"Él lo estaba esperando con una flor amarilla... "

"Nice butterflies in my hands
Too much light for twilight
In the mood for the flowers love."

—Flowers - Christian Basso

ˏˋ°•*⁀➷


Chuuya lo leyó en el encabezado de una revista juvenil exhibida entre periódicos en venta.

"Primavera: ¡Flores amarillas para tu pareja!"

También notó la particular paleta de colores cálidos que últimamente coloreaban casi todas las tiendas, junto a los adornos y mercancías que exhibían en su rincón con más visibilidad: ramos de flores voluminosos, pequeños, variados, sencillos; diversos tipos de presentación, pero con el factor común de que todas las flores tenían tonos amarillos ordenados armoniosamente.

Chuuya jamás había sentido la necesidad de recibir flores, mucho menos de darlas. Era un nivel de sentimentalismo demasiado bochornoso. Su límite era pronunciar un bajito y acelerado "bebé" y solamente cuando estaba pasado de copas (que vergüenza hacerlo sobrio).

De todas formas, existía comodidad con su lenguaje de amor. Dazai tampoco era fanático del romanticismo y el único apodo cariñoso que había salido de sus labios era ese "enano" que se diferenciaba de sus burlas por el tono suave y cariñoso con el que lo profería. A Chuuya no le molestaba —siempre y cuando no usara ese fastidioso deje sardónico que solía usar para burlarse— y, teniendo en cuenta su carencia de otras perspectivas sobre cómo deberían ser las relaciones amorosas, realmente no tenía expectativas más allá y le bastaba con la comodidad de ambos.

Hasta que decidió echarle un ojo a la página de esa revista.

Aparentemente, una costumbre extranjera recientemente se había puesto de moda entre parejas jóvenes: la llegada de la primavera se conmemoraba obsequiando flores amarillas a su pareja. Al principio no le encontró sentido, pero conforme fue leyendo el texto endulzado y atiborrado de metáforas románticas, lejos de asquearse sintió... curiosidad.

Era un panorama totalmente nuevo, uno azucarado y suave. Verdadero romanticismo y todos los malditos conceptos que se le pudieran asociar, y lo potenció las fotos adjuntas de diversas parejas sosteniendo ramos enormes o pequeños de flores de vivaces tonos amarillos. Se veía agradable. Los sentimientos provocados por el detalle que las anécdotas detallaban le llamaban especialmente la atención; todo ese rollo de las mariposas en el estómago, el cosquilleo en las mejillas por las ganas de sonreír, el ardor cálido del pecho... Todo eso Chuuya ya lo conocía, o al menos en parte.

Reconocer lo que sentía por Dazai había sido casi parecido. Quizá sus mariposas habían sido ligeramente más agresivas en venganza por querer ignorarlas, el cosquilleo lo había sentido en sus ojos provocado por los límites de su desesperación, y su ardor bien pudo ser realmente alguna angina al corazón por toda la histeria que quiso reprimir. No conocía la versión de Dazai, pero no dudaba que debió haber sido parecido, si no fue peor.

Y ahora, que ya eran pareja oficialmente, en realidad no hubo cambios tan significativos a su rutina. Chuuya suponía porque eran compañeros antes que novios, y su fachada como el Doble Negro era importante para la mafia y todavía una prioridad para ambos. Los abrazos y los besitos estaban reservados para la privacidad de sus departamentos, y a veces, en algún rincón desértico de la sede de Port Mafia. No se tomaban de la mano, a menos que fuera en medio del sexo. Tampoco se tomaban de la cintura, a menos que estuvieran en privacidad. Muchísimo menos se daban mimos, en ninguna ocasión, al menos no de los que conllevaban exceso de dulzura.

La forma de amar de Chuuya era apoyarse contra el cuerpo de Dazai al final de una dura jornada de trabajo, era dibujar cositas al azar sobre sus vendas, era quedarse junto a su camilla cuando resultaba herido en alguna misión, era jugar con los rizos de su cabello cuando estaba dormido, a veces era simplemente quedarse sentado a su lado, en silencio hasta que Dazai dijera que estaba bien.

