Capítulo 21. ¿Qué acaba de pasar?

—¿Tú estás completamente segura de esto, Eve? —pregunta Kelly, esperándome de brazos cruzados en la entrada del cuarto de baño una vez que salgo de este. Ella lleva el conjunto de top y pantalón de campana a juego de estampados marmolados de tonos azules que Madison le ha regalado. Y yo salgo dispuesta a ponerme el mío que es exactamente igual pero con tonos anaranjados. 

—Para nada —respondo en un suspiro—. Pero ¿qué voy a hacer?

—Pues no ir, Eve —dice ella—. No estás obligada a comer con ellos si te vas a sentir incómoda. Yo puedo llamar a Zack con tu teléfono. Decirle que te has puesto enferma y que no puedes ir.

—Demasiada casualidad, ¿no crees? —pregunto, agarrando el conjunto de Madison de la caja que hay encima de mi cama.

—¿Y a quién le importa?

—A mí me importa. No quiero quedar mal delante de Zack. Ya le dije que sí iba a ir.

—Estoy segura de que Zack entenderá perfectamente que no quieras ir a esa comida. Tengo que decirte que no me extrañó que Zeta me llamara ayer para preguntar que tipo de comida te gusta. En cuanto lo hizo, supe que tenía que ver con Zack e imaginé que lo que quería, era sorprenderte.

—Él siempre lo hace, Kelly. Zack no para de hacer cosas que desestabilizan mis emociones, descuadran mis expectativas y aceleran el ritmo de mi corazón...

—¿Y sabes por qué te pasa todo eso? 

Me encojo de hombros, indiferente.

—Me lo puedo imaginar.

Hago como si no me importara lo más mínimo, pero eso a Kelly le da igual.

—Porque estás igual de convencida que yo de que Zack siente algo por ti. Pero no quieres aceptarlo. Tal vez por Adam. O porque te da pena Valeria. O simplemente porque no quieres hacerte ilusiones y luego salir herida.

O por las tres cosas...

Porque el hecho de que Zack pueda sentir o no algo por mí, no quiere decir que vaya a dejar a Valeria. Al igual que yo en unos meses tendré que volver a Rye y continuar mi relación con Adam como si nada de esto estuviera pasando.

—¿Sabes? —musito, pensativa—. Esta comida me tiene más nerviosa por Valeria que por Zack —confieso.

—Es normal. A Zack ya debes de estar acostumbrada. Pero Valeria... probablemente haya decidido invitarte a comer a su casa para ver si eres la típica zorra que va detrás de su novio famoso. Aunque ni eres una zorra, ni vas detrás de su novio famoso. Más bien, es él quien va detrás de ti.

Al escuchar eso, mi corazón se acelera. Y me doy cuenta de que Kelly tiene razón. Mis emociones se descontrolan solo de imaginar que Zack pueda sentir algo por mí, aunque no quiero hacerme ilusiones.

—O tal vez solo quiera conocer a la nueva amiga de su novio.

Para asegurarse de que no haya nada entre ellos...

 Acabo la frase en mi mente porque no quiero darle más la razón a Kelly aunque sé que la tiene en todo lo que dice.

—Lo que quieras. Entiendo que quieres pensar que esa comida va a salir de maravilla y te confieso que yo también. Pase lo que pase estaré aquí para apoyarte. —Kelly me ofrece su puño y yo lo choco con el mío—. Y... si al final resulta que Valeria acaba siendo la típica perra malvada que solo quiere marcar territorio y te acaba tratando como la mierda, ten en cuenta que me importará bien poco que no pueda defenderse con su brazo roto, porque igualmente iré a por ella sin dudarlo ni un segundo. 

Yo me echo a reír.

—Está bien, está bien. Supongo que no podré controlarte en caso de que eso llegue a pasar.

