Capítulo 11. Cuéntame sobre ti.
Zack conduce tranquilamente en la nocturnidad de la ciudad de las estrellas.
Ninguno de los dos habla, sin embargo, no siento el silencio incómodo. Yo estoy perdida en mis pensamientos, respirando la suave brisa que entra por la ventanilla del coche mientras muevo nerviosamente mis manos sobre mi regazo. En cambio, él tiene todos sus sentidos centrados en la carretera.
Después de un rato que se me hace bastante largo, llegamos a una especie de cafetería algo solitaria (tal vez por las horas) llamada "Thousand sunny". No es muy grande y me da la sensación de que esta algo apartada del centro de la ciudad. Tiene una cristalera enorme que da a las tiendas de fuera, una pared de ladrillos con cuadros extravagantes y un sofá de terciopelo marrón oscuro algo vintage, un par de mesas de madera distribuidas por el pequeño lugar y sillas también de madera a su alrededor.
Zack toma asiento en una de las mesas y yo me siento frente a él.
—¡Zack! —exclama un chico de pelo corto de color azul eléctrico—. ¿Dónde te has dejado a la banda?
—¿Qué tal, Ron? —Ambos se chocan la mano, sonriendo—. Los chicos están por ahí. Ya sabes, cada uno ocupado con sus cosas.
—Tengo entendido que tu hermana ha empezado a salir con alguien.
—Eh... —Zack carraspea—. Creo que se están conociendo.
No sé porque me da la sensación de que se siente incómodo ante eso.
Yo vi por redes sociales los rumores sobre que Luna está saliendo con un chico que también se está dando a conocer en el mundo de la música. La gente los empezó a shippear muchísimo desde que los rumores comenzaron, pero al fin y al cabo, solo son rumores.
La cara del chico de pelo azul (que ahora sé que se llama Ron), parece decaída.
—Hey, Ron. —Zack le llama y él levanta la cabeza para mirarle—. Sé lo importante que es Luna para ti. Te aseguro que tú también sigues siendo muy importante para ella.
Ron esboza una leve sonrisa y suspira.
—¿Qué queréis tomar?
—Dos cafés. El mío como siempre. Sin leche y con una cucharada de azúcar. —Zack me mira—. ¿Eve?
—Yo... —Me quedo pensando un momento. Es cierto que no me gusta el café y no lo tomo nunca, así que no sé que contestar—. Un café con leche, por favor —digo al final.
—¡Marchando dos cafés!
Ron se marcha y yo me quedo mirando como se va.
—Es el ex de mi hermana —dice Zack, antes de que me de tiempo a preguntar. Aunque ni si quiera sé si habría sido capaz de preguntar. Por mucha curiosidad que sienta, no quiero parecer entrometida.
—Ah... —murmuro sin más. No esperaba que fuera a contármelo como si nada—. Lo siento por él.
—Y yo... —Zack tuerce los labios—. Es buen chico.
—Eso parece.
—¿Y tú? —pregunta él.
—¿Yo qué?
—¿Tienes novio? —La pregunta me pilla por sorpresa.
—Yo, eh...
—Lo siento. Eso ha sido muy directo de mi parte. No tienes que responder si no quieres. Solo... pensaba que salías con el chico de antes.
Yo abro los ojos de forma exagerada por la sorpresa.
—¿Con Marlin? —Me río—. No, sólo somos amigos. De hecho hace poco que nos conocemos. Mi novio... —recapacito sobre eso—. Mi prometido vive lejos. Como ya te he dicho antes, llevo poco tiempo en la ciudad.
—Oh, así que estás comprometida.
—Suena muy serio para la edad que tengo, lo sé.
—No. Quiero decir... cada uno se toma sus propios tiempos en la vida.
—Sí, eso creo —suspiro—. ¿Y tú? ¿Tienes planes de boda en el horizonte?
—¿Yo? —Él se apunta a sí mismo con una risa—. No —niega—, esas cosas no van conmigo.
—Entiendo.
Ron aparece con los cafés y los coloca cuidadosamente sobre la mesa.
—Y este por aquí —murmura, antes de colocar el café delante de mí.
—Muchas gracias —respondo y le doy un sorbo al café, que instantáneamente achicharra mi lengua y me hace soltar un grito.
—¡Lo siento! —exclama Ron—. Debería haberos avisado de que está muy caliente. Traeré un vaso de agua.
—¿Estás bien? —pregunta Zack.
—Sí... —murmuro, soplando hacia dentro para refrescar un poco mi lengua achicharrada.