Asimismo, la forma de amar de Dazai era la delicadeza con la que enmarcaba su rostro con sus manos antes de besarlo, el recordatorio de lo atractivo que era visualmente, hacer el intento de trenzar el cabello ya largo de Chuuya cuando sus dedos picaban tanto que no sabía mantenerlos quietos, lo pendiente que estaba de él cuando se apasionaba demasiado usando su habilidad, tener la cuenta exacta del número de lunares en su cuerpo, porque le encantaba contemplarlo.

No eran formas tan tradicionales, pero funcionaba para ambos.

Aun así...

—¿Quieres que te de flores amarillas?

En su defensa, se suponía que su novio debía ser el encargado de que él experimentara todas esas emociones vergonzosas y toda esa mierda cursi. Sí, era una estupidez bochornosa... pero, quería probarla al menos un poquito.

Asintió una sola vez, pero con firmeza, luchando para que el rubor de sus mejillas no se extendiera tanto.

—¡Yo también te daré unas!

Ambos se habían reunido en el apartamento de Chuuya después de su jornada laboral. Era una de esas noches donde su energía únicamente alcanzaba para solo tumbarse sobre el colchón y platicar sobre su día entre murmullos somnolientos, con sus cuerpos pegaditos, pero con la suficiente distancia por si el ajetreo del día fue demasiado para Dazai y ahora estuviera reacio a cualquier tipo de contacto físico.

—No sabía que te gustaba esta clase de cursilerías —Dazai rio burlón, provocando un gruñido de molestia a Nakahara—. ¿Dónde tenías escondido ese lado romántico?

Y la mueca de cólera avergonzada solamente servía para potenciar las carcajadas de Dazai.

—¡Olvídalo, ya no quiero nada! —sentenció furioso antes de darse la vuelta y cubrirse con la sabana hasta el cuello, torturándose a sí mismo por haber interpretado una escena tan ridícula en vano. Solo podía pensar en las futuras burlas que desencadenaría.

—Vamos, no te pongas así —Dazai canturreó divertido, raspando con una uña el hombro de Chuuya—. Se supone que entregar flores es algo espontáneo, no de planeación previa.

Chuuya permaneció en silencio un par de segundos.

—Dije que ya lo olvides —espetó con brusquedad, subiendo más la sabana para cubrirse el hombro que Dazai estaba tocando.

—Pensaba que podríamos intentarlo, pero si ya no quieres...

Abruptamente, Chuuya se dio la vuelta para enterrar su pie en una de las costillas de Dazai, sacándole un quejido sofocado antes de que su cuerpo rodara fuera de la cama hasta el suelo. Ni siquiera le dio chance de levantarse cuando el pelirrojo empezó a darle bofetadas con una de las almohadas, arrodillado al borde del colchón.

—¡Para, Chuuya, para! —trató de decir en medio de los golpes—. ¡Era broma! ¡Deja que respire un segundo!

Tardó al menos un minuto en detenerse, pero al final lo hizo. Dazai sí necesito un par de caladas para recuperarse del ataque.

—Está bien, hagámoslo si es lo que quieres.

Los labios de Chuuya temblaron por el nacimiento de una sonrisa que trató de reprimir, aunque evidentemente no fue pasada por desapercibida para Dazai, quién sí sonrió ampliamente por su reacción.

Resultó ser más difícil de lo que contempló en un principio.

Creyó que bastaría con pedir el primer ramo bonito de flores amarillas que encontrara, pero entonces a la amable señora que atendía la floristería se le ocurrió preguntarle dulcemente para quiénes serían esas flores y, aún sin sacarle una respuesta a Chuuya, empezó a recitar los nombres de varias flores junto con sus significados. Allí todo se complicó.

La mimosa amarilla era sencilla pero preciosa, representando la elegancia y la ternura (un toque de la personalidad de Chuuya); pero el lirio amarillo simbolizaba la felicidad en el amor y la gratitud, adecuándose más a su relación con Dazai. También podría optar por unas clásicas gerberas amarillas, simbolizando al éxito y los lujos (algo más acuerdo a la personalidad de Dazai). O una gazania amarilla que sellaba el amor ideal y el inicio de nuevos comienzos. Los narcisos amarillos eran bonitos también, pero después de oír su significado los mantuvo completamente alejados.

