Mudanza

Los rayos del sol iluminaban el amplio patio de la mansión Kido mientras Aioria y Deathmask, vestidos casualmente, miraban los innumerables muebles y cajas acumulados. Saori, en un elegante conjunto informal, estaba de pie junto a ellos, indicando a los trabajadores dónde debían colocar las cosas. A pesar del bullicio de la mudanza, mantenía su habitual calma serena.

Deathmask soltó un largo suspiro, cruzando los brazos.

—No me lo puedo creer —murmuró con evidente fastidio—. ¿Con todo el dinero que tiene, no pudo contratar a una empresa de mudanzas? ¿Por qué demonios estamos nosotros aquí?

Aioria, que cargaba una caja llena de libros, sonrió de lado, sabiendo que su compañero no dejaría de quejarse. Sabía que Deathmask no era fanático del trabajo físico cuando no implicaba lucha.

—Saori necesita que todo esté listo en poco tiempo —explicó Aioria mientras dejaba la caja suavemente sobre el suelo—. Las empresas de mudanzas tardarían días en organizar todo. Además, con nuestra velocidad y fuerza, este trabajo es pan comido.

Deathmask bufó, lanzando una mirada a las montañas de cajas por desempaquetar.

—¿Y por qué nosotros? Somos caballeros, no simples ayudantes.

Aioria lo miró de reojo, pensando cómo abordarlo. Mientras se inclinaba para levantar otra caja, decidió soltar la verdad.

—Bueno... la verdad es que fui yo quien se ofreció.

Deathmask se congeló en su lugar, con los ojos bien abiertos, antes de girarse lentamente hacia Aioria.

—¿Qué? ¿Tú la propusiste?

Aioria, sintiéndose un poco avergonzado, rascó la parte posterior de su cabeza.

—Sí. Escuché que Saori necesitaba ayuda con la mudanza y pensé que sería una buena forma de… no sé, ayudarla un poco fuera de las batallas. Hacemos tanto por proteger el mundo, pero ella también carga mucho con su trabajo como Atenea. Quise hacer algo más… cotidiano por una vez.

Deathmask lo observó en silencio durante unos segundos, procesando lo que Aioria acababa de decir. Finalmente, una pequeña sonrisa se formó en su rostro, aunque intentó ocultarla tras una expresión de indiferencia.

—Eres un tonto sentimental, ¿sabes? —dijo, aunque sin rastro de malicia en su tono.

Aioria soltó una risa corta.

—Puede que sí. Pero sabes que, en el fondo, te encanta ayudar a Saori, aunque no lo admitas.

Deathmask rodó los ojos, pero no pudo evitar una sonrisa ladina.

—Sí, claro, lo que digas. Solo espero que esto termine rápido. Si tengo que mover una sola caja más de porcelanas, me voy a Grecia sin ustedes.

Aioria le dio un leve golpe en el hombro, una sonrisa cómplice en sus labios.

—Ya casi terminamos. Además, después te invito una cena, por las molestias.

—Más te vale que sea bueno —respondió Deathmask, fingiendo estar más molesto de lo que realmente estaba.

Aioria sonrió. Sabía que, aunque se quejara, Deathmask estaría a su lado, en el trabajo más cotidiano o en la batalla más peligrosa. Eso era lo que hacía que el vínculo entre ambos fuera tan especial.

—No lo olvidarás —prometió dándole un beso antes de ir a buscar más cajas.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top