Capítulo 14. Día de recreativos.

—¿Qué te trae por aquí? —pregunta él con una sonrisa—. ¿Es que eres modelo?

—Yo... —No sé que responder, porque no quiero darle mucha importancia al asunto ni tampoco pretendo que él se la de. Por eso no le conté nada cuando fuimos a tomar café—. Algo así...

—¿Algo así? —Zack se ríe—. Así que sí; eres modelo.

Él ya lo ha descubierto, así que asiento con la cabeza.

Y eso me recuerda a lo que me dijo la última vez. Eso de que «si yo no quería contarle nada, lo descubriría él por sus propios medios». A decir verdad me resulta igual de irónico que casual.

—Me gustan tus rizos. Te queda bien el pelo así —dice con una sonrisa de boca cerrada y yo, con un ataque en mi pecho y el ardor de mis mejillas sonrosadas haciendo revolotear mariposas en mi estómago, me fijo en sus labios. Oh, Dios, sus labios. ¿Alguna vez he visto otros igual de perfectos?

¡Cállate, cállate! ¡Y céntrate!

—Muchas gracias —sonrío, nerviosa—. ¿Y... —En contra de todos los sentimientos extraños e inesperados que me han abordado de un momento a otro, intento parecer calmada y preguntar—: ¿Y a vosotros que os ha traído por aquí?

—Oh, pues verás: el mes que viene ¡The Last Wish cumple 5 años! —dice con falsa emoción en su voz y luego se ríe, negando con la cabeza.

—Sí... —Me río con él—. Lo sé. Es el mismo día de tu cumpleaños, ¿verdad?

—¡Exacto! —sonríe abiertamente—. Y pues... —suspira—, Valeria cree que es buena idea promocionar los cinco años del grupo.

Ah, ya, Valeria la mánager.

Valeria Norton parece que no tiene suficiente con ser la preciosa y adorada novia de Zack, que necesita ganar más protagonismo siendo la mánager del grupo.

¡Basta, Eve! ¿De dónde sale todo este rencor repentino? ¡Si incluso la sigues en Instagram!

—Así que hoy ha sido la primera sesión de fotos de unas cuentas más que aún nos esperan.

—Entonces... ¿nos veremos por aquí más a menudo? —pregunto con cierta emoción inevitable en mi voz.

—Eso creo. —Zack asiente, sonriendo y encogiéndose de hombros.

—Pero... —Me quedo mirándole pensativa, con los labios torcidos—.  No sé porqué me da la sensación de que esto no te hace mucha ilusión.

Él se ríe.

—No me gusta mucho ser el centro de atención. Ni tampoco hacerme fotos. —susurra la última frase, tratando de bromear con cara de incomodidad. Yo me río—. Pero es lo que toca. La fama a veces es dura. Ya te darás cuenta.

—Uhm... no. Ser famosa no es algo que entre en mis planes.

—Oh, bueno, ya verás lo que pasa cuando comiences a salir en las revistas y la gente te empiece a reconocer por tu trabajo, los seguidores empieces a subir... 

—No, en serio. No creo que la fama sea algo que yo necesite. Vengo de un pueblo humilde y pretendo volver allí cuando la campaña acabe. Solo hago esto por diversión y porque me gusta. También para salir de mi zona de confort y experimentar cosas nuevas. Pero el hecho de acabar aquí fue todo fruto de la suerte y las causalidades. 

—Es una reflexión muy madura por tu parte —asiente—. Pero créeme que como des el golpe de fama, nadie te podrá librar de eso —Me guiña el ojo y se ríe.

—¡Zack! —Escucho como la voz de Zeta llama a su amigo. Y a través de la cristalera transparente de la cafetería, observo como es en ese preciso instante, cuando Kelly se da cuenta de la presencia de ellos en el lugar y comienza a gritar como las locas.

—¡AHHHHHHHHH! —Mira a Madison y luego a Hunter—. ¡¿Cuánto tiempo llevan aquí?! ¡¿Por qué no me habéis avisado?!

—Kelly... —susurro, llevándome una mano a la cara.

—Así que ella es la famosa Kelly.

Yo me río, nerviosa.

—La misma...

Zack asiente, riéndose.

—Deberíamos entrar.

—Por favor.

Entramos en la cafetería y Kelly me mira boquiabierta.

—Pero... pero... —balbucea ella al verme aparecer con Zack.

—Kelly, ¿verdad? —Zack se acerca sonriente y extiende su mano.