¡Qué complicado!

¿Qué tipo de flor estaría pensando Dazai en regalarle? Si le ocurría regalarle estúpidas y repetidas rosas, le dejaría de hablar un mes; aún más cuando él se estaba partiendo la cabeza en seleccionar las adecuadas para que a Dazai se le ocurriera darle algo sumamente cliché.

—También podemos personalizar ramos, si lo desea —la mujer ofreció, paciente aún después de todo el tiempo que Chuuya había estado lucubrando en los tipos de flores—. Puedo sugerirle algunos diseños, si aún está inseguro.

Aunque algo apenado, al final la ayuda de alguien con mayor conocimiento no sentaba mal.

Realmente le encantó el resultado de esa decisión.

Lograron hallar un hueco en su itinerario para interponer la ansiada entrega de las flores, en una de las bodegas inutilizadas de Port Mafia. No podían esperar a la noche por el deseo de entregar el detalle radiante y fresco y, como las tiendas cerraban a las 6 PM, no habría formas de conservarlas en tan buen estado hasta tarde en la noche —considerando todo el ajetreo que conllevaban sus trabajos—, que es cuando tenían tiempo de reunirse fuera del trabajo.

Cuando Chuuya llegó con el ramo tras su espalda, Dazai ya estaba allí, también escondiendo un ramo bastante voluminoso, cuyos pétalos de brillante amarillo sobresalían de su cuerpo. Instantáneamente, sintió sus mejillas calentarse y tuvo que morderse el interior de la mejilla para evitar sonreír como idiota. Aaaaah, con que así se sentía.

—¡Tú primero! —demandó Nakahara con ansias. También por cierta inseguridad sobre si el ramo que acabó escogiendo bastaría para sus exigentes criterios.

A Dazai no pareció importarle demasiado el ser el primero en revelar el detalle, poniendo junto a su pecho los deslumbrantes tulipanes amarillos recogidos y cubiertos elegantemente en celofán blanco, atados con un fino lazo rojo. Era un tipo de ramo bouquet, pero más grande y voluminoso de lo que debería. Casi todo era predominado por tulipanes amarillos con unas salpicaduras de unas florecitas blancas que se asimilaban a motitas de algodón.

—Simbolizan una declaración de amor —empezó a hablar cuando le extendió el ramo—. Hace referencia a los rayos del sol y debido a esto también se los asocia comúnmente con la felicidad y calidez.

Chuuya reconoció la voz robótica con la que recitó el concepto al pie de la letra de algo que debió haber leído por ahí. Tampoco lo miraba a los ojos, aunque tratara de aparentar que sí. Claramente, por mucho que tratara de ocultarlo, Dazai estaba demasiado avergonzado por un acto tan sentimental al que no estaba acostumbrado ni por asomo, y eso quiso provocar carcajadas en Chuuya.

—Son bonitas —respondió con una voz muchísimo más suave de la que le hubiera gustado—. Realmente bonitas... Gracias.

—Leí durante varias horas para encontrar algo adecuado. Seguro me merezco más que un simple "gracias" —reprochó con un sobreactuado tono molesto, cruzando sus brazos en su pecho—. Mal agradecido.

—Mocoso caprichoso —Chuuya también se quejó antes de dar un par de pasos hacia él para juntar sus labios en un beso que no llegó muy lejos por la propia paciencia de Dazai.

—Muy bien. Ahora el mío. —Totalmente desvergonzado ahora, extendió ambos brazos para recibir el regalo de Chuuya.

Éste reveló la mezcla de un par de grandes girasoles rodeados por margaritas de impío blanco, envueltos completamente en papel de seda naranja y unidos con una ancha cinta amarilla brillante. No era tan grande como el que Dazai le había entregado, pero la variedad y el estético contraste de colores era precioso, y los girasoles otorgaban visualmente volumen extra.

—No te voy a decir que significan. Investígalos tú mismo —Chuuya murmuró apenado mientras pasaba el ramo a las flores de Dazai.

