quien le recuerda lo mucho que desea que esta cambie, por el bien de ambos.
—Creo que es lo más sensato en este momento —la voz de Victor bajó varios tonos. Relajó su cuerpo, dejándolo deslizar hasta caer sobre el pecho de Yuuri—, pero tengo miedo.
Yuuri llevó una de sus manos hasta el cabello grisáceo, peinándolo con paciencia y lentitud, volviendo aquel lugar digno de ser llamado un hogar.
—¿A qué le temes tanto? —susurró, mirando la ventana frente a él, sin dejar de mover sus dedos a través de la larga cabellera.
—Me da miedo no ser suficiente —respondió, sonando su voz un poco ahogada debido a que se había acomodado entre la almohada y el cuello de Yuuri—, de no ser lo que Yurio merece en esta vida...
—Ese niño te adora. Le llena de orgullo que su gran y guapo hermano mayor lo lleve al jardín de niños cada mañana —acomodó un mechón detrás de su oreja, buscando que le escuchara con mucha atención—. Su mirada te sonríe siempre que te ve, siempre que estás a su alrededor, prestándole hasta la mínima atención. Él es muy feliz contigo, Victor.
Yuuri sintió como el cuerpo que yacía en sus brazos tembló de tristeza.
Abrazándolo de la mejor manera que pudo, y mientras repartía suaves y tranquilos besos sobre su cabello, le repetía una y otra vez que todo estaría bien, y Victor le creía, o al menos deseaba con fervor que Yuuri tuviera la razón.
Cuando la calma volvió a su cuerpo, se aferró un poco más al cuerpo de su amado, de quien le contenía con tanto ahínco que le derretía el corazón, porque jamás se sintió tan querido, y eso le asustaba tanto como le entristecía.
—También me da miedo no ser suficiente para ti —susurró Victor—. ¿Qué pasará si no logro llenar las expectativas que tienes sobre nosotros? —sus manos se aferraron a la espalda suave de Yuuri, con terror de que se le escapara de las manos lo único que le daba tantas esperanzas para vivir. Yuuri era, en definitiva, la luz al otro lado de la oscuridad—. Estoy herido y roto. No sé amar, Yuuri... nadie me enseñó lo que era.
Tras la confesión de Victor, se formó un gran silencio.
Así como Victor tiene miedos, Yuuri también los tiene. No es fácil aventurarse a amar a una persona naturalmente herida debido a que aquello contiene tantos factores difíciles de conllevar para una persona inexperta en el amor como lo es Yuuri.
¿Cómo le haces creer a una persona que la amas si en su vida jamás nadie le dijo un "te quiero"?
Yuuri sabía que sería un desafío enorme, pero en realidad, él no tenía una extensa lista de cosas que esperaba de Victor y de su reciente relación: él sólo desea que ambos sean felices.
Y aunque, inevitablemente, siempre vuelven a lo mismo, porque no es simple olvidar el pasado salvaje e irresponsable de ambos, Yuuri sabe que lo normal que es que exista un porcentaje de duda en ambos en cuanto a si realmente lograrán no retroceder a sus antiguas vidas y avanzar, pero esta preocupación es mínima.
La reciente madurez en ambos es indiscutible, por lo que duda que el problema radique en ello.
Tomando el rostro de Victor entre sus manos, fija sus miradas. El verle a los ojos después de un acotado tiempo sin hacerlo, sigue siendo tan fascinante como siempre. Aquellos ojos azules nunca dejarían de ser una gran debilidad para Yuuri, incluso más ahora que conoce la gran bondad que existe detrás de ellos.
—Confío en ti —responde finalmente—, confío en nuestro amor, el cual surgió como una flor en el cemento: irreal y prohibido.
Victor sonríe feliz y enternecido por las palabras inconscientemente poéticas.
—Sólo no nos dañemos. Hemos tenido suficiente todos estos años —pidió Yuuri, acariciando con su pulgar la mejilla nivea de Victor, y dudando de lo siguiente que estaba por decir, y como un parche para las heridas, besó sus labios cortamente—. Te amo.
