3.- Cumpleaños
El cumpleaños de Ben siempre era un evento comentado en todo el reino, todos sus amigos y amigos de amigos le llevaban regalos de toda clase. Algunos le daban joyas, otros camisas de fina seda, incluso alguien le regaló una estatua de sí mismo y los sirvientes ya estaban decidiendo en qué parte del jardín colocarla. En fin, todos los príncipes y princesas de Auradon le habían dado un obsequio, uno más caro que el otro. La fiesta era enorme, todos los amigos de sus padres y sus propios amigos metidos en el palacio celebrando los diecisiete años del rey, pero el único rostro que le importaba ver aún no se aparecía.
Mal estaba lista para ir a la fiesta de cumpleaños de Ben, era su novia y aunque debía ser la primera en presentarse, tuvo dificultades buscando su regalo. Ella había prometido dejar el camino de la villanía, pero cuando supo cuál sería el regalo perfecto no dudó en volver a los hurtos. Sabía que Ben amaba los libros y él mismo le había confesado amar un libro en especial. Mal había descubierto que la siguiente parte de su amada saga saldría a la venta a finales de año, pero las copias ya estaban en un almacén esperando a ser distribuidas por todo el reino.
Siendo el reino de la felicidad y básicamente libre de gente mala, Mal solo tuvo que abrir la puerta en medio de la noche y tomar una copia sin que nadie se diera cuenta, se aseguró de que no hubiera cámaras de seguridad y dejó un par de billetes en su lugar para que no fuera un robo totalmente, como sea, envolvió el libro en papel de regalo y lo decoró con un moño color azul, después de vestirse y maquillarse se presentó en el palacio de la bestia con el obsequio entre sus manos.
—El amo está en el patio, falta poco para el pastel —le comentó Lumiere dándole empujoncitos para que corriera a recibir su pedazo.
—¡Tarde, es tarde, el amo ha estado buscándola por doquier! —Din Don la apresuró.
La mitad de los invitados ya habían recibido su pastel y Mal observó la mesa de regalos. Cajas del tamaño de una cama, de libreros o joyas de materiales tan costosos como una casa. Mal se sintió ridícula sosteniendo un libro envuelto en papel en lugar de alguna cosa más valiosa. Luego vio la estatua de Ben, con armadura, un escudo y espada con expresión seria y al lado de eso una pintura del tamaño de una pared. Tenía que ser un chiste. Ben la divisó con el rabillo del ojo y corrió hacía ella.
—¿En dónde estabas? —preguntó él. Mal escondió el libro detrás de su espalda —. Intenté llamarte y tu celular esta apagado.
—Ah... Sí, estaba... Ah... —vaciló y no pudo encontrar una buena excusa —. Ya estoy aquí ¿no? Feliz cumpleaños, amor —con una mano lo atrajo hacía ella y lo besó con dulzura —. Parece que tus padres te están llamando —le advirtió ella. Ben se giró y fue para ver qué necesitaban. Mal se olvidó del obsequió en uno de los muebles antes de salir al patio. Evie la encontró cuando iba camino a la salida.
—Ey ¿A dónde vas? ¿No acabas de llegar? ¿Qué tan difícil es robar una librería? —cuestionó.
—Necesito algo mejor —Mal abrió la puerta —. Si Ben pregunta por mí, inventa algo.
Evie aceptó, pero Ben se había negado a la hora de abrir regalos hasta tenerla presente y eso no le gustaba a Blancanieves que estaba televisando cada segundo.
En ninguna tienda pudo encontrar algo que su bolsillo de ciudadana respetuosa de la ley pudiera pagar y había demasiados testigos para robar. Se quedaba sin opciones y sin tiempo, encontró en una tienda de moda una capa de terciopelo y la compró vaciando por completo su cartera. Con ayuda de su libro de hechizos cambio el color verde lima de la capa original por el azul y dorado, estampando el emblema de la Bestia en la parte trasera. Considerando que sus finanzas estaban arruinadas por lo menos medio año lo consideró un mejor regalo. Regresó a la fiesta con una caja enorme para guardar la prenda y después de un centenar de regalos antes que el suyo vió a Ben abrir la caja, con todas sus reacciones siendo grabadas por Blancanieves, por un solo instante se vio reflejada su decepción en la cámara, claro que los comentarios en redes hicieron su aparición, aunque Mal ya estaba acostumbrada. Ben trató de mostrar su mejor cara, aún así la fiesta continuó con normalidad.