Se había quedado estático mirando las flores que ahora sostenía, analizando cada detalle y apretando los tallos entre sus manos. Inhaló un par de veces cuando acercó su nariz sutilmente a ellas, antes de mirar a Chuuya con una sonrisa pequeña y apenada.

—De hecho, ya lo sé —respondió en un murmullo, apretando más las flores contra su pecho. Chuuya notó como los ojos le brillaban—. No pensé que realmente pudieras manejar este nivel de romanticismo. Estoy impresionado.

Quizo hacer una burla, pero ese tono de voz suave y embelesado no lo dejaba. Detrás de los pétalos que cubrían parcialmente su cara, un leve rojizo se instalaba en sus pómulos. Para Chuuya fue insólito ver por primera vez en Dazai algo que parecía ser el comienzo de un sonrojo.

—Mierda, esto es más... más extraño de lo que creí. —Hizo amague de alejar el ramo de su cuerpo, pero en ningún momento quiso soltarlo realmente—. Realmente extraño.

—No seas un estreñido emocional justo ahora —Chuuya espetó, contemplando sus propias flores y palpando sobre la suavidad del celofán, aliviándose de tener esa barrera de intermedio y poder evitar arruinar los delicados pétalos que se veían a través del translúcido material.

—¡Esto es nuevo para mí! —Dazai insistió. Esta vez el rubor se había expandido a ambas mejillas y nariz, dándole una vista divertida a Chuuya.

—Esas son las famosas mariposas en el estómago, apréndete su ritmo —soltó una carcajada—. Jamás creí que tuvieras una faceta así.

Dazai estaba tallando sus ojos con uno de sus antebrazos y Chuuya se alarmó de inmediato. No había forma en que el Demonio Prodigio temido y admirado de la Port Mafia estuviera llorando de emoción por un ramo de flores... ¿O sí?

—¿Tanto te conmovió? —Alzó una ceja al ver que Dazai no retiraba el brazo de sus ojos y apretaba los labios con fuerza.

Él también se había emocionado mucho, sí, pero tampoco lo suficiente como para llorar de esa manera.

—Y yo era el sentimental, eh —concluyó con una risa avinagrada algo dudosa, considerando que al final fuera solo una broma tonta en un mal momento.

Estaba por preguntarle si realmente estaba bien cuando Dazai abrió la boca para pronunciar algo. Chuuya pensó que finalmente saldría esa burla, algo sobre "uuuuh Chuuya siempre será el llorón entre nosotros, no te confundas" o "Ayyy que mal novio que no te preocupas ni un poquito por mí"

Pero todo se volvió más genuino cuando, en lugar de soltar palabras, Dazai sollozó junto a un jadeo.

—¡O-oye cálmate! —Chuuya intentó sin realmente tener idea de lo qué hacía—. T-te regalaré flores más seguido si...

—Chuuya —Dazai interrumpió con la voz quebrada y sofocada—. P-presiento que algo no anda bien...

Cuando apartó su brazo de la cara finalmente se apreció el desastre que era su rostro en ese momento: ojos enrojecidos ligeramente, atestados de lágrimas que ya habían comenzado a caer, mejillas empapadas encima de todo el rubor que se había extendido de sus pómulos a la punta de su nariz.

Chuuya estaba por entrar en pánico hasta que Dazai estornudó.

Y comprendió un poco más.

Casi de inmediato le secundó otro estornudo. Sus ojos parecían ponerse más llorosos y aún más rojos. Cuando respiraba, se oía claramente el moco preso en sus fosas nasales. Entre el lagrimeo, los sollozos y la nariz tapada, Dazai parecía estar luchando por respirar.

Los ramos pasaron a segundo plano y, aun con algo de pena, tuvo que dejar caer el suyo y arrebatar el de Dazai para poder tomarlo del brazo y llevarlo de inmediato a la oficina de enfermería exclusiva de Mori.

—Una pequeña alergia, eso fue todo.

—¡¿Pequeña?!

Chuuya cerró la boca de inmediato ante la mirada que Mori le dio por el reproche con ese brusco tono de voz.

