7. Revelaciones

Madame Rougerie me había hecho una única advertencia: debía aquietar mi mente y pensar cosas normales. No sabía bien por qué, pero estaba relacionado con mi poder. Era peligroso y no debía usarlo. ¿Acaso alguien podría detectar mi poder si yo pensaba en él? Solo la vidente podría darme la respuesta. Esperaba que estuviera dispuesta ayudarme. Llevaba dinero conmigo, así que podía pagarle para que me diera respuestas sobre mi poder, y que me dijera si Adrián era el indicado.

Había salido de mi clase en la Cultural Inglesa hacía unos minutos, y me encontraba parada en la puerta de la casa de la francesa. Un poco nerviosa, golpeé a la puerta. Madame Rougerie demoró unos minutos en abrir.

—Buenas tardes —me saludó—. Disculpa, pero hoy no puedo atenderte.

Estaba por cerrarme la puerta en la cara, así que sostuve la puerta con la mano y le insistí.

—Por favor. Necesito que me ayude. Solo usted puede hacerlo.

—Lo siento, pero de verdad no puedo hacerlo... Aunque quisiera, hoy no puedo ayudarte.

—¿Por qué? —pregunté, mi mirada llena de reproche. La mujer suspiró.

—Ven, pasa... —me dijo—. No puedo ayudarte, pero de todos modos necesito contarte algo.

Estaba algo confundida, y no estaba segura si era buena idea, pero la seguí. La mujer me llevó al mismo lugar donde me había atendido la vez anterior. La diferencia era que su hija no se encontraba allí.

—Siéntate —dijo—. Voy a contarte una historia.

Obedecí. La mujer siguió hablando en un instante.

—Hace veintiún años conocí al amor de mi vida... Era muy guapo. Joven, con ojos como los tuyos. Yo trabajaba en un bar en un pequeño pueblo al sur de Francia cuando lo vi por primera vez. Era sábado y él vino a pedirme un trago. No hablaba francés, pero yo sabía algo de español y pudimos conversar un buen rato. Esa primera vez no pasó nada entre nosotros, pero él siguió viniendo todos los sábados. Le pregunté si estaba viviendo en el pueblo, pero solo respondió que venía de muy lejos. Era de Argentina, me dijo; pero supuse que estaría viviendo en Paris, o en alguna otra parte, y que venía al pueblo solo los fines de semanas para hacer lo que fuera que estaba haciendo allí.

—¿Qué tiene que ver eso conmigo? —quise saber. No terminaba de entender.

—Sigue escuchando, querida —me pidió. Le hice caso. Supuse que a alguna parte quería llegar. O que estaba loca. Esa también era una buena posibilidad.

—Le pregunté qué hacía allí, y me dijo que estaba investigando sus raíces, que su madre había sido francesa y que sus antepasados habían vivido en esa zona. Siguió yendo al bar, incluso fue un día que yo tenía libre y salimos a pasear. Ese día hicimos el amor... Todo iba viento en popa. Parecía que él también me amaba, por el cariño que me tenía y el entusiasmo que le ponía a la relación... Pero un día desapareció para no volver jamás.

—¿Qué le pasó? «Usted es vidente. Debería saberlo», fueron las palabras que decidí no pronunciar.

—No lo sé. No vino más. En ese tiempo supuse que habría vuelto a su país... Pronto me enteré que estaba embarazada, y tuve que afrontar el embarazo yo sola. No me busqué otro hombre, como alguna otra mujer hubiera hecho. Crie a Amelie yo sola. Nunca le hablé a nadie sobre su padre... Ni siquiera le conté nada a ella. Decidí que no necesitaba saberlo. No te imaginas mi sorpresa cuando un día ella me dijo: «Mamá. Vayamos a Argentina a buscarlo a papá». Entonces Amelie ya tenía quince años. Me confesó que cuando estaba cerca de mí a veces tenía visiones sobre mi pasado... Y por si eso fuera poco, un día se puso a conversar conmigo mentalmente sin siquiera darse cuenta.

—¿Había heredado el poder de usted? —le pregunté. Madame Rougerie sacudió la cabeza.

—No, querida. Yo no tengo ningún poder... Nunca lo tuve.

—¿No? Entonces... ¿cómo hace su trabajo de vidente?

—Hice caso al pedido de mi hija de venir a Argentina a buscar a su padre. Ella solo puede leer a la persona que está con ella... Sus pensamientos, y la vida que ha tenido. Por eso no sabía bien cómo haríamos para encontrar a su padre, pero sabíamos por dónde empezar. Me empecé a hacer pasar por vidente porque yo era más creíble... Amelie me pasaba mentalmente la información sobre la persona a la que estaba atendiendo. Hasta que finalmente conseguimos el dinero suficiente para venir... Amelie estaba segura de que reconocería a su padre cuando él estuviera cerca.

