008 ; 🥀

Pateando las piedras,
Aun sigo esperando
Que vuelvas conmigo.

. . .

─ ¿No te molesta ni un poquito el frío? Sesshomaru ¡Nunca te vi temblar ni enfermarte! ¿De qué estas hecho?

─ ...

─ A mi me molesta ¡Lo odio! Me pasa lo mismo cuando también hace demasiado calor. ¡Ese ventilador de techo no sirve para nada!

─ No es culpa del clima, Kagura, es culpa de las condiciones en las que vivimos. Las casas de verdad tienen calefacción. Si quieres vivir bien, debes ser buena con la familia que te adopte.

─ A ti parece que no te importa mucho... ¿No te molesta?

─ No, me da igual el clima.

─ Me refiero a que, nunca te portas mal. Nunca gritas, nunca rompes nada. ¿Por que te devuelven? ¿O tu no quieres una familia?

─ ... No es que no quiera. Solo que, las personas son muy diferentes a mi. Muchas veces me tocaron personas desagradables. Pienso que ya tuve una familia. Y la perdí. Los demás son solo extraños.

─ ¿Quieres llorar?

─ ¿Qué? No.

¿Podría ser posible? Sin darse cuenta, había dejado que sus emociones escalaran hasta el grifo en sus ojos. No, no, llorar no era su estilo, ni el demostrarse sentimental, nunca lo había hecho y no tenía por qué hacerlo ahora.

─ Niños, ya dejen de hablar. Es hora de dormir. ─ fue la última advertencia de la señorita Meiyou.

Por supuesto, ya era bastante tarde para el sueño sano de los niños. Las luces apagadas, todos en una misma gran habitación, durmiendo en sus propias camas. El ambiente gélido y azul, Meiyou y Kaede procuraron que todos los niños tuvieran mantas gruesas para esta noche invernal.

Aun no habían conseguido reparar la calefacción.

─ No puedo dormir así.─ Kagura susurró.

La razón por la que ambos pudieron mantener una conversación eran la ubicación de sus lechos, uno al lado del otro.

─ ¿Y si dormimos juntos? Podríamos poner mi manta sobre la tuya.

─ No.

─ ¿Por qué no?

Sesshomaru volteó su cabeza y miró aquella niña parlanchina. Le dio una advertencia con la mirada. Siempre encontraba nuevas formas de molestarlo.

─ Por favor ~ me congelo ~

No espero a obtener su permiso, ya había desarmado su cama por arrastrar esa manta sobre la cama de su compañero. Sesshomaru no tuvo otra opción que hacer espacio si no quería ser aplastado.

─ ¿Sientes lo fría que estoy? No te mentí. ─ mencionó, tocando con sus manos las manos del otro para así evidenciar lo dicho.

─ Si no te duermes ahora mismo, te echaré a patadas. ─ amenazó, quitando esas manos sobre las suyas.

─ ¿Ya no quieres llorar? Digo, no te molestaré. Yo a veces también siento ganas de llorar. Es horrible, lo sé, pero la señorita Meiyou dice que es necesario hacerlo, como es ir al baño.

─ Shh, Cállate.

Cada día le sorprendía hasta donde podía llegar el atrevimiento de Kagura. Para cuando quiso darse cuenta, la niña se había quedado dormida. Realmente... se había mudado a su cama.

¿Estaba bien? Eran un niño y una niña. No se supone que deberían compartir una cama, solo las parejas casadas lo hacían. Lo había escuchado de los adultos.

Quiso despertarla y exigirle que volviera a su lugar. Pero... ya dormía plácidamente, incluso había tomado calor. Y aunque a él no le molestara, era medianamente consciente del frío que había llegado hasta la habitación.

─ Solo será esta noche. ─ se prometió a sí mismo.

...

Sin saber que posiblemente nunca vuelva a pasarla solo en las noches heladas, al menos cuando Kagura estaba presente. Solo bastaba con darle la espalda y repetirle al menos cuatro veces que se guarde silencio.

Durante esos días, la nieve era una bendición blanca con la que los niños podían jugar. A excepción de él, por supuesto.