—Bueno, pudo haber terminado en una crisis asmática, pero se controló a tiempo. Estarás bien en unas horas —se dirigió a Dazai sentado en el lugar de toma de presión, quien ahora mantenía un pañuelo sobre su aún enrojecida cara, pero al menos ya sin congestión nasal—. La primavera llegó, es preferible que no salgas demasiado durante esta temporada.

—¿Por qué no me dijiste que eras alérgico al polen? —Chuuya espetó, visiblemente colérico, dándole un manotazo en el hombro a su novio.

—No lo sabía realmente —respondió en voz ronca y baja, aún debía dolerle la garganta—. No es como si estuviera fuera más tiempo del necesario.

—¿Y cómo carajos sobreviviste en la floristería y con los tulipanes?

Dazai desvió la mirada, claramente reacio a responder la pregunta. Chuuya reprimió un jadeo de indignación por la primera conjetura que se armó en su cabeza.

—¡Tú, maldito, dime que realmente no lo hiciste!

Mori intercaló miradas entre ambos, confundido por el pleito que veía avecinarse.

—¡No, Chuuya, espera, espera! —la voz se le cortó por el esfuerzo de alzarla y tuvo que carraspear para poder continuar—. O sea... No, yo no fui a la floristería.

Chuuya ni siquiera pareció estar próximo a un ataque de ira, simplemente se dio la vuelta dispuesto a marcharse.

—¡Pero, sí tenía los tulipanes en mente! —se apresuró a aclarar—. Mandé a recoger específicamente los tulipanes y las flores nubes.

—¿Estuviste con flores? —Mori lo miró asombrado—. No creo que morir por crisis asmática sea una alternativa exactamente indolora, Dazai.

—Y los tulipanes no tienen polen —continuó, ignorando a su jefe—. Las flores nube sí, pero estuvieron envueltas en el celofán hasta un poco antes de dártelas, así que...

Chuuya suspiró resignado. De todas formas, si Dazai hubiera pisado esa florería hubiera tenido una crisis peor a la que tuvo con dos ramos, y su momento se habría jodido mucho más antes de que comenzara siquiera.

—¡Oh, ya entiendo! —Mori exclamó con una sonrisa—. ¡Se regalaron flores! También oí sobre esa nueva moda de las flores amarillas. Encargué un precioso ramo extragrande para mi querida Elise.

—De casualidad, ¿a Elise le gustan las margaritas y los girasoles?

—¡Chuuya, no!

—¡Cállate! iSi las conservas, te mueres!

—¡Acepto, entonces!

Chuuya sofocó un grito irritado antes de azotar la puerta de la enfermería y salir rebosante de cólera, olvidándose incluso del solemne respeto hacia Mori e irse sin despedirse.

La había jodido en grande. Su estúpido ramo y el tiempo que dedicó a pensar en uno que se adaptara a su relación, considerando desde significados hasta estética, todo había sido en vano. Chuuya creía que no podía tener tanto derecho a enojarse, siendo que esa maldita alergia era un factor que escapaba de las manos de ambos, pero era jodidamente frustrante. Era frustrante reconocer que era él quien había fallado en esa cursilería que había sido idea suya en primer lugar.

No estaba enojado con Dazai. Estaba enojado consigo mismo y solo quería tiempo a solas para lidiar con ello. En cuanto su enojo menguara, entregaría los girasoles a Elise y las margaritas a Koyou.

—¡SUELTA!

—¡NO QUIERO!

Ni siquiera la picazón constante en los ojos era capaz de hacer que Dazai soltara él ramo de flores. Chuuya mantenía un agarre firme sobre los tallos, pero aún suave para no quebrarlos, mientras que el otro se aferraba a la parte superior del celofán, con la cara casi en contacto directo con los pétalos.

Después de un par de minutos de una caminata sin destino concreto, creyó haberse relajado lo suficiente para volver por los obsequios que dejaron abandonados en la bodega, llevándose la sorpresa de que Dazai, a pesar de que haber sufrido tremenda reacción alérgica, había pensado lo mismo y estaba recogiendo el ramo que le correspondía.

—¡Me las diste a mí, no seas mezquino! —replicó con la voz ahogada por el comienzo de la congestión nasal.

