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Cuando Chuuya salió del ascensor, tenía ya el presentimiento de que algo no iba bien. Algo no era normal.
Lo supuso desde que vio que en la puerta, donde solían estar dos hombres armados que normalmente reconocían a Chuuya, no había nadie. Cuando un peligroso silencio reinaba por toda la planta y se colaba por su piel, provocándole escalofríos.
Sacó las manos de los bolsillos, las puntas de sus dedos preparados para usar la gravedad a su favor en cualquier momento.
En cuanto abrió la puerta, el campo de gravedad estaba activado, listo para detener cualquier bala a dos metros de distancia.
Sin embargo, solo se encontró con cuerpos.
Cinco cuerpos estaban tirados en el suelo. Cuatro de los guardias custodios de la oficina del jefe de la Port Mafia. El quinto era el mismo jefe de la Port Mafia: Mori Ogai.
Y su asesino estaba sentado sobre la mesa de rica madera noruega, con los cadáveres bajo sus pies y una mirada tan oscura que asustaría al mismo diablo.
Pero a Chuuya no. Oh, no. Chuuya había visto peores. Mucho peores.
—Dazai.
El demonio prodigio alzó la mirada y sonrió. Chuuya odió esa sonrisa. Siempre había odiado esa faceta de Dazai Osamu, esa que sonreía como un maldito payaso cuando la situación era de todo menos graciosa.
—¡Chuuya! —su tono, feliz, desencajaba con la sangre que manchaba su ropa—. Has venido antes de lo que esperaba.
Sus manos jugaron con la pistola que tenía entre ellas antes de dejarla sobre la mesa, en un seco sonido que resonó por toda la estancia.
—Me había olvidado de tu... —su oración se cortó mientras se ponía en pie— eficiencia.
Chuuya se mantuvo en silencio, esperando la pregunta que Dazai no tardaría en formular. Tan solo estaba jugando con él, porque para Dazai la vida en sí era un juego de la cual era jugador y no personaje.
Tras un suspiro en el que esperó que dijese algo, Dazai prosiguió.
—¿Qué harás, Chuuya? —su tono burlón era, cuanto menos, irritante—. Mori está muerto, y ya sabes quién es el asesino. ¿Qué piensas hacer?
Esta vez, pese a su voz, su sonrisa se había borrado. Había ido directamente al grano, algo que Chuuya, con rostro impasible, agradeció.
—¿Qué crees que haré?
Dazai dio un par de pasos, balanceándose mientras la planta de sus zapatos se ensuciaban con la sangre derramada sobre el parqué.
—Podría deducirlo —admitió—. Pero prefiero que me lo digas tú.
—No hay muchas opciones —concedió—. Puedo matarte, pero no servirá de nada. Te daré el gusto de morir y, es más, podría parecer que soy yo el culpable de esta matanza —Dazai esbozó una leve sonrisa—. Puedo irme y desaparecer del mapa, pero no te daré el gusto. Y además no me dejarías —Dazai dio un paso más—. Y podría apoyarte, lo cual me mete en un problema con al menos la mitad de la Port Mafia.
—¿Qué eliges, Chuuya?
El muchacho cerró los ojos. Dos segundos, suficiente tiempo para decidir sus palabras.
—No me uní a Mori —declaró, esta vez siendo él quien daba un paso hacia delante—. Y no me uniré a ti. Me uní a la Port Mafia. Y es lo que haré.
—¿Entonces? —Dazai ladeó la cabeza, divertido.
—Apoyaré que seas el próximo jefe, Dazai —un último paso, y estaba a escasos centímetros de su compañero—. Lo haré, pero con una condición.
—Tú dirás.
—Me uní a la Port Mafia, y Mori hacía un buen trabajo como líder. No dudo de tus capacidades, pero... —su mano fue hacía su corbata, y tiró hasta poner su rostro a su altura—. Si uno solo de mis subordinados muere innecesariamente por tu mala cabeza, por tu locura o por tu culpa, te juro que yo mismo te cobraré esa vida.