—Dalo por hecho. —Ella guiña un ojo y me mira mientras acabo de ponerme los zapatos—. ¿Has terminado ya de vestirte? ¡Dios! ¡Adoro como te queda! El naranja te sienta de maravilla. Ahora vamos a maquillarte—. Me agarra de las muñecas para levantarme de mi asiento sobre la cama y me lleva de nuevo al cuarto de baño para poner en acción sus técnicas de maquillaje.

Cuando Kelly acaba de maquillarme, cojo un autobús que me deja bastante cerca del apartamento dúplex de la feliz pareja que ha decidido invitarme tan amablemente a comer a su casa. Y cuando el «dim, dim, dim» del timbre de la puerta llena mis oídos, los nervios me recorren y comienzo a preguntarme a mí misma si esto realmente ha sido una buena idea.

A lo mejor debería de haber dejado que Kelly llamara a Zack para decirle que estoy enferma. Así todo habría sido mucho más fácil...

La puerta se abre de un momento a otro. Y el iluminado rostro de Valeria se tuerce en una sonrisa cuando me ve. 

—¡Hola, querida! —exclama—. ¿Cómo estás? ¿Te ha costado mucho llegar hasta aquí? Te daría un abrazo, pero... —Hace un gesto para señalar su brazo en cabestrillo y luego suspira.

«¿Es ella realmente así de agradable con todo el mundo?» —me pregunto a mí misma, como si por arte de magia fuera a obtener la respuesta.

—Oh, por favor, no te preocupes. 

—Pasa, pasa —Me hace una señal con su otra mano para que entre y se hace un lado para dejarme espacio.

—Gracias. ¿Cómo llevas eso? —le pregunto, refiriéndome a su brazo y hombro—. Veo que no lo llevas vendado. Eso es bueno, ¿no?

—Bueno... si te soy sincera prefiero tenerlo vendado el tiempo que haga falta a tener que hacer la maldita rehabilitación todos los días. Lo estoy pasando realmente mal con eso. No imaginaba que fuera a doler tanto.

—Lo siento mucho... —susurro, rechinando.

—Supongo que es mi culpa, por no mirar bien por donde voy.

—Te he dicho mil veces que no patines por la noche. Pero te gusta mucho eso de no hacerme caso —dice Zack, apareciendo detrás de mí y haciéndome dar un bote por la sorpresa.

Valeria le mira, arqueando una ceja.

—Y yo te he dicho mil veces que dejes de usar ropa tan oscura para todo.

«Vaya... la primera en la frente», —pienso, sorprendida—, «no pensaba que la primera puya de ambos iba a ser nada más llegar. ¿Y qué pasa con esa relación tan idílica de las redes sociales en la que parecen estar tan enamorados?»

—¡Es distinto! —dice Zack—. Yo me estoy preocupando por ti. Sin embargo, tú quieres cambiar mi estilo. Y sabes que mi estilo es impecable e insuperable —bromea y yo no puedo evitar reír, aunque estoy un poco nerviosa.

Valeria rueda los ojos.

—Bien, lo que tú digas. Ahora dime ¿qué vamos a comer?

—¿Has hecho tú la comida? —le pregunto a Zack.

—¿Yo? —Él se señala a sí mismo, sorprendido—. Oh, no. Hacer de comer no es lo mío. La última vez que intenté hacer una tortilla, acabé quemando la sartén.

—Y por desgracia no es ninguna broma —suelta Valeria—. Y lo peor es que a mí tampoco se me da de maravilla. Por eso normalmente no comemos aquí.

Eso tiene mucho sentido...

—¿Entonces...

—Entonces voy a pedir pizzas. ¿Cuál es tu pizza favorita, Eve?

—¿La mía? Eh... 

Vamos, Eve, ¿cómo es que de repente no recuerdas tu pizza favorita? 

—La carbonara... creo.

¿O era la hawaiana?

—Estupendo. —Zack da una palmada—. Entonces una pizza carbonara, una barbacoa y una hawaiana.

—¿Hawaiana? —pregunto, extrañada. 

