6. Un sueño preocupante

Estaba soñando con Claudia.

Dentro del sueño sabía que estaba soñando, pero no podía controlar mis acciones. Era como estar viviendo dentro de una película; los hechos iban transcurriendo rápido uno detrás del otro.

—Marcelo me dice que no quiere que me junte con vos, Flor... No sé si esto va a funcionar. Es muy posesivo, se pone molesto por nada y no me deja hacer nada... —Me decía Claudia por teléfono. Hacía un año que estaba saliendo con él, y las cosas iban de mal en peor.

Después de esa conversación, mi sueño parecía dar un salto unos días en el futuro. Claudia me venía a ver. Tenía un ojo morado y varios moretones en sus pálidos brazos.

—¿Qué te pasó? ¿Fue él, no es cierto? —pregunté. Ella me abrazó y lloró.

Claro que había sido él.

—Me dijo que si lo dejaba me iba a matar, que yo era suya y nadie más me iba a tener —dijo entre sollozos.

Recordé que en más de una ocasión Marcelo se había mostrado así de posesivo conmigo. Sin embargo, jamás me había maltratado físicamente. Yo siempre había sido complaciente con él. Sus maltratos habían sido más bien psicológicos. Yo había decidido ignorarlos para autoengañarme y creer que lo quería y que éramos felices.

—¿Y lo dejaste? —pregunté.

—Sí. Fue ahí que me pegó... Logré escaparme y vine para tu casa. Necesito que me ayudes... Ayudame, por favor. Tengo mucho miedo.

Jamás había visto a Claudia tan frágil. Temía por su seguridad. Temía por su vida. Necesitaba hacer algo de manera urgente si no quería perderla.

«Esto es lo que va a pasar si no hacés nada», decía una voz en mi cabeza. Mi propia voz interna. «Y se va a poner mucho peor, vas a ver».

Desperté en la mitad de la noche, transpirada entera.

«O es mi subconsciente asustado, o tengo también el poder de soñar con el futuro», me dije, recordando mi sueño anterior. Estaba aterrada. Necesitaba separar a Claudia de Marcelo a como diera lugar, sin importar lo que tuviera que hacer.

Me pasé el resto de la noche planificando una estrategia. Tendría que jugar sucio para convencer a uno o al otro de no seguir viéndose. Sabía qué era lo que más odiaba y amaba cada uno de ellos, así que usaría eso a mi favor. Poco a poco fui armando un buen plan que pronto pondría en marcha.

Claudia jamás debería enterarse de lo que estaba a punto de hacer... O no me lo perdonaría nunca.

***

El lunes casi me quedo dormida en la clase de inglés.

—Señorita López, parece que hoy se ha quedado sin pilas —me dijo la profesora Romina al verme de ese modo—. ¿Será que se encontró con su "prometido" anoche?

Vi que el grupito de Josefina Duarte se reía. Mi desliz en el examen de inglés era bien conocido por todo el curso. Las ignoré y seguí con lo mío. No dejaría que sus burlas me afectaran. Ellas no tenían poder sobre mí.

Al mediodía, mientras almorzaba con mis padres, les comenté que Adrián necesitaba ayuda con inglés y que me había preguntado si podía darle unas clases de apoyo. Mi madre casi se atragantó al oírme.

—No sé —dijo ella, preocupada—. En estos momentos nosotros podemos darte más plata para salir y comprarte ropa... o lo que necesites. No hace falta que te pongas a dar clases particulares.

—Lourdes... —le dijo papá a mamá, mirándola con seriedad—. Adrián es un buen chico. Sacrificó horas de estudio para venir a enseñarle a Flor. Podríamos devolverle el favor.

—Está bien —terminó aceptando ella—. Pero no pueden estar solos. Que venga él acá.

—No hay ningún problema con eso —le dije—. Era lo que teníamos planificado, de todos modos.

—Pero hoy no. Vos vas a repasar para matemática. Que venga mañana. No vaya a ser que te vuelvas a olvidar lo que estudiaste. —Sacudí la cabeza y suspiré.

—No se preocupen. Esta vez no me voy a olvidar de nada.

Le di el gusto a mi madre y repasé toda la tarde. Ya estaba aburrida de hacer los mismos ejercicios una y otra vez, y de inventarme más yo sola. Si no me sacaba un 10, me sentiría una estúpida.

Y esa fue la nota que me saqué. El martes, cuando la profesora me devolvió el examen corregido, me dijo que sabía que yo podía hacerlo bien. Supe que tenía ganas de insistir en saber qué me había ocurrido, pero prefirió dejarme en paz. Las profesoras pueden ser comprensivas cuando quieren, y yo aprecié que esta no hiciera más indagaciones.

***

—¿Vienen a casa esta tarde? —nos preguntó Claudia cuando íbamos en el bus de regreso a casa ese mediodía—. Quiero contarles bien todo lo del sábado...

