6. Mudanza - KaiSagi

Entre ambos lados

Michael Kaiser era uno de los altos mandes dentro del ejército alemán, tenía todo lo que podía desear en la palma de su mano, desde el terror de los enemigos, hasta las más hermosas mujeres que estaban deseosas por entrar en su cama y disfrutar si quiera un momento de los lujos que ese hombre les podría ofrecer.

Un día, el único que tenía un título superior a él, Noel Noa, le ordeno que viajara hacia Japón, una isla que era considerado un país, un lugar que prometía una alianza perpetua con Alemania, pero debían confirmar si era real esa oferta o solo una pantalla de humo para atacarlos por la espalda.

Él renegó bastante con esta noticia, ¿Por qué debía ser él? Habiendo bastante idiotas para escoger, pero claro, Noa amaba fastidiarlo, dándole ordenes absurdas.

Ness, su subordinado más leal, le dijo que no todo era tan malo, después de todo, había bastantes historias de las hermosas mujeres en kimono, tan bellas que se cuenta mucho que hombres llegaban incluso a enfrentarse a muerte con tal de casarse con una de esas.

Si bien la idea de visitar el barrio rojo sonaba interesante, no es como si compensara lo aburrido que sería el viaje.

-- No debería ser tan pesimista, es más, puede que algo muy interesante pase cuando lleguemos a Japón.

-- Lo dudo Ness, solo es un viaje para firmar una alianza, ¿Qué de interesante puede haber? -- inquiera con una mueca.

El viaje fue bastante aburrido, lo único que lo entretenía era jugar ajedrez con Ness y leer un par de libros que había traído consigo para el viaje, pero ya pintaba mal la cosa.

O al menos era así hasta que fueron recibidos por el comité de Japón.

Destacando entre todos esos extras, vio una criatura hermosa, pequeño, delgado, piel pálida, cabello azul oscuro que se veía bastante sedoso y unos ojos que le recordaban el océano, pero estos eran por mucho, más hermosos.

-- Es un honor ser quien los reciba, soy Isagi Yoichi, el quinto hijo del Emperador -- se presente el bello chico con una inclinación común en su país.

Claro que el chico nunca se esperaría que ese desconocido lo tomaría del mentón y lo obligaría a mirarlo.

Vio un rostro elegante bajo ese gorro, cabello rubio con degradado azul, ojos afilados, pero esa sonrisa arrogante arruinaba todo.

¿Cómo se atrevía este extranjero a tocarlo con tanta confianza?

-- Según se, debes saber quién soy yo, aun así, me presento, soy Michael Kaiser, un placer, querido Yoichi.

El rostro del menciono se sonrojo, si era por la vergüenza o la cólera, no se sabía.

-- ¿Cómo es que termine aquí? -- se pregunta Yoichi por décima vez luego de pisar tierras alemanas.

De inmediato, siente como su cintura es rodeada por su ''querido'' esposo, quien en este momento parecía rebosante de alegría.

-- ¡Y llegamos! ¡Desde ahora este será tu hogar, Yoichi! -- exclamo bastante contento.

Ojalá pudiera compartir esa alegría.

Desde que piso tierra firme, noto como la gente alrededor comenzaban a mirarlo como si fuera algún animalito del Zoológico.

-- Señor Kaiser, lo estábamos esperando -- habla una voz masculina, siendo este un mayordomo del más alto.

-- Lleva mis cosas y las de mi esposo al auto, debemos acomodar su equipaje, ¿Lo entiendes? -- le señala con condescendencia.

El hombre solo asintió antes de comenzar con su labor, todo esto mientras Yoichi presenciaba en silencio, él nunca fue tan... frio con las personas que lo cuidaban.

Suspira, ni siquiera tenía que pensarlo, Kaiser era así, no respetaba a nadie que considerara inferior o quien no lo mereciera.

-- Me pregunto si lograre acostumbrarme -- murmura algo desalentado.

-- ¿Por qué esas dudas? Claro que podrás acostumbrarte aquí y te lo prometí, vivirás mucho mejor conmigo que con el odioso de tu padre.