—¿Y lo hizo?

—No. Desde que quedó postrada ha tenido que quedarse en un mismo lugar, y se ve que él nunca pasa por aquí... Una pena.

—Entonces... ¿Ella sigue siendo capaz de usar su poder a pesar de estar postrada?

—Sí. Sufrió un grave daño cerebral, pero no en la parte del cerebro que controla sus pensamientos y su poder. Sigue lúcida, pero se cansa mucho y necesita de largos descansos. Y debe usarlo para comunicarse conmigo, y para que podamos ganar dinero. Si no fuera por eso, le pediría que no lo hiciera más.

—¿Qué fue lo que le ocurrió? —pregunté.

—Hace un año, seis meses después de que llegásemos a Paraná, la atacaron unos hombres encapuchados un día en el que caminaba sola en una calle desierta... No los pudo leer, por algún motivo, así que no sabemos quiénes son ni qué fue exactamente lo que le hicieron. Ella sintió que la absorbían, que le absorbían su energía vital. La dejaron por muerta, pero mi chica logró sobrevivir...

—¿Cree que esas mismas personas podrían atacarme a mí? —quise saber. Supe que eran los del sueño. Eso confirmaba que mi sueño había sido realmente una premonición del futuro. En el mismo sueño aparecía Madame Rougerie y me decía que me iban a hacer lo mismo que le habían hecho a Amelie... Pero yo no tenía la suerte de quedar viva.

—Estoy segura de que estarás a salvo si no usas tu poder. Amelie me dijo que los oyó decir que ella era «apetecible», o algo por el estilo. Ella supo decirme que eso no le hubiera ocurrido si no hubiera estado usando su poder con frecuencia. Fue eso lo que la hizo detectable.

—¿Y ahora? Ella sigue usando su poder. ¿No podrían volver a atacarla?

—No. No les interesa una chica postrada. Aparentemente ya se llevaron todo lo que podían sacarle. Debería haber muerto, pero no lo hizo. Muy pocos sobrevivirían aquello.

—Eso es horrible... Siento mucho lo que le pasó —dije, con la cabeza gacha. Me imaginaba lo mal que lo debían haber pasado, y lo culpable que esa madre debía sentirse.

—¿Sabes? Estábamos guardando dinero para regresar a Francia. Nos íbamos a ir pronto. Tenía la esperanza de que allí quizás hubiera algún tratamiento que pudiera ayudar a mi hija... Pero pasaste por la calle, y ella te sintió. Eso lo cambió todo...

—¿Por qué? —pestañeé. No lo entendía.

—Porque Amelie cree que tú podrías llevarla a su padre...

—¿Sí? Hay mucha gente en Paraná. No sé si lo conozca. ¿Cómo se llama?

—Él nunca me dijo su apellido, y por eso no pudimos rastrearlo antes. Pero sí sé su nombre... Se llama... Él se llama Jorge, y sus ojos son idénticos a los tuyos.

Jorge...

Sí... Jorge era el nombre de mi padre.

Me puse de pie y pestañeé. No podía creerlo. ¿Era eso posible?

—Jorge es el nombre de mi papá.

—Eso me suponía, querida... —me dijo—. Amelie lo vio en una visión que tuvo cuando estuviste aquí, y me dijo que creía que era él. Necesito que me lo traigas. Tengo mucho que hablar con él. Me debe explicaciones... y quizás, solo quizás, sepa cómo curar a mi niña. Solo él puede saberlo.

—¿Usted dice que él también tiene un poder sobrenatural? —Me resistía a pensar que mi papá podría tener algún poder. Él siempre había sido el tipo más normal del mundo. ¿Qué podía tener de especial?

—Sí. De él lo ha heredado Amelie... De él lo has heredado tú. Él lo debe haber heredado de tu abuela.

Mi abuela había muerto cuando yo era muy pequeña. Tampoco recordaba nada extraño sobre ella. Tendría que ponerme a investigar.

—¿Cuál es su poder? —le pregunté.

—No me lo ha dicho, pero es fácil darse cuenta... —dijo ella.

Sí... Estaba claro como el agua. Mi papá jamás había salido del país, ¿cómo había hecho para terminar en Francia?

—Mi papá puede teletransportarse... —dije.

—Eso, y algún poder más, porque ustedes tienen dos poderes cada uno. Primero se despierta el principal, luego el secundario. Pero estoy segura de que tu padre ha dejado de usarlo. De otra manera sé que hubiera seguido yendo a verme. Pero no lo hizo porque quizás hubo una amenaza que tuvo que evadir. Él me amaba, lo sé.

