#1007 Estupidez
—No... no lo entiendo. Cuido de mis hermanos cuando ella dice estar trabajando en vaya a saber qué, acepto que cambie de pareja todos los años, siendo yo quien, la mayor mierda, quien le explica a ellos, tan pequeños... —suspiró derrotado—, yo les explico lo que es el amor que creen ver entre su madre y un extraño cada vez que la relación acaba y una nueva comienza.
—Lo sé, lo sé...
—Soy yo quien le hace la vida más ligera. Porque nadie aparte de mí alimenta a mis hermanos cuando ella decide tener un día demasiado cansador como para abrir un plátano o pelar una manzana para ellos. ¡Y aquello es otro tema! —habló Victor como recordando algo que presentaba más molestia en él—. Ella dice trabajar, pero ningún peso cae en la casa. Hay que pagar la escuela de los niños y darles lo que necesiten, pero si alguno de ellos necesita un mísero lápiz, para ella parece correcto el darles cualquier mierda vieja escondida dentro del cajón de la cocina —sollozó, totalmente sumergido en los sentimientos frustrantes y tristes que le inundaban—. Ellos son los niños más dulces de la tierra, ¿por qué tienen que vivir de esta manera? Q-quiero salvarlos —sus mejillas comenzaron a mojarse por las lágrimas espesas que no parecían querer dar piedad—. Yuuri...
Yuuri le miró con ojos suaves, estos habían caído y ahora acompañaban la tristeza de Victor. Quería llorar, pero también quería deshechar aquella mirada en él.
Le tomó las manos para que le rodeaba la cintura una vez que se sentó sobre sus muslos. Victor fundió su rostro en el pecho del contrario con tanta rapidez, que Yuuri sintió sus ojos picarle con mayor intensidad.
—Victor, tú... dejando de lado cada fiesta, cada gota de alcohol, la cantidad de droga que en algún momento de tu vida se posó en tu cuerpo, tú eres la persona más pura que conozco.
Las manos de Victor se apretaron en la parte trasera del suéter grueso de Yuuri, y su rostro se restregó en negación en el pecho de este. Lágrimas pequeñas, pero en mayor cantidad humedecían la prenda suavecita frente a él.
—Tu madre jamás comprenderá la suerte que tiene de tenerte. Nunca le alcanzará el tiempo para agradecer que su hijo, aquel que pudo ponerle tantas demandas, mandarle a la mierda en tantas instancias, abandonarla y odiarla, nunca le hizo aquello. Morirá y en su lecho de muerte odiará estar muriéndose sin haberte apreciado después de todo lo que le diste y que nunca te pidió, todo el tiempo que le dedicaste y no se merecía. No haberte querido como te lo mereces... —Yuuri acarició un rasguño que comenzaba a crear su respectiva costra—, se arrepentirá tanto, Victor.
Ambos se dedicaron a admirarse, largos y suaves segundos.
—Agradezco el día que te pusieron en mi camino, y también aquel en el que decidiste acompañarme, hasta ahora...
Yuuri sintió su fibra temblar ante las palabras, y por consecuencia, no poder evitar que una sonrisa ladina se le formará y que lágrimas brillantes iluminaran las níveas mejillas.
—Quédate aquí... —habló Yuuri en voz baja, aquellas eran palabras íntimas que ni las paredes a su alrededor debían ser partícipes de su confidencialidad—, no regreses con ella —presionó suave otro rasguño en su barbilla, como dándole razones para tomar sus palabras—. No quiero ver más heridas, de ningún tipo, de ningún grado, nada...
—Pero, mis hermanos —su voz ronca que se formaba cuando intentaba murmurar tan bajo y legible.
—Lo arreglaremos —le besó la frente, donde Victor reaccionó ante el dolor por las heridas un tanto más profundas que el resto de su rostro, pero cerró los ojos y se dejó fundir ante el gesto que le llenaba de una calma que no encontraba en otro lugar que no fuese el departamento de Yuuri, o más minuciosamente, los brazos de Yuuri—, encontraremos un punto medio.
Después de que Yuuri hiciera un par de llamadas hacia sus compañeros de universidad y una al trabajo al que asistía por las tardes, regresó a su habitación.
Victor estaba entre sus sábanas, muy tapado. Desprendía un aura acogedora y calentita. Yuuri le secundó, entrando con una risita burlona. Era un día cálido que no quería desperdiciar.
Se acomodó en el hombro de Victor, sintiendo su propio aroma. Le agradaba que él utilizara su ropa con tanto gusto, y que muchas de las veces, le quedara mejor que a si mismo.
Victor posó una mano en la cintura de Yuuri, invitándolo con ternura a una cercanía más estrecha. En el acto, su pulgar acariciaba por sobre el suéter acolchadito de Yuuri la zona un poco más gordita de él, y le encantaba en demasiado. Su cuerpo le entregaba un calorcito que deseaba tener cada otoño e invierno por las noches.
Le miró desde arriba y sonrió contento al ver las mejillas claras de Yuuri tan abultaditas y escondidas. Las manos comenzaron a picarle por regalarle una caricia y no se contuvo.
Los ojos de Yuuri lo buscaron con curiosidad ante el contacto. Ambos sonrieron al ver el sonrojo tibio que había en ambos rostros.
Yuuri subió sus manos hasta las mejillas de Victor para acercarle a sus labios.
La mirada de los dos corría por todo el rostro del contrario, como intentando decidirse por la zona más preciosa del otro.
Sus narices se acariciaron un instante antes de que Yuuri soltara un jadeo agudo y bajo por ver como Victor caía de lleno en sus labios.
Era un beso lento, pero con un constante movimiento, como buscando un buen ángulo para invadirse más.
Dios, ellos realmente no deseaban sentir excitación por el gesto, pero tampoco podían evitar que sus manos sudaran un poco por los nervios.
Victor sintió que estaba condenado cuando Yuuri le lamió con temor el labio inferior. Correspondieron un par de segundos, sintiendo la suavidad de la lengua del otro y un poquito al sabor a té de flores que habían bebido hace un rato atrás.
Se separaron con necesidad de tomar una gran bocada de aire, más no agitados ni jadeantes.
Victor le acarició la mejilla a Yuuri con la punta de su nariz, y cuando sus labios se rosaron en un pequeño saludo, susurró: —Quiero entrar en ti...
Apretó un poco más fuerte sus manos en la sudadera de Victor ante el susurro. Pero sin pensarlo, asintió varias veces y lento, sintiendo tan agradable la piel de Victor contra su mejilla.
—Sí... —suspiró un poco excitado—, hagamos el amor.
🖤🖤🖤
Esto salió de la parte más tierna que tengo ; u ; quizá fue mucho, no sé, pero estoy satisfecha. Ojalá ustedes también~
Gracias por leer uwu
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top