-- ¡Kaiser! -- regaño -- Mi padre sigue siendo el emperador.

-- Pues aquí quien gobierno no es tu padre, si no mi jefe, que, por cierto, me dijo que me reuniera con él apenas llegara.

Eso lo puso nervioso.

-- ¿Te iras?

El rubio negó con la cabeza.

-- Mañana me reuniré con él, un día más, un día menos, ¿Cuál es la diferencia?

-- ¿No te meterás en problemas? -- pregunta ahora asustado.

Si alguien se atreviera a hacerle algo parecido a su padre lo pagaría muy caro.

-- Nah, Noa sabe que tengo que primero llevar a mi lindo esposo a su nuevo hogar.

Al verlo tan seguro, solo pudo asentir mientras lo guiaba hacia un enorme vehículo que los llevo a ambos a una enorme mansión.

-- ¿A-Aquí...? ¿Esta es tu casa?

-- Es hermoso verdad -- infla en pecho con orgullo -- y no es mi casa, es nuestra casa.

No era nada parecido a la finca donde vivía ni mucho menos al castillo donde residía su padre.

-- Es muy... diferente.

-- Y todavía no has visto el interior.

Kaiser parecía como un niño pequeño con juguete nuevo, llevando a Isagi a todos los lugares de la mansión, mientras la servidumbre limpiaba y acomodaba las pertenencias del nuevo señor de la casa.

Pero aun con todo ese entusiasmo, la incomodidad que seguía sintiendo Yoichi no lo dejaba disfrutar de esta nueva libertad.

-- Todo esto Yoichi, es tuyo -- le dijo -- la gente que trabaja aquí, también trabajan para ti, ellos cumplirán con todas tus ordenes no tendrás que preocuparte por nada.

Y fue así, pues desde la ventana, vio como todas sus cosas fueron llevadas a la habitación de Kaiser.

Cuando vio las modificaciones que tuvieron que hacer a la habitación que ahora compartiría con su esposo, se dio cuenta que parecía un Ying y Yang perfecto.

Los alemanes parecían ser más opulentos que los japoneses, al menos así lo entendiendo debido a sus vestimentas y demás.

Ya no está obligado a usar kimonos y haoris largos para mostrar su pureza, ni tampoco estaba obligado a estar con la cabeza gacha todo el tiempo.

Cuando Kaiser le dijo de mudarse con él, tuvo miedo, ya que todo el mundo que conocía era el mundo que creo su controlador padre.

Pero este idiota narcisista lo ha traído a un lugar donde su palabra era la más importante, un lugar donde podía mirar a los ojos a la gente sin que le dijeran que era un igualado.

-- Señorito, ya tenemos listo su ropa -- se acerca tímidamente una mucama.

-- ¿Mi ropa?

-- El Señor Kaiser nos pidió que le diéramos prendas más cómodas antes de la hora del almuerzo.

Ni siquiera se lo consulto, aun así, se dejó guiar por la mucama, quien llamo a otras dos señoritas, para entre las tres comenzar a vestirlo.

Era muy diferente a la ropa que solía usar, un pantalón pegado, los zapatos de cuerpo, una camisa blanca planchada que tenía algunos listones de aquí y allá.

-- ¡Señorito, se ve hermoso!

-- ¡Si, si! ¡Nunca había visto a alguien tan bonito!

-- Es obvio por qué el Señor lo escogió.

Las tres entusiasmadas muchachas se despidieron, dejando pasar a Kaiser, cuyas mejillas se sonrojaron apenas vio a su Yoichi.

-- Te vez... espectacular -- alago.

-- Nunca había usado algo como esto, es... diferente.

-- ¿Y no es eso bueno?

Se vio en el reflejo, para nada, se veía bien y su esposo también se veía feliz al verlo con esas ropas.

Le costará adaptarse a la vida y costumbres de Alemania, pero lo hará, porque no quiere perder a Kaiser o a la libertad que está experimentando por primera vez.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top