Kelly respira hacia dentro profundamente, pero no suelta el aire, es como si se hubiera perdido por alguna parte dentro de su pecho. Y sus ojos, abiertos como platos, miran a Zack como si hubiera visto un fantasma

—Zack acaba de decir mi nombre... —dice en un tono casi inaudible. Luego mira a Madison y agarra por fin la mano de Zack. Su rostro cambia y comienza a llorar—. Zack Valley sabe mi nombre. Eve, ¡gracias por hablarle de mí! —Se levanta y llorando se acerca a él—. ¿Te puedo dar una abrazo? 

Él asiente, sonriente y extiende sus brazos. Es entonces cuando me doy cuenta de que ni si quiera yo (que he tomado café con él y hemos intercambiado más de un par de palabras) he llegado tan lejos.

Zack se gira hacia sus compañeros de grupo y nos presenta. Kelly aún sigue enganchada a él, sin soltar sus manos de al rededor de su abdomen, por lo que él la sigue abrazando de lado.

—Chicos, ellas son Eve y Kelly. Son las chicas que estaban el otro día en el Moonligh.

—Ah, ya. —Zeta ladea la cabeza—. ¿Tú fuiste la que se desmayó? —me pregunta.

—Sí... desgraciadamente y todavía me arrepiento del numerito —respondo, avergonzada.

—No fue ningún numerito, tranquila —dice Luna—. Nos sorprende mucho, pero no es la primera vez que a alguien le pasa... ¡Por cierto! —Luna se levanta—. ¡Encantada de conoceros, chicas! —Yo sonrío entre emocionada y nerviosa cuando Luna me abraza. Luego se acerca a Kelly, que se desengancha de Zack para pasar a abrazar a su hermana sin dejar de llorar.

Me giro para mirar a Hunter y Madison, porque no quiero que piensen que los hemos dejado de lado ni nada por el estilo. Pero Madison no es gran fan de ellos, por lo que veo como simplemente está hablando tranquilamente con Hunter y eso me relaja.

—Encantada de conoceros, bonitas. —Michelle se levanta también y es la siguiente en abrazarnos. Yo me doy cuenta de que estoy temblando y Kelly no deja de llorar.

Zeta, que estaba concentrado bebiendo un batido de fresa, alza la vista.

—Perdón, no quiero que penséis que soy un maleducado, pero esto está buenísimo. —Señala el batido y levanta la mano—. ¿Me puedes traer otro de estos, por favor? 

Una camarera asiente y Zeta habla de nuevo.

—Creo que deberíamos dejaros tomaros esto tranquilos. No quiero que penséis que somos unas pesadas —digo yo, intentando separar a Kelly de Michelle.

—No sois ningunas pesadas. De hecho es un placer para nosotros —dice la chica de pelo rosa pastel a la que Kelly no deja de abrazar.

—Pero aún así creo que deberíamos volver con nuestros amigos —comento nerviosa. Porque aunque a ellos no les moleste, yo siento que los estamos estorbando.

—Como queráis —responde Zack—, pero si necesitáis cualquier cosa, no dudéis en acercaros.

—Gracias —susurro y agarrando a Kelly, la arrastro de vuelta a la mesa.

—Quiero casarme con Zeta, con su cara y sus tatuajes. —Kelly suspira mientras lo mira desde nuestra mesa.

Madison se ríe y Hunter está un poco fuera de lugar.

—¿Ese es el grupo del que me hablaste ayer? ¿Ese que es tu favorito?

—Sí —respondo, nerviosa—. Ellos son los componentes. 

—¡Es una casualidad enorme! —menciona Madison—. Primero los vemos actuar en el Moonligh y justo ahora aquí... es como si conocerlos fuera vuestro destino.

—¿Tú crees? —pregunta Kelly, agitada—. ¿Crees que es mi destino casarme con Zeta? 

Madison, Hunter y yo empezamos a reír y Kelly hace puchero y bebe café.

Pasado un rato, Zeta, Luna y Michelle se levantan de la mesa y recogen sus cosas y Zack se acerca a nosotros.

—¡Zack! —exclama Kelly—. ¿Ya os vais? —Ella vuelve a hacer puchero?

—Sí —Él se ríe y se rasca la parte trasera de la cabeza—. Solo quería preguntaros si... ¿os gustan los recreativos?

Kelly asiente repetidas veces con la cabeza. 

—¡Por supuesto que sí! Yo voy una vez al mes con mis primos a los recreativos del pueblo.

