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꒦꩜ especial Aether & Ayaka (parte 2)
Mientras iba a la casa de Ayaka, no podía evitar darle vueltas a su situación actual. No era la primera vez que se sentía así de decaído, pero la verdad es que sentía que esta vez era peor que la anterior.
¿Por qué había empezado todo, en primer lugar? Ni él mismo sabía el origen de su malestar. Probablemente se percató en ese momento, mientras escribía en su cuaderno una de las historias en las que estaba trabajando desde hacía años para simplemente guardarla por ahí y leerla de nuevo cuando tuviera ganas.
¿Acaso su vida merecía la pena? No se sentía satisfecho con nada de lo que había hecho al momento. Sentía todo manido y sus días se habían vuelto monótonos y aburridos. No creía ser apreciado por las personas que lo rodeaban, y eso solo lo desanimaba aún más.
Incluso habiendo sido animado por Yoimiya, después de aquella charla aún sentía que le faltaba valor.
«Hay muchas personas en el autobús» alzó la mirada y la paseó por el lugar. Él estaba de pie junto a la entrada, apoyándose de una barra que también era ocupada por una joven unos años menor que él. «Todos tienen sus propias preocupaciones, en mayor o menor medida. Sin embargo, todos siguen avanzando como si nada sucediera.» Cerró sus ojos con pesadez y dejó escapar un suspiro. Quería irse de allí, pero ya no había vuelta atrás.
A llegar a la casa de la joven Kamisato, dudó al llamar. Pero a pesar de todo, incluso aún sintiéndose inseguro, decidió hacerlo. Tal vez hablar con ella lo haría aclarar las cosas.
— ¡Oh, Aether! Tu visita nos pilla un poco desprevenidos, je...— Thoma lo recibió amablemente. El rubio siempre manejaba una buena disposición y actitud que aliviaba un poco al de trenza rubia.— ¿Vienes a ver a Ayaka?— El de menor altura asintió.— Ella está en su habitación.
— ¿Por qué estás tan agitado?— El contrario rio con nerviosismo.
— Ayato me tiene dando vueltas de un sitio a otro. Nada más.— El de orbes dorados desvió la mirada, decidiendo no preguntar más.— Bueno, dejemos eso de lado.— Se echó a un lado para dejar pasar al rubio, quien avanzó tímidamente, dejando sus zapatos en la entrada.— Ve a verla sin miedo. No sé qué está haciendo, así que no puedo asegurarte que esté libre.
— No pasa nada. Muchas gracias, Thoma.— Ambos intercambiaron una sonrisa antes de marcharse por su propio camino.
— ¡Si me necesitas, estoy con Ayato!
Cuando llegó arriba, buscó con su mirada la habitación de la joven, sabiendo ya dónde se encontraba. Avanzó de puntillas, como si evitara hacer ruido para así no ser descubierto.
Al llegar dio dos toques suaves. Pudo escuchar al instante un «Puede pasar» lo que le hizo querer salir corriendo. Estaba acostumbrado a que Ayaka, al tanto de sus visitas, siempre lo recibiera amablemente.
Abrió la puerta, encontrándose con la espalda de la joven. Su cabello estaba recogido en una trenza que le caía por encima de los hombros, y dos horquillas en su cabeza probablemente recogían el flequillo que siempre cubría su frente.
— Ayaka...— Murmuró al verla allí, completamente enfrascada en su tarea.
— ¿Aether?— La mencionada se giró a ver a su invitado, poniéndose completamente colorada al ver al joven de pie junto a su puerta.— ¿Por qué no me avisaste de que vendrías? Si lo hubiera sabido, me hubiera arreglado más...— Desvió la mirada avergonzada, soltando el flequillo que, efectivamente, tenía recogido con ambas horquillas.
Dejó de lado todo lo que estaba haciendo para poder prestarle atención al recién llegado, a quien invitó a tomar asiento en un cojín cerca de ella.
— Lamento haber venido sin previo aviso. Me precipité demasiado, ni siquiera estaba seguro de si estarías aquí...
— ¡No, no te disculpes! No pasa nada.— La de orbes celestes le sonrió suavemente.— ¿A qué se debe tu visita tan repentina?— Quiso saber.
— Ah, bueno, yo... Estuve hablando con Yoimiya.— Decidió ser sincero con ella aunque le costara. Solo quería saber si esto lo haría sentirse mejor.— Me dijo que estabas preocupada por mí.— La joven suspiró.
