Capítulo 3. La Conversación.

—¡Maldita seas, cuéntanos lo que ha pasado de una vez! —exclama Kelly. 

Me he reunido con ella y con Adam en un parque al que solemos venir de vez en cuando. Acabo de salir de la entrevista y todavía me tiemblan las piernas. Ya es de noche y el lugar está muy oscuro, solo iluminado por las pocas luces de las farolas que quedan un poco distantes, pero estamos bien así. Estamos acostumbrados a pasar el rato aquí de vez en cuando.

Kelly me zarandea el brazo, haciéndome reaccionar.

—¡Habla, Eve! 

—Eso, todavía tenemos que llegar a casa para cenar. —reprocha Adam. Sé que a él, como a mis padres, no les hará especial gracia lo que les tengo que decir.

—La verdad, no sé por donde empezar. —digo en un suspiro y cierro mi ojos, para comenzar a contar.


"—Creo que la decisión está tomada. —Cuando a Jimmy decir eso, casi me atraganto con mi propia saliva. Tengo real miedo de lo que pueda decir a continuación.

Sé que si al final deciden no escogerme a mi, mi vida se mantendrá de la misma forma que lo ha hecho hasta ahora y por lo tanto, no tendré que complicarme con todo lo que pueda venir, en caso de que me escojan. Eso es lo que he estado pensado durante toda la tarde para no hacerme ilusiones. Pero en el momento en el que esa palabras salen de su boca, me doy cuenta de que esto es realmente lo que quiero. 

Sí que quiero que me escojan.

Quiero ser modelo.

Quiero ir a Los Ángeles.

Quiero hacer esa campaña.

—Eve, tienes muy buen perfil, unos ojos preciosos y una sonrisa encantadora. Tienes carácter y saber hacer y además, eres muy organizada y planificadora. Sabes posar tal y como se te pide y eres natural. Tus medidas...

Jimmy mira a Madison y ella acaba la frase por él.

—Son muy buenas. He hecho unos bocetos rápidos sobre algunos outfit que pueden irle muy bien para la campaña. Los tengo que retocar un poco y buscar las telas adecuadas para pasarlas a producción y así comenzar con ellos cuanto antes.

"¡Espera, espera, espera! ¿Qué?"

Siento como mi pecho se llena de un sentimiento que no sé como describir, pero es increíble.

¡No puede ser! ¡Me han cogido!

—Dicho todo esto, lo último que me queda por remarcar, es que como te he dicho al principio, tu profesora y buena amiga mía, Patricia Clarck, me ha comentado en repetidas ocasiones que eres una chica muy inteligente, Eve. Espero que lo demuestres, tomando la decisión correcta. —Él me dedica una sonrisa ladeada y extiende su mano frente a mi—. ¿Quieres entrar en la campaña de verano de la revista Loweld, en Los Ángeles, California?

Yo abro mis ojos de forma exagerada por la sorpresa. Y sin pensarlo dos veces, estrecho con fuerza su mano y asiento con la cabeza sin dejar de temblar.

—¡Quiero entrar en esa campaña!".


—¡No me jodas, no me jodas! —Kelly no se contiene en gritar—. ¿LOWELD? ¿LA FAMOSA MARCA DE PERFUMES? —Ella está respirando muy rápido, sus piernas tiemblan igual que las mías y está a punto de caerse de la parte alta del banco del parque, donde se encuentra sentada. Apoya sus manos sobre mis hombros para ayudarse a bajar y queda de pie en frente de mi y de Adam—. Espera, creo que necesito asimilar todo esto...

Loweld es una marca de perfume internacional, es muy famosa y según me han comentado Jimmy, Madison y Marlin, es por eso que había y hay, tanto secretismo en referencia a la campaña. Ellos, que formar parte de la agencia Fame, son los encargados de patrocinar la publicidad de la colonia este año. Y por eso, tienen mil y un contratos de confidencialidad, firmados con la marca oficial.

—Es surrelista, ¿no crees? —pregunto, mordiéndome las uñas.

