30. Tardío despertar

Esperaba abrir los ojos en la Europa de la antigüedad con millones de explicaciones para dar cuando Adrián y papá se dieran cuenta, y tal vez con alguna tribu de salvajes que quisiera atacarnos al notarnos tan extraños. Sin embargo, lo que ocurrió de verdad fue algo que ninguno de los tres hubiera siquiera logrado imaginar.

—¿Qué es esto? —pregunté al ver lo que estaba pasando.

No nos habíamos ido a ninguna parte. Bueno, sí que nos habíamos movido, pero tan solo fuera del auto. Nos hallábamos en la vereda izquierda, rodeados por una especie de cápsula brillante, compuesta de un material que no sabría describir realmente: era espeso pero maleable, transparente e iridiscente, al parecer hecho de energía pura. No tenía idea de cómo se había formado, pero que era evidente que había anulado los poderes míos y de papá y nos había dejado en ese lugar.

¿Acaso lo habían hecho los encapuchados? Empecé a entrar en pánico, pero me calmé ni bien habló papá.

—Esto... Esto... Es el despertar de Adrián —dijo, sus ojos abiertos como platos. Y así era. Miré las manos ya sueltas de mi novio y noté que el flujo de energía que producía la cápsula a nuestro alrededor provenía del centro de sus manos. ¿Cómo podía ser que él también fuera un bendecido? ¿Acaso éramos parientes lejanos? Ahora entendía por qué había sido capaz de ver a nuestros agresores cuando nadie más parecía capaz de hacerlo.

—¡¿Qué?! —exclamé, sorprendida—. ¡Vos también tenías poderes al final!

—Increíble —dijo él, mirando sus manos, impresionado. Quizás, también, un poco asustado al descubrirse a sí mismo como uno de nosotros.

Miramos hacia los encapuchados, temerosos de lo que nos harían ahora que estábamos fuera del auto. Sin embargo, estos no parecían siquiera percatarse de nuestra presencia. Se congregaron todos en círculo adelante del vehículo, para desaparecer a los pocos segundos como por arte de magia, dejando tan solo un poco de humo gris en el sitio donde habían estado.

—¡Los despistamos! —exclamó Adrián—. No puedo creer esto.

—No creo que vuelvan, no esperaban esto, piensan que nos fuimos a Europa —dijo papá—. El poder de Adrián es el de crear una cápsula protectora que nos da invisibilidad. Se activó a tiempo para evitar que nos fuéramos. Solo llegamos a salir del auto.

«Y a tiempo para evitar un viaje cuatro mil años en el pasado», pensé, pero decidí no contarles cuáles habían sido mis planes ahora que no se habían concretado.

—Seguro la cápsula se puede mantener intacta por un rato —papá atinó a predecir—, quizás una media hora o más. Adrián, concéntrate en eso. Por las dudas, por si siguen por la zona un rato más.

—No sé si pueda, pero lo voy a intentar —dijo, encogiéndose de hombros. Su alivio era notorio. No podía siquiera empezar a imaginarme todo lo que estaba ocurriéndole por dentro. Su mundo había cambiado por completo en demasiado poco tiempo. Primero había descubierto que papá y yo teníamos poderes, luego habíamos sido atacados por seres malvados que habían puesto nuestras vidas en jaque, y ahora resultaba ser que él también poseía aquellas habilidades que nos habían convertido en las codiciadas presas de los encapuchados. Su vida jamás volvería a ser igual.

—¿En qué estabas pensando en el momento en que nos tomamos de las manos para teleportarnos? —quise saber. Me preguntaba por qué su poder se había activado justo en ese momento, ¿por qué no antes?, entre otras miles de dudas que surcaban mi cabeza.

—En que daría cualquier cosa por ser capaz de protegerlos, porque sabía que estos tipos nos iban a seguir donde fuéramos y que tu papá estaría en peligro. Y conociéndote, vos no te ibas a quedar de brazos cruzados... Estaba muy preocupado por ustedes. Me hubiera ofrecido en su lugar, pero yo no era lo que ellos buscaban. Bueno, eso era lo que creía.