—¡Imbécil te está volviendo la alergia! ¡SUELTA YA!

—¡QUE NO!

—¡MALDITO NECIO!

—¡ENANO EGOÍSTA!

Cuando Dazai estornudó, Chuuya halló una abertura para apartarlo presionando su pie contra el pecho del otro sin usar demasiada fuerza. Éste cayó hacia atrás fácilmente por el ataque de estornudos continuos que lo poseyó, pues había estado manteniendo las flores demasiado cerca de su cara y, ahora sin Mori cerca, estaba en riesgo de una segunda crisis alérgica.

Chuuya dejó el ramo a un lado y se apresuró en arrodillarse frente a Dazai.

—¡¿Ves lo que... —Estornudo—... provocas?!

Sí, lo sabía.

—¡A mí no me culpes! ¡Tú no querías soltar el maldito ramo y ahora tienes polen en toda la cara!

—¡Porque es mío!

Por encima de los reproches de Dazai, Chuuya intentó esquivar sus manotazos para que el pañuelo en su mano alcanzara el rostro cubierto de polen, y tratar de quitarlo. Osamu y sus aires de indignación se lo ponían difícil, sacudiéndose y buscando alejarlo.

—El jefe me dejó una caja de loratadina para tí.

—¿Y por qué no me la dio a mí? Yo soy quién tiene la alergia.

—¿Para qué intentes matarte de una sobredosis?

Dazai bufó y se cruzó de brazos, torciendo los labios con auténtico enojo.

—¡Entonces, tú también devuélveme el ramo! —demandó, con la voz ya algo ronca, reanudando el tema—. Es lo justo.

Chuuya soltó una risa avinagrada. Acuclillado frente a él, acercó sus rostros y sonrió cínico antes de remarcarle un firme:

—No.

Discutieron nuevamente, entre forcejeos e improperios que se ahogaban con los estornudos de Osamu; hasta que la alergia finalmente lo forzó a ceder, terminando derribado en el suelo sin siquiera poder recuperar el aire por la horrible congestión nasal que adquirió por su propia terquedad. Chuuya priorizó el sacar ambos ramos de flores de la bodega, arrojándoselos a la primera persona que vio fuera con una orden rápida de resguardo (¿era Akutagawa?) y volvió con su ya casi moribundo novio.

Chuuya tenía la perfecta capacidad de quitarle el ramo de flores las veces que fuera necesario, pero con él en ese estado debilitado le provocaba cierta culpa usar métodos más hostiles.

—¡Déjame mo... —Estornudo—... morir aquí, Chuuya! —Estornudo—. ¡Vete! ¡Dale las... —Estornudo—... flores a quién se te... —Estornudo—... cante la gana!

—Deja de ser un exagerado —impostó arrodillándose a su lado—. Ven, toma una.

Olvidaron su pleito durante los segundos que le tomó a Dazai tragar la pastilla en seco. Intentó persuadir a Chuuya de concederle una "dosis extra" para —supuestamente— potenciar el efecto, alegando el estado ya deplorable al que había llegado, su cara ya era todo un asco a esas alturas. Chuuya le negó la dosis extra con desdén y así Dazai obtuvo una nueva razón en la cual basar otra sarta de reclamos exageradamente dramáticos. Chuuya tuvo que soportarlo hasta asegurarse de que la reacción se había apaciguado lo suficiente para descartar algún riesgo.

Para cuando regresó a recuperar los ramos flores, Akutagawa seguía allí de pie sosteniéndolos, aun desconcertado y evidentemente algo avergonzado por cargar con eso en un lugar público. Algunos pétalos habían ido a parar a diversos puntos de su cabello, y Chuuya se sintió pésimo al reparar en lo magulladas que debían estar las flores después de todo el forcejeo.

Apenas Akutagawa visualizó a Chuuya, se las extendió con apremio. El pelirrojo estuvo a punto de regalárselas, pero recordó que había pensado en Koyou y Elise en primer lugar. Al menos podía regalar las que aún lucían lo suficientemente prolijas.

—¿Se las regaló al señor Dazai? —el menor inquirió, luciendo curioso esta vez.

