MORAL OF THE STORY, lee know
✶ MORAL OF THE STORY
El nerviosismo recorría de pies a cabeza a la pobre Dayeon, y su pierna derecha era la clara representación de esto al no dejar de moverse constantemente desde que tomó asiento. El sonido de su pie contra el piso repetidas veces era lo único audible en la oficina de color marrón y diferentes tonalidades.
Todo era tan monótono y formal allí que incluso la aburría al no poder encontrar algo con que distraerse.
Su ropa formal, que constaba de una camisa blanca holgada y sus pantalones grises que casi tocaban el suelo cubriendo sus zapatos, la estaban haciendo sudar. Acreditó todo eso a que estaban en pleno verano, aunque sabía en el fondo que se encontraba de esa forma por la ansiedad que el momento le causaba.
Cuando se dio cuenta que llevaba diez minutos de espera allí, no dudo en servirse un segundo vaso de agua para beberlo enseguida. En cuestión de minutos él estaría ahí y ella debería enfrentarlo.
―¿Estás bien, Dayeon?
Su abogada la observaba cautelosamente mientras pretendía leer uno papeles, llamó su atención desde el otro lado de la mesa y bajo sus lentes esperando por una repuesta.
―Sí, probablemente tenga que ir al baño pronto.
La abogada Kim hizo un esfuerzo en reírse del chiste de su clienta, con el paso de los meses se habían vuelto algo cercanas y ya había notado sus nervios desde antes de entrar al edificio.
―¿No se supone que ya deberían estar aquí?
Kim miró su reloj de muñeca. ―Cinco minutos de retraso, haré que el estudio llame la atención de Jung por su impuntualidad.
Mucho antes de que Dayeon pudiera responder, la puerta fue abierta abruptamente revelando a los dos hombres por los cuales las mujeres llevaban esperando unos largos e interminables minutos.
La repentina y breve tranquilidad que Dayeon había obtenido gracias a su abogada se vio tirada por la borda cuando lo vio ahí parado y mirándola fijamente. Casi como si su estómago se revolviera al verlo.
Minho se veía impecable, llevaba una camisa blanca arremangada y un pantalón color negro, el saco colgaba de su mano mientras con la otra intentaba de acomodar su cabello que ya se encontraba bastante largo.
Lee Minho era hermoso, todos lo sabían incluso él, pero la situación actual en la que se encontraban parecía estar afectándolo más de lo que debería. Su seguridad se ido por un caño al igual que su autoestima.
Kim y Jung, los abogados de cada uno, se miraron fijamente. Había cierta rivalidad entre ellos desde la universidad y lamentablemente terminaron trabajando para el mismo estudio jurídico. Claro que sus clientes actuales no sabían de esto, sería muy poco profesional de su parte. Por más que Dayeon y Minho notaban cierta tensión entre ellos.
―Llegan tarde, caballeros.
―Mis disculpas, abogada Kim y señorita Choi. No quiero poner excusas pero, acabo de ganar un juicio y a eso se debe mi demora.
El abogado de Minho tomó asiento frente a la abogada de Dayeon, mirándola fijamente con una sonrisa arrogante que presumía su reciente victoria.
Dayeon había dirigido su mirada a Minho y lo miró en la misma forma que solía hacer cuando le preguntaba donde había estado para llegar tarde. Por supuesto que por un segundo había olvidado que ninguno de los dos le debía respuestas al otro, ya no.
―Estuve en la cafetería esperando por él.
La respuesta de Minho salió en un susurro mientras se rascaba nerviosamente el cuello, y por más que ya no se debieran nada el uno al otro, él igualmente respondió.
Dayeon no tuvo más respuesta que asentir con los labios cerrados. Los dos tenían que hacerse la idea de que ya no convivían como una pareja, aun cuando la noche anterior estuvieron juntos.
Con una botella de vino, múltiples cigarros fumados por la mujer de la relación (o ex relación) y bajo la luz de las estrellas y la luna. La única compañía que necesitaban eran la del otro, una última noche juntos, un último recuerdo compartido.
―Ya estamos todos presentes ―dijo la abogada Kim logrando interrumpir los pensamientos de Dayeon. ―. Hagamos esto rápido, solo necesitamos las firmas.
