Capítulo único
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"FLORES A MI MARGARITA."
Inicio: 28-07-2024
Término: 03-08-2024
Narrado por Layne:
Quería sorprender a mi chica, a mi dulce y bonita esposa.
Margarita últimamente ha estado muy agotada por todo el trabajo y responsabilidades que le han dado por el reemplazo en el que actualmente se encuentra.
Quiero que esté contenta y alegre, como siempre es ella. Amo verla feliz.
Desde que nos casamos, ella me ha hecho muy feliz y pleno. A su lado superé mis temores y tristezas. Ese lado oscuro que muchas veces me atormentó, ahora formaba parte del pasado. Mi Margarita ahora era mi futuro.
Entusiasmado y con cariño me acerqué a una florería; los rayos del sol iluminaban con fervor en mis mejillas y en mis rizos.
Entré a la florería con un cigarrillo en la boca, solo con el tierno recuerdo de ella y sonreí sin razón.
Me agradaba esa florería por la variedad de rosas y flores que tenían; me paseé un rato por todo el lugar. Buscaba algún ramo único y especial para ella, para mi preciosa y dulce Margarita.
— Creo que por nadie más haría esto, solo por ella, porque la amo.
Te amo con toda la fuerza del mundo, mi Margarita.
Seguía buscando el ramo indicado y único para ella.
— Rosas, las rosas eran muy común, las violetas, mmm, no, un poco deprimentes...
De pronto, mis ojos clavaron la vista en un sencillo, pero romántico y delicado ramo de margaritas, el que me hizo pensar y recordar de inmediato a mi amada y sonreí para mis adentros.
Era el ramo perfecto e ideal para ella, solo para ella.
— Las margaritas siempre han sido sus flores preferidas ¿Y cómo no iban a serlo? si hasta su nombre se llama como ellas. El nombre ideal y único para ella, para la joven mujer más dulce, tierna y preciosa de todas que me enamoró y al fin la tengo a mi lado, como tantas veces lo anhelé y esperé.
Terminé de fumarme el cigarrillo y tomé el ramo...
Los ojos ya le pesaban, e ida, tenía la vista pegada en el computador. De pronto, esbozó una tierna sonrisa y los ojos le brillaron; abrió con cariño su preciado relicario en forma de corazón y miró con amor una fotografía mía, que ella había puesto.
Era tan tierna. No se sacaba para nada ese relicario y siempre acostumbraba a llevar esa foto mía en su cuello, lo que me hacía amarla aún más, con todas las fuerzas del mundo.
De repente, le vino un impulso por llamarme y tomó el teléfono y me llamó.
A punto yo de salir de la florería, miré la hora en mi reloj pulsera y mi celular sonó; sonreí de inmediato al ver que se trataba de ella, de mi amada Margarita.
—Hola, ternura — la escuché sonreír.
—Hola, mi Layne.
—¿Cómo estás? ¿Aún mucho trabajo?
—Si, hoy ha sido estresante. Quería oírte — dijo con pudor y yo sonreí con regocijo.
—Mi niña hermosa. Justo también estaba pensando en ti — ella rio. Me gustaba tanto su risa.
—¿En serio?
—Si ¿Y sabes? No falta mucho para que nos veamos — escuché que suspiró con pesadez.
—¡Uf! Si son recién las doce del día, cariño — sonreí y miré el ramo de margaritas con ilusión.
—Tranquila, ternura. Verás que el día se pasará en un abrir y cerrar de ojos y te tendré en mis brazos.
—Es lo que más quiero. Solo estar en tus brazos y que me beses — el corazón se me aceleró y vibré por dentro.
—Así será, ternura. Ahora tengo que dejarte. Voy a juntarme con Jerry en su casa.
—Ok. Envíale mis saludos.
—En tu nombre. Te amo.
—Y yo a ti, mi Layne.
Le corté y me reí ansioso y más me urgió llegar a su lugar de trabajo, para verla y regalarle estas preciosas margaritas para ella.
Margarita al cabo de colgar el teléfono soltó otro suspiro y con pesar empezó a trabajar en unos contratos que venían legalizados de la notaria con la que su empresa tenía convenio. De pronto, se quedó viendo hacia la puerta de vidrio y esbozó otra vez su tierna sonrisa.
Más que ansioso, sentía las manos sudar y temblar un poco.
¿No sé por qué estaba tan nervioso? Y solo anhelando verla, me acerqué a la portería de su trabajo con el ramo de margaritas.
Algunas mujeres se me quedaron viendo sorprendidas y con sus tiernas, y la vez, sexys sonrisas, lo que me incomodó un poco y más nervioso me puso, pero firme, seguí caminado por el terminal de buses.