Y tal vez...

─ Creí que ella ya había superado eso─ suspiró Meiyou, mientras tomaba de su café.

Kagura parecía prefirir estar lamentando la pérdida de su planta que salir a jugar con los demás niños o hacer uso de sus regalos de la navidad pasada.

─ Vamos, fue suficiente, el recreo está afuera Kagura. ─ La Nana Kaede fue quien a rastras la sacó de su rincón.

Ella rápidamente pudo integrarse a los juegos, alegrando así a sus cuidadoras, quienes veían con cariño a todos sus niños jugar. Bueno, casi todos.

─ ¿Estás seguro que no quieres salir? ─ la Nana preguntó a Sesshomaru.

Odiaba tener que molestarlo, más cuando su chico parecía entretenerse entre papel y tijeras. Enfocado en lo que sea que esté haciendo, al menos estaba jugando. Solo, pero metido en una actividad infantil, como debería ser.

─ Estoy bien. ─ respondió sin siquiera mirarla.

Lo dejaría continuar tranquilo. Ansiosa de ver el resultado de sus recortes.

...

─ ¡Bien, es hora de regresar! ─ anunció Meiyou.

Así los niños harían una fila de menor a mayor para entrar al establecimiento de manera ordenada. Aunque murmurando por lo bajo, todos querían seguir jugando, sin importar que la temperatura decendiera y la noche se acercara.

Kagura colgó su abrigo y dejó sus botas en su lugar asignado. Para luego darse cuenta que su maceta que contenía a la difunta planta no estaban ahí.

Su rostro se contorsionó del disgusto. ¿Acaso fueron capaces de tirarla a la basura mientras ella estaba distraída? ¡Eso era muy cruel! ¡Nadie se salvaría del berrinche que planeaba hacer!

Y Sesshomaru sería el primero en escucharla. Si señor.

El callado niño al verla llegar, escondió detrás de sí algo que Kagura no llegó a ver con claridad.

─ ¡Oye, que estas haciendo! ─ sin dudas la curiosidad de Kagura era mayor que cualquier berrinche suyo. ─ ¿Qué ocultas?

El otro no tenía idea de que decir ante ser descubierto. Aún no había terminado, y ya tenía a la escandalosa Kagura encarandolo.

Sobre la mesa donde estaba haciendo las manualidades, dejó la pequeña maceta. Aunque conservaba la tierra, la planta marchita ya no estaba. En su lugar, estaban firmes un hermoso juego de flores hechas a manos, de palillos y papel.

Por primera vez, Kagura pasaba al menos un minuto entero en completo silencio y sin reaccionar, eso lo inquietaba bastante.

─ Aún no terminé de pintarlas.─ se explicó.

─ ¿Qué hiciste? ─ es como si la niña no pudiera creerlo.

Tocando los pétalos de papel, con tal de sentir su textura. Era tan diferente a una real.

─ Perdias tu tiempo llorando por la planta marchita. No iba a regresar a la vida de esa forma. Así... se ve mucho mejor.

─ No son de verdad...

El niño se sintió algo ofendido por ese grosero comentario. Por otro lado, entendía que no era lo que ella esperaba.

─ Pero, estas no van a morir. ─ las defendió.

Los ojos de Kagura brillaron más que nunca, puede que sean debido a las lágrimas que se acumularon ahí.

─ Es verdad. ¡No van a morir nunca! ¡Van a ser para siempre! ─ la niña limpio sus ojos con sus mangas.

Ahora, se sentía genuinamente feliz. Por supuesto, agradecida. Se lo hizo saber a su compañero con un invasivo abrazo adornados de su risa.

─ Ya dejame. Todavía le faltan color, vamos a pintarlas antes de la cena.

─ Yo puedo hacerlo sola.

─ No te confiaré mis pinturas.

─ ¡Son tan lindas! ¡Las adoro! ─ ignoró su frío comentario, era lo mejor para todos.

La Nana Kaede y la señorita Meiyou estaban tan orgullosas de los logros y avances de sus niños, en especial Sesshomaru.

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