Los abogados buscaron en sus respectivos portafolios los papeles y bolígrafos. Dayeon y Minho conectaron miradas sin quererlo, el corazón de la mujer dio un salto y sus nervios aumentaron.
Minho se veía fatal, las ojeras en sus ojos lo delataban, además de sus acciones que reflejaban su inseguridad en cada decisión que debió tomar en el proceso del divorcio.
Un brillo de esperanza se vio reflejado en sus ojos cuando notó a Dayeon nerviosa, la manera en que mordía sus uñas y arrancaba esas pequeñas tiras de piel alrededor de éstas había sido lo que la delataron.
Jung carraspeó una vez, nadie le prestó atención, volvió a hacerlo una segunda vez obteniendo el mismo resultado, por último tosió de manera exagerada y finalmente su colega lo observo bajando un poco sus lentes.
―¿Qué sucede, abogado Jung? ¿Necesita un vaso de agua?
Minho y Dayeon apartaron la mirada del otro, casi como si fueran dos adolescentes frente a sus padres.
―Acompáñeme un minuto fuera de la oficina, por favor.
Kim frunció el ceño, pero de todas formas lo siguió a donde Jung la guiaba. Cuando la puerta fue cerrada y los amantes estuvieron a solas, soltaron el suspiro que no sabían que retenían.
Dayeon intentó distraerse mirando a sus alrededores, fingiendo que la decoración aburrida de esa oficina era lo mejor que había visto en años, Minho no pudo contener la sonrisa casi inexistente que se formaba en su rostro.
La conocía demasiado bien como para saber que estaba intentado evitar un momento incómodo.
―Yeonnie...
―No hagas eso. ―Dayeon lo interrumpió sin atreverse a mirarlo, en su lugar, echó su cabeza hacia atrás para mirar al techo. ―. No me llames así.
―Lo siento.
Ella no se atrevió a responder, quería hacerlo, pero sabía que no debía. Agradeció que lo comprendiera, lo último que necesitaba era oírlo decir aquel apodo que solo le perteneció a él por el lapso de poco más de un año.
―¿Hiciste qué? ¡Eres un irresponsable, Yunho! Dioses, todo debo hacerlo yo.
Nuevamente, su momento se vio interrumpido por los abogados, Minho y Dayeon vieron entrar a Kim y tomar el papel que descansaba sobre la mesa.
―Tenemos un pequeño problema, solo dennos diez minutos ―exclamó con una sonrisa nerviosa mientras caminaba en dirección a la puerta. ―. Por favor, siéntanse como en casa, sobre la mesa hay café... aunque si fuera ustedes yo no lo tomaría.
Dayeon asintió fingiendo una sonrisa hacia su abogada, había aprendido a sentirse cómoda con la presencia de esa mujer que conocía hace menos de un mes, pero la situación en la que la dejaba no la ponía nada tranquila.
―¡Vamos, Jung! Mueve el trasero, ni creas que yo pagaré por esa copia.
―Pero Sooyoung, sabes que mi paga no llega hasta fin de mes...
Minho y Dayeon soltaron una risita por lo bajo al oír el grito que soltó la mujer.
La sonrisa fue desapareciendo poco a poco de sus rostros y solo permaneció el silencio entre ambos, hasta que hicieron contacta visual otra vez.
―Te extrañe anoche, cuando te fuiste.
La confesión salió de los labios de Minho antes de que siquiera pudiera pensarlo, pero sabía que quería decirlo desde que la vio al entrar a esa oficina. Cuando Dayeon se marchó en la madrugada, no fue capaz de conciliar el sueño en toda la noche.
Minho siempre fue una persona que amaba su espacio personal, más al momento de dormir, pero una vez que esa cálida compañía se vio ausente en sus sabanas. Supo que estaba maldito por acostumbrarse a la presencia de alguien que se estaba yendo para siempre.
Dayeon eligió no responder, no sabría que decir aparte de que ella se sentía de la misma forma que él y que incluso había considerado volver para dormir una última vez en sus brazos y grabar ese recuerdo en su memoria y cuerpo hasta acostumbrarse a lo grande que era su nueva cama.
