Capítulo 45

—Eres una niña traviesa como tu tía, estoy orgullosa de ti —le aplaude y Fiorella la imita.

Ella sigue en su relación con Elliot. Según lo que me ha dicho cada día se enamora más de él y ya entiende lo que yo siento hacia Julián. Sigue viviendo con mis padres y yo se lo agradezco porque les hace la vida más entretenida. Mamá me visita con regularidad, al igual que Azucena, están encantadas con Fiorella. Alexander no se queda atrás, cada vez que viene de visita le trae un regalo diferente a su nieta. Es una niña muy consentida. Hasta Adela ha venido en varias ocasiones, hablando de ella, hace unos meses comenzó una relación con un chico y me pone muy feliz verla así de animada.

—No deberías decirle eso —regaño a Sam.

Alzo a Fiorella del suelo y comienza a llorar.

—Eso no se hace, mi cielo.

Aprovechó que tenía mis pinturas a su alcance e hizo un reguero en todo el piso de la sala.

—Me impresiona lo hermoso que te quedó este cuadro —lo toma en sus manos.

Hace una semana dibujé un cuadro donde salimos los cuatro, Julián, Fiorella, Primrose y yo. Agarré una foto que nos tomamos en el high park y la recreé en un dibujo.

—Siempre quise dibujar algo así —alza una ceja —. Digo, hacer un cuadro de mi familia.

Camino hasta el baño y comienzo a limpiar a Fiorella. Sam me sigue.

—Ya habías hecho uno de nosotros —se cruza de brazos.

—Lo sé, pero hablaba de la familia que iba a formar yo con el hombre que sería mi esposo... Sabes de lo que hablo.

—Sí, solo quería molestarte —sonríe.

Ruedo los ojos y vuelvo a sentir esa punzada en la cabeza. Desde esta mañana no me siento bien, pero no le dije nada a Julián para no preocuparlo.

Saco a mi hija de la bañera y la envuelvo en una toalla. Cuando me pongo en pie siento que me mareo.

—Sam —susurro.

Pierdo la fuerza en mis brazos y afortunadamente Samantha alcanza a quitarme a la niña de los brazos. Ella empieza a llorar.

—¿Estás bien? —niego con la cabeza.

Me sostengo de la pared para no caerme y respiro profundo. Siento líquido salir de mi nariz y sé que es sangre. El llanto de Fiorella hace que el dolor de cabeza se haga más fuerte.

—Ya princesa, todo está bien —la meze en sus brazos.

Sam me mira con preocupación y tomo un pañuelo para parar la sangre. Se me pasa el mareo y cuando logro estar en pie sin agarrarme le pido que me la dé.

—No llores, mi cielo. Yo estoy bien —la pego a mi pecho y la mezo en mis brazos.

Automáticamente se aferra a mi cuello. Ella poco a poco deja de llorar y se la doy a Sam nuevamente para que la cambie.

Voy a mi habitación y me acuesto en la cama. Al poco tiempo entra Sam a la habitación, no trae a mi hija con ella.

—¿Y Fiorella? —me siento.

—Se quedó dormida —asiento —. ¿Quieres que vayamos al hospital? —niego con la cabeza.

—Lo menos que quiero es ir a un hospital, ya lo que me espera es inevitable —suspira.

Sus ojos se llenan de lágrimas y sé lo que está pasando por su cabeza. Le tiendo mis brazos y ella me recibe el abrazo. Acaricio su cabello.

—Todo va a estar bien —ella me abraza más fuerte.

Y eso es lo que yo quiero, que sigan su vida y sean felices.

* * *

Siento unas manos en mi rostro, acompañado de balbuceos. Sonrío y abro los ojos. Mi bella hija sonríe cuando me ve y mira a Julián.

—Muy bien, preciosa. Eres mi pequeña inteligente —la carga y besa su mejilla.

Ella se ríe y aplaude. Verlos así me encanta. Julián me mira y me guiña un ojo. Yo le sonrío.

Deja a Fiorella en la cama y se sienta a mi lado. Pone su mano en mi frente y frunce el ceño.

—Voy por el termómetro, siento que la fiebre no te ha bajado —niego con la cabeza.

Desde que Sam se fue he ido empeorando. Tengo la fiebre elevada y me siento demasiado débil, sin fuerza.

Julián vuelve y me pone el termómetro.

—Vamos al hospital, por favor —niego con la cabeza.

Me siento en la cama y Fiorella gatea hasta mí. Tomo su muñeca y se la doy. Primrose se encuentra a mi lado en el suelo, no se me despega desde que comencé a sentirme mal.

—Los dos sabíamos que esto pasaría. En el hospital no van a hacer nada por mí y yo no quiero estar rodeada de cables, no quiero que me ingresen una aguja, ya me cansé de ir a los hospitales —toma mi mano.

—Te entiendo, florecita y no quiero que sufras. Solo déjame llamar al doctor para que venga. Aunque no me dices nada para que yo no me preocupe ya sé que llevas varios días así, más de una semana. Cada vez que voy a trabajar me quedo con un mal sabor de boca, por eso le llamo a Sam, a Arely o a Azucena para que te acompañen y te ayuden con nuestra hija —mis ojos se llenan de lágrimas.

Él me abraza y besa mi cabeza.

—No sabes lo difícil que es para mí, estoy luchando, pero ya no puedo más —mi voz se quiebra y las lágrimas corren —. La vida se me escapa de las manos y yo no puedo hacer nada —me abraza más fuerte.

—Te amo demasiado y aprecio todo esto. Yo no quiero que ya no estés —me separo de él.

Beso sus labios y lo vuelvo a abrazar. Fiorella se cuela entre nosotros y nos abrazamos los tres.

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