29. El primero en morir

—Nos están jodiendo —dije. Esta vez no nos encontrábamos en un escenario para nada conocido: los tres sentados juntos en el medio de un bosque, recostados contra el tronco de un árbol enorme, atados con una soga gruesa y fuerte. Íbamos a tener que luchar bastante para poder soltarnos. Se podía vislumbrar la luna llena entre las copas de los árboles, y esto alcanzaba para iluminar el perturbador escenario. ¿Por qué nos encontrábamos en esa situación? No recordaba jamás haber visto o vivido aquello, ni siquiera había bosques como este en toda la zona.

Me había esperado que otra vez tuviera que salvar a Adrián de la muerte, pero los encapuchados habían, por algún motivo, cambiado su estrategia, o esto había sido siempre parte del plan; no había forma de saberlo. ¿Cuál era la prueba a superar para poder escapar?

—¿Qué significa esto? —quiso saber papá, quien al parecer se encontraba tan confundido como yo.

—Esto —dijo Adrián, a quien le temblaba un poco la voz al hablar—... es una de mis peores pesadillas. No sé cómo lo supieron ni por qué forma parte de la prueba. Lo bueno es que ahora sí soy consciente de lo que está pasando.

—¿Y qué es lo que ocurre en tu pesadilla, Adri? Necesitamos encontrar la manera de sobrevivir este sueño —expresé.

—No creo que lo hagamos... Siempre que sueño esto termino muerto, no encuentro forma de huir y salvarme. A veces el sueño tiene variaciones y alguien viene a ayudarme, o me acompaña, pero este también muere, y muere primero para que yo tenga que sufrirlo. Me atrevo a predecir que de acá no sale vivo nadie.

—No, no. Debe haber una salida —dijo papá, mientras intentaba en vano soltarse—. Contanos qué es exactamente lo que pasa en tu sueño. Quizás pensando entre los tres logremos escapar de esta.

—Lo ideal sería —dije yo, sin darle tiempo a Adrián para responder a lo que papá le había preguntado—, que si alguien va a morir sí o sí, nos turnemos para hacerlo. Siendo la hora que creo que es, no podemos tener tiempo para más de dos sueños más antes del amanecer. Luego tendrán que dejarnos en paz porque estos tipos solo andan de noche.

—Pero si pasa lo que va a pasar, nos morimos todos sí o sí —dijo Adrián—, y en el próximo sueño uno de los tres se va a morir de verdad. Indefectiblemente.

—Bueno, ya. Decinos qué va a pasar y cuánto tiempo tenemos —dijo papá, quien se estaba volviendo un tanto impaciente.

—Va a venir un tipo enmascarado con una motosierra —respondió él—. Y nos va a descuartizar vivos.

—Ay, qué sueño más horrible —dije—. ¿Te traumaste con algunas películas de terror?

—Supongo que habrá sido viendo películas en Halloween cuando era demasiado chico para entender que esas cosas no son ciertas —dijo, encogiéndose de hombros—. Y desde entonces tengo esa clase de sueños. La mayoría de las veces viene con una motosierra, a veces puede ser peor...

Adrián hizo silencio, quizás con miedo de contar qué más podía ocurrir. Y el silencio pronto se rompió para dar paso al sonido de hojas secas que crujían bajo pasos lentos pero seguros. Alguien se avecinaba, y todos sabíamos quién, aunque papá y yo nunca lo habíamos visto. Se me erizó la piel por completo.

—¿En tus sueños intentabas cosas para salvarte? —preguntó papá—. Tenemos que probar algo que no hayas intentado nunca. Y recordemos que es tan solo un sueño, quizás podemos modificar nuestra realidad más de lo que pensamos. Las leyes de la física podrían ser tan solo orientativas en este lugar. Los límites son establecidos por nuestra propia mente.

—Tal vez papá tenga razón —le dije a mi novio, quien se paralizaba cada vez más, aterrado al oír los pasos más cerca. Parecía que nuestro acosador estaba dando vueltas en círculos a nuestro alrededor. No alcanzábamos a verlo, pero allí estaba, preparándose para atacar cual gran cazador a su presa indefensa.

—¿No podrían usar sus poderes para teleportarnos e ir a otro lugar? —quiso saber.

—Lo más probable es que eso sea lo que quieren que hagamos —opinó papá—. Y así como morir en los sueños puede hacernos morir de forma física, usar nuestros poderes en el sueño podría afectarnos en la realidad, volviéndonos así lo que ellos necesitan.

—¿Cómo logran hacer eso? —quise saber. Papá se encogió de hombros.

—Manejan poderes que ni yo puedo llegar a imaginarme, y se vuelven más poderosos cuando se alimentan de nosotros... Al parecer ahora tienen más poder que cuando me los encontré, aunque en esa ocasión ya contaban con una presa para cazar y no tuvieron que andar con tantos trucos. Me gustaría saber más, pero solo sé que no tenemos chance contra ellos y mucho menos si hacemos lo que ellos quieren que hagamos...

Papá iba a seguir hablando, pero en ese momento oí un ruido extraño que no supe identificar pero que me parecía haber oído alguna vez.