Chuuya suspiró, observando con pena los tulipanes sobrevivientes de su ramo, y luego a las margaritas del otro. Los girasoles fueron los más afectados, y ya no se veían en condiciones aptas para obsequiar.

—Sí, bueno... Ya no importa —intentó sonar indiferente, pero estaba consciente de que no salió así. Tomó uno de los tulipanes y lo empujó al pecho del menor, hasta que éste lo agarró de su tallo—. Te regalo esa.

Dejando muy desconcertado a Akutagawa sosteniendo la flor, Chuuya se marchó dejando un rastro de aporreados pétalos blancos.

Si hubiera podido, Dazai se habría encerrado en su habitación todo lo que restaba de la primavera.

No quería volver a pasar por esa horrible sensación de alergia. Fue sofocante, doloroso y estresante; todas sus aberraciones juntas en espantoso combo. Además, había estado molesto desde que Chuuya osó regalar las flores que fueron suyas en primer lugar, a otras personas; aun sabiendo que éstas eran las causas de su alergia, ¡seguían siendo suyas! A él le correspondía tratar con las consecuencias de tenerlas consigo. Pero ahí fue ese enano usarlo como excusa para regalárselas a otras personas.

Él hubiera estado tan encantado de morir entre las flores de Chuuya.

—¡¿CUÁNDO PLANEAS SALIR DE AHÍ, CABALLA?!

Y se atrevía a preguntar.

—¡Qué te importa! —espetó desde dentro.

—¡Ábreme o derribo la puerta! ¡Voy a sacarte de ahí de una puta vez!

—¡Hazlo, y así moriré por el maldito polen del aire!

Y luego hubo silencio. Dazai creyó que finalmente pudo triunfar y hacer que Chuuya se fuera.

—Dazai, ábreme.

Esta vez su voz sonó más sosegada, y esa tranquilidad era la que siempre inquietaba a Dazai. Para alguien de carácter tan explosivo y autoritario, no era usual hablar con tanta calma, mucho menos al querer obtener algo.

—Pero debes pedírmelo adecuadamente —demandó queriendo sonar firme, pero sin abandonar ese deje juguetón adherido a él—. Quiero escuchar un "Amor, ábreme la puerta, por favor".

—¡JÓDETE, NO DIRÉ ESO!

Y ahí volvió.

—Entonces no podré dejarte entrar —canturreó socarrón. A Chuuya ni siquiera le hacía falta mirarlo para saber de la enorme sonrisa burlesca que debía invadir toda su cara—. Tú decides, Chuuuuya.

Dazai fue capaz de escucharlo despotricar en voz baja durante varios minutos. Incluso tardó un par de minutos más para lo que creyó era prepararse para lo que estaba a punto de recitar en voz alta. Aunque estuvieran solos, Chuuya era demasiado constreñido y reservado como para decir tal cursilería en voz alta, incluso después de orquestar todo su dichoso numerito de las malditas flores amarillas (Sí, guardaría rencor toda la vida por hacerlo comprar flores y luego quitarle las suyas tan despiadadamente). Aunque Dazai conservaba muy calladito las escasas veces que Chuuya lo llamó "bebé" de forma cariñosa mientras estaba ebrio. Ni siquiera lo tomó como objeto de burla, fue muy considerado (a él le gustó).

—A-a...

Dazai pegó su oreja a la puerta para evitar perderse cualquier mínimo balbuceo.

—Am-amor....

Intencionalmente, soltó un chillido de felicidad lo suficientemente fuerte para que Chuuya escuchara e incrementara su nivel de vergüenza.

—¡Ah, Chuuya me llamó amor! ¡Que hermoso sonó!

—¡CÁLLATE, MIERDA! ¡DÉJAME TERMINAR!

Dazai soltó una risita antes de guardar silencio para dejar que el pelirrojo cumpliera con su capricho.

—A... Amor —lo dijo muy bajito y suavecito, pero lo dijo—, ábreme la puerta... por favor.

—¡Ah, Chuuya, que lindo eres! Ya ves que no era para tan...