—Yo muero por saber todo con lujo de detalle —comentó Sole, relamiéndose los labios—. Quiero imaginarme la escena como si la hubiera vivido yo misma...

—Voy, sí —respondí yo—. Pero primero tengo un alumno particular en casa...

—¿Quién? —quiso saber Soledad.

—Adrián...

—¿El profe particular de matemática que está más bueno que el pan? —preguntó Claudia.

—Ese mismo... —repliqué.

—Wow... ¡Qué rápido pasó de ser tu profesor a ser tu alumno! —exclamó Sole—. ¡Acá hay gato encerrado y no nos querés contar!

—Meh... No pasa nada. Solo somos amigos.

—¡Pero si te gusta! —exclamó Claudia—. Vos metele para adelante nomás... Ponete una remera escotada... Sentate más cerca cuando le estés explicando... ¡Tirale onda de manera descarada!

—Tiene veintidós... En un poquito grande —dije, dando una excusa que ni yo me creía. No sería ni la primera ni la última chica de dieciséis saliendo con un chico seis años mayor. En nuestra sociedad, no estaba mal visto que una chica de mi edad saliera con un chico de la suya. Si él fuese mayor de veinticinco nuestra relación (aún inexistente) sí daría qué hablar.

—¡Marcelo también tiene esa edad! —exclamó Claudia—. No tiene nada de malo. Los chicos de nuestra edad son todos unos tarados. Toda mina que se respete sale con un vago al menos tres años mayor.

Tenía que darle la razón. En mi adolescencia jamás me había interesado por chicos de mi edad. Ni se me hubiera ocurrido darles la hora siquiera.

—Luciano no es mucho menor tampoco... —dijo Sole—. Tiene veinte... Pero de ahí a que se decida... Creo que es medio tímido.

«Y no se va a decidir nunca», pensé. Luciano había resultado ser gay, cosa que descubrí dos años después de empezar a salir con Marcelo, cuando su amigo decidió salir del clóset de manera oficial. Tan solo bailaba con chicas y a veces incluso las besaba porque aún no se atrevía a aceptar que le gustaban los hombres. Además, era muy amigo de Marcelo y lo ayudaba a levantarse chicas. Como había ocurrido conmigo... como había ocurrido con Claudia.

—Encaratelo vos la próxima vez que lo veas en la iglesia... —sugirió Claudia entre risas. Sole no llegó a decir nada porque justo estábamos llegando a su parada y tuvo que dejarnos.

—Por ahí podemos salir las tres con Marcelo, Luciano, y algún amigo más... —le sugerí a Claudia mientras nuestra amiga se bajaba del colectivo—. Para ayudarla a Sole con Luciano, claro.

—Podría ser —aceptó Claudia—. Pensábamos salir solos este sábado, pero lo voy a llamar y le voy a sugerir eso...

No. A mí no me interesaba ayudar a Sole. Era esa salida de ellos a solas lo que quería evitar. Y, de cierta forma, quizás quería ver cómo reaccionaba Marcelo al verme. ¿Sentiría algo por mí?

No se confundan. No me interesaba tener nada con él, pero la idea de que hubiera elegido a Claudia de la misma forma que a mí me hacía pensar que cualquier chica le hubiera dado igual. Necesitaba sentirme especial. Necesitaba saber que Marcelo alguna vez me había amado, que yo no había sido un mero objeto descartable.

Tan solo quería que sus ojos brillasen al verme, que diera alguna señal de reconocimiento. Solo eso.

***

Adrián llegó puntual como siempre. Lo esperaba con el mate, un diccionario y un libro de gramática inglesa. Estaba lista para ayudarlo. Mamá, por su parte, estaba en la cocina atenta a todo lo que ocurriera en el comedor, como no podía faltar.

Ni modo. Ni aunque quisiera podría ligar con él en casa. Claudia y Sole tendrían que quedarse con las ganas de que hiciera algo respecto a mi atracción por Adrián.

Esta vez él trajo unas medialunas de dulce de leche para compartir... Y un chocolate Milka. ¿Acaso quería endulzarme?

—Nunca entiendo eso del presente participio... ¿Por qué no siempre que una palabra termina en I-N-G se trata de un verbo? —dijo. Era una duda muy común en los estudiantes que cursaban inglés enfocado en la comprensión lectora y traducción.

Le fui explicando lo que no entendía, y trabajamos con uno de los textos que le habían dado en la facultad. Adrián iba entendiendo, y se sorprendía de que yo supiera explicarle tan bien.

—Si no fuera porque tenés dieciséis años y sé que ni ahí fuiste a la universidad todavía, pensaría que sos profesora de inglés —me dijo.

«Si tan solo supieras mi verdadera edad», pensé. ¿Cómo decirle que en realidad era yo la que le llevaba a él seis años de diferencia?

—Ni en pedo me hago profesora de inglés... Ni de ninguna otra cosa —le dije. Él se rio.

