(1) Como la Luna en su fase más oscura
Desde mi habitación, puedo oír a mi padre llamándome otra vez:
—Lía, acompaña a tu hermano al instituto. Yo tengo cosas más importantes que hacer.
¿Qué vas a hacer que no sea pasarte todo el día sentado con el ordenador y una cerveza tras otra?
Suspiro y decido no darle más vueltas. Meto los libros en mi bolso con movimientos automáticos.
—Hoy no puedo —respondo, tratando de mantener la calma—. Tengo que ir temprano a la universidad, soy la encargada de la reunión de este segundo curso.
Pero no puedo evitar añadir:
—¿Por qué no haces algo de provecho por una vez en tu vida y levantas el culo del sofá?
Las palabras salen antes de que pueda detenerlas.
El silencio dura apenas unos segundos.
Luego, oigo los pasos de mi padre resonar con fuerza en la escalera. Suben como un trueno, golpeando cada peldaño con furia. La puerta de mi cuarto se abre de golpe, impactando contra la pared con un estruendo seco.
Allí está él.
Su mirada fulminante se clava en mí como un cuchillo. Puedo ver la ira contenida en su rostro.
Su voz, cuando habla, es un gruñido amenazante:
—Escúchame bien, niñata. Si vives bajo mi techo, es porque yo te lo permito. Lo único que te pido es que acates las normas y me hagas caso sin rechistar. ¿Te queda claro?
Trago saliva y asiento lentamente, sin apartar la vista de él, alerta ante cualquier movimiento.
—Bien. Así me gusta —continúa, su tono impregnado de veneno—. Y solo para que no se te olvide: eres mayor de edad, Lía. Si quiero, puedo echarte de esta casa cuando me plazca.
Dicho esto, cierra la puerta de un portazo, haciendo temblar las paredes.
Sé lo que estaréis pensando. Un capullo. Sí. Nunca me ha pegado ni levantado la mano contra mí, pero si las cosas siguen así de tensas, no descarto la posibilidad.
Me quedo sentada en la cama, mirando al vacío. Intento reunir fuerzas donde casi no las hay.
"Mentalízate, Lía. Hazlo por Alex".
Respiro hondo, enderezo la espalda y me levanto con determinación, cerrando la puerta tras de mí con un suave "clic".
❀・°・❀
Camino junto a Alex rumbo al instituto. Son de los pocos momentos al día que tenemos para vernos sin interrupciones.
—No entiendo por qué papá sigue empeñado en que me acompañes —refunfuña—. No soy un niño de diez años, tengo quince. Pronto cumpliré dieciséis. Puedo ir solo o con mis amigos.
Se nota su indignación en cada palabra.
—Esto empieza a ser ridículo, Lía. Ese hombre pretende arruinarme la vida social si tengo que ir siempre con mi hermana mayor.
Lo entiendo perfectamente.
Él también necesita su espacio.
Sin embargo, lo que Alex no sabe es que esta caminata no es para protegerlo de los peligros de la calle, sino de los que acechan dentro de casa.
Después de diez minutos, por fin llegamos al instituto.
—Bueno, pues ya estamos aquí otra vez —digo sin mucho entusiasmo—. Recuerda, cuando termines, tienes que coger el bus de la línea—
—Sí, Lía, el autobús de la línea 8 —dice él, interrumpiéndome—. Lo sé, no te preocupes. Espero que te vaya muy bien el día.
Me abraza.
Ese gesto inunda mi cuerpo de calidez.
Cómo adoro que sea tan cariñoso. Muchos chicos a su edad son muy distantes con sus familias, pero él nunca ha sido así. Después de todo lo que hemos pasado juntos, solo nos tenemos el uno al otro y los dos lo sabemos muy bien.
—¿El martes vamos a ir a ver a la abuela, no? —pregunta Alex después del abrazo.
Su pregunta me sorprende.
—Sí. Ya sabes que es el único día que permiten las visitas en la residencia —le informo—. ¿Por qué lo preguntas?
Me mira ansioso, dudando antes de contestar.
—Creo que no voy a poder ir.
Su respuesta me noquea por un instante. Es la primera vez que no va a poder ir; seguro que el motivo es importante.
—Santi y yo queremos ir a preguntar a la autoescuela sobre el carné de moto.
Así que eso tramaban esos dos estos últimos días.
—Sabes que es muy peligroso, Alex —le contesto, empezando a inquietarme—. Además, papá no va a pagártelo.
Su mirada se entristece.
—Ya sé que te encantan las motocicletas, créeme, pero el circuito de prácticas está muy lejos. Además, una motocicleta cuesta mucho dinero.
Si tan solo tuviera dinero para pagarme mi coche, podría ayudar a mi hermano mucho más.
