Capítulo 23. Conversaciones profundas.

Es sábado, muy temprano en la mañana y yo me despierto de lo que ha sido una noche muy intensa de la que solo he dormido dos horas, como si lo hubiera hecho durante toda la noche.

Me levanto y después de ducharme, Madison me deja algo de su ropa y Marlin una chaqueta suya muy colorida que me encanta.

—Eve —me llama Madison, tocando tras la puerta de la que ha sido mi habitación durante esta noche—, ¡el desayuno está listo!

—¡Voy! —respondo, agarrando mi teléfono y abriendo la puerta. 

—¡Buenos días, chicas! —exclama Marlin, quien ya está sentado en la mesa de la cocina comiendo un bol de cereales de colores—. ¿Sabemos algo de Kelly? —pregunta, justo cuando mi teléfono se ilumina ante un nuevo mensaje de Kelly que dice: «Eve, estoy sola, puedes volver cuando quieras».

—Dice que ya está sola —respondo yo, extrañada. Siendo ella, se me hace raro que no haya dicho nada de salir a desayunar todos juntos, siendo sábado y después de haber pasado una noche entera a solas con Zeta, motivo por el que debería de estar más que feliz.

—¿Por qué no le dices que venga a desayunar? —propone Madison—. Así nos puede contar que tal ha ido su noche loca —dice con voz perversa y los tres nos reímos.

—Sí, díselo, díselo —dice Marlin—. Que nos alegre saber que al menos a alguien le fue bien la noche.

La noche pasada, después de ver que no había forma de convencer a Marlin de volver a casa, Madison y yo nos acabamos rindiendo y decidimos seguir con la fiesta. Rato después, ella acabó ligando con un chico guapísimo, del que acabó harta al darse cuenta de que no paraba de hablar de sí mismo y de porque han fracasado todas sus relaciones pasadas.

—¿Cómo es que ninguno de los dos tenéis resaca? —pregunto yo, tomando de una taza de leche caliente.

—Yo no bebí tanto —dice Madison—. Solo... estaba agotada emocionalmente de soportar a la gente.

—Y yo nunca tengo resaca. Es un don que me ha regalado la vida.

—Eso es cierto. —Se ríe ella—. Se puede beber todo el alcohol de la ciudad, que al día siguiente siempre amanece como una rosa.

Yo río, sorprendida y agarro el móvil para decirle a Kelly que se pase a desayunar con nosotros, pero en lugar de responder lo que los tres esperábamos, ella me contesta con un mensaje que dice: «creo que prefiero quedarme aquí».

—Definitivamente, aquí está pasando algo muy extraño...  —susurro, mirando el teléfono y los dos hermanos me miran, extrañados—. Kelly dice que no viene. Es raro, ¿qué habrá pasado?

—¿Por qué tendría que pasar algo raro? —dice Madison, llevándose un cereal de color azul a la boca—. Quiero decir; tal vez solo esté tremendamente agotada. —Se ríe.

—Puede que tengas razón y a lo mejor yo soy una loca paranoica, pero... Kelly normalmente se apunta a cualquier plan por improvisado que sea y por muy cansada que esté, pero esta mañana la noto un poco rara y desanimada incluso por mensaje.

—Es cierto que puede estar algo cansada, pero ha tenido toda la noche para dormir y es extraño que siendo como es, quiera desayunar ella sola en el hotel —apunta Marlin—. Pero, ¿qué crees que ha podido pasar entonces, Eve?

—No tengo ni idea... —digo—. ¿Puede que esté enferma? No lo sé. Pero sea lo que sea, creo que lo mejor será que vaya y no la deje sola.

—Te acompañamos —dice Marlin, terminando con su cuenco de cereales.

—Está bien.

Lo tres terminamos de desayunar, recogemos la mesa y nos ponemos camino al hotel. Y una vez que llegamos y abro la puerta de la habitación, me encuentro con algo que me descoloca completamente: Kelly está metida en la cama, con las sábanas hasta arriba y parece como estuviera ¿llorando?

