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꒦꩜ especial Xingyun (parte 2)
Chongyun dejó escapar un suspiro pesado, sintiendo unas manos colarse bajo su camiseta casi al instante.
— ¡X-Xing!— Se quejó, logrando sacarle una risita a su novio.
— Lo siento, lo siento.— Se disculpó, mas no retiró sus manos.— Simplemente te veías frustrado, así que quise hacerte compañía.
— Pero tenemos que estudiar.— Le recordó. El de orbes dorados sonrió y se encogió de hombros, apretando el torso ajeno para atraerlo hacia él.
— Tenemos mucho tiempo libre.— El de cabello celeste se rindió y se puso en pie, consciente de que era bueno que tomase un descanso.— ¡Bien! Cada vez cedes más rápido.— Comentó feliz, sintiendo el peso ajeno sobre él. Una sonrisa surcó su rostro y aprovechó para introducir nuevamente sus manos bajo la camiseta ajena, logrando hacer estremecer a su novio.
— Me da a mí que te gusta demasiado toquetearme.— Xingqiu no pudo evitar soltar una carcajada mientras ambos se acomodaban sobre la cama, aún abrazados.
— La verdad es que sí. Además, siempre estás helado, deberías abrazarte de mí más seguido.— Dijo con diversión. Chongyun no comentó nada y apoyó su rostro en el hombro ajeno.
Ya habían pasado varios años desde que habían empezado a salir. A lo largo de su relación habían surgido varios inconvenientes, como aquella vez que pelearon porque Xingqiu estaba pensando en dejarlo, o algunos problemas más que llegaron a tener. Pero tras aquella ocasión, afortunadamente no habían tenido discusiones tan fuertes como para llegar a una posible ruptura.
De hecho, su relación había mejorado notablemente. Ahora ambos no temían de serle sincero al otro, rara vez habían sentido inseguridad al hablar sobre algo que los atormentaba, y, además, cada vez se sentían más unidos.
Lentamente se acercaban a aquel futuro inevitable del que Xingqiu temió en un pasado, mas ahora no se sentían intimidados por él. Ambos confiaban firmemente en que seguirían juntos sin importar qué, siempre y cuando sus sentimientos siguieran siendo los mismos.
— Chongyun...— Susurró.— No te haces una idea de las ganas que tengo de llegar al día en el que finalmente vivamos juntos.
— Yo también lo estoy deseando. No me gusta vivir lejos de ti.— Habló mientras se acomodaba entre sus piernas para poder besarlo.
Su novio correspondió con cariño, tomando la libertad para recorrer el cuerpo ajeno con sus manos. Eso era algo que el de orbes azul cielo sabía perfectamente; Xingqiu amaba explorar su cuerpo.
Y aquella noche, ambos decidieron mostrarse por primera vez frente al otro. Algo que no habían hecho nunca, y que, aunque no lo pareció, fue un paso muy grande en su relación. Porque entonces ambos exploraron hasta el último rincón ajeno, y se permitieron tocarse sin miedo, se mostraron mutuamente aquellos sentimientos de cuya existencia eran conscientes pero muchas veces no podían mostrar.
— ¿Qué tal están las cosas por el colegio?— Preguntó Xingqiu mientras se abrazaba de su esposo, quien apoyó su cabeza sobre su hombro y cerró sus ojos.
— Bastante mejor. Yanfei ya se está haciendo cargo de ese chiquillo del que te hablé. Dice que probablemente ya mismo logren quitarle la custodia a su madre.— El de cabello azul marino soltó un suspiro.
— Es doloroso pensar que algunas personas realmente sean capaces de hacerle eso a un niño.— Su esposo tampoco pudo evitar dejar escapar un suspiro.
— Simplemente hay personas que no deberían tener hijos.— El de orbes dorados permaneció en silencio.
Desde poco antes que ambos se casaran, él había deseado tener un hijo. Si bien durante muchos años él había creído ser malo con ellos (debido a su nulo conocimiento sobre las actividades infantiles, pues él no había tenido una infancia adecuada), al final descubrió que no se le daban tan mal. A Chongyun le había pasado lo mismo, y al final, de hecho, había descubierto que los niños eran lo suyo, logrando llevarlo a convertirse en un maestro de infantil.