Dazai no dejaba de sonreír, como si toda la situación fuese algo sumamente divertido para él.
Y quizá así fuera.
—Supuse que dirías algo así —rio—. Chuuya es tan predecible.
El pelirrojo le soltó bruscamente, haciéndole retroceder un par de pasos.
—Vete a la mierda.
—Pero no pareces muy sorprendido, Chuuya —Dazai se acomodó la corbata que había sido deshecha—. Me pregunto por qué.
Chuuya entrecerró los ojos, mirando el paisaje nocturno de Yokohama.
—¿Qué quieres decir?
—No eres tonto, Chuuya —la distancia que había sido marcada volvió a reducirse—. No, no lo eres. Y puedo predecir tus acciones, tus golpes, cada una de tus palabras, pero tiene un precio, ¿verdad?
Chuuya calló mientras Dazai tomaba su barbilla entre sus dedos, obligándole a mirarle a la cara, examinándole con la mirada.
—Tú lo sabías, ¿verdad? —Chuuya hizo una mueca—. Sí, lo sabías, porque tú no lo dices, pero también puedes predecir lo que yo haría, ¿no es cierto?
—No es necesario ser un genio para deducirlo, Dazai —dijo finalmente, rindiéndose ante el sutil interrogatorio que estaba ejerciendo sobre él—. Mori y tú erais demasiado parecidos, y eso nunca es bueno. Además, tú siempre odiaste a Mori. No te voy a preguntar por qué, no me interesa —Dazai solo sonrió—. Era cuestión de tiempo que te cansaras. Y eso deriva en pocas opciones, una de ellas era esto.
—Quién iba a decir que nuestro pequeño Chuuya hubiese pensado todo eso y no hubiese hecho nada para evitarlo.
—No te hagas el tonto, Dazai. Sabes que no tenía nada que hacer —quitó la mano de Dazai de un golpe—. Cualquiera pensaría que todo esto es un golpe de ira tuyo, pero yo no. A mí no me engañas.
—¿Entonces qué crees que ha sido?
—Todo un plan tuyo —respondió—. Tus acciones son todas lógicas. No hubieras hecho todo esto si no hubieras tenido todo bajo tu control.
—¿Ah, no? —su tono divertido solo lo confirmaba.
—Claro que no. Y tu pieza clave en todo esto soy yo, ¿verdad?
Dazai empezó a reír.
—¿No te sobreestimas demasiado, Chuuya?
—No. No lo hago, porque tú tampoco lo estás haciendo. Pero tampoco me subestimas, o de lo contrario esto te habría salido mal —se cruzó de brazos—. Sabes que si me tienes de tu lado todo te será más sencillo.
—¿Y por qué piensas eso?
—Vamos, Dazai, no te hagas el tonto —suspiró—. Sabías que hoy tenía que hacer un reporte. Hiciste todo esto antes de que yo llegara y te aseguraste de que nadie más viniese antes que yo.
—¿Y por qué haría todo eso?
—Porque sabes que esto dividirá a la Port Mafia. No todos te aceptarán como jefe, pero conmigo las cosas cambian. Yo tengo la confianza de más de la mitad de la organización, y si yo te apoyo, ellos confiarán en mi decisión.
—No por nada eres el ejecutivo más popular, Chuuya.
—Eso no es todo. También soy un ejecutivo, al igual que tú. Somos cinco contándote a ti, sin hacerlo somos cuatro. Necesitas al menos la mitad. Y sabes que a Ane-san no le caes en gracia.
—Creo que no es precisamente un secreto.
—Pero también sabes que yo podría convencerla, y con eso tendrías a la mitad del ejecutivo. Y si te pones, Ace tiene un precio que podrías pagar.
Dazai empezó a aplaudir.
