28. A prueba
¿Por qué mis sueños no me habían advertido respecto a esta posibilidad? Estábamos en una situación de la cual no teníamos la más remota idea de cómo salir, y encima Adrián estaba involucrado, justo en la línea de fuego. Él seguía en shock ante tamaño descubrimiento, pero aun así intentaba mantener la calma, para infundirme tranquilidad a mí.
Los encapuchados estaban inmóviles en sus respectivas posiciones. Cuándo actuarían era algo que solo ellos sabían. Cruzaban autos a nuestro lado y caminaban personas por la vereda, pero nadie se percataba de que algo extraño estuviera pasando. Los encapuchados estaban en absoluto control de la situación.
—¿Qué es lo que quieren? ¿Qué va a pasar? —quiso saber Adrián, y rompió el silencio después de un par de minutos en los que nos habíamos quedado inmóviles intentando anticipar el próximo movimiento de nuestros enemigos.
—Matar a uno de nosotros dos —contestó papá—. Es un poco difícil de explicar el lío que es esto, querido.
—Voy a hacer lo posible por comprender.
—No es el momento indicado para explicar todo en detalle pero, básicamente, al usar nuestros poderes nos convertimos en un blanco. Ellos consumen nuestra energía, la cual es especial debido a nuestras habilidades y la que generamos al superar cierto límite de usos. Flor lo hizo...
—Entonces, ¿es ella la que buscan en verdad?
—Mmm, en este momento no les sirve. En realidad hay dos Florencias coexistiendo en este tiempo y espacio, al igual que dos Jorges. Nos vinieron a buscar y sin querer combinamos nuestros poderes. Viajamos en el tiempo y el espacio a seis meses en el futuro. Esperamos para regresar el tiempo prudente... Pero se ve que nos acercamos demasiado a nuestra casa y eso los habrá alertado y atraído a nosotros. No pueden hacernos nada, a no ser que uno de nosotros use su poder unas dos veces...
—No entiendo ni mierda —respondió Adrián—. Pero, escuchen... Estas cosas necesitan que usen sus poderes, pero si no lo hacen no va a pasar nada. Eso quiere decir que hay buenas chances de salir ilesos.
—Supongo... —respondí.
—En cualquier momento empezarán con sus trucos mentales... —dijo papá—. No va a ser tan simple. Pero si nos mantenemos fuertes puede que sí podamos salir de esta.
Miré a Adrián y le sonreí. Él quería darme fuerzas con su mirada, pero esta seguía llena de confusión. Le costaría mucho adaptarse a una realidad en la cual hay personas que poseen poderes, las cuales son perseguidas y asesinadas si los utilizan, por unos seres que vaya uno a saber qué son y de dónde provienen. La vida puede ser demasiado extraña.
—¿Qué clase de trucos? —quiso saber Adrián.
—No sé a ciencia cierta —respondió papá—. Solo sé por historias que me han contado que son muy poderosos y pueden jugar con tu mente.
Suspiré y tragué saliva. No sabía lo que podría ocurrir, pero era consciente de que estaba por venir una prueba demasiado difícil de superar. Los tres volvimos a hacer silencio. Miré con temor a los encapuchados que estaban adelante. No podía ver sus ojos, pero podía sentir su mirada fría y penetrante, y cierto poder que emanaba de ellos.
En un momento comencé a sentirme somnolienta; mis párpados pesaban cada vez más y más. No quería hacerlo, sabía que necesitaba mantenerme despierta si quería tener posibilidades de sobrevivir esa noche, pero terminé cerrando los ojos sin siquiera percatarme de ello. Y tampoco me di cuenta de que lo mismo había ocurrido con mis acompañantes.
En el sueño papá estaba conduciendo el auto a todo lo que daba. Adrián iba en su moto delante de nosotros, a aproximadamente un kilómetro de distancia y a una velocidad muy superior a la legal; pero no se percataba de que lo estábamos siguiendo, de que estábamos intentando evitar una vez más el desastre.
—Ya casi llegamos a Oro Verde... Por favor decime que lo vamos a alcanzar en el semáforo, por favor... —dije.
Pero no. El semáforo se puso en verde y Adrián no disminuyó la velocidad que llevaba, yendo a ver a Laura para intentar evitar su posible suicidio. En cierta forma, sabía que hubiera sido capaz de cruzar el semáforo en rojo también.
«Maldita Laura, ojalá te mueras de verdad», me dije.
—¡Ya no nos queda tiempo! —exclamé, justo tres segundos antes de ser testigo del fatal accidente: la moto de Adrián estrellándose de frente contra un camión.
—Tranquila, Flor. Tranquila... —dijo papá una vez que paró al costado de la ruta. Me abrazó mientras yo rompía en un ataque de llanto.
—Otra vez no... No puede ser... ¡No! ¡No! ¡No! ¡Tenemos que volver al momento en que salió de su casa! Hagámoslo. Combinemos nuestros poderes.
—No, Flor. Esperá... —dijo papá, mirando a nuestro alrededor—. Esto no es real. Fijate.