—Sí, me declaro culpable de ser la rara a la que le gusta la pizza con piña —dice Valeria y levanta su mano libre.

Yo me río.

—No, para nada. A mí también me gusta, pero...

—Ohh. —Zack se lleva una mano al pecho de forma dramática—. ¿Es que acaso te daba vergüenza reconocer que también te gusta esa pizza aberrante? Porque si es así, no me extraña nada. —Suelta una carcajada y Valeria le lanza un cojín.

—¡Ve ya a pedir las pizzas, por favor!

Ella me mira y las dos nos reímos.

Al final va a resultar que tenemos más cosas en común de las que creía.

Zack pide las pizzas y mientras llegan, Valeria me enseña la casa. No me había fijado la última vez en las increíbles vistas que tienen y es que, desde su terraza se ve toda la ciudad de una forma maravillosa e incluso si miras a un lado, puede verse el conocido monte con las letras de «Hollywood».

La verdad es que no pensaba que fuera a llevarme tan bien con Valeria. A pesar de que cuando me la imagino con Zack en mi mente no puedo evitar odiarla de forma irremediable, cuando estoy con ella en persona y me demuestra como es, todo parece cambiar. Ella parece una buena persona. Aunque no dejo de darle vueltas a la frase que Zack soltó el día anterior.

«Ella no desaprovecha la oportunidad para hacer amigos nuevos, ni la de intentar quedar bien con todo el mundo».

¿Y si todo esto solo es un papel que ella hace para intentar quedar bien con todo el mundo? Aunque bueno, en caso de que lo sea, ¿debería de tener algo de malo? 

Las pizzas llegan y Zack paga y va a recogerlas. Mientras Valeria me enseñaba la casa, él aprovechó para poner un paño en la mesa y colocar servilletas, vasos y bebidas. Deja los cartones de pizza sobre la misma mesa y los tres nos sentamos a comer.

—Bueno, Eve —comienza Valeria—. ¿Y qué tal vas en el amor? ¿Tienes novio, novia o al menos a alguien especial?

Yo siento que me atraganto.

Al final Kelly va a tener razón.

—Prometido —respondo—. Estoy prometida con mi novio; Adam.

—¿Prometida? —pregunta ella, sorprendida. Mira a Zack y él asiente.

—Es una chica madura.

—¿Pero cómo? ¿Pero cuántos años tienes? 

—Tengo 18 desde hace unos pocos meses.

—Ya veo que eres una persona que tiene las cosas bien claras. —Mira de nuevo a Zack y él aparta la mirada—. A mí también me gustaría casarme algún día... —Suspira.

—Bueno, yo... no sé si lo tengo muy claro, la verdad. Creo que fue un arrebato un poco loco. Mi novio se agobio con todo el asunto de que iba a venirme aquí un tiempo y... —Esta vez es mi turno de suspirar—. Todo se aclarará cuando vuelva a casa. —Asiento con mi cabeza, intentando convencerme a mí misma de que será así. 

Los tres seguimos hablando un rato. Luego Zack me enseña a jugar algunos juegos de la Play Station y Valeria algunas canciones que ella misma ha escrito, pero que según ella, jamás saldrán a la luz porque solo son sus pensamientos y sensaciones plasmados sobre el papel. Dice que desde que dejó el teatro, su música se la guarda para ella misma.

—¿No has pensado en volver al teatro?

—¿Te puedo confesar un secreto? —dice en un susurro y yo asiento.

—Por supuesto.

—Estoy pensando en una nueva obra de teatro musical. Pero es un trabajo complicado de organizar. Obviamente cuento con todos mis amigos y compañeros. Y sé que si vuelvo a ello, estará ahí para unirse al equipo. Pero todavía tengo que pensarlo.

—¿Y cómo es que dejaste de hacerlo si es lo que te gusta? 