—Sabía que eras listo, pero no que pudieras sacar todo eso tú solo.
—Es solo cuestión de pensar. Pero estabas muy confiado en que te apoyaría. Si no lo hubiera hecho, sabes que no podrías matarme. ¿Por qué estabas tan seguro?
Los blancos dientes de Dazai se mostraron como si apenas pudiese contener la risa.
—Porque eres muy leal, Chuuya. No dejarías a ninguno de los que están a tu cargo atrás. No los abandonarías —esta vez su mano se posó sobre su mejilla—. Usarías tu propia vida y la pondrías por delante si fuera necesario. Aunque eres más valioso que todos ellos.
Chuuya, de nuevo, calló y sus brazos se descruzaron, cayendo muertos a sus lados en rendición. No tenía cómo rebatir eso.
—¿Lo ves? No puedes negarlo. Siempre he odiado esa parte de ti, pero también me fascina. Y me hace preguntarme si harías lo mismo por mí.
—¿Qué quieres decir?
—Lo hiciste con las Ovejas. Te intercambiaste por unos traidores que te apuñalaron y encima los protegiste —Chuuya apretó los puños. No le gustaba recordar eso—. Si yo te traicionase, ¿me protegerías igualmente? —su frente se posó suavemente contra la suya—. Si estuviera en peligro, ¿pondrías tu vida por delante por mí, Chuuya?
Llevaban tres años siendo compañeros, y eso era mucho tiempo. Dazai tenía razón, no sólo él podía predecir a Chuuya, sino que era algo recíproco.
No hacía falta responder a esa pregunta, pero a Dazai le gustaba jugar. Le gustaba divertirse.
La mano de su compañero era cálida en su frío rostro, su pulgar recorría el mismo trayecto una y otra vez. El olor que desprendía a sangre, pólvora, menta y antisépticos nublaba sus sentidos. Su mirada era intensa, y Chuuya no podía apartar los ojos de él mientras su mano retiraba las rojas vendas que cubrían parte de su rostro, permitiéndole ver su otro ojo.
Esa era su faceta peligrosa. Esa que escondía tras sonrisas y bromas. Esa que, curiosamente, era la que más atraía a Chuuya.
—¿Me seguirás, Chuuya? —susurró, con tono burlón—. ¿Aunque eso te llevase al mismo infierno? ¿Puedes jurar que no dejarás de estar junto a mí?
Dazai se burlaba, pero siempre habían funcionado así. Chuuya le mantenía pegado al suelo, Dazai le daba el respiro que necesitaba haciéndole sentirse normal. Haciéndole sentirse humano.
Así funcionaban. Así seguirían funcionando.
—¿No es suficiente que te esté apoyando en esto para responderte, maldito imbécil?
La leve risa de Dazai se cortó cuando sus labios se posaron sobre los suyos.
Chuuya era la gravedad que le mantenía cuerdo. Dazai, el oxígeno que necesitaba para sentirse vivo.
Así, Chuuya le seguiría y cumpliría su papel. Dazai, a cambio, también lo haría. Y si eso significaba la condena para ambos, ¿acaso no habían pasado ya el infierno?
No podía haber nada peor que lo que ya habían pasado. Y si lo había, lo pasarían, como siempre, juntos.
‡‡‡
¡Hola!
Bueno, este es un AU que siempre me ha llamado la atención y quería escribir. Es algo fuera de mi estilo habitual, pero espero que os haya gustado.
La canción me parece muy adecuada para la ambientación (me inspiré un poco en ella) y la situación casi tóxica que hay. Pero como advertencia (lo he visto un montón en los comentarios de Youtube) si os identificáis con esa canción en vuestra relación, plantearos la relación porque es de todo menos sana. Por vuestro bien.
Solo quería dejar ese consejo por si acaso. ¡Si os ha gustado, dejad un comentario/voto! Siempre son bien recibidos.
Hasta otra <3
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