Recuerdos Oscuros
La noche en el templo de Cáncer era oscura y silenciosa, apenas rota por el sonido de la respiración suave de Aioria a su lado. Pero Deathmask no dormía igual de tranquilo. Desde hacía algunas noches, sus sueños parecían cobrar vida en forma de pesadillas, llenas de sombras y figuras de su pasado que lo atormentaban en la oscuridad.
Esa noche en particular, el sueño fue especialmente intenso. En su mente, se encontraba atrapado en un pasillo interminable de rostros vacíos y voces susurrantes. Intentaba escapar, pero sus pies se hundían, como si algo lo atrapara y lo arrastrara hacia un abismo de soledad.
En medio de ese mar de rostros y voces condenadas su armadura dorada deshaciéndose en sus manos, el peso del juicio cayendo sobre él, aplastando cada parte de su ser. El sentimiento de rechazo era tan fuerte que lo hacía sentir desamparado, solo y desnudo ante sus propios errores.
—¡No…! —murmuró, su voz entrecortada en medio de la pesadilla.
Aioria, siempre un sueño ligero cuando estaba junto a él, notó de inmediato el movimiento inquieto de Deathmask. Abrió los ojos, al principio confundido, pero pronto entendió lo que estaba pasando cuando lo escuchó murmurar y vio la expresión angustiada en su rostro.
Aioria era consciente de los fantasmas que atormentaban a Deathmask, aunque él raramente los expresara en voz. Lo conocía lo suficiente como para saber que todavía cargaba el peso de su pasado y le dolía ver que, a pesar de su fortaleza, las cicatrices todavía siguieran presentes en su mente.
—Hey… —susurró, acariciándole el brazo suavemente—. Deathmask, despierta. Estoy aquí.
Deathmask se agitó una vez más antes de abrir los ojos, su respiración agitada y el corazón latiéndole a mil por hora. Parpadeó, desorientado, hasta que sus ojos se encontraron con los de Aioria, que lo observaba con una calma y calidez que casi logró apaciguar su malestar de inmediato.
—Fue solo un sueño —murmuró Aioria, manteniendo su mano en el brazo de Deathmask—. Estoy aquí contigo.
Aún desorientado, Deathmask intentó recomponerse, pero el peso del sueño parecía seguir sobre él. Aioria, sin decir más, lo rodeó con sus brazos, dándole un abrazo firme, cálido, que le recordaba que ya no estaba solo, que no tenía que enfrentar esas sombras sin compañía.
—No tienes que decir nada —murmuró Aioria, manteniendo el tono bajo y sereno—. Solo respira. Yo me encargo de las pesadillas por esta noche.
Deathmask esbozó una pequeña sonrisa, sintiéndose torpemente vulnerable, algo que rara vez permitía, pero esa vez, no le importó. Aioria siempre lograba hacerle sentir seguro, incluso en los momentos más oscuros. Se apoyó en su pecho y dejó que la calidez de su pareja lo envolviera, disipando las sombras que quedaban en su mente.
Después de un rato, su respiración comenzó a estabilizarse, y sus ojos se fueron cerrando de nuevo. Esta vez, en lugar de pesadillas, todo lo que había era la certeza de que, al despertar, Aioria seguiría allí, a su lado.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top