25
El golpe en la bolsa fue un poco brusco, pero no le importó y siguió golpeando la bolsa con fuerza. Los nudillos le ardían, las manos se le debilitaban y las lágrimas le nublaban la vista.
Por cada maldición daba un golpe más fuerte, se lastimaba más y odiaba eso. Sabía que su madre llegaría en cualquier momento atraída por el ruido, tendría que haberse llevado su bolsa apenas se había mudado.
Cerró sus ojos cuando ya no podía mover sus brazos, se dejó caer sobre la bolsa y respiraba entre cortado. Las manos le dolían tanto, tanto como le dolía el corazón.
Se había preguntado tantas veces por qué no era capás de decirle a Connor que él era quién le regalaba esas flores que a él le gustaban.
Se deslizó por la pared, quedando sentado en el suelo con la espalda recostada en la azulada superficie. Suspiró una vez antes de limpiarse el rostro, alguien había tocado la puerta.
-Pasa. -Su voz salió rasposa, como si le lastimara hablar o no quisiera hacerlo.
Por la puerta entró un hombre, era su padre. Al ver al rubio sentado en el suelo, negó y se sentó a su lado con un poco de dificultad.
-Si vas a decirme que me veo patético, eso ya lo sé. -Nunca quitó la vista de la pared enfrentada, tenía algunas marcas de cinta. De seguro por los miles de posters que había pegado cuando era niño.
-No vine a eso. -Sintió como pasaba un brazo por sus hombros y lo miraba serio. -Te dije que odio cuando te lastimas sólo, deja de hacer esto o voy a tirar esa bolsa James. -Le advirtió un tanto dolido el mayor.
-Ya no sé que hacer. -Cubrió su rostro con sus manos al momento que dejó escapar un sollozo. -Yo-o enserio lo amo, pero no sé como decírselo.
Su padre lo miraba un poco preocupado, le dolía no poder ayudar a su hijo en sus problemas.
-Trata de relajarte y tal vez si te alejas de él un poco, no duela tanto. -Vio el ramo de flores en una esquina de la habitación y sonrió triste. -Un ramo de Lavandas.
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