—No nos dañemos... —repitió Victor rozando sus labios suavemente, grabando la frase en su mente para no olvidarla jamás. Ese sería su norte, su camino, su destino y el final de la meta.
Juntaron sus frentes, mirándose a los ojos con una dulzura que no podía expresar más que la calma interior de ambos. Sonrieron, porque era imposible no hacerlo. Entonces Victor toma la mano de Yuuri, enrosca sus meñiques y besa la unión, siempre manteniendo el contacto visual. Era un hecho, una promesa.
Esa tarde continuó en tranquilidad, con ambos bajo una agradable manta para evitar la brisa fría que comenzó una vez que el atardecer se fue acercando. Y entre caricias, cosquillas y tiernos besos, sonó una alarma proveniente del celular de Victor.
—¿Ya es hora? —preguntó Yuuri con voz perezosa mientras se pegaba más a Victor, buscando que le hiciera mimos, los cuales no tardaron en llegar. Deliciosas caricias sobre su espalda le relajaron aún más. Sus suspiros eran similares a los ronroneos de un felino muy a gusto.
—Sí, no puedo llegar tarde —replicó sin dejar de mover su mano sobre la piel de su amado—. ¿Sabías que cobran por cada retraso?
—¿No? ¿Eso es legal?
—No lo sé —rió Victor—. De cualquier forma no soy el más adecuado para discutirlo.
Victor tomó las mejillas de Yuuri para plantar un extenso beso antes de levantarse y comenzar a vestirse. Debía ir a buscar a Yurio al jardín de niños.
Desde la cama, Yuuri le miraba atento. Nunca había acompañado a Victor en cosas como esas. Siempre fueron amigos y cada quien cumplía sus responsabilidades de manera paralela, por lo que todo era muy nuevo y extraño, creando mucha curiosidad en su noviazgo.
Por alguna razón, sentía la necesidad y deseaba formar parte de cosas tan cotidianas como lo eran para Victor.
Eso es lo que hacen los novios, ¿no?
El pensamiento seguía cohibiendolo, logrando sentir que sus mejillas más tibias, subiendo lentamente por sus orejas y a la vez bajando por su cuello.
—Victor... —habló Yuuri, mirando cualquier cosa menos a quien ahora le prestaba atención—, ¿puedo ir contigo?
Alzó la mirada casi con miedo, encontrado a Victor sentarse en el filo de la cama a su lado, sonriendo serenamente. —Por supuesto.
Yuuri se arrodillo frente a él, abrazándole el cuello. Tras unos segundos, se puso de pie y en tiempo récord, estuvo presentable para ir en busca de quien, ojalá, prontamente, sería parte de su familia. Su pequeña familia.
Cerrando la puerta, tomaron sus manos.
Bajando las escaleras volvió la torpeza e infantilismo que tanto les caracterizaba al tratar de superar al otro para ver quién llegaba primero sin soltarse de las manos, ganándose bastante jalones, y creando escenas bastantes dramáticas en los momentos en que sus manos se soltaban, para terminar riendo, y finalmente llegar al primer piso. Intentaron mostrar normalidad y seriedad ante el guardia del edificio, pero ni ellos mismos podían aguantar la risa de lo divertido que era verse en aquella faceta.
Aquél día sólo sería el comienzo de ambos, progresando un cincuenta por ciento en su madurez.
Algo es algo, ¿cierto?
🖤🖤🖤🖤
Hola👀
Sé que esto es poco para el tiempo que probablemente esperaron por esta actualización, así que espero que les haya gustado lo suficiente a pesar de que he perdido bastante de mi esencia al escribir ajdkfl a veces hasta olvido como funciona todo esto
No voy a prometer nada, ni mucho menos decir que he vuelto. La situación de mi país es un maldito asco (Chile), y en este capítulo pude refugiarme y olvidar mucho de lo que está sucediendo, así que estaré realmente feliz si lo disfrutan tanto como yo lo hice al escribirlo!
No tengo mucho más que decir además de que espero que estén muy bien, cuídense, y gracias por el apoyo que le han dado a la historia a pesar de mi prolongada ausencia🖤
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