—¡Sí, creo que es surrealista! Porque yo al menos voy a tardar un rato en creer que esto esté pasando de verdad. —Kelly ha comenzado a dar vueltas de un lado a otro del banco.

—¿Y tú que dices? —pregunto nerviosa, mirando a Adam. Él no ha dicho ni una palabra y eso, me asusta.

—No sé que quieres que diga, Eve. Tú quieres hacer esa campaña, ¿No es así?

—Voy a cumplir un sueño de un día para otro. ¡Claro que quiero hacer esa campaña!

—Entonces, no sé que quieres que diga. —Adam se encoge de hombros y yo frunzo el ceño.

—¿Es que acaso no te emociona? No sé, podrías mostrar un poco de interés, cariño. ¡Esto es algo que no pasa todos los días!

—Sinceramente, Eve. —El suspira y se lleva ambas manos a la cabeza—. No es que no me emocione. Pero lo haría más, si la campaña fuera aquí. En Rye, en nuestro pueblo.

—¿En serio pretendes que hagan una gran campaña como la de la revista de los perfumes Loweld en un pueblo de Inglaterra que a penas nadie conoce? —Kelly le reprocha—. ¡Está claro que tú no entiendes nada sobre este mundo, amigo mío!

—Lo que no quiero es que Eve tenga que irse tan lejos, Kelly. ¿No lo entiendes?

—Por supuesto que lo entiendo, Adam. Pero entiéndelo tú, ni aunque la campaña se hiciera aquí, en Inglaterra, sería posible hacerla en Rye. Lo máximo a lo que aspirarían es a Londres o alguna de las grandes ciudades.

Adam suelta un suspiro y niega con la cabeza.

—Espero que tus padres piensen mejor que yo sobre todo esto.

—Mis padres no tienen nada que decir. Yo soy una persona adulta, que puede hacer con su vida lo que quiera. Y además, se supone que esto es un trabajo, así que voy a poder ayudarles económicamente.

—En eso tiene razón. —Kelly me señala con el indice—. Si les expones eso, no podrán negarse de ninguna forma. —dice, encogiéndose de hombros.

—No sé que va a pasar cuando llegue a casa, chicos. —suelto un gran suspiro—. Pero deseadme suerte.


Cuando traspaso la puerta de entrada a mi casa, mi hermano pequeño, George, me recibe corriendo por el pasillo y me abraza por la cintura, que es la altura a la que con sus seis años recién cumplidos, puede llegar.

—¡Eveee! —saluda él—. Te he echado de menos esta tarde, ¿Dónde has estado? 

Yo sonrío y remuevo su castaño cabello claro, que es exactamente igual al mío.

—He estado ocupada haciendo unas cosas muy importantes.

—¿Trabajos de la universidad en la biblioteca? —pregunta con inocencia.

—Nop, esta vez no tiene nada que ver con la universidad. —contesto, a la vez que me quito los zapatos, porque ya me duelen los pies, después de todo el día fuera.

—¡Eve! —Mamá asoma la cabeza por la puerta del largo pasillo que da a la cocina—. ¿Se puede saber dónde has estado metida toda la tarde?

—No le regañes, mamá. Eve ha estado ocupada haciendo cosas muy importantes. —mi pequeño hermano me defiende y eso me hace sonreír y agarrarlo en brazos para darle mil besos.

Llego a la cocina, aún con George en brazos y saludo a mi familia. A mi madre, a mi padre y a mi hermana Jessie, la mediana de 16 años.

—¿Cómo ha ido el día? —pregunta Jessie—. Yo estoy cansada del instituto, juro que no hay nada que me inspire. —Suspira ella, rodando los ojos.

—Eso es porque todavía no has encontrado ningún profesor que te enseñe bien. Los profesores deben de ser los responsables siempre de inspirar la pasión por las asignaturas que enseñan a sus alumnos y con ellos, hacer que les guste.

Papá es profesor licenciado en ciencias químicas. Él siempre nos cuenta anécdotas sobre cosas extrañas que pasan en sus clases, con sus alumnos o en general, en el instituto donde trabaja. Y es divertido oírlo, porque por increíble que parezca y aunque todos sabemos que en todos los institutos siempre pasan cosas que resaltar, no es lo mismo verlas desde el punto de vista de los alumnos, que el de los profesores.