—Mmm... Se ve que fue el deseo de protección a otras personas lo que activó tu poder, o se hubiera activado mucho tiempo antes. Interesante —dijo papá—. Bueno, no perdamos más tiempo y hagamos lo siguiente: mientras Adrián mantiene esta burbuja de protección activa, vamos a casa de Antoinette y Amelie. Tu hermana podrá darnos respuestas.

—¿Florencia tiene una hermana? —quiso saber Adri, mostrándose confundido.

—Larga historia —expresó papá, señalando hacia el auto.

Nos volvimos a meter en él y papá condujo hacia nuestro destino. Mientras tanto, pusimos a Adrián al tanto de la historia de papá, Amelie y Antoinette. Por suerte no había demasiado tránsito, porque la burbuja se extendía alrededor del auto y nadie podía verlo. Quizás nos protegería también de todo lo que pudiera causarnos daño, pero no queríamos arriesgarnos a comprobarlo.

Cuando llegamos, nuestra protección aún no se había desvanecido.

—Podríamos esperar un rato a que se vaya sola —dijo papá—, pero necesitamos entrar a la casa y la burbuja impedirá que nos vean. ¿Podés intentar deshacerla?

Adrián asintió. Estuvo un rato haciendo movimientos con sus manos, abriéndolas y cerrándolas, hasta que finalmente logró acabar con el flujo de energía que salía de él.

—Aprendés rápido —le dije con una amplia sonrisa en mis labios. Me sentía orgullosa de él. Deseaba besarlo, pero no quise que se despertaran sensaciones extrañas ahora. Siempre lo había besado cuando él aún no tenía sus poderes despiertos. Desde este momento podríamos experimentar cosas como lo que había soñado que ocurría con Lucas. Sería interesante probarlo, pero era algo que haríamos cuando estuviéramos solos, por nuestra cuenta, y cuando supiéramos cómo manejar la activación de poderes para que los encapuchados no pudieran volver a detectarnos. Temía que las emociones intensas pudieran hacernos perder el control.

Fuimos hasta la puerta y papá la golpeó un par de veces, con miedo de que Antoinette nos recibiera de mal humor. Faltaban unos minutos para las seis de la mañana, y ella aún no estaría despierta. Además, era muy sobreprotectora de su hija, y no iba a querer despertarla hasta que hubiese descansado lo que ella considerase suficiente. Era muy probable que nos hiciera esperar un buen rato.

—Ya me parecía que debían ser ustedes... —dijo cuando nos atendió, de pantuflas y llevando un salto de cama blanco sobre su largo camisón floreado. No se parecía en nada a la gran dama francesa que siempre personificaba para impresionar a los clientes—. ¿Quién es este jovencito que los acompaña? ¿y qué los trae por aquí?

—Adrián, mi novio —respondí con prisa—. Necesitamos verla a Amelie. Es urgente.

—No lo sé... Ella no se despierta aún. Tendrán que esperar o volver más tarde...

—Tuvimos un encuentro con los encapuchados —dijo papá para hacerle comprender la urgencia del asunto. Antoinette se puso pálida como una hoja de papel.

—¡¿Qué?! Si es así, les voy a pedir que se vayan y no vuelvan hasta después del amanecer. No quiero esas cosas cerca de casa.

—No, no. Tranquila que los despistamos gracias al poder que se le acaba de despertar a Adrián. No va a pasar nada —le aseguró. Ella pareció creerle porque se relajó de inmediato.

—En ese caso pueden pasar —replicó—, pero van a tener que esperar. Bien pueden aprovechar a dormir un rato, tengo varias camas libres y los noto muy cansados. —Era cierto. Esa noche nos había dejado agotados.

—¿Tenemos tiempo para descansar? —preguntó Adrián a papá.