Y sabía que una vez que estuviera en los brazos de Minho, no iba a poder contener sus pensamientos sobre cuando había pensado en él, cuanto lo amaba...
―¿Estás segura de hacer esto, Dayeon? ¿De verdad quieres que nos divorciemos?
Dayeon le sostuvo la mirada, prácticamente obligándose a sí misma, y tragó el nudo en su garganta antes de hablar.
―No.
―Entonces...
―No, no estoy cien por ciento segura de esto ―interrumpió a Minho mientras se sentaba derecha en su silla. ―. Pero sé que he cometido errores y pienso arreglarlos antes de que sea tarde.
―¿Me estás llamando un error? ―El tono de voz de Minho reflejaba incredulidad, dolor e incluso ofensa.
El silencio entre ambos se volvió ruidoso, la tensión comenzó a crecer tras esa pregunta mientras que la respuesta de Dayeon se hacía esperar. Ambos estaban enderezados y se habían acercado a la mesa hasta que sus pechos casi tocaran la superficie, mirándose fijamente como si de una competencia si tratara.
―Sí, Minho, eres mi error más grande.
Lee Minho soltó una risita que era carente de humor, más bien fue para ocultar el dolor que sus ojos reflejaban mientras las lágrimas se acumulaban.
―Somos jóvenes, cometemos errores, tenemos veinticinco años, Minho. ―Dayeon negaba con la cabeza, intentado hacerlo entrar en razón para que comprendiera, porque verlo de esa forma y saber que fue ella quien lo provocó, destruía su corazón. ―. Admite que fue un error lo rápido que tomamos las cosas, nos comprometimos con solo siete meses de conocernos por Dios.
Minho agachó su cabeza un segundo entre sus manos, permitiendo el silencio reinar una vez más, antes de volver a mirar a su por ahora esposa. Sus ojos rojos por la forma en que retenía que las lágrimas corrieran por sus mejillas.
―Yo te amé, Dayeon, ¿acaso no sentiste lo mismo? ―A mitad de la frase su voz se rompió.
Dayeon sintió como sus ojos comenzaban a arder también.
―Por supuesto que te amo, Minho, siempre supiste como me sentía sobre ti. Pero aun así creo que ambos nos merecemos algo mejor que el sufrimiento que nos causamos.
Minho asintió, aunque claramente no estaba nada de acuerdo con lo que ella decía, una vez que utilizo su última carta. Decidió que el resentimiento se apoderara de su mente.
―De verdad trate de amarte como tanto crees que lo mereces ¿sabes, Dayeon? Te di lo mejor de mí.
"Como tanto crees que lo mereces" Eso fue lo que hizo explotar la poca paciencia por la que era conocida Dayeon. Sorbió su nariz y fue como si su mirada se endureciera en un segundo.
―Y yo te di un año entero de mi vida, pero fuiste tú quien decidió menospreciarme en cada día que compartimos, si a eso llamas amor entonces necesitas un maldito diccionario para saber el verdadero significado de la palabra, Minho ―soltó lo que tenía guardado desde hace meses y fue como si pudiera respirar en paz. ―. Si aún te queda la duda, sí, ahora más que nunca estoy segura de querer firmar el estúpido divorcio.
Gracias a Dios, un segundo después ambos abogados aparecieron en la oficina. Dayeon volvió a reclinarse en su silla y Minho la observaba en silencio.
De repente sintiéndose arrepentido por todas las decisiones que había tomado con ella.
Fueron menos de dos minutos lo que tardaron en firmar, las dudas golpearon a Dayeon luego de que firmara precipitadamente y en nombre de la furia que llevaba dentro. Minho en cambio, se tomó su tiempo antes de apoyar el bolígrafo sobre el papel y dirigir una última mirada a su ahora ex esposa.
Lo menos que podía hacer por la mujer que amaba y la que le había causado tanto sufrimiento, era firmar el maldito divorcio y dejarla en paz de una vez por todas. Aunque con eso el corazón de ambos se rompiera.
Esto se acabó, pensó Dayeon cuando vio la tinta en la hoja.
Esto es real, pensó Minho cuando vio ambas firmas.
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