1.- Primer día de novios

—¿Y qué demonios se hace cuando eres la novia de alguien? —preguntó Mal a Evie después de la media noche una vez que el baile se acabó luego de la coronación de Ben.

—Primero que nada, no maldices, no es propio de una princesa —le respondió su amiga comenzando a quitarse los broches del cabello antes de que la cabeza le fuera a explotar.

—¿Princesa? —Mal alzó una ceja confundida.

—Sí, ahora que tú y Ben son algo... Técnicamente eres una princesa ahora —Evie se volteó hacía ella y vio la confusión en sus ojos verdes —. Ya te acostumbraras.

—Eso no me dice nada —Mal se había quedado unos pasos por detrás de ella y se quitó los tacones para alcanzarla.

—Bueno, se dan besos y abrazos, muestras de cariño como regalos, ese tipo de cosas.

—Ay por mis duendes...—se lamentó Mal con un suspiro. Ahora sentía el estómago revuelto. Nunca había sido del tipo que demuestra sus sentimientos, confesar que le gustaba Ben ya era demasiado según ella. Ben corrió en dirección a ambas chicas gritando por su atención para detenerlas.

Evie y Mal se pararon al escucharlo. El recién coronado Rey de Auradon se detuvo frente a la pelimorada y miró a Evie inclinando la cabeza un poco.

—¿Puedes darnos un minuto? —pidió él con una sonrisa casi como una súplica. Evie se rió y asintió antes de darles la espalda y volver a las habitaciones de la preparatoria.

—Olvide decirte algo.

—¿Ah sí? ¿Qué pasa? —intentó sonar como una novia preocupada, pero aún no llegaba al tono de voz y pareció estar despreocupada.

—¿Te gustaría tener una cita mañana? Una cita de verdad. Sin hechizos o dragones de por medio —bromeó con ella.

—Sí, claro —sin darse cuenta sonrió como tonta enamorada y las mejillas se le tornaron rojas. Un gesto adorable para Ben.

—Genial —el chico bajó la mirada hasta sus labios y se inclinó hacía ella. Si él hubiera querido besarla en los labios en ese instante lo habría logrado, la acción la había tomado por sorpresa y no habría tenido tiempo de esquivarlo, pero Ben se había decidido por besar su mejilla izquierda, logrando que su rostro ardiera un poco más —. Entonces mañana pasaré por ti para comer juntos.

Mal no solía tartamudear, pero apenas si pudo formar una palabra en aprobación al plan. Ben le ofreció su mano y ella no estaba segura de lo que pretendía, aún así aceptó y él la acompañó hasta su habitación en el ala de las chicas pese a la prohibición de chicos durante la noche.

—Oh, y ya que se acabó tu coronación es hora de devolverte esto —Mal mostró el anillo de La Bestia que Ben le pidió guardar durante el camino en el carruaje. Deslizó el anillo, pero Ben la detuvo sosteniendo sus manos.

—No, está bien. Puedes conservarlo.

—Es tu anillo, es el anillo de tu familia —le recordó y pudo sentir su propio corazón latiendo —. Una reliquia.

—Considéralo un regalo por nuestro primer día como novios —Ben se aseguró de que el anillo siguiera entre los dedos de Mal, le acarició el dorso de las manos con los dedos pulgares y suspiró suavemente tentado a volver a besarla, al principio titubeó agachándose en un intentó por alcanzarla, sin embargo, al final sólo inclinó la cabeza y elevó sus manos para besarlas con sutileza. El gran reloj al final del pasillo marcó que era casi la una de la madrugada y aunque fuera un día de celebración en Auradon y él fuera el nuevo rey, Ben aún debía obedecer las reglas de sus padres y volver al palacio antes de que fuera demasiado tarde —. Te veré mañana —dijo en voz baja como despedida aún conservando la misma sonrisa soñadora que cautivaba el corazón de la ojiverde.

—Mañana —repitió en trance, después de todo lo que había vivido seguía sin asimilar todos los detalles a su alrededor, era como estar dentro de un sueño, perdida en él. Lo vió marcharse aún despidiéndose de ella con la mano. Mal respiró hondo y miró el anillo de La Bestia que seguía reluciendo en su mano. Un regalo por el primer día de novios. Bien, si Ben le había dado una reliquia familiar Mal debía pensar en algo para él.

—¿Qué te parece si le das una canasta de galletas sin hechizos de amor? —le sugirió Evie como si leyera su pensamiento abriendo la puerta de la habitación justo cuando Ben había desaparecido del pasillo.

—¡Ah! ¡¿Estabas escuchando?! —preguntó Mal.

Evie se mordió los labios y cerró la puerta de la habitación en las narices de Mal. La pelimorada gruñó y trató de abrir la puerta, pero Evie la había asegurado y ella se había olvidado las llaves adentro. Se resignó a dormir en el pasillo cuando finalmente Evie le abrió la puerta con la promesa de no hacerle daño. Antes de dormir, Mal miró por última vez el anillo de la bestia en su mano y sonrió sin darse cuenta, realmente era la novia de un chico bueno, amable y gentil, todo lo contrario a lo que siempre imaginó.