Ron trae el vaso de agua y mientras nos tomamos el café (que tengo que reconocer que, después de echarle leche más fresca y tres sobres de azúcar, no estaba tan mal), Zack comienza a hablarme sobre el grupo de música, resolviendo todas mis dudas. También me cuenta algunas cosas sobre si mismo y me doy cuenta de que él es tan increíble como aparenta ante las cámaras y redes sociales.
—¿Entonces encontrasteis a Electra en la calle? —pregunto sorprendida, tras conocer la historia de su perrita Electra y como la adoptaron unos pocos años antes.
—Sí. Estaba paseando con Luna cuando la pobre comenzó a seguirnos. Los dos pensábamos que se le habría escapado a alguien, pero no tardamos mucho en darnos cuenta de que no era así. La pobre estaba hambrienta y no dudamos en llevarla a casa. Poco después conseguimos adoptarla.
—Eso es increíble —digo sonriendo.
Él niega con la cabeza,
—Ya sé que puede sonar increíble, pero yo no lo veo así. Cualquiera que tenga corazón habría hecho lo mismo y aún así, es la mejor decisión que alguien puede tomar en la vida.
No digo nada, solo me quedo pensando en cuanta razón hay en sus palabras y en las miles de veces que he pensado en adoptar animalitos en cuanto tenga los recursos necesarios para independizarme de casa de mis padres.
Me doy cuenta de que gracias al trabajo como modelo, tal vez tenga posibilidades para salir de casa, pero también me doy cuenta de que ya hablé con Adam sobre eso y ni si quiera sé si él quiere tener animales. Ni si quiera sé si realmente quiero ir a vivir con él. Pero si sé que después de todo, lo último que esperaba era echarle tanto de menos, como comenzaba a hacerlo.
—Pero oye, ¿no crees que estoy hablando mucho? Debes estar aburrida de escucharme, pero no me cuentas a penas nada sobre ti —dice él, fingiendo parecer indignado—. Me da la sensación de que si quiero conocerte más, voy a tener que conseguirlo por mis propios medios.
Es cierto que no quiero contarle mucho sobre mí. No solo porque me de vergüenza hablar demasiado, pudiendo correr el riesgo de aburrirle o parecer engreída, sino también, porque no quiero acostumbrarme a hablar con él y llegar a creer que podemos ser amigos, siendo él quien es. El hecho de poder estar tomando un café y charlando con él, ya es un maldito sueño que se ha cumplido de la forma más extraña e inesperada posible.
—Oh —murmuro—. ¿Es que acaso me vas a poner un investigador privado? —bromeo.
—No creo que sea del todo necesario. Me parece que puedo deducir algunas cosas yo solito.
Zack me mira con sonrisa pícara y siento un pequeño temblor. Me fijo en los dos piercings de arito plateado, exactamente iguales, que adornan cada lado de su nariz y en lo bien que le sientan. Los piercings no son algo que pensé que pudieran llegar a gustarme, pero en él, si lo hacen.
—¿Ah, sí? —Me río—. ¿Cómo qué?
—Como por ejemplo; sé que no eres americana.
—¿Y cómo sabes eso? —Él me mira, riendo, como si la respuesta fuera demasiado obvia. Yo me quedo procesando un momento hasta que caigo—. Oh, ya, el acento.
Sé que ellos, al igual que Kelly y yo, también son ingleses, por lo que el tema del acento debió ser obvio desde el principio. Aunque también está el hecho de que le he comentado un par de veces que acabo de llegar y también que mi prometido vive lejos.
—Ahora sólo necesito averiguar de que parte de Inglaterra eres —Se lleva una mano al mentón, de forma pensativa—. ¿Londres?
—No. No somos de la capital, sino de un pueblo... que estoy segura que no conoces.
—A ver, sorpréndeme.
—Rye. ¿Te suena? —sonrio y Zack niega con su cabeza—. Es un pequeño y precioso pueblo medieval, al sur de Inglaterra. Te puedo asegurar que si algún día lo visitas, no te arrepentirás.
—Si me lo dices tan segura, entonces prometo visitarlo algún día. Y para cuando llegue el momento espero contar contigo como guía turística.
—Queda guardado en mi agenda mental de cosas que hacer en un futuro. —Señalo mi cabeza con mi dedo índice.
Él sonríe.
—Está bien. —Me extiende la mano y yo la agarro, sellando la promesa.
Unos minutos después, volvemos al coche y en el camino de vuelta consigo que la atención de la conversación se centre de nuevo en él.
