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Los tres amigos estaban en la sala, mirándose entre ellos, tratando de conseguir una solución. El dinero de Tristan alcanzaba para la renta, pero no tenían de dónde sacar dinero para la comida.

Bradley se sentía mal, culpable más que todo, y no dejaba de mover su pierna con nerviosismo. El mayor de los tres vio que, hace un par de días, el humor y la forma de ser del más chico iba cambiando. No quiso decir nada, pero el desempleo fue la gota que rebalsó el vaso.

-No nos queda alternativa. -Paso ambas manos por su rostro y observó confundido a Brad. -Algo te sucede, y hasta que no soluciones tus problemas te quedarás en la casa, limpiando. -El oji-marron lo miró sorprendido y algo enojado, él sabía que estaba pasando pero no sabía como arreglar ese problema.

-Entonces, ¿él me ayudará en la limpieza? ¿Cómo conseguiremos más dinero? -El castaño pestaño y relamio sus labios sin entender aún del todo lo que el rubio planeaba.

-No, tú conseguirás trabajo. -No pudo evitar el grito de sorpresa que salio de su boca, en su vida había tenido un trabajo. -Cambiaran roles, tú te quedas en la casa y tú sales a trabajar ¿si? -Ambos chicos asintieron algo aturdidos por el nuevo plan de vida que les esperaba.

-¿En dónde trabajaré? -Tristan se encogió de hombros y empezó a caminar hacia la escalera, pero antes que subiera, Brad lo tomó del brazo y lo obligó a entrar a la cocina.

El suspiro del castaño se escuchó en todo el lugar, desde donde estaba podía oír como sus dos amigos discutían. Odiaba verlos discutir a ellos, solían dejar de hablarse por días y eso lo ponía mal.

No podía decir que Tristan no tenía razón, él también había notado un actitud extraña en Brad. Pareciera como si estuviera ido, en otro lugar, o perdido en el espacio.

Cuando sintió un portazo y luego, la silueta del ruloso subir las escaleras corriendo seguido del rubio, supo que alguno había metido la pata, seguro que se habían dicho cosas que no querían, como solían hacer cada vez que discutían.

Y por primera vez, se sintió solo. Ni en las mañanas, cuando los chicos no estaban, se sentía así porque sabía que ellos volverían y seguirían haciendo estupideces. Ahora, los ojos le ardían por el hecho de que tal vez, esta vez no se arreglen. Era muy sensible, demasiado, y los problemas de sus amigos le afectaban a él.

Las manos le temblaron cuando tomó el ramo de orquídeas negras con rosa.

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