- Cuatro -
— ¡Estaré en el jardín! —Gritó, sus papás afirmaron aquello antes de que él saliera de la casa tranquilamente con sus cosas de jardinería en manos.
Su mirada turquesa se paseaba por el gran terreno, sus cosechas pronto darían frutos y las flores que decoraban la casa estaban floreciendo.
Sonrió, ha puesto tanto esfuerzo en aquel terreno y su lobo aullaba orgulloso de ver como pronto saldría su cosecha al puesto de su familia en el mercado, ya han recibido muchos comentarios de que las personas extrañaban sus cosechas.
Caminó hacía aquel rincón con una pequeña sonrisa, la cual se desvaneció completamente apenas llegó y visualizó el jardín de girasoles.
Dejó caer sus cosas y su boca se abrió de la impresión viendo cómo su hermoso jardín de girasoles estaba casi destruido por completo, la mayoría de las plantas estabas aplastadas, una que otra desprendida.
Su lobo aulló desesperado y miró alrededor buscando al causante de aquel atros caos, cochando así con un par de ojos azules a lo lejos sobre la cerca que dividía su patio con el del de los vecinos.
— Disculpa, ¿Viste si alguien se metió a mi jardín y pisó mis flores? —Trató de no sonar brusco, viendo al otro muchacho temblar leve en su lugar.
Este carraspeó desviando la mirada, Itoshi ya se imaginaba lo que diría— L-lo lamento, sin querer tiré mi balón allá...
Rin trató de contar hasta el diez para calmarse, enserio trató.
— ¡Ten más cuidado joder! —Gruñó y bufó viendo su pequeño jardín con cierto dolor— ¡No sabes lo importante que eran esas flores para mí! —Negó.
— Enserio lo lamento, no fue mi intención...
El chico de ojos azules miró al peliverde negar y suspirar. Iba a decir algo más, solo que la inesperada presencia de un muchacho rubio con un tatuaje que iba desde su cuello hasta uno de sus brazos y un cachorro en brazos escondido en su cuello le hizo cerrar la boca.
— Oye Rin, vamos a almorz- —Y las palabras del chico quedaron al aire al ver aquel jardín, abrió su boca con sorpresa de igual forma— ¡Los girasoles de Sae!¡¿Qué les pasó?! —Chilló.
— Ese chico de allá tiró su balón al parecer y cayó justo en ellas... —Respondió bajo el de ojos turquesas y mientras se arrodillaba frente al pequeño jardín— Creo que puedo salvar algunas...
Kaiser no dijo nada y miró al chico al otro lado de la cerca seriamente, este solamente huyó hacía dentro de la casa.
— Tsk, cobarde —Negó— Iré a buscarte una maceta —Comentó y apenas vio al menor asentir, corrió a dónde esté guardaba sus cosas de jardinería.
El peliverde miró con dolor aquellas pequeñas plantas, algunas chuecas, otras dobladas, tumbadas, aplastadas y algunas desprendidas.
— Dios, lamento tanto esto Nii-Chan... —Susurró y con cuidado trató de sacarlas y enderezar algunas con delicadeza, con la mera esperanza de lograr salvarlas.
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