Oh, oh... ¿pero que demonios ha pasado aquí?

—¿Kelly? —la llamo y ella no responde, pero puedo ver como se mueve un poco bajo las sábanas. Me giro y les hago una señal a Madison y Marlin para que esperen fuera. No sé que habrá pasado aquí pero estoy segura de que Kelly no dirá nada si hay más gente delante. Ella es muy estricta respecto a sus sentimientos y no son algo de lo que le guste hablar con cualquiera—. Kelly... —repito, acercándome y sentándome en el borde de su cama—. ¿Qué pasa? ¿Por qué estás así?

Ella se levanta de forma lenta, se quita las sábanas de la cabeza y el hecho de poder ver lo enrojecidos que están sus ojos, me parte en mil pedazos el corazón porque nunca antes la había visto de esta manera.

Yo no digo nada, solo la abrazo y dejo que se desahogue, hasta que pasado un rato siento que está más calmada y es cuando aprovecho para preguntar:

—¿Qué ha pasado? —digo, apartando todo su enredado cabello de su cara.

—Ze... Zeta... —murmura ella.

—¿Qué? —pregunto, enfadada—. ¿Qué te ha hecho ese desgraciado? —digo, en tono furioso.

—Nada... solamente ser sincero.

—¿Sincero? —Ladeo la cabeza—. ¿Sincero en que sentido? ¿Es que acaso te ha rechazado de alguna forma o mala manera? ¡Porque lo mato, Kelly! —Me levanto, encabronada, llevándome las manos a la cabeza—. ¡Te juro que lo mato!

—No, no, no. —Ella toma mi brazo y tira de él para volver a sentarme en la cama.

—¿Entonces qué pasa? 

—Anoche Zeta y yo nos acostamos.

—Sí, ya sabía que lo habías traído aquí y todos imaginamos que fue con esa intención.

Ella sonríe un momento, pero luego su sonrisa se desvanece y una lágrima vuelve a salir de su mejilla.

—¿Qué ha pasado, Kelly? —insisto, completamente intrigada.

—Fue todo maravilloso, Eve. Te juro que me sentía como en un sueño. No sabes la de veces que mi mente de fan enamoradiza imaginó ese tipo de cosas con él. 

—Lo sé, lo sé... —Inevitablemente recuerdo que a pesar de intentar evitarlo, a mí también me abordan muchas veces ese tipo de sueños con Zack—. Pero si todo fue tan maravilloso y de ensueño, ¿qué es lo que te hace estar así?

—Que nunca antes me había sentido así por un chico, Eve... ¡Y ese es precisamente el problema! Yo siempre he tenido el control de mis sentimientos con absolutamente todos los chicos con los que he estado. Pero Zeta siempre fue una fantasía, alguien con quien siempre soñé y que creía inalcanzable. Y el hecho de que mis sueños se hayan vuelto reales, y que en la vida real sean mil veces mejor que en mis fantasías, le da más poder sobre mí que a cualquier otra persona. Siento que ahora él ahora puede jugar conmigo y hacerme daño cuando quiera... y eso es precisamente lo que ha pasado —confiesa, finalmente.

Yo abro los ojos por la sorpresa. No sé qué es más surreal, si que Kelly esté enamorada de Zeta y él le haya roto el corazón o el hecho de que realmente, tenga un impulso de ir a buscar a Zeta y arrancarle la cabeza del cuerpo por haberle hecho daño a mi mejor amiga.

—Espera un momento... —Pero sé que antes de matar a nadie, tengo que recoger bien toda la información—. ¿Cómo que ha jugado contigo?

—Yo pensaba que entre nosotros había algo. Creía que le gustaba como él me gusta a mí. —Kelly hace una pausa y se muerde el labio inferior en frustración—. Pero no. Anoche, después de acostarnos, se metió en el baño. Yo estaba en una nube, como te podrás imaginar. Pero después de un rato bastante largo, que a mí se me hizo eterno, salió para decirme que lo sentía.

Yo entrecierro los ojos, confusa.