Por ejemplo, hace unos días, papá nos contó que un alumno suyo le había enviado un correo mientras estaba de fiesta. Al parecer el chico estaba borracho y  le pedía por favor, que le diera unos días más para entregar un trabajo. Que estaba seguro de que le haría caso porque es el profesor más enrollado o algo así. Y sin embargo, papá le hizo caso y aplazó la fecha del trabajo unos días más para toda la clase.

—Pues yo pienso no puedes centrar tu inspiración solamente dentro del instituto. —digo, mientras me sirvo ensalada en el plato que mamá acaba de dejar delante de mi. Papá me mira alzado una ceja, en una mirada de desaprobación—. Quiero decir, tienes que estudiar para tener más posibilidades de conseguir un buen futuro. Pero al final, puede que encuentres la felicidad de otra manera, haciendo algo que no te enseñan el el instituto.

Jessie pone cara confusa. —¿A qué te refieres?

—No le hagas caso a tu hermana, Jessie. —dice mamá—. Tú céntrate en estudiar, que es lo que tienes que hacer. El objetivo de lo que sea que vayas a querer hace en un futuro, ya llegará.

Jessie me mira, pero yo no digo nada más, solo me centro en mi cena, pensando en lo difícil que será la conversación que tengo que tener con ellos a continuación.

Una vez que hemos cenado, Jessie ha ido a acostar a George en su habitación y estoy echando una partida de cartas con mi hermana, mientras mis padres ven la televisión, decido hablar.

—Tengo algo que deciros.

Jessie levanta la vista de las cartas y mamá y papá la dirigen hacía mi desde el sofá.

—Me han ofrecido un trabajo...

—¿Trabajo? —pregunta papá—. ¿Qué trabajo? ¿No tienes que acabar el curso?

—El trabajo es justo para verano. Después de acabar el curso.

—¿Y de que se trata? —pregunta mamá esta vez—. ¿Podrás compaginarlo con ayudar en la panadería?

Uy, aquí ya estamos pisando terreno peligroso.

Lo próximo que diga a continuación, puede provocar una explosión.

—No... de hecho. —Carraspeo por lo nervios, buscando mi voz—. No es en... Inglaterra.

Papá bufa, como si les estuviera vacilando.

—¿A no? ¿Y dónde es entonces?

—En... —Cierro los ojos por un momento y suspiro, luego lo digo lo más rápido que puedo—. Los Ángeles, en Estados Unidos. Me han ofrecido trabajo como modelo.

Antes de ver las reacciones de ellos, centro mi atención en mi hermana, sentada frente a mi y puedo ver la expresión de sorpresa en su rostro, como la de Kelly horas antes.

—¿Es una broma? —pregunta ella moviendo los labios, pero sin emitir sonido, yo niego con la cabeza.

—Eveline, déjate de tonterías. ¿Pero qué estás diciendo?

Sabía que no iban a creer que esto fuera verdad.

—Es verdad, mamá, lo prometo. Os puedo pasar el número de teléfono de Jimmy Parker, que es el dueño de la empresa y veréis que lo que os digo es verdad.

—Mira, hija, una cosa es que te guste subir fotos creyéndote modelo a tu página de Facebook y otra muy distinta es que te vayas al otro lado del mundo. ¿Y si es mentira? ¿Y si se están quedando contigo? Eres una niña muy inocente, Eveline. Y la respuesta es no. No vas a ir a ninguna parte.

Eso hace que mi pecho se oprima, mis ojo se cristalicen y mi mente enfurezca, porque no van a negarme esto. Durante toda mi vida, he sido responsable, he sido buena hija y he hecho todo lo que ellos han querido. Pero esta vez no pienso quedarme callada.

