13. Misión imposible
Estaba muy nerviosa y tenía que lograr que mis amigas no se dieran cuenta de ello para que no me hicieran preguntas. Era necesario mantener la calma para luego poder controlar mis pensamientos en presencia del telépata. No podía dejar que se enterase del sueño que había tenido la noche anterior, ni que obtuviese más información de la que ya había conseguido.
—¿Así que Adrián va a ir a cenar a tu casa? Yo que vos le escondo las cuchillas grandes esas a tu vieja —decía Claudia, y Sole se reía. Yo miraba por la ventanilla, perdida en mis pensamientos. Pronto llegaría la parada de Sole... y después la mía. Y allí estaría Lucas esperando.
—Sí, espero que todo salga bien —respondí tras unos largos segundos. Había demorado en percatarme de que me estaban hablando.
—¿Te pasa algo, Flor? —quiso saber Sole—. Estás... rara.
—Bueno, ser rara ya se ha vuelto algo normal en Flor, pero igual se la quiere —dijo Claudia y se rio. Por suerte, mis amigas creían que los cambios que estaba atravesando mi personalidad eran cambios propios de la adolescencia. Jamás se les ocurriría siquiera imaginarse lo que en realidad estaba ocurriendo.
Sole se bajó y pronto llegó mi turno. Me despedí de Claudia y rogué que no llegara a verme con Lucas o que, si lo hacía, no le resultara algo sospechoso el verme hablar con un extraño. Luego haría preguntas que yo no quería responder.
Cuando me acerqué a la puerta y toqué el timbre para indicar que la próxima era mi parada, pude ver a medida que nos acercábamos a esta que había un chico sentado allí. No se estaba tapando la cabeza, así me pregunté si sería él o si debería esperar un rato hasta que llegara.
Bajé. Tenía ganas de cruzar la calle corriendo hasta casa y esconderme en mi habitación, pero Lucas era un problema del cual no podría huir. Me esforcé por mantener mi mente tranquila para que no descubriera nada más, y fui a su encuentro.
El chico estaba recostado contra la parada, con auriculares en sus orejas, escuchando música de un reproductor MP3 de los primeros que habían salido. Supuse que, por su forma, debía tratarse de un iPod.
—Sí, es un iPod —me dijo, levantando la cabeza para encontrar mi mirada. Sin lugar a dudas se trataba del telépata. Era un chico unos tres años mayor que yo, quien de seguro se encontraría en su segundo año de la universidad. Era alto, pero un poco menos que Adrián, y casi tan corpulento y atlético como mi novio. Su cabello era de color castaño oscuro, como el de Marcelo, pero sus ojos eran verdes. Me sonrió al percatarse que estaba evaluando su físico, y tuve que desviar la mirada. Su sonrisa era encantadora pero altiva al mismo tiempo. Este era un chico muy seguro de sí mismo. Quizás demasiado para mi gusto.
—Hola... Lucas —lo saludé, y miré a mi lado para verificar que el colectivo se hubiera alejado lo suficiente.
—No creo que tu amiga nos esté prestando atención —dijo—. Vamos. Mi casa está a una cuadra y media.
—Dijiste quince minutos —le recordé, mientras lo seguía.
—Quizás se hagan veinte... o media hora —respondió. Supe que igual me convenía seguirlo sin chistar. Ya lidiaría con mamá. Como a esa hora estaría en la cocina preparando el almuerzo, no se habría percatado de que mi colectivo ya había pasado. Podría inventar alguna excusa. El castigo que ella podría propinarme por haberme desviado de mi camino en vez de ir a casa de inmediato no sería nada comparado con las consecuencias que podría tener por no obedecer al telépata.
Caminamos una cuadra por la misma calle, luego doblamos a la izquierda y subimos media cuadra más. Había visto esa casa más de una vez, y cómo para no. Era la casa más grande y lujosa del barrio; una mansión de estilo francés, blanca y con tejas grises. Al pasar el portón delantero nos encontramos con un amplio patio que ostentaba una enorme piscina y gran variedad de árboles y plantas con flores. La casa tenía tres plantas, aunque parecía que la superior era más bien un altillo y no un piso habitable. Las escalinatas eran de mármol pulido.
Lucas me guió a través del patio hasta llegar a las escalinatas. Esperé detrás de él mientras abría la puerta y luego lo seguí. El interior de la casa era deslumbrante, pero decidí no detenerme a observar detalles. Estaba allí por una razón y no perdería tiempo observando objetos que jamás podría tener.
—Buenos días —nos saludó una mujer bajita y regordeta de unos cincuenta y pico años vestida con un uniforme de mucama similar a aquellos que se veía en las telenovelas. «Y yo que había pensado que esos no se usaban en la realidad»—. Señor Lucas, ¿la señorita va a almorzar aquí? ¿Quiere que le lleve el almuerzo a su sala personal? La señora y los niños están almorzando en el comedor principal.
—Está bien, Luisa. Voy a comer dentro de media hora —le dijo él con amabilidad, y me pareció notar que le tenía mucho cariño a esa mujer—. Vamos a estar en el estudio, traé un poco de jugo de naranja exprimido para los dos.