Sin embargo, desafortunadamente así había tenido que encontrarse con situaciones que no había deseado, como el caso de ese chiquillo, quien había tenido que sufrir los abusos de su madre. Aunque, afortunadamente, por otro lado tenía a su padre, quien siempre lo cuidaba con cariño y procuraba traerle toda la felicidad que su madre le robaba.
Ahora finalmente la ley estaba interviniendo, por lo que probablemente aquel chiquillo finalmente encontraría la paz y podría vivir permanentemente junto a su padre.
— Aaaaah... Me gustaría que tuviéramos un hijo.— Murmuró el de orbes dorados, logrando hacer estremecer al contrario.— No puedo evitar pensar en lo buen padre que serías. Y es tan lindo verte cuidando a tus alumnos que no puedo evitar pensar en lo que sería verte igual con nuestro niño.
— A-Ah, yo...— Su rostro estaba completamente rojo. No sabía cómo reaccionar, ellos apenas habían conversado acerca de ese tema, y que Xingqiu lo sacara de repente lo había tomado completamente desprevenido.— A mí también me gustaría. Ver a nuestros amigos con hijos hace que me dé algo de envidia.— Confesó, desviando su mirada.
— Pues aún estamos a tiempo.— Comentó, separándose de él.— ¿Quieres intentarlo?— El de orbes como el cielo sonrió y asintió.
— Ni siquiera tenías que preguntar.— Ambos sonrieron.
La verdad es que después de todos esos años juntos, ambos no podían evitar anhelar dar ese “último” gran paso. Teniendo en cuenta el cariño que ambos le tenían a los niños, y lo mucho que querían tener algo así de importante para ambos, ya habían tardado bastante.
El tiempo pasó, y al final acabaron adoptando a una chiquilla bastante curiosa. Sayu y ella conectaron bastante bien, llegando a convertirse en mejores amigas.
— ¡Maldita Sayu! ¡Lo único que sabe hacer es llegar tarde! ¡La próxima vez ya sabe quién va a acompañarla hasta el instituto!— Farfullaba Diona mientras daba vueltas de un lado a otro, arreglando su ropa y acomodando los libros y cuadernos en su mochila.
— Siempre dices eso, pero al final siempre se lo dejas pasar.— Se burló Xingqiu desde su asiento, satisfecho al ver el ceño fruncido de su hija.
— ¡Pues ya verás como esta vez no estoy mintiendo!— Sus padres intercambiaron miradas. Efectivamente, estaba mintiendo.
— Claro. Pero de todas formas, hoy piensas ir con ella, así que no tardes mucho.— Habló esta vez Chongyun, dándole un bocado a su desayuno.
— ¡Ni que fuera como ella!— Exclamó, colocándose la mochila con brusquedad.— ¡Me voy!
— ¡Hasta luego!— Se despidieron ambos adultos, viendo con cierta diversión cómo su hija se retiraba y salía a la calle, casi dando un portazo al cerrar.
— Vaya temperamento tiene.— Comentó el de orbes dorados.— Desde luego... A nosotros no ha salido mucho.
— En el fondo es muy buena. Creo que en eso se parece a ti: aparentais ser de una forma, pero en el fondo sois de otra.— El de cabello azul marino sonrió con cariño y acarició la mano de su esposo.
— Y esa parte tan buena que tiene seguro que es por ti. Ella realmente es capaz de llegar a ser tan linda como tú.— El de orbes azules como el cielo diurno sonrió.
— Tú también eres muy bueno.
— Pero sabes que no tenemos comparación.— Se acercó al contrario y lo besó con cariño.— Te amo, Yunyun.— El susodicho sonrió.
— Hacía mucho tiempo que no me llamabas así.— Con una mano apretó una de las mejillas del contrario.— Yo también te amo, Qiuqiu.— Ambos permanecieron en silencio, mientras se observaban, con una suave sonrisa adornando sus rostros, durante unos segundos, antes de volver a besarse.
Después de todo, ambos estaban hechos el uno para el otro. Quién lo hubiera dicho, que dos personas que no parecían compaginar, acabarían siendo todo lo que ellos eran ahora, y seguirían avanzando hasta que todo finalmente acabara.
Mas no era momento de pensar en esas cosas, pensó Xingqiu; no mientras aún pudiera refugiarse en los labios y los brazos de su amado.
Simplemente quería apreciar el momento presente, y vivir al máximo su vida junto a Chongyun y su hija.
Porque al final, ambos eran su tesoro más preciado.
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