—Estupendo —Zack sonríe—. Y... ¿que os parece si venís con nosotros? Pensamos ir justo ahora a pasar allí la tarde.

Madison casi escupe su café y Hunter parece desconcertado. A mi casi se me sale el corazón del pecho y Kelly con sus ojos bien abiertos, no para de desviar su mirada de Zack hacia mí.

—¡Claro que quieren ir! —Madison responde por nosotras, viendo el estado de shock en el que nos encontramos.

—No me refería solo a ellas. Vosotros podéis venir también.

—Muchas gracias, pero yo tengo mucho que hacer hoy y no puedo permitirme atrasar trabajo.

Observo como Hunter mira a Madison con cara de confusión y siento como por debajo de la mesa, ella le da una patada.

—Sí... —dice él—, yo también tengo cosas que hacer.

—Está bien, en otra ocasión será entonces —dice Zack, encogiéndose de hombros—. ¿Vamos chicas? —Él sonríe, provocando que Kelly y yo nos levantemos al instante para ir con ellos, pero no sin despedirnos antes de Hunter y Madison.


Los recreativos son un lugar enorme. 

Es cierto que Kelly suele ir mucho con su familia en Rye, pero yo, habré ido a los recreativos del pueblo unas pocas veces con Adam y aún así, los de nuestro pueblo no son un sitio tan grande como este. De parece azules, con una iluminación de colores espectacular y muchas máquinas, así como muchísimas personas llenando el lugar. La música está alta y no escucho lo que Kelly me dice al oído. Y un momento después, me doy cuenta de que no la veo por ninguna parte y con toda la gente que se encuentra a mi alrededor, me desoriento hasta que Zack me agarra la mano y me guía hasta una zona de máquinas de arcade.

Una, dos, tres, cuatro y hasta cinco máquinas de arcade se encuentran junto a la pared que hay a mi derecha. Y justo encima de las máquinas, la palabra «arcade» (con un fantasma de comecocos a su lado), es iluminada en la pared con luces que cambiar de color a cada rato. Frente a mí se encuentra una máquina más grande donde pueden jugar cuatro personas a la vez. Y a mi izquierda hay una máquina de boxeo (donde dos chicos se turnan para dar puñetazos y medir su fuerza), que se encuentra junto a una máquina de baile donde hay varias personas compitiendo.

—Se podría decir que esta es la zona tranquila —comenta Zack y a decir verdad, tiene razón ya que ahí no hay tanta gente como en el resto del lugar—. ¿Quieres ver quién es el rey del arcade? 

Zack gana uno, otro, otro juego. La gente se acerca para verle jugar e incluso comentan lo bien que lo hace. Se ve que ya tiene practica en esto. Cada vez consigue más puntos al final de las partidas y tras acabar cada una de ellas, la máquina expulsa un montón de tickets de color rosa que no entiendo para que sirven, pero que a él parecen hacerle ilusión. 

El siguiente resulta ser un juego de fútbol que se ve bastante antiguo, pero que a Zack se le da mejor que el anterior juego. Él parece completamente emocionado de ganar y cuando lo hace la máquina expulsa muchos tickets.

—¡Wow! Sí que eres bueno en esto —digo, sorprendida.

—La práctica hace al maestro —responde, guardando los tickets en su mochila—. Pero te diré algo que pocos saben: yo de pequeño quería ser futbolista.

—Vaya, ¿en serio? 

—Tan en serio como que soy malísimo jugando al fútbol real.

Yo me río y me encojo de hombros.

—Cada uno tiene sus virtudes.

Y la tuya es cantar como los ángeles...

No digo eso último, pero lo pienso. Vaya si lo pienso.

Zack y yo caminamos a través de la gente y nos encontramos a Luna y Michelle sujetando unas enormes pistolas con las que disparan a unos extraños alienígenas que aparecen delante de ellas en una pantallas. Las ríen y ríen mientras aprietan el gatillo de sus pistolas y matan a un alien tras otro.

—¡Esas dos se lo están pasando genial! —Zack se ríe mientras las ve y yo río con él.

—Se ve que se llevan muy bien.

—¿Esas dos? —Él bufa—. Son inseparables.

—Oye y... —De repente me asalta una duda. Pero no sé si preguntar o no. Al final, decido hacerlo por simple curiosidad—. ¿Y Valeria? ¿No se lleva bien con ellas?

