2.- Atardecer
Ben llevaba toda la mañana trabajando en su oficina. Sentía la vista cansada y ya estaba cansado de papeleo inútil, por eso se sorprendió al ver a Mal entrando por la ventana.
—¿Mal? —preguntó extrañado, se levantó de la silla y se dirigió a ella —. Usualmente son los chicos quienes se cuelan por la ventana de sus parejas.
—Es divertido ver cuánto tardan los guardias en atraparme —se rió, de inmediato tocaron a la puerta unos guardias.
—¡Majestad, hay una intrusa en el palacio, déjenos entrar! —Ben dejó caer los hombros y trató de silenciar a Mal de sus burlas contra los guardias.
—Estoy bien, no es una intrusa —Mal soltó una carcajada cuando los guardias tuvieron que marcharse —. Ellos solo hacen su trabajo.
—Lo hacen muy mal a mi parecer —comentó divertida —. Si yo fuera un peligro real ya estarías en el suelo —confesó. Mal miró el sol a punto de tocar el horizonte —. Es increíble que sigas trabajando.
—Es la parte mala de ser un rey. Es muy agotador —murmuró tallando sus ojos.
—Hm... Ven conmigo —Mal le ofreció su mano —. Vamos.
—No puedo, aún tengo trabajo —contestó y ella insistió.
—¿Qué clase de joven pareja no se escapa de vez en cuando para una romántica tarde? Andando, solo diez minutos.
Ben dudó un segundo, su mano tembló al rozar sus dedos con la palma. Mal lo sujetó y lo ayudó a salir por la ventana para no ser visto, además de subirlo al techo de la oficina. Mal ya tenía todo planeado al parecer, sobre el techo había una mochila con latas de refresco y bolsas de papas.
—Eres meticulosa ¿no? —comentó al percatarse que además había preparado un espacio para ver el atardecer juntos y con la distracción de los guardias creyendo que estaba a solas en la oficina tendrían toda la noche para ellos.
—Nadie nos molestara acá, al menos hasta la hora de cenar en que tus padres irán a buscarte y... ¡Oh, cielos, es verdad! Les envié un mensaje diciendo que teníamos un grupo de estudio y que no llegarías a cenar. Sip, tienes una coartada para toda la noche.
—¿En serio?
—Sip. Felicidades, acabas de recibir tu primera noche de sueño completo desde que eres rey —le dijo.
—Admito que extraño dormir ocho horas diarias de corrido —confesó abriendo una lata de refresco y dándole un sorbo.
Mal se apoyó en su hombro y miraron la transformación del cielo diurno al ocaso.
—Dicen que puedes pedir un deseo durante el atardecer —dijo Ben recordando los viejos cuentos que sus padres le leían.
—¿Ah sí? Déjame pensar en algo —Mal suspiró mirando el sol ocultarse por fin. La noche estaba cubierta de estrellas y los grillos comenzaron su canto.
—¿Qué pediste? —preguntó él.
—Mi madre dice que si cuentas tus deseos no se cumplen —respondió. Ben apoyó la frente contra ella y le suplicó —. Nada en realidad —confesó. Aunque lo intentó no se le ocurrió nada ¿qué podía desear cuando ya tenía más de lo que alguna vez creyó merecer? Ambos miraron el horizonte, ya habían mirado el atardecer cientos de veces, pero este en especial era diferente, no era solo el cambio entre el día y la noche, era la unión de dos opuestos, que formaban un espectáculo único cada vez.
—Yo pedí más vacaciones de verano —mintió para no revelar su verdadero deseo de permanecer siempre juntos. Se acercó más a ella y la rodeó con el brazo sosteniendo su cintura.
—¡Ese es un excelente deseo! —exclamó ella. Ambos rieron continuando mirando el cielo.
Permanecieron abrazados durante un tiempo, tal vez unos treinta o cuarenta minutos hablando, admirando las estrellas que cortaban el cielo para desaparecer en un parpadeo hasta que el celular de Ben comenzó a vibrar como loco con mensajes de sus padres.
"¿Dónde estás" "Los guardias no te vieron salir" "Dijeron que había una intrusa" "Responde" "Llamamos al Hada Madrina y dijo que no había grupo de estudio" "Hijo, responde"
—Y se acabó la magia —maldijo Ben —. Me la pasé bien, pero ya es hora de volver.
—Mis planes no suelen fallar así —se quejó ella —. Tranquilo, inventaré algo mejor la próxima vez —prometió con la mano sobre el corazón. Ben le sonrió antes de bajar de vuelta a la ventana y regresar a la oficina. Mal suspiró, guardó sus cosas y aunque se sintió tentada a atraer la atención de los guardias para volver a burlarse de ellos decidió irse sin causar alboroto.
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