—Está intentando arrancar la motosierra —explicó Adrián, tenso—. Suele pasar que demore un rato en hacerlo, pero que eso no los alivie... Va a arrancar tarde o temprano. Esto solo añade más dramatismo al sueño.

—Necesitamos manipular la situación. Es un sueño, tenemos que lograrlo —decidí—. Intentemos desatarnos, ¡ya!

—Tenemos que creer en serio que podemos modificar la realidad. Concentrémonos los tres y hagamos que la soga ceda —ordenó papá.

A Adrián le costaba concentrarse, por el terror que sentía al estar dentro de su peor pesadilla, sumado a que parecía que la motosierra ya iba a arrancar en cualquier momento, porque los intentos de arranque eran cada vez más firmes.

Y arrancó, justo en el momento en que los tres empezamos a hacer fuerza en conjunto para soltarnos, y logramos hacerlo. Nos pusimos de pie y comenzamos a correr por un sendero que se encontraba bien delimitado.

—Ahora necesitamos encontrar un auto para escapar de este bosque. Hay un camino así que vamos a poder hallarlo —dijo papá—. ¡Crean en eso! Visualicen nuestro auto estacionado cerca de acá.

Eso hicimos, mientras oíamos al loco de la motosierra siguiéndonos aunque no podíamos verlo. Encontramos una curva y doblamos, para encontrar el auto esperándonos a unos pocos metros.

—¡¿Vieron que se puede?! —dijo papá, casi gritando la victoria—. Y nos apuramos a subirnos al vehículo que tanta seguridad nos proveía. Cuando papá estaba intentando encenderlo, pudimos ver al tipo de la motosierra por el espejo retrovisor. Era idéntico a Jason, el de Martes 13, con la máscara agujerada y todo; así que supe cuáles eran las películas que habían aterrado a Adrián. Dejó la motosierra de lado y puso sus brazos como jarras. ¿Qué sería lo que estaba tramando ahora? No parecía ser nada bueno. Este tipo seguro tenía un plan B. Necesitábamos escapar ya.

—¿Qué pensará hacer? —preguntó papá, quien había encendido el motor pero aún no había acelerado el auto para irnos de una buena vez.

—No sé, no importa. Vámonos rápido —dije. Y en ese momento Jason tomó algo de su bolsillo que no pude vislumbrar, pero sí pude notar que eran fósforos cuando encendió uno y lo tiró al suelo.

—No, no, no, no, no. ¡Piensen algo rápido! ¡Vámonos! —exclamó Adrián. Demasiado tarde, porque al parecer Jason, representando en el sueño a los encapuchados, también podía manipular la realidad y había logrado que nuestro auto estuviera perdiendo combustible... Cuando atinamos a pensar en qué podía ayudarnos a escapar, el vehículo ya había explotado.

Los tres habíamos muerto, otra vez... Y la próxima vez, al menos uno de nosotros podría morir de forma definitiva.

Despertamos los tres en el auto, en nuestra realidad, con la nariz sangrando y el corazón latiendo a mil por hora. Nuestro nivel de desesperación había alcanzado un nuevo pico; debíamos pensar en algo urgente para que nuestros enemigos no lograran salirse con la suya. No podíamos dar lugar a un sueño más.

Están acorralados —dijo uno de los encapuchados dentro de nuestras mentes. Supe que era el que se encontraba adelante al medio—. Les damos cinco minutos para decidir cuál se ustedes se va a entregar... O pueden ir preguntándose cuál será el primero en morir...

Papá suspiró. Lo noté vencido y eso no me gustó para nada. No podía hacer lo que estaba pensando hacer. No lo iba a permitir.

—Me voy a entregar yo —decidió.

—No, no, no —dije, tomándolo del brazo y mirándolo a los ojos—. No lo voy a permitir. No podemos rendirnos todavía. ¿Y qué pasa si aun así no dejan de insistir y también quieren atraparme a mí? ¿No pensaste en eso? Todavía faltan como dos horas para el amanecer...

Estábamos en una encrucijada. Teníamos muy poco tiempo para tomar una decisión, pero cada vez me quedaban menos esperanzas de que lográsemos escapar de ahí.

—Bueno, intentemos una cosa más... —dijo papá—. Ya no tenemos nada que perder. Nos vamos a teleportar lejos, en una de esas no nos siguen.

—Pero, ¿y si lo hacen? —pregunté, preocupada.

—En tal caso seguro lograrán atraparme pero, como ya dije, no nos queda nada que perder.

—Creo que sí deberíamos hacerlo —dijo Adrián—. Si nos siguen nos siguen...

—¿Y si nos vamos a un lugar donde ahora ya sea de día? Podremos ganar más tiempo.

—Suena bien —dijo papá—. Agarrémonos los tres de las manos.

Así lo hicimos y los tres cerramos los ojos.

No crean que van a poder huir de nosotros. —Fue lo último que logramos a escuchar antes de que papá nos sacara de aquel lugar.

Iba a dejar que papá fuera el único que usara sus poderes y que simplemente nos llevara lejos, pero los encapuchados sabrían dónde encontrarnos ya que él debía imaginar primero el sitio donde iríamos.

¿Pero podrían encontrarnos a través de las arenas del tiempo?


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