—El presupuesto no era el mejor. Mi padrastro quería ayudarme con ello, pero aunque sé que él jamás me pediría nada, no quiero sentir que le debo nada a nadie.

Yo no digo nada, solo tuerzo los labios y suspiro. Valeria agarra el papel que hasta entonces yo solstenía entre mis manos y lo guarda en una carpeta.

—¿Quieres una limonada bien fresquita? —dice con una sonrisa.

Asiento.

—Está bien.

—De acuerdo. Yo misma la prepararé en un momento.

—¿Necesitas ayuda? Tal vez será mejor que no muevas mucho ese brazo.

—Al contrario. El médico me dice que tengo que tenerlo en movimiento de vez en cuando. Forma parte de la rehabilitación. Mejor sal a la terraza con Zack y esperadme ahí.

Veo como ella se marcha hasta entrar en la cocina y me dirijo hasta la terraza, donde Zack está sentado en una silla tocando guitarra con un cigarrillo en los labios.

—No sabía que fumabas —digo, acercándome a él.

Zack expulsa el humo y me mira.

—Solo una vez al año. —Apaga el cigarrillo sobre un cenicero que hay en una pequeña mesa delante suya y suelta la guitarra encima de otra silla—. ¿Has visto las vistas a la ciudad?

—Valeria me las ha enseñado.

—Ya me lo imaginaba. Pero yo puedo enseñartelas mucho mejor. —Se ríe y yo frunzo el ceño.

—¿A qué te refieres?

—¿Le tienes miedo a las alturas?

—¿Depende? ¿Qué piensas...

Mi corazón se para sobre mi pecho cuando veo como Zack se levanta y pasa una pierna por encima de la barandilla que separa la terraza del ¿vacío?

—¡Zack! ¡¿Qué haces?!

Pero él cae al otro lado y su altura sigue siendo exactamente la misma. O tal vez solo unos centímetros más bajo que antes.

—¿Pero qué?

Me asomo al otro lado y puedo ver como él está sobre una especie de escalón bastante amplio.

—Tranquila. Suelo pasar aquí bastante a menudo. Se puede decir que esto es el techo de la terraza de la casa de abajo. ¿Me concedes el placer de acompañarme? —Zack me extiende su mano, pero yo vacilo—. Vamos, no te va a pasar nada.

—¿Cómo estás tan seguro? —pregunto, algo aterrorizada.

—Porque yo he hecho esto muchísimas veces. Y porque estoy aquí, contigo. 

Mi corazón se acelera de nuevo.

—Jamás pensé que mi forma de morir en esta vida fuera cayendo del bloque más alto de Los Ángeles con Zack Valley —confieso, en una risa nerviosa.

Él se ríe también.

—No vas a morir, Eve.

—Si tu lo dices... te creo.

Tomo una respiración profunda y cierro los ojos. Luego, intentando no mirar mucho hacia abajo, paso una pierna por encima de la barandilla. Zack me ayuda, pasando su mano por mi cintura y cadera para ayudarme a caer, pero eso solo me hace estremecer, porque cuando caigo al otro lado, sus dos manos están sobre mi cintura y sus ojos sobre los míos. Estamos demasiado cerca y yo solo quiero gritar y no sé si es de la emoción o por el terror de la situación.

—Eve... —susurra él y pasa mi pelo por detrás de mi oreja.

—Dime —respondo, mirándole.

—Estaba... estaba practicando la canción con la guitarra.

—Ah, ¿sí? —Estoy hablando en susurros, al igual que él. Los dos parecemos atontados de repente.

—Aja... —responde suavemente.

—Y... ¿puedes enseñarme cómo va?

Él se ríe y niega con la cabeza.

—¿Por qué no? —susurro a modo de queja y hago puchero.

—No, hasta que no esté terminada.

—Creo recordar que la última vez tampoco estaba terminada.

—Pero la última vez me estabas ayudando.

—Por eso mismo creo que merezco un pequeño adelanto.

