Capítulo 41
Jazmín Anderson
Salgo al patio trasero y veo a mi madre sentada en una banca que tenemos allí, tiene la mirada fija en algún lugar. Me siento a su lado.
—¿Estás bien? —ella me mira.
—Dejé de estarlo desde que descubrí que mi pequeña estaba enferma —hago una mueca de tristeza.
—¿No te gustó la decisión que tomamos Julián y yo de tener al bebé?
—No es eso. Al contrario, me doy cuenta de que te educamos bien, porque yo también hubiera hecho lo mismo. Solo que... —suspira —. No quiero perder a mi hija —tomo su mano.
—Mi muerte es algo que iba a pasar, ya no podíamos hacer nada y me pareció bonito dejarles una parte de mí para que le den ese amor que yo le hubiera dado. Créeme que me duele pensar que no voy a pasar mucho tiempo con él o ella, pero nunca le quitaría la posibilidad de vivir —mi madre sonríe.
—Siempre fuiste una niña muy fuerte y me alegra saber que sigues teniendo esa fortaleza. Además, eres muy valiente, mi niña. Siempre te lo he dicho, tú y Sam son lo más bonito que tengo. Quiero que sepas que estoy muy orgullosa de la mujer en la que te estás convirtiendo —mis ojos se llenan de lágrimas.
—Te amo tanto, mamá —ella me abraza.
—Y yo a ti, mi pequeña.
Acaricia mi cabello y me meze en sus brazos como cuando era una niña.
—Me voy a poner celosa —nos separamos.
Vemos a una Sam de brazos cruzados.
—También estoy muy orgullosa de ti, hija. Aunque siempre busques la forma de hacerme enojar —hace una mueca divertida.
Sam se ríe y se sienta a nuestro lado.
—Las amo, hijas —besa nuestras cabezas.
Por cosas como estas es tan difícil pensar en dejar este mundo.
Luego de esa charla con mi madre, entramos a la casa y celebramos el hecho de que en unos meses, habrá otro integrante en la familia.
* * *
Hoy tenemos la cita con la ginecóloga y Julián está bastante emocionado.
—Buenos días, doctora —decimos al entrar.
—Buenos días —responde ella con una sonrisa.
Tomamos asiento y ella teclea algo en el computador.
—Bueno, me presento, mi nombre es Perla Gutiérrez y seré tu ginecobstetra durande todo el embarazo. El doctor Riquelme ya me puso al tanto de tu enfermedad.
—Es un gusto conocerla —asiente.
—¿Usted es el esposo de la joven?
—Sí, Julián Clifford.
—Muy bien, como ya saben el embarazo se considera de alto riesgo por las condiciones de salud de la mamá. Por lo que, haremos un ultrasonido para verificar que todo vaya bien. Por favor, recuestese en la camilla y descubra su abdomen —me pongo en pie.
Hago lo que me dice y Julián se pone a mi lado. La doctora se pone unos guantes y acerca una especue de máquina. Vierte un gel frío en mi abdomen bajo y comienza a mover un aparato por la zona.
—Miren, este es su bebé —observamos la imagen de la pantalla —. Tiene aproximadamente cuatro semanas de gestación y parece ser que todo está en orden —sonrío —¿quieren escuchar sus latidos?
—Por favor —pide Julián.
Presiona un botón y la habitación se inunda con los latidos del corazón de nuestro bebé. Mis ojos se llenan de lágrimas.
—Mi sonido favorito en el mundo —susurra Julián y sonrío.
Besa mis labios.
—Nuestra pequeña sorpresa —asiente.
—¿Se puede saber el sexo del bebé? —la doctora sonríe.
—Aún es muy pronto para saberlo. En unos tres meses podrán saberlo —asentimos.
Termina el ultrasonido y me da una toalla de papel para limpiar el resto de gel que queda en mi abdomen. Volvemos a sentarnos donde estábamos inicialmente y ella teclea en el ordenador.
—Su bebé está muy bien, no tiene ninguna anomalía. Lo que sí necesito es que tengas reposo absoluto, porque la amenaza de aborto espontáneo es muy latente en las primeras semanas. También necesito que tomes estas vitaminas y que te alimentes bien de forma saludable. Evita las emociones fuertes y sigue el tratamiento que te dé el doctor Riquelme con mucha precaución. Tenemos que mantenerlos fuertes a los dos —suspiro.
—Haremos todo lo que usted nos diga y también lo que nos dijo el doctor Riquelme. Yo voy a cuidar muy bien a mi esposa, no se preocupe —acaricio su mano.
—Entonces, nos vemos en la próxima consulta. Cuídense —nos despedimos.
Nos da la impresión de la ecografía y salimos del hospital. Nos subimos al auto y Julián no deja de ver la imagen. Arranca el auto y llegamos a la casa. Me pide que comience con el reposo absoluto y luego de darme un baño, me acuesto en la cama. Él se acuesta a mi lado y le habla a mi vientre.
—¿Qué serás, mi amor? Una pequeña florecita o un pequeño ojitos de cielo —acaricia mi vientre.
—Lo que sea, lo vamos a querer infinitamente —sonríe.
—Eso no lo dudes, florecita —besa mis labios.
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