—¿Valeria? —Siento que por un momento, él duda—. Han intentado salir con ella alguna vez. Y no sé si es porque a veces tres si son multitud (y en este caso mi hermana y Michelle son mejores amigas de toda la vida), pero a pesar de que lo intentan, no tienen buena complicidad con Valeria.

—Entiendo...

A medida que nos acercamos a ellas, vemos como el juego termina y ellas no dejan de reír a carcajadas.

—¡Zack! —exclama Luna—. ¡Tenéis que probar esto!

—Sí, justo en eso estaba pensando. La verdad es que tiene buena pinta. —Zack se agacha y le pasa a su hermana los tickets que la máquina ha soltado. Luego mete un par de monedas en la ranura y me pasa una pistola.

—¿Qué? Pero... —comienzo a decir, nerviosa—. Yo no sé como se juega a esto.

—Tranquila, solo tienes que apuntar al alien y apretar el gatillo —Él dice, guiñándome un ojo. 

Mi corazón se ha dislocado con ese simple gesto y no sé se seré capaz de concentrarme, a pesar de que a simple vista, parece bastante fácil.

—Tres... —dice Zack.

—Dos... —continúa Luna.

—¡Uno! —exclama Michelle y es entonces cuando en la pantalla comienzan a aparecer un puñado de extraterrestres con una pinta horrible y saltan sobre la pantalla como si simularan caer sobre nosotros. 

Zack y yo apretamos los gatillos de las pistolas apuntando a unos y luego a otros, pero son tantos que no podemos sobrellevarlos y son tan feos y hacen ruidos tan extraños que no podemos evitar empezar a reír como tontos, al igual que Luna y Michelle hace un momento y al igual que hacen ahora de nuevo.

Cuando el juego termina, indica que hemos matado a 10 de 15, por lo que hemos perdido la partida, pero aún así la máquina expulsa unos cuantos tickets que Zack vuelve a guardar.

—¿Para que son los tickets? —pregunto por fin.

—Son para canjearlos y cambiarlos por premios. Cuantos más consigamos, mayor será el premio al que podemos acceder —explica Zack.

—Sí, el mínimo de tickets para conseguir un premio son 80 —dice Michelle—, pero realmente la gente no se vuelve loca porque quiera premios. 

—Eso es verdad. —Luna se ríe—. Los premios son un poco estúpidos, pero creo que aumentan la competitividad de la gente y hace que quieran jugar más simplemente para conseguir tickets y sentir que van a ganar algo a cambio de jugar mucho.

—Nunca lo había visto así —dice Zack, pensativo—. Yo solo quiero ganas mis 250 tickets para conseguir otra pelota de baloncesto.

—¿Pelota de baloncesto? —Vuelvo a preguntar.

—¡Sí! —Luna ríe de nuevo—. Es un pesado. Tiene una colección de pelotas de baloncesto de diferentes tipos y colores. Siempre que viene acaba consiguiendo una distinta y al final acabara logrando que Valeria le eche de casa.

—Valeria no sabe apreciar mi afición de coleccionar pelotas de baloncesto. —Él rueda los ojos y las chicas ríen.

Entonces me fijo en que a unos metros de nosotros, hay una zona de bar donde la gente está sentada en mesas comiendo y tomando algo. Y es ahí donde Kelly se encuentra, comiendo pizza y observando a Zeta mientras él habla y ella menea el sorbete de su vaso, mirándolo embobada.

—¿Queréis jugar al hockey al aire? —pregunta Michelle.

—¿Qué es eso? —pregunto alzando una ceja.

—¿Has visto las mesas planas que hay por todas partes? —comienza explicando Zack—. Donde la gente lanza un disco de un lugar a otro e intentan que no lo metan en la ranura de su lugar. —Yo asiento, porque es cierto que he visto a mucha gente jugando a eso cerca de la zona de arcade—. Pues eso es hockey al aire, ¿te apetece jugar? 

—Está bien —respondo, animada.

A cada lado de la mesa, se encontraban dos «tacos» o «strickers» (como me dijeron ellos que se llamaba el objeto con el que lanzábamos el disco de un lado a otro de la mesa), por lo que nos dividimos en dos equipos. Luna y Michelle en un lado y Zack y yo al otro.

El disco va disparado con fuerza de un lado a otro. Se ve que ellos tres ya tienen practica pero aún así no se me da del todo mal evitar que el disco se cuele por la ranura de nuestro lado. Zack lo lanza más de una vez con fuerza, consiguiente marcar puntos a nuestro favor. 

Al principio van ganando ellas, pero un momento después conseguimos remontar y acabamos ganando nosotros.