—Qué más da. Nuestros planes futuros van a depender de lo que Amelie nos aconseje. Este pasado encuentro con los encapuchados nos deja sin saber cómo seguir. Ella podrá decirnos cómo actuar, leyéndonos a los tres y nuestros poderes. Quizás debamos irnos lejos, o tal vez haya alguna manera de seguir acá. Nuestros planes iniciales habían sido evitar que vos fueses a casa, buscar a Lourdes cuando fuera la hora, ver qué explicaciones darle e irnos; pero no sé qué va a pasar ahora. Sí sé que lo que decidamos debe hacerse antes de que caiga la noche.

Todos estuvimos de acuerdo, y decidimos entonces aprovechar el ofrecimiento de Madame Rougerie y descansar unas horas. Íbamos a necesitarlo. La casa contaba con varias habitaciones para huéspedes, aunque estaba segura de que Antoinette jamás hospedaba a nadie. Papá fue a dormir a una que tenía una cama matrimonial; Adrián y yo fuimos a una con dos camas de una plaza individuales.

No nos acercamos. Ambos sabíamos que necesitábamos nuestro espacio hasta que procesáramos todo lo ocurrido esa noche. Más que nada era Adrián el que necesitaba interiorizarlo. Todo se sentía muy extraño. Lo noté inquieto, y demoró en dormirse. No supe cuánto, porque él se durmió antes que yo. Estaba tan cansada que, si soñé algo, no fui consciente de ello.

Me despertó un delicioso olor a pollo al horno con papas. Ya era hora de almorzar y Antoinette había cocinado para nosotros. Me levanté casi de un salto y noté que Adrián ya no estaba en la habitación.

Salí al pasillo y seguí el aroma hasta llegar al comedor. Los dos hombres más importantes de mi vida se encontraban allí, y nuestra anfitriona estaba ya sirviendo la comida.

—Ah, Flor. Ya estaba por ir a despertarte —dijo papá con una sonrisa. Adrián estaba un poco distraído, cosa que era de esperarse después de todo lo ocurrido, pero también sonrió al verme.

—Amelie los verá después del almuerzo —dijo Antoinette—. Yo ahora voy a llevarle su comida y comeré con ella. Los dejo por un rato.

—¿Todo bien? —pregunté mientras me sentaba, una vez que la dueña de casa se hubo marchado. Papá y Adrián se encontraban demasiado serios. Había que levantar un poco los ánimos.

—Bien, considerando todo lo que hemos pasado —dijo mi padre—. Es una bendición estar los tres acá reunidos hoy, y vivos. Debemos estar agradecidos. —Asentí. Tenía toda la razón.

—Yo tengo un poco de miedo de lo que nos depara el futuro... —dijo Adrián—. Por lo que veo, es probable que también deba irme de Paraná. Eso significa tener que dejar mi carrera en suspenso indeterminado, además de abandonar a mi familia, y no me gusta nada.

—No es fácil para ninguno de los tres, y más difícil va a ser explicarle todo a mamá. Por cierto, ¿qué pasó con ella? ¿No tenías que ir a buscarla al hotel? —pregunté.

—Me levanté media hora antes y llamé para decirle que estaba algo complicado pero que se quedara en el solárium el resto del día —dijo papá—; ella estaba contenta porque el lugar le encantó. La vamos a buscar a la tarde. No sé qué habrá sido de casa, si la destruyeron esta vez o no... Hasta ahora no pasaron nada de eso en las noticias así que por ahí se salvó.

—Ni idea —dije, encogiéndome de hombros—. Tal vez eso haya cambiado ahora, tal vez no. Pero no podemos volver a casa y eso ya lo sabemos.

—Definitivamente no —asintió papá—. La tendrán vigilada, eso es seguro.

Almorzamos. Estábamos hambrientos y apenas si intercambiamos algunas palabras. Estábamos ansiosos por saber lo que Amelie tendría para decirnos, así que no demoramos ni un segundo cuando Antoinette nos indicó que podíamos seguirla hasta la habitación de su hija.

—Ella hoy solo se comunicará a través de mí —advirtió—. Son tres y si les habla mentalmente a todos va a terminar muy agotada.