—¿Que lo sentía, por qué?

—Porque no quiere una relación conmigo. Porque no quiere nada conmigo. —De un momento a otro, la voz de Kelly cambia de triste a enfurecida—. Porque a pesar de pensar que podía hacerme daño, solo he sido un juego para él porque no ha superado a la zorra de Marcy.

—¿Estás de coña? —pregunto, sorprendida. No puedo creer nada de esto—. ¿Te lo dijo con esas palabras?

—No, obviamente no me lo dijo con esas palabras. Me dijo que yo no había sido ninguna tontería, que le gusto y que le gustaría que nos siguiéramos viendo. Pero también me dijo que no podemos tener una relación porque no supera a su ex y ella no es alguien a quien le moleste precisamente tenerlo detrás como un perrito.

Yo ladeo la cabeza.

—¿Quieres decir que él no la supera y ella a él tampoco? 

—Algo así. Al parecer quedan de vez en cuando y bueno... te puedes imaginar que no logran acabar con esa maldita relación tóxica que tienen porque están enganchados el uno al otro.

—Eso es horrible —confieso, escandalizada.

—Y por eso tan horrible... yo hoy no quiero salir de la cama. Me siento tan utilizada, Eve... 

—Y yo siento mucho que el primer chico que te ha hecho sentirte de esta forma se encuentre en una situación tan jodida... —musito, abrazándola de lado—.  Estoy segura de que si Zeta no estuviera en esa posición de enganche emocional, estaría dispuesto a estar contigo por encima de todo.

—Eso no es algo que podamos saber ahora —susurra—. Para saberlo, tendríamos que acabar con esa garrapata de ex novia que tiene...

—No sé si podemos acabar con ella, pero créeme, que yo pienso ir a buscar a Zeta para dejarle las cosas bien claras. —Me levanto de la cama y decidida, agarro el teléfono para llamar a alguien.

—No, Eve —susurra ella—. ¿Qué piensas hacer?

—Vamos, vamos... cógelo.

—¿A quién estás llamando? —pregunta, preocupada.

—¿Sabes que justo en este momento estaba pensando en ti? —responde la sensual voz que contesta al teléfono.

—Zack, no puedo ponerme seria si empiezas así la conversación... —confieso, llevándome una mano a la cara.

—¿Por qué quieres ponerte seria?

—No te hagas el tonto. Estoy segura de que sabes perfectamente lo que ha pasado entre Kelly y Zeta.

—Yo, nooooo...

—¡Estoy escuchando cantar a Valeria con una guitarra sonando de fondo! Una guitarra que seguro que no estás tocando tú porque parece algo lejana y tú estás al teléfono.

Él se ríe, nervioso.

—Está aquí ¿mi hermana...? Sí, está Luna ayudándome a terminar de componer la canción...

Recuerdo que la noche anterior, él mismo me confesó algo sobre que Luna no estaba convencida de que Zack quisiera estar con Valeria. Y también sé que Luna siempre se ha comportado de forma extraña las veces que la he visto con Valeria delante, como si no terminara de caerle del todo bien. Por eso me cuesta creer que sea ella la que está ahí cantando y tocando con ellos.

—Zack no me mientas, por favor —le suplico en un susurro—. Puedo sentir lo nervioso que estás.

Le escucho suspirar y después de unos segundos, vuelve a hablar.

—Está bien, tienes razón —confiesa, al fin—. Zeta está aquí y me lo ha contado todo.

—Genial. Voy para allá —digo, decidida y antes de que él o Kelly (quien me está mirando asustada) puedan protestar, cuelgo el teléfono.

—¿Qué piensas hacer? —pregunta ella.

—Dejar las cosas claras.

Abro la puerta y nada más ver a Kelly, Madison se acerca a abrazarla.

—No sé que ha pasado pero estamos contigo —dice ella.

—Chicos, voy a salir, ¿os quedáis vosotros con ella?

—Sin ningún problema, señorita —asiente Marlin.