—No me puedo creer que llevéis viviendo aquí cinco años. Yo llevo a penas una semana y no sabes como echo de menos a mi familia, amigos y... —suspiro.
A Adam. Echo muchísimo de menos Adam.
—Es normal. Aunque al final te acabas acostumbrando. Yo tuve la suerte de venir a vivir aquí con mi hermana y dos buenos amigos. —Hace una pausa durante un momento—. ¿Tú con quién has venido?
—¿Cómo sabes que he venido con alguien?
—Porque cuando estaba intentando sonsacarte de donde eres, has dicho «no somos de la capital» y cuando nos hemos visto en el Moonlight le has dicho a tu amigo Marlin que «no deje sola a una tal Kelly».
—¡Vaya! —digo sorprendida—. Eres muy observador.
—Sí, lo sé —Él se ríe—. ¿Kelly es tu hermana?
—No, es mi mejor amiga. Ella es... es... muy agradable y divertida, ¿sabes? Y tiene unos ojos grises preciosos.
Zack ladea la cabeza, lo más probable es que no entienda porqué le estoy echando tantas flores a Kelly cuando él ni si quiera ha preguntado.
—Está colada por Zeta —digo al final. Entonces Zack parece comprénderlo—. Me ha dicho que te dé buenas referencias suyas, por si puedes hablarle de ella.
Zack suelta una carcajada.
—Entiendo. Me gustaría poder ayudarte con eso, en serio, pero creo que Zeta me mandaría a la mierda. —Chista—. No quiere saber nada de relaciones ahora mismo. La verdad es que no lo está pasando muy bien por su ex.
—¿Marcy?
—Veo que estás bien informada.
—Diría que una buena fan siempre está al corriente de lo que pasa en la vida de las personas que admira, pero creo que sonaría muy acosador.
—Créeme, he visto y oído cosas peores.
—Me parece que sí te creo.
Ambos reímos y pasado un rato llegamos al hotel. Le doy las gracias a Zack por el café y ese rato tan agradable. Y a pesar de que sé que tiene que irse, no quiero que lo haga. Sé que lo más probable es que después de esto no le vuelva a ver y aún así, esto ha sido increíble y surrealista. Y tal vez, también haya sido demasiado. ¿Desde cuando una puede pasar un rato con su cantante favorito como si fuera lo más normal del mundo?
Pero al final, como era de esperar, él se marcha después de encontrar un par de llamadas perdidas de Valeria. Y yo pienso: «¡Esa estúpida no lo deja respirar!», pero después me doy cuenta de que es normal. Que posiblemente esté preocupada y que a mi me pasaría lo mismo si Adam desapareciera de repente.
Cuando entro en la habitación, encuentro a Kelly, Marlin y Madison dormidos en la cama de Kelly con el portátil. Me doy cuenta de que estaban viendo una película en Netflix, antes de que el sueño acabara con ellos. No se ven muy cómodos, pero sí duermen tranquilamente, así que les dejo así. Aparto con cuidado el portátil y les cubro con la manta de la cama.
Marlin abraza de lado a Kelly y ella murmura algo entre sueños.
—Matt, me encanta cuando me agarras así —dice de forma suave con los ojos cerrados, las mejillas sonrosadas y una sonrisa en su cara que me produce escalofríos.
Me pongo algo cómodo y me tumbo en mi cama, pero no soy capaz de dormir y le echo la culpa al café. Aunque obviamente no es el único responsable de mi falta de sueño y lo sé.
Viendo que después de muchas vueltas no soy capaz de conciliar el sueño, salgo a la terraza, donde tampoco puedo sacarme de la cabeza todo lo que ha pasado esta noche. La brisa nocturna llega hasta mí y me hace tararear «Dancing With The Devil». Y mientras contemplo la luminosidad de la ciudad de las estrellas, una noche cualquiera, me doy cuenta de que todo es posible.
Me doy cuenta de que, a pesar de que hace a penas unas semanas no tenía más aspiraciones que terminar la universidad, seguir estudiando para especializarme en pediatría y conseguir un buen puesto de trabajo, ahora estoy aquí. En Los Ángeles. Viendo a través de todo lo que ha pasado, en tan poco tiempo. Dándome cuenta de que si en menos de una semana, he tenido la oportunidad de asistir a un pequeño concierto de mi grupo favorito y tomar café nocturno con Zack Valley en una pequeña cafetería apartada, estoy segura de que esta ciudad puede ofrecerme mucho más. Puede ofrecerme lo que yo quiera.
Ahora todos mis sueños están a mi alcance de mi mano.
Y no es algo que piense desaprovechar.
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