—Me parece razonable —estuvo de acuerdo papá—. No queremos que esto signifique demasiado esfuerzo para ella. Y hablando de esto, Antoinette... te lo digo antes de que entremos a verla y antes de que me olvide. Tengo dinero para ayudarlas y lo seguiré teniendo. No es necesario que sigan atendiendo al público. Busquemos lo que sea mejor para ella, y creo que encontré alguien que podrá curarla... Así que hay esperanzas firmes ahora.

Pensé en Lucas y su padre, pero ellos ya no eran un factor que debiésemos considerar dentro de la ecuación. Sí, él podría curarla de todos modos. Quizás no como favor a papá, pero si había dinero de por medio seguro lo haría si no conocía la relación que estas mujeres tenían con nosotros. Era una buena solución, y eso me devolvía el optimismo respecto a esta situación. Amelie podría ser curada. El saberlo me hacía muy feliz.

—Ya hablaremos mejor sobre eso —dijo la francesa, apretando los labios—. Ahora, vayamos a verla antes de que sea hora de su siesta.

Mi hermana se encontraba sentada entre sus almohadones, tal como la vez anterior que había venido a visitarla. Adrián la miró y sonrió de forma leve; supe que se sentía mal por ella, y cuánto valoraba ahora el hecho de haber salido ilesos de nuestro encuentro con los encapuchados. Amelie no había tenido esa suerte, la única suerte que había tenido había sido que, por alguna razón, no la hubieran consumido por completo y que gracias a esto se hubiera salvado. Debía ser un caso en miles; una enorme excepción a la regla... Así como nosotros debíamos ser de los pocos que habían escapado ilesos a un encuentro cercano con estos seres oscuros.

Tomamos asiento frente a su cama en las sillas que habían sido dispuestas para dicho fin. Antoinette se sentó en otra que se hallaba al costado de su hija, a quien le tomó la mano antes de empezar a transmitirnos todo lo que ella tenía para decirnos.

—Han tenido mucha suerte —comenzó diciendo—, y han descubierto algo maravilloso que de ahora en más podrán aprovechar. Creo que muy pocos deben saber eso. Yo no lo sabía, no hasta ahora que puedo verlo en ustedes. Wow... es impresionante.

—¿De qué hablás? —preguntó papá.

—La combinación de poderes... —dijo Antoinette, transmitiendo las palabras que su hija le decía—. Ustedes no lo sabían, pero yo se los puedo asegurar ahora: esto lo mejor que pueden haber descubierto, esto les salvará la vida un millón de veces.

—No entiendo —dijo Adrián—. ¿No era que usar estos poderes nos vuelve presas fáciles de los encapuchados estos?

—Sí, exacto —dijo ella—. Pero solo cuando usas tu propio poder, sin combinarlo con el de otro. De ese modo ellos te detectan, con su uso reiterado. Sin embargo, al combinar poderes te vuelves indetectable, y más indetectable aun cuando usas el poder de otra persona.

—¿Usar el poder de otra persona? —quiso saber papá, quien jamás había contemplado esta opción—. ¿Cómo es esto?

—La intimidad romántica con alguien de nuestra misma clase provoca que absorbas por determinada cantidad de tiempo, de acuerdo a la intensidad del contacto, el poder de la otra persona. Puede ser un beso, el contacto piel con piel, el sexo... Flor experimentó esto en un sueño y por eso ahora sé que esto es posible.

Me puse roja como un tomate. Adrián me miró, confundido. No podía decirle ahora que había soñado que besaba a Lucas. Aún no le había contado toda esa historia y pensaría que lo estuve engañando, aunque solo haya sido un sueño.

—Ya les voy a contar sobre eso —dije, apretando los labios.

Ahora sabía por qué Roberto había insistido en que su hijo y yo estuviéramos juntos. Él sabía respecto al intercambio de poderes. Quizás no sobre la combinación de los mismos, pero sí sabía que Lucas y yo podríamos intercambiar los nuestros por un cierto tiempo. ¿De qué sería él capaz si tuviera acceso a mis habilidades? No quería siquiera saberlo.