—¡Vamos! —exclama él con emoción y me extiende su mano para chocar las cinco con entusiasmo—. ¡Eso ha sido genial! Os la debía de hace tiempo.

—Oh, vamos... solo habéis ganado por un punto.

—Sí... y lo importante no es ganar, sino participar.

Las dos se hacen las indiferentes y luego los cuatro comenzamos a reír.

—Ha sido una buena partida —reconoce Michelle.

—Sí, felicidades a los ganadores —dice Luna, aplaudiendo.

Luego pasamos por unas máquinas gigantes que en principio parecen llevar a otro lugar, pero que en realidad, dentro solo tienen pantallas enormes que te sumergen en el mundo de Jurassic Park, The Walking Dead y otra que dice ser de aventuras en la selva.

Para conseguir tickets: jugamos a disparar botellas con pistolas, lanzar bolas para derribar un montón de payasos desde la distancia, conseguir puntos haciendo girar ruletas, conseguir meter bolas en unos cubos que no paran de girar y finalmente impulsar una palanca que envíe a un muñeco lo más alto posible para conseguir la mayor cantidad de tickets.

—¡Mirad que preciosa es mi nueva adquisición para mi colección! —Zack está realmente feliz con su nueva pelota de baloncesto.

—Sí, como todas las demás. —Su hermana se ríe, diciendo eso de forma irónica.

—Bla, bla, bla... —Zack rueda los ojos y todos reímos.

No me doy cuenta de lo rápido que se me ha pasado la tarde y después de que Zack haya conseguido la pelota, nos sentamos junto a Kelly y Zeta para comer algo.

Zack y Zeta piden nachos con queso, guacamole, chili y carne al horno. Nadie pudo evitar probar esa delicia de la que no acabó ni rastro en el enorme plato que nos sirvieron.

Tras haber cenado, (ya que realmente no me di cuenta de que ya se había incluso hecho de noche fuera), ellos nos llevaron de vuelva al hotel.

—Muchísimas gracias por este día tan maravilloso —Kelly dice, abrazando de nuevo a Zack.

—No hay que darlas. Lo hemos pasado muy bien con vosotras.

Yo sonrío y Zack me mira, haciendo que algo salte inesperadamente en mi pecho.

—Tiene razón. No seríais malas compañeras de juerga, chicas —dice Luna desde el asiento trasero del enorme coche de siete plazas Zeta, donde él está sentado en la parte del conductor. 

—¡¡Sería todo un placer salir de juerga con vosotras!! —Kelly suelta, emocionada.

—¡Genial! —dicen las dos amigas a la vez.

—¿Nos volveremos a ver por ahí? —pregunta Zeta, con rostro serio y la vista clavada en Kelly. Ella se muerde el labio.

—Lo más probable es que sí. Están en el mismo estudio fotográfico —responde Zack, sonriendo.

—¡Entonces nos veremos muy pronto! —exclama una de las chicas.

—Sí, nos vemos pronto —digo finalmente, sonriendo abiertamente y con el corazón lleno de alegría.

Y tras despedirnos de ellos, Zack vuelve al asiento del copiloto al lado de su amigo. Y nosotras nos quedamos melancólicas en la entrada del hotel, viendo como el coche se aleja lentamente.

Ninguna de las dos dice nada de camino a la habitación, pero nada más atravesar la puerta, Kelly suelta el bolso sobre su cama y dice:

—Marcy es una zorra. —Suspira y se sienta—. No sabes lo mal que lo ha pasado Zeta por su culpa. Esa tía es una chupasangre.

—Según tengo entendido, tenían una relación bastante sana.

—Para nada, ¡resulta que era todo lo contrario!

—Al menos a ella no le gustaba llamar tanto la atención de la gente y salía poco con Zeta ante el ojo público. No como... Valeria —murmuro eso último.

—¿A qué viene ese rencor repentino hacia Valeria?

—Yo no tengo ningún tipo de rencor. No sé de qué estás hablando. —Nada más decirlo, me doy cuenta de que estoy mintiendo.

—Claro, por eso le das like a todas las fotos que sube Zack, exceptuando las publicaciones en las que sale con ella, ¿verdad?

—¿En serio, Kelly? ¡No me puedo creer que te hayas fijado en eso!

—La verdad es que no te culpo. Yo tampoco le daría like a las fotos de Marcy. Aunque también me he fijado en que justo hoy has dejado de seguir a Valeria en Instagram.