—Como guste, señor —dijo la empleada doméstica, y se retiró con rapidez.
Lucas me llevó a una habitación adyacente al salón de entrada. Era un estudio que contaba con dos enormes bibliotecas enfrentadas, una chimenea con un juego de sillones en frente, y un escritorio inmenso y antiguo a pocos pasos de un ventanal que daba al patio delantero de la casa.
—Sentate —me indicó Lucas. Obedecí. Me senté en el amplio sillón y dejé mi mochila a un lado—. No te preocupés, no voy a retenerte más tiempo del necesario.
—Bueno, entonces —dije, cruzándome de piernas y dando lo mejor de mí para estar tranquila ante ese chico que me ponía incómoda y que tenía el poder para destrozar mi vida—, ¿qué es lo que querés que haga por vos?
—Necesito que salvés a mi viejo... —dijo—. Hace poco más de un año salió de viaje sin previo aviso. Encontraron su camioneta en un campo, en cercanías de Concordia. Pero nunca lo encontraron a él... Se lo dio por desaparecido y se lo ha buscado por todas partes. Asumimos que está muerto.
—Oh... Lo siento muecho. Pero, ¿cómo creés que yo podría salvarlo?
—Tenés que viajar al pasado y decirle que no viaje a Concordia, que algo terrible le va a pasar si lo hace. Decile que tenés el poder de viajar en el tiempo, y que su hijo Lucas te envió desde el futuro para evitar su muerte.
Demoré unos segundos en responder porque justo llegó Luisa con el jugo de naranja. Tomé un trago antes de hablar.
—¿Y cuándo pasó eso? —quise saber.
—Papá se fue de casa por última vez el cinco de enero del año pasado... Necesito que viajes a esa fecha.
Me escupí jugo de naranja encima del uniforme de la escuela. Ahora sabía por qué en mi sueño me había negado a ayudarlo... Lucas me estaba pidiendo viajar al día de mi cumpleaños de quince. Mi casa estaría repleta de gente porque mi tía Marta, su marido y sus hijos vendrían a quedarse por varios días, y tendría millones de cosas que hacer tanto el día de mi cumpleaños como los días anteriores. Sería imposible ir a ninguna parte, y mucho menos de noche cuando tendría gente durmiendo en mi habitación... Todo mi ser gritaba que tenía que decirle que no, que se trataba de una misión que no podría cumplir en menos de seis horas por más que quisiera, pero necesitaba ayudar a Lucas para evitar que cumpliera con sus amenazas.
—Me es imposible hacerlo el cinco de enero... Ni el cuatro, ni el seis —respondí—, pero estoy segura de que puedo ayudarte en una fecha anterior. Solo necesito saber cómo encontrar a tu padre antes y hablar con él...
Qué bueno. Se me había ocurrido una alternativa a su plan.
—La cuestión es que las semanas anteriores yo había viajado a Bariloche a casa de mi mamá a pasar las fiestas allá. Vivo acá con papá, su mujer y mis dos medios hermanos, pero no sé con certeza cuáles fueron los movimientos de mi padre los días anteriores, y quizás sería complicado encontrarlo. Sé que no vas a querer quedarte mucho tiempo en esa fecha y que tu intención es volver enseguida. Podría ser difícil ubicarlo a mi viejo en tan poco tiempo si no puedo decirte todo lo que hizo ese día.
—Pero podemos organizarnos. Estoy segura —le dije—. Dejame pensarlo bien, pero se me va a ocurrir un plan. Y, por sobre todas las cosas, necesito no modificar nada para poder volver al mismo momento en el que me fui.
—Va a estar difícil, porque si no le pasa nada a mi papá, yo no te perseguiría y muchas cosas que te han ocurrido no pasarían... —dijo, mirándome con seriedad.
—Solamente que...
—No. Ya sé lo que estás pensando —me dijo, frunciendo el ceño—, y dudo que mi viejo esté dispuesto a hacerlo.
—Tengo que intentarlo. Todo lo que pasó acá desde el 25 de agosto tiene que quedar igual. Ese es mi objetivo.
—Pero no sé si puedo asegurarlo... —me dijo—. Y, de todos modos, vas a tener que ayudarme, porque sabés que estoy hablando en serio y sabés lo que soy capaz de hacer. —Su rostro de repente se volvió amenazante. Hasta el momento había sido bastante ameno. Amelie tenía razón. Lucas no era del todo malvado... Pero en tiempos desesperados todo vale.
—Sí, lo sé... y es por eso que no te estoy diciendo que no. Pero lo voy a intentar, y vos vas a ayudarme. Sé que no es tu obligación, pero te lo ruego —le dije, mirándolo de manera suplicante. Debía convencerlo de colaborar conmigo por más de que mi ayuda fuera forzada.
—Bueno. Pensá en un plan viable y me mandás un mail cuando lo tengas... Y por si te sirve el dato, mi papá también tiene poderes. De él los heredé.
—¿Cuáles? —quise saber.
