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Mírame y dime si acaso tú me protegerías

Incluso con mi vida, amor mio, no lo dudes.

¿Te quedaras?

Para siempre, vida mia, para siempre.

Estaba tratando por todos los medios se tranquilizarse, estaba tratando de que las ganas de salir a buscar a ese imbécil se fueran de su cuerpo, daba vueltas ante la mirada de Afrodita quien tenía una tentación terrible de llorar, pero no se iba a dar ese lujo, las cosas no podían salir mal, no cuando ahora había dejado todo atrás, no cuando la felicidad estaba muy cerca de sus dedos, no quería volver a correr por su vida en las noches invernales de la tan bonita Estonia, se mordía el labio y desviaba la mirada, sus nervios y su miedo iban en aumento, un aumento que sería, en un punto, irreversible.

—Dita — lo llamó con los brazos extendidos, al instante se abalanzó en ellos — tranquilízate, nada te pasará — le dijo acariciando de manera tierna sus cabellos — no dejare que te lastimen.

Como adoraba esa parte sensible y emocional de su pareja, se aferró a sus prendas y solo ahí dejó que sus lágrimas fluyeran porque se sentía seguro, amado y protegido, aquellos brazos eran su refugio, su fortaleza, su faro en medio de ese mar de confundida amargura, su vela, su barco y todo cuanto deseaba; Ángelo solo se limitaba a acariciarle los mechones celestes y a dejar pequeños besos en su cabeza, pensaba silenciosamente en buscar a ese desgraciado y hacerle saber que con su flor de invierno, nadie, absolutamente nadie, se debía meter.

—Ángelo — lo llamó y se separó solo un poco de aquel abrazo — tenemos que hablar — su mirada se posó en el suelo.

—Claro — intento parecer tranquilo, se moría de los nervios, algo pasó por su mente, esa voz ya la había escuchado antes, de eso estaba seguro solo que no recordaba bien a quien le pertenecía, intentó recordar algo pero su mente le estaba jugando mal. 

Afuera, las calles estaban heladas, hacia frio, el impasible viento que acariciaba las torres del Viru Gete parecía desmoronar piedra por piedra aquella construcción, las flores de la enredadera parecían haberse marchitado de un momento a otro, como si presintieran lo que sucedería, hacia frio y la nevada se convirtió en tormenta, hacia frio y las hojas ahora quemadas por el frio caían silenciosa y estrepitosamente sobre la nieve que yacía acumulada a los pies de la acera.

—Ese hombre — comenzó a decir una vez que estuvieron sentados — lo conocí en Suecia, y el día en que nos conocimos, venia tras de mi con su hermano — ahora lo recordaba, si, debía de ser él, no podía olvidarse tan fácil de esa cara de loco que tenía y para aumentarle la risa malvada de su hermano, el que no logro ver con claridad, apretó los puños.

Había tenido, hace un par de meses una conversación con Afrodita sobre su pasado, sobre él porque estaba en Estonia y a pesar de que los detalles de aquella persecución fueron omitidos, Ángelo sabía que algo ahí no estaba bien, nunca presiono a Afrodita para que le contase esa parte, no quería ponerlo incomodo, ahora se daba cuenta que quizá y esa parte era oscura en la vida de su flor de invierno y que por ello no quería que la supiera, sin embargo, ahora era más que necesario que la supiera.

—Lo recuerdo — dijo — pero, ¿no se había ido de este país? — tomo entre sus manos las de su pareja, estaba ardiendo en furia, ese sinvergüenza se las pagaría.

—Sí, lo último que supe de él es que despues de aquella noche se fue junto a su hermano a Grecia y eso fue todo hasta que... — se quedó en silencio y desvió la mirada.

—Te llamó — terminó la frase.

El silencio estaba de nuevo en aquella casa, todo lo que les quedaba era esperar, esperar a que ese hombre hiciera su jugada y poder así alejarlo para siempre de sus vidas, no podían darse el lujo de soportar una mala noticia o incluso un acontecimiento negativo en su vida que hasta ahora había sido prefecta y quizá era aquella incertidumbre el presagio funesto de un secreto que nunca debía ser revelado, por más que se insistiera, por más que las circunstancias lo pidieran.

⁂♠♦♣♥⁂

—Su rostro debió de ser increíble — escucho la voz de su hermano y lo quedó viendo por unos segundos solo para rodar los ojos. — le pegaste un buen susto 

—Deja de hablar — le contestó molesto — debemos de estar atentos, no está solo y al parecer su compañero es de temer. Solo hay que deshacernos de él y asunto arreglado — se encogió de hombros, le dio la espalda a su hermano y comenzó a irse.

— ¿A dónde vas sin mí, Saga? — pregunto haciéndose el ofendido mientras veía como su hermano tomaba su abrigo y su bufanda del perchero.

No le respondió, volvióa rodar los ojos y le hizo una señal a su hermano para que le imitara ypudieran salir juntos, como hace mucho no lo hacían, se habían ido a Greciadespues de aquella noche donde no pudieron realizar su cometido y habían vueltocon el mismo objetivo, ninguno de los dos se daría por vencido, ese joven teníaque saber qué era lo que iba a pasar aquella noche en la que, oculto detrás deuna de las torres del Viru Gete, un extraño salvó su vida.

El ambiente frio hizo enrojecer sus mejillas, caminaban encima del blanco manto que la nieve había dejado tras su paso en aquella ciudad, buscaban sin saber por dónde comenzar, la casa de Afrodita, la que visitarían una vez estuviesen seguros de sus intenciones, muy pronto, lo que comenzó con un simple juego y que terminó en un deseo irreversible, acabaría de manera eficiente, lo que ambos no sabían era que Afrodita ya no era el mismo de antes, ahora era alguien distinto, ya no era aquel muchacho manipulable y volátil que conocieron en la primavera sueca de hace un par de años.


🦀🌹
estos gemelos están locos.

criaturas bellas, para el próximo cap tenemos dos opciones para contar lo que paso antes de que Ángelo y Dita se conocieran: la primera es que esta parte sea contada por Afro de manera general o que la cuente la autora con lujo de detalle. Lo dejo en sus manos.

Dan R

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