A pesar de que mamá andaba cerca, podíamos conversar de manera natural, como si fuésemos los mejores amigos del mundo y nos conociéramos desde siempre. Él me contaba anécdotas divertidas mientras realizaba algún ejercicio. Yo tenía que contenerme para no contarle cosas ocurridas en mi historia post 2003. No era nada fácil.

—Esta noche me conecto como a las nueve —me dijo cuando ya se iba, y me sonrió. Creí ver algo más en esa sonrisa, quizás un dejo de complicidad, y una sensación cálida inundó mis entrañas.

«Le gusto», me dije. Si bien había pensado en lo que haría si él eventualmente me pedía salir con él, no había creído que en verdad podría tener un interés genuino en mí. Y esto no se debía solo a nuestra diferencia de edad, sino que el haber sufrido de sobrepeso, y el haber estado con un tipo como Marcelo que no sabía valorarme habían dañado mi autoestima. Ahora, a pesar de saber que era atractiva para los hombres, me costaba darme cuenta de que alguno tenía interés en mí. Ahora se volvía obvio que Adrián tenía alguna clase de interés en mí.

«Pero tengo que conocerlo más antes de tomar cualquier paso», pensé mientras cerraba la puerta. «Tengo que».

***

—¿Y? ¿Le dijiste algo? —preguntó Sole. Nos encontrábamos las tres sentadas sobre la alfombra en la habitación de Claudia, tomando mate dulce y mirando MTV. Estaban pasando una canción de Christina Aguilera que a las tres nos gustaba.

—Mi vieja está siempre pendiente de todo... Ni en pedo le digo nada —respondí.

—Pero podés decirle algo por el MSN —sugirió Claudia—. Además, tu vieja no puede impedirte que lo veas cuando salgamos el fin de semana. Deberías preguntarle dónde va a bailar o algo por el estilo. O sugerirle que vaya donde vayamos nosotras...

—Buena idea —admití, aunque no me sentía preparada para encontrarme con Adrián (ni ningún otro chico)—. Esta noche le pregunto. —No pensaba preguntarle nada de eso.

Las chicas me animaron a hacerlo. Luego Claudia se puso a contarnos lo ocurrido la noche del sábado con lujo de detalles. Tuve que fingir entusiasmo por ella... Aunque Marcelo le había dicho la mayor parte de las palabras hermosas que había usado para conquistarme a mí y eso me hería; aunque temía por mi amiga y no quería verla sufrir.

De lo único que estaba cada vez más segura era de que Marcelo era un idiota. ¿Por qué tan empeñado en conseguir novia esa noche? ¿Por qué había dado lo mismo si era yo o era otra? No lo comprendía. «Algún motivo habrá tenido», supuse.

—Esta noche voy a hablar con él y le voy a sugerir salir de a seis. Seguramente Marce y Lucho tienen algún amigo más para invitar... —dijo Claudia.

—O el hermano de Luciano —dijo Soledad.

—¿Está bueno? —quiso saber Claudia—. No le vamos a enchufar un tipo feo a la pobre Flor.

—No lo conozco —confesó Sole—, no va a la iglesia. Pero si es hermano de Luciano, más que seguro está bueno.

—Más te vale —la amenazó Claudia.

***

Me fui cerca de las ocho de la noche. Quería comer temprano y bañarme, cosa de tener tiempo para chatear con Adrián y que mi madre no me estuviera interrumpiendo todo el tiempo para ordenarme hacer cosas.

Y así lo hice. Él se conectó a las nueve en punto, como era de esperarse. Yo estaba lista para chatear con él todo el tiempo que él estuviera allí.

Adriserini: ¿Tu mamá es siempre así?

FlorLo: ¿Así como?

Adriserini: De cuida. No despegó la oreja de nosotros en ningún momento. Estaba en la cocina sentada, la veía a través de la puerta. Nos miró todo el tiempo. No te dije nada porque iba a quedar mal.

FlorLo: Ah, sí... Siempre ha sido sobreprotectora. Tiene miedo de que te sobrepases conmigo.

Adriserini: Yo jamás haría eso...

«Quizás me equivoqué. Quizás no le intereso. Solo quiere ser mi amigo», pensé.

Adriserini: Yo soy un poco chapado a la antigua. Primero pediría permiso a tus padres para vernos...

«OMG. ¿Leí lo que acabo de leer?»

Adriserini: Eso si vos quisieras, claro...

Entré en pánico.

No. De ninguna manera. No estaba preparada para responderle a eso.

No quería decirle que sí, pero tampoco quería decirle que no.

Me desconecté. Sabía que era una cobarde, pero al otro día encontraría alguna excusa para darle... O podría responder su pregunta sin ponerme a temblar al intentar hacerlo.

Y si no era al otro día, sería al siguiente. De todos modos, recién tenía otra clase con él el jueves.

«Mañana voy a volver a pasar por lo de la vidente», decidí. «Voy a preguntarle sobre Adrián. Necesito que me diga qué hacer con esto que estoy sintiendo. Seguro me va a poder decir algo. Seguro que sí».



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top