Tan abrupto como abrió la puerta para encarar a su novio, murieron las palabras de su boca, pues Chuuya lo había estado esperando del otro lado sosteniendo en sus manos un nuevo ramo de flores, pero de colores algo más opacos y de formas más rectas y simétricas; era un ramo de flores de origami. Restauró los girasoles y las margaritas, pero en una versión de papel totalmente libre de polen y apta para que Dazai la conservara sin problemas.

—¡JA! Te dejé sin habla ¿verdad? —Esta vez fue el turno de Chuuya de burlarse de su expresión desconcertada.

—¿Tú las hiciste? —Aún en estupor, intercaló miradas entre las flores y el pelirrojo.

Estaban muy bien hechas. Se veían pulcras y bien armadas, ningún lado desigual, todo moldeado y recortado perfectamente. Eran demasiado bonitas.

—Koyou me ayudó un poco, pero sí. —Se rascó una mejilla, volviendo a denotar vergüenza—. ¿Te... gustaron?

Gustar era decir poco, pero Dazai tampoco podía formular palabras tan exactas que detallaran la fascinación que sentía en ese momento; así que solo pudo asentir varias veces sin poder evitar lucir aturdido. Esa reacción fue suficiente para sonsacarle una pequeña sonrisa a Chuuya, una que distaba mucho de ser burlesca.

Pensar que realmente alguien tuvo la consideración de darle un detalle tan moldeado a él. Que especialmente Chuuya se había tomado el tiempo para remendar su accidente anterior, y de una manera tan dedicada y detallista. Seguramente él jamás habría pensado en probar tal banalidad como el origami, pues era algo que involucraba paciencia que no poseía; y darse cuenta de que se opuso a sus propias preferencias solo por hacer algo para él, para él y solo para él... Fue como volver a enamorarse. Como refrescar esa sensación de amor incipiente que fue moldeándose con cada pequeño gesto de su novio. Su corazón era un terrible martirio en ese momento, sin poder callarse y simplemente desbocarse sin control; le quitó el habla, la neutralidad de su expresión, la calma de sus pensamientos, ¡todo! Su estómago ardía, las mejillas se le incendiaba, iba a hacer combustión en cualquier momento, moriría al menos con las flores de Chuuya en sus manos.

—Lograste sorprenderme, eh... —soltó una risa carente de gracia, pero la sonrisa que le quedó era totalmente genuina.

—Bueno, no podía dejarte sin flores... Habíamos acordado un intercambio equivalente.

Volvieron al silencio. Ambos demasiado avergonzados como para poder pronunciar algo más.

—Bueno... —Chuuya balbuceó—. Tengo trabajo, así que....

Fue frenado por Dazai chocando sus labios contra los suyos, mientras sostenía una de sus mejillas con su mano libre. No fue uno de sus usuales besos fogosos, fue un simple roce que se rompió cuando Chuuya sonrió en medio de éste, provocando que se terminaran de separar por la risita que Dazai quiso liberar. Sin soltar su mejilla, pegó sus frentes y contempló al pelirrojo que no paraba de sonreír.

—Gracias, Chuuya.

Sentenció el agradecimiento con un beso en la frente del aludido, dejando que sus labios permanecieran allí durante un par de segundos antes de separarse.

—Te lo mereces —pronunció en un susurro, apretando su mano libre por un instante—. ¡Cuídalas bien porque realmente me costaron!

Finalmente, su vergüenza pudo más con él y se volteó para marcharse, no sin antes dejar un beso fugaz sobre la mejilla de Dazai, que aún estaba caliente por la previa mezcolanza de emociones que lo poseyó hacía apenas un par de minutos.

Y lo miró irse, sosteniendo sus flores amarillas contra su pecho apretándolas al ritmo de su agitado, pero confortado corazón.

Relato escrito por una frustrada que nunca en su vida recibió flores.

Que mis niños sean felices en mis historias al menos 😞

LO TERMINÉ JUSTO A TIEMPO AJAJAJA AÚN NO ACABA EL DÍA, IGUAL CUENTA

¡Muchas gracias por leer! ❤

Consideren este one-shot mi ramo de flores amarillas para ustedes 🌻

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top