Había hecho lo mejor posible, cualquier cosa era mejor que su tontería del libro. Luego de toda la fiesta, todo era normal otra vez, aún así, Ben la llamó al día siguiente. No iba a mentir, no había sido la mejor novia pero ¿cómo iba a competir contra una corona de oro, tres estatuas de mármol y un cuadro con marco de plata?
—Diecisiete años ¿cómo te sientes? —preguntó ella fingiendo demencia.
—Mal —la llamó aunque para ella fue una respuesta a su pregunta —. ¿Qué pasó ayer? No te vi en todo el día.
—Ahí estaba, seguro Evie te lo dijo.
—Evie me dijo tantas cosas ayer que estoy creyendo que tienes cincuenta clones de ti misma —respondió mordiéndose las mejillas —. No trato de menospreciar tu obsequio, pero estoy seguro de que lo compraste de último momento.
—Tienes razón, me atrapaste. Soy una pésima novia. Lo lamento de verdad —Mal prefirió aceptar la culpa a inventar algo para justificarse.
—Lumiere me dio esto —mostró el libro todavía envuelto en el papel de regalo con el moño.
—Es muy amable de su parte.
—¿Sabes que hay cámaras de seguridad en las treinta tiendas que visitaste ayer, verdad? —Ben sacó su celular y mostró la grabación de Mal llevándose la capa de la tienda.
—Ya dije que soy una mala novia, lo siento.
—¿Y qué hay una cámara en el palacio que te vió entrar con esto? —volvió a sacudir el regalo sin abrir.
Mal suspiró y se rindió.
—Es una tontería. No vale nada en comparación a... Todo lo de tu cumpleaños.
—Estoy seguro de qué es maravilloso ¿puedo? —preguntó. Mal rodó los ojos e hizo un ademán permitiéndole que lo abra. El chico sonrió, sacudió el obsequio y al no escuchar nada decidió romper el papel. Su boca se abrió y soltó un pequeño grito de emoción.
—¡¿Oh, qué?! ¡Esto...! —contuvo la emoción —. Ni siquiera ha salido a la venta, ni yo como rey puedo conseguirlo antes de la fecha oficial ¿cómo pudiste? —admiró el libro, tentó la cubierta de plástico protectora y tuvo miedo de abrirlo, pero lo hizo y se emocionó más al abrirlo y ver las hojas de color amarillo con bordes decorados por elementos del libro, además Mal había tomado sin saberlo la versión especial que incluía la firma del autor y páginas ilustradas—. Es lo mejor que me han dado.
—Por favor, hay tres estatuas de ti en el jardín cuidando los rosales de Bella —mencionó, era imposible que entre todas las joyas y excentricidades de los regalos de sus invitados, ese libro fuera mejor.
—Te lo juro, esto me gusta más —dijo poniendo un separador en el capítulo uno. Se acercó a ella —. Tú lo dijiste, las estatuas están en el jardín cuidando las flores de mi madre, las pinturas están colgadas en las paredes, la ropa en un rincón del armario. Un buen libro perdura y es lindo que realmente pensarás en lo que me gusta —murmuró en voz baja recordando un par de veces en que Audrey le dió regalos que al final terminaron acumulando polvo.
—Sí tú lo dices... —Mal se olvidó del tema y Ben la tomó de la mano.
—Si aún tienes el ticket puedes regresar la capa a la tienda. Solo devuélvela al color lima.
—No tengo idea de dónde está el ticket —confesó. Estaba casi segura de que lo arrojó a la basura.
—Qué pena... Oh mejor, que afortunado soy, dos regalos por un cumpleaños —jugó él. Mal pasó los dedos por el hombro de Ben y lo tomó de la nuca.
—¿Quieres recibir un tercero? —preguntó con una sonrisa coqueta.
Ben alzó ambas cejas y dejó el libro en el estante al lado suyo, accediendo por completo a lo que ella quisiera.
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