—Yo voy a bajar a comprar chocolate, helado y mucho dulce. ¿Os parece bien maratón de películas románticas para llorar?

—¿Bromeas? Claro que me parece bien. Es lo único que necesito ahora mismo.

—Yo no le diré que no a un plan de películas para sufrir —Se apunta también Marlin.

—Está bien, pues a disfrutar del sufrimiento. Yo tengo cosas que hacer.

Salgo por la puerta junto a Madison que va camino a la tienda de la esquina.

—Eve, ¿puedo preguntar a dónde vas? —me dice, una vez que nos encontramos en el ascensor.

—Voy a casa de Zack. Zeta está allí y todavía estoy dudando en si debería montar o no un escándalo.

—En otras circunstancias no te aconsejaría que vayas a casa de tu príncipe encantador a montarle un escándalo a su mejor amigo, pero teniendo en cuenta que ese mejor amigo le ha debido hacer algo muy jodido a tu mejor amiga, no seré yo quien te impida hacerlo.

—¿Príncipe? —pregunto yo en una risa—. ¿Encantador?

—Sí, ya sabes. El príncipe azul, tu media naranja, tu otra mitad...

—Madison... ah, Dios, creo que tengo mucho que contaros. Ni si quiera le he contado a Kelly lo de anoche. —Me llevo una mano a la cara.

—¿Anoche? ¡¿Qué pasó anoche?! 

—Nada, na...

—Oh, ¿cómo que nada?

Cuando salimos del ascensor, Madison me arrastra fuera del hotel.

—Yo misma te llevaré a casa de Zack, creo que tienes cosas que contarme. 

Y efectivamente , Madison acaba siendo la encargada de llevarme a casa de Zack, mientras yo le cuento por el camino todo la locura transcurrida el día anterior. Ella está boquiabierta y no dice nada.

«Simplemente no sé que decir. Estoy alucinando» es lo único que sale de su boca.

—Con que no le comentes nada a Kelly, todo estará bien. Me gustaría poder comentarselo yo misma cuando se encuentre mejor.

—No tienes que preocuparte por eso. Mis labios están sellados. —Hace el gesto de cerrar su boca con cremallera y yo me río.

—Gracias —digo y ella hace como si no pudiera hablar, haciéndome reír.

Madison aparca en la puerta del enorme edificio, me dice que piensa acercarse a una tienda cercana a comprar un gran pastel de tiramisú que probablemente les alegre a Kelly y a Marlin el día y también el resto del año. Nos despedimos y yo me adentro en el edificio y cojo el ascensor hasta el último piso, y una vez ahí, lo primero que veo es a Zack en la terraza. Él está sentado en una silla con su espalda sobre el respaldo, su cabeza hacia atrás y sus piernas sobre la baja mesa delante de él. Tiene los ojos cerrados y una guitarra sobre su regazo. Electra está tumbada en el suelo justo a su lado hecha una bolita, también con los ojos cerrados y el cabello negro de ambos resplandece bajo la luz del sol.

Zack se sobresalta ante el sonido de mi voz.

—Así que así es como terminas de componer las canciones... —bromeo.

Él se recompone en la silla y se ríe. Electra se levanta y coloca sus patitas delanteras sobre mi pierna. Yo, llena de ternura, le acaricio la cabeza con cariño.

—Estaba... 

—¿Estabas? —Me río.

—Te estaba esperando —dice con una sonrisa.

Eso sí me lo creo porque su voz no ha sonado como una excusa.

Zack se pone de pie, soltando la guitarra sobre la silla. Es tan alto que a veces todavía me sorprendo. Él se inclina y deja un beso rápido y suave sobre mis labios que hace a mis piernas tambalearse un poco.

—Eres muy descarado. No deberíamos hacer esto —susurro, muy cerca de su cara. La puerta de la casa está abierta y puedo escuchar como Zeta y Valeria se ríen, cantan y tocan la guitarra—. Valeria puede salir en cualquier momento —digo, agarrando su mano sobre mi mejilla para apartarla y alejarme de él.