Intenté calmarme un poco y miré por la ventanilla del auto. Unos refucilos azules surcaban el firmamento. Pude darme cuenta de que este era un juego de los encapuchados, que al fin habían empezado después de tanto hacerse rogar. No era real.
Y entonces recordé que había cerrado los ojos hacía poco. Me había quedado dormida. Todos estábamos dormidos y ellos estaban jugando con nosotros.
—¿Nos dormimos? —pregunté a papá. Él asintió.
—Me temo que sí.
—¿Y cómo salimos de este sueño ahora? ¿Qué hacemos?
No llegué a terminar de hablar que estábamos abriendo los ojos nuevamente en el auto. Corroboré que papá también estuviera despierto, y luego miré a Adrián. Él se estaba limpiando la nariz con la manga de su camisa... Estaba sangrando y se lo notaba algo mareado.
—¿Qué fue eso? —quise saber, confundida. ¿Qué estaba pasando?
—No sé —respondió Adrián—. Creo que acabo de morirme en un sueño...
—¿Pero por qué tendría que afectarle eso? —pregunté. Y en ese momento miré al exterior. Los encapuchados no solo estaban un poco más cerca del auto, sino que ahora habían aumentado en cantidad: eran cinco. Y esta vez su presencia se notaba mucho más amenazante y aterradora.
—A la tercera vez que muera, morirá de verdad... —dijo un susurro en mi cabeza.
Y fue tras oír esto que volvimos a caer dormidos sin posibilidad alguna de luchar contra esto.
—Creo que tenemos que salvar a Adrián una y otra vez esta noche si queremos sobrevivir —dijo papá, apareciendo tras de mí. Estábamos en casa, en mi habitación. No sabía ni la hora ni qué día era, aunque me lo imaginaba, pero sí estaba totalmente consciente de que esta era una prueba más.
«¿Será verdad que puede morir en el sueño?», me pregunté. Honestamente no quería arriesgarme para comprobar si los encapuchados, en realidad, estaban mintiéndonos.
—Supongo que es sábado de noche y que tenemos que salir detrás de Adrián —dije. Busqué un reloj. Era la hora correcta. Adrián ya estaba subido a su moto una vez más.
—Dale, vayamos ya al auto. Vamos a ir por una salida más rápida esta vez —sugirió papá—. Tiene que funcionar. Aunque esta calle está llena de pozos, va a ser más rápido salir de la ciudad.
Estaba muy muy enojada con esos desgraciados y juré que encontraría la manera de acabar con ellos. ¿Cómo se les había ocurrido molestarnos justo con esto? Ellos sabían cuáles eran mis peores miedos, sabían que había salvado a Adrián y que al hacerlo había abusado de mis poderes; y ahora iban a torturarme con esto. Me querían a mí, de eso estaba segura. No lo buscaban a papá, no les importaba; o a lo sumo era un plan B... Era mi energía la que querían y bien sabían que con estas pruebas iban a terminar haciéndome caer en la trampa.
Papá buscó una vía alternativa. Yo en verdad esperaba que esta vez funcionara, aunque sabía que estas escenas se repetirían una detrás de la otra y que los seres a nuestro alrededor nos darían muy poco margen de acción. Estaban en control de la situación.
Y eso era demasiado angustiante.
Papá estaba conduciendo a toda velocidad. No parecían importarle los semáforos en rojo, jamás lo había visto conducir en forma tan temeraria. Podía decir que no se estaba comportando como él mismo, y que jamás lo había imaginado capaz de actuar así.
Y no me había imaginado tampoco que ahora seríamos nosotros los involucrados en un accidente fatal. Creo que ninguno de los dos vio esa camioneta venir justo cuando intentábamos esquivar un pozo... El impacto fue mortal, y de inmediato estábamos volviendo una vez más a la realidad.
Me sentía un poco mareada y mi nariz estaba húmeda. Estaba sangrando, y la de papá también se encontraba igual. Miré a Adrián pero no vi nada diferente en él. Esta vez se había salvado.
—¿Qué pasó ahora? —preguntó.
—Esta vez nos morimos nosotros —dije—. ¿Vos tenías consciencia de tu sueño?
—Sí y no —respondió—. Solo sé que sabía que no era real, pero no tenía control de mis acciones.
—La próxima podrías intentar tomar control de la situación —sugirió papa—. Al menos intentalo. No sé cuánto tiempo más nos van a dar. Miren... Esta vez ya son siete.
Miré afuera. Era cierto... ¿Cuántos eran en total? ¿Cuántos seguían en casa esperando a que nuestras versiones paralelas cayesen en la trampa? ¿Se vendrían todos aquí cuando esas versiones viajasen lejos en el tiempo y el espacio? Según mis cálculos, ya no faltaba nada para eso.
—Cualquiera de los tres que muera tres veces en el sueño morirá de verdad...
Adrián abrió los ojos grandes como platos. También había oído lo mismo que yo.
Y el siguiente sueño no se hizo esperar un segundo más...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top