Papá había conocido a mi madre dos años antes de que yo naciera, y se casaron a los seis meses de andar de novios. Su romance con Madame Rougerie había ocurrido tiempo atrás. ¿Pero por qué lo había ocultado? «Seguro que para mantener su poder en secreto», decidí. Después de todo, ¿quién le creería si contase que había tenido una novia en Francia?

Estaba un poco shockeada. ¡Tenía una hermana mayor! Me sentía triste por haberla conocido bajo estas circunstancias, por no haber podido crecer junto a ella y conocerla antes de que fuera atacada. Me daba mucha pena. Amelie merecía conocer a su padre, mi padre.

—Voy a hablar con él ni bien pueda —le prometí—. Me imagino que no la conoce como Madame Rougerie... ¿cómo se llama?

—Antoinette Rougerie.

—Pero necesito que me diga una cosa más... ¿por qué tengo que dejar de pensar en mi poder?

Antoinette miró la hora en su reloj pulsera.

—Todos los días, a las seis y media, pasa alguien por aquí con la habilidad de leer la mente. Faltan unos minutos, pero debes tener cuidado cuando salgas. No queremos que sepa de qué eres capaz.

—No entiendo...

—No todos los que sepan sobre ti comprenderán que debes tener cuidado con tu poder, Florencia. Algunos podrían intentar aprovecharse de él. Por esa misma razón, ten mucho cuidado.

—Lo haré —le dije—. Lo haré.

Pero no pensar en cosas fuera de lo normal iba a ser imposible. No era tan buena para controlar mi mente. Si había un telépata cerca, tarde o temprano me descubriría.

Y yo lo mandaría al infierno.

***

No pude averiguar nada sobre Adrián, ni tampoco podría haber averiguado demasiado porque Amelie leía a las personas y no sabía su futuro, aunque podía llegar a deducir cómo se darían algunas cosas. Pero eso ya no era relevante. Tendría que decidir por mí misma que debía hacer respecto a mi atracción por Adrián: si debía abrirme o si debía cerrarme por completo.

Cuando volví a casa, mamá y papá estaban tomando mate. Me pregunté cómo reaccionaría mamá al enterarse de que papá había tenido una hija antes de conocerla. Me pregunté además si ella sabía sobre el poder de mi padre, pero supuse que no. Papá debió haberlo mantenido en total secreto toda su vida. Si hubo alguien que lo sabía, seguro habría sido mi abuela.

Necesitaba hablar con él a solas y pronto. A su vez, debería contarle todo sobre mi poder. Sabía que, si de él lo había heredado, en él podía confiar. Además, si mi padre sabía que tenía la mente de una mujer adulta, entonces confiaría mucho más en mí.

Y seguramente él tenía más respuestas de las que Madame Rougerie había podido darme. Solo debía encontrar el momento apropiado para hablar con él a solas. Mamá tendría que salir de casa en algún momento. Esperaba que esto ocurriese pronto.

Me conecté a internet a eso de las ocho. Adrián aún no estaba en línea, pero me había enviado un correo.

De: [email protected]

Asunto: ¿Qué pasó?

CC: [email protected]

¿Qué pasó, Flor? ¿Dije algo que te ofendió? Mañana me vuelvo a conectar a las nueve. Espero que podamos hablar.

No le respondí porque ya faltaba poco para que se conectara. Me desconecté por un rato, me bañé y comí algo. Cuando regresé, Adrián ya estaba en línea.

FlorLo: Hola Adrián. Perdóname por haberme ido ayer...

Adriserini: ¿Qué pasó, Flor? ¿Dije algo malo?

FlorLo: No... Para nada, simplemente... Creo que me asusté.

Adriserini: No, Flor. No te asustes. Si te deja más tranquila, no voy a volver a mencionarlo. ¿Te parece?

FlorLo: Ok...

Adriserini: ¿Amigos?

FlorLo: Amigos J

Hablamos un rato más, y Adrián cumplió su parte de no tirarme más onda. La clase particular de inglés seguía en pie para el otro día a la misma hora.

Cuando me desconecté, mamá se estaba bañando y papá estaba acostado. Escribí una notita y la oculté en un lugar donde sabía que solo papá la encontraría.

Papá. Necesitamos hablar, a solas y pronto. Es urgente.

No sabía cómo se tomaría papá la noticia de que yo venía del futuro... Aunque seguro sería más difícil de digerir el enterarse de que tenía una hija de veinte años postrada y en silla de ruedas, y que yo debía cuidarme para no sufrir un destino similar. Papá tendría mucho que procesar. Y luego... muchas explicaciones que dar.



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top