—¿Se supone que esto es una negociación?

Yo niego con la cabeza y me río. Me doy cuenta de que seguimos en la misma posición. No nos hemos movido ni un milímetro desde que salté al otro lado de la terraza y sus manos sobre mi cintura hacen que me tiemblen el pulso y las piernas. Y este no es el mejor lugar para que eso pase. 

—Creo que deberíamos volver al otro lado. Ya... ya ha sido suficiente.

—Eve... —se queja él cuando me separo e intento saltar de nuevo dentro.

—¿Me ayudar por favor? 

—Espera, creo que es mejor que salte yo primero.

Una vez más, Zack pasa al lado de la casa y luego me ayuda. Solo que esta vez mi vista se dirige de forma inconsciente hacia abajo y eso hace que me pongo nerviosa. Suelto un pequeño grito ahogado y cierro los ojos, dejando caer todo mi peso encima de Zack y haciendo que él caiga de espaldas al suelo conmigo encima de él. La situación ha sido extraña, y aunque estoy muerta de miedo, Zack se empieza a reír y su risa es contagiosa.

Los dos nos estamos riendo a carcajadas mientras nos miramos. Mi pelo cae a ambos lados de su cara. Y después de unos minutos, él deja de reír de forma progresiva y se me queda mirando fijamente, como si estuviera hipnotizado. Yo sé que probablemente estoy haciendo exactamente lo mismo y no soy consciente de lo cerca que estamos, pero sí de las ganas que tengo de besarle. Tal vez sea una locura y no tengo ningún derecho de hacerlo, pero las ganas son extremas, la tentación está demasiado cerca y el impulso es incontrolable.

Y dos segundos más tarde, me inclino sobre él y mis labios caen sobre los suyos en un beso inevitable, lleno de pasión y fascinación. Mis labios y los suyos se mueven tímidamente al principio, pero poco después el ritmo cambia y es como si ya se conocieran.

«En mis sueños se conocen de hace tiempo», pienso.

Zack toma mi cara entre sus manos y mi alma se pierde entre sus labios. Simplemente no puedo creer que esto esté pasando y todo el resto de mi cuerpo está paralizado por las mariposas, las emociones descontroladas y la magnifica sensación de saber que estoy viviendo un sueño.

Y cuando soy consciente de lo que estoy haciendo y mi cabeza vuelve a la realidad, me separo rápidamente de él.

¿Qué has hecho, Eve?

«Le has puesto los cuernos a Adam. Eso has hecho», me respondo a mí misma, sin poder creer lo que ha pasado. «Y has besado en su propia casa al novio de la chica que está dentro preocupándose de que te sientas a gusto en su hogar».

—¿Eve? —me llama Zack, quien todavía tiene su mano sobre mi mejilla y me está mirando con preocupación.

—Yo... —murmuro, con el corazón hecho un lío.

¿Y si le he hecho sentir incómodo? 

Sería lo más normal del mundo, teniendo en cuenta que le he besado sin ningún motivo y con su novia dentro de la casa...

—Yo... —Me levanto rápidamente del suelo y agarro mi bolso de la mesa de la terraza—. Tengo que irme —digo en un susurro.

Zack se levanta también en cuestión de un segundo y toma mi muñeca con delicadeza.

—Espera.

—No —me suelto de su agarre—. Me tengo que ir.

Salgo de la terraza y estoy a punto de tropezar con Valeria, que se dirigía justo a la terraza con una bandeja de vasos de limonada recién exprimida con cubitos de hielo.

—Oh, ¿dónde vas, querida?

—Yo, eh... tengo que irme.

—¿No te quedas a tomar un refresco al sol?

—No... no puedo. —digo pasando por su lado—. Lo siento

No sé ni como soy capaz de hablar con ella después de lo que he hecho.

—¡Eve, espera! —Escucho decir a Zack, pero antes de que él pueda volver a hablar, yo llego a la puerta y salgo de allí.

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