—Adrián. Tus poderes están geniales —prosiguió la francesa—. El que experimentaste es, de hecho, tu poder secundario, aunque no lo creas porque te haya parecido increíble. Podrás usarlo una vez por semana sin correr riesgos, sin necesidad de combinarlo. Tu poder principal consta en la posibilidad de congelar el tiempo durante un tiempo definido... Unas horas, incluso hasta un día. Ya descubrirás cómo usarlo, en el momento que más lo necesites. Este poder sí, puede ser usado sin riesgos cada seis meses si no es combinado con el de otra persona.

—¿Detener el tiempo? ¿Cómo es eso? —cuestionó mi novio.

—Sí, que todo se congele a tu alrededor y que solo tú, y a lo sumo quien esté en contacto físico contigo, puedan ser conscientes de todo. Puedo encontrar muchos usos interesantes a ese poder. —Antoinette no pudo evitar reírse un poco al decir esto, sabiendo lo que pensaba su hija. Yo solo me ruboricé un poco más.

—¿Y qué sugerís que hagamos ahora? ¿Podemos quedarnos en Paraná después de este nuevo descubrimiento? —quiso saber papá.

—No, de ninguna manera. Los encapuchados descubrirán que fueron engañados y estarán atentos por las noches a cualquier signo de ustedes. Ni hablar de volver a su casa, si es que aún sigue en pie, porque esta noche misma estarán ahí para buscarlos si es posible. Tienen que irse, los tres, solos. Nadie más puede saber dónde van a estar.

—¿Y mamá? —quise saber, preocupada.

—Solo la pondrán en riesgo, y no está preparada para saber la verdad. Le dará un ataque de histeria y lo más probable es que ni acepte irse a ninguna parte. Ustedes la conocen mejor y saben que es así. Estará bien en Paraná. Los odiará por haberla abandonado, pero es lo mejor para su seguridad.

—No, no podemos hacer eso —dijo papá, sus ojos llenándose de lágrimas. A mí también se me partía el alma de solo pensarlo. No me dolía tanto alejarme de mi madre, cosa que ya había hecho, pero sí que ella pensara que la habíamos abandonado, que ya no la queríamos, y que no tuviera más noticias nuestras.

—Lo siento, pero no queda otra opción. Ahora, creo que ha sido suficiente... Más no necesitan saber. Pueden ir preparándose para marchar. —Supe que esta ya era decisión de Antoinette para proteger a su hija, y no de ella, pero debíamos respetarla.

—Está bien —dije, y fui la primera en ponerme de pie. Miré a mi hermana y le hablé, necesitaba que supiera que la apreciaba y que esperaba volver a verla—: Amelie... Nos conocemos poco y no crecimos juntas como debió haber sido, pero sos mi hermana y me gustaría algún día poder tener una relación con vos. Si leíste a papá ya sabés que tenés esperanzas y que hay alguien que te puede sanar. Él les puede dejar números para jugar a la quiniela por si prefieren no mantener el contacto con nosotros por ahora. Y espero la próxima verte de pie y sonriendo.

—Gracias, Amelie lo aprecia mucho —me dijo Antoinette, también poniéndose de pie, ahora para acompañarnos fuera del cuarto de su hija, quien necesitaría un breve descanso. Papá y Adrián hicieron lo mismo, y se despidieron de Amelie. Salimos de su cuarto, apesadumbrados, con mucho que pensar y planes que empezar a armar en secreto, porque nadie que quedara en Paraná debía saber qué pensábamos hacer.

¡Esperen! —dijo la voz de Amelie en mi cabeza—. ¡No se vayan todavía!

—Amelie nos llama —dije a Antoinette, quien se mostró confundida al oír esto.

—Estoy recibiendo un mensaje desde lejos —dijo—. Hay alguien que necesita comunicarles algo, y de manera urgente. Vuelvan a entrar...


...

¡Hola! ¡Espero que hayan disfrutado este capítulo! <3

¿Alguien se esperaba esto?

Por cierto, ¡el próximo es el último capítulo de la novela! Después a esperar la segunda entrega, que ya empiezo a planificar :)

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