Me quedo mirándola sorprendida. Con la boca un poco abierta por la sorpresa y los ojos entrecerrados.

—Eres una maldita loca increíble.

—Lo sé... Pero no te creas que no entiendo tu actitud, ¿eh? Es normal que ahora que has pasado tiempo con Zack y que sabes que hay posibilidades de verle con más regularidad en el estudio, veas a su novia como la gran competencia.

—¿Qué competencia? Kelly, ¿se puede saber de qué estás hablando? Es cierto que Zack era mi gran amor platónico incluso cuando estábamos en Rye, pero el hecho de que ahora estemos increíblemente más cerca de él no cambia nada. Tengo las mismas posibilidades con él que cuando estábamos en nuestro pueblo.

Kelly me mira, incrédula.

—En eso estás rotundamente equivocada, amiga. ¿Es que acaso no te has fijado en como Zack te mira? 

—¿Mirarme cómo? En lo único en lo que me he fijado es en como mira a Valeria en esas fotos tan idílicas que publican en redes, juntos a cada rato.

—¡Por Dios, Eve! —Kelly se lleva una mano a la cara, en profunda frustración—. ¡Tú eres la que e ha dicho mil veces que las redes sociales no muestran la realidad, sino lo que la gente quiere que veamos!

Yo me encojo de hombros y ella continúa.

—¡Te lo estoy diciendo en serio, Eve! Sé que puede sonar a locura, pero a Zack Valley le gustas.

—Tú misma lo acabas de decir, Kelly. Es una completa locura.

—Por favor, pero si sabes de sobra que yo esas cosas las noto desde lejos. ¡Y si al final piensas dejar a Adam plantado en el altar, más te valdría tener una buena razón como esta!

—¡Kelly! ¿Podrías dejar de recordarme a cada rato y de una maldita vez que no estoy lista para casarme con Adam? —digo, indignada—. No sé que hacer, ¿vale? Pero sé que quiero a Adam. Le quiero muchísimo.

—Lo sé y es normal, después de todos estos años que lleváis juntos, pero no estás enamorada de él, Eve.

¿Y si no es así porque le echo tanto de menos? ¿Por qué siento que cada vez que no puedo dormir siento la necesidad de escribirle para que me cuente una de sus estúpidas anécdotas o me haga videollamada hasta que los dos nos quedemos dormidos con el teléfono en la man?

—Mierda... —murmuro de repente. Porque eso me ha hecho recordar que le dije a Adam que me llamara cuando despertara por la mañana en Rye—. ¡Mierda!

—¿Qué pasa? —Kelly pregunta preocupada.

Agarro mi teléfono y encuentro unas cinco llamadas perdidas de Adam. Me llevo una mano a la cabeza porque soy una estúpida que no ha sido capaz de recordar que fui yo la que le dijo que me llamara y ahora le he dejado colgado. Pero he estado tan distraída toda la tarde que ni si quiera he caído.

Intento llamarle pero imagino que debe estar ocupado cuando no lo coge, así que le dejo un mensaje disculpándome y diciéndole que he estado ocupada. Y otra vez me siento mal por mentirle.

Después de ducharme y tumbarme en la cama, me quedo mirando al techo mientras pienso en las palabras de Kelly.

—No es posible —susurro—. ¿Cómo voy a gustarle a Zack? Es una locura —repito lo que ya le he dicho a Kelly.

Por suerte ella se está duchando y no me escucha.

Pero a decir verdad, es algo que no deja mis pensamientos en toda la noche.

¿Por qué me invitaría a tomar un café en plena noche?

Solo estaba siendo amable porque se sentía responsable de tu desmayo y quería asegurarse de que estuvieras bien.

¿Por qué quería saber sobre una chica a la que no iba a volver a ver?

Solo te estaba dando conversación.

¿Por qué nos invitaría a los recreativos aquella tarde?

La idea no tuvo porque ser de él. Tal vez lo fue de alguno de los demás.

Mi mente encuentra respuesta para todo y para nada a la vez. Y es cierto que en más de una ocasión casi se me escapa el corazón por la boca al cazarle mirando e intercambiar miradas con él. Pero eso no es algo raro, ¿verdad?

Estoy completamente distraída dándole vueltas a la cabeza cuando el cansancio llega a mis ojos. A decir verdad, ha sido un día agotador, así que sin darme cuenta y cerrando los ojos de forma inconsciente, me quedo dormida, pero esta vez con Zack Valley danzando en mis pensamientos más profundos.

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