Leer Juntos

Aioria se recargó en el hombro de Deathmask y una sonrisa tierna se instaló en sus labios mientras lo observaba buscando algo entre la cesta y luego observó a su alrededor haciendo que su sonrisa se ampliara. Tenía que admitir que estar en el jardín de Piscis había sido una idea maravillosa y que Deathmask haya tomado en cuenta sus deseos y hacerlos posible era algo que admitía jamás hubiese pensado sería posible, siempre a la defensiva, tosco, malhumorado no parecería ser de los que se preocupan por los demás y bueno, en parte era así, pero no con todos, era completamente diferente con aquellos que le preocupaban y la prueba estaba ante sus ojos.

—Listo —la voz de Deathmask lo sacó de sus pensamientos—. ¿En qué piensas? —preguntó dándole un ligero golpe en la nariz. Aioria la arrugó antes de responder:

—En lo afortunado que soy de conocer tu mejor versión —Sonrió al verlo rodar los ojos.

—Boberías. —respondió haciendo un gesto de disgusto y girando la cabeza para que no viera su sonrojo—. ¿Jugamos o leemos? —cambió de tema mostrando un libro y una baraja.

—Leemos —dijo sin pensarlo mucho.

Ninguno de los dos era de mucha lectura, pero era algo que hacían de vez en cuando en sus días de mucho ocio. Aioria apreciaba esos momentos porque ambos podían relajarse, acurrucarse el uno contra el otro y perderse en las páginas de algún buen libro que Afrodita o Camus les hayan recomendado. Regularmente, leían un capítulo y luego pasaban la siguiente hora comentándola y desarrollando teorías sobre lo que pasaría en el siguiente capítulo.

Deathmask sacó el libro que habían empezado hacía dos semanas y lo abrió en la página marcada  colocándolo delante de ambos. Aioria apoyó su cabeza en el hombro de Deathmask y comenzó a leer en voz alta inrerrupiéndose al cabo de unos párrafos  cerrando el libro, se giró hacia su compañero y lo miró con cierto reproche. Deathmask alzó una ceja con interrogación.

—¿Qué? —cuestionó con inocencia.

—No estás siguiendo la lectura —le reprochó—. ¿Tengo algo en la cara que no dejas de verme?

—Sí —respondió Deathmask con calma. El semblante de Aioria cambió.

—¿Qué?  —preguntó tocándose la cara alarmado.

—Unos ojos hermosos —la seriedad seguía tiñendo su voz.

Un violento sonrojo se apoderó del rostro de Aioria. No era ajeno a los halagos de Deathmask, pero estos solían ser en sus momentos de mayor intimidad que eran cuando se mostraba más desinhibido. No era típico de Deathmask lanzar cumplidos de forma casual y con tanta seriedad que no pudo evitar sonrojarse. No estaba totalmente recuperado de la sorpresa cuando sintió un suave beso en los labios. Fue apenas un roce, pero suficiente para dejarlo otros segundos sin habla.

—Continúa con la lectura —volvió a abrir el libro—. Te quedaste en la parte en la que se dirigían a buscar la manzana dorada.

Aioria suspiró y sonrió. Volvió a acurrucarse en el hombro de Deathmask. Reanudando la lectura justo en el párrafo qué Deathmask le había señalado. Tenía que admitir que a pesar de llevar meses juntos, el guardián del cuarto templo, seguía sorprendiéndolo.

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