- Tres -

Rin odiaba aquel lugar con toda su alma.

Solamente bastó una semana de aquel triste día de la despedida para que les llegará un aviso sobre su nueva casa, una regalada totalmente por los Shidou junto al aviso de que todas sus deudas fueron pagadas y un sobre con escritura de su nuevo terreno.

Oh, eran la envidia del pueblo, claro que sí, aquel lugar era de los terrenos más fértiles y contaban con un costo muy elevado por lo mismo, así que el que fueran dueños ahora era casi un sueño.

Aunque para él era una pesadilla, ¿Vivir en una casa la cual les fue dada solamente porque entregaron a su hermano a un Alfa desconocido?, Era desagradable.

Suspiró mientras miraba aquel enorme terreno, apenas llegaron comenzaron a sembrar y poco a poco ya estaban creciendo, él decidió ser el encargado de sus cultivos y el jardín, era algo que le relajaba y le desconectaba de su realidad.

— Oye Rin, tu mamá dice que entres a almorzar -Escuchó la voz de Kaiser a sus espaldas antes de sentir a este sentarse a su lado— ¿Aún pensando en ello?

Asintió con desgano y un suspiro cansado— Si... Me siento de la mierda viviendo acá.

— Él está bien Rin, lo dijo en su carta...

— Pudo mentir, ¿Sabes?, Le pudo obligar a escribir que estaba bien —Respondió de forma rápida, Michael negó suspirando.

Sae había enviado una carta alegando está bien, diciendo que estaba cómodo y le trataban con bastante cariño.

Claro, Rin mantenía su palabra de que su mayor podía estar mintiendo y podía haber escrito todo obligado por aquel Alfa moreno.

— ¿Y ustedes?¿Cuando se mudan? —Le miró el menor al rubio quien rió bajo.

— Terminaré este mes en el trabajo y esperaré mi paga, justo el último día se vence el alquiler, así que al final de mes ya nos tendrás molestándote —Negó divertido.

Itoshi negó con una pequeña sonrisa, en cierto modo le aliviaba que Kaiser por fin aceptara ir con ellos a vivir.

Los padres de Michael le habían abandonado de muy joven, en el pueblo todos le conocían por ser un Omega rebelde, sin vergüenza a nada y "fácil", que vivía de fiesta en fiesta y emborrachándose hasta olvidar el apellido.

Ellos le conocían ya que fueron vecinos a su momento, se criaron juntos básicamente y a pesar de toda su "vida loca", nunca le dieron la espalda, mucho menos cuando una tarde llegó desesperado y llorando a mares con diecisiete años diciendo que estaba en cinta.

De ahí, su vida cambió y él lo sabía, sus padres se encargaron de que no abortara en medio de su desesperación y le cuidaron, a sus dieciocho años recién cumplidos su pequeño Seishiro llegó al mundo enamorándolo completamente, haciendo que Kaiser asentara su conducta y buscara un trabajo más estable y una mejor vivienda.

Ahora, a sus diecinueve años recién cumplidos, se alistaba para el cumpleaños número uno de su cachorro y finalmente se mudaría con quienes consideraba su familia luego de tantas súplicas, jamás había aceptado las propuestas ya que sentía que sería mucho luego de tantas cosas que los Itoshi han hecho por él y su bebé.

— Vamos a comer niño, dejé a Sei con tus papás y siento que me lo van a malcriar en un momento que los deje solos —Rió y se levantó.

— Vale, solo déjame ir a ver los girasoles de Sae y voy —Se levantó, el de tatuaje asintió y volvió a la casa mientras él caminaba hacia un lugar en específico del jardín.

Sonrió leve al llegar a aquel pequeño espacio donde estaba el pequeño jardín con los girasoles de su hermano ya creciendo, estaban bastante grandes a cuando Sae se fue.

Él prometió cuidarlos y lo haría con su vida, sentía que era lo único que le quedaba de él allí.

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