20- Tulips (Ripell)
-¿Pero qué flor tan fantástica es esta, Cielo?
-Oh, es que nadie las conoce aquí, sabes que siempre te daré lo más maravilloso y exclusivo, amor. Nadie más en Amsterdam tiene esta flor, es tan bella y única cómo tú.
-¿Y me vas a decir ya cómo se llama?
-Su nombre también es único, como tú: Tulipán.
Un hombre sentado en un banco del parque, volteó disimuladamente a mirar a la pareja que había estado escuchando hablar. Aunque con ese volumen tan fuerte que usaban, su conversación en un picnic no buscaba ser demasiado privada, ¿cierto?
Quería ver esa flor.
-Solo mírala- continuó él -: representa nuestro amor.
-¿Nuestro amor?
-Parece un pequeño nido, dentro estarías protegida y es suave y confortable y de un olor dulce y hermosa... como la casa que un día te daré, donde viviremos siempre juntos. ¿Verdad que te gusta?
-Me encanta, y más si la explicas así- sonrió la chica, mientras él tomaba su mano y la besaba -. Todas dicen que prefieren recibir lirios, esa flor que se está empezando a poner de moda.
-¿Pero quién quiere lirios?- se burló él, pasando su mano por su cabellera pelirroja, en un gesto de superioridad -Los tulipanes son mil veces mejores, y tú te mereces lo mejor. No tendrás lirios como si fueras cualquiera de las otras mujeres que llenan los Países Bajos.
Así que... tulipanes.
-Ya está, Capitán- la voz de Gideon sonó en el comunicador de ambos -. Los registros indican que ya no existió La Crisis de los Lirios y de nuevo es La Crisis de Los Tulipanes.
-Eres tan suave como sus pétalos- Ripa carició la mejilla de Lexell -. Y luces tan fresca como ellos.
-¿Te lo parece?- le siguió el juego acariciando su nuca.
-Disculpen: les dije que ya está...
-Tan suave, tan fresca, tan hermosa- ignoró la voz de la I.A. acercando su rostro lentamente al de la chica frente a él.
-Oh, vaya, ya entendí, les daré privacidad- dijo Gideon con cierta molestia.
Lexell rió -¿De verdad el tulipán es tan especial como yo?
-Tanto... tanto....- susurró mientras frotaba su frente con la suya.
Ella acercó sus labios hasta besar los ajenos, y el tulipán tan extraordinario y especial terminó en el suelo para que él pudiera abrazar la cintura de la mujer que le estaba robando un beso.
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