Unos tipos también se me quedaron viendo fijos, pero tampoco les presté atención.
Subí las escaleras y caminé por el pasillo de baldosas con el ramo.
Ella concentrada, anotaba algo en su cuaderno de recados, cuando de pronto, volteó a la puerta y se le fue el aliento y me sonrió perdidamente enamorada al verme tras la puerta con el ramo de margaritas.
Presionó más que rápido el botón, para que yo entrara y con el corazón latiéndome con fervor por ella, Margarita se me acercó con emoción y su tierna y gran sonrisa para mí.
Sus ojos brillaron al verme y al ver el bonito ramo de margaritas. Rio y me sonrío sin entender. Yo le sonreí con ternura.
—Hola, mi niña — me sonrió con destellos.
—Mi Layne, pero ¿Qué haces aquí? ¿Y a estas horas? — me preguntó sin dejar de sonreírme contenta, llena de emoción y sorpresa y a mí me dieron ganas de tomarla en mis brazos y acariciarle su rostro. Sentí que más el corazón me latió con anhelos y felicidad. Esa mágica y grata felicidad.
—Quería verte y traerte este ramo de margaritas, que tanto te gustan — sus ojos se cristalizaron.
—Oh, cariño. Mi Layne, son hermosas.
La contemplé perdidamente enamorado, mientras ella miraba con aprecio y amor las margaritas. Rio con emoción y su sonrisa, entonces, fue maravillosa para mí.
—Te amo — me vio embelesada y luego me sonrió con timidez y candidez.
—Yo también.
Le sonreí amándola, adorándola con toda la fuerza del mundo y sostuve su suave mejilla en mi mano; ella me miró con pudor y cariño y yo deposité un tibio, romántico y después apasionado beso en sus labios.
Ella me abrazó fuerte y yo feliz y pleno, la tomé de su cintura y la atraje a mis brazos.
Ambos besándonos, después nos sonreímos contentos, con complicidad y nos dimos un beso esquimal.
Mi jefa nos vio a ambos y sonrió.
—Esto si que le llamo amor del bueno. Margarita ¿Por qué no me habías hablado de tu esposo, que es un gran hombre? — sonreí con vergüenza y Margarita feliz y con orgullo se recargó con mimo en mi hombro.
Yo la abrasé y ambos le sonreímos contentos a su jefa, que al parecer era una buena persona.
—Él es Layne, mi esposo, Pamela — ella nos sonrió.
—Un gusto. Les deseo la mejor de todas las felicidades.
—Muchas gracias — le dije y Margarita volvió a sonreírle. Amaba tanto verla sonreír.
—No se diga más. Tomate el resto de la tarde — Margarita abrió los ojos de felicidad.
—¿Qué? ¿Lo dices en serio, Pamela?
—Si. Ambos se lo merecen.
—Muchas gracias.
Le dijo Margarita muy agradecida, yo también le agradecí y ambos nos sonreímos; ella sin soltar el ramo, salimos abrazados más que contentos e ilusionados de su oficina.
Había caído la tarde y después de haber hecho el amor, mi hermosa Margarita se puso un fresco vestido blanco y se sentó en la silla mecedora a tejer un suéter para mí.
El ramo de Margaritas lo había colocado frente a ella en la ventana, para verlo más de cerca, y meciéndose en la silla, lo miró con regocijo y cariño.
Yo sentado en el sofá, la contemplé perdidamente. Capturé esa imagen suya meciéndose en esa silla mecedora, tejiéndome el suéter y me brincó fuerte el corazón.
Rememoré el momento que acabábamos de hacer el amor; su cuerpo moviéndose junto al mío, nuestros apasionados besos y nuestra entrega mutua.
Esbocé mi enamorada sonrisa y Margarita me miró y me sonrió con su iluminada y tierna sonrisa.
—Te amo, mi Layne — le sonreí idiotizado.
—Yo también te amo. Te adoro, amor mío.
Ella volvió a sonreírme, yo me le quedé viendo con todo mi amor; miré el ramo de margaritas frente suyo y me le acerqué. Tomé su mano, Margarita me la recibió, la levanté con cuidado de la silla, para yo sentarme y después la acomodé a ella en mis piernas.
Margarita me sonrió toda mimada y me robó con gozo un apasionado y rico beso, el que me dejó todo loco y la aferré a mis brazos.
Le sonreí tierno y después comencé a mecernos a ambos en aquella acogedora silla mecedora y Margarita con apego se recargó en mi torso y yo besé su cabeza.
Meciéndonos lento en la silla, disfrutamos ese mágico momento intimo y los dos miramos con cariño el bonito ramo de margaritas y nos tomamos de la mano.
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Fin.
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