Ben llegó a su palacio y se preparó para dormir. Se quitó la camisa formal para cambiarla por una vieja playera de dormir. Cuando se acostó en la cama creyó que caería dormido al instante, pero se encontró a sí mismo mirando al techo en completo silencio. Pensó en el loco día que había tenido, la hija de Maléfica le dio un pastelito para deshacer el hechizo que ella misma le había puesto, luego se quedó paralizado cuando Maléfica entró en el templo y cuando salió del trance Maléfica era una lagartija, luego de todo eso, era el novio oficial de la chica de sus sueños (literalmente). Ben usó una de las almohadas de su cama para taparse el rostro y reír. ¡Era el novio de la chica de sus sueños! Esas cosas solo sucedían en cuentos de hadas viejos, debía mantener la calma. No era su primera novia para ponerse en ese estado, pero sólo imaginar su "felices para siempre" lo ponía emocionado.

Estaba decidido a ser el mejor novio posible, pero no quería parecer intenso así que se quedó despierto tratando de balancear todos sus deseos, también decidir cuando era el momento correcto para las cosas. Mal se había negado al primer beso entonces sabía que ella quería llevarlo lento ¿cuando era apropiado decirle te amo cuando ya le había dedicado una canción al respecto frente a toda la escuela? Ben tenía muchas cosas en qué pensar y la noche ya no era tan larga.

Al día siguiente, cuando se levantó, lo primero que hizo fue enviarle un mensaje de buenos días a su novia y avisarle que iría a recogerla en algunas horas. Se baño, peinó, perfumó y vistió. Bajó con sus padres solo para saludarlos antes de cruzar la puerta del palacio para salir.

—Alto ahí —lo llamó su padre con una voz firme pero con cierto tono divertido —¿Quién tiene tanta energía después de un día como ayer? Cuando me coronaron dormí casi tres días enteros.

Ben se rió por los comentarios de su padre y manteniendo la puerta abierta les habló.

—Tengo una cita, con Mal ¿recuerdan? Es mi novia.

—Ah, sí, bien, —dijo Bella tomando del brazo a Adam —. Diviértanse entonces, invitala a cenar la siguiente semana también.

Adam la miró alzando una ceja intrigado, pero Bella siempre sabía lo que era mejor para todos así que concordó con ella.

—No regreses tarde —Adam lo despidió con un golpecito en el hombro. Ben estaba sorprendido de que sus padres realmente lo dejaran salir con la hija de Maléfica, aún así su rostro se iluminó y les agradeció antes de finalmente cerrar la puerta.

—Una pareja peculiar —comentó Adam aún no convencido del todo. Un día su hijo estaba bailando en el campo riendo y cantando con la hija de Aurora y al día siguiente presentaba a una nueva novia sin siquiera avisarles de su ruptura.

—Mientras lo haga feliz... —Bella quiso pensar lo mejor, si las cosas salían mal al final del día solo sería un tropiezo menor, si por otro lado las cosas salían bien su hijo habría encontrado el verdadero amor.

La mañana de Mal había sido caótica en muchos aspectos, primero: nunca había tenido una cita donde no estuviera fingiendo sus sentimientos, lo del Lago Encantado le había abierto los ojos de una manera inesperada y ahora luchaba consigo mismo para no echarlo a perder.

Cuando Ben llegó la encontró encantadora como siempre, se la llevó de la mano y le comentó que había un lindo lugar donde comer a las afueras del campo de rosas casi en la frontera con el reino de Blancanieves, un camino de algunos veinte minutos que él estaba gustoso de recorrer a pie solo para pasar más tiempo con ella.

Por el camino hablaron de algunas cosas, principalmente de lo loco que había sido todo el asunto de Maléfica el día anterior, que Evie la había dejado dormir en el pasillo (Ben la llamó exagerada y ambos rieron) incluso Ben habló de algunas cosas vergonzosas de sí mismo, como cuando inundó la cocina de su palacio de niño tratando de hacer una tarea, pero entonces Mal recordó algo importante de lo que quería decirle a Ben.

Ella deslizó la mano por el bolsillo de la falda púrpura y apretó el puño sosteniendo el objeto.

—Pensaba en lo de ayer... Tu anillo es un objeto muy valioso.

—Ni siquiera pienses en devolverlo —la interrumpió Ben fingiendo estar molesto, pero aún frunciendo el ceño no se veía enojado en lo absoluto.

—No, no... —rió al principio y luego se recompuso, sacando de su bolsillo la pieza de oro, un broche en forma de dragón con una esmeralda en el ojo. Una baratija para Maléfica, pero para Mal guardaba un gran valor sentimental —. No necesito que lo uses, pero me gustaría que lo conservaras como un regalo por nuestro primer día de novios —Ben se detuvo a medio paso y sostuvo la joya de oro entre sus manos, era un bonito broche para colocar en una capa o en la solapa de un traje si Lumiere no fuera matarlo por maltratar una pieza tan fina de tela.

—Muchas gracias, Mal —Ben lo colocó en el pecho de su camisa.

—Si te parece ridiculo puedes quitartelo.

—Para nada, de ahora en adelante lo pondré en todos mis conjuntos. Sobre todo cuando salgamos en la tele —le afirmó mirándola con ternura —. Sigamos, preparan un Crème Brûlée magnífico y se agota en poco tiempo.

Continuaron su camino aún conversando y apretando sus manos. Ben había cumplido su promesa y desde ese primer día nunca salió de su palacio sin el broche incluso si Mal no lo veía, de igual modo ella jamás se quitó el anillo hasta que Ben lo reemplazó por uno de matrimonio varios años después.

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