—¡No! —exclamo en indignación y mamá me da una mirada amenazadora—. ¡No me voy a quedar aquí! ¡Estoy diciendo la verdad! Esta tarde he estado en la Agencia Fame de modelos y he hablado con el director de dicha empresa, me han tomado medidas y hecho fotos y han decidido que soy perfecta para esta campaña. ¡Podéis llamar, investigar por vuestra cuenta o lo que queráis, pero no me vais a negar esta oportunidad!

Jessie me mira más asombrada aún, ya que en esta casa, nadie tiene el valor suficiente de plantarle cara a mamá.

—Eveline... —papá comienza, pero mamá la interrumpe.

—¿Cómo estás diciendo, señorita? ¡Tú vives en esta casa y harás lo que tus padres te digan!

—¡Seréis mis padres y esta será vuestra casa, pero esto que voy a hacer no tiene nada que ver con vosotros! ¡Es mi vida y yo ya soy lo suficiente mayor, como para decidir que hacer con ella!

—No seas niñata, Eveline. Tener 18 años no te hace ser una persona adulta que cree que puede hacer lo que le da la gana.

—Tal vez no, pero si hace que este país me de la mayoría de edad. Por lo tanto, no estoy obligada a hacer lo que vosotros me ordenéis. ¡Ya soy adulta, mamá! Y esto, no me lo vas a impedir.

—¡Está bien! —Mamá se levanta del sofá—. Está bien, no te lo podré impedir, pero cuando vuelvas de ese viaje. ¡No vuelvas a esta casa!

—¡Margaret! —Papá le regaña, pero antes de que le de tiempo a decir nada más, mamá se marcha a su habitación.

Yo siento lo acelerada que está mi respiración después de haber discutido con mi madre. Y por un momento, nadie dice nada.

—¿Estás segura de que es lo que quieres hacer? —dice papá, pasado un rato.

Yo asiento con mi cabeza. —Lo estoy.

—¿Y estás segura de que todo lo que te han dicho en esa supuesta agencia, es real? 

—Me han hecho firmar un contrato. —Me encojo de hombros—. Es real, papá.

—¿Has leído el contrato? —Yo asiento de nuevo—. ¿Puedo verlo? 

Me levanto de mi silla y voy a buscar la fotocopia del contrato que me dieron esa misma tarde, luego se la paso a papá para que la lea.

—Eso ha sido muy... valiente. —dice Jessie en un susurro, mientras papá lee el contrato—. Ya sabes, lo de enfrentarte a mamá.

—No habría tenido que hacerlo, sino quisiera retenernos en esta casa para siempre.

—Así que es a eso a lo que te referías en la cena. —Ella parece entenderlo todo—. Ahora tiene sentido. 

—¿Sí, verdad? —Me río y ella conmigo.

—¿Vas ha hacerte famosa? —pregunta, aún riendo.

—Lo dudo mucho, solo voy a salir en una revista.

Pero menuda revista....

—Espero que me mandes una copia firmada desde Los Ángeles.

—Lo haré. —le guiño el ojo y ambas reímos de nuevo.

—Parece que está todo en orden. —dice papá, cuando acaba con el contrato—. Pero aún así, me gustaría llevarlo mañana al trabajo, para que lo revise un compañero que estudió derecho. ¿Te parece?

—Está bien, papá. —digo con una sonrisa—. Gracias.

Papá asiente con la cabeza y se va arriba también.

—Ya está hecho lo más difícil. —Jessie me anima—. Ahora solo queda convencer a mamá.

—Sí, eso creo... 

—Tranquila, al final no le quedará otra que aceptarlo. Como ya has dicho, eres mayor para hacer lo que te de la gana. Y cuando vuelvas de Los Ángeles dentro de unos meses... se le habrá pasado el cabreo y te dejará volver a casa, estoy segura.

Ella agarra mi mano sobre la mesa y yo sonrío antes sus palabras.

—Gracias, Jessie. No sabes lo que me anima contar con tu apoyo en esto.

—¡Como no voy a apoyarte! ¡Voy a tener una hermana modelo! ¡Qué fuerte! 

Comienzo a reírme y ambas acabamos la partida de cartas, mientras planificamos cosas que hacer juntas, antes de que acabe el curso y tenga que irme de aquí.

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