CaFuné

La luz de la pantalla iluminaba la sala del Templo de Cáncer mientras la película avanzaba lentamente. Aioria, que se había acomodado en el sofá junto a Deathmask, estaba distraído, su atención dividida entre la trama y la sensación de los dedos de Deathmask deslizándose por su cabello.

Al principio, el gesto había sido casi casual, como si Deathmask simplemente hubiera querido encontrar una forma de estar más cerca sin decir nada. Pero pronto, las caricias en su cabello se volvieron constantes, rítmicas, y Aioria no pudo evitar sentirse extrañamente cómodo. Los ojos se le iban cerrando de a poco, como si estuviera siendo hipnotizado por las suaves manos de su compañero.

—¿Te gusta? —murmuró Deathmask en voz baja, sin apartar la vista de la pantalla.

Aioria abrió un ojo, mirando de reojo a Deathmask. Sabía que Deathmask no era del tipo de expresar afecto de manera tan evidente, pero cuando lo hacía, solía ser en pequeños gestos como este. Aunque no lo admitiera abiertamente, parecía disfrutar de esos momentos tranquilos tanto como él.

—Es agradable —respondió Aioria, con una sonrisa perezosa, recostándose un poco más contra Deathmask—. Solo que… esto me recuerda algo.

Deathmask arqueó una ceja, sin dejar de acariciar el cabello de Aioria.

—¿Qué cosa?

Aioria soltó una pequeña risa, recordando cómo sus compañeros caballeros, especialmente Milo, se habían burlado de él en más de una ocasión por su signo zodiacal. Al ser Leo, un felino, los apodos como "gato" habían sido inevitables.

—Siempre me dicen que, por ser de Leo, soy como un gato. Y esto… —dijo, señalando las caricias en su cabello—, me hace sentir que están en lo cierto.

Deathmask detuvo sus caricias por un momento, una sonrisa divertida apareciendo en sus labios.

—¿Así que eres un gato? —preguntó, claramente disfrutando de la idea—. Eso explica por qué te estás relajando tanto. Solo falta que empieces a ronronear.

Aioria lo miró con fingida molestia, aunque no podía ocultar la risa que luchaba por salir.

—No exageres. No soy un gato.

—Oh, claro que lo eres —insistió Deathmask, volviendo a acariciar el cabello de Aioria, esta vez con un toque más juguetón—. Mírate, estás prácticamente dormido. Solo falta que te enrolles sobre mí.

Aioria bufó, aunque se dejó llevar por la comodidad del momento. Había algo reconfortante en la calma de la sala, la suave luz de la pantalla, y el toque constante de Deathmask en su cabello. Tal vez, solo tal vez, había algo de verdad en esa comparación con los gatos.

—Bueno, si soy un gato, ¿entonces qué eres tú? —preguntó Aioria, levantando la cabeza lo suficiente para mirar a Deathmask con curiosidad.

Deathmask se encogió de hombros, sin dejar de sonreír.

—Yo sería… —hizo una pausa dramática, como si lo estuviera considerando seriamente—, el tipo que cuida al gato, obviamente.

Aioria rió, incapaz de evitarlo esta vez. Había algo en la forma despreocupada y tranquila en la que Deathmask lo decía que lo hacía sentir más ligero, más en paz.

—Está bien, cuidador de gatos —respondió Aioria, recostándose de nuevo y cerrando los ojos, permitiéndose disfrutar del momento—. Pero no te acostumbres a esto.

—No me acostumbro a nada —murmuró Deathmask, su tono calmado—. Solo disfruto el momento cuando sucede.

Y, por un rato, se quedaron así, en silencio, dejando que la película continuara mientras las caricias de Deathmask seguían, suaves y constantes, en el cabello de Aioria. Tal vez, pensó Aioria justo antes de quedarse dormido, no era tan malo dejarse llevar por su lado “felino” de vez en cuando. Especialmente si significaba momentos como ese, tranquilos y llenos de una cercanía silenciosa que pocas veces necesitaba palabras.

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CaFuné del portugués brasileño, acción de acariciar suavemente y con cariño el cabello de alguien (amo esta palabra)

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