—Ya lo sé, Lía. Estoy dispuesto a pagármelo todo yo con el tiempo. He conseguido algo de dinero vendiendo todos mis videojuegos, con eso puedo empezar con las clases. Quiero que sepas que voy en serio con esto.
No puedo evitar sonreír ante su respuesta. La determinación de mi hermano por cumplir su sueño hace que se desvanezca la inquietud que sentía.
—No me llega para la moto, pero sé que para la teoría y el examen sí.
Alex está decidido a conseguir eso que ansía con todas sus fuerzas. Puedo ver que es un luchador, como yo.
—Bueno, vale. Ya hablaremos en casa de esto que vas a llegar tarde —le digo, acariciando su cabeza con ternura—. Recuerda que hoy trabajo hasta las ocho. Papá no va a preparar nada para la cena, pero te he dejado preparada un poco de ensalada en la nevera.
Veo cómo Alex hace un jadeo como si fuera a vomitar.
—No seas exagerado, que no hay para tanto. Anda, vete para el instituto.
Se ríe, vuelve a abrazarme y me susurra:
—Cuando cumpla mi sueño, voy a darte todo lo que, por mi culpa, has tenido que renunciar. Te ayudaré a cumplir tus sueños como tú me ayudas a cumplir los míos.
Me quedo atónita por unos segundos.
Antes de que pueda analizar lo que ha dicho y contestarle, ya está entrando por la puerta con su amigo Santi.
Odio que sienta que es una carga para mí cuando no es así.
Lo he hablado con él millones de veces. Sin embargo, a pesar de repetirle lo de siempre, sigue autoculpándose de una cosa que ninguno de los dos pudimos impedir.
Las notificaciones del teléfono no paran de sonar, sacándome de mis pensamientos.
Tantas alertas solo pueden significar dos cosas: Estoy llegando tarde a la reunión y Emma esta furiosa.
Saco rápidamente el móvil del bolso.
Veo reflejado en la pantalla: dos llamadas perdidas y doce mensajes de Ems.
Qué manía tiene con enviar muchísimos mensajes para decir una sola frase.
Después de leer los quinientos mil mensajes que me ha dejado, decido llamarla mientras espero el bus.
—¿Tía, dónde coño estás? —dice Emma desesperada al otro lado del teléfono—. La reunión va a empezar en diez minutos. Aquí ya hay mucha gente. Dime por favor que estás a punto de llegar. Me están preguntando cosas sobre las asignaturas y los horarios del nuevo curso. No tengo ni idea de qué decir.
Puedo oír cómo empieza a hiperventilar.
—Emma, tranquilízate, ahora mismo he subido al bus, estoy de camino —noto como su respiración se relaja—. Calcula unos 15 minutos máximo. Prepara la presentación. Si alguien tiene algún tipo de duda y no he llegado, lee la presentación PowerPoint que he preparado, está todo allí.
Antes de que pueda contestarme, cuelgo.
¿Cómo puedo presentar a Emma?
Pues veréis, yo y ella nos conocimos en la universidad, en primero.
A pesar de que hace poco que nos conocemos, me ha demostrado más en este tiempo que otras personas en años, convirtiéndose en una persona muy importante para mí.
Fue ella la que me convenció para participar en las votaciones de delegada y subdelegada para este nuevo curso.
La verdad es que no pensábamos en salir elegidas porque nos apuntamos por las risas. Luego resultó que nuestra popularidad afectó a los votos y pues aquí estamos, yo llegando tarde a la reunión en mi primer año como delegada y Emma seguramente, cargándose la presentación.
El viaje en bus pasa más rápido de lo que esperaba y lego de 10 minutos, ya estoy entrando a la universidad.
Parezco Rayo McQueen adelantando a la gente por los pasillos.
Debo llegar cuanto antes a la sala de reuniones.
Cuando llego al aula, entro directamente sin hacer ruido.
Mi mirada se posa inmediatamente en Emma, quien como esperaba, está hablando de los horarios del curso.
Me tranquilizo por un momento al ver que efectivamente ha preparado el PowerPoint y está leyendo la información.
Sin embargo, en el instante que poso la mirada sobre la proyección casi me da un infarto.
Empiezo a mover los brazos desesperadamente intentando captar su atención.
Eso parece funcionar porque deja de hablar y se fija en mí.
—Bueno, chicos y chicas, nuestra delegada ya ha llegado.
Hace un gesto hacia la derecha para señalarme. Puedo notar como las miradas atentas de los alumnos se posan en mí.
Mi mejor amiga asiente agradecida por verme ya en el aula y añade:
—A partir de ahora ella va a terminar de explicar todo lo que hace falta.
Voy hacia Emma rápidamente y la cojo del brazo.
Respiro hondo antes de hablar con ella.
—Emma por dios, dime que no has estado leyendo los horarios y las asignaturas del grado de informática... —mi voz apenas un susurro para que nadie nos escuche.