—Lo siento, yo tampoco puedo controlarme. —Se ríe y yo tuerzo los labios.

Veo sobre la mesa el mismo cenicero del día anterior, pero esta vez, está lleno de colillas de cigarro y frunzo el ceño, señalándolo.

—Pensaba que solo fumabas una vez al año.

—Oh, eso no es mío. Es de Zeta. Está muy nervioso con todo lo que ha pasado con Kelly.

—¿Dónde está? —pregunto.

Zack señala la puerta de la casa.

—¿Qué piensas hacer?

—No sé si darle un guantazo o lanzarle una de tus pelotas de baloncesto a la cabeza.

Zack niega con la cabeza y se ríe.

—Tranquila, pequeña fiera. Mi colección de pelotas de baloncesto vale más que la cabeza de Zeta.

—¿Estás completamente seguro de eso?

Él parece pensar por un momento.

—A decir verdad, no lo sé. Ahora que es una estrella del pop-rock, cualquier parte de su cuerpo podría valer millones.

—Eso ha sonado un poco siniestro.

—Lo sé. Y ahora me da miedo pensar que cualquier parte de mi cuerpo también podría valer millones... —dice como si sonara traumatizado.

—No creo que nadie vaya a venir a matarte de todos modos.

Zack suelta una carcajada.

—Sin embargo, tú has venido a acabar con Zeta.

—¡Eve! —exclama Valeria, quien aparece a través de la puerta de la casa—. ¿Cómo te encuentras?

—¿Yo? —pregunto, extrañada—. Bien... supongo.

—Zack me dijo que ayer te fuiste porque te empezaste a encontrar mal. Le he dicho hace un momento que te llamara para preguntar como estabas, pero veo que estás como una rosa. Me alegra que estés aquí.

—Ah... —Miro a Zack y la expresión en su cara me confirma que es la excusa que le dio a Valeria cuando me fui—. Sí, ciertamente estoy muchísimo mejor. Muchas gracias por preocuparte tanto, querida... 

—¿Quieres una taza de café? ¿Té? ¿Refresco? ¿Agua?

—No, gracias. De hecho creo que me iré en un momento. Solo he venido a ver a Zeta.

—¿A Zeta? —pregunta—. Está dentro, puedes pasar a verlo.

Ella vuelve dentro de la casa y yo la sigo.

—Por favor, solo intenta no matarlo —bromea Zack—, aunque su cabeza valga millones.

—¿Qué dice este de los millones? —pregunta Valeria cuando entramos en la casa.

—Nada, es una tontería.

—Val, ¿qué te parece si cambiamos el «ahora estoy mejor sin ti», por un «ahora estoy mejor sin todo ese falso amor»? —le pregunta Zeta, tocando el piano—. Oh, ¿Eve? —dice cuando me ve.

—Me parece estupendo. Desde luego suena mucho mejor. Gracias por ayudarme con esta canción, Zeta.

—No hay de qué. ¿Qué sería de los amigos si no nos ayudáramos entre sí?

—Tienes toda la razón. —Sonríe Valeria y me mira—. Por cierto, Eve ha venido a verte.

—¿A verme? —Su voz suena asustada—. ¿A mí? —Él traga, nervioso.

—Tranquilo, se me ha ido pasando el cabreo con el transcurso de los acontecimientos.

Y sobretodo por el beso de Zack, el cual ha conseguido calmar toda mi furia interna.

—Solo quiero hablar.

—Hablemos entonces —dice él, haciéndome una señal para que me siente en la silla del piano a su lado.

—¿Seguro que no queréis tomar nada? —dice Valeria—. Voy a hacer té con pastas, por si se os apetece más tarde.

—Gracias, Valeria —digo y ella sonríe, antes de salir de la sala.

—Con lo encantadora que es, no entiendo como le cae tan mal a Luna —deja caer Zeta, de la nada, captando toda mi atención. Yo giro el cuello para mirarlo.

—¿Le cae mal a Luna?