— La verdad es que sí. Últimamente no has respondido mis mensajes, no venías de visita y siempre que iba para saber si estabas bien no estabas en casa. ¿Ha pasado algo?— Parecía preocupada. Aether se alarmó, ¿y si pensaba que se había alejado por ella? ¿Acaso la había hecho sentir culpable?
— No, no te preocupes, no sucedió nada. Simplemente he estado algo ocupado con la universidad.— Mentira. Lo había hecho adrede.— Lamento haberte preocupado.
— Oh, entonces no pasa nada...— No parecía satisfecha con su respuesta. Él quiso disculparse.
El ambiente pareció volverse tenso de repente. Ninguno se atrevía a hablar, tampoco es que supieran qué decir. Se sentían presionados.
— Aether...— Lo llamó en un susurro.
— ¿Sí?— Ayaka apretó sus puños, llenándose de valor para pronunciar las siguientes palabras.
— ¿Por qué no me dices la verdad?— Alzó su mirada para conectarla con la del contrario. El oro de los ojos de Aether conectó con el cielo despejado de los ojos de Ayaka. Ambos consumidos por el miedo, el miedo de perderse mutuamente.
— Porque es una estupidez.— No iba a refutar. Ahora que había sido expuesto, ¿por qué iba a mentir?— Lo lamento, pero vuelvo a sentirme como un pedazo de basura insignificante que nadie aprecia,— se echó sobre el suelo.— eso es todo.
Ayaka se tumbó con cuidado junto a él. Ambos se miraron a los ojos en silencio.
— Eso es porque no te aprecias a ti mismo. Si lo hicieras, probablemente no pensarías en esas cosas.— Empezó a decir ella. Su tono de voz era suave y acogedor, el rubio lo amaba.— Probablemente no lo sepas, pero eres alguien increíble. Desde siempre he amado todo lo que haces. Cuando llegué aquí me sentía perdida. Aún era una niña y no comprendía mi situación,— desvió la mirada.— pero fui recibida con los brazos abiertos. Siempre os tuve a Lumine y a ti para mí, incluso cuando me cambiaron de institución. Me hacía feliz teneros junto a mí. Especialmente a ti, porque eres más cercano a mí que ella.— Volvió a dirigir su mirada a Aether. Su expresión no había cambiado, simplemente la observaba en silencio.— Eres afable y jocoso. Siempre me ha resultado fácil reír contigo cerca. Aún recuerdo,— se acomodó para observar el techo de su habitación, sintiéndose avergonzada en la posición anterior al no atreverse a mirarlo más.— que siempre que lloraba tú venías a hacerme reír.
— Es cierto.— Aether también se tumbó boca arriba para ver el techo. Él también estaba avergonzado.— Recuerdo el día que te caíste y no había forma de hacerte dejar de llorar. Thoma me llamó preocupado y cuando fui te calmaste casi al instante.
— Es que tu cara resulta graciosa.— Bromeó, tumbándose en la dirección contraria para que el de trenza no viera su rostro.
— ¡Oye! ¿Tan feo soy?
— ¡Qué va! Todo lo contrario. Simplemente me resultas gracioso...— No se dio cuenta de lo que había dicho hasta ahora. El color rojo terminó por apoderarse por completo de su nívea piel. En sus adentros rezó para que Aether no se hubiera dado cuenta.
Pero lo había hecho.— Así que me consideras guapo, eh...— Oh, no. Había sido descubierta.
— S-sí, lo hago.— Decidió ser sincera. Se sentó rápidamente en el suelo, con la mirada clavada en el suelo.— Bueno, ¿quieres tomar algo? Me parece algo feo tenerte aquí sin nada.
— No, espera.— Aether tomó su muñeca para detenerla. Tomó asiento a su lado y la encaró.— Quédate un poco más aquí.— Sintió a la contraria tensarse, así que se apresuró a decir.— Simplemente no quiero estar solo.— Ella dejó escapar un suspiro y envolvió a Aether entre sus brazos, emanando un cariño desmesurado.
Era extraño de ella un acto de cariño como ese. Es por eso que Aether tardó en reaccionar, pero al menos logró corresponder al abrazo, optando por cerrar sus ojos.
Su inquietud no desaparecía, pero durante esos minutos en los que estuvieron juntos, su corazón y mente parecieron tranquilizarse. Kamisato Ayaka se había llevado con ella todos sus temores, y él apreció aquel acto (que al final fue efímero) que le hizo sentir tan relajado.
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