Ella tan solo me mira aparentemente sin entender nada.
Suspiro y capto su atención.
—Mira, aquí —le enseño los archivos del USB en el ordenador—. Dos archivos, medicina e informática... ¡Has estado leyendo todo el rato la información del curso de informática!
Es en ese momento parece entrar en razón.
—Ahora ya entiendo por qué Raúl ha preguntado que si para este curso teníamos que aprender a programar. ¿Medicina y programaciones? Eso si me pareció muy extraño...
Emma se posa un dedo en la mejilla, como si algo en su cabeza hubiera hecho clic y añade:
—Tu tranquila, seguro que puedes solucionarlo, la mitad de la clase está colada por ti y la otra mitad te adora, no van a darse ni cuenta de mi pequeño error. La verdadera pregunta aquí es... ¿Por qué tienes la presentación del tercer curso de informática?
—Ah, eso...
Lo había olvidado completamente, mi cabeza ya no es lo que era.
—... Hugo me ha pedido que ayude a su amigo a preparar la presentación del curso —Emma hace una cara de disgusto al escuchar el nombre de mi novio—. Luego te cuento con más detalle, ahora tengo que solucionar este desastre.
Una vez con el Power bueno preparado, vuelvo a iniciar la presentación del curso.
—Primero de todo, muchas gracias por haber venido hoy. Sabemos que es obligatoria la asistencia, pero siempre es un placer ver la sala llena. Para los que no me conozcáis, soy Lía Campos, estudiante de segundo año y actual delegada. A mi lado se encuentra Emma Silva, la subdelegada.
Señalo a mi amiga quien hace una pequeña reverencia al escuchar su nombre.
—Las dos queremos daros la Bienvenida al curso y desearos que paséis un buen año. A continuación vamos a repasar los horarios y asignaturas.
La presentación avanza correctamente y yo voy solucionando las dudas que salen entre los estudiantes.
—Por cuarta vez Jenna, no, no vamos a tener programación este año.
No puedo evitar mirar a Emma, la culpable de toda esta confusión. Y ella, como si no tuviera nada que ver con este problema, está evitando mi mirada.
—En fin —suspiro cansada—. Si no hay más dudas, vamos a proceder a la entrega de la carpeta informativa, así que, si podéis pasar por aquí por orden de lista, vamos a empezar a repartir.
Todos los estudiantes empiezan a pasar por la mesa a recoger los informes.
Mientras cada alumno coge su carpeta, Emma apunta quienes son marcando si han asistido a la reunión.
—Oye Lía —me llama mi mejor amiga mientras revisa la lista de presentes—. Casi han pasado todos y aún faltan varias personas.
—Tranquila, no te preocupes, las gemelas Nora y Maya ya me avisaron que hoy no iban a venir por un asunto familiar. Está justificado —le informo para evitar que se preocupe de más—. Tú déjame sus informes y ya sé los voy a dar yo mañana en Biología Celular.
—Vale, pero hay una tercera persona que no ha venido, pero debe ser un error, no hay nombre ni nada, solo su código de estudiante.
Esto capta completamente mi atención.
Me giro y veo que revisa la lista una vez más.
—A ver, déjame ver.
Le quito la lista de las manos y reviso los estudiantes rápidamente.
—Pues no, no parece que sea un error. Su número es correlativo con el de Jenna, parece demasiada coincidencia para ser un error. Voy a hablar ahora con la coordinadora de grado para consultarlo y nos encontramos en Bioquímica Estructural en 15 minutos.
—No problema jefa —dice como si fuera de verdad su superior.
Empieza a recoger sus cosas, pero se detiene cuando recuerda:
—Antes de que se me olvide, esta mañana he visto a tu novio. Dice que cuando puedas le llames.
Eso es raro, hablamos ayer y no me dijo nada de nada.
—Ya sabes que no me cae muy bien... Como amiga, te apoyo, pero sé que no te conviene.
La cara de disgusto en Emma es evidente cuando habla de Hugo...
—Tranquila Ems, sé lo que hago y hablaré con él. Por ahora ve a clase, luego nos vemos.
Emma termina de recoger sus cosas y se va.
Me quedo sola en esa sala vacía por unos minutos mientras termino de ordenar el aula.
Cuando estoy a punto de marcharme, oigo a alguien entrar.
╔══❀・°・❀══╗
Este es el único capítulo editado de todos, tan pronto pueda voy a editar los otros (03/02/2025).
¡Gracias por empezar a leer este libro!
Espero de corazón que lo disfrutéis tanto como yo escribiéndolo.
No olvidéis que podéis dejar comentarios y, si os ha gustado, podéis dar un "like".
¡Hasta la próxima!
╚══❀・°・❀══╝
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top