Cuando le pregunté a Zack el día de los recreativos, simplemente me dijo que no terminaban de entenderse, pero no que su novia le cayera mal a su hermana.

—Nunca lo ha confesado abiertamente, al menos a mí, pero todos sabemos que hay algo en Valeria que no le gusta.

—Dicen que el instinto femenino nunca falla... —murmuro yo, más bien para mí misma.

Y si a Luna no le termina de gustar Valeria, será por algo.

—Querías hablarme de Kelly, ¿no es así? —Zeta dice, yendo directamente al grano.

—¿De qué otra cosa iba a ser?

—Lo siento, Eve. Yo... lo siento.

—Ella nunca había sentido algo tan fuerte por nadie, ¿sabes? 

—No lo sabía —susurra con la cabeza gacha—. A mí me gustaría poder ofrecerle algo más. Pero no puedo. Simplemente no puedo. Pero te juro que lo último que quería era hacerle daño.

—¿Entonces por qué has jugado con ella de esa manera?

—No sabía que las cosas acabarían así. Pensaba que los dos queríamos divertirnos sin más. Creía que ella también tenía una especie de tonteo con el chico de cabello morado.

—Con Marlin. —Bufo—. Eso ya pasó y fue cosa de una noche. A Marlin le gusta alguien más y a ella le gustas tú. 

—Y a mí me gusta ella. Me gusta muchísimo. Pero no puedo prometerle nada cuando Marcy está... tan cerca.

—¡Está cerca porque tú se lo permites!

—No puedo alejarme de ella tan fácilmente. Ha sido mi novia durante mucho tiempo.

—Tú lo has dicho, Zeta. «Lo ha sido». Ya no lo es. Ahora es el pasado. 

Él niega con su cabeza.

—No es el pasado. Ella está ahí y hasta que no salga de mi vida, yo...

—No sé si lo sabes, pero todo es cuestión de voluntad. Tú eres quien tiene que agarrar las riendas de tu vida y darte cuenta de que lo tóxico solo trae problemas. Tienes que mirar atrás y ver por qué esa relación quedó en el pasado. Y tienes que mirar al presente, y ahí es donde se encuentra Kelly.

—No sé si ella querrá seguir en mi presente después de esto. Anoche me echó muy enfadada.

—Si quieres que Kelly se arriesgue con alguien por primera vez en su vida, tú tienes que tener la fuerza suficiente para arriesgarte con ella, afrontando el miedo a que no salga bien, pero con la energía de saber que este puede ser el impulso que necesitas para superar a los fantasmas del pasado.

Zeta no dice nada, solo se queda pensativo. Y yo me levanto del asiento del piano, dispuesta a salir de allí. No sé si mi conversación con Zeta servirá de algo, pero al menos, espero haber dejado las cosas lo suficientemente claras como para hacerle pensar.

—Eve —me llama él, cuando estoy cerca de la puerta—. Gracias. Ahora entiendo porque Zack se ha fijado en ti.

Eso me hace girarme.

—¿Cómo?

—No te hagas la tonta conmigo. Lo sé todo. Soy el mejor amigo, ¿recuerdas?

—Oh, ya... Sí... Creo que me tengo que ir —digo nerviosa, señalando la salida.

Y una vez salgo de ahí, me tropiezo con Zack, de nuevo, justo al lado de la puerta. Le miro con el ceño fruncido y pregunto:

—¿Has estado escuchando?

Él se encoge de hombros y sonríe.

—Eres increíble, ¿lo sabes?

Yo siento mis mejillas sonrojarse por el calor. 

—Tus pelotas de baloncesto están a salvo y la cabeza de Zeta también —le guiño un ojo y me acerco corriendo al ascensor, dispuesta a salir de allí antes de que Valeria me secuestre para obligarme a tomar el té con pastas con ellos. No sé si sería capaz de soportar tomar el té con tanto calor y mucho menos a estas horas del medio día.

—¡Definitivamente eres increíble, Eveline Harvey! —exclama él, antes de que las puertas del ascensor se cierren y lo último que vea sea su brillante sonrisa.

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