—El principal es el poder de autoregeneración, por lo que si sufre algún daño físico puede recuperarse de inmediato —me dijo—, y el secundario el poder de la sanación. No funciona de la misma manera que en él mismo, pero en varias sesiones puede llegar a curar a un paciente. Es un neurocirujano reconocido, y gracias a sus poderes ha amasado una gran fortuna. Asumo que es por eso que ellos lo querían, pero no sé por qué lo encontraron donde lo encontraron... ni por qué su cuerpo desapareció.
—Tal vez para evitar que se regenere... —se me ocurrió decir. Miré mi reloj pulsera. Ya estaba veinte minutos demorada—. ¿Podemos hablar de esto luego? —le pregunté—. Realmente tengo que irme, pero después me das más información, ¿sí?
—Claro —respondió. Se puso de pie y me guio hasta la salida—. Voy a estar esperando tu mail.
***
«El padre de Lucas podría llegar a sanar a Amelie», me dije esa noche mientras planeaba mi estrategia. Primero pensé que podría aprovechar mi viaje para hacer algo para ayudar a mi media hermana, para advertirle también a ella sobre lo que le ocurriría. Pero no podía hacer todo al mismo tiempo, no contaba con el tiempo suficiente. Sin embargo, si salvaba al padre de Lucas luego podría convencerlo de ayudarla. Él podría reparar el daño cerebral que ella había sufrido. Si estaba dispuesto, claro.
Estaba chateando con Adrián sobre cómo le había ido ese día en la facultad, cuando recibí un correo de Lucas. «No pudo esperar a que yo lo contactara», pensé.
Asunto: Luisa nos va a ayudar
Florencia. Luisa sabe las idas y venidas de mi papá mejor que nadie. Voy a pedirle que se acuerde de algún día en particular en el que sea fácil encontrarlo, y te aviso cuál.
Asunto: ¿Ella sabe todo?
¿Luisa está al tanto de sus poderes? ¿Se puede confiar en ella para esto?
Asunto: Sí
Luisa trabaja en esta casa desde antes de que yo naciera. Es de confianza y al poco tiempo supo sobre papá, cuando lo vio cortarse con un vidrio y sanar al instante. Yo era chico cuando empecé a desarrollar mis poderes y la pobre tuvo que sufrirme. Sí, Luisa es de confiar. Incluso podrías ir a fines del 2001 y decirle que te mandé del futuro y te creería.
Asunto: Ok
Me quedo más tranquila, entonces.
Ahora... Leíste lo que yo pensé y necesito que una vez que salvemos a tu papá él desaparezca por un tiempo para que vos vuelvas a contactarme y nada se modifique al regresar a esta realidad. Sé que es difícil que lo haga, y que no va a querer desaparecer. Pero... ¿habría alguna manera? En serio, necesito que nada cambie.
Esto de ir y volver en el tiempo era complicado. Si volvía en menos de seis horas y era lo suficientemente cuidadosa, podía volver al momento exacto en el que me había ido, sin que hubiera cambio alguno. Pero, para eso, necesitaba que el padre de Lucas hubiera desaparecido sin dejar rastros para que Lucas me contactarse de todas formas y todo se diera de igual manera en mi línea temporal. Si las cosas cambiaban demasiado, quizás debería regresar al 25 de agosto dentro de seis meses para modificar todo otra vez. Y no, no quería hacerlo.
Asunto: Hay una manera
He tolerado estar sin mi viejo hasta ahora y no me trauma no cambiar esa parte de mi pesado... El tema es que mi viejo quiera desaparecer. Pero hay una manera de la que acepte, y debe creer que estamos enamorados y que si no lo hace no nos conoceríamos.
Vas a tener que fingir ser mi novia cuando lo encontrés en el pasado, y vamos a tener que mantener el engaño cuando él reaparezca.
Asunto: Ni en pedo
Ni loca. Ya tengo novio... y no me interesás para nada.
Asunto: Vos tampoco
Vos tampoco me interesás, pero es la única forma. Papá tiene que pensar que desapareciendo me ayudará a conocer al amor de mi vida. Después podemos fingir una ruptura tan fácil como fingimos estar juntos. Pero no debe sentirse engañado, o me odiaría por haberle mentido... Y si mi viejo llega a odiarme, las consecuencias para vos serían terribles.
Pero si sos cagona no pasa nada. A mí me da igual que mantengas tu presente como está o no. Solo me importa salvar a mi viejo, lo demás es secundario. Está en vos.
Más amenazas. Pero Lucas tenía razón. Era la única forma viable para que nuestra línea temporal no se viera modificada a mi regreso. Tenía que ir al pasado y decirle al padre de Lucas que no solo estaba en peligro, sino que también debía desaparecer de la misma manera en que lo había hecho, porque si no lo hacía su hijo y yo no nos habríamos conocido nunca. Cuando este volviera a aparecer, deberíamos fingir estar juntos y enamorados para que el hombre no se sintiera engañado. Y, eventualmente, terminaríamos la falsa relación.
Lo positivo de fingir salir con Lucas era que me sería mucho más fácil convencer a su padre para que sanara a Amelie.
Asunto: Está bien
CC:
Está bien. Vos ganás